domingo, 30 de agosto de 2020

Sermón Fiesta de Santa Rosa de Lima



Sermón

R.P. Pío Espina Leupold



Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección

Hermanos: “El que se gloría, gloríese en el Señor”. Pues no es aprobado el que se ecomienda a sí mismo, sino aquel a quien recomienda el Señor. ¡Ojalá me toleraseis un poco de fatuidad! Sí, ¡tolerádmela! Porque mi celo por vosotros es celo de Dios, como que a un solo esposo os he desposado, para presentaros cual casta virgen a Cristo. 

II Corintios X, 17-18; XI, 1-2

 


Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “En aquel entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de entre ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, mientras que las prudentes tomaron aceite en sus frascos, además de sus lámparas. Como el esposo tardaba, todas sintieron sueño y se durmieran. Mas a medianoche se oyó un grito: “¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!”. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Mas las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Replicaron las prudentes y dijeron: “No sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id más bien a los vendedores y comprad para vosotras”. Mientras ellas iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta. Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡Señor, señor, ábrenos!”. Pero él respondió y dijo: “En verdad, os digo, no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”. 

Mateo XXV, 1-13



 

sábado, 29 de agosto de 2020

Boletín Dominical 30 de Agosto



Día 30 de Agosto, Santa Rosa de Lima

Doble de I Clase. Conm. Domingo XIII después de Pentecostés.

Nació de virtuosos padres en 1596, en Lima, capital del virreinato del Perú, a los cien años de descubierto y conquistado para la civilización cristiana, por España, el Nuevo Mundo. Fue la rosa más hermosa que brotó en América en ese primer siglo y por esto llamada Rosa de Santa María aunque su nombre de pila era Isabel. Gracia, hermosura, delicadeza, inteligencia, todo parecía haberlo reunido la naturaleza en aquella criatura privilegiada y bellísima. Recibió una educación e instrucción esmerada y completa. Más desde niña su afición por las cosas divinas fue extraordinaria y su cooperación a la gracia algo tan maravilloso que solo por sus efectos podemos vislumbrar. A los cinco años hizo voto de virginidad y concibió desde entonces un espíritu de oración y penitencia tan dura que causa admiración y espanto, pudiéndose decir que su vida se sostenía y prolongaba de milagro. Dios llevaba como de la mano aquella alma privilegiada y premió su santidad con los más altos dones místicos. Pidió a los padres Dominicos el hábito de la Orden Tercera, y vivió hasta su muerte en su casa, con sus padres, como una anacoreta. Interrogada una vez decía: “Desde que me pongo en oración, siento mi alma  tan sumergida en sí misma y mis facultades tan enajenadas, que nada interior ni exterior puede turbar mi atención amorosa a la belleza de Dios presente en mi. Mi corazón hierve bajo la acción de un fuego cuyas operaciones son tan dulces, que nunca podría explicarlo. Tras esto queda en el fondo del alma una presencia de la divinidad, tan amable, serena, graciosa; y la felicidad que siento entonces hace que no pueda hallar consuelo en otra cosa”. Murió el año 1617, a los 21 años de edad. Es celestial patrona de la América española.




Domingo XIII de Pentecostés

Nos dice San Pablo en la Epístola que nadie recibió la santidad y la justicia por la ley de Moisés, sino que los hombres se salvaban por los méritos previstos de Cristo en virtud de la promesa divina hecha, 430 años antes de darse la ley, a Abraham. La Ley era un freno contra el pecado, el cual, ella de suyo, no podía perdonar.

El Evangelio nos dice como Jesucristo curó diez leprosos, a los que ordenó presentarse a los sacerdotes, cumpliendo así lo que mandaba la ley. De todos ellos, sólo uno, y era samaritano, volvió a dar gracias a Jesucristo. Parece inconcebible semejante actitud y ese aferrarse a la materialidad de la legalidad que les mandaba ir a Jerusalén y presentarse a los sacerdotes.

¡Duro de corazón era el pueblo judío! Roguemos por su conversión con las palabras del Introito y Gradual, pues algún día ha de volver al redil.


domingo, 23 de agosto de 2020

Boletín Dominical 23 de Agosto



Día 23 de Agosto, Domingo XII de Pentecostés.

Doble- Conm. de San Felipe Benicio, confesor. Orn. Verdes.

El Evangelio de hoy nos habla del buen samaritano. Este buen samaritano nos da un magnífico ejemplo de cómo se debe cumplir la ley cristiana de la caridad, del amor que hemos de tener a nuestros prójimos aunque nos sean desconocidos; sin esta caridad cristiana hace Dios poco caso de todas las otras virtudes.

Cumplir bien el precepto de amor es cumplir con toda la ley, porque esa virtud de la caridad perfecta nos une a la voluntad de Dios con vinculo tan estrecho, que no hay peligro de traspasar ningún precepto porque el que ama a Dios y al prójimo. Hace siempre la voluntad de Dios, de modo que siempre se podrá decir: ama y haz lo que quieras.

Cristo es también el Buen Samaritano, y quiere que lo seamos todos nosotros con todos nuestros semejantes, particularmente con los más doloridos y necesitados, ya sea física o moralmente. En el cristiano no hemos de mirar su exterior, a veces repugnante, a veces poco simpático, sino a su alma, que es preciosa a los ojos de Dios y divinizada como nosotros por la gracia de Cristo.


ENSEÑANZA DE LA IGLESIA

Extracto de la Encíclica Sapientiae Christianae de S.S. León XIII.

(10-I-1890)

Sobre las obligaciones de los cristianos. 

“Tratándose de determinar los límites de la obediencia, nadie crea que se ha de obedecer a la autoridad de los Prelados y principalmente del Romano Pontífice solamente lo que toca a los dogmas cuando no se pueden rechazar con pertinacia sin cometer crimen de herejía. Ni tampoco basta admitir con sinceridad las enseñanzas que la Iglesia, aunque no estén definidas con solemne declaración, propone con su ordinario y universal magisterio como reveladas por Dios, las cuales manda el Concilio Vaticano que se crean con fe católica y divina, sino además uno de los deberes de los cristianos es dejarse regir y gobernar por la autoridad y dirección de los Obispos y, ante todo, por la Sede Apostólica. Fácilmente se echa de ver cuán conveniente sea esto. Porque lo que se contiene en la divina revelación, parte se refiere a Dios y parte al mismo hombre y a las cosas necesarias a la salvación del hombre. (Sigue)





(Continua)Ahora bien: acerca de ambas cosas, a saber, qué se debe creer y qué obrar, como dijimos, prescribe la Iglesia por derecho divino y en la Iglesia el Sumo Pontífice, por virtud de la autoridad, debe poder juzgar qué es lo que se contiene en las enseñanzas divinas, qué doctrina concuerda con ellas, y cuál es la que de ellas se aparta, y del mismo modo señalarnos las cosas buenas y las malas; lo que es necesario hacer o evitar para conseguir la salvación; pues de otro modo no sería para los hombres interprete fiel de las enseñanzas de Dios ni guía seguro en el camino de la vida.”


Extracto de un discurso del Papa San Pio X 

(18-XI-1912)

“Cuando se ama al Papa, no se entablan discusiones en torno a lo que él dispone o exige, o  hasta donde debe llegar la obediencia y en qué cosas se debe obedecer, cuando se ama al Papa, no se dice que no ha hablado bastante claro, como si estuviera obligado a repetir al oído de cada uno la voluntad claramente expresada tantas veces no sólo de palabra, sino con cartas y otros documentos públicos; no se ponen en tela de juicio sus órdenes aduciendo el fácil pretexto de quien no quiere obedecer: que no es el Papa el que manda, sino los que le rodean; no se limita el campo en que puede y debe ejercer la autoridad; no se antepone a la autoridad del Papa la de otras personas aún doctas que disienten del Papa, las cuales, si son doctas, no son santas, porque el que es santo no puede disentir del Papa.” (AAS 4 (1912), p. 693-695.

domingo, 16 de agosto de 2020

Sermón Fiesta de San Joaquín, Padre de la Santísima Virgen María

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección

Bienaventurado el rico que es hallado sin culpa, y que no anda tras el oro, ni pone su esperanza en el dinero ni en los tesoros. ¿Quién es éste, y le elogiaremos? porque ha hecho cosas admirables en su vida. Él fue probado por medio del oro, y hallado perfecto; por lo que reportará gloria eterna. Él podía pecar y no pecó, hacer mal y no lo hizo. Por eso sus bienes están asegurados en el Señor; y celebrará sus limosnas toda la congregación de los santos. 

Eclesiástico XXXI, 8-11


Evangelio

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán: Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos; Judá engendró a Farés y a Zara, de Tamar; Farés engendró a Esrom; Esrom engendró a Aram; Aram engendró a Aminadab; Aminadab engendró a Naasón; Naasón engendró a Salmón; Salmón engendró a Booz, de Racab; Booz engendró a Obed, de Rut; Obed engendró a Jesé; Jesé engendró al rey David; David engendró a Salomón, de aquella (que había sido mujer) de Urías; Salomón engendró a Roboam; Roboam engendró a Abía; Abía engendró a Asaf; Asaf engendró a Josafat; Josafat engendró a Joram; Joram engendró a Ozías; Ozías engendró a Joatam; Joatam engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías; Ezeguías engendró a Manasés; Manasés engendro a Amón; Amón engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, por el tiempo de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendro a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliaquim; Eliaquim engendró a Azor; Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a Aquim; Aquim engendró a Eliud; Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendro a Matán; Matán engendró a Jacob; Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo.

Mateo I, 1-16



 

Fiesta de San Joaquín, Confesor y Padre de la Santísima Virgen María

 





SAN JOAQUÏN, 

CONFESOR Y PADRE DE LA SANTÏSIMA VIRGEN MARÍA


Año Litúrgico

Dom Próspero Gueranger



HISTORIA DE LA FIESTA


Los Griegos celebran la fiesta de San Joaquín al día siguiente de la Natividad de María. Los Maronitas la fijaron para el día siguiente de la Presentación, en noviembre; los Armenios, en el martes después de la Octava de la Asunción de la Madre de píos. Entre los latinos, que la admitieron más tarde, hubo división en un principio acerca de su celebración, que tenía lugar entre el día siguiente de la Octava de la Natividad, 16 de septiembre, y el día que sigue a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, 9 de diciembre. El Oriente y el Occidente, honrando al padre, estuvieron de acuerdo en acercarle a su ilustre hija.


Hacia el año 1510 determinó Julio II que San Joaquín ocupase un lugar en el calendario romano con rito doble-mayor; recordando los vínculos de aquella familia en la que tan admirablemente se armonizan el orden de la naturaleza y el de la gracia, fijó su fiesta para el 20 de marzo, día siguiente a la de San José.


Se diría que el glorioso patriarca debió continuar después de su muerte, a través del Calendario litúrgico, las peregrinaciones de los primeros padres del pueblo hebreo, cuyas buenas costumbres reprodujo en su noble vida. Apenas hablan transcurrido cincuenta años después del pontificado de Julio II, la crítica de entonces ensombreció su historia e hizo desaparecer su nombre del Breviario romano. En 1622 volvió a incluirle Gregorio XV con rito doble, y desde entonces se ha celebrado siempre su fiesta. De tal modo creció la devoción al padre de María, que se formularon peticiones para que su fiesta figurase entre las solemnidades de precepto, como ya figuraba la de su esposa Santa Ana. Con el fin de satisfacer a la devoción popular sin aumentar por eso el número de días festivos, Clemente XII (1738) trasladó la fiesta de San Joaquín al domingo siguiente a la Asunción de su hija la Santísima Virgen; a la vez la devolvía el grado de doble-mayor.


LOS PADRES DE MARÍA


Los pormenores que poseemos sobre los padres de María proceden de un apócrifo, el Protoevangelio de Santiago, el cual nos ha dado sus nombres: Joaquín, que significa, “Preparación del Señor”, y Ana, que vale tanto como “Gracia.”


Una tradición constante los considera como abundantemente dotados de bienes de fortuna. Su riqueza consistía sobre todo en rebaños, como los de los primeros patriarcas. Cierto, por otra parte, que hacían el más noble uso de ella, siempre prontos a prestar su ayuda al que la solicitaba, y dando siempre el doble en las ofrendas que debían a Dios.


Los Padres de la Iglesia, y sobre todo los Padres griegos, no se cansan de celebrar las virtudes y santidad de Joaquín y de Ana. “Con vuestra vida purísima y muy santa, les dice San Juan Damasceno, formasteis la joya de la virginidad, a aquella que sería virgen antes del parto, en el parto y después del parto, la única que siempre guardaría virginidad así en el cuerpo como en el alma”. “Joaquín era un hombre justo, a quien su gran mérito colocaba no sólo por encima de toda falta, sino también de toda sospecha y de todo reproche”. “Era renombrado por su santidad y su justicia, notable por su nobleza y sus riquezas, piadosamente fiel a la oblación de los sacrificios, solícito de agradar a Dios en todo, hombre de deseos según el Espíritu Santo. Tenía por esposa una piadosa mujer llamada Ana, que fué su fiel ayuda en el ejercicio perseverante de las virtudes y en sus oraciones diarias a Dios”. En una palabra, “María tanto es superior a todos los hijos de los hombres, cuanto Joaquín y Ana sobresalen en perfección por encima de todos los que son padres”.


EL DECRETO DE LEÓN XIII


El Papa León XIII resumió todos estos elogios en el decreto con que elevaba el rito de esta fiesta. Citando la Sagrada Escritura, que enseña que hay que alabar a los que han nacido de una ascendencia gloriosa, concluye “que se debe honrar con una veneración especialísima a San Joaquín y a Santa Ana, ya que, por haber engendrado a la Inmaculada Virgen Madre de Dios, son más gloriosos que todos los demás. Se os conoce por vuestro fruto, les dice el Damasceno: habéis dado al mundo una hija superior a los Ángeles y ahora su reina… Ahora bien, habiendo dispuesto la misericordia divina que, en nuestros luctuosos tiempos, los honores tributados a la Bienaventurada Virgen María y su culto tomasen incremento en consonancia con las necesidades crecientes del pueblo cristiano, se precisaba que este esplendor y esta nueva gloria de que se encuentra rodeada su bienaventurada hija, redundase en sus afortunados padres. ¡Quiera Dios que, por el culto así amplificado, sienta cada vez más eficaz la Iglesia su poderosa intercesión”!

sábado, 15 de agosto de 2020

Boletín Domingo 16 de Agosto



Día 16 de Agosto, San Joaquín,

Padre de la Ssma Virgen María,


Conmemoración Domingo XI de Pentecostés. Doble de II Clase.


San Joaquín, padre de la Santísima Virgen y abuelo de Jesucristo, era sumamente generoso, y es piadosa tradición que dividía sus bienes en tres partes: una para el templo y sus ministros; otra para los pobres, las viudas y los huérfanos, y la tercera, la reservaba para el sustento de los de su casa. Como sea verdad que la gracia perfecciona la naturaleza sin destruirla, podemos afirmar que unido San Joaquín por tan estrechos lazos a su querida Hija y a su benditísimo Nieto, tiene un poderosísimo valimiento ante ellos y ejercerá su protección sobre todas las almas, por las cuales murió Jesús. El Santo Evangelio nos refiere la genealogía de Jesucristo desde el patriarca Abraham hasta San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María.


Domingo XI de Pentecostés

Los Oficios de este día nos dan a entender cómo la oración humilde y confiada lo puede todo ante Dios.

Se le suplica a Jesús cure un pobre sordomudo, y compadecido de él, apártale de la multitud y le da la facultad de oír y hablar. En el Bautismo conserva la Iglesia en su Ritual, las misteriosas acciones de Cristo en la curación de este sordomudo.

Dice San Gregorio que “Si Cristo levantó los ojos y suspiró, no fue por que necesitara de todo eso, Él, que daba lo mismo que pedía, sino para enseñarnos a suspirar y levantar los ojos a Aquel Señor que reina en los Cielos, a fin de que abra nuestros oídos por el Don del Espíritu Santo y que por la saliva de Su boca, o sea por la ciencia de la Palabra Divina, desate nuestra lengua, capacitándola para predicar la Verdad.” (3º nocturno de Maitines).



Día 22 de Agosto, Inmaculado Corazón de María

No hay corazón más semejante al de Jesucristo que el Inmaculado Corazón de su Madre, la Virgen Santísima. Ningún otro ha participado como él de los amores y de las aflicciones y dolores del Corazón de Cristo. Unida tan íntimamente a su divino Hijo, el Corazón de María latía y late siempre al unísono con el Corazón de Jesús, asociada a la obra redentora y santificadora de Jesucristo, el Corazón de María sufría en sí tan intensamente los dolores y las afrentas de la Cruz y los ofrecía con tan inmenso amor a Dios Padre por el rescate y redención de los hombres, de los que al solo una especial providencia de la omnipotencia de Dios pudo conservar la vida preciosa de María, que de otra suerte hubiera muerto de dolor. Con razón llaman pues los Santos Padres y la Iglesia a María, Reina de los mártires y Corredentora de los hombres. Solo Dios puede conocer y valorar las finezas, las dulzuras, la caridad, el heroísmo y el amor de ese Corazón, que es arpa melodiosa cuyas cuerdas vibran al suave soplo del Divino Espíritu. Acudamos al Corazón Inmaculado de María, que es refugio de los afligidos, consuelo de los tristes, remedio de los que lloran, fortaleza de los débiles, defensa en los peligros, auxilio en la tentación, alegría y dulzura de todos los que la invocan. Digamos siempre: Dulce nombre de María, sed nuestra salvación.




Sermón Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María



Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

El Señor te ha bendecido, dándote su poder; pues por medio de ti ha aniquilado a nuestros enemigos.” Ocías, príncipe del pueblo de Israel, le dijo: “Bendita eres del Señor, Dios Altísimo, oh hija, sobre todas las mujeres de la tierra. Bendito sea el Señor, creador del cielo y de la tierra, que ha dirigido tu mano para cortar la cabeza del caudillo de nuestros enemigos. Hoy ha hecho Él tan célebre tu nombre, que no cesarán de pregonar tus alabanzas los hombres, que conservarán para siempre la memoria del poder del Señor; pues has expuesto tu vida por tu pueblo, viendo las angustias y la tribulación de tu gente, y nos has salvado de la ruina, acudiendo a nuestro Dios.” 

Judith XIII, 22-25


Evangelio

En aquel tiempo: Sintióse Isabel llena del Espíritu Santo. Y exclamó en alta voz y dijo: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu seno! ¿Y de dónde me viene, que la madre de mi Señor venga a mí? Pues, desde el mismo instante en que tu saludo sonó en mis oídos, el hijo saltó de gozo en mi seno. Y dichosa la que creyó, porque tendrá cumplimiento lo que se le dijo de parte del Señor”. Y María dijo: “Glorifica mi alma al Señor, y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Y he aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones; porque en mí obró grandezas el Poderoso. Santo es su nombre, y su misericordia, para los que le temen va de generación en generación.

Lucas I, 41-50



 

Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María

 








LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Año Litúrgico

Dom Própero Gueranger



La Asunción de Nuestra Señora es una de nuestras solemnidades litúrgicas más alegres.


"!Gaudent Angelí! Gaudete, quia cum Christo regnat". La Iglesia del Cielo y la de la tierra se unen a la dicha infinita de Dios que acoge y corona a su Madre. Ambas a dos celebran con amor la alegría virginal de la que entra, ya para siempre, en el mismo gozo de su propio Hijo. Angeles y santos se apresuran a aclamar a su Reina, mientras la tierra se regocija también de haber dado al Cielo la joya más brillante.



Glorificación del Alma de Nuestra Señora


Hoy es el "día natal" de Nuestra Señora, en el cual celebramos al mismo tiempo el triunfo de su alma y el de su cuerpo. Detengámonos un instante ante esta glorificación del espíritu, tal vez menos advertida por ser común a todos los Santos. La entrada del alma de María en la visión beatífica es un hecho de un esplendor y de una riqueza que arroja una luz incomparable sobre nuestras más altas esperanzas. Cierto que no nos podemos figurar la belleza de esta suprema "revelación", donde la mirada tan pura ya y tan penetrante de la más perfecta de las criaturas se ha dilatado repentinamente ante un abismo de Belleza infinita. Intentemos al menos, con la ayuda de la gracia divina, levantar nuestros pensamientos hacia la cumbre, misteriosa todavía para nuestra vista, en la cual se realiza este prodigio.


Y, efectivamente, bien se la puede llamar cumbre, ya que es el término de un constante y largo subir. Llena de gracia en el instante mismo de su Concepción, la Inmaculada no cesó nunca de crecer en este mundo ante el Altísimo.


La Anunciación, Navidad, el Calvario y Pentecostés han jalonado ese crecimiento extraordinario. El amor virginal y maternal se han enriquecido y elevado en cada una de esas etapas, tendiendo hacia una cima a la que ninguna otra pura criatura podrá llegar nunca. La luz de gloria que de repente invade al alma de María y la hace ver en toda su magnificencia las grandezas de su Hijo y su propia dignidad maternal, sobrepuja también, y con mucho, a la gloria de todos los Angeles y de todos los Santos. Después de la santa Humanidad de Cristo, sentado a la diestra del Padre en el Santuario de la Divinidad, no hay nada en el mundo tan perfecto como esta alma maternal, radiante de pureza, de beldad, de ternura y de alegría: Beata Mater!


Esta entrada triunfal en la eterna Bienaventuranza ¿hará posible en el alma de María un nuevo crecimiento? En cuanto a ella misma, no: todo se ha cumplido de manera perfecta; no es posible crecer en la Eternidad. Totalmente abierta a los esplendores del Verbo, Hijo suyo, en el alma de María se realizan por fin de modo acabado todas las exigencias de su vocación sublime. Su alma es el alma de una Madre de Dios perfecta.


Pero María sólo tuvo por Hijo a Jesús. Madre de Dios Salvador, lo es también de todos los que vayan a beber en las fuentes de la salvación. Su maternidad de gracia irá amplificándose hasta el fin del mundo. El alma de María ve en la luz beatífica a todos sus hijos y todos los designios de Dios sobre cada uno de ellos: pronunciando un fiat a impulsos del amor, da su consentimiento a esta universal Providencia, en la que, por disposición divina, su propia intervención no tiene límites. De esta manera se une al Sumo Sacerdote que no cesa un instante de implorar en nuestro favor la Misericordia del Padre. Su oración consigue para la Iglesia de la que es figura y dechado, una Asunción permanente hasta que se logre de un modo definitivo la "plenitud" del Cuerpo Místico. Mientras llega esa apoteosis, el alma bienaventurada de María, "emplea su cielo en hacer bien en la tierra", mejor que cualquier otro santo. Demos, pues, libre curso al entusiasmo de nuestra alegría. A nuestra confianza filial añadamos la gratitud. Celebremos dignamente a nuestra Abogada, Mediadora y Madre, que ocupa el puesto de Reina junto al trono del Cordero.



Fe de la Iglesia en la Asunción de María


Hace ya muchos siglos, sin que nadie haya podido puntualizar de un modo exacto cuándo empezó esta creencia, afirma la Iglesia católica que el cuerpo de María está en el Cielo, unido a su alma gloriosa. Este privilegio del Cuerpo de Nuestra Señora es lo que distingue al misterio de la Asunción. El primero de noviembre del Año Santo de 1950, el Papa Pío XII, atendiendo a los votos unánimes de los obispos y de los fieles, proclamó solemnemente como "dogma revelado, que María, la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, al fln de su vida terrestre fué elevada en alma y cuerpo a la gloria del Cielo". 


La definición no puntualiza si Maria pasó sin morir de la Tierra al Cielo, o si tuvo que morirá como su Hijo, y resucitar antes de entrar en la gloria. El privilegio insigne de la Concepción Inmaculada, la virginidad y la perfecta santidad de María, ciertamente la podían haber hecho inmortal. Pero la Madre del Salvador, que imitó siempre a su Hijo fidelísimamente, quiso sin duda seguirle hasta la tumba. ¿Acaso no debía ella, como El y todos nosotros, triunfar principalmente y de modo completo del pecado y de la muerte mediante una gloriosa resurrección?



Las Leyendas


 Algunas leyendas apócrifas que se propagaron al fln del siglo cuarto, han vulgarizado diversos relatos espectaculares, maravillosos y a veces incoherentes sobre la muerte de María y el traslado de su cuerpo al Paraíso. Los apóstoles, según esas leyendas, se reunieron de modo milagroso junto a la Madre del Salvador, y estuvieron presentes a su muerte y a sus funerales. Santo Tomás, que llegó bastante más tarde, motivó la apertura del sepulcro y entonces se pudieron cerciorar de que el cuerpo de la Santísima Virgen había sido trasladado a un sitio solamente conocido de Dios. Es del todo necesario distinguir entre nuestra fe y nuestras verdades teológicas, por una parte, y esos documentos de ningún valor, que tal vez nacieron en el seno de comunidades heréticas, por otra. La predicación y la enseñanza pastoral nada tiene que aprender de las adiciones desacertadamente hechas al relato evangélico de la resurrección del Señor. En vez de servir de fundamento a la fe de la Iglesia en la Asunción, esas leyendas retrasaron por muchos siglos la unanimidad perfecta de la creencia católica. El pensamiento cristiano tuvo primero que desprenderse de su desafortunada influencia, para llegar a distinguir claramente los verdaderos motivos que inducen a considerar la Asunción corporal de María como una verdad, de fe.

domingo, 9 de agosto de 2020

Sermón Domingo X después de Pentecostés

 

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

Hermanos: Bien sabéis que cuando erais gentiles se os arrastraba de cualquier modo en pos de los ídolos mudos. Os hago saber, pues, que nadie que hable en el Espíritu de Dios, dice: “anatema sea Jesús”; y ninguno puede exclamar: “Jesús es el Señor”, si no es en Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, mas el Espíritu es uno mismo , y hay diversidad de ministerios, mas el Señor es uno mismo; 6 y hay diversidad de operaciones, mas el mismo Dios es el que las obra todas ellas en todos. A cada uno, empero, se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien (común). Porque a uno, por medio del Espíritu, se le otorga palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, en el mismo Espíritu, fe; a otro, dones de curaciones, en el único Espíritu; a otro, operaciones de milagros; a otro, profecía; a otro, discreción de espíritus; a otro, variedad de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las obra el mismo y único Espíritu, repartiendo a cada cual según quiere. 

I Corintios XII, 2-11


Evangelio

En aquél tiempo: Dijo Jesús a ciertos hombres que presumían de Justos y despreciaban a los demás esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, estando en pie, oraba en su interior de esta manera: Dios, gracias te doy porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, así como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, doy diezmos de todo lo que poseo. Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho diciendo: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador. Os digo que éste, y no aquél, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. 

Lucas XVIII, 9-14




sábado, 8 de agosto de 2020

Santo Tomás de Villanueva: El Orgullo



COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 

DEL DOMINGO DÉCIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 

En aquél tiempo: Dijo Jesús a ciertos hombres que presumían de Justos y despreciaban a los demás esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, estando en pie, oraba en su interior de esta manera: Dios, gracias te doy porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, así como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, doy diezmos de todo lo que poseo. Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho diciendo: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador. Os digo que éste, y no aquél, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. 

Lucas XVIII, 9-14



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


El orgullo 

(Cf. DIVI THOME A VILLANOVA (Opera Onmi [Manilae. 1883] vol.3, Sermón sobre la 10.ª domínica de Pent.) 


A) Definición y división del orgullo

El orgullo es un deseo desordenado de nuestra propia excelencia. El avaro desea el dinero; el glotón, el alimento; el libertino, el placer; el orgulloso, la superioridad y los honores, que busca de una manera inmoderada y excesiva; de donde le viene el nombre de soberbia, en latín superbire, esto es, super ire, ir por encima del propio estado o condición. Por lo tanto, el orgullo incluye tres excesos: el primero, estimamos más de lo que valemos, lo cual se llama hinchazón o vanidad; el segundo, querer ser estimado de la misma forma por los demás, en lo cual consiste la ambición; el tercero, desear conseguir todas las alturas, lo que constituye la presunción. 


b) CUATRO CLASES

San Gregorio (cf. Moral. 1.23 c.6) distingue cuatro clases de orgullo: el primero consiste en estimarse sobre lo que se es o se posee (Gal. 6,3); el segundo, en creer que lo que tenemos se debe a nosotros mismos; el tercero, en ver que lo hemos recibido de Dios, pero en atención a nuestros méritos; el cuarto, en confesar que lo hemos recibido gratuitamente, pero en mayor abundancia que los demás, a quienes despreciamos. Este es el orgullo del fariseo. 


c) ESPIRITUAL Y MATERIAL

También hay un orgullo espiritual y otro material, según el objeto que mueve a ensoberbecerse; el espiritual es mucho más culpable y el más peligroso. 

Es el más culpable, porque roba a Dios lo más íntimamente suyo; el más peligroso, porque pasa inadvertido. ¿Por qué va a ser pecado que yo me juzgue tal y cual soy y quiera dar ejemplo a los demás y exigirles el honor que me merezco? No pido más que la honra debida a la virtud. 


B) Castigos del orgulloso

¿Queréis saber la gravedad del pecado de soberbia? Pues atended a sus castigos. Precipitó a Lucifer desde el cielo al infierno, convirtiendo un ángel en demonio. Expulsó a Adán del paraíso y condenó a muerte a él y a su posteridad. ¡Cómo no lo detestará Dios cuando le castiga así! Atended también a los remedios de este pecado, porque Dios, para curar a los orgullosos, permite que caigan en el pecado impuro, que les humilla, curándole con la más grave de las heridas, como buen cirujano, que no teme sajar bien. hondo. «¡Oh enfermedad desgraciada que necesita tales remedios!», dice San Gregorio (cf. Moral. 1.2 c.3). 


C) Injurioso a Dios y a los hombres

El orgulloso injuria al Señor, usurpándole su gloria, negándole, rebelándose contra El, despreciándole y queriendo, como Lucifer, ser semejante al Todopoderoso. Me diréis que no, que os humilláis ante Dios, aunque os ensoberbezcáis ante los hombres. Pero escuchadme y veréis cómo os pruebo lo que acabo de decir. Dais una limosna o ejecutáis una buena obra y os lo atribuís a vosotros mismos. Gran injusticia; ¿quién es el que ha hecho esa obra? ¿Se ensoberbece el hacha contra quien la maneja? (Is. 10,15). ¿Se gloría la pluma de su escritura? Pues vosotros tampoco sois más que instrumentos de Dios. Cuanto hacemos, eres tú quien para nosotros lo haces (Is. 26,12). No hace falta que sean vuestras palabras las que nieguen a Dios, pues basta para ello con vuestras acciones. Alardean de conocer a Dios, pero con las obras le niegan (Tit. 1,16). En segundo lugar, el orgullo es una rebeldía contra Dios, a quien no quiere obedecer ni someterse, porque no quiere sujetarse a ninguna ley, sino a, su propia voluntad. Cuando los ángeles, el cielo, la tierra y los mares obedecen a Dios, sólo el hombre, hormiga, gusano vil, insecto de la tierra, quiere ser independiente. 

Dios le manda que se humille, y él no quiere; le amenaza el infierno, y no se preocupa. Pero, desgraciado, quiere encontrar la libertad, y se trueca en un esclavo, porque no hay-peso más abrumador que el de la propia voluntad. San Bernardo dice (cf. Epist. 11,15) que es una ley justa, divina eterna, que, cuando el hombre rechaza la dominación dulce de Dios, su propia voluntad, nunca satisfecha, se le convierte en peso intolerable; y San Agustín afirma que Dios lo ha regulado todo de manera que el espíritu que no quiere freno sea su propio castigo (cf. Confess. 1.1 c.12).

Pero, además, el orgullo es una injuria contra el prójimo porque el orgulloso ataca y desprecia a todo el mundo, quiere ser siempre el primero, no se precia más que de sí mismo, menosprecia a los demás y quisiera acaparar todos los honores y respetos. De todo se burla, de todo se queja, lo que encierra mayor culpa, para mantener su boato no teme despojar a cuantos le rodean. Por la soberbia del impío son consumidos los infelices y cogidos en los lazos que les tiende (Ps. 10,2). 


D) Peligros del orgullo

El orgullo es la raíz de todos los pecados, porque el orgullo se convierte en avaro para mantener su fausto, en glotón por ostentación, en perezoso, porque se cree ya con suficiente virtud, y, aunque avaro, es pródigo por vanidad. Y no digo nada de su obstinación, desobediencia, hipocresía. espíritu peleón y otros tantos vicios que tienen en el orgullo su fuente. Dice San Gregorio (cf. Moral. 1.34 c.último) que, así como la humildad es la señal más segura de la predestinación, el orgullo lo es de la reprobación.

Además es peligrosísimo por tres razones. La primera, porque es un vicio oculto. Todos los demás se manifiestan claramente, como la glotonería, la avaricia, la cólera, en tanto que la mayoría de las veces somos esclavos del orgullo sin advertirlo, porque es un vicio interior que se cubre, como con una piel de oveja, con la apariencia de humildad, escondiendo una infernal ambición. 

De ahí nace el que busquemos los dones de Dios y hasta las virtudes, no por Dios, sino por nuestra propia excelencia, como demuestra claramente la envidia que nos embarga cuando vemos que otro los posee y hasta nos adelanta.

En segundo lugar, el orgullo es peligroso porque se presenta en público. Todo el mundo se avergüenza de sus vicios, Pero, en cambio, se complace en hacer ostentación de los motivos de su orgullo. Ahí tenéis al soberbio, enseñando a todos sus lujos, sus casas, sus muebles, tapices, dignidades. en fin, toda la paja que sirve para encender su vanidad. Por eso mismo, porque este vicio no está sujeto a la vergüenza, es mucho más difícil de corregir. 

Finalmente, el orgullo es peligroso porque es el último en abandonar al hombre, aunque sea quizá el primero que le ataque. Cuando se han vencido todos los vicios, queda todavía la última victoria y la lucha más difícil y más peligrosa: humillar el orgullo.

¡Oh miseria extrema la del hombre, que, cuando quiere descansar, ve que comienza la mayor fatiga!... ¿Hay quizás alguien más santo que San Pablo? Y, sin embargo, cuando ya no tenía por qué combatir la carne y la sangre, cuando había recorrido los cielos, de repente tiene miedo de que la grandeza de sus revelaciones le envanezca, y he aquí que se le da un aguijón de la carne que le abofetee para humillarle e impedirle que el orgullo le derribe. Y ¿ no temeremos nosotros un vicio que San Pablo temió? 




Boletín Dominical 9 de Agosto


Día 9 de Agosto, Domingo X de Pentecostés.

Doble. Conm. San Juan María Vianney, confesor. Orn. Verdes


Hay humildades, decía Santa Teresa, de que Dios nos libre, porque solo tienen de tales el disfraz, ocultando bajo él un orgullo refinado.

Pues en el Evangelio de hoy nos enseña Jesús a no ser presumidos y orgullosos y a distinguir entre la humildad postiza y falsa, y la verdadera.

Todo cuanto tenemos lo hemos recibido de Dios; sin el auxilio de la gracia divina es imposible hacer nada que sirva para la salvación o para nuestra gloria; si algo bueno hacemos es por inspiración y ayuda del Espíritu Santo. Entonces ¿Por qué envanecernos? No hay cosa que más indigne a Dios que la soberbia y el orgullo.

Seamos, pues, mansos y humildes de corazón. Aprended de Mí, nos dice Jesús, que soy manso y humilde de corazón. No nos pide que aprendamos su elocuencia, o a hacer obras maravillosas, sino a ser mansos y humildes, con humildad ni fingida ni encogida, sino sencilla y verdadera, porque “la humildad es verdad”, como decía Santa Teresa, y prenda de salvación.

Día 15 de Agosto, La Asunción de la Santísima Virgen María

Fiesta de Precepto.

Hoy celebra y canta la Iglesia la Dormición de la Virgen y su Asunción gloriosa a los cielos en cuerpo y alma, en una resurrección anticipada, y una entrada apoteósica en la gloria, donde esperan a la “Bendita entre todas las mujeres” y a la “Llena de Gracia” todos los espíritus bienaventurados.

Al subir a los Cielos Cristo Nuestro Señor, hizo a su Iglesia en beneficio de dejar en la tierra durante 15 años a su Madre Santísima, hecha también madre de los hombres al pie de la Cruz. Ausente Jesús, Sol de Justicia, brilla María como luna de serenos resplandores en la primitiva cristiandad, sosteniendo en su regazo de Madre a la Iglesia niña, recién nacida del costado de Cristo. Ella, la Virgen, reina sobre los ángeles, sostiene y enseña a los Apóstoles, instruye a los Evangelistas, da valor a los mártires, alienta a los confesores y enciende en el amor de la pureza a las vírgenes. (Continúa)


(Sigue) Es la vida y consuelo de la Iglesia en sus primeros años, como sigue siendo hoy “Vida, dulzura y esperanza nuestra”.

San Dionisio areopagita dice que, “deslumbrado por el conjunto armonioso de grandeza, majestad, hermosura, delicadeza, suavidad, modestia y dulzura que resplandecía en la Virgen, la hubiera tomado por una diosa si la fe que recibió de S. Pablo no le hubiera enseñado que había un solo Dios.

Su muerte fue un éxtasis de amor por el deseo de ver a su Divino Hijo y gozar de su presencia. Es pía tradición que los Apóstoles asistieron a su dichoso tránsito y que la enterraron honoríficamente en el huerto de Getsemaní; y es creencia universal de la Iglesia de todos los siglos la que hemos tenido la dicha de ver proclamada como Dogma de Fe por el Sumo Pontífice Pio XII el 1 de Noviembre del Año Santo de 1950, que, unida su alma a su cuerpo subió en cuerpo y alma a los Cielos para sentarse en su trono de Reina al lado de Jesucristo.

El Cielo y la tierra están llenos del perfume de María, Ella ha inspirado las más bellas acciones y guiado el pincel de los mejores artistas, y la humanidad toda, desde este valle de lagrimas, clama diciendo: “vuelve a nosotros esos tu ojos misericordiosos”.

domingo, 2 de agosto de 2020

Sermón Domingo IX después de Pentecostés



Sermón
R.P. Gabriel M. G. Rodrigues



Sermón
R.P. Pío Espina Leupold


Lección
Hermanos: Estas cosas sucedieron como figuras para nosotros, a fin de que no codiciemos lo malo como ellos codiciaron . No seáis, pues, idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: “Sentóse el pueblo a comer y a beber, y se levantaron para danzar”. No cometamos, pues, fornicación, como algunos de ellos la cometieron y cayeron en un solo día veintitrés mil. No tentemos, pues, al Señor, como algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. No murmuréis, pues, como algunos de ellos murmuraron y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedió a ellos en figura, y fue escrito para amonestación de nosotros para quienes ha venido el fin de las edades. Por tanto, el que cree estar en pie, cuide de no caer. No nos ha sobrevenido tentación que no sea humana; y Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que aun junto a la tentación preparará la salida, para que podáis sobrellevarla. 
I Corintios X, 6-13


Evangelio
En aquel tiempo cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén, viendo la ciudad, lloró sobre ella, y dijo: “¡Ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Porque vendrán días sobré ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes; derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada”. Entró en el Templo y se puso a echar a los vendedores, y les dijo: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración», y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones”. Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo. 

Lucas XIX, 41-47



 

sábado, 1 de agosto de 2020

Santo Tomás de Villanueva: Santidad en los Templos de Dios





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO NOVENO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
 
En aquel tiempo cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén, viendo la ciudad, lloró sobre ella, y dijo: “¡Ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Porque vendrán días sobré ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes; derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada”. Entró en el Templo y se puso a echar a los vendedores, y les dijo: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración», y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones”. Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo. 

Lucas XIX, 41-47
 


SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA

Santidad de los templos de Dios 

En este sermón desenvuelve el Santo una serie de consideradones de clara raíz agustiniana (cf. DIVI THOME a VILLANOVA Opera omnia 1883] vol.3 dom. 9 post Pent.). 


A) Santidad de los templos materiales

Os extrañará, hermanos, ver que la Iglesia celebra la tiesta de los muros y piedras de un templo, pero debéis comprobar que antes que se celebrase la festividad de los santos. cuando aún no se honraba ni a Moisés, ni a David, ni a Abrahán, se festejaba ya durante catorce días la consagración del templo de Salomón. Sin embargo; qué confusión causa ver cómo tratamos nuestros templos! Sobre todo si lo comparamos con el respeto que le tuvieron David, Elías, Samuel, etc. Los sacerdotes entraban descalzos y una semana al año, viviendo austerisimamente durante ella. En los nuestros, mientras se ofrece el sacrificio que amedrenta a los espíritus angélicos, ¡cómo alborotan los niños, qué ruidos de pasos y conversaciones!. La gente ríe y hasta trafica en medio de los cánticos sagrados; ningún orden, ninguna piedad, ninguna reverencia ni respeto para la majestad divina. Todo es desorden, confusión y menosprecio. Y no digo nada de la suciedad de los templos y altares, de la negligencia para con los lienzos y ornamentos sagrados. Pensad, hermanos míos, cuál será la fe y piedad de un sacerdote que coloca sobre paños tan manchados el cuerpo tan puro y sagrado de Cristo, nacido de una virgen, encerrado en un sepulcro nuevo, envuelto en un sudario sin mancha. ¿Y es un sacerdote cristiano? ¿Cree en el misterio que ejerce? Pues, si cree, es imperdonable su negligencia. Bien seguro que su conciencia no está en mejor estado ni más limpia que esos paños. Bien seguro que su pecho debe de ser una sentina asquerosa, en la cual no teme depositar el cuerpo sagrado del Señor».


B) El templo de nuestra alma
 
Sin embargo, y siguiendo a San Bernardo (cf. Serm. 1.° en la dedicación de una iglesia), la consideración del templo material nos debe llevar a la del templo de nuestra alma, porque todo lo que pasa en éstos, en donde nos congregamos, pasa también en nuestro edificio espiritual, porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17). «Cuando Salomón levantó su templo, alzaba su vista hacia arriba y decía: Los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerte, cuánto menos esta casa que yo he edificado (3 Reg. 8,27). Pero, en cambio, un alma santa es más digna, más ilustre, más inmensa que el cielo todo, porque el mundo entero no es suficiente para llenarla, puesto que está hecha a imagen de Dios y sólo Dios puede descansar en ella, como dijo un alma santa: El que me creó descansa en mi tabernáculo (Eccli. 24,12, Vulgata). Las almas son. pues, el templo más sagrado de Dios, y por eso dice el Apóstol: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habla en vosotros? (1 Cor. 3,16). Y si no le creéis a él, creed al menos a aquel otro que dijo: Si alguno me ama..., vendremos a él y en él haremos poasada (Io. 14, 23); y en otro lugar: Yo habitaré y andaré en medio de ellos (2 Cor. 6,16), 


!Oh inmensidad del alma donde se pasea Dios! «Siempre que sintáis en vuestro interior los movimientos de un buen deseo o santos afectos, el aguijón del arrepentimiento o el fervor de la devoción, conoced los pasos de Dios dentro de vosotros, el caminar del Espíritu Santo, que se pasea por su templo». ¡Oh Señor, que encuentras en el cielo espíritus tan brillantes y templos tan magníficos como los ángeles, y, sin embargo, no te desdeñas en entrar en la abyecta mo-rada de mi alma! ¿Qué es el hombre para que en tanto le tengas? (lob 7,17). ¿Por qué colocas tu corazón tan cerca del suyo?


C) Dios, único habitante digno de este templo

«Pero hablaré todavía de otro prodigio mayor, como es el que nuestra alma no pueda ser templo sino de Dios. San Bernardo (cf. Serm. 51 sobre el Cantar de los Cantares) dice: «Sabed que no hay ningún espíritu creado que pueda unirse al nuestro, de forma que se extienda por él para hacerle partícipe de su ser y tornarnos mejores o más sabios Ningún ángel ni espíritu puede expansionarse de esa forma en mi alma, ni yo puedo contener a ninguno de ellos...» Esta prerrogativa le está reservada al Espíritu supremo, a aquel que no hay casa que pueda contenerle. Sólo Dios puede habitar en mi alma; mi alma no es templo más que de Dios. No es templo de ángeles, ni de arcángeles, ni de ningún espíritu; Dios es el único que baja a ella, Dios es el único que se le apega y une, de forma que realiza con toda verdad aquellas palabras: El que se allega al Señor, se hace un espíritu con El (1 Cor. 6,17). El ángel es enviado por el Todopoderoso para que inspire al hombre, pero se limita a mantenerse alrededor de los que temen a Dios. Inspira desde fuera; Dios es el único que nos inspira desde el mismo fondo de nuestro corazón. Lo comprenderéis mediante un ejemplo que tomaré del cuerpo humano. El cuerpo es la morada del alma, como el alma lo es de Dios. El ángel puede estar al lado del cuerpo, pero no unirse a él; puede incluso penetrar el cuerpo, pero no informarle, no unírsele, como el alma se une al cuerpo donde vive, dándoles a sus miembros vida, sentidos, fuerza. energía y belleza, hasta formar con él un solo sujeto y una sola persona. De esta misma forma se une Dios con el alma a la que viene a habitar, de modo que, aunque no llegue a ser su forma, sin embargo, la vivifica y obra en ella intima y actos vitales, y por medio de su presencia íntima y unión vivificante le da vida, sentir, movimiento, fuerza, belleza y vigor. El ángel puede estar presente a nuestra  alma, pero no puede unirse a ella. Por consiguiente, hermanos lo que el alma le da al cuerpo, Dios se lo da al alma, pero con mayor perfección: y así, en cierta manera, podemos llamar a Dios el alma de nuestra vida». 


D) «Cuidad de vuestra alma»


No permitáis. pues. que haya en ella nada que avergüence o deshonre. ¿No sabéis que sois templos de Dios...? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirá (1 Cor. 3.16).

Abominable sacrilegio, diríamos, si viésemos a alguno convirtiendo un templo en pesebre. Horrorosa impudencia la de colocar en él los ídolos de Baco, etc. Y tú, pecador, colocas en el templo de Dios a los demonios más impuros. ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos? Pues vosotros sois templo de Dios vivo (2 Cor. 6,16). ¡Qué impiedad expulsar al Espíritu Santo de su templo y profanar su santuario con deseos y placeres inmundos! Oíd a San Pablo: Si el que menosprecia la ley de Moisés, sin misericordia es condenado, ¿de cuánto mayor castigo pensáis que será digno el que pisotee al Hijo de Dios y repute por inmunda la sangre de se testamento, en la cual fué él santificado, e insultare al Espíritu de la gracia? (Hebr. 10,29). 

Grande es el ultraje que se hace a Dios, pero no es menor el daño que sufre el pecador, cuya casa quedará desierta como viña abandonada, como choza saqueada (Is. 1,8).
 

E) El alma sacerdotal

Oídme, sí, cristianos; oídme, discípulos de Jesucristo; oídme, sobre todo, vosotros, los que por un voto especial o por vuestra profesión os habéis entregado y consagrado al Señor. Cuanto más santo y sagrado es el templo, más grave y horrendo es el sacrilegio que se comete. A vosotros es a quienes se dirige especialmente el profeta cuando dice: Sed vosotros santos, porque yo, vuestro Señor, lo soy (Lev. 19, 25). Como si dijera: Dios es santo; sea, pues, también santo su templo, sea santo vuestro corazón, sea santo vuestro cuerpo, sea santa vuestra lengua, sea santa vuestra vida, sea santa vuestra conversación, que todo en vosotros sea Santo. Que ya no haya un pensamiento de envidia, un pensamiento y deseo de este siglo, ni una palabra liviana, movimiento culpable, ni una mirada impura, ni un acto desordenado; en suma, ni una mancha en el que está consagrado a Dios, porque, como decía San Bernardo al papa Eugenio (cf. Libro de la consideración. 1.2 c.13), entre los seglares las bromas no son más que bromas; pero en los labios de un sacerdote son blasfemias. Los pecados de los seculares, comparados con los nuestros, no son, por así decirlo, más que veniales. ¿Es acaso de extrañar que el hijo del mundo, embarazado por las preocupaciones del siglo y los negocios de la vida, se aparte de los preceptos divinos, cuando nosotros, que nos ocupamos sólo de Dios, que vivimos en medio de la casa santa, que rodeamos sus altares, que estamos consagrados y dedicados a El, qué pasamos nuestros días en el templo de Dios como en un paraíso, caemos tan frecuentemente? Cuando pecamos, cometemos un sacrilegio grande contra Dios; he ahí por qué lloraba un profeta y decía: ¿No han cometido en mi casa mil iniquidades aquellos a quienes yo amaba? (Ier. 10,15). Si mi enemigo me hubiera maldecido...»