viernes, 29 de septiembre de 2023

Boletín dominical 1 de octubre



Día 1 de octubre, domingo XVIII de Pentecostés.

Doble- Orn. Verdes. San Remigio, Obispo y Confesor. 

Quiere Jesús hacer comprender a los judíos que no solamente es un profeta o un envido de Dios, sino que es, Él mismo, Dios. Por eso primeramente perdona al paralítico, de que nos habla el Evangelio, sus pecados, cosa que, por ser ofensa de Dios, sólo Él podía perdonar. Y tan bien entendieron los judíos que se hacía Dios que se escandalizaron y dijeron: “Este blasfema”. Y entonces Jesús apela al milagro como demostración y testimonio de su poder para perdonar los pecados.

Demos gracias a Jesús, de quien, por boca de sus sacerdotes, oímos también nosotros la sentencia de nuestro perdón: “Confía hijo; tus pecados te son perdonados”. Y, en efecto, por esa palabra quedamos libres de su peso, y curados además de nuestra parálisis espiritual.

Dice el Evangelista que el paralítico se volvió a su casa glorificando a Dios. Los testigos decían: “Jamás hemos visto maravilla semejante”. Y era verdad, pues tampoco habían visto jamás otro hombre semejante a Jesús.





Día 7 de octubre, Nuestra Señora del Rosario

El 7 de Octubre de 1571, España, con la ayuda del Papa y de Venecia, derrotaba en Lepanto el poderío de los turcos, que orgullosos con las grandes conquistas que hacían cada día sobre los cristianos, prometían apoderarse de toda Europa y enarbolar su media luna sobre la Cúpula de San Pedro. Mandaba la escuadra cristiana un virtuosísimo joven de 21 años, don Juan de Austria, hermano de Felipe II. Para todo el mundo cristiano fue de gran importancia esta victoria, por eso el Papa San Pio V instituyó este día la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria reconociendo deber a la Virgen este favor, y más tarde Gregorio XIII puso en este día la fiesta del Santísimo Rosario, en lugar de la anterior, por creer ser aquella victoria un favor debido a la recitación del Santo Rosario, devoción esta la más popular  y agradable a la Madre de Dios, pues le recuerda la embajada del Ángel anunciándole tal dignidad, y que desea recen todos cada día y a ser posible, en familia, donde están reproducidos los sucesos gozosos, dolorosos y gloriosos de Jesús y María que se han venido sucediendo en todo el año. Esta gran fiesta mariana fue elevada de rito por Su Santidad León XIII, el Pontífice del Santo Rosario, y él mismo la dotó de la actual Misa y Oficio. 





domingo, 24 de septiembre de 2023

Sermón Domingo XVII después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.  

Eph. IV.1-6


Evangelio

En aquel tiempo: Se acercaron a Jesús los fariseos y uno de ellos, Doctor de la Ley, le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Él le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas. Estando aún reunidos los fariseos, Jesús les propuso esta cuestión: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?” Dijéronle “de David”. Replicó Él “¡Cómo, entonces, David (inspirado), por el Espíritu, lo llama “Señor”, cuando dice: “El Señor dijo a mi Señor: Sientate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”? Si David lo llama “Señor” ¿cómo es su hijo? Y nadie pudo responderle nada, y desde ese día nadie osó más proponerle cuestiones.

Mateo XXII, 34-46

sábado, 23 de septiembre de 2023

Dom Gueranger: Domingo XVII después de Pentecostés




DOMINGO XVII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


La liturgia nos recuerda esta semana el gran mandamiento de la caridad para con Dios y para con nuestro prójimo. "El precepto es doble", declara San Agustín, "pero la caridad es una".


MISA

Las decisiones de Dios son siempre justas, ya confunda en su justicia a los orgullosos, ya en su misericordia ensalce a los humildes. Vimos hace ocho días a este arbitro soberano manos a la obra en la distribución de las plazas reservadas para los santos en el banquete de la unión divina. Al cantar el Introito de este día, recordamos las pretensiones y la suerte diversas de los invitados a las bodas sagradas, y sólo apelamos a la misericordia.


INTROITO

Justo eres, Señor, y recto es tu juicio: haz con tu siervo según tu misericordia. — Salmo: Bienaventurados los puros en. su camino: los que andan en la Ley del Señor. V. Gloria al Padre.


El obstáculo más odioso que el amor divino encuentra sobre la tierra, es la envidia de Satanás, que busca, sirviéndose de una usurpación monstruosa, suplantar en nuestras almas a Dios, que las crió.

Unámonos a la Iglesia al implorar en la Colecta la asistencia sobrenatural que necesitamos para evitar el contacto impuro de la serpiente.


COLECTA

Suplicámoste, Señor, hagas que tu pueblo evite los contagios diabólicos y te siga a ti, solo Dios, con alma pura. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Efesios (Ef. IV, 1-6).


Hermanos: Os suplico yo, preso en el Señor, que caminéis de un modo digno de la vocación con que habéis sido llamados: con toda humildad, y mansedumbre, con paciencia, soportándoos mutuamente con caridad, conservando solícitos la unidad del espíritu en el vínculo de la paz. Sed todos un solo cuerpo, y un solo espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, obra por todos y mora en todos nosotros, el cual es bendito en los siglos de los siglos. Amen.


La Iglesia prosigue con San Pablo, en la carta a los Efesios, la exposición de las grandezas de sus hijos, a quienes ruega hoy respondan dignamente a su excelsa vocación.


EL LLAMAMIENTO DE DIOS

Esta vocación, esta llamada de Dios, en efecto, ya la conocemos; es el llamamiento del género humano a las bodas sagradas de la unión divina, la vocación a nuestras almas para reinar en los cielos en el trono del Verbo, que ya es su Esposo y su cabeza. El Evangelio de hace ocho días estaba antiguamente mucho más en relación con la Epístola que se acaba de leer, la cual le servía de comentario luminoso; por otra parte, en dicho Evangelio se hallaba perfectamente explicada la Epístola de hoy. "Cuando seas llamado a las bodas, decía el Señor, cum VOCATUS fueris, ocupa el último lugar"; el Apóstol dice: "mostraos con toda humildad dignos de la vocación a que habéis sido llamados: digne ambuletis VOCATIONE qua VOCATI estis".


FIN Y MEDIOS PARA CONSEGUIR ESA VOCACIÓN

Y ahora, ¿qué condición tenemos que cumplir para ser dignos del honor supremo que el Verbo eterno nos hace? La humildad, la mansedumbre y la paciencia son los medios que se nos recomiendan para conseguir el fin. Pero el fin es la UNIDAD de ese cuerpo inmenso que el Verbo hace suyo en la celebración de las místicas bodas; la condición que el Hombre-Dios exige a los que llama a ser, como miembros de su Esposa la Iglesia, hueso de sus huesos y carne de su carne, es conservar entre sí tal armonía, que haga verdaderamente de todos un mismo espíritu y un solo cuerpo, en el vínculo de la paz. "¡Vínculo espléndido!, exclama San Juan Crisóstomo; lazo maravilloso que nos une a todos mutuamente, y a todos juntos con Dios. "Su fuerza es la del mismo Espíritu Santo, todo santidad y amor, pues es el Espíritu Santo quien forma sus nudos inmateriales y divinos, el Espíritu, que en la multitud bautizada, hace las veces del soplo vital que en el cuerpo humano anima y unifica a todos los miembros. Para él, jóvenes y ancianos, pobres y ricos, hombres y mujeres, aunque distintos de raza y de carácter, son un solo todo fundido en el inmenso abrazo de amor en que arde perpetuamente la Trinidad eterna. Mas, para que el incendio del amor infinito pueda apoderarse de ese modo de la humanidad regenerada, es menester que se purgue de las rivalidades, rencores y disensiones, que probarían que es todavía carnal y, por lo mismo, nada a propósito para que prenda en ella la llama divina y se realice la unión que esta llama produce.


LA CARIDAD FRATERNA Y SUS FRUTOS

Unámonos a nuestros hermanos con esta santa cadena de la caridad que sujeta nuestras pequeñas pasiones y dilata nuestras almas, para dejar que el Espíritu las guíe de un modo seguro a la realización de la única esperanza de nuestra común vocación, que es unirnos a Dios por amor. Ciertamente aun para los santos la caridad aquí abajo es una virtud trabajosa, porque de ordinario ni siquiera en los mejores logra la gracia restaurar sin defectos el equilibrio de las facultades roto por el pecado original; así se explica que las enfermedades y otros desarreglos de nuestra pobre naturaleza se ordenen a veces no sólo a que el justo se ejercite en la humildad, sino también los que le rodean, en benévola paciencia. Dios lo permite para aumentar de ese modo el mérito de todos y reavivar en nosotros el deseo del cielo. Y, en efecto, la armonía fácil y total con nuestros semejantes sólo la encontraremos en la pacificación completa de nosotros mismos bajo del imperio absoluto de Dios, tres veces santo, hecho para nosotros todo en todos[1]. En aquella bienaventurada patria, Dios mismo enjugará las lágrimas que sus elegidos habrán derramado por las miserias pasadas y los renovará en su fuente infinita[2]. El Hijo eterno, después de abolir en todos sus miembros místicos el imperio de las potencias enemigas y vencido a la muerte[3], aparecerá en la plenitud del misterio de su encarnación como verdadera cabeza del género humano santificado, restaurado y perfeccionado en él[4].


Ya conocemos los dones inapreciables que el Hombre-Dios hizo a la tierra[5]; gracias a los prodigios de poder y de amor que el Verbo divino y el Espíritu santificador han obrado, el alma del justo es verdaderamente un cielo.


En el Gradual celebramos la felicidad del pueblo cristiano, que Dios escogió por herencia.


GRADUAL

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor: el pueblo que Dios se escogió por heredad. Y. Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos: y todo su ejército por el soplo de su boca.
Aleluya, aleluya. V. Escucha, Señor, mi oración, y llegue a ti mi clamor. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mt., XXII, 34-46).


En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos: y le preguntó uno de ellos, doctor de la Ley, tentándole: Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley? Díjole Jesús: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. Y el segundo, semejante a éste, es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos está contenida toda la Ley y los Profetas. Y, reuniendo a los fariseos, les preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué os parece de Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle: De David. Díjoles: ¿Cómo, pues, David le llama en espíritu Señor, diciendo: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies? Si, pues, David le llama Señor: ¿cómo puede ser hijo suyo? Y nadie supo responderle palabra: ni nadie se atrevió desde aquel día a preguntarle más.


LA CARIDAD

El Apóstol que había dicho: el fin de la ley es la caridad[6], dijo también: El fin de la ley es Cristo[7]; ahora vemos la armonía de estas dos proposiciones, como comprendemos también la relación que hay entre estas palabras del Evangelio de hoy: En estos dos mandamientos están encerrados toda la ley y los profetas, con estas otras del Señor: Escudriñad las Escrituras, pues ellas dan testimonio de mí[8]. La plenitud de la ley que ordena las costumbres está en la caridad[9], cuyo fin es Cristo; asimismo el objeto de las Escrituras reveladas no es otro sino el Hombre-Dios que resume para los suyos en su adorable unidad la moral y el dogma. Él es su fe y su amor, “el fin de todas nuestras resoluciones, dice San Agustín; todos nuestros esfuerzos sólo tienden a perfeccionarnos en El y en esto consiste nuestra perfección, en llegarnos a Él. Cuando hayas llegado a Él, no busques ya más: Él es tu fin”[10]. Y el Santo Doctor, al llegar aquí, nos da la mejor fórmula de la unión divina: Unámonos a Él solo, gocemos con El solo y seamos todos uno con El: "haereamus uni, fruamur uno, permaneamus unurn"[11].

No sabemos por qué ya desde los primeros tiempos señalaron este día a la hermosa antífona del Ofertorio de hoy. Antiguamente iba acompañada de unos versículos, que daremos a conocer. El último de ellos termina con la nueva de la llegada del príncipe de los ejércitos celestiales en ayuda del pueblo de Dios. Recordando que este Domingo abre la semana de la fiesta del gran Arcángel en el Antifonario publicado por el beato Tommasi conforme a los manuscritos más antiguos, y que el Domingo siguiente se designa en él con el nombre de primer domingo después de San Miguel (post Sancti Angeli), nos parece hallar en dicho último versículo la explicación que deseábamos.


OFERTORIO


Yo, Daniel, oré a mi Dios, diciendo: Oye, Señor, las preces de tu siervo: brille tu cara sobre tu santuario: y mira propicio a este tu pueblo, sobre el cual ha sido invocado tu nombre, oh Dios.

V.I. Todavía estaba yo hablando, rogando y confesando mis pecados y los de mi pueblo Israel, Sobre el cual ha sido invocado tu nombre, oh Dios,

V.II. Cuando oí una voz que me decía: Daniel, presta atención a las palabras que te dirijo, pues he sido enviado a ti, y he aquí que Miguel ha venido en mi ayuda.

Y mira propicio a este tu pueblo, sobre el cual ha sido invocado tu nombre, oh Dios.


Perdón para lo pasado y gracia para lo futuro, tales son los efectos que produce el gran Sacrificio. En la Secreta le pedimos con la Iglesia.


SECRETA

Suplicamos, Señor, humildemente a tu Majestad hagas que, estas cosas santas que ofrecemos, nos purifiquen de los delitos pasados y de los futuros. Por Nuestro Señor Jesucristo.


Mientras se celebran los sagrados Misterios el alma cristiana, entusiasmada de amor, presenta al Señor sus promesas y sus votos. Entréguese, sí, por entero al Dios escondido que así la colma de favores; pero no olvide en esa expansión tan natural de su corazón que el que así se oculta tan misericordioso debajo de los velos eucarísticos es el Altísimo, terrible a los reyes y castigador de perjuros.


COMUNIÓN

Haced votos al Señor, vuestro Dios, y cumplídselos cuantos, estando a su alrededor, le traéis dones: al terrible, que quita el respiro a los príncipes: al terrible para todos los reyes de la tierra.


Es la misma santidad de Dios la que viene en este divino Sacramento a curar nuestros vicios y fortalecer nuestros pasos por el camino de la eternidad. Por medio de la Oración de la Poscomunión ofrecemos nuestras almas a su acción salvadora.


POSCOMUNIÓN

Haz, oh Dios omnipotente, que con tus Sacramentos sean curados nuestros vicios y alcancemos los remedios eternos. Por Nuestro Señor Jesucristo.


Notas

[1] I Cor., XV, 28.

[2] Apoc., XXI, 4-5.

[3] I Cor., XV, 24-28.

[4] Ef., I, 10.

[5] Ef., IV, 8.

[6] I Tim., I, 5.

[7] Rom., X, 4.

[8] San Juan V, 39.

[9] Rom., XIII, 10.

[10] Explicación del Salmo LVI.

[11] De la Trinidad IV, 11.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Boletín Domincal 24 de septiembre



Día 24 de Septiembre, Domingo XVII de Pentecostés.

Doble-Ornamentos Verdes
Conm. Nuestra Señora de las Mercedes.

Solamente el Evangelio, creído y puesto por obra, puede realizar en la tierra la unidad del espíritu con el vínculo de la paz entre todos los pueblos y naciones.

Al fariseo que con refinada malicia pregunta a Jesús cual es el mayor mandamiento, para ver si obtiene una respuesta que dé fundamento para acusarle ante el Sanedrín, le contesta categóricamente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

El amor es una pasión muy noble que nos lleva a la unión más perfecta de voluntades, afectos y pensamientos con la persona amada. Y será tanto más noble y santo cuanto lo sea su objeto. Si pues el objeto es Dios, y el prójimo por amor de Dios, ya se ve cuan santo, noble y fecundo es el amor de Dios. Él ha inspirado tantos heroísmos en las almas.

Por lo tanto, el amor a Dios, si es verdadero y puro, debe llenar e informar toda nuestra vida, todas nuestras obras, afectos y pensamientos, de modo que sean dignos de Dios: “Con todo tu corazón, con toda tu alma…”

Toda la intimidad y delicadeza de nuestro corazón, toda la ternura de nuestra alma, toda elevación de nuestro pensamiento, todo el empuje de nuestras fuerzas, todo cuanto valemos, hemos de emplearlo en el amor de Dios.





30 de Septiembre
San Jerónimo. Patrono principal de la Archidiócesis de Córdoba

El gran penitente y doctor Máximo de la Iglesia latina San Jerónimo era natural de Estridón, en Dalmacia. Hombre aficionado al estudio y a la investigación desde su juventud, juntó a su gran piedad una erudición vastísima y una exquisita formación literaria, filosófica y teológica. En sus ansias de saber fue a las Galias, vivió en Roma, marchó a Constantinopla a estudiar con San Gregorio Nacianceno, fue a Antioquia, y se aposentó en Belén. Fue un polemista formidable, defendiendo con su acerada pluma la fe contra todas las herejías que aparecieron en su tiempo. El dominio que adquirió en las lenguas latina, griega, hebrea y caldea le facilitó el estudio y conocimiento de las Sagradas Escrituras, y a pedido del Papa San Dámaso, que le apreciaba mucho, vertió directamente del hebreo y del griego al latín la Sagrada Biblia, llamada Vulgata. Murió santamente en Belén, junto a la cuna del Señor, el año 420, este gigante del espirito, cuya obra de ciclópea grandeza admirará a todas las generaciones. Su cuerpo fue trasladado a Roma y descansa en la Iglesia de Santa María la Mayor, junto al Santo Pesebre.






domingo, 17 de septiembre de 2023

Sermón Domingo XVI después de Pentecostés


Sermón
S.E.R. Pío Espina Leupold



Sermón
R.P. Julián Espina Leupold

Lección

Hermanos: Os ruego que no os desaniméis a causa de las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria. Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Así sea.

Ephesios III, 13-21



Evangelio

En aquel tiempo: Entró Jesús un sábado a comer en casa de uno de los príncipales fariseos, ellos le estaban acechando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron replicar a esto. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a éste”, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

Lc. XIV, 1-14


sábado, 16 de septiembre de 2023

Órdenes Mayores en el Seminario Mater Dei








En el día de ayer, Viernes 15 de Septiembre Fiesta de los Siete Dolores de la Santísima Virgen, se confirió el Subdiaconado a los candidatos Lenin Velásquez y Lucio Simbrón, en el siguiente vínculo podrá ver las fotos que registran esta alegre ocasión.

Laus Tibi Christi!

Dom Gueranger: Domingo XVI después de Pentecostés



DOMINGO XVI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger

"Procuremos ser humildes, pues es una condición absoluta para entrar en el Reino de los Cielos: por esto debemos hacernos como niños".


MISA

La resurrección del hijo de la viuda de Naim reavivó el Domingo pasado la confianza de la Iglesia; su oración se alza cada vez más insistente hacia su Esposo desde esta tierra, donde El la deja ejercitar algún tiempo el amor en el sufrimiento y las lágrimas. Tomemos parte con ella en estos sentimientos, que la sugirieron elegir el siguiente Introito.


INTROITO

Ten piedad de mí, Señor, pues a ti clamo todo el día: porque tú, Señor, eres suave y manso, y copioso en misericordia para todos los que te invocan. — Salmo: Inclina, Señor, tu oído hacia mí, y óyeme: porque soy débil y pobre. V. Gloria al Padre.


En el orden de la salvación es tal nuestra impotencia, que, si la gracia no se nos anticipase, no tendríamos siquiera el pensamiento de obrar, y si no continuase en nosotros sus inspiraciones para llevarlas a término, no sabríamos pasar nunca del simple pensamiento al acto mismo de una virtud cualquiera. Por el contrario, fieles a la gracia, nuestra vida ya no es más que una trama ininterrumpida de buenas obras.

En la Colecta pedimos para nosotros y para todos nuestros hermanos, la perseverante continuidad de ayuda tan preciosa.


COLECTA

Suplicámoste, Señor, nos prevenga y siga siempre tu gracia: y haga nos apliquemos constantemente a las buenas obras. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Efesios (Ef., III, 13-21).


Hermanos: Os ruego que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria. Por esto, doblo mis rodillas ante el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, del cual procede toda paternidad en los cielos y en la tierra, para que, según las riquezas de su gloria, haga que seáis corroborados con vigor por su Espíritu en el hombre interior: que Cristo habite por la fe en vuestros corazones: que estéis enraizados y cimentados en la caridad, para que podáis comprender con todos los santos cuál sea la anchura, y la largura, y la sublimidad, y la hondura: que conozcáis también la caridad de Cristo, que sobrepuja toda ciencia, para que seáis henchidos de toda la plenitud de Dios. Y al que es poderoso para hacerlo todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y siglos. Amén.


NUESTRO CONSENTIMIENTO EN EL MISTERIO DE CRISTO

¿Cuál es el objeto de la oración del Apóstol, tan solemne en su actitud y en su acento? Ya que hemos sido testigos de todos los misterios de la Liturgia y que conocemos las riquezas de la bondad de Dios, ¿nos queda algo que pedirle? San Pablo nos lo dice: "Todo lo que hizo el Señor resultará estéril, si no es atendida esta oración, y es que, en efecto, el misterio de Cristo verdaderamente sólo en nosotros tiene cabal término: el nudo, el desenlace, el éxito de este gran drama divino que va de la eternidad a la eternidad, están por completo en el corazón del hombre. La Iglesia, los sacramentos, la eucaristía, todo el conjunto del esfuerzo divino no tiene otra finalidad que la santificación de cada una de nuestras almas individuales; esto es todo lo que Dios se propone. Si Dios lo consigue, el misterio de Cristo es un éxito; si fracasa, Dios trabajó inútilmente, al menos para el alma que se haya sustraído a su acción. En el corazón, pues, del hombre, se prepara la solución: se trata de saber si la intención eterna quedará burlada, si los dolores y la sangre del Calvario recogerán su fruto, si la eternidad futura será para cada uno lo que Dios quiso."


NUESTRO CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Con el fin de que Dios no sea vencido y que su amor no sea traicionado, el Apóstol pide a Dios con instancias para las almas tres grados de gracia, en los que se resume todo lo que debe ser la vida cristiana para adaptarse al pensamiento y al amor de Dios, y todo cuanto debemos hacer.

En primer lugar, dice el Apóstol, fortificarnos por el Espíritu en el ser interior y nuevo que se nos dio por el bautismo, destruir hasta en sus últimos vestigios al hombre viejo, al adámico, y sobre estas ruinas hacer reinar al hombre nuevo, al cristiano, al hijo de Dios. Pide en segundo lugar a Dios, el evitar la inconstancia y la inestabilidad de nuestra naturaleza, el grabar en nuestros corazones a Cristo que habita en nosotros por la fe, y esto no se logra sin nuestra cooperación: habitar implica continuidad, adhesión constante y comunión real de vida que someta nuestra actividad al Señor, con algo de la docilidad y de la agilidad de la naturaleza humana de Cristo que tomó el Verbo. Finalmente, y es el tercer elemento de nuestro crecimiento espiritual, al quedar el egoísmo eliminado en nosotros y la caridad como señora, tendremos toda la talla y la fuerza necesaria para mirar cara a cara al misterio de Dios[1].

La Iglesia, que se levanta en medio de las naciones, lleva consigo la señal de su divino arquitecto: Dios se manifiesta en ella con toda la majestad; su respeto se impone por sí mismo a todos los reyes. En el Gradual y el Versículo, ensalzamos las maravillas del Señor.


GRADUAL

Temerán las gentes tu nombre, Señor, y todos los reyes de la tierra tu gloria. V/. Porque el Señor ha edificado a Sión, y será visto en su majestad.

Aleluya, aleluya, V/. Cantad al Señor un cántico nuevo: porque ha hecho maravillas el Señor. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Lucas (Luc., XIV, 1-11).


En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en casa de un príncipe de los fariseos un sábado a comer pan, ellos le observaban. Y he aquí que se presentó ante El un hidrópico. Y, respondiendo Jesús, preguntó a los legisperitos y fariseos, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado? Y ellos callaron. Entonces El, tomándole, le sanó y despidió. Y, respondiendo a ellos, dijo: ¿Qué asno o buey vuestro cae en un pozo, y no lo sacáis luego el día del sábado? Y no pudieron responderle a esto. Y propuso a los invitados una parábola, al ver cómo elegían los primeros asientos, diciéndoles: Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que haya sido invitado otro más noble que tú, y, viniendo el que te Invitó a ti y al otro, te diga: Da el puesto a éste: y entonces tengas que ocupar con rubor el último puesto. Sino que, cuando seas invitado, vete, siéntate en el último puesto: para que, cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces tendrás gloria delante de los demás comensales: porque, todo el que se ensalza, será humillado: y, el que se humilla, será ensalzado.


LA INVITACIÓN A LAS BODAS

La Santa Madre Iglesia revela hoy el fin supremo que pretende en sus hijos desde el día de Pentecostés. Las bodas de que se trata en nuestro Evangelio, son las del cielo, que tienen por preludio aquí abajo la unión divina consumada en el banquete eucarístico. La llamada divina se dirige a todos; y esta invitación no se parece a las de la tierra, donde el Esposo y la Esposa convidan a sus parientes como simples testigos de una unión que es además para los invitados extraña. El Esposo aquí es Cristo, y la Iglesia la Esposa[2]; como miembros de la Iglesia, estas bodas son por tanto también nuestras.


LA UNIÓN DIVINA

Pero, si se quiere que la unión sea tan fecunda cuanto debe serlo para honor del Esposo, es necesario que el alma en el santuario de la conciencia guarde para Él una fidelidad duradera, un amor que vaya más lejos y dure más que la recepción sagrada de los misterios. La unión divina, si es verdadera, domina nuestro vivir; esa unión hace que persevere constantemente el alma en la contemplación del Amado, que promueva activamente sus intereses y suspire de continuo y de corazón por Él aunque a veces la parezca que el Amado se oculta a sus miradas y se sustrae a su amor. Y, en efecto, ¿deberá la Esposa mística hacer menos por Dios que las del mundo por un esposo terrestre[3]? Sólo con esta condición se puede creer que el alma está en los caminos de la vía unitiva y que lleva en sí los frutos propios de ella.


CONDICIONES PARA LA UNIÓN

Para llegar a este dominio de Cristo sobre el alma y sus movimientos que la convierta en suya de verdad, que la sujete a sí misma como la esposa al esposo[4], es necesario no dar nunca lugar a ninguna competencia extraña. Demasiado lo sabemos: el nobilísimo Hijo del Padre[5], el Verbo divino, ante cuya beldad se arroban los cielos, encuentra en este mundo pretensiones rivales que le disputan el corazón de las criaturas, por El rescatadas de la esclavitud e invitadas a participar del honor de su trono; aun en aquellas en que su amor acabó por triunfar plenamente, ¿cuántas veces estuvo a punto de perder? Mas El, sin impacientarse, sin abandonarlas por justo resentimiento, prosiguió durante muchos años invitándolas con llamamiento apremiante[6], esperando misericordiosamente a que los toques secretos de su gracia y la acción de su Espíritu Santo saliesen triunfantes de tan increíbles resistencias.


LA HUMILDAD

La guarda de la humildad, más que otra cosa cualquiera, debe llamar la atención de quien aspira a conseguir un puesto eminente en el banquete de Dios. La ambición de la gloria futura es lo natural en los santos; pero saben que, para adquirirla, tienen que bajar tanto en su nada durante la vida presente, cuanto más altos quieran estar en la vida futura. Mientras llega el gran día en que cada cual recibirá según sus obras, nos debemos dar prisa a humillarnos ante todos; el puesto que en el reino de los cielos nos está reservado no depende, en efecto, de nuestra apreciación ni de la de otros, sino tan sólo de la voluntad del Señor, que exalta a los humildes. Cuanto más grande seas, más te debes humillar en todas las cosas, y de ese modo hallarás gracia ante Dios, dice el Eclesiástico; pues Dios sólo es grande[7].

Sigamos, pues, el consejo del Evangelio, aunque sólo sea por interés; creamos que debemos ocupar el último lugar entre todos. En las relaciones sociales no es verdadera la humildad del que, apreciando a los otros, no se desprecia un poco a sí mismo, adelantándose a cada uno en las señales de honor[8], cediendo con gusto a todos en lo que no toca a la conciencia, y esto por el sentimiento profundo de nuestra miseria, de nuestra inferioridad ante aquel que escudriña los riñones y los corazones[9]. La humildad hacia Dios no tiene piedra de toque más segura que esta caridad efectiva para con el prójimo, la cual nos inclina sin afectación a hacerle pasar antes que a nosotros en las varias circunstancias de la vida cotidiana.

Conforme se van extendiendo las conquistas de la Iglesia, el infierno aviva su furia contra ella para arrebatarla el alma de sus hijos.

La antífona del Ofertorio nos proporciona la expresión de las inflamadas oraciones que semejante situación la sugiere.


OFERTORIO

Señor, ven en mi auxilio: sean confundidos y avergonzados los que buscan mi vida para quitármela: Señor, ven en mi auxilio.


La Secreta nos demuestra cómo el Sacrificio que muy pronto se va a consumar mediante las palabras de la consagración, es la preparación inmediata más directa y más eficaz para recibir en la Comunión el Cuerpo y la Sangre divinos que por El se hacen presentes en el altar.


SECRETA

Suplicámoste, Señor, nos purifiques con la virtud de este Sacrificio y, compadecido de nosotros, hagas que merezcamos ser partícipes de su efecto. Por Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia, llena sustancialmente en la Comunión de la Sabiduría del Padre, promete a Dios en acción de gracias guardar sus justicias y hacer fructificar en ella las divinas enseñanzas.


COMUNIÓN

Señor, me acordaré sólo de tu justicia: oh Dios, tú me adoctrinaste desde mi juventud: y no me abandones, oh Dios, en mi vejez y mis canas.


En la Poscomunión, pedimos con la Iglesia la renovación que obra la pureza del divino Sacramento y cuyo efecto se deja sentir así en la vida actual como en el siglo futuro.


POSCOMUNIÓN

Suplicámoste, Señor, purifiques benigno nuestras almas y las renueves con estos celestiales Sacramentos: para que, de ese modo, alcancemos también ayuda para nuestros cuerpos ahora y en lo futuro. Por Nuestro Señor Jesucristo.


Notas

[1] Dom Delatte, Epitres de saint Paul II, 108.

[2] Apocalipsis XIX, 7.

[3] I Corintios VII, 34.

[4] I Corintios XI, 8-10.

[5] Sabiduría VIII, 3.

[6] Apocalipsis III, 20.

[7] Eclesiastés III, 21-23.

[8] Romanos XII, 10.

[9] Apocalipsis II, 23.