domingo, 13 de julio de 2025

Sermón Domingo Quinto después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Lección

Carísimos: Estad todos unánimes en la oración, sed compasivos, amantes de la fraternidad, misericordiosos, modestos, humildes: no devolváis mal por mal, ni maldición por maldición; sino, al contrario, bendecid: porque a esto habéis sido llamados, a poseer como herencia la bendición. Por tanto, el que quiera amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y no hablen engaño sus labios. Apártese del mal, y haga el bien: busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos escuchan sus preces: pero el rostro del Señor está sobre los que hacen mal. Y, ¿quién es el que os dañará, si fuereis emuladores del bien? Pero, aunque padeciereis algo por la justicia, bienaventurados de vosotros. Mas no los temáis a ellos, y no os conturbéis; antes santificad al Señor, a Cristo, en vuestros corazones. 

I S. Pedro, III, 8-15

 


Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si no abundare vuestra justicia más que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás: mas, el que matare, será reo de juicio. Pero yo os digo que, todo el que se enojare con su hermano, será reo de Juicio. Y el que le llamare a su hermano raca, será reo de concilio. Y el que le llamare fatuo, será reo del infierno del fuego. Por tanto, si ofrecieres tu presente en el altar, y te recordares allí de que tu hermano tiene algo contra ti: deja tu presente allí, ante el altar, y vete antes a reconciliarte con tu hermano: y, volviendo después, ofrecerás tu presente. 
S. Mateo V, 20-24 

sábado, 12 de julio de 2025

Dom Gueranger: Quinto Domingo después de Pentecostés

   



QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


EL OFICIO

La Iglesia ha comenzado esta noche la lectura del segundo libro de los Reyes, que principia por la narración de la muerte desgraciada de Saúl y el advenimiento de David al trono de Israel. La exaltación del hijo de Jesé marca el punto culminante de la vida profética del pueblo antiguo; en él encontró Dios su siervo fiel, e iba a mostrarle al mundo como la figura más completa del Mesías que había de venir. Un juramento divino garantizaba al nuevo Rey el porvenir de su descendencia; su trono debía ser eterno; porque debía un día llegar a ser el trono del que sería llamado Hijo del Altísimo, sin dejar de tener por Padre a David. 

Pero en el momento en que la tribu de Judá aclamaba en Hebrón al elegido del Señor, no era todo, ni mucho menos, alegría y esperanza. La Iglesia, ayer en Vísperas, tomaba una de las más bellas Antífonas de su Liturgia del canto fúnebre que inspiró a David la vista de la diadema recogida del polvo ensangrentado en el’ campo de batalla, donde acababan de sucumbir los príncipes de Israel: “Montes de Gelboé, ni lluvia ni rocío caiga sobre vosotros; porque allí fué abatido el escudo de los héroes, el escudo de Saúl, como si no hubiese recibido la unción. ¿Cómo han caído los héroes en la batalla? Jonatás ha sido muerto en las alturas; ¡Saúl y Jonatás, tan amables y tan hermosos en su vida, no se han separado ni en la muerte!” 

Inspirada por la proximidad de la fiesta de los Santos Apóstoles del 29 de Junio, y de este día en que el Oficio del Tiempo trae cada año esta Antífona, la Iglesia aplica estas últimas palabras a San Pedro y San Pablo durante la Octava de su fiesta: “¡Gloriosos príncipes de la tierra, se amaron en vida—exclama—y no se han separado ni en la muerte!” Como el pueblo Hebreo en esta época de su historia, más de una vez el ejército cristiano no saludó el advenimiento de sus jefes, sino en una tierra tinta en la sangre de sus predecesores.


MISA

Como en el Domingo anterior, la Iglesia parece haberse complacido en relacionar con las lecturas de la noche el comienzo del Sacrificio. El Introito, en efecto, está sacado del Salmo XXVI, compuesto por David con ocasión de su coronación en Hebrón. Expresa la humilde y confiada súplica de uno a quien falta todo aquí abajo, pero que tiene al Señor como luz y como fuerza. En las circunstancias que hemos recordado, no hacía falta nada menos que una fe ciega en las promesas divinas para sostener el valor del antiguo pastor de Belén y de la nación que llegaba a ser su pueblo. Mas comprendamos a la vez, que la realeza de David y su descendencia, en la antigua Jerusalén, es figura, para la Iglesia, de una realeza más sublime, de una dinastía más alta, esto es: de la realeza de Cristo y de la sucesión de los Pontífices. 

viernes, 11 de julio de 2025

Boletín Dominical 13 de julio



Día 13 de Julio, Domingo V después de Pentecostés.

Doble. Conm. de San Anacleto, Papa y Mártir. Orn. Verdes.

Hoy Nuestro Señor Jesucristo nos amonesta a no practicar nuestra justicia de la forma con que la practicaban los escribas y los fariseos. Podemos entender aquí que Nuestro Señor se refiere a la virtud de la religión, la cual es una virtud derivada de la Justicia, virtud moral y cardinal.

Hablemos un poco entonces de la religión, que puede definirse, en cuanto virtud, como una virtud moral que inclina la voluntad del hombre a dar a Dios el culto debido como primer principio de todas las cosas. Que los escribas y los fariseos no ejercían bien tal virtud es cosa patente en los Evangelios. A manera de ejemplo, acordémonos de la Parábola del fariseo y del publicano rezando en el Templo, de cómo el fariseo solo buscando su exaltación no volvió justificado a su casa y cómo habiéndose humillado volvió justificado el publicano. El fariseo buscaba a sí mismo, el publicano a Dios.

La virtud de la religión es absolutamente necesaria y obligatoria en cuanto preceptúa el culto interno y el culto externo. No practicar la virtud de la religión es una verdadera injusticia, una de las mayores, si no la mayor, porque quita a Dios lo que le es debido: el culto divino.

Ahora bien, Cristo no sólo nos dice lo que no debemos hacer sino que nos instruye también en lo que debemos hacer con respecto a la virtud de la religión: Quien a vosotros escucha, a mi me escucha. (Luc. 10 – 16). Es doctrina común entre los sabios de la Iglesia que Cristo refiere estas palabras a las Enseñanzas Apostólicas. Es decir que Cristo nos pone a la Iglesia como maestra también de esta virtud de la religión. Él que escucha a la Iglesia escucha a Cristo. (Continúa)




(Sigue) Como dijimos arriba la virtud de la religión nos inclina a dar a Dios un culto debido. ¿Qué nos dice la Iglesia, soberana e infalible maestra de la cristiandad, cual sea el culto que a Dios es más agradable? Ella dice: LA SANTA MISA. La renovación del sacrificio de Cristo en la Cruz que se produce en cada altar donde un verdadero sacerdote reza la Santa Misa es, absolutamente, lo que más agrada a Dios Padre en lo que el hombre puede hacer. 

No hubo santo que no fuera devoto de la Santa Misa, y si nos pusiéramos acá a dar citas de frases y máximas que se han formulado para redundar en alabanza para la Santa Misa mil páginas sería poco para comenzar.

¡Seamos, pues, devotos de la Santo Sacrificio del Altar! 

¡Oh Santísima Virgen María, Espejo de Justicia!, no permitáis que cometamos tamaña injusticia contra el Buen Dios que nos ha amado tanto hasta darnos su Hijo Unigénito (Io. 3 -16) que nos compró con el grande precio de su Sangre     (I Cor. 6 - 20), no permitáis que dejemos de rendirle a Dios el culto que le es debido. ¡Santísima Madre, haznos verdaderamente devotos de la Santa Misa!  






domingo, 6 de julio de 2025

Sermón Cuarto Domingo después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

S.E.R. Julián Espina Leupold


Lección

Hermanos: Creo que las penas de este tiempo no son comparables con la futura gloria que se revelará en nosotros. En efecto, el anhelo de las criaturas espera la revelación de los hijos de Dios. Porque las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por causa de aquel que las sometió con la esperanza: pues también las mismas criaturas serán redimidas de la esclavitud de la corrupción, y alcanzarán la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Porque sabemos que todas las criaturas gimen y están como de parto hasta ahora. Y no sólo ellas, sino también nosotros, que tenemos las primicias del espíritu, gemimos dentro de nosotros, esperando la adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo: en Jesucristo, nuestro Señor.  

Romanos VIII, 18-23


Evangelio

En aquel tiempo, las turbas irrumpieron sobre Jesús, para oír la palabra de Dios. Y El estaba junto al lago de Genesaret. Y vió dos naves, que estaban cerca del lago: y los pescadores habían bajado, y lavaban las redes. Y, subiendo a una de las naves, que era de Simón, rogó a éste que la apartara un poco de tierra. Y, sentándose, enseñó desde la nave a las turbas. Y, cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y lanzad vuestras redes para pescar. Y, respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos estado trabajando toda la noche, y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, lanzaré la red. Y, habiendo hecho esto, pescaron una gran cantidad de peces: y se rompía su red. E hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra nave, para que vinieran y los ayudaran. Y vinieron, y llenaron las dos naves de tal modo, que casi se sumergían. Viendo lo cual Simón Pedro, se arrojó a las rodillas de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador. Porque el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, por causa de la pesca de los peces que habían capturado: y también de Santiago y de Juan hijos del Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: No temas: desde hoy serás ya pescador de hombres! Y, conducidas a tierra las naves, dejándolo todo, le siguieron a El.

 S. Lucas V, 1-11


sábado, 5 de julio de 2025

Dom Gueranger: Cuarto Domingo después de Pentecostés

  


CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


SU NOMBRE

El cuarto Domingo después de Pentecostés fué llamado durante muchos años en Occidente, el Domingo de la Misericordia, porque se leía entonces en él el pasaje de San Lucas que comienza por estas palabras: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso." Pero como este Domingo fué trasladado a la Misa del primer Domingo después de Pentecostés, se ha hecho del Evangelio de la quinta semana el de la cuarta; el de la sexta pasa a la quinta, así sucesivamente hasta la veintitrés. Este cambio de que hablamos, no tuvo lugar hasta bastante tarde en cierto número de Iglesias y no fué aún recibida universalmente hasta el siglo XVI.

Mientras las lecturas evangélicas adelantaban así un puesto en casi todo el ciclo litúrgico, las Epístolas, Oraciones y partes cantadas de las antiguas Misas se conservaron, salvo raras excepciones, en sus lugares acostumbrados. La relación que los liturgistas de los siglos XI, XII y XIII habían creído encontrar, para cada Domingo, entre el Evangelio primitivo y el resto de la Liturgia, no podía, pues, sostenerse más como antes. Al descartar la Iglesia estas relaciones, muchas veces demasiado sutiles, no trató, sin embargo, de condenar a estos autores, ni de apartar a sus hijos de que buscasen en sus obras una edificación tanto más sana, cuanto está sacada con frecuencia de las fuentes auténticas de las antiguas Liturgias. Nos aprovecharemos de sus trabajos, sin olvidar que la armonía principal que hay que buscar en las Misas del Tiempo después de Pentecostés, no es más que la unidad del mismo Sacrificio.


DIGNIDAD DEL DOMINGO

Hemos recordado, en el tiempo Pascual, que la majestad del día octavo sustituyó al Sábado de los Judíos, y llegó a ser el día sagrado del pueblo nuevo. "La Santa Iglesia, decíamos que es la Esposa, está asociada a la misma obra del Esposo. Deja que se deslice el Sábado, día que su Esposo pasó en el sepulcro; pero, iluminada por los resplandores de la Resurrección, consagra en adelante a la contemplación de la obra divina, el primer día de la Semana que vió sucesivamente salir de las sombras, tanto la luz material, primera manifestación de la vida sobre el caos, como a Aquel que, siendo el esplendor eterno del Padre, se ha dignado decirnos: "Yo soy la luz del mundo".

Tal es la importancia de la Liturgia dominical, destinada a celebrar cada semana tan grandes recuerdos, que los Romanos Pontífices rehusaron, durante largo tiempo, multiplicar en el calendario las fiestas de grado superior al rito semi-doble, que es el del Domingo, a fin de conservarle su prerrogativa legítima y sus derechos seculares. Su reserva en este punto nunca quedó desmentida hasta mitad del siglo XVII. Al fin cedió ante la necesidad de responder con más eficacia a los ataques de que había sido objeto el culto de los Santos por parte de los Protestantes y de sus hermanos los Jansenistas. Urgía recordar a los fieles que el honor rendido a los servidores, no disminuye en nada la gloria de su Señor; que el culto de los Santos, miembros de Cristo, no es más que la continuación y el desarrollo del que se debe a Cristo, su Cabeza. La Iglesia debía a su Esposo una protesta contra las miras estrechas de esos innovadores, que no iban sino a truncar el dogma de la Encarnación, separándole de sus inefables consecuencias. No fué, pues, sino por una inspiración del Espíritu Santo, por lo que la Sede Apostólica consintió entonces declarar de rito doble la mayoría de las fiestas antiguas o nuevas; para apoyar la solemne condenación de los nuevos herejes, convenía, en efecto, hacer que se celebrasen con más frecuencia las virtudes de los Santos, en Domingo, reservado especialmente a las solemnes demostraciones de la fe católica y a las grandes reuniones de la familia cristiana.


MISA

La Iglesia, al día siguiente de la Santísima Trinidad, en el Oficio de Maitines inició la lectura del libro de los Reyes, comenzando esa noche la admirable narración del triunfo de David sobre Goliat. Ahora bien, ¿quién es para la Iglesia el verdadero David, sino el Caudillo Divino, que conduce desde hace mil novecientos años al ejército de los Santos, a la victoria? ¿No es ella misma con toda verdad la hija del Rey, prometida al vencedor de este singular combate entre Cristo y Santanás, que en el Calvario salvó al verdadero Israel y vengó la injuria hecha al Dios de los ejércitos? Completamente poseída aún de estos sentimientos, que ha despertado este episodio de la Historia Sagrada en su corazón de Esposa, toma las palabras de David en el Introito para cantar las proezas del Esposo, y proclamar la confianza en que la ha establecido su triunfo para siempre.

jueves, 3 de julio de 2025

Boletín Dominical 6 de julio

 

Día 6 de Julio, Domingo IV de Pentecostés.

Doble. Orn. Verdes.

Podemos ver en el Evangelio de hoy el aspecto negativo del desarrollo de la perfección Cristiana, a saber, la lucha contra el pecado. Sabemos por la autoridad de San Pablo que Dios nunca deja que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. (1 Cor. 10 -13). Y la sana moral nos enseña que no hay pecado si falta el consentimiento.

San Pedro, en el Evangelio de hoy, le dice a Jesús que se aparte de él, pues se tenía por hombre pecador. San Pedro no entendía todavía que para dejar el pecado hay que acercarse a Jesús y no apartarse de él, pues él es el Camino, la Verdad y la Vida (Io. 14 -6). Para llegar a la Vida Eterna es necesario pasar por este Camino: imitar de la Vida de Jesús, configurarnos con él. Nuestro Señor Jesucristo dijo a Nicodemo que el hombre tiene que nacer de nuevo en espíritu para ver al reino de Dios (Io 3, 1-15), y esto de nacer de nuevo en espíritu supone morir para el pecado. Pero desgraciadamente tenemos un gran enemigo que nos acompañará por toda la vida: el hombre viejo, aquél que San Pablo dice que vive adentro de nosotros y nos incita al pecado; el hombre viejo es nuestra naturaleza caída inclinada al pecado. Los que nacieron de nuevo por la fe en Cristo deben expugnar a este hombre viejo y esto de tres formas: desterrándolo, separándolo de su señor y dueño y quitándole los víveres. 

Desterrar al hombre viejo es sacarle de su casa que es el mundo, este ambiente malsano y allegado al pecado, compuesto por personas que viven totalmente apartadas de Dios. ¡Quitémosle al hombre viejo su casa! Salgamos del mundo, alleguémonos a la Iglesia, la Casa de Dios. El señor y dueño del hombre viejo es el demonio, acerbísimo enemigo de nuestra salvación. 



Es por medio del demonio que muchas veces el hombre viejo nos incita al pecado. Los hombres de guerra saben que los comandantes de los ejércitos son mitad de él. Matar al comandante es ganar media batalla. Si le quitamos de cerca al hombre viejo su jefe, pronto será derrotado. Digamos con San Benito: Vade retro Satana (vete de acá Satanás). Y no escuchemos las venenosas proposiciones de Satán.

Finalmente, ¿Cuál hombre puede seguir viviendo si no se alimenta? Es, pues, la carne el alimento del hombre viejo. ¿Cuál ejercito mandaría víveres al ejército contrario? La sed insaciable de gozar es comúnmente llamada concupiscencia, y los placeres de la carne fortalecen al hombre viejo. Apartémonos de todo lo que sea impuro: figuras deshonestas, malas conversaciones, inmodestias en el vestir, etc. y hagamos todo lo posible para volvernos puros porque los puros de corazón verán a Dios (Mat 5 – 8).

Nótese, sin embargo, que en vano pelearemos en contra el pecado si no usamos de las armas con que Dios nos provee para tal lucha. Estas armas son: la vida de oración, acercarse con frecuencia a los sacramentos; llevar, en fin, una vida devota.

Pidamos la intercesión de la Virgen María: Señora de las Victorias. Si la tenemos a nuestro favor venceremos, sin duda, al pecado. 

El Padre Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino estigmatizado muerto en olor de santidad, tenía al Santo Rosario como un arma en contra sus enemigos. 

¡Recemos el Rosario todos los días!