jueves, 3 de octubre de 2024

Dom Gueranger: Santa Teresa del Niño Jesús, Virgen

  



SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, 
VIRGEN

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


Teresa y el Año Litúrgico

“¿Qué podría decir de las veladas de invierno en los Buisson-nets? Terminada la partida de damas, María o paulina leían el Año Litúrgico… Mientras tanto, me colocaba yo en las rodillas de papá y, acabada la lectura, cantaba él con su bonita voz cantares melodiosos como para adormecerme. Entonces apoyaba yo mi cabeza en su pecho y me arrullaba dulcemente…”

Apenas han pasado cincuenta y cinco años de la subida al cielo de la amable Santa y ya tiene ella su puesto en el mismo Año Litúrgico, cuya lectura escuchaba con tanta fruición. Y ¿no se podría pensar sin temeridad que fue el Año Litúrgico el que la hizo comprender el sentido profundo de las fiestas “de ella tan amadas”, que fue este libro el que la hizo conocer “a los bienaventurados moradores de la ciudad celestial, a los cuales pedía su duplicado amor para amar a Dios”, el que la enseñó a amar a la Iglesia, en cuyo seno “ella sería el amor” y, por fin, el que la infundió la confianza atrevida de llegar a ser una gran Santa”?

Misión de Teresa

Todos los días, en efecto, en el Calendario Litúrgico, los Santos nos traen su testimonio; y todos los días por ellos nos hace Dios oír su voz proponiéndonos el ejemplo de su vida y recordándonos cuál fue su misión. Teresa recogió ese testimonio, escuchó esa voz y ahora, cuando todo el mundo la conoce, nos da el ejemplo de su vida para enseñarnos a nosotros a ser también Santos. Ahora bien, la vida de Santa Teresa del Niño Jesús se distingue por los méritos de la infancia espiritual.

Ella misma explicó claramente el sentido de su misión poco tiempo antes de morir:

“Conozco que mi misión va a comenzar, mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo…, de enseñar a las almas mi camino: el camino de la infancia espiritual, el camino de la entrega total a Dios. Quiero indicarles los medios que tan buen resultado me han dado a mí, decirles que no hay más que hacer una cosa en este mundo: arrojar a Jesús las flores de los pequeños sacrificios, conquistarle con caricias…”

La Infancia Espiritual

¿En qué consiste, pues, este entrar en el camino de la infancia espiritual? En adoptar los sentimientos de los niños y portarse en todo con nuestro Padre celestial, como ellos con su padre terreno. Nuestro Señor de tal modo insistió en el Evangelio sobre la necesidad de hacerse niños para entrar en el reino de los cielos, que tenemos que llegar a esta conclusión “que el divino Maestro quiere expresamente que sus discípulos vean en la infancia espiritual la condición necesaria para conseguir la vida eterna” Muchos tal vez piensen que eso es cosa fácil y que es ir al cielo sin mucho trabajo. En realidad, el espíritu de infancia implica un sacrificio costosísimo al orgullo humano, pues consiste en la total negación de sí mismo. “Excluye, decía Benedicto XV, el sentimiento soberbio de sí mismo, la presunción de conseguir por medios humanos un fin sobrenatural y la veleidad engañosa de bastarse a sí mismo en la hora del peligro y de la tentación.

Supone una viva fe en la existencia de Dios, un rendimiento práctico a su poder y a su misericordia, un acudir confiado a la Providencia de Aquel que nos da su gracia para evitar todo mal y conseguir todo bien”.

Y no creamos que este camino sea de libre elección o que esté reservado para las almas no manchadas nunca con el pecado. Las palabras del Señor son formales y se dirigen a todos sin excepción: “Si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Y ¿quién tiene que volverse niño, sino el que ya no lo es?

Estas palabras entrañan, pues, la obligación de trabajar por conquistar los dones de la infancia y por volver a practicar las virtudes propias de la infancia espiritual”.

La Humildad

Otra lección nos quieren dar Dios y la Santita, es esta: Hay una cosa tan grande o mayor que la acción y la capacidad del hombre de talento, y es “la humildad”, la perfecta fidelidad a los deberes de estado, cualquiera que sea, en cualquier esfera y grado dela jerarquía humana en que Dios nos haya colocado y llamado a trabajar, el estar dispuestos a todos los sacrificios y el entregarse confiados a las manos y al corazón de Dios y, por encima de todo, la caridad verdadera, el amor real de Dios, el afecto verdadero a Jesucristo que corresponda al afecto que Él nos ha mostrado.

He ahí un camino que, sin llevar a todos a las alturas a las que Dios elevó a Teresa, todos pueden fácilmente recorrer”.

La Caridad

“En nuestros días, decía también Pío XI, marcados por el movimiento y la acción febril y sin descanso, se olvida demasiado cuál es la esencia íntima, el verdadero valor de toda acción y de toda santidad: es la caridad. Pues bien, Teresa tiene un corazón y un alma tiernamente infantil y a la vez apostólica hasta el heroísmo; se halla totalmente llena del amor de Dios y vibra con un amor tierno, fuerte, sencillo y profundo que produce en ella éxtasis de filial confianza y magníficos gestos de apóstol y mártir. El camino que conduce al amor, nos lo repite Teresa, es “la confianza del niño que se duerme tranquilo en los brazos de su padre”. Y añade: “¡Oh! si las almas débiles e imperfectas como la mía sintiesen lo que yo siento, ninguna perdería las esperanzas de llegar a la cumbre del monte del Amor, ya que Jesús no exige grandes obras, sino tan sólo confianza y agradecimiento…

No es el haber sido preservada del pecado mortal, lo que hace que me levante hasta Dios por el amor y la confianza. ¡Ah!, aun cuando tuviese cargada mi conciencia con todos los crímenes que se pueden cometer, no perdería en nada mi confianza, estoy segura de ello; iría con el corazón transido de dolor a arrojarme en los brazos de mi Salvador. Sé que ama al hijo pródigo, he oído sus palabras a Santa Magdalena, a la mujer adúltera, a la Samaritana. No, nadie me asustaría, pues sé a qué debo atenerme respecto a la misericordia. Sé que toda esa infinidad de ofensas se perderían en el abismo en un abrir y cerrar los ojos, como una gota de agua que se arroja a los carbones de un brasero”.

“Ciertamente, concluía el Papa, Dios nos dice muchas cosas por medio de ella, que fue como su palabra viviente; y la lección más bella que nos da, la que resume todas las otras, es la de agradar a Dios, complacerle y amarle haciendo su voluntad. Y esto se puede hacer tanto entre el ruido del mundo como en el silencio del claustro.

Es indiferente el que seas rico, inteligente, dotado de gran fuerza de voluntad o de mucho ingenio. La Santa nos dice qué es lo que vale delante de Dios y lo que todos le pueden ofrecer. Nos dice que todos pueden presentarse ante él ricos de la paz del corazón y con el alma llena de sentimientos sinceros, poniéndose en las manos de Dios y entregándose a su beneplácito adorable”.

“Todo el mundo me amará”, decía ella antes de morir. La profecía se ha realizado: los peregrinos han acudido a Lisieux y la imagen de la humilde carmelita se ve por todas partes. Pero nuestra devoción a Santa Teresa no será sincera si no nos esforzamos por imitarla. “Desde el interior de su claustro fascina hoy al mundo con la magia de su ejemplo y santidad, que pueden y deben imitar todos, pues todos deben entrar en su “caminito”, todo pureza, sencillez de espíritu y de corazón, amor irresistible a la bondad, a la verdad y a la sinceridad. ¡Qué serían la vida de familia y la vida social si todos comprendiesen esta lección! ¡Si las relaciones entre las naciones se fundamentasen en esta sencillez de espíritu y de corazón…! ¡Qué transformación se obraría en el mundo si se volviese a esta sencillez evangélica!”

Vida

Teresa nació en Alencon el 3 de enero de 1873. Dotada desde su infancia por Dios con una gracia especialísima del Espíritu Santo, concibió el deseo de no negar nada a Dios y de consagrarse a El en la vida religiosa.

A los 9 años fue confiada a las benedictinas de Lisieux para su instrucción. Al año siguiente una enfermedad misteriosa la hizo padecer mucho: pero sanó de repente con la sonrisa de una estatua de Nuestra Señora de las Victorias. Poco tiempo después pudo hacer su primera comunión, con la cual, según su propio testimonio, se obró “la fusión entre ella y Jesús”. En un viaje que hizo a Roma pidió a León XIII entrar en el Carmen a los 15 años y en él fue admitida el 9 de abril de 1888. Se esforzó en el convento por realizar el consejo del Señor: “Si quieres ser perfecto, hazte como este niño”, y, deseando salvar muchas almas, se ofreció como víctima de holocausto al Amor misericordioso. El 30 de septiembre de 1897 moría diciendo estas palabras: “¡Dios mío, yo te amo!”

Muy pronto, una infinidad de favores y de milagros manifestaron su valimento cerca de Dios; su libro: l’Histoire d’une ame, se extendió por todo el mundo. Ante las insistencias de todo el orbe cristiano. Pío XI beatificó a la humilde carmelita en 1923, y dos años después la canonizó y la declaró patrona de todas las Misiones, con el mismo derecho que San Francisco Javier. Su Santidad Pío XII la dió a Francia como patrona secundaria.

La Única Ambición

“Para amarte como tú me amas, oh Dios mío, necesito que me prestes tu propio amor; sólo entonces hallaré descanso.”

También nosotros, para amar al Señor y dirigirnos a ti, para festejarte con la Iglesia, oh Santa Teresa del Niño Jesús, sentimos la necesidad de pedir que nos prestes tus propias expresiones y tu propio amor. Nunca deseaste otra cosa que amar a Dios únicamente, ni tampoco ambicionaste otra gloria.

Su amor se te anticipó desde la infancia aumentó contigo y se convirtió en un abismo cuya profundidad no podemos sondear. Acuérdate de las palabras que Jesús te dio a entender un día después de la santa comunión: “Arrástrame, correremos al olor de tus perfumes”.

Cuando un alma se ha dejado cautivar por el olor embriagador de los perfumes divinos, ya no sabe correr sola, arrastra en pos de sí a todas las almas que ama. Ahora bien, tú amas a todas las almas y tú deseabas que todas las almas que se acercasen a la tuya, “corriesen con rapidez al olor de los perfumes del Amado.”

La Vocación del Amor

Madre de almas por tu vocación de carmelita, sentiste en ti todas las vocaciones, la del guerrero, del sacerdote, del apóstol, del doctor y del mártir. Pero, al no poder realizarlas todas, “buscaste con ardor los dones más perfectos y un camino más excelente”, el de la caridad. La Caridad te dio la clave de tu vocación. Comprendiste que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los lugares, porque es eterno. Y te ofreciste como víctima al amor infinito y consolaste tu corazón devolviendo a Jesús amor por amor.

Los “Pequeños” Sacrificios

“Obras son amores y no buenas razones.”

Quisiste ser como una niña y, por eso, echabas flores al Señor y, todas las que encontrabas, las deshojabas en honor suyo, y cantabas, continuamente cantabas y, cuanto más largas y punzantes eran las espinas, más melodioso era tu canto. La Iglesia triunfante, recogiendo estas rosas deshojadas, las ha arrojado sobre la Iglesia purgante para apagar sus llamas, y sobre la Iglesia militante para darla la victoria. Tus ojos quedaron fijos largo rato en el Águila divina; quisiste que su mirada te fascinase y convirtiese en presa de su amor. Y una tarde el Águila se arrojó sobre ti y te llevó al foco del amor para convertirte eternamente en víctima bienaventurada.

Ahora, desde la inmensidad de la gloria y del amor en que estás, enseña a todas las almas pequeñas la condescendencia inefable del Salvador.

Enséñalas a entregarse con total confianza a la misericordia infinita. Haznos conocer los secretos de tu amor. Haznos amar a la Iglesia, “para quien es más útil el más pequeño acto de puro amor que todas las demás obras juntas”.

Y, por fin, repite sin cesar a Jesús tu sublime y última oración, que fue ya muchas veces atendida: “¡Oh Amado mío, te ruego que poses tu mirada divina en muchísimas almas pequeñas, te suplico que te escojas en este mundo una legión de víctimas pequeñas que sean víctimas de tu amor!”

lunes, 30 de septiembre de 2024

Dom Gueranger: San Jerónimo, Presbítero y Doctor de la Iglesia

  




SAN JERÓNIMO, 
PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


El Ermitaño

"Vidal me es desconocido, no quiero nada con Melecio y no sé quién es Paulino (1); quién está con la cátedra de Pedro (2) ese es mío." De ese modo se dirigía al pontífice Dámaso hacia el año 376, desde las soledades de Siria, agitadas por las competencias episcopales que desde Antioquía traían inquieto a todo el Oriente, un monje desconocido que imploraba luz para su alma rescatada con la sangre del Señor (3). Este era Jerónimo, oriundo de Dalmacia.

Lejos de Stridón, tierra semibárbara de su nacimiento, de la que conservaba la aspereza y la savia vigorosa; lejos de Roma, donde el estudio de las bellas letras y de la filosofía no le preservó de las más tristes caídas: el temor de los juicios de Dios le condujo al desierto de Calcis. Y allí, durante cuatro años, bajo de un cielo de fuego iba a macerar su cuerpo con espantosas penitencias; como remedio más eficaz y austeridad meritoria para su alma apasionada de las bellezas clásicas, se propuso sacrificar sus gustos ciceronianos por el estudio de la lengua primitiva de los Sagrados Libros. Trabajo mucho más penoso entonces que hoy, pues los diccionarios, las gramáticas y los estudios de toda clase, han allanado los caminos de la ciencia. ¡Cuántas veces, disgustado, Jerónimo desesperó del éxito! Pero había probado la verdad de esta sentencia, que más tarde formuló: "Ama la ciencia de las Escrituras y no amarás los vicios de la carne" (4). Y volviendo al alfabeto hebreo, deletreaba sin fln esas letras silbantes y aspirantes (5), cuya heroica conquista le recordaba siempre el trabajo que le habían costado, por la aspereza con que desde entonces, según decía, comenzó a pronunciar el latín (6). Toda la energía de su naturaleza fogosa se había volcado en esta obra: a ella se dedicó con toda su alma y se encauzó en ella para siempre jamás (7). Dios agradeció magníficamente la reverencia que así se tributaba a su palabra: del simple saneamiento moral que Jerónimo esperaba, había llegado a la alta santidad que hoy veneramos en él; de las luchas del desierto, al parecer estériles para otros, salla uno de aquellos a quienes se dice: Tú eres la sal de la tierra, tú eres la luz del mundo (08). Y esta luz la colocaba Dios a su hora sobre el candelero, para iluminar a todos los que están en la casa (09).


El Secretario del Papa

Roma volvía a ver, pero muy transformado, al estudiante de otros tiempos; por su santidad, ciencia y humildad todos le aclamaban como digno del supremo sacerdocio (10). Dámaso, doctor virgen de la Iglesia virgen (11) le encargaba de responder en su nombre a las consultas del Oriente y del Occidente (12), y conseguía que comenzase por la revisión del Nuevo Testamento latino, a base del texto original griego, los grandes trabajos escriturarios que inmortalizarían su nombre en el agradecimiento del pueblo cristiano.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Sermón Dedicación de San Miguel Arcángel

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Carlos R. Santos


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold



Lección

Revelación de Jesucristo, que Dios, para manifestar a sus siervos las cosas que pronto deben suceder, anunció y explicó, por medio de su ángel, a su siervo Juan; el cual testifica la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, todo lo cual ha visto. Bienaventurado el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas; pues el momento está cerca. Juan a las siete Iglesias que están en Asia: gracia a vosotros y paz de Aquel que es, y que era, y que viene; y de los siete Espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra. A Aquel que nos ama, y que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

Apoc., I, 1-5



Evangelio

En aquel tiempo, los discípulos se llegaron a Jesús y le preguntaron: “En conclusión, ¿quién es el mayor en el reino de los cielos?” Entonces, Él llamó a sí a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: “En verdad, os digo, si no volviereis a ser como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Quien se hiciere pequeño como este niñito, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y quien recibe en mi nombre a un niño como éste, a Mí me recibe”. “Pero quien escandalizare a uno solo de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que se le suspendiese al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que fuese sumergido en el abismo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos*! Porque forzoso es que vengan escándalos, pero ¡ay del hombre por quien el escándalo viene! Si tu mano o tu pie te hace tropezar, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo, que ser, con tus dos manos o tus dos pies, echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida con un solo ojo, que ser, con tus dos ojos, arrojado en la gehenna del fuego. Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente la faz de mi Padre Celestial.

Mateo XVIII, 1-10



sábado, 28 de septiembre de 2024

Dom Gueranger: Dedicación de San Miguel Arcángel

  




DEDICACIÓN DE SAN MIGUEL, ARCÁNGEL

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


OBJETO DE LA FIESTA

La dedicación de San Miguel, aunque es la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra cada año en honor del Arcángel, le es menos personal, porque en ella se celebra a la vez a todos los coros de la jerarquía angélica. En efecto, la Iglesia, por boca de Rabano Mauro, abad de Fulda, propone a nuestra meditación el objeto de la fiesta de este día en el himno de las primeras Vísperas:


En nuestras alabanzas celebramos

A todos los guerreros del cielo;

Pero ante todo al jefe supremo

De la milicia celestial:

A Miguel que, lleno de valentía,

Derribó al demonio.


ORÍGENES DE LA FIESTA

La fiesta del 8 de mayo nos trae a la memoria la aparición en el monte Gargano. En la Edad Media, sólo la celebraba la Italia meridional. La fiesta del 29 de septiembre es propia de Roma, pues recuerda el aniversario de la Dedicación de una basílica hoy desaparecida, situada en la Vía Salaria, al Noreste de la Ciudad.

La dedicación de esta iglesia nos da la razón del título que hasta hoy conserva el Misal Romano para la fiesta de San Miguel: Dedicatio sancti Michaelis. El carácter primitivamente local de este título se fue atenuando poco a poco en los libros litúrgicos de las Iglesias de Francia o de Alemania, que en la Edad Media seguían la Liturgia romana: la fiesta llevaba entonces el título In Natale o In Veneratione sancti michaelis y, del título antiguo no quedaba ya más que el nombre del Arcángel.


EL OFICIO DE SAN MIGUEL

El oficio tampoco podía conservar recuerdo de la dedicación: los oficios antiguos de las dedicaciones celebraban, en efecto, al santo en cuyo honor se consagraba una iglesia y no el edificio material en que era honrado. No tenían, pues, nada de impersonal, sino que, al contrario, revestían un carácter muy especificado.

El oficio de San Miguel puede contarse entre las más bellas composiciones de nuestra Liturgia. Nos hace contemplar unas veces al príncipe de la milicia celestial y jefe de todos los ángeles buenos, otras al ministro de Dios que asiste al juicio particular de cada alma finada y otras al intermediario que lleva al altar de la liturgia celeste las oraciones del pueblo fiel.


EL ÁNGEL TURIFERARIO

Las primeras Vísperas empiezan con la antífona Stetit Angelus, cuyo texto se repite en el Ofertorio de la Misa del día: “El ángel se puso de pie junto al ara del templo, teniendo en su mano un incensario de oro, y le dieron muchos perfumes: y subió el humo de los perfumes a la presencia de Dios.” La Oración de la bendición del incienso en la Misa solemne nos da el nombre de este ángel turiferario: es “el bienaventurado Arcángel Miguel”. El libro del Apocalípsis, de donde están tomados estos textos litúrgicos, nos enseña que los perfumes que suben a la presencia de Dios, son la oración de los justos: “el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió de mano del ángel a la presencia de Dios”.


EL MEDIADOR DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA

Es también San Miguel quien presenta al Padre la oblación del Justo por excelencia, pues a Miguel se nombra en la misteriosa oración del Canon de la Misa, en la que la santa Iglesia pide a Dios que lleve la oblación sagrada, por manos del Ángel santo, al altar sublime, a la presencia de la divina Majestad. Y, en efecto, llama poderosamente la atención el poderlo comprobar en los antiguos textos litúrgicos romanos: A San Miguel se le llama con frecuencia el “Santo Angel”: el Angel por excelencia.

Ahora bien, es muy probable que la revisión del texto del Canon, en el que el singular Angelí tui reemplazó al plural Angelorum tuorum, se terminase siendo pontífice el Papa Gelasio. Y, precisamente por el mismo tiempo, a fines del siglo V, fue cuando “el Angel” se apareció al Obispo de Siponto junto al monte Gargano.


VOCACIÓN CONTEMPLATIVA DE LOS ÁNGELES

De manera que la Iglesia considera a San Miguel como el mediador de su oración litúrgica: está entre Dios y los hombres. Dios, que distribuyó con un orden admirable las jerarquías invisibles, emplea por opulencia en la alabanza de su gloria el ministerio de estos espíritus celestes, que están mirando continuamente la cara adorable del Padre y que saben, mejor que los hombres, adorar y contemplar la belleza de sus perfecciones infinitas. Mi-Ka-El: “¿Quién como Dios?” Expresa este nombre por sí solo, en su brevedad, la más completa alabanza, la adoración más perfecta, el agradecimiento más acabado de la superioridad divina, y la confesión más humilde de la nada de la criatura.

La Iglesia de la tierra invita también a los espíritus celestiales a bendecir al Señor, a cantarle, a alabarle, y a ensalzarle sin cesar. Esta vocación contemplativa de los ángeles es el modelo de la nuestra, como nos lo recuerda un bellísimo prefacio del sacramentario de San León: “Es verdaderamente digno… darte gracias, a ti, que nos enseñas por tu Apóstol que nuestra vida es trasladada al cielo; que con amor nos ordenas transportarnos en espíritu allá donde sirven los que nosotros veneramos, y dirigirnos a las cumbres que en la fiesta del bienaventurado Arcángel Miguel contemplamos con amor, por Jesucristo Nuestro Señor.”


AUXILIAR DEL GÉNERO HUMANO

Pero la Iglesia sabe también que a estos divinos espíritus, entregados al servicio de Dios, les ha sido a la vez confiado un ministerio cerca de aquellos que tienen que recoger la herencia de la salvación, y así, sin esperar a la fiesta del 2 de octubre, consagrada de modo más especial a los Ángeles custodios, desde hoy pide ya a San Miguel y a sus ángeles que nos defiendan en el combate. Y pide, finalmente, a San Miguel que se acuerde de nosotros y ruegue al Hijo de Dios para que no perezcamos en el día terrible del juicio. El día temible del juicio, el gran Arcángel, abanderado de la milicia celestial, introducirá nuestra causa ante el Altísimo y nos hará entrar en la luz santa.


PLEGARIA

En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir ya desde ahora al Arcángel, la oración de exorcismo que León XIII insertó en el Ritual de la Iglesia Romana:

“Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados, potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto precio de la tiranía del demonio. 
La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón; Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, sea precipitado y encadenado en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén.”

viernes, 27 de septiembre de 2024

Boletín Dominical 29 de septiembre



Día 29 de Septiembre, Dedicación del Arcángel San Miguel.

Doble de I Clase. Orn. Blancos. Conm. Domingo XIX después de Pentecostés. 

Miguel o Mi-ka-el significa en hebreo ¿Quién cómo Dios? Con ésta magnífica proclamación de los derechos de Dios sobre todas las criaturas, como con espada de fuego, y llamando a sí a todos los ángeles fieles, entabla San Miguel la lucha victoriosa contra Lucifer, el cual, ensoberbecido con la alteza de su naturaleza angélica y con los grandes dones y gracias de que estaba adornado, se negó a obedecer a Dios y adorar el misterio que les reveló de la naturaleza humana hipostáticamente unida a la Persona Divina en Cristo, pues aspiraba a que la Persona Divina se uniera hipostáticamente a la naturaleza angélica y así elevarse el hasta la divinidad. San Miguel arrojó del cielo al soberbio Lucifer y a todos los ángeles rebeldes que había arrastrado consigo, hundiéndolos en el infierno, para ser infelices por toda la eternidad. Hoy celebra la Iglesia la fiesta de San Miguel y de todos los ángeles que lucharon con él por la honra y el honor de Dios. 






Día 29 de Septiembre, Domingo XIX después de Pentecostés.

"Semejante es el reino de los Cielos…” Expone Jesucristo en la parábola del Domingo XIX después de Pentecostés el llamamiento general de los hombres a la fe y a entrar en la Iglesia que venía a fundar.

La invitación y llamado se dirigió primeramente a los judíos, pero estos rechazaron la invitación. Les detenía su espíritu carnal y materialista, su amor a las riquezas, a los deleites y goces del mundo. Y mientras unos se excusan o se niegan a asistir al banquete, al desposorio del Verbo de Dios con la humanidad, otros matan a los enviados o siervos como mataran anteriormente a los profetas.

En vista de la negación de los judíos, son invitados a ocupar su lugar los gentiles, los cuales acuden presurosos; pero no todos se presentan con el vestido nupcial, es decir, con las disposiciones requeridas de voluntad recta, corazón sano, alma buena, por lo que tienen que ser muchos rechazados. “Muchos son los llamados; pocos, en verdad, los elegidos.” ¿Por qué? Porque no quieren oír a Jesús, ni quieren seguirle, porque no se presentan con la vestidura de la gracia: “Porque los que habían sido invitados no fueron dignos.”



30 de Septiembre:
San Jerónimo. Patrono principal de la Archidiócesis de Córdoba
El gran penitente y doctor Máximo de la Iglesia latina San Jerónimo era natural de Estridón, en Dalmacia. Hombre aficionado al estudio y a la investigación desde su juventud, juntó a su gran piedad una erudición vastísima y una exquisita formación literaria, filosófica y teológica. En sus ansias de saber fue a las Galias, vivió en Roma, marchó a Constantinopla a estudiar con San Gregorio Nacianceno, fue a Antioquía, y se aposentó en Belén. Fue un polemista formidable, defendiendo con su acerada pluma la fe contra todas las herejías que aparecieron en su tiempo. El dominio que adquirió en las lenguas latina, griega, hebrea y caldea le facilitó el estudio y conocimiento de las Sagradas Escrituras, y a pedido del Papa San Dámaso, que le apreciaba mucho, vertió directamente del hebreo y del griego al latín la Sagrada Biblia, llamada Vulgata. Murió santamente en Belén, junto a la cuna del Señor, el año 420, este gigante del espirito, cuya obra de ciclópea grandeza admirará a todas las generaciones. Su cuerpo fue trasladado a Roma y descansa en la Iglesia de Santa María la Mayor, junto al Santo Pesebre.






domingo, 22 de septiembre de 2024

Sermón Domingo XVIII después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

Hermanos: Doy siempre gracias a mi Dios por vosotros, por la gracia de Dios que os ha sido dada en Cristo Jesús: porque habéis sido enriquecidos en El en todo, en toda palabra, y en toda ciencia, siendo así confirmado en vosotros el testimonio de Cristo: de modo que ya no os falta nada en ninguna gracia, mientras esperáis la revelación de Nuestro Señor Jesucristo, el cual os confirmará también hasta el fin, para que estéis sin mancha el día de la venida de Nuestro Señor Jesucristo.

I Cor., I, 4-8


Evangelio

En aquel tiempo, habiendo subido Jesús a una barca, pasó el mar y fue a su ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico postrado en el lecho. Y, viendo Jesús su fe, dijo al paralítico: Confía, hijo, te son perdonados tus pecados. Y he aquí que algunos de los escribas dijeron entre sí: ¡Este blasfema! Y, habiendo visto Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Te son perdonados tus pecados; o decir: Levántate y anda? Pues, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra potestad de perdonar los pecados, dijo entonces al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa. Y se levantó y se fue a su casa. Y, al ver esto las turbas, temieron y glorificaron a Dios, que dio tal potestad a los hombres. 

Mt., IX, 1-8




sábado, 21 de septiembre de 2024

Dom Gueranger: Domingo XVIII después de Pentecostés

 



DOMINGO XVIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


Es muy oportuna esta Misa en torno de las Témporas, que son tiempos de perdón, por serlo de oración y penitencia, por los cuales Dios se deja doblegar y vencer por los hombres. De ese perdón y de esa paz se goza en la Santa Iglesia.

El paralítico que lleva su cama es el tema del Evangelio del día y da el nombre a este Domingo. Se ha podido advertir que el lugar de este Domingo viene en el Misal a continuación de las Cuatro Témporas de otoño. No vamos a discutir con los liturgistas de la edad media si hay que considerarle como ocupando el lugar del Domingo vacante que antiguamente seguía siempre a la ordenación de los ministros sagrados, según en otra parte dijimos[1]. Manuscritos antiquísimos, Sacramentarlos y Leccionarios, le llaman con este nombre empleando la fórmula harto sabida: Dominica vacat[2].

Es también cosa digna de hacerse notar que la Misa de este día es la única en la que se ha invertido el orden de las lecturas sacadas de San Pablo y que forman las Epístolas desde el sexto Domingo después de Pentecostés: la carta a los Efesios, ya empezada y que se continuará, se interrumpe hoy para dar lugar al pasaje de la primera Epístola a los Corintios, en el que da gracias el Apóstol por la abundancia de los dones gratuitos otorgados a la Iglesia en Jesucristo. Pues bien, los poderes que la imposición de las manos ha conferido a los ministros de la Iglesia, son el don más maravilloso que conocen el cielo y la tierra, y, además, las diversas partes de esta Misa se refieren muy bien, como se verá, a las prerrogativas del nuevo sacerdocio.

La liturgia del presente Domingo ofrece, pues, especial interés si viene a continuación de las Cuatro Témporas de septiembre. Pero no es ordinario, al menos por ahora, que esto suceda, y así no queremos detenernos ya más en estas consideraciones para no meternos demasiado en el campo de la arqueología y sobrepasar los límites fijados.


MISA

Desde Pentecostés el Introito de las Misas dominicales se ha tomado siempre de los salmos. Recorriendo el Salterio desde el salmo doce hasta el ciento dieciocho, la Iglesia, sin cambiar el orden de estos cantos sagrados, pudo escoger en ellos la expresión más conveniente a los sentimientos que deseaba formular en su Liturgia. En adelante las antífonas del Introito se tomarán de los diversos libros del Antiguo Testamento, salvo una vez en que se empleará nuevamente el libro por excelencia de la alabanza divina. Hoy, Jesús, hijo de Sirac, el autor inspirado del Eclesiástico, pide a Dios que justifique la fidelidad de los profetas del Señor[3] mediante el cumplimiento de lo que anunciaron. Los intérpretes de los oráculos divinos son ahora los pastores de las almas, a quienes la Iglesia envía a predicar en su nombre la palabra de salvación y de paz; pidamos, nosotros también, que la palabra no sea vana jamás en su boca.


INTROITO

Da paz, Señor, a los que esperan en ti, para que sean hallados veraces tus profetas: escucha la plegaria de tu siervo y tu pueblo Israel. — Salmo: Me alegré de lo que se me dijo: Iremos a la casa del Señor, y. Gloria al Padre.


El medio más seguro de obtener la gracia es siempre la humilde confesión de nuestra impotencia para agradar al Señor por nosotros mismos. La Iglesia continúa dándonos en sus colectas fórmulas admirables.


COLECTA

Suplicámoste, Señor, hagas que la obra de tu misericordia dirija nuestros corazones: porque sin ti no podemos agradarte. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Corintios. (I Cor., I, 4-8).


Hermanos: Doy siempre gracias a mi Dios por vosotros, por la gracia de Dios que os ha sido dada en Cristo Jesús: porque habéis sido enriquecidos en El en todo, en toda palabra, y en toda ciencia, siendo así confirmado en vosotros el testimonio de Cristo: de modo que ya no os falta nada en ninguna gracia, mientras esperáis la revelación de Nuestro Señor Jesucristo, el cual os confirmará también hasta el fin, para que estéis sin mancha el día de la venida de Nuestro Señor Jesucristo.


SENTIMIENTOS DE LA IGLESIA

La última venida del Hijo de Dios ya no está lejos. La inminencia del desenlace que tiene que dar la plena posesión del Esposo a la Iglesia, duplica sus esperanzas; pero el juicio final que consumará al mismo tiempo la reprobación de gran número de hijos suyos, junta en ella el temor al deseo, y estos dos sentimientos irán dominando cada vez más en la Santa Liturgia.

La esperanza nunca ha dejado de ser como algo esencial en la existencia de la Iglesia. Privada de contemplar la divina belleza del Esposo, no habría hecho otra cosa desde que éste nació, más que suspirar en el valle del destierro si el amor que arde en ella, no la hubiese obligado a gastarse, sin mirarse a sí misma, por Aquel hacia el cual se iba todo su corazón. Se entregó, pues, sin medida al trabajo, al sufrimiento, a la oración y a las lágrimas. Pero su abnegación, por generosa que sea, no ha hecho que se olvide del objeto de sus esperanzas. Un amor sin deseos no es virtud para la Iglesia; lo condena en sus hijos como una injuria al Esposo. Sus aspiraciones desde el principio eran tan legítimas y a la vez tan vehementes, que la eterna Sabiduría quiso mirar por la Esposa, ocultándola la duración del destierro. El único punto sobre el cual Jesús se negó a informar a su Iglesia cuando los Apóstoles se lo preguntaron[4], fue la hora de su venida. Semejante secreto entraba en los planes generales del gobierno divino sobre el mundo; pero, de parte del Hombre-Dios, era también compasión y cariño: la prueba habría sido demasiado cruel; y era mejor dejar a la Iglesia con la idea, verdadera también, de la proximidad del fin, pues ante Dios mil años son como un día[5].


ESPERAR AL QUE VIENE

Esto nos explica la complacencia con que los Apóstoles, intérpretes de las aspiraciones de la Santa Madre Iglesia, insisten continuamente en sus palabras sobre la afirmación de la venida próxima del Señor. El cristiano espera la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo el día que venga, nos acaba de decir San Pablo por dos veces en una misma frase. Aplicando a la segunda venida los suspiros inflamados de los profetas que anhelaban la primera[6], dice en su carta a los Hebreos: Un poco todavía, poquísimo tiempo, y el que tiene que venir, vendrá y no tardará[7]. Y, en efecto, así mismo en la nueva como en la antigua alianza, el Hombre-Dios se llama, por razón de su manifestación final esperada, el que viene, el que tiene que venir[8]. El grito que pondrá fin a la historia del mundo será el anuncio de su llegada: ¡He aquí que viene el Esposo[9]! "Ciñendo, pues, espiritualmente vuestros riñones, dice San Pedro, pensad en la gloria del día en que se revelará el Señor; esperadle, aguardadle con santa esperanza"[10].


EL MILAGRO

Porque ha de ser grande el peligro en los últimos días, en que las virtudes de los cielos se tambalearán[11], el Señor, como dice la Epístola, se ha cuidado de confirmar en nosotros su testimonio, de fortalecer nuestra fe por las múltiples manifestaciones de su poder. Y, como para cumplir esta otra palabra de la misma Epístola, que confirmará de ese modo hasta el fin a los que creen en El, sus prodigios se duplican en nuestros tiempos precursores del fin. El milagro se da, por cierto, en todas partes y a la faz del mundo; las mil voces de la publicidad moderna llevan sus ecos hasta las extremidades de la tierra. En el nombre de Jesús, en el nombre de los santos, sobre todo en el nombre de su Madre Inmaculada, que prepara el último triunfo de la Iglesia, los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los males del cuerpo y del alma pierden repentinamente su imperio. La manifestación del poder sobrenatural se ha hecho tan intensa, que hasta los servicios públicos, hostiles o no, tienen que tenerlo presente; hasta el trazado de los ferrocarriles se sujeta a la necesidad de llevar a los pueblos a los lugares benditos en que se ha manifestado María. En vano dice el impío en su corazón: ¡No hay Dios[12]! Si no comprende el testimonio divino, es que la corrupción o el orgullo prevalece en él sobre la inteligencia.


ACCIÓN DE GRACIAS

Debemos tener empeño en dar gracias a Dios por la misericordiosa liberalidad de que ha dado pruebas para con nosotros. Sus dones gratuitos jamás fueron más necesarios que en nuestros calamitosos tiempos. Ya no se trata ciertamente de promulgar entre nosotros el Evangelio; pero los esfuerzos del infierno contra él han llegado a ser tales, que, para defenderlo, es necesaria una profusión de la virtud de lo alto, parecida de algún modo a aquella otra descrita en la historia de los orígenes de la Iglesia. Pidamos al Señor que nos depare hombres poderosos en palabras y obras. Tratemos de alcanzar que la imposición de las manos produzca hoy más que nunca en los elegidos para el sacerdocio todo el fruto apetecido; que esa imposición los enriquezca en todo y de un modo especial en la palabra y en la ciencia. Hoy, cuando todo parece venir a menos, se vea siquiera brillar viva y pura la luz de la salvación merced a los cuidados que los pastores prodiguen al rebaño de Cristo. No consigan las vilezas ni transacciones de las generaciones de decadencia, no consigan jamás ver que disminuyen en número o en santidad estos nuevos Cristos, o que en sus manos se acorta la medida del hombre perfecto[13], que les confiaron para aplicarla hasta el fin a todo cristiano celoso de vivir según el Evangelio. Resuene su voz por doquier tan viril y vibrante como conviene a los que son eco del Verbo, y, no haciendo caso de inútiles amenazas, domine siempre el tumulto de las pasiones desenfrenadas.

La Iglesia vuelve a repetir en el Gradual el versículo del Introito para celebrar nuevamente la alegría del pueblo cristiano al saber que está próxima su entrada en la casa del Señor. Esta casa es el cielo, en donde entraremos el último día en pos de Jesús triunfador; también lo es el templo en que se ofrece el Sacrificio aquí abajo, y en el cual nos introducen los representantes del Hombre-Dios, depositarios de su sacerdocio.


GRADUAL

Me he alegrado de lo que se me ha dicho: Iremos a la casa del Señor. V. Haya paz dentro de tus muros: y abundancia sobre tus torres.

Aleluya, aleluya. J. Temerán las gentes tu nombre, Señor: y todos los reyes de la tierra tu gloria. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mt., IX, 1-8).


En aquel tiempo, habiendo subido Jesús a una barca, pasó el mar y fue a su ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico postrado en el lecho. Y, viendo Jesús su fe, dijo al paralítico: Confía, hijo, te son perdonados tus pecados. Y he aquí que algunos de los escribas dijeron entre sí: ¡Este blasfema! Y, habiendo visto Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Te son perdonados tus pecados; o decir: Levántate y anda? Pues, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra potestad de perdonar los pecados, dijo entonces al paralítico: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa. Y se levantó y se fue a su casa. Y, al ver esto las turbas, temieron y glorificaron a Dios, que dio tal potestad a los hombres.


DEBERES DE LOS PASTORES

En el siglo XII se leía hoy como Evangelio, en muchas Iglesias de Occidente, el pasaje del libro sagrado que trata de los Escribas y Fariseos que se sentaron en la cátedra de Moisés[14].

El Abad Ruperto, que nos da a conocer esta particularidad en su libro De los Divinos Oficios, hace ver con acierto la relación que hay entre dicho Evangelio y la antífona del Ofertorio que todavía se dice hoy, en la cual también se habla de Moisés. "El Oficio de este Domingo, dice, muestra con elocuencia al que preside en la casa del Señor y recibió la cura de almas, cómo debe portarse en el alto puesto en que la vocación divina le ha colocado. No se parezca a aquellos hombres que se sentaron indignamente en la cátedra de Moisés; al contrario, aseméjese a Moisés, el cual presenta en el Ofertorio y sus versículos un modelo acabado a los jefes de la Iglesia. Los pastores de almas no deben ignorar, en efecto, por qué razón ocupan un lugar más elevado: a saber, no tanto para gobernar como para servir"[15]. El Hombre-Dios decía de los Doctores judíos: Haced lo que os dicen; lo que ellos hacen, guardaos bien de hacerlo; porque dicen bien lo que hay que hacer, pero no hacen nada de lo que dicen. A la inversa de estos indignos depositarios de la ley, los que se sientan en la cátedra de la doctrina "deben enseñar y obrar conforme a sus enseñanzas, dice Ruperto; o mejor, hagan primero lo que deben hacer, para poder luego enseñar con autoridad; no busquen los honores y los títulos, sino miren tan sólo a este único fin: a cargar sobre sí los pecados del pueblo y apartar la cólera de Dios de los encomendados a su solicitud pastoral, como hizo Moisés según se nos dice en el Ofertorio"[16].


PODERES DE LOS PASTORES

El Evangelio de los Escribas y Fariseos sentados en la cátedra de Moisés se reservó más tarde para el Martes de la segunda semana de Cuaresma. Pero el que hoy se lee en todas partes, no distrae nuestro pensamiento de la consideración de los excelsos poderes del sacerdocio, que son un bien común de todo el linaje humano, redimido por Jesucristo. Antiguamente los fieles fijaban en este día su atención en el derecho de enseñar otorgado a los pastores; hoy meditan en la prerrogativa que estos mismos hombres tienen de perdonar los pecados y curar las almas. Así como una conducta que estuviese en contradicción con lo que enseñan, no disminuiría en nada la autoridad de la cátedra sagrada, desde la cual dispensan a la Iglesia y en su nombre a sus hijos el pan de la doctrina, del mismo modo, la indignidad de su alma sacerdotal no mermaría tampoco en sus manos lo más mínimo el poder de las augustas llaves que abren el cielo y cierran el infierno. Y es natural que así suceda, ya que es el Hijo del hombre, Jesucristo, quien por su medio libra de sus culpas a los hombres, hermanos y criaturas suyas, el cual, cargándose con las miserias humanas, nos mereció a todos con su sangre el perdón de los pecados[17].


EL PERDÓN DE LOS PECADOS

Siempre ha sentido la Iglesia placer en recordar este episodio de la curación del paralítico, el cual ofreció a Jesús ocasión de afirmar su poder de perdonar los pecados como Hijo del hombre. Efectivamente, desde los principios del cristianismo negaron los herejes a la Iglesia el poder, que había recibido de su divino Jefe, de perdonar los pecados en nombre de Dios; esto equivalía a condenar a muerte eterna a un número incalculable de cristianos, que, caídos desgraciadamente en pecado después de su bautismo, sólo pueden ser rehabilitados por el Sacramento de la Penitencia. Mas, ¿qué tesoro puede defender una madre con mayor empeño que aquel que lleva prendido el remedio para la vida de sus hijos? La Iglesia, pues, tuvo que anatematizar y expulsar de su seno a estos fariseos de la nueva ley, que, como sus padres del judaísmo, desconocían la misericordia infinita y la amplitud del gran misterio de la Redención. Como Jesús en presencia de sus contradictores los escribas, así también la Iglesia, en prueba de sus afirmaciones, había obrado un milagro visible en presencia de los sectarios, pero no fue más afortunada que el Hombre-Dios para llegar a convencerlos de la realidad del milagro de gracia que sus palabras de remisión y de perdón obraban de modo invisible. La curación externa del paralítico fue a la vez imagen y señal de la curación de su alma reducida antes a la miseria; pero representaba también a otro enfermo: el género humano que yacía inmóvil desde siglos en su pecado. Ya había abandonado este suelo el Hombre-Dios al obrar la fe de los Apóstoles este primer prodigio de llevar a los pies de la Iglesia al mundo envejecido en su enfermedad.

La Iglesia entonces, al ver al género humano dócil al impulso de los mensajeros del cielo y teniendo ya parte en su fe, halló para El en su corazón de madre la palabra del Esposo: Hijo, ten confianza, tus pecados están perdonados. Al instante y de modo visible el mundo se levantó de su lecho ignominioso, causando admiración a la filosofía escéptica y confundiendo el furor del infierno; para demostrar bien que había recobrado sus fuerzas, se le vio cargar sobre sus espaldas, por medio de la penitencia y del dominio de las pasiones, la cama de sus desfallecimientos y de su enfermedad, en la que tanto tiempo le habían retenido el orgullo, la carne y la avaricia. Desde entonces, fiel a la palabra del Señor que le ha repetido la Iglesia, va andando hacia su casa, el paraíso, donde le esperan las alegrías fecundas de la eternidad.

Y la multitud de las turbas angélicas, al velen la tierra semejante espectáculo de renovación y de santidad[18], se llena de admiración y glorifica a Dios, que tal poder ha dado a los hombres.


MOISÉS, MODELO DE SACERDOTES

El Ofertorio recuerda el altar figurativo que Moisés erigió para recibir las oblaciones de la ley de esperanza, que anunciaban el gran sacrificio en este momento presente a nuestros ojos. A continuación de la antífona ponemos los versículos que estuvieron en uso antiguamente. Moisés se muestra aquí en verdad como el tipo de los profetas fieles que saludábamos en el Introito, como el modelo de los verdaderos jefes del pueble de Dios, que se dan de lleno a conseguir para sus gobernados la misericordia y la paz. Dios lucha con ellos y se deja vencer; a cambio de su fidelidad los admite a las manifestaciones más íntimas de su luz y de su amor. El primer versículo nos muestra al sacerdote en su vida pública de intercesión y de sacrificio en favor de los demás; el segundo nos revela su vida privada que se alimenta de la contemplación. No debemos extrañar la extensión de estos versículos; su ejecución por el coro de los cantores excedería hoy con mucho el tiempo que dura la ofrenda de la hostia y del cáliz, pero hay que tener cuenta con que antiguamente participaba toda la asamblea en la oblación del pan y del vino necesarios al sacrificio. Igualmente, las pocas líneas a que hoy se reduce la Comunión, en los antifonarios antiguos eran la antífona de un Salmo señalado para cada día; de ese salmo se tomaba la antífona a no ser que se tomase de otro libro de la Escritura, en cuyo caso ya no se volvía al salmo del Introito; se cantaba el salmo, repitiendo la antífona después de cada versículo, mientras duraba la participación común en el banquete sagrado.


OFERTORIO

Consagró Moisés el altar al Señor, ofreciendo sobre él holocaustos, e inmolando víctimas: ofreció el sacrificio vespertino, en olor de suavidad, al Señor Dios, ante los hijos de Israel.

V/. I. El Señor habló a Moisés diciéndole: Sube a estar conmigo en el monte Sinaí, y estarás de pie en su cima. Levantándose Moisés, subió al monte donde Dios le había citado; y el Señor descendió a él en una nube y estuvo en su presencia. Moisés, al verle, se postró y le adoró diciendo: Señor, te lo suplico, perdona los pecados de tu pueblo. Y el Señor le respondió: Lo haré según tus deseos.

Entonces Moisés ofreció el sacrificio vespertino,

V/. II. Moisés oró al Señor y dijo: Si he hallado gracia ante ti, muéstrate a mí al descubierto, para que pueda contemplarte. Y el Señor le habló en estos términos: Ningún hombre que me vea, podrá vivir; pero estate en lo más alto del peñasco: mi mano diestra te cubrirá cuando pasare; y cuando hubiere pasado, retiraré mi mano y entonces verás mi gloria, aunque mi cara no se te mostrará; porque soy el Dios que obra en la tierra cosas maravillosas.

Entonces Moisés ofreció él sacrificio vespertino.


La sublime elocuencia de la Secreta excede a todo comentario. Penetrémonos de la grandeza de las enseñanzas tan admirablemente resumidas en tan pocas palabras; comprendamos que nuestra vida y nuestras costumbres deben ser algo divino si han de responder a los misterios que se han revelado a nuestra inteligencia y se incorporan a nosotros en el comercio augusto del Sacrificio.


SECRETA

Oh Dios, que, por medio del venerando comercio de este Sacrificio, nos haces partícipes de la única y suma Divinidad: haz, te suplicamos, que, así como conocemos tu verdad, así la vivamos con dignas costumbres. Por Nuestro Señor Jesucristo.


La antífona de la Comunión se dirige a los sacerdotes y a la vez a todos nosotros; pues, si el sacerdote ofrece la víctima santa entre todas, no debemos presentarnos nosotros con él en los atrios del Señor sin llevar para juntarla a la hostia divina esta otra víctima que somos nosotros mismos; así cumpliremos la palabra del Señor: No os presentaréis ante mi con las manos vacías[19].


COMUNIÓN

Tomad hostias, y entrad en sus atrios: adorad al Señor en su santa casa. » Al dar gracias en la Poscomunión por el don inestimable de los Misterios, pidamos al Señor nos haga cada vez más dignos.


POSCOMUNIÓN

Dámoste gracias, Señor, vigorizados con este don sagrado, y suplicamos a tu misericordia nos haga dignos de seguir participando de él. Por Nuestro Señor Jesucristo.