domingo, 23 de agosto de 2020

Boletín Dominical 23 de Agosto



Día 23 de Agosto, Domingo XII de Pentecostés.

Doble- Conm. de San Felipe Benicio, confesor. Orn. Verdes.

El Evangelio de hoy nos habla del buen samaritano. Este buen samaritano nos da un magnífico ejemplo de cómo se debe cumplir la ley cristiana de la caridad, del amor que hemos de tener a nuestros prójimos aunque nos sean desconocidos; sin esta caridad cristiana hace Dios poco caso de todas las otras virtudes.

Cumplir bien el precepto de amor es cumplir con toda la ley, porque esa virtud de la caridad perfecta nos une a la voluntad de Dios con vinculo tan estrecho, que no hay peligro de traspasar ningún precepto porque el que ama a Dios y al prójimo. Hace siempre la voluntad de Dios, de modo que siempre se podrá decir: ama y haz lo que quieras.

Cristo es también el Buen Samaritano, y quiere que lo seamos todos nosotros con todos nuestros semejantes, particularmente con los más doloridos y necesitados, ya sea física o moralmente. En el cristiano no hemos de mirar su exterior, a veces repugnante, a veces poco simpático, sino a su alma, que es preciosa a los ojos de Dios y divinizada como nosotros por la gracia de Cristo.


ENSEÑANZA DE LA IGLESIA

Extracto de la Encíclica Sapientiae Christianae de S.S. León XIII.

(10-I-1890)

Sobre las obligaciones de los cristianos. 

“Tratándose de determinar los límites de la obediencia, nadie crea que se ha de obedecer a la autoridad de los Prelados y principalmente del Romano Pontífice solamente lo que toca a los dogmas cuando no se pueden rechazar con pertinacia sin cometer crimen de herejía. Ni tampoco basta admitir con sinceridad las enseñanzas que la Iglesia, aunque no estén definidas con solemne declaración, propone con su ordinario y universal magisterio como reveladas por Dios, las cuales manda el Concilio Vaticano que se crean con fe católica y divina, sino además uno de los deberes de los cristianos es dejarse regir y gobernar por la autoridad y dirección de los Obispos y, ante todo, por la Sede Apostólica. Fácilmente se echa de ver cuán conveniente sea esto. Porque lo que se contiene en la divina revelación, parte se refiere a Dios y parte al mismo hombre y a las cosas necesarias a la salvación del hombre. (Sigue)





(Continua)Ahora bien: acerca de ambas cosas, a saber, qué se debe creer y qué obrar, como dijimos, prescribe la Iglesia por derecho divino y en la Iglesia el Sumo Pontífice, por virtud de la autoridad, debe poder juzgar qué es lo que se contiene en las enseñanzas divinas, qué doctrina concuerda con ellas, y cuál es la que de ellas se aparta, y del mismo modo señalarnos las cosas buenas y las malas; lo que es necesario hacer o evitar para conseguir la salvación; pues de otro modo no sería para los hombres interprete fiel de las enseñanzas de Dios ni guía seguro en el camino de la vida.”


Extracto de un discurso del Papa San Pio X 

(18-XI-1912)

“Cuando se ama al Papa, no se entablan discusiones en torno a lo que él dispone o exige, o  hasta donde debe llegar la obediencia y en qué cosas se debe obedecer, cuando se ama al Papa, no se dice que no ha hablado bastante claro, como si estuviera obligado a repetir al oído de cada uno la voluntad claramente expresada tantas veces no sólo de palabra, sino con cartas y otros documentos públicos; no se ponen en tela de juicio sus órdenes aduciendo el fácil pretexto de quien no quiere obedecer: que no es el Papa el que manda, sino los que le rodean; no se limita el campo en que puede y debe ejercer la autoridad; no se antepone a la autoridad del Papa la de otras personas aún doctas que disienten del Papa, las cuales, si son doctas, no son santas, porque el que es santo no puede disentir del Papa.” (AAS 4 (1912), p. 693-695.

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