domingo, 28 de junio de 2020

Sermón Domingo IV después de Pentecostés


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold



Sermón

R.P. Pío Espina Leupold



Lección
Hermanos: Estimo, pues que esos padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros. La creación está aguardando con ardiente anhelo esa manifestación de los hijos de Dios; pues si la creación está sometida a la vanidad, no es de grado, sino por la voluntad de aquel que la sometió; pero con esperanza, porque también la creación misma será libertada de la servidumbre de la corrupción para (participar de) la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que ahora la creación entera gime a una, y a una está en dolores de parto. Y no tan sólo ella, sino que asimismo nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior, aguardando la filiación, la redención de nuestro cuerpo. 
Romanos VIII, 18-23

Evangelio
En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron."  
Lucas V, 1-11



 

San Ambrosio: La Iglesia y la Sinagoga




COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron." 

(Lucas V, 1-11)




SAN AMBROSIO


La iglesia y la Sinagoga

Dio eligió dos barquillas, la Sinagoga y la Iglesia la de los profetas y Pedro. La primera fue abandonada por su falta de fe, pero la segunda es a veces sacudida por la tormenta, porque, además de Pedro, se embarcan en ella las pasiones de Judas (cf. PL 17,640 ss).


A) Las muchedumbres en torno del Señor

Podemos colegir del evangelio de hoy el gran número de milagros que obrara Nuestro Señor Jesucristo, porque refiere que eran tan grandes los beneficios hechos al pueblo, que, excitadas las muchedumbres a oírle, más bien le acometían que le suplicaban, y esperaban conseguir el remedio de su salud, no como favor a su humildad, sino a fuerza de ser importunos. De suerte que se atropellaban unas a otras (dice el Evangelio) por oír al Señor; no le abandonaban ni en el desierto; ni la sinagoga podía separarlas de Él, ni la reverencia que se debe a la divinidad era bastante a contenerlas. Tal es la costumbre de los enfermos. Mientras esperan el remedio para sus males, no cesan de pedirlo, sin atender a la oportunidad de lugar ni de tiempo, sino que, cuanto más cura el médico, tanto más importuno se vuelve el que sufre. Comprendiendo, pues, el Señor que, mientras permaneciese en tierra, no podría desprenderse de aquellas turbas que le acometían por todas partes, y viendo dos barquichuelas que se encontraban en el mar, con gran prisa subió a una de ellas, que era la de Pedro, a fin de apartar de sí, por medio de las aguas, la molestia de los importunos, ya que la reverenda que se le debía como Maestro no bastaba a reprimirla. Y desde la barquichuela de Pedro empezó inmediatamente a enseñar a los hombres su doctrina. Ved en esto la misericordia del Señor. Se separa corporalmente de los hombres, pero continúa derramando el beneficio de su doctrina. En todas partes se apiada de ellos, en todas partes los favorece. Cuándo se encuentra en la tierra, cura por el contacto las enfermedades del cuerpo; y cuando está en el mar, sana las heridas del alma con su 'enseñanza."


B) Iglesia y Sinagoga, barquillas del Señor

"Pero veamos ahora a quién representa esta navecilla de Simón Pedro, mandada traer por el Señor como la más conveniente de las dos que se encontraban en el mar, tanto para librarse de de aquellas turbas importunas como para anunciar desde ella a los hombres las palabras de fe.”


a) LA INCREDULIDAD DE LA SINAGOGA

Hemos visto ya al Señor navegar en otro barco y correr en él graves riesgos, puesto que navegó con Moisés en el mar Rojo, cuando condujo al pueblo de Israel por entre las corrientes de las ondas. Pero entonces sufrió graves afrentas… La incredulidad de la Sinagoga fué una injuria hecha al Salvador, que por ello eligió la nave de Pedro, abandonando la de Moisés, esto es, despreciando a la pérfida Sinagoga y tomando a la fiel Iglesia. En efecto, Dios preparó dos como naves que pescasen en emundo la salvación de los hombres. Así lo dice el Señor a los apóstoles: venid y os haré pescadores de hombres (Mt. 4,19). Una de estas dos naves es abandonada en la tierra vacía y como inútil, pero la otra es conducida a lo alto rica y llena. La Sinagoga es abandonada vacía e inútil en la playa, porque perdió a Cristo a pesar de los oráculos de los profetas. La iglesia es dirigida a lo alto rica y llena, porque recibe a Cristo en la doctrina de los apóstoles. La Sinagoga, repito, permanece en tierra, porque no se ocupa más que de asuntos terrenos, mas la Iglesia es conducida a lo alto, porque dirige todas sus miradas a los misterios profundos de los cielos, es decir, a aquella altura de que habla el Apóstol cuando dice: ¡Oh altura de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! (Rom. 11,33).”


b) LA FE DE LA IGLESIA

"Por eso dice a Pedro el Señor: Dirige a lo alto, esto es, a lo profundo de los conocimientos de la generación divina. Pues ¿gué cosa más profunda que lo que manifiesta Pedro al Señor: ¿Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo? (Mt. 16,16). Y puede darse algo más terreno que lo que dijeron los judíos al Señor: ¿Acaso no es éste el hijo de José el carpintero? (Mt. 13,55). Aquél, inspirado por el cielo, confiesa el nacimiento divino de Cristo; y éstos, con intención venenosa consideran carnal la generación celeste. De aquí que dijera el Salvador a Pedro: Ni la carne ni la sangre te reveló esto, sino mi Padre, que está en los cielos (Mt. 16,17); mientras que a los fariseos les dice: ¿Cemo habéis de hablar bien, cuando sois malos? (Mt. 16 y 17). Por lo tanto, el Señor sube a aquella sola nave de la que Pedro es piloto, según Él mismo dice: Y sobre piedra edificaré mi Iglesia (Mt. 10,18). Esta nave flota de tal modo por el hondo mar del mundo, que aunque éste pereciere. ella sacaría ilesos a cuantos recibió en su seno...


c) LA IGLESIA. ARCA DE. SALVACIÓN

“La figura de este arca la encontramos ya en el Antiguo Testamento. Pues así como el arca de Noé. al naufragar el mundo. salvó incólumes a todos los que encerraba dentro. así también la Iglesia de Pedro, al perecer el mundo, conservará salvos a todos aquellos que recibe dentro de si. y así como. terminado el diluvio, una paloma llevó al arca de Noé la señal de paz (Gen. 8.11), así también, terminado el juicio. Cristo llevará a la Iglesia el gozo y la paz, pues Él es la paloma o la paz. según promesa hecha por Él mismo. cuando dijo: Mas os veré de nuevo y se alegrará vuestro corazón (Io. 16,22)."


C) Las tormentas de la barquilla


a) PEDRO Y JUDAS O LA FIDELIDAD Y LA TRAICIÓN

"Pero. como leemos en el Evangelio de San Mateo. abiéndose dormido el Señor en aquella navecilla (Mt. 8.24) desde la que Él mismo nos comunica ahora los sacramentos, de su celestial doctrina. fué impulsada con tal furor por las olas agitadas. que los apóstoles temblaron por su vida. Veamos cómo se explica que la misma nave que ahora comunica a los pueblos la doctrina con toda tranquilidad. produjese entonces en los discípulos temor de muerte a causa de la borrasca y. sobre todo, a pesar de hallarse en ella también Pedro con los otros. La causa del peligro era ésta. Estaba allí. Simón Pedro pero también estaba con ellos el traidor Judas. Y aunque la fé del uno afianzaba la barquichuela, la perfidia del otro la turbaba. Hay tranquilidad donde navega Pedro solo: mas hay tempestad donde se encuentra Judas. Aunque Pedro estuviese seguro por razón de sus méritos, es perturbado. sin embargo, por los crímenes del traidor."


  • b) EL SEÑOR, TRANQUILO, Y EL MAR ALBOROTADO

Temiendo, pues, los discípulos y lleno Pedro de ansiedad. dormía el Señor. Quizá parezca duro que se durmiese el Señor cuando Pedro estaba angustiado. Pero al Señor dormía para Pedro, y al mar lo turbaba Judas. Por lo tanto, los méritos de todos son perturbados por los delitos de uno solo. Duerme Cristo, y se enfurecen los vientos (Mt. 8, 24). porque el que comete un pecado, inmediatamente hace que Cristo se duerma para él y se levante la borrasca de los espíritus inmundos. Mas es necesario que estalle la tempestad diabólica cuando descansa la tranquilidad del Señor. Por lo tanto, viendo como vemos que todos los apóstoles peligran por el pecado del solo Judas, huyamos con este ejemplo del traidor, no sea que perezcamos todos por el delito de uno solo. Arrojémosle de nuestra barquichuela, a fin de que el Señor no se duerma; antes por el contrario, nos vigile, en cuyo caso ya no tenemos que temer ninguna tormenta espiritual. Donde se encuentra íntegra la fe, allí está el Señor vigilante, enseñando y obrando el bien; allí se encuentra la paz, la tranquilidad y la medicina de todos. Mas, donde la fe se mezcla con la perfidia, Cristo se duerme y parece perezoso; hacen su aparición el miedo, la tempestad y la destrucción común. Según nuestras obras, dormirá o velará el Señor para nosotros."




sábado, 27 de junio de 2020

Boletín Dominical 28 de junio




Día 28 de Junio, Domingo IV de Pentecostés.


Conm. de San Ireneo Obispo. y Mártir. 
Doble. Orn. Verdes.

Podemos ver en el Evangelio de hoy el aspecto negativo del desarrollo de la perfección Cristiana, a saber, la lucha contra el pecado. Sabemos por la autoridad de San Pablo que Dios nunca deja que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. (1 Cor. 10 -13). Y la sana moral nos enseña que no hay pecado si falta el consentimiento.

San Pedro, en el Evangelio de hoy, le dice a Jesús que se aparte de él, pues se tenía por hombre pecador. San Pedro no entendía todavía que para dejar el pecado hay que acercarse a Jesús y no apartarse de él, pues él es el Camino, la Verdad y la Vida (Io. 14 -6). Para llegar a la Vida Eterna es necesario pasar por este Camino: imitar de la Vida de Jesús, configurarnos con él. Nuestro Señor Jesucristo dijo a Nicodemo que el hombre tiene que nacer de nuevo en espíritu para ver al reino de Dios (Io 3, 1-15), y esto de nacer de nuevo en espíritu supone morir para el pecado. Pero desgraciadamente tenemos un gran enemigo que nos acompañará por toda la vida: el hombre viejo, aquél que San Pablo dice que vive adentro de nosotros y nos incita al pecado; el hombre viejo es nuestra naturaleza caída inclinada al pecado. Los que nacieron de nuevo por la fe en Cristo deben expugnar a este hombre viejo y esto de tres formas: desterrándolo, separándolo de su señor y dueño y quitándole los víveres. 

Desterrar al hombre viejo es sacarle de su casa que es el mundo, este ambiente malsano y allegado al pecado, compuesto por personas que viven totalmente apartadas de Dios. ¡Quitémosle al hombre viejo su casa! Salgamos del mundo, alleguémonos a la Iglesia, la Casa de Dios. El señor y dueño del hombre viejo es el demonio, acerbísimo enemigo de nuestra salvación. (Continua)





(Sigue) Es por medio del demonio que muchas veces el hombre viejo nos incita al pecado. Los hombres de guerra saben que los comandantes de los ejércitos son mitad de él. Matar al comandante es ganar media batalla. Si le quitamos de cerca al hombre viejo su jefe, pronto será derrotado. Digamos con San Benito: Vade retro Satana (vete de acá Satanás). Y no escuchemos las venenosas proposiciones de Satán.

Finalmente, ¿Cuál hombre puede seguir viviendo si no se alimenta? Es, pues, la carne el alimento del hombre viejo. ¿Cuál ejercito mandaría víveres al ejército contrario? La sed insaciable de gozar es comúnmente llamada concupiscencia, y los placeres de la carne fortalecen al hombre viejo. Apartémonos de todo lo que sea impuro: figuras deshonestas, malas conversaciones, inmodestias en el vestir, etc. y hagamos todo lo posible para volvernos puros porque los puros de corazón verán a Dios (Mat 5 – 8). 

Nótese, sin embargo, que en vano pelearemos en contra el pecado si no usamos de las armas con que Dios nos provee para tal lucha. Estas armas son: la vida de oración, acercarse con frecuencia a los sacramento; llevar, en fin, una vida devota.

Pidamos la intercesión de la Virgen María: Señora de las Victorias. Si la tenemos a nuestro favor venceremos, sin duda, al pecado. 

El Padre Pio de Pietrelcina, sacerdote capuchino estigmatizado muerto en olor de santidad, tenía al Santo Rosario como un arma en contra sus enemigos. 
¡Recemos el Rosario todos los días!

domingo, 21 de junio de 2020

Sermón Domingo III después de Pentecostés


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues





Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Lección
Carísimos: Humillaos por tanto bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os ensalce a su tiempo. “Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él mismo se preocupa de vosotros”. Sed sobrios y estad en vela: vuestro adversario el diablo ronda, como un león rugiente, buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos sufren vuestros hermanos en el mundo. El Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de un breve tiempo de tribulación, Él mismo os hará aptos, firmes, fuertes e inconmovibles. A Él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén. 
I Pedro V, 6-11



Evangelio 
En aquel tiempo: Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dirigió esta parábola: “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”. Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”. 
Lucas XV, 1-10




 

Boletín Dominical 21 de junio

 
“Infúndannos tus misterios, Señor Jesús, divino fervor, con que, después de gustar la suavidad de tu dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar las cosas terrenas y amar las celestiales. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unión con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.” 
Poscomunión de la
Misa del Sagrado Corazón

Día 21 de Junio, Domingo III de Pentecostés.

Conm. de San Luís Gonzaga. Confesor. Doble. Orn. Verdes.


Admirable y bello es el cuadro que nos ofrece el Evangelio de hoy: “Y se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para oírle…” Aunque los escribas y fariseos se escandalizaban de la actitud de Cristo y dicen: “Éste acoge a los pecadores y come con ellos “, Jesucristo, el Inocente y Santo por excelencia, no se desdeña de tratar con ellos, y era tal la confianza que les inspiraba, que en virtud de ellas cobraban fuerzas y se determinaban a cambiar de vida los que antes eran esclavos del pecado y de todos los vicios. ¡Qué hermosa se muestra la misericordia de Cristo! Santa misericordia de Cristo que se mueve hoy: 1) en recibir a todo el que le busca; 2) en buscar al que huye de Él; 3) en regalar al que halla. Tengamos, pues, plena confianza en su Corazón bondadoso, de un modo particular en las ocasiones más difíciles, que Él nos salvará y encontraremos el descanso para nuestras almas.





Día 24 de Junio, la Natividad de San Juan Bautista.


Un día tocó en suerte a Zacarías quemar incienso delante de Yahvé. Acababa de entrar en el Santo; delante de él, el altar de oro con el fuego encendido; a uno y otro lado, el candelabro de siete brazos y la mesa de los panes; detrás del altar, un velo tenue separa este lugar del Santo de los Santos. Zacarías siente batir de alas: un arcángel se presenta delante de él y le dice: “No temas Zacarías; tu oración ha sido escuchada; tu mujer, Isabel, concebirá un hijo, a quien pondrás por nombre Juan. Será grande delante del Señor, y el Espíritu Santo le llenará desde antes de nacer”. Era el Arcángel San Gabriel, el mismo que anuncia a la Virgen la venida de Cristo, aunque Zacarías, por ser cosas tan portentosas, no se resolvió a creerlas, San Juan, pues, es el Profeta privilegiado que anuncia, prepara lo corazones y señala al “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Un día en el Jordán bautizó a Jesús con su bautismo de penitencia mientras se abría el Cielo y daba testimonio de la divinidad de Cristo. Tiene su momento de grandeza; todos van tras él; conmueve los pueblos, arrastra multitudes; pero desde que aparece Cristo; él se retira nuevamente al desierto, se eclipsa y encamina a todos hacia el Salvador de Israel. Dentro de poco tiempo sellará con su sangre su testimonio el gran embajador, precursor de Cristo, Redentor del mundo, que empezó por conmover a los hombres con asperezas y terrores y termina introduciéndoles en los más altos secretos del amor.





Fray Luis de Granada: El Camino de la Conversión





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo: Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dirigió esta parábola: “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”. Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”.
Lucas XV, 1-10


FRAY LUIS DE GRANADA


El Camino de la Conversión


Los trabajos del Pastor pertenecen a Adiciones al Memorial de la vida cristiana (cf. t.4: BAC, Obra selecta 1.3 BAC c'.20 v.288ss.), y describe el proceso de la justificación siguiendo los pasos del concilio Tridentino. 


A) Los trabajos del Buen Pastor


a) POR MONTES Y VALLES

"¿Quién podrá explicar los trabajos que este Señor padeció buscando, como buen pastor, la oveja perdida por montes y valles para atraerla al aprisco sobre sus hombros?… 

¡Qué de caminos echó para esto, qué de ayunos, qué de peregrinaciones, caminando de castillo en castillo, de ciudad en ciudad, de provincia en provincia! ¿Qué aldea hubo tan pobre que no quedase honrada y esclarecida con su presencia, y donde no amaneciese este nuevo Sol de justicia, y donde no dejase rastro y memoria de sus virtudes?…

Testigos son de esto los discípulos, que de pura hambre estrujaban las espigas en día de sábado para comer (Mt. 12,1). Testigos los de Cafarnaúm, que una vez lo quisieron despeñar, y los de Judea, que tantas veces lo quisieron prender y apedrear. Testigos los genezarenos, y también los samaritanos, que en su tierra no le quisieron recibir ni hospedar. Donde, como los discípulos con celo, sin discreción, le preguntasen: Señor, ¿queréis que mandemos que venga fuego del cielo que los queme?, el Señor de los ángeles, con inestimable suavidad y mansedumbre, respondió (Lc. 9,55): No sabéis cuál sea el espíritu que mora en vuestras almas, pues eso decís. El Hijo del hombre no vino a destruir almas, sino a salvarlas… 

Pues, ¿qué padecería un tan delicado cuerpo con tantos y tan trabajosos caminos y con tan pobre aparejo y provisión para caminar? Encarece el Apóstol los trabajos de sus caminos en una epístola (2 Cor. 11, 23), mucho de los cuales padecían sus discípulos, porque quien quiso padecer más trabajos a muerte que ellos no había de buscar la vida más regalada que ellos.” 


b) DESHONRAS Y PERSECUCIONES

"Pues de las deshonras y persecuciones que padeció ¿que diré? En una partes, como ya dijimos lo querían prender; en otras apedrear, en otras despeñar, en otras atar como a furioso. y en otras lo echaron de la sinagoga y público ayuntamiento (cf. o. c.. BAC. p.288).


B) Los silbos del Pastor

“Porque así como el arte y la naturaleza no hacen sus obras en un instante. sino van poco a poco disponiendo la materia y, después de ya dispuesta. en un instante se introduce la forma. así aquí primero dispone y modifica Dios el corazón del hombre con algunas inspiraciones con que secretamente le dice dentro de su alma: Mira cuánto tiempo ha que vives mal; mira cuántos millares de pecados tienes hechos contra Dios; mira cuánto te ha sufrido y esperado, y, con todo eso, cuántos beneficios te ha hecho y de cuántos males te ha librado... 

Acuérdate que fulano murió súbitamente... Mira no se canse Dios de esperarte, como lo hizo con esos otros... Mira que la pena del infierno no es así como quiera, porque es pena eterna... Estas son las aldabas y representaciones con que nuestro Señor comienza a alterar el alma y sacarla de aquel abismo y de aquellas tinieblas en que está. 

Siente el hombre estos movimientos, por una parte, y por otra ve lo que esto le importa. Mas, por otra parte, si pone en armas toda la milicia de la carne, representándole las dificultades de esta mudanza y del divorcio que ha de hacer de todos los gustos y acontecimientos del mundo, a los cuales ha de dar libelo de repudio, que es cosa muy dura."


C) El hallazgo

“De esta manera anda el alma batallando y fluctuando con estas ondas; una la trae y otra la lleva, hasta que, finalmente, en medio de esta batalla acude Dios con poderosísimo movimiento el cual de tal, manera alumbra el entendimiento del hombre y mueve su voluntad, que le hace decir un “quiero" muy de veras y muy determinado. Esto es, quiero volver a Dios, primero enmendar mi vida... Pues en este instante, obrando Dios juntamente con el hombre, es él justificado y recibido de Dios por hijo y ungido con su gracia. 

Y así parece que es como cuando uno quiere encender fuego en leña verde, que primero sopla una vez y otra, y se cansa, y llora con el humo, hasta que después, finalmente, viene, a dar un grande soplo y luego súbitamente levántase una llama con que se enciende el fuego. 

Pues ese mismo orden, regularmente hablando, guarda Dios en esta obra. Porque primero os envía una inspiración y después otra y otra, y como con éstas no se acaba el negocio. acude con otra poderosísima, la cual levanta una clarísima llama en el entendimiento, que es principio de toda esta obra tan admirable; porque de esta luz, como de una raíz, nace todo lo demás que se refiere para esta obra de la justificación." 


D) Sobre los hombros

a) LUZ NUEVA 

"Y si alguno preguntare qué cosa sea esta luz, digo que es un conocimiento sobrenatural que Dios de nuevo infunde en el entendimiento del hombre: el cual, por una manera maravillosa, le da a conocer la bondad de Dios, la hermosura de la virtud, la fealdad del pecado, la vanidad del mundo, el peligro del engaño en que hasta entonces vivió; el cual lleva en pos de sí la voluntad y le hace dar de mano a las vanidades y engaños del mundo, amar a su Creador y aborrecer sobre todas las cosas el pecado... Así como cuando Dios creó el mundo la primera cosa corporal que hizo y la primera palabra que habló fué ésta: Hágase la luz, y luego fué hecha la luz (Gen. 1,3), así, en la regeneración del hombre, que es en su justificación, la primera cosa que hace y la primera palabra que dice es: Hágase la luz. Como si dijese: Esta alma está envuelta en las tinieblas de Egipto, las cuales hacen que no vea el despeñadero y peligro en que está. Pues amanezca aquí un nuevo rayo de luz para que vea cómo está." 


b) LA AMARGURA DE LA PENITENCIA 

Pues quien quisiere llegar a este monte ha de pasar por el otro monte; quiero decir que el que quisiere recibir el espíritu del amor, primero ha de sentir el del temor, y quien quisiere sentir en su alma la obra y consolación del Evangelio, primero ha de pasar por la obra y el temor de la ley. 

Y al alma que así está dispuesta se prometen y ofrecen todas las gracias y tesoros del Evangelio, como lo significó el profeta cuando habló en persona del Salvador y dijo: El espíritu del Señor está en mí, porque él me ungió con su gracia me envió a predicar a los mansos, para que curase a los que tenían quebrantado el corazón y anunciase a los cautivos redención y a los encarcelados libertad; para que consolase a tristes y diese fortaleza a los que lloran a Sión, y les diese: corona por ceniza, y óleo de alegría por llanto, y palio de alabanza por el espíritu de su tristeza (Is. 61,1-3). 

Mira aquí por cuántas maneras de metáforas se significan: por una parte, las obras de la ley y de la penitencia, y por otra, la del Evangelio y de la gracia, y cómo las unas se prometen por las otras. 

Y, por tanto, quien quisiere entrar en el palacio de Cristo y en la celda de los vinos preciosos del verdadero Salomón, sepa que la puerta es la amargura de la penitencia y la aflicción de los trabajos, y que, si por otra quisiera entrar, será salteador y ladrón."


c) ASCENSIÓN DEL ESPÍRITU

“Sube, pues, hermano, primero con la Esposa al monte de la mirra, que es a la amargura del dolor y mortificación, y oirás aquellas palabras que se siguen luego: Toda eres hermosa, querida mía, y no hay mácula en ti... (Cant. 4,7). 

Y es mucho de notar que este mismo orden que aquí hemos declarado que comúnmente se guarda para hacer mudanza mente, la vida y subir del pecado a la gracia, ese mismo, generalmente, se guarda para subir de una gracia menor a otra mayor. 

Porque, cuando nuestro Señor quiere levantar un alma a cosas mayores, primero la dispone con gemidos, y deseos, temores, y dolores, y con aflicciones de espíritu y trabajos de cuerpo para darle sus dones queriendo que siempre preceda este invierno lluvioso y tempestuoso al verano florido y fructuoso de sus dones y gracias. Y cuanto mayores han de ser las gracias, tanto suelen ser mayores las aflicciones y deseos que para esto han de preceder."





domingo, 14 de junio de 2020

Sermón Domingo II después de Pentecostés



Sermón

R, P. Gabriel M. G. Rodrigues




Sermón II

R.P. Pío Espina Leupold


Lección
Carísimos: No os extrañéis, hermanos, de que el mundo os odie. Nosotros conocemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama se queda en la muerte. Todo el que odia a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene permanente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; así nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Quien tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra sus entrañas ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra, y con la lengua, sino de obra y en verdad. 
I Juan III, 13-18



Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos esta parábola: “Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena”. 
Lucas XIV, 16-24
 



sábado, 13 de junio de 2020

Boletín Dominical 14 de junio



Día 14 de Junio, Domingo II después de Pentecostés

(El antiguo domingo infraoctava de Corpus Christi). Doble.

 Conm. San Basilio. Obispo, Confesor y Doctor. Orn. Verdes


El Evangelio de hoy nos habla de la gran cena o del gran banquete que hizo un hombre rico y poderoso y al cual invitó a numerosos comensales. Hermosa y significativa es la parábola de hoy la cual es imagen o figura del banquete eucarístico al cual invita Dios a todos los fieles. Y sin embargo, como en la parábola, muchos s e excusan de asistir, presos en las redes de las preocupaciones mundanas y terrenas, que no les deja pensar en los intereses del alma. Languidece ésta por dar demasiadas satisfacciones al cuerpo, y no asisten al banquete al que Dios les invita para enriquecerlos con su gracia. Dejan a Dios por seguir tras sus concupiscencias. Acerquémonos, pues, a éste divino convite lo más devota y frecuentemente que nos sea posible, y no busquemos excusas para apartarnos de él. 







Porque la Eucaristía es, con toda verdad, una gran cena, un banquete esplendido, un convite divino. ¿Cuáles son los manjares y vinos que en este convite se sirven? Acaba de inmolarse en el Santo Sacrificio de la Misa el Cordero de Dios, acaba de ser místicamente derramada su sangre inmaculada; y allí están sobre la mesa sagrada las carnes del Cordero de Dios bajo la figura de de pan, la sangre de la Victima bajo la especie de vino: pan y vino puestos a disposición del pueblo fiel que quiera nutrirse con la carne del Cordero Divino, y regenerarse con su Sangre generosa. Pan verdadero, pan del Cielo, pan de vida, pan de Dios. Sin embargo, ¡cuántos hay que se retraen de éste convite y menosprecian este Pan! Como los invitados de la parábola: que, por pereza, por atender negocios o placeres, dejan la invitación.


                                                                                       
       
“Infúndannos tus misterios, Señor Jesús, divino fervor, con que, después de gustar la suavidad de tu dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar las cosas terrenas y amar las celestiales. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unión con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.” 

Poscomunión de la 
Misa del Sagrado Corazón



domingo, 7 de junio de 2020

Sermón Fiesta de la Santísima Trinidad




Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección
¡Oh, profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, y cuán insondables sus caminos! Porque ¿quién ha conocido el pensamiento del Señor? O ¿quién ha sido su consejero? O ¿quién le ha dado primero, para que en retorno se le dé pago? Porque de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén.
Romanos XI, 33-36


Evangelio
En aquel tiempo Dijo Jesús a sus discípulos: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizandolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.
Mateo 28, 18-20



 

Símbolo Atanasiano






SÍMBOLO ATANASIANO 
 
”Todo el que quiera salvarse, ante todo es necesario que mantenga la fe católica;

Quién no la conserve íntegra y sin error, sin duda perecerá para siempre. 

Ahora bien fe católica consiste en que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad.

No se han de confundir las personas ni se debe separar la substancia. 

Pues una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo. 

Mas una es la divinidad del Padre, como la del Hijo y del Espíritu Santo: igual la gloria y coeterna majestad. 

Cual el Padre, tal es el Hijo, y tal es el Espíritu Santo. 

Increado es el Padre, lo mismo que el Hijo y el Espíritu Santo. 

Inmenso es el Padre, inmenso el Hijo, e inmenso el Espíritu Santo. 

Eterno el Padre, eterno el Hijo, y eterno el Espíritu Santo. 

Y con todo no son tres eternos, sino un eterno. 

Así como no son tres increados ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.

Asimismo el Padre es omnipotente, omnipotente el Hijo y omnipotente, el Espíritu Santo.

Y con todo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.

Así el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. 

Y no obstante no hay tres dioses, sino un solo Dios. 

Así el Padre es Señor, el Hijo es Señor, y el Espíritu Santo es Señor. 

Y no obstante no hay tres Señores, sino un solo Señor. 

Porque, así como la cristiana verdad nos obliga a confesar que en particular cada una de las personas es Dios y Señor, así la católica religión nos prohíbe decir que haya tres Dioses o Señores.

El Padre por nadie fue hecho, ni creado, ni engendrado. 

El Hijo viene solo del Padre; no fue hecho, ni creado, sino que es engendrado. 

El Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, no fue hecho, ni engendrado, sino que procede. 

Por lo mismo, hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.

Y en esta Trinidad nada hay que sea primero o postrero, nada mayor o menor, sino que las tres personas son coeternas y coiguales.

De tal suerte que en todo, como ya se ha dicho, deba venerarse la Unidad en Trinidad y la Trinidad en Unidad. 

El que quiera ser salvo,  así debe creer de la Trinidad.

Pero es necesario además, para la eterna salvación, que crea fielmente en la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

La recta fe nos enseña a creer y confesar que Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre.

Es Dios, por haber sido engendrado de la sustancia del Padre, antes de los siglos; y es hombre, de la substancia de su Madre, nacido en el tiempo.

Perfecto Dios y perfecto hombre, subsistente por el alma racional y la carne humana. 

Igual al Padre según la divinidad: menor que el Padre según su humanidad. 

El cual si bien es Dios y hombre, con todo no son dos, sino un solo Cristo. 

Uno, no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios. 

Uno del todo, no por la mezcla de la sustancia, sino por la unidad de la persona. 

Pues así como el alma racional y la carne constituye el hombre, así Dios y hombre constituye a Cristo.

El cual padeció por nuestra salvación; descendió a los infiernos, y e tercer día resucitó de los muertos.

Subió a los cielos; está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente; y de allí ha de venir para juzgar a los vivos y a los muertos. 

A cuya venida todos los hombres habrán de resucitar con sus cuerpos, y habrán de ser juzgados de sus propias obras.

Y los que hayan obrado bien, irán a la vida eterna; y los que obraron mal; al fuego eterno. 

Esta es la fe católica la cual si cada uno no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse.”

Gloria al Padre

sábado, 6 de junio de 2020

Boletín Dominical 7 de junio




Día 7 de Junio, Fiesta de la Santísima Trinidad

Doble de I Clase. Ornamentos Blancos.


El más grande misterio de nuestra santa religión, el más profundo, santo e incomprensible dogma de nuestra fe, la verdad revelada más alta y sagrada es la de la Trinidad Augusta e Individua, alrededor de la cual gira toda la liturgia católica. Puede decirse que en el nombre de la Santísima Trinidad somos bautizados, al Padre por medio de Jesucristo, su Hijo, y en unidad con el Espíritu Santo, se ofrece todos los días el santo sacrificio de la Misa. Además, la creencia en este misterio es absolutamente necesaria para salvarse. Así nos lo dice y manda la Iglesia al aprobar como dogma de fe el Símbolo o Credo de San Atanasio, puesto contra los herejes patripacianos, macedonios, maniqueos y priscilianistas: “quien quiera ser salvo, ante todas cosas es necesario que profese la fe católica, la cual si no guardase integra e inviolablemente perecerá para siempre. Y la fe católica es esta: que veneremos un solo Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, sin confundir las personas, ni separar la sustancia divina, porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo, mas una es la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, una la majestad, una la gloria”. (Continúa.)





(Sigue) Es esta una verdad que traspasa las fronteras de nuestro entendimiento que solo alcanzaremos a comprender en la otra vida, cuando gocemos de la contemplación de Dios. Y no nos parezca mucho haya en el ser infinito de Dios verdades que superen la capacidad tan limitada de nuestro entendimiento. Por consiguiente, puede decirse que el misterio de la Trinidad es el misterio en que nuestra fe da más honor a Dios por el sacrificio que le hace de toda nuestra razón.

Fruto práctico de esta festividad sea el propósito de hacer la señal  del cristiano con aquel amor, reverencia y devoción que merecen la tres divinas Personas que invocamos, y que fomentemos entre nosotros aquella caridad y unión que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es Dios Nuestro Señor uno en esencia y trino en personas: un solo Dios verdadero y tres Personas Divinas. “Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y esos tres son uno”, dice San Juan (I, 5,7). 






San Bernardo: Sobre las Obras de la Trinidad en Nosotros



COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRNIDAD
(Domingo Primero después de Pentecostés)


En aquel tiempo Dijo Jesús a sus discípulos: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.
Mateo 28, 18-20



SAN BERNARDO,
ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA


Obras de la Trinidad en nosotros 

He incluído un sermón sentidísimo de San Bernardo. Figura como el segundo de Pentecostés. pero puede servir para esta domínica (cf. BAC, Obras completas c.1 p.569 ss.). 


A) El Padre envía a su Hijo

"Ea, pues, hermanos, meditemos las obras de la Trinidad sobre nosotros y para nosotros, desde el principio del mundo hasta el fin, y veamos cuán solícita anduvo aquella Majestad a quien incumbe la disposición y gobierno de los siglos de que no nos perdiésemos para siempre. Poderosamente, a la verdad, había fabricado todas las cosas, y sabiamente las gobernaba, y tanto de su poder como de su sabiduría teníamos señales evidentísimas en la creación y conservación de la máquina del mundo. Había, sin duda, bondad en Dios, bondad grande y excelsa sobremanera; pero estaba escondida en el corazón del Padre, para ser ampliamente difundida algún día sobre el linaje de los hijos de Adán a su, tiempo oportuno. Mientras tanto, decía el Señor: Yo medito pensamientos de paz (ler. 29,11); disponiéndose a enviarnos a Aquél que es nuestra paz, a Aquel que de dos pueblos hizo uno solo, a fin de dar al mundo una paz sobre toda paz: paz a los que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Al Verbo de Dios, colocado en las alturas de la divinidad, le convidó a bajar a nosotros su propia benignidad; la misericordia le arrancó de su trono; la verdad, puesto que nos había prometido venir, le constriñó a realizarlo; la pureza de un seno virginal le recibió, salva la integridad de la Virgen, y su poder le sacó de allí dejándola intacta; la obediencia acompañóle en todos sus caminos; la paciencia le sirvió de potente armadura, y su caridad, en palabras, obras y milagros le manifestó" (cf. n.2 p.509-510).


B) La obra del Hijo 

Amplísimo tema el de mis males y el de los bienes de mi Señor. 

La serpiente, hablando al oído de la mujer, introdujo el veneno en el mundo. El ángel, hablando a María, consiguió que llegara el Verbo al seno de la mujer, para que por el mismo camino por donde entró veneno penetrase la triaca. Concebido por obra del Espíritu Santo limpió nuestra concepción, "no siendo ociosa de esta suerte la vida de Cristo ni en “el seno mismo de María", convirtiéndola en "el punto central de la tierra" (cf. n.3 y 4 p.510-511). 

"¿Te dignarás, Señor' Jesús, darme tu vida, como me diste tu concepción? Pues no sólo mi concepción es inmunda, si, mi muerte perversa, mi vida llena do peligros; y aun después de mi muerte me queda una muerte más grave, que es la muerte segunda. 

No sólo te daré mi concepción, me responde Jesús, sino también mi vida, y esto por todos los grados de las edades. de la infancia, de la niñez, de la adolescencia y de la juventud; te lo daré todo, añade, dándote, además, mi muerte, mi resurrección, mi ascensión y la venida del Espíritu Santo. Y esto con el fin de que mi concepción purifique la tuya, mi vida instruya la tuya, mi muerte destruya la tuya, mi resurrección proceda la tuya, mi ascensión prepare la tuya y el Espíritu divino ayude la flaqueza tuya. Así verás llanamente el camino por donde debes ir, la cautela con que debes ir y a qué mansión debes ir. En mi vida conocerás la tuya, para que, así como yo guardé las sendas rectísimas de la pobreza y obediencia, de la humildad y de la paciencia, de la caridad y la misericordia, así también tú vayas por las huellas mismas', no ladeando a diestra ni a siniestra. Mas en mi muerte te dejaré mi justicia', rompiendo el yugo de tu cautiverio y combatiendo a los enemigos que están en el camino o junto al camino, para que ya jamás te causen daño. Cumplidas estas cosas, volveréme a la casa de donde salí restituiré mi rostro a aquellas ovejas que habían quedado en los montes precisamente para hacer que volvieses, sino para traerte sobre mis hombros yo mismo (cf, n.5 p.511-512).


C) La misión del Espíritu Santo

 «Y para que de mi ausencia no te quejes o te contristes, enviaré al Espíritu consolador, que te dé prenda de salud, robustez de vida, luz de ciencia, para que el mismo Espíritu dé testimonio a tu espíritu de que eres hijo de Dios, para que imprima y te muestre en tu corazón señales certísimas de su predestinación. El difundirá alegría en tu corazón y lo emparará de celestial rocío, si no continuamente, al menos muchísimas veces, para fecundar tu alma. Te dará también robustez de vida, para que lo que naturalmente es imposible, se te haga con su gracia no sólo posible, sino fácil, y en trabajos, vigilias, en hambre y sed y en todas las observancias religiosas camines deleitablemente, acumulando sin cesar riquezas celestiales. Te dará, en fin, luz de ciencia, para que, cuando toda lo hayas hecho bien, te reputes siervo inútil y todo el bien que halles en ti lo atribuyas a aquel Señor de quien procede todo lo bueno y sin el cual no sólo un poco, sino absolutamente nada puedes comenzar y mucho menos perfeccionar. Así, pues, el Espíritu Santo en estas tres cosas te las enseñará tedas; pero todas las que pertenezcan a tu salvación, porque en ellas está la plena y absoluta perfección" (cf. n.6 p.512). 


D) Exhortación

"Ya veis, pues, con cuánta verdad se expresó aquel que dijo: El Señor anda solícito por mí (Ps. 39,18). El Padre, por redimir al siervo, no perdona al Hijo; el Hijo por Él se entrega a la muerte gustosísimamente; uno y otro envían al Espíritu Santo, y el mismo Espíritu pide por nosotros con inefables gemidos. 

¡Oh duros y endurecidos y rebeldes hijos de Adán, a quienes no ablanda tanta benignidad, tan abrasadora llama, ardor tan grande:... ¿Qué más debía hacer y no lo hizo?... ¿Qué busca de ti el que con tanta solicitud te buscó, sino que andes solícito con tu Dios? Esta solicitud no te la da sino el Espíritu Santo, que ni la más pequeña paja sufre en la habitación del corazón que posee, sino que al punto la consume con el fuego de una sutilísima circunspección; Espíritu suave y dulce, el cual inclina nuestra voluntad, o más bien la endereza y conforma con la suya, a fin de que Podamos verdaderamente entenderla, fervorosamente amarla, eficazmente cumplirla" (cf. n.7 y 8 p.512-513).