sábado, 6 de junio de 2020

San Bernardo: Sobre las Obras de la Trinidad en Nosotros



COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRNIDAD
(Domingo Primero después de Pentecostés)


En aquel tiempo Dijo Jesús a sus discípulos: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.
Mateo 28, 18-20



SAN BERNARDO,
ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA


Obras de la Trinidad en nosotros 

He incluído un sermón sentidísimo de San Bernardo. Figura como el segundo de Pentecostés. pero puede servir para esta domínica (cf. BAC, Obras completas c.1 p.569 ss.). 


A) El Padre envía a su Hijo

"Ea, pues, hermanos, meditemos las obras de la Trinidad sobre nosotros y para nosotros, desde el principio del mundo hasta el fin, y veamos cuán solícita anduvo aquella Majestad a quien incumbe la disposición y gobierno de los siglos de que no nos perdiésemos para siempre. Poderosamente, a la verdad, había fabricado todas las cosas, y sabiamente las gobernaba, y tanto de su poder como de su sabiduría teníamos señales evidentísimas en la creación y conservación de la máquina del mundo. Había, sin duda, bondad en Dios, bondad grande y excelsa sobremanera; pero estaba escondida en el corazón del Padre, para ser ampliamente difundida algún día sobre el linaje de los hijos de Adán a su, tiempo oportuno. Mientras tanto, decía el Señor: Yo medito pensamientos de paz (ler. 29,11); disponiéndose a enviarnos a Aquél que es nuestra paz, a Aquel que de dos pueblos hizo uno solo, a fin de dar al mundo una paz sobre toda paz: paz a los que estaban lejos y paz a los que estaban cerca. Al Verbo de Dios, colocado en las alturas de la divinidad, le convidó a bajar a nosotros su propia benignidad; la misericordia le arrancó de su trono; la verdad, puesto que nos había prometido venir, le constriñó a realizarlo; la pureza de un seno virginal le recibió, salva la integridad de la Virgen, y su poder le sacó de allí dejándola intacta; la obediencia acompañóle en todos sus caminos; la paciencia le sirvió de potente armadura, y su caridad, en palabras, obras y milagros le manifestó" (cf. n.2 p.509-510).


B) La obra del Hijo 

Amplísimo tema el de mis males y el de los bienes de mi Señor. 

La serpiente, hablando al oído de la mujer, introdujo el veneno en el mundo. El ángel, hablando a María, consiguió que llegara el Verbo al seno de la mujer, para que por el mismo camino por donde entró veneno penetrase la triaca. Concebido por obra del Espíritu Santo limpió nuestra concepción, "no siendo ociosa de esta suerte la vida de Cristo ni en “el seno mismo de María", convirtiéndola en "el punto central de la tierra" (cf. n.3 y 4 p.510-511). 

"¿Te dignarás, Señor' Jesús, darme tu vida, como me diste tu concepción? Pues no sólo mi concepción es inmunda, si, mi muerte perversa, mi vida llena do peligros; y aun después de mi muerte me queda una muerte más grave, que es la muerte segunda. 

No sólo te daré mi concepción, me responde Jesús, sino también mi vida, y esto por todos los grados de las edades. de la infancia, de la niñez, de la adolescencia y de la juventud; te lo daré todo, añade, dándote, además, mi muerte, mi resurrección, mi ascensión y la venida del Espíritu Santo. Y esto con el fin de que mi concepción purifique la tuya, mi vida instruya la tuya, mi muerte destruya la tuya, mi resurrección proceda la tuya, mi ascensión prepare la tuya y el Espíritu divino ayude la flaqueza tuya. Así verás llanamente el camino por donde debes ir, la cautela con que debes ir y a qué mansión debes ir. En mi vida conocerás la tuya, para que, así como yo guardé las sendas rectísimas de la pobreza y obediencia, de la humildad y de la paciencia, de la caridad y la misericordia, así también tú vayas por las huellas mismas', no ladeando a diestra ni a siniestra. Mas en mi muerte te dejaré mi justicia', rompiendo el yugo de tu cautiverio y combatiendo a los enemigos que están en el camino o junto al camino, para que ya jamás te causen daño. Cumplidas estas cosas, volveréme a la casa de donde salí restituiré mi rostro a aquellas ovejas que habían quedado en los montes precisamente para hacer que volvieses, sino para traerte sobre mis hombros yo mismo (cf, n.5 p.511-512).


C) La misión del Espíritu Santo

 «Y para que de mi ausencia no te quejes o te contristes, enviaré al Espíritu consolador, que te dé prenda de salud, robustez de vida, luz de ciencia, para que el mismo Espíritu dé testimonio a tu espíritu de que eres hijo de Dios, para que imprima y te muestre en tu corazón señales certísimas de su predestinación. El difundirá alegría en tu corazón y lo emparará de celestial rocío, si no continuamente, al menos muchísimas veces, para fecundar tu alma. Te dará también robustez de vida, para que lo que naturalmente es imposible, se te haga con su gracia no sólo posible, sino fácil, y en trabajos, vigilias, en hambre y sed y en todas las observancias religiosas camines deleitablemente, acumulando sin cesar riquezas celestiales. Te dará, en fin, luz de ciencia, para que, cuando toda lo hayas hecho bien, te reputes siervo inútil y todo el bien que halles en ti lo atribuyas a aquel Señor de quien procede todo lo bueno y sin el cual no sólo un poco, sino absolutamente nada puedes comenzar y mucho menos perfeccionar. Así, pues, el Espíritu Santo en estas tres cosas te las enseñará tedas; pero todas las que pertenezcan a tu salvación, porque en ellas está la plena y absoluta perfección" (cf. n.6 p.512). 


D) Exhortación

"Ya veis, pues, con cuánta verdad se expresó aquel que dijo: El Señor anda solícito por mí (Ps. 39,18). El Padre, por redimir al siervo, no perdona al Hijo; el Hijo por Él se entrega a la muerte gustosísimamente; uno y otro envían al Espíritu Santo, y el mismo Espíritu pide por nosotros con inefables gemidos. 

¡Oh duros y endurecidos y rebeldes hijos de Adán, a quienes no ablanda tanta benignidad, tan abrasadora llama, ardor tan grande:... ¿Qué más debía hacer y no lo hizo?... ¿Qué busca de ti el que con tanta solicitud te buscó, sino que andes solícito con tu Dios? Esta solicitud no te la da sino el Espíritu Santo, que ni la más pequeña paja sufre en la habitación del corazón que posee, sino que al punto la consume con el fuego de una sutilísima circunspección; Espíritu suave y dulce, el cual inclina nuestra voluntad, o más bien la endereza y conforma con la suya, a fin de que Podamos verdaderamente entenderla, fervorosamente amarla, eficazmente cumplirla" (cf. n.7 y 8 p.512-513). 




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