domingo, 7 de junio de 2020

Símbolo Atanasiano






SÍMBOLO ATANASIANO 
 
”Todo el que quiera salvarse, ante todo es necesario que mantenga la fe católica;

Quién no la conserve íntegra y sin error, sin duda perecerá para siempre. 

Ahora bien fe católica consiste en que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad.

No se han de confundir las personas ni se debe separar la substancia. 

Pues una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo. 

Mas una es la divinidad del Padre, como la del Hijo y del Espíritu Santo: igual la gloria y coeterna majestad. 

Cual el Padre, tal es el Hijo, y tal es el Espíritu Santo. 

Increado es el Padre, lo mismo que el Hijo y el Espíritu Santo. 

Inmenso es el Padre, inmenso el Hijo, e inmenso el Espíritu Santo. 

Eterno el Padre, eterno el Hijo, y eterno el Espíritu Santo. 

Y con todo no son tres eternos, sino un eterno. 

Así como no son tres increados ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.

Asimismo el Padre es omnipotente, omnipotente el Hijo y omnipotente, el Espíritu Santo.

Y con todo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.

Así el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. 

Y no obstante no hay tres dioses, sino un solo Dios. 

Así el Padre es Señor, el Hijo es Señor, y el Espíritu Santo es Señor. 

Y no obstante no hay tres Señores, sino un solo Señor. 

Porque, así como la cristiana verdad nos obliga a confesar que en particular cada una de las personas es Dios y Señor, así la católica religión nos prohíbe decir que haya tres Dioses o Señores.

El Padre por nadie fue hecho, ni creado, ni engendrado. 

El Hijo viene solo del Padre; no fue hecho, ni creado, sino que es engendrado. 

El Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, no fue hecho, ni engendrado, sino que procede. 

Por lo mismo, hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.

Y en esta Trinidad nada hay que sea primero o postrero, nada mayor o menor, sino que las tres personas son coeternas y coiguales.

De tal suerte que en todo, como ya se ha dicho, deba venerarse la Unidad en Trinidad y la Trinidad en Unidad. 

El que quiera ser salvo,  así debe creer de la Trinidad.

Pero es necesario además, para la eterna salvación, que crea fielmente en la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

La recta fe nos enseña a creer y confesar que Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre.

Es Dios, por haber sido engendrado de la sustancia del Padre, antes de los siglos; y es hombre, de la substancia de su Madre, nacido en el tiempo.

Perfecto Dios y perfecto hombre, subsistente por el alma racional y la carne humana. 

Igual al Padre según la divinidad: menor que el Padre según su humanidad. 

El cual si bien es Dios y hombre, con todo no son dos, sino un solo Cristo. 

Uno, no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios. 

Uno del todo, no por la mezcla de la sustancia, sino por la unidad de la persona. 

Pues así como el alma racional y la carne constituye el hombre, así Dios y hombre constituye a Cristo.

El cual padeció por nuestra salvación; descendió a los infiernos, y e tercer día resucitó de los muertos.

Subió a los cielos; está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente; y de allí ha de venir para juzgar a los vivos y a los muertos. 

A cuya venida todos los hombres habrán de resucitar con sus cuerpos, y habrán de ser juzgados de sus propias obras.

Y los que hayan obrado bien, irán a la vida eterna; y los que obraron mal; al fuego eterno. 

Esta es la fe católica la cual si cada uno no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse.”

Gloria al Padre

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