domingo, 28 de junio de 2020

San Ambrosio: La Iglesia y la Sinagoga




COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron." 

(Lucas V, 1-11)




SAN AMBROSIO


La iglesia y la Sinagoga

Dio eligió dos barquillas, la Sinagoga y la Iglesia la de los profetas y Pedro. La primera fue abandonada por su falta de fe, pero la segunda es a veces sacudida por la tormenta, porque, además de Pedro, se embarcan en ella las pasiones de Judas (cf. PL 17,640 ss).


A) Las muchedumbres en torno del Señor

Podemos colegir del evangelio de hoy el gran número de milagros que obrara Nuestro Señor Jesucristo, porque refiere que eran tan grandes los beneficios hechos al pueblo, que, excitadas las muchedumbres a oírle, más bien le acometían que le suplicaban, y esperaban conseguir el remedio de su salud, no como favor a su humildad, sino a fuerza de ser importunos. De suerte que se atropellaban unas a otras (dice el Evangelio) por oír al Señor; no le abandonaban ni en el desierto; ni la sinagoga podía separarlas de Él, ni la reverencia que se debe a la divinidad era bastante a contenerlas. Tal es la costumbre de los enfermos. Mientras esperan el remedio para sus males, no cesan de pedirlo, sin atender a la oportunidad de lugar ni de tiempo, sino que, cuanto más cura el médico, tanto más importuno se vuelve el que sufre. Comprendiendo, pues, el Señor que, mientras permaneciese en tierra, no podría desprenderse de aquellas turbas que le acometían por todas partes, y viendo dos barquichuelas que se encontraban en el mar, con gran prisa subió a una de ellas, que era la de Pedro, a fin de apartar de sí, por medio de las aguas, la molestia de los importunos, ya que la reverenda que se le debía como Maestro no bastaba a reprimirla. Y desde la barquichuela de Pedro empezó inmediatamente a enseñar a los hombres su doctrina. Ved en esto la misericordia del Señor. Se separa corporalmente de los hombres, pero continúa derramando el beneficio de su doctrina. En todas partes se apiada de ellos, en todas partes los favorece. Cuándo se encuentra en la tierra, cura por el contacto las enfermedades del cuerpo; y cuando está en el mar, sana las heridas del alma con su 'enseñanza."


B) Iglesia y Sinagoga, barquillas del Señor

"Pero veamos ahora a quién representa esta navecilla de Simón Pedro, mandada traer por el Señor como la más conveniente de las dos que se encontraban en el mar, tanto para librarse de de aquellas turbas importunas como para anunciar desde ella a los hombres las palabras de fe.”


a) LA INCREDULIDAD DE LA SINAGOGA

Hemos visto ya al Señor navegar en otro barco y correr en él graves riesgos, puesto que navegó con Moisés en el mar Rojo, cuando condujo al pueblo de Israel por entre las corrientes de las ondas. Pero entonces sufrió graves afrentas… La incredulidad de la Sinagoga fué una injuria hecha al Salvador, que por ello eligió la nave de Pedro, abandonando la de Moisés, esto es, despreciando a la pérfida Sinagoga y tomando a la fiel Iglesia. En efecto, Dios preparó dos como naves que pescasen en emundo la salvación de los hombres. Así lo dice el Señor a los apóstoles: venid y os haré pescadores de hombres (Mt. 4,19). Una de estas dos naves es abandonada en la tierra vacía y como inútil, pero la otra es conducida a lo alto rica y llena. La Sinagoga es abandonada vacía e inútil en la playa, porque perdió a Cristo a pesar de los oráculos de los profetas. La iglesia es dirigida a lo alto rica y llena, porque recibe a Cristo en la doctrina de los apóstoles. La Sinagoga, repito, permanece en tierra, porque no se ocupa más que de asuntos terrenos, mas la Iglesia es conducida a lo alto, porque dirige todas sus miradas a los misterios profundos de los cielos, es decir, a aquella altura de que habla el Apóstol cuando dice: ¡Oh altura de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! (Rom. 11,33).”


b) LA FE DE LA IGLESIA

"Por eso dice a Pedro el Señor: Dirige a lo alto, esto es, a lo profundo de los conocimientos de la generación divina. Pues ¿gué cosa más profunda que lo que manifiesta Pedro al Señor: ¿Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo? (Mt. 16,16). Y puede darse algo más terreno que lo que dijeron los judíos al Señor: ¿Acaso no es éste el hijo de José el carpintero? (Mt. 13,55). Aquél, inspirado por el cielo, confiesa el nacimiento divino de Cristo; y éstos, con intención venenosa consideran carnal la generación celeste. De aquí que dijera el Salvador a Pedro: Ni la carne ni la sangre te reveló esto, sino mi Padre, que está en los cielos (Mt. 16,17); mientras que a los fariseos les dice: ¿Cemo habéis de hablar bien, cuando sois malos? (Mt. 16 y 17). Por lo tanto, el Señor sube a aquella sola nave de la que Pedro es piloto, según Él mismo dice: Y sobre piedra edificaré mi Iglesia (Mt. 10,18). Esta nave flota de tal modo por el hondo mar del mundo, que aunque éste pereciere. ella sacaría ilesos a cuantos recibió en su seno...


c) LA IGLESIA. ARCA DE. SALVACIÓN

“La figura de este arca la encontramos ya en el Antiguo Testamento. Pues así como el arca de Noé. al naufragar el mundo. salvó incólumes a todos los que encerraba dentro. así también la Iglesia de Pedro, al perecer el mundo, conservará salvos a todos aquellos que recibe dentro de si. y así como. terminado el diluvio, una paloma llevó al arca de Noé la señal de paz (Gen. 8.11), así también, terminado el juicio. Cristo llevará a la Iglesia el gozo y la paz, pues Él es la paloma o la paz. según promesa hecha por Él mismo. cuando dijo: Mas os veré de nuevo y se alegrará vuestro corazón (Io. 16,22)."


C) Las tormentas de la barquilla


a) PEDRO Y JUDAS O LA FIDELIDAD Y LA TRAICIÓN

"Pero. como leemos en el Evangelio de San Mateo. abiéndose dormido el Señor en aquella navecilla (Mt. 8.24) desde la que Él mismo nos comunica ahora los sacramentos, de su celestial doctrina. fué impulsada con tal furor por las olas agitadas. que los apóstoles temblaron por su vida. Veamos cómo se explica que la misma nave que ahora comunica a los pueblos la doctrina con toda tranquilidad. produjese entonces en los discípulos temor de muerte a causa de la borrasca y. sobre todo, a pesar de hallarse en ella también Pedro con los otros. La causa del peligro era ésta. Estaba allí. Simón Pedro pero también estaba con ellos el traidor Judas. Y aunque la fé del uno afianzaba la barquichuela, la perfidia del otro la turbaba. Hay tranquilidad donde navega Pedro solo: mas hay tempestad donde se encuentra Judas. Aunque Pedro estuviese seguro por razón de sus méritos, es perturbado. sin embargo, por los crímenes del traidor."


  • b) EL SEÑOR, TRANQUILO, Y EL MAR ALBOROTADO

Temiendo, pues, los discípulos y lleno Pedro de ansiedad. dormía el Señor. Quizá parezca duro que se durmiese el Señor cuando Pedro estaba angustiado. Pero al Señor dormía para Pedro, y al mar lo turbaba Judas. Por lo tanto, los méritos de todos son perturbados por los delitos de uno solo. Duerme Cristo, y se enfurecen los vientos (Mt. 8, 24). porque el que comete un pecado, inmediatamente hace que Cristo se duerma para él y se levante la borrasca de los espíritus inmundos. Mas es necesario que estalle la tempestad diabólica cuando descansa la tranquilidad del Señor. Por lo tanto, viendo como vemos que todos los apóstoles peligran por el pecado del solo Judas, huyamos con este ejemplo del traidor, no sea que perezcamos todos por el delito de uno solo. Arrojémosle de nuestra barquichuela, a fin de que el Señor no se duerma; antes por el contrario, nos vigile, en cuyo caso ya no tenemos que temer ninguna tormenta espiritual. Donde se encuentra íntegra la fe, allí está el Señor vigilante, enseñando y obrando el bien; allí se encuentra la paz, la tranquilidad y la medicina de todos. Mas, donde la fe se mezcla con la perfidia, Cristo se duerme y parece perezoso; hacen su aparición el miedo, la tempestad y la destrucción común. Según nuestras obras, dormirá o velará el Señor para nosotros."




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