domingo, 31 de octubre de 2021

Sermón Fiesta de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo



Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección

Hermanos: Damos gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados. Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

Colosenses I, 12-20


Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

Juan XVIII, 33-37

sábado, 30 de octubre de 2021

San Juan Crisóstomo: La Divinidad de Cristo

 



COMENTARIO AL EVANGELIO

FIESTA DE LA REALEZA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO



En aquel tiempo: Dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Juan XVIII, 33-37

 


SAN JUAN CRISOSTOMO

Comentarios sobre la Epístola a los Colosenses. El Crisóstomo rke gran parte de ellos contra Pablo de Samosata (cf. Hom. 3: 61,317-324).


A) Divinidad de Cristo


a) IMAGEN DEL PADRE

San Pablo, explicando la dignidad del Hijo, nos lo presenta como imagen perfectísima del Dios invisible y en todo semejante a su modelo, y, por lo tanto, invisible como El (C01.1,15). No puede el arte humano producir imágenes consustanciales, pero sí que lo puede Dios. sa esta imagen no hubiera alcanzado tal grado de perfección, limitándose a un simple parecido, hubiera fallado la intención de Pablo de probarnos que Cristo, por ser imagen de Dios invisible, es superior a toda criatura. En esa forma, ¿no son también imágenes de Dios los ángeles y hasta el alma humana? Incluso gozan de cierta invisibilidad, siquiera sea relativa, pues si nosotros no los podemos ver, en cambio ellos se ven unos a otros (n.1). 


b) PRIMOGÉNITO

Ni dice primer creado, sino primogénito (Col. 1,15), ciñéndose a indicar sólo la prioridad en la existencia. Es Primogénito porque es antes que todo. Más aún: todo ha sido creado por El y en El. "¿Qué quiere decir lo de en El? (ibid., 16). Pues que toda sustancia pende de El, porque no sólo la creó de la nada, sino que la contiene en sí mismo, Y si por .un momento se separase de su providencia, desaparecería". 

"Por cierto que no emplea la palabra contener, que es Más grosera, sino otra expresión más sutil, a saber, la de Pender de El... En este sentido el Primogénito es el fundamento de todo, lo cual no significa quo las criaturas participen de su esencia, sino que todo existe en El y por El. Del mismo modo, cuando Pablo, en otro lugar, afirma quo puso los cimientos (1 Con 340), no Indica que comunicara su propia esencia, sino su operación" (n.2). 

Después de habernos hablado de Cristo como el primero en el ser y como creador del mundo, pasa a proponérnoslo como el primero dentro de las generaciones humanas. 

Cierto que siempre nos ha dicho que lo fué Adán, pero ahora el Apóstol se refiere a la Iglesia como la representación del género humano, y dentro de esa Iglesia, el primero es Cristo. Primero en la Iglesia y primicias de los que resucitan. Por cierto que el hablar de la creación no le dió este nombre de primicias, sino que le llamó Imagen del Dios invisible, Primogénito, etc., y, en cambio, ahora aparece esta nueva denominación para probarnos que es el primero y prometedor fruto de su obra de redención y santificación (Io. 1,16), de cuya plenitud recibimos todos (n.3). 


c) PRIMERO POR LA REDENCIÓN

Reconciliados con Dios por El. "No se •para a manifestarnos sólo el hecho de la reconciliación, sino que pasa a exponernos su modo :mando dice pacificando con la sangre de su cruz todas las cosas (Col. 1,20), en donde detalla primero la enemistad, puesto que precisa la reconciliación, y, por último, nota que fué por su sangre... Maravillosa fué tal reconciliación, pero lo fué mucho más todavía en gradación ascendente que se llevara a cabo por El mismo y por su sangre en una cruz. Admiremos, pues, cinco cosas: que nos reconcilió, que nos reconcilió con Dios, que lo hizo por sí mismo, que lo ejecutó muriendo, y muriendo en una cruz... No empleó palabras, sino que se entregó a sí mismo" (n.3). 


B) Reino de paz


a) CON EL CIELO Y LOS ÁNGELES

"¿, CÓMO podríamos entender aquello de que reconcilió los cielos? Porque es fácil ver lo necesitada de paz que andaba la tierra... ; mas ¿ acaso viven en guerra los cielos...? Si. Divididos estaban, pero era peleando contra los hombres, alzados en armas al ver a su Dios ofendido y vilipendiado. He aquí que Pablo nos dice que todo lo que existe en la tierra o en el cielo {ha sido instaurado en Cristo (Eph. 141)). ¿Cómo ha sido esto? Pacificó los cielos llevando al hombre allí y entregándoselo a los ángeles, enemigos que le odiaban. NO sólo pacificó la tierra, sino que hizo desaparecer el odio de nuestros enemigos. ¡Paz hondísima! Ya hemos vuelto a ver los ángeles en este mundo, porque también hay un hombre que está en  el cielo, 

"¿Quieres conocer el odio que los ángeles nos tenían y Mino eran nuestros enemigos? Pues míralos enviados para castigo de los israelitas; contra David y Sodoma, visión de luto. Ahora ya no. Cantan alegres en la tierra y ,son enviados por Dios a los hombres, y los hombres a ellos' (n.3). 

El Crisótomo nos presenta a los ángeles cantando el himno de paz y de gloria a Dios en el nacimiento de Cristo. Ya ha caldo el muro que dividía el cielo y tierra y se ha inaugurado el reino de paz. 

Más aún. Desde entonces se nos conceden los ángeles de la guarda. "Si, peces, tenemos a nuestro lado un ángel, comportémenos modestamente, como si llevásemos un pedagogo (esclavo que acompañaba a los niños) al lado, porque también está el demonio, y por eso oramos y pedimos el ángel de la paz y la paz siempre" (n.4). 


b) PAZ CON LOS HOMBRES

Es el reino de la paz con el cielo y con nuestros semejantes. "Observad cómo el obispo os saluda: "La paz cosa vosotros, la paz con todos". ¿De qué nos serviría ser cristianos y vivir en paz sólo con nuestros amigos? El cuerpo no está sano mientras todos sus humores no están equilibrados; la mente, mientras no descansan todos los pensamientos. Tampoco el mundo mientras todos no vivamos concordes". Hasta tal punto es la paz fruto del reino de Dios, que quienes la provocan y concilian son llamados con razón hijos de Dios (Mt. 5,45). "Pues para eso vino Cristo, para pacificar cuanto hay en la tierra y en el cielo. Si, pues, los pacificadores son hijos de Dios, los que se empeñan en discutir con novedades son hijos del diablo... Muchos hay que se alegran con los malos y destrozan el cuerpo de Cristo más ferozmente que la lanza del soldado y los clavos de los judíos. Aquello fué un mal menor empanado con éste, porque los miembros rotos volvieron a aunarse, pero los que ahora se separan, si no los buscamos, no volverán y permanecerán siempre fuera de la plenitud de la Iglesia. Cuando quieras pelear con tu hermano, piensa que batallas contra los miembros de Cristo y abandona tu ira. ¿Quién hay tan vil y abyecto que pueda ser despreciado? No es voluntad de mi Pudre... que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos... (Mt. 18,14). Dios se hizo siervo. Y murió por ellos, y ¿tú los desprecias? Peleando estás contra Dios". Mala y absurda cosa es oír fervorosos en la iglesia el saludo de "la paz sea con vosotros" y no abunda non vuestras macillos. 


c) LA AUTORIDAD EN EL REINO DE CRISTO

Cuando el sacerdote u obispo os saluda diciendo: "La paz sea con vosotros", contestáis: "Y con tu espíritu". ¿Y una vez fuera del templo le calumniáis? "¡Ay de mí, que todas nuestras ceremonias eclesiásticas, tan venerando y buenas, se han convertido en meros símbolos sin verdad alguna!" 

Escuchad lo que dice Cristo sobre las autoridades de su Iglesia: Entrando en la casa, saludadla. Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuera, vuestra paz vuelva a vosotros (Mi. 10.12-13). 

"Cristo es el que se digna hablar por medio de nosotros, y aun cuando algún tiempo hayamos estado vacíos de su gracia, ahora, en cambio, no carecemos de ella en atención a vosotros, porque si la gracia de Dios en bien y utilidad de los israelitas se sirvió obrar en un asno (Num. 22,28), claro es que no rechazará hacerlo en nosotros por nuestro bien" (n.4). 

"Nadie diga, fijándose en mí, que soy imperfecto, vil, abyecto y sin mérito alguno. Es verdad, pero Dios en atención al bien común suele también apoyar a los que son como yo. Y para que lo sepáis, ved cómo se dignó hablar a Caín por Abel (Gen. 4,9), al diablo por Job (lob 1,742), a Nabucodonosor por Daniel (Dan. 2,19 ss.)... El mismo Caifás; asesino de Cristo y hombre indigno, profetizó en atención a la dignidad del sacerdote (Io. 11,50)... No os admiréis, pues, si un hombre colocado en dignidad, aunque sea acusado de innumerables crímenes, no es llevado a juicio antes de haber depuesto la magistratura, para que ésta no padezca en su prestigio. Con mucha más razón la gracia de Dios obra en el maestro espiritual mientras lo fuere, pues de lo contrario perecería todo (el orden social). Ahora, una vez que se le ha depuesto o ha muerto, entonces recibe castigos mucho más graves". 

No creáis que es cosa mía. Es Cristo quien lo dice en el texto que acabamos de citar, y donde a continuación añade que, si las ciudades no oyen las palabras de los apóstoles, sufrirán mayor pena que Sodoma y Gomorra(Mt.10,13). "¿Qué, pues, aprovecha que nos recibáis con decoro y no oigáis lo que os decimos ?... Todo eso honor y culto que nos concedéis es admirable y os aprovecha a vosotros y a nosotros, a quienes oía". "No me despreciáis a mí, sano al sacerdote. Podéis menospreciarme, si queréis, cuando me veáis privado de tal dignidad, aun cuando entonces yo no continuarla mandando. Pero mientras que esté sentado en este solio, mientras proceda, he de tener la autoridad y el poder por muy indigno que se me juzgue. Si el trono de Moisés era digno de veneración y hacía merecedores de ser oídos a los que en él se sentaban (Mt. 23,3), mucho más lo es el trono que hemos recibido de Cristo, desde el cual hablarnos y ejerce mas el ministerio de la reconciliación". 

Los legados reales se revisten de honores para visitar regiones extranjeras Legados somos de Dios, que con toda la dignidad episcopal venimos a pediros que viváis en paz con vuestros semejantes, prometiéndoos el reino de los cielos y la vida eterna con Dios. 

Desempeñamos su legación, queremos disfrutar del honor debido, no por nosotros, que reconocemos nuestra indignidad, sino por vosotros mismos, para que oigáis con más atención, percibáis la utilidad y no escuchéis negligentemente. "No me oigáis a mí, sino al obispo". 

Boletín Dominical 31 de octubre

 


Día 31 de Octubre, Fiesta de Cristo Rey

Doble de I clase. Conm. Dom. XXIII de Pentecostés. Orn. Blancos.


“Todos debemos reconocer que es preciso reivindicar para Cristo-Hombre, en el verdadero sentido de la palabra, el nombre y los poderes de rey. Por que solamente en cuanto hombre se puede decir que ha recibido de Dios Padre la potestad, y el honor y el reino, porque como Verbo de Dios, siendo de la misma sustancia del Padre, forzosamente debe tener común con Él lo que es propio de la Divinidad; y por tanto, tiene sobre todas las cosas creadas sumo y absolutísimo imperio. Gravemente erraría el que arrebatase a Cristo-Hombre el poder sobre las cosas temporales, ya que Él ha recibido de Dios Padre un derecho absoluto sobre toda la creación. Sin embargo, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo de ejercitar tal poder temporal, pues no quiere arrebatar los reinos mortales el que da los celestiales. Por consiguiente, el imperio de Cristo, como dice el inmortal León XIII, se extiende no solamente sobre los pueblos católicos y aquellos que, regenerados por el bautismo, pertenecen en rigor y por derecho a la Iglesia, aunque erradas opiniones los tengan alejados de ella, sino que abraza también a todos los que están privados de la fe cristiana; de modo que todo el genero humano está bajo la potestad de Jesucristo. Ni hay diferencia entre los individuos y la sociedad civil, porque los individuos, unidos en sociedad para el bien común, no por eso están menos sujetos bajo la potestad de Cristo que lo está cada uno de ellos separadamente. 

“No rehúsen, pues, los jefes de las naciones el prestar público testimonio de reverencia al suave imperio de Cristo juntamente con sus pueblos si quieren, con la integridad de su poder, el incremento y el progreso de la patria.

“Desgraciadamente, alejado de hecho Jesucristo de las leyes y del gobierno de la cosa pública, la autoridad aparece como derivada, no de Dios, sino de los hombres; de modo que hasta el fundamento de ella vacila; quitada la causa primera, no hay razón para que uno deba mandar y otro obedecer, de donde se sigue una general perturbación de la sociedad, que ya no se apoya sobre sus fundamentos naturales. (Continúa).




(Sigue) En cambio, si los hombres en privado y en público reconocen la soberana potestad de Cristo, vendrán a los pueblos los beneficios de una justa libertad, tranquila disciplina y apacible concordia. La dignidad real de nuestro Señor, así como hace en cierto modo sagrada la autoridad humana de los príncipes y de los jefes de Estado, así ennoblece los deberes de los ciudadanos y su obediencia.

“La peste de nuestra edad es el llamado laicismo, con sus errores y sus impíos incentivos. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre las gentes; se negó  la Iglesia sus derechos que se derivan de los derechos de Cristo. Poco a poco la religión católica fue igualada por los Estados  con las otras religiones falsas e indecorosamente rebajada al nivel de éstas. Y no faltan Estados que quieren pasarse sin Dios, y ponen su religión en la irreligión y en el desprecio de Dios mismo. En verdad, cuanto más se pasa en vergonzoso silencio el nombre de nuestro Redentor, así en las reuniones internacionales como en los parlamentos, tanto es más necesario aclamarlo públicamente anunciando por todas partes los derechos de su real dignidad y potestad.” (De la Encíclica Quas primas de Su Santidad Pio XI)

Es, pues, necesario, si no quieren perecer, que reconozcan por rey a Jesucristo, se postren ante Él y cumplan su santa Ley, sometiéndose al imperio de la verdad, de la justicia, de la moral y del derecho, tanto los individuos como las naciones, los gobiernos, los parlamentos, los tribunales, las universidades, las escuelas, la prensa, el teatro, la literatura, la banca, la industria, el comercio, y toda la vida familiar, política y económica; nada puede sustraerse al imperio de Jesucristo, sin el cual no hay salvación, ni paz ni bienestar.               







domingo, 24 de octubre de 2021

Sermón Domingo XXII después de Pentecostés


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús. Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo, llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. 

Filipenses I, 6-11



Evangelio

Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» 

Mateo XXII, 15-21

sábado, 23 de octubre de 2021

Santo Tomás de Villanueva: La Imagen de Dios en el Hombre




COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO XXII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» 

Mateo XXII, 15-21



SANTO TOMAS DE VILLANUEVA 


La imagen de Dios en él hombre

Conforme a una interpretación mística, pero usada ya en tiempo de los Santos Padres, nuestro autor ve en el hombre la moneda que lleva impresa la imagen y semejanza de Dios, a quien, por lo tanto, debe devolvérsela, como suya que es (cf. Din THOMAE A VILLANOVA, opera omnia Manilae 1883] yo1.3 p.288-20). 


A) El hombre desconoce su valor

No había dinero suficiente para redimir al hombre, y el Verbo se hizo moneda de oro que nos pagara. Fué acuñada en la cruz. Decidme, ¡ oh Virgen!: Cuius est imago haec, et superscriptio?: ¿de quién es esa imagen y esa inscripción? (Mt. 22,20). —Pero ¿no la conocéis? No; no existe en él belleza ni figura (Is. 53,2). —Leed: Jesús Nazareno, rey de los judíos (lo. 19,19). Aparece a nuestros ojos el hueso de mis huesos y carne de mi carne, pero lleva oculto el cuño, la figura del César, de Dios Padre, cuyo Hijo es. 

También tú, hombre, llevas la figura de Dios, a cuya imagen y semejanza fuiste creado. Como la Esposa de los Cantares (1,7), desconoces tu belleza y corres por caminos baldíos y tras animales indignos de ti, por las cosas exteriores, vacías y vanas, tras los sentidos. 

Y todo ¿por qué? Porque te desconoces. Escuchadme, hombres, peregrinos de aquí abajo, navegantes del siglo en barcos de barro: no miréis vuestro exterior y apariencia, sino lo que lleváis escondido dentro. ¿De quién es esa figura e inscripción? 

Mí sermón se endereza a enseñaros lo noble de vuestro ser, para que os avergoncéis de vuestras obras. 


B) Imagen natural de Dios

La excelencia del hombre estriba en ser imagen de Dios. Lo que me dió mi Padre es el mayor de los dones, dijo el Señor. Y ¿qué le dio sino ser el esplendor de la gloria Y la Imagen de su sustancia? (Hebr, 1,3). El hijo y el hombre son imágenes de Dios, si bien de distinta forma, porque el hijo lo es sustancialmente y naturalmente, y el hombre por una parecido. semejanza. No pudo Dios crear a otro igual  y lo creó parecido.

Como los reyes se reservan el imprimir sus efigies en las monedas de precio más subido, así Dios reservó su imagen para el hombre, dejando sólo algún vestigio para el resto de las criaturas. 

Distinguen los autores entre imagen y semejanza. Aquella  es la constituida por los dones naturales, y ésta por la gracia. La imagen permanecerá siempre; la semejanza puede empañarse y hasta desaparecer.

El alma es imagen de Dios porque reproduce en sus trazos la simplicidad, incorruptibilidad y libertad de Dios, Otrosí, es simple en su ser y múltiple en sus potencias. Su entendimiento produce las ideas y tras de éstas surge el amor de la voluntad. Del mismo modo que Dios es vida, el alma vivifica todo el cuerpo, en el cual está toda ella y toda en cada una de sus partes; gobernándolo y dirigiéndolo. ¿Qué es el alma en el cuerpo sino como un Dios en un mundo que le es propio? 

Como Dios produce las cosas en su ser real, el hombre las reproduce en su ser inteligible, y al ser materia y espíritu encierra eminentemente las perfecciones de todo lo creado. 


C) La semejanza sobrenatural

Pero la semejanza es el esplendor y brillo de la imagen. Destruídla y la imagen se oscurecerá. 

Dios dijo no sin misterio: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza (Gen. 1,26). La esencia de Dios brilla en. nuestra naturaleza, y su bondad en los dones gratuitos. La Trinidad se refleja en nuestras potencias, pero su santidad en el alma del justo. 

Aquella frase de San Pablo (1 Cor, 15,47) de que, el, primer hombre fue terrestre, y el segundo Adán, celestial encierra todo mi pensamiento, porque nos muestra como Dios deseó que fuésemos conformes con la imagen de Hijo (Rom. 8,29), tanto en el exterior como en el interior, hasta que llegue el día final, en el que, después de haber reformado nuestro corazón, alcance hasta el cuerpo de nuestra vileza, reformándolo también conforme a su cuerpo glorioso (Phil. 3,21), Porque acaece con nosotros lo que suele ocurrir con los pintores, que primero dibujan la figura y forma del emperador, y, una vez terminada esta primera parte, de dan el color debido  hasta reproducir toda su belleza  y porte. Del mismo modo, ahora  somos hijos  de Dios aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El (1 Io. 3,2). Y cuando llegue ese momento brillará nuestra semejanza en toda su perfección, y, encendidos como el carbón impregnado por el fuego, imágenes divinas pintadas al natural, ¿qué otra cosa semejaremos sino dioses? Entonces se cumplirá aquella palabra: Yo dije: Sois dioses, todos vosotros sois hijos del Altísimo (P,s. 81,6). Mirarás a Dios, te mirará a ti mismo y te verás como otro Dios.

¡Oh alma!, si consideraras tu belleza, no mirarías a ninguna otra criatura. ¡Oh imagen de Dios, sangre de Jesús, Esposa de Cristo, compañera de los ángeles!, ¿qué hay entre ti y la carne? 


D) La inscripción 


Además de su imagen, Dios ha grabado sobre ella una inscripción, que no es otra cosa sino la ley natural y la razón para conocerla. Los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigos su conciencia (Rom. 2,15). 

Dios es el Creador y Maestro de la naturaleza. Principio que ilumina, Verdad que crea, Creador que da la verdad y que al imprimir en nosotros la ley natural nos ha dicho de quién somos, pregonando de quién es la imagen. Lee, alma, la inscripción que llevas... 

También nuestra semejanza divina lleva su inscripción con ese nombre nuevo que nadie conoce sino el que lo recibe (Apoc. 2,17), nombre de mi Señor Jesucristo crucificado. (¿Hay quizá cosa más desconocida para el mundo que un Dios en una cruz?) 

Nuestra alma, moneda divina, debe llevar esta inscripción, asemejándose a Cristo, conforme a aquello de San Pablo: Llevando siempre en nuestro cuerpo la mortificación de Jesús, para que la vicio de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo (2 Cor. 4,10), y así cuando el día del juicio el Señor nos presente aquel troquel de su santa Humanidad llena de llagas, le podremos enseñar su reproducción en nuestra alma. 


E) Consecuencias

a) Sí vivís del Espíritu, vivid según El. Los árboles. dan fruto conforme a su naturaleza. ¿Se vendería una princesa a un esclavo repugnante por dos monedas? Y te vendes tú, reina del mundo, sangre de Cristo, al demonio por una nadería. 

b) A Dios lo que es de Dios (Mt 22,21). El Señor dice: Dame Hijo mío, tu corazón (Prov. 23,269. Es la Y tributo que te pido. 

c) En el día del juicio Dios dirá: Todos pretendéis ser míos, pero decidme, ¿de quien es esa imagen en la inscripción? Debéis ser del César, puesto que suyas son vuestras obras e intenciones. Las obras son la imagen, la intención es la inscripción. 

Eres hijo de tus obras, pero también si tu ojo, esto es, tu intención, estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso, esto es, todas vuestras obras brillarán (Mt. 6,22). Das limosna y es buena tu obra, pero veamos su inscripción. ¿Por vanidad? Ya no es de Dios, sino del César. 

d) Conservad cuidadosos esta moneda que los ladrones, mundo, demonio y carne, quieren arrebatar. 

e) El día del juicio preguntará el Señor: ¿ De quién es esta imagen? Y entonces, cuando los malvados tienen que cerrar su boca (Ps. 103,42) y miran desolados a las montañas pidiendo que caigan sobre ellos (Os. 10,8; Le. 23,30), Dios, al verlos silenciosos, preguntará a los apóstoles, que con su predicación trabajaron el exterior de las almas, y a los ángeles, que con sus inspiraciones pretendieron labrar el interior: ¿De quién es esa imagen? Y ellos habrán de contestar: No es la del César, sino la del príncipe de las tinieblas. Id, pues, perversos, sentenciará Dios (Mt. 25,41), al fuego de aquel cuya imagen habéis preferido llevar impresa. 


Boletín Dominical 24 de octubre



Día 24 de Octubre, Domingo XXII de Pentecostés.

Doble. Conm. San Rafael Arcángel. Orn. Verdes. 

Hacía más de medio siglo que los romanos dominaban en Palestina. De ellos había recibido Herodes la tetrarquía de Galilea. De aquí que el romano, como yugo extranjero y pesado, era odioso a los israelitas, los cuales esperaban un Mesías guerrero y triunfador que los librara de su dominación. Pero tal es la rabia de los fariseos contra Jesús, que no vacilan en buscar en su ayuda a los ministros de Herodes, para tenderle un lazo, y juntos van y le dicen: “Maestro, tu que eres veraz… dinos: ¿es justo pagar tributo al Cesar o no?” Si decía que sí, ofendía al pueblo, que odiaba al yugo romano; si decía que no se indisponía con los romanos y Herodes, que podían tomarlo como rebelde al poder constituido y acusarle de revolucionar al pueblo. Jesús destruye al instante la falacia y les da una lección importante. Dos monedas circulaban en Palestina: una con la imagen del Cesar e inscripción romana y servía para pagar el tributo y negociar con los pueblos sometidos a Roma; otra con inscripción hebrea, para transacciones internas. Por eso le dice Jesús le muestre la moneda, y al ver la imagen del Cesar les responde den las Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Pero al mismo tiempo nos enseña con ello que es obligación de conciencia el obedecer a las autoridades legitimas y la de pagarles todos los tributos justos, pues toda autoridad legítima viene de Dios. Así también hay estricta obligación de obedecer los preceptos religiosos, ya emanen directamente de Dios o procedan de la legítima autoridad eclesiástica.


Epístola de la Misa del 24 de Octubre: San Rafael Arcángel

“Dijo el ángel Rafael a Tobías: bueno es guardar el secreto del rey, pero también es laudable publicar y celebrar las obras de Dios. Buena es la oración con el ayuno; y el dar limosna es mejor que guardar tesoros de oro, porque la limosna libra de la muerte y limpia la multitud de pecados, y hace hallar misericordia y vida eterna. Mas los que comenten pecado e iniquidad son enemigos de su propia alma. Por tanto, voy a manifestaros la verdad y descubrir lo que ha estado oculto. Cuando orabas con lágrimas, y enterrabas los muertos, y te levantabas de la mesa a media comida, y escondiendo de día los cadáveres en tu casa los enterrabas de noche, yo presentaba tu oración al Señor. Y porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probase. Y ahora el Señor me envió para curarte y librar del demonio a Sara, esposa de tu hijo. Porque so soy el ángel Rafael, uno de los siete que asistimos ante el Señor.” (Tob. XII, 7-15).






27 de Octubre: Dedicación de la Iglesia Metropolitana 
Proprio de Córdoba


Dios ha querido siempre que se levanten altares y se le consagren lugares donde el pueblo pueda reunirse a rendirle oficialmente el culto público que se le debe.

Nuestros templos, consagrados solemnemente al culto divino, son lugares santos, casa de Dios, consagrados a la oración y a la celebración de los divinos oficios. Nos han de merecer, pues, el mayor cariño y reverencia.

A ejemplo de Salomón, y por la dignidad de la casa de Dios, quiere la Iglesia que en nuestros templos, como en aquel de Jerusalén, resplandezca la riqueza, belleza, grandiosidad y arte, que en ninguna cosa están mejor empleadas que en honrar al Señor de todas ellas. El templo de Dios debiera ser, en cada ciudad, el más bello, más grandioso, más hermoso de todos los edificios públicos. Lo contrario arguye falta de fe y sobra de materialismo en las ciudades modernas, que mientras levantan grandiosos edificios y derrochan en ellos riqueza y arte para asiento de negocios, centros de placer y hasta de vicios, escatiman y retacen y niegan todo a la casa de Dios.

Ningún edificio público es de tanta dignidad y respeto como el sagrado templo, y ninguno es tan de verdad la casa de todos, la casa del pueblo.






domingo, 17 de octubre de 2021

Sermón Domingo XXI después de Pentecostés


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Efesios VI, 10-17



Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.” Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes.” Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.” Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?” Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»

Mateo XVIII, 23-35

sábado, 16 de octubre de 2021

San Isidoro: Dios Te Ve




COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO XXI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.” Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes.” Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.” Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?” Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»

Mateo XVIII, 23-35



SAN ISIDORO

Adaptamos de Los Sinónimos del eximio doctor hispalense algunas  sabias máximas  al evangelio  del día (cf. Edic.  Aspas, trad. de Martín-Andrén).



A) Quiso tornar cuentas a sus siervos 

(Mt. 18,23)


a) Dios TE VE

"Nada hay oculto ante Dios; por lo que no digas palabra inicua ni aun en lo escondido del corazón, pues no piense. que tal palabra puede guardarse en el silencio. No se multará palabra escondida alguna, y se pondrá de manifiesto digas en lo más recóndito, ha de ser puesto a pública luz cuanto se haga en secreto, y cree que cuanto hagas 

No ocultarán las piedras lo que en complicidad con ellas lo que hayan oído. Hablarán las bestias si los hombres gua, hayamos hablado; y hasta las mismas paredes no callarán dan silencio. 

Por lo cual evita los pecados, porque no puedes ocultarlos. Peca allí donde no sepas que haya Dios; porque nada se cela ante El y ve lo más retirado el que ha hecho lo a más escondido. Serás reo ante los divinos juicios, aunque no te vean los ojos humanos... 

Dondequiera está Dios presente, todo lo llena su espíritu: su majestad penetra todos los elementos, a todo toca la presencia de su poder, y fuera de El no existe lugar alguno. Nada se esconde a su conocimiento; en todo lo secreto irrumpe la fuerza de su virtud; no sufre que haya cosa alguna latente para El, ni hay óbice alguno que le impida adentrar en todo. Conoce nuestros pensamientos y sondea nuestro corazón; ve lo que en el interior se trata, lo que allí se guarda, y distingue lo que allí se prepara. Conoce hasta lo que el hombre ignora de sí mismo" (uf. ibíd., 1.2, De Dios y de la conciencia) . 


b) TÉMELE

"El temor enmienda siempre; aleja el pecado, reprime el vicio, hace al hombre cauto y solícito. Donde no hay temor existe la disolución de la vida, la perdición de la muerte y la abundancia de maldades... 

No te entristezcas en tu enfermedad y da gracias a Dios en tus debilidades. Desea más hallarte bien de Animo que de cuerpo, más de la mente que de la carne... 

Los recuerdos del alma son contrarios a los del cuerpo. El dolor hiere la carne, pero cura la mente. La debilidad reduce los vicios y las fuerzas de la sensualidad... Si te sonríe la prosperidad, no te engrías; si sobreviene la adversidad, no desmayes. No te jactes si luce la felicidad; no seas pusilánime si sucediere la calamidad. 

Ten moderación en lo próspero y paciencia en lo adverso. Sabe que se te prueba en el dolor para que no seas quebrantado, y en la prosperidad para que no te exaltes. Guarda, pues, ecuanimidad en todo. No se inmute tu mente por el gozo ni por la tristeza; sopórtalo todo con igualdad y no cambies por novedad alguna..." (cf. ibíd., 1.2, Del temor). 



e) LE PIDIÓ LE PERDONASE

"Lugar de retiro sea para ti siempre la tierra y sitio para postrarte. Pues polvo y ceniza eres, siéntate en el polvo y en la ceniza siempre llorando y siempre triste, gimiendo y lanzando suspiros del corazón. Sean en él la compunción y en tu pecho frecuentes quejidos, y broten lágrimas continuas de tus ojos... 

Muéstrate tan presto a lamentarte cuanto fuiste inclinado a la culpa; cual fué tu intención al pecar, sea tu devoción al arrepentimiento. Del mismo modo que te apartas, al abismo, así sal de él. Debe ser la medicina proporcionada según la enfermedad, y cual sea la herida, así deben aplicarse los remedios... 

Grandes lamentos corresponden a grandes pecados. Nada te haga verte seguro de éstos. No te halague engaño alguno de seguridad, ni te haga suspender tu intención de penitencia. 

Asienta incesantemente en tu corazón la esperanza y el temor, y tengan en ti en forma igual el miedo y la confianza, la esperanza y la inseguridad... 

Espera la misericordia de modo que temas la justicia, y aliéntate con la esperanza del perdón de manera que' te aflija el miedo del infierno..." (cf. ihíd., 1.2, Se han de llorar los pecados). 



b) Cómo te has de comportar con tu hermano


a) Sé PACIENTE

"Sé paciente, manso, afable y modesto. Observa la paciencia, la modestia y la mansedumbre. Esfuérzate por conseguirlas y desprecia la afrenta del ultraje recibido... 


Elévate, desdeñando la irrisión que de ti se haga; destruye los errores de loa detractores con disimularlos, y vence las ofensas de los difamadores. Para los dardos de esas ofensas con el escudo de la paciencia; dispón la defensa de la tolerancia contra las palabras ásperas y presenta el broquel de la paciencia contra la. espada de la lengua... 

Aunque haya quien irrite, incite, exaspere, insulte, provoque, injurie, acuse; aunque desafíe a querella, aunque llame a contienda, aunque profiera insultos y lance injurias y cubra de ofensas, calla, enmudece, disimula, desprecia, no hables, guarda silencio. No respondas a la injuria; no devuelvas el insulto; no repitas la afrenta. Ten la paciencia del silencio y vencerás más presto con callar" (cf. ibíd., 1.2, De la paciencia). 


b) SÉ TOLERANTE

"Aprende de Cristo la modestia y la tolerancia; oye a El con atención y no te dolerás de las injurias... 

Al padecer por nosotros nos dejó el ejemplo; tundido por los azotes, golpeado con la caña, burlado con salivazos, atravesado por los clavos, coronado de espinas, condenado a la cruz, calló siempre... 

Grande virtud es si no ofendes a aquel por quien eres ofendido; grande fortaleza si, ofendido, le perdonas; gran gloria si haces gracia al que pudiste dañar. Si te ves insultado, por tus pecados te sucede; si eres afrentado, tus maldades lo hacen. Cree que cuanto te pasa adverso viene por causa de tu iniquidad... 

Templa, pues, tu dolor con la consideración de la justicia de que eres objeto. Mejor lo soportarás si comprendes por qué te sobreviene... 

Así, pues, cuando se te perjudique, ora; cuando te maldigan, bendice al maldiciente y opónle tu bendición; suaviza al airado con la paciencia y dulcifica con el halago la ira del violento. Vence la perversidad con la suavidad, la maldad con la bondad; aplaca con toda modestia a los enemigos de la paz, supera el mal de los otros con lo bueno tuyo y sobrelleva con tranquila mente las ofensas que se te hagan... 

Deja ver el dolor en el corazón sosegado; que la herida de la injuria, una vez manifiesta, por grave que sea, se evapora, pues consume el ánimo la llaga oculta y cerrada, y cuanto más la guardas, más la aumentas. Manifiesta, pues, esto de buen ánimo y no te ato, mentará" (cf. ibid., 1.2, De la tolerancia). 



c) RECONCILIATE CON TU HERMANO

"Da satisfacción a tu hermano si en algo le contristares. Arrepiéntete en su presencia si pecares contra él; y si a alguno has ofendido, hazle de nuevo favorable con tu ruego. Corre velozmente hacia la reconciliación por tu ofensa y pide con prontitud la venia necesaria... 

No duermas si no has vuelto a la paz, no descanses si no te reconciliaste con tu hermano. Llámale con rapidísimo afecto de dilección; hazle volver a la gracia con humildad; póstrate ante él con voluntad sumisa y con ánimo suplicante pídele perdón... 

Otorga de buena gana perdón a quien te lo pida, coma tu indulgencia a quien la solicite; despide con dulzura y abraza inmediatamente al que se reconcilia contigo. Al que vuelve a ti, recíbelo al punto con benigna caridad. Perdona, para que se te perdone; excusa, para que seas excusado. 

No te portes con el que contra ti peca según su culpa, sabiendo que también contra ti se ha de hacer juicio, y entonces no se te dará indulgencia si no la diste. Y si él no te suplica, si no pide se le perdone, si no sufre la humillación del ruego, si no reconoce su pecado por su mala conciencia, tú cede de corazón, perdona de buen ánimo. sé graciosamente indulgente y concede el perdón por tu propia voluntad... 

No guardes dolor en tu corazón, ni lo reproduzcas en tu ánimo; quita de ti la ofensa fraterna y no conserves malestar por la ajena maldad. Porque el odio separa al hombre del reino de Dios, le aleja del cielo, le arroja del paraíso, no se borra con sufrimientos, ni se expía con el martirio, ni desaparece con derramamiento de sangre" (cf. ibíd., 1.2, De la reconciliación). 

 


Boletín Dominical 17 de octubre



Día 17 de Octubre, Domingo XXI de Pentecostés

Doble. Conm. de Santa Margarita María de Alacoque. Orn. Verdes


Nos exhorta el Señor a perdonar generosamente las injurias, las ofensas de nuestros prójimos. Habla del perdón de las injurias personales, y por lo que respecta a la disposición de ánimo, no precisamente a abandonar la legítima defensa de nuestros intereses y de nuestra fama.

Para esto debemos desterrar el espíritu de venganza: primero, por el mandato y ejemplo de Jesús: “Yo os digo: amad a vuestros enemigos” (S. Mateo 5, 44) y en el alto del Calvario muere por todos y dice orando al Padre Eterno. “Padre mío, perdónalos…” (S. Lucas, 23, 34); segundo, por el ejemplo de los santos y de los mártires que morían rogando por sus verdugos; tercero, por nuestro provecho, porque en el Padrenuestro decimos: “Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Nosotros, como el siervo malo, hemos malversado con frecuencia los dones que Dios nos confió; y al ser llamados a dar cuenta de nuestra administración, en vistas de nuestras malas obras, no hemos tenido otro recurso que implorar la misericordia de Dios, que nos enseña a ser misericordiosos con los demás.


18 de Octubre, San Lucas Evangelista

San Lucas era hijo de padres gentiles y nacido en Antioquia, capital de Siria. De cultura nada común, era versado en letras griegas y la elocuencia, conocía el arte de la pintura, y el mismo Apóstol San Pablo nos dice que era médico. (Continua)




(Sigue) Convertido a la fe por este Apóstol, fue en adelante su amigo y compañero inseparable en todos sus viajes apostólicos. Escribió el tercer Evangelio, que algunos Santos Padres llaman Evangelio de San Pablo, y también el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el que nos narra los triunfos maravillosos de la fe. Su Evangelio, escrito alrededor del año 63, en un griego escogido y elegante, sigue un orden lógico y cronológico. Como no estuvo presente a los hechos de la vida de Jesucristo, “ha examinado cuidadosamente las cosas desde su origen” y consultado “a los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra”. Él visita a la Virgen Maria para saber de Ella y narrarnos el Misterio de la Anunciación, de la Encarnación, del Nacimiento y tantas otras cosas que solo él nos dice y solo Ella podía saber. Afirma San Jerónimo que San Lucas murió a la edad de 84 años y que fue virgen durante toda su vida.





domingo, 10 de octubre de 2021

Sermón Domingo XX después de Pentecostés

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Mirad que andéis con circunspección; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. 

Efesios V, 15-21



Evangelio

En aquel tiempo: Había en Cafarnaúm un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.» Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.» Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.» El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.

Juan IV, 46-52

sábado, 9 de octubre de 2021

Santo Tomás de Villanueva: ¿Por qué envía Dios las Enfermedades?


COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO XX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo: Había en Cafarnaúm un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.» Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.» Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.» El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.

Juan IV, 46-52


SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA 

He aquí un sermón de ideas muy variadas sobre el Evangelio del día, en el que aparecen todas las aplicaciones homiléticas propias de la dominica que comentamos (cf. Divi Thomae a Villa nova opera omnia vol.3 [Manilae 1881.1. Dom. XX post. Pent. p.272-279). 


A) Por qué envía Dios las enfermedades

San Agustín (1) aduce cinco razones principales por las que Dios envía las enfermedades: a) Para probar al hombre, como en el caso de Tobías (Tob. 2,944 y 3,1-3) y de Job (lob 1,6-19 y 2,1-10); b) Para impedir que se enorgullezca, como San Pablo (Act. 9,8; 2 Cor. 12,7-10); c) Para hacerle expiar sus pecados, como el paralít4co, a quien curó después de perdonárselos (Mt. 9,5-7; Me. 2,3-11; Le. 5,10-25); d) Para comenzar a castigar al hombre en esta vida, por ejemplo Antíoco (2 Mach. 9,8-11) y Herodes (Act. 12,23); e) Para manifestar su poder curándolas, como al ciego de nacimiento (Io. 9,4-8) y al niño del presente Evangelio. Pensemos, pues, bien la utilidad y eficacia de esta medicina de nuestra alma. La enfermedad aclara nuestras ideas, reprime la concupiscencia y forma el carácter. San Agustín (in Ev. lo. tr.7 c.1,12: PL 35,1443) exclama: "¡Cuántos hombres que son inocentes en el lecho serían grandes pecadores fuera de él!" No desdeñes, hijo mío, las lecciones de tu Dios; no te enojes que te corrija. Porque al que el Señor ama le corrige, y aflige al hijo que le es más .caro (Prov. 3,11-12). 


B) El honor que el régulo tributa a Cristo

Reflexiona sobre el honor que tributa el oficial a Cristo nuestro Señor considerándolo como médico de su hijo. 

El honor no es una virtud, y do surto, pertenece más bien al que honra que al honrado. El honor tampoco es un, recompensa de la virtud, porque ésta la merece más alta. Es más bien un testimonio que se rinde a la virtud. 

Por eso hay dos cosas que tienen derecho al honor: la virtud y la soberanía, porque todo poder viene de Dios (Rom. 13,1) y lo representa. Dios mismo ha dado a reyes y príncipes su autoridad. El es el que pone en el corazón del pueblo el respeto y la sumisión. 


C) Cristo, médico de las almas 

a) CURA CON LA VERDADERA SALUD

Honramos también a algunos hombres porque los necesitamos. Entre ellos sobresalen los médicos (Ecch. 38,1). En efecto, la necesidad del médico es la mayor de todas las i que tenemos, a pesar de que un día nos serán inútiles y no podrán conservar nuestra salud. ¿Qué será, pues, el médico de la verdadera salud, de aquella de que pende la vida eterna? ¡Preciosa salud por la que el Verbo vino al mundo y nos dejó la piscina de su sangre para que ungiéramos allí nuestras almas! ¡Preciosa salud por la que el Espíritu Santo descendió a la tierra y los ángeles son enviarlo a cumplir su ministerio en favor de los que la heredaron! (Hebr. 1,14). 

Si, pues, los hombres sufrimos tantas cosas por la salud del cuerpo, ¿Qué no debemos practicar por la del alma? Si honramos a los médicos de aquí abajo, ¿Cómo no deberemos honrar a Cristo? El Santo expone con un simbolismo no muy de nuestro gusto, pero que el lector sabrá sustituir, los medios curativos del Señor. 


b) CURA COMO TODOS LOS MÉDICOS

1) Con el sudor, que en este caso es de nuestras lágrimas, pues así como Jesús en Getsemaní (Le. 22,44) fija sus ojos en la crueldad de su pasión, nosotros debemos ponerlos en la muerte del alma y en los novísimos hasta caer en la agonía y en lágrimas do arrepentimiento. 

2) Haciéndonos vomitar nuestros pecados en la confesión. 

3) Aplicándonos sangrías para desahogar el mal humor de nuestras riquezas, que nos inducen al pecado. Peligrosas son siempre, pero si luan sido mal adquiridas es necesario devolverlas cuanto antes. Cuidad mucho de no dar limosnas ni de construir iglesias con estos bienes, porque eso Se parece a degollar un niño ante los ojos de su madre. 

4) Con los cauterios duros do sus castigos. La farmacia del Señor está representada en los relatos de los cuatro evangelistas, que nos conservaron su doctrina y que nos han hecho más bien que s apóstoles, porque éstos, con su ímpetu arrollador, derribaron montañas y colinas a los pies del Crucificado, pero si la predicación de Felipe, de Bartolomé y de Andrés pasó, el Evangelio llega hasta nosotros. 


D) La fe y los milagros

Si no viereis señales y prodigios, no creéis (lo. 4,48). Santo Tomás (cf. Com. in Ep. Hebr. c.11 lect.1 y 5) dice que la fe es una luz del espíritu mediante la cual la inteligencia se adhiere a una verdad invisible. No me digáis que esto se opone a nuestra naturaleza, porque para darle luz suficiente están los milagros.

Entonces ¿por qué se reprocha a los judíos que no creen si no ven milagros? Os podría responder diciendo que la fe se fundamenta en las verdades infalibles conocidas por la revelación y que nos han enseñado los profetas, los apóstoles y la Iglesia de Jesucristo. Ahora bien, a nosotros no nos hace falta ver los milagros, porque si con una fe natural creemos a los hombres en tantas cosas, admitiendo, por ejemplo, que Roma existe bajo su palabra, ¿por qué no hemos de creer a los santos, que han visto tales maravillas y nos las han contado? 

Hay quienes tienen fe porque han nacido de padres cristianos, sin pensar nunca en nada, y ésa es una fe puramente hereditaria, fe vacía. Otros creen pidiendo que Dios confirme su palabra con milagros, lo cual también es ofensivo para el mismo Dios, que merece ser creído sin más prueba que su veracidad. Existen igualmente los que pretenden llegar a la fe por la razón, como los griegos querían (1 Cor. 1,22), y los que exigen un testimonio interior en su propia alma. Mas la verdadera fe se contenta con los testimonios que ofrece la Iglesia y cree en Dios por ser El quien es. María creyó sin exigir pruebas, y los judíos las piden una y otra vez. He aquí por qué son reprendidos. 

No obstante, no hay mayor insensatez que creer y no practicar la fe, aprobar una verdad y no amarla. 


E) La humanidad enferma

El orden consiste en el bien universal y en su belleza. Destruid el orden de los seres y sobrevendrá la confusión Y el mismo infierno. El Santo se extiende describiendo la belleza natural del hombre y del mundo hasta llegar a la belleza interior del alma. 

¿Pero hay algo más horroroso que el desorden introducido en el corazón del pecador? Se revuelve de una parte a otra, las pasiones le atormentan, los vientos le sacuden, se inflama en dolores... ¿No es una fiebre esta que sólo Dios puede curar?... Nuestro calor natural es el amor de Dios. Cuando sobrevienen los calores mundanos son verdaderas fiebres que nos abrasan ST consumen. Tal era la enfermedad que afligía al universo antes de la Encarnación. ¡ Qué desorden! Bajad, médico divino, no enviéis profetas ni ángeles ni aun siquiera otro Moisés. Béseme con un beso de Su boca (Cant. 1,2). Mi amado bajó a su' jardín y comió el fruto de su manzano (ibíd., 5,1). Se anonadó tomando la forma de siervo.., hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Phil. 2,6-8). Pensad una y otra vez: Bajó hasta tomar la forma del esclavo. Bajó más, hasta los trabajos, las bofetadas, las injurias. Bajó más, hasta la muerte; más todavía, hasta la cruz. Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desprecio del pueblo (Ps. 217). 

Pero tal aniquilamiento no ha quedado sin fruto. La humanidad se curó en la Pasión del Señor, como el hijo del régulo. ¡Oh Señor!, bajad también a mi alma, arrancad los escándalos del seno de este reino vuestro; derrocad a la avaricia que pretende usurpar el trono; ved que la lujuria dice que quiere reinar y que la cólera y la envidia mueven guerras civiles para apoderarse del mando. Yo les digo que no tengo otro Rey más que mi César, mi Señor Jesucristo. Ven, Señor, y cúrame. 


1.- «Haec verba tanquaan a sermone de gratia desumpta allegat P, Barthol. Urbin. in Milleloq, S, Augustinii sub tit, Infirm.iifbas. (cf. ed. cit. vol.3 p,272), 


Boletín Dominical 10 de octubre



Día 10 de Octubre, Domingo XX de Pentecostés

Doble. Conm. de San Francisco de Borja. Orn. Verdes


Breve es nuestra peregrinación por la tierra, breve el tiempo que se nos ha dado para negociar nuestra salvación y la riqueza de bienes para la gloria. Los hombres necios pierden este tiempo en sucios deleites; los prudentes, en cambio, se aplican con buenas obras y santas conversaciones a negociar muchos méritos. Jesús se compadece de la pena del pobre régulo, y aunque su fe era imperfecta, pues creía que el Salvador necesitaba ir al paraje donde estaba el enfermo para curarle, fue recompensada con el milagro, concediéndole la salud que le pide para su hijo. En medio de sus imperfecciones, de lo que nunca dudó el buen ministro fue de la bondad de Jesús. Esta fe en su dulcísima bondad fue la que le animó a pedirle que bajase para curar a su hijo. Si la oración nuestra es perseverante y está llena de confianza y de fe viva y perfecta, ¿Qué no podrá alcanzar del Señor?





Día 11 de Octubre, La Natividad de la Santísima Virgen

El titulo más glorioso y la razón de ser de todas sus grandezas y privilegios es ser Madre de Dios. Pio XI instituyó ésta fiesta como monumento perenne del XV centenario del Concilio de Éfeso, en el que se anatematizó al heresiarca Nestório y se proclamó solemnemente, como dogma de fe, la divina Maternidad de María: la Teotocos, como le decían los griegos; la Deípara, como le decían los latinos, por Madre de Cristo, que es Dios al mismo tiempo que Hombre verdadero. Más al ser la Virgen María Madre del Hijo de Dios por naturaleza, es también Madre de los hijos de Dios por adopción y por gracia.






domingo, 3 de octubre de 2021

Sermón Domingo XIX después de Pentecostés


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Renovaos en el interior de vuestra alma, y revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad.

Efesios IV, 23-28



Evangelio

En aquél tiempo: Hablaba Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: “Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.” Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.” Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»

Mateo XXII, 1-14

sábado, 2 de octubre de 2021

San Gregorio Magno: La Parábola del Banquete Nupcial



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO XIX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 

En aquél tiempo: Hablaba Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: “Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.” Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.” Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»

Mateo XXII, 1-14



SAN GREGORIO MAGNO


Su homilía 38 (cf. Homil. in Evang. 1.2 : PI, 76,r28r-1293) es una de las más citadas por los comentaristas. La vestidura blanca es la caridad para con Dios y con el prójimo. 


A) Breve exegesis

El alma del justo puede llamarse cielo, porque no ambiciona nada terrestre, y la Iglesia, reunión de justos, es entonces el reino de los cielos.

El Rey, o Padre Eterno, casó a su Hijo, cuando lo desposó con la naturaleza humana en el seno de María, queriendo que se hiciese hombre en el tiempo quien era Dios en la eternidad. 

Los mensajeros primeros representan a los profetas, y los segundos a los apóstoles. 

"Entregarse con excesivo afán a los trabajos terrenos y materiales es lo mismo que marcharse a la heredad, y apetecer y buscar con ansia el lucro que reportan las actividades mundanas, equivale a marcharse a los negocios, porque, en realidad, los que se absorben por completo en estas ocupaciones materiales descuidan el meditar y vivir conforme al misterio de la encarnación, y en la práctica es como si rechazaran la invitación de asistir al banquete de las bodas del Hijo..." 

Dios aniquilará a los desagradecidos e irrendiará sus bienes, como también castigará a las almas de los desagradecidas y arrojará sus cuerpos al fuego. Todos hemos pedido comprobar el rigor de sus venganzas. ¿En dónde están los perseguidores de los mártires, ahora que nos reunimos junto a sus sepulcros gloriosos? 

Desairado el Rey, no verá, sin embargo, vacías sus mesas, porque "la palabra de Dios, aunque algunos no la escuchen, encuentra siempre en quién descansar"... 

Llamó a los pobres. "Ordinariamente vienen a Dios los que no gozan de prosperidad en asuntos terrenos". 

Que el banquete simboliza la Iglesia aparece claramente, viendo que en él comen juntos buenos y malos. No os inquietéis nunca al experimentar esta mezcla en la Iglesia, porque el único lugar donde los justos aparecen solos es el cielo. En la trilla el trigo queda oprimido por la paja; de dos hijos que tuvo Adán, uno fué Caín, y de los doce apóstoles elegidos por el Señor uno fué Judas. 

Tenemos la obligación de soportar a los malos y rogar por ellos, porque la Iglesia se asemeja al arca de Noé, que en su parte baja era ancha, para cobijar toda clase de animales, mientras que en la alta y estrecha sólo habitaba el patriarca. Nuestro actual banquete tiene una parte baja y ancha, "donde se tolera a los hombres carnales, ya que los espirituales son más escasos, y donde sólo contiene a éstos es más angosta", porque es espaciosa la senda que lleva a la perdición..., pero la que conduce a la vida es estrecha (Mt. 7,13). 

En la Iglesia católica, cuanto más perfectos son los hombres, tanto menor es su número; no llega a la cumbre sino Aquel que es único entre los hombres, que nació santo y al que nadie se puede comparar.


 
B) El vestido de la caridad

"¿Qué es lo que significa, carísimos hermanos, el vestido nupcial? No podemos decir que signifique el bautismo ni la fe, porque ¿Quién puede entrar sin ellos en estas bodas?.., Por lo tanto, ¿Qué debemos entender por vestido nupcial, sino la caridad ? Entra, pues, en las bodas, mas no lleva el vestido nupcial, el que perteneciendo a la Iglesia católica tiene fe, pero le falta la caridad. Con fundamento se llama caridad al vestido nupcial, puesto que nuestro Creador la tuvo cuando fiel a las bodas para desposarse con la Iglesia. En efecto, sólo el amor do Dios pudo hacer que u Hijo unigénito uniera a sí las almas de los elegidos. Por eso dice San Juan: Tanto amó Dios al mundo, que le dió su Hijo unigénito (lo. 3,16). Luego el que vino a los hombres por caridad dió a conocer que el vestido nupcial no era otra cosa que la misma caridad. Así, pues, todo aquel que ha recibido el bautismo y cree en Dios, entró en las bodas, pero no va con el vestido nupcial si no conserva el don de la caridad. Y a la verdad, hermanos míos, si uno es invitado a una boda procura mudarse de vestido y manifiesta regocijarse con el esposo y la esposa por lo decoroso de su traje, y se avergonzaría de aparecer entre los convidados con un traje vil. Nosotros asistimos a las bodas divinas, y, sin embargo, nos resistimos a cambiar el vestido del corazón. Los ángeles se regocijan cuando los elegidos son llevados al cielo. Pues ¿ cómo consideramos estas fiestas espirituales los que no tenemos el vestido nupcial, esto es, la caridad, que es la única que nos hace hermosos ante los ojos del Señor?" 


C) Dos preceptos de una misma caridad

"Tengamos presente que... la caridad se basa en dos preceptos, a saber: en el amor de Dios y del prójimo... Debemos observar que, al tratarse del amor que debemos tener al prójimo, se pone tasa y medida, puesto que se dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mc. 12,31); pero tratándose del amor que se debe profesar a Dios, no se señala límite alguno, puesto que se nos dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Mc. 12,30). Con todo. Pues sólo aquel ama en verdad a Dios que no se acuerda de sí mismo... Por esta misma razón se mandó en el Éxodo que las cortinas que se destinaban al tabernáculo se tiñeran dos veces de color de grana (Ex. 26,1). Vosotros sois, hermanos, las cortinas del tabernáculo, que en virtud de la fe ocultáis en vuestros corazones los misterios celestiales. Pero las cortinas del tabernáculo debían ser teñidas dos veces de color de grana.,. Por lo tanto, para que vuestra caridad esté dos veces teñida, es preciso que esté inflamada por el amor de Dios y por el del prójimo, y de tal manera, que no abandone la contemplación de Dios por la compasión del prójimo, o por ocuparse demasiado en la contemplación de Dios descuide la compasión quo debe al prójimo. Así, pues, todo hombre que vive entre los hombres, busque a aquel a quien ama, de modo que no abandono a aquel con quien camina, y préstele su auxilio de tal manera, que, bajo ningún motivo, se separe de aquel a quien se dirige. El amor que se debe al prójimo se subdivide en dos preceptos, pues leemos en la Sagrada Escritura: Lo que no quieras para ti, no lo hagas a nadie (Tob. 4,15), y el mismo Jesucristo dice: Cuanto quisiereis que os hagan a vosotras los hombres, hacédselo vosotros a ellos (Mt. 7,12). Por lo tanto, si hacemos con nuestros prójimos aquello que queremos que hagan con nosotros, y evitamos hacer a los demás lo que no queremos que se nos haga, conservaremos ilesos los derechos de la caridad. Mas ninguno, por el mero hecho de amar a su prójimo, piense ya que tiene caridad, sino que primero ha de examinar la fuerza de su amor. Pues si alguno ama a los demás, pero no los ama por Dios, no tiene caridad, aunque piense lo contrario. Existe la caridad verdadera cuando se ama al amigo en Dios y al enemigo por Dios. Ama por Dios a sus prójimos el que los ama, si sabe amar a los que no le aman a él. Pues la caridad suele probarse sólo por ser contraria al odio. Por eso dice el Señor: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen (Lc. 6,27). Así, pues, ama con seguridad el que ama por Dios a aquel de quien sabe que no es amado. Grandes y sublimes son estos preceptos, y, para muchos, difíciles de cumplir; pero, sin embargo, son los que simbolizan el vestido nupcial. Todo el que, habiendo entrado en las bodas, careciere de él, tema con fundamento ser arrojado fuera del convite al entrar el rey... Nosotros somos, carísimos hermanos, los comensales de las bodas del Verbo, los que va tenemos fe, los que disfrutamos de los manjares de la Sagrada Escritura, los que gozamos de la unión de Dios con la Iglesia. Considerad, os ruego, y pensad muy detenidamente, si habéis venido a estas bodas con el vestido nupcial. Recorriendo todas vuestras acciones, pensad si odiáis a alguno, si sentís envidia de la felicidad ajena, y si por maldad tratáis de perjudicar a los demás." 


D) El castigo

"Ved que el rey entra en las bodas y contempla el vestído de vuestro corazón, y al que no encuentra vestido con la caridad, airado le dice al punto: Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? (Mt. 22,12). Es de admirar, hermanos carísimos, que le llame amigo y a la vez le repruebe, como si más claramente le dijera: amigo y no amigo; amigo por la fo y no amigo por las obras. El enmudeció (ibid.); porque, honda pena nos da decirlo, en el día riguroso del juicio, cesa toda palabra de disculpa ante el Señor, puesto que increpa exteriormente el mismo que acusa al alma en lo interior, como testigo de nuestra conciencia. Pero se ha de considerar que quien posee esta vestidura de la virtud, aunque todavía no perfecta, no. debe desesperar de obtener su perdón a la llegada del piadoso rey, ya que El mismo, por boca del salmista, nos da esperanza cuando dice: Ya vieron tus ojos mis obras imperfectas y escritas están todas en tu libro (Ps. 138,16). Dichas de la caridad. estas pocas palabras para consuelo del que tiene caridad y es flaco, nos ocuparemos ahora del que carece por completo de la caridad. 

Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores: allí habrá llanto y crujir de dientes (Mt. 22,13). En virtud de tan severa sentencia se atarán entonces los pies y las manos de aquellos que ahora no quieren desligarse de las malas obras mejorando su vida. En otras palabras, la pena sujetará después a los que ahora están ligados por la culpa. Porque los pies que se niegan a visitar a los enfermos y las manos que no socorren al indigente, están ya voluntariamente desligadas de las buenas obras. Por lo tanto, los que ahora espontáneamente se atan con los vicios, más tarde y contra su voluntad serán atados por el castigo. Con gran propiedad se dice que serán arrojados en las tinieblas exteriores, puesto que entendemos por tinieblas interiores la ceguedad del corazón, mientras que llamamos tinieblas exteriores a la noche de la condenación eterna. Así, pues, no se arroja al condenado a las tinieblas interiores, sino a las exteriores, porque en la otra vida es lanzado contra su voluntad a la noche de la condenación eterna quien espontáneamente cayó en la ceguera del corazón. Se nos afirma que en aquel lugar habrá llanto y crujir de dientes, es decir, rechinarán los dientes de los que, mientras estuvieron en este mundo, se gozaban en su voracidad; llorarán allí los ojos de los que en este mundo se recrearon con la vista de lo ilícito; de modo que cada uno de los miembros que en este mundo sirvieron para satisfacer algún vicio, sufrirán en la otra vida un tormento especial".



E) No sabemos si seremos elegidos

"Pero condenado uno, en el que se representa a toda la clase de los malos, se emplea una sentencia general, diciendo: Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt. 22,14). Terrible es, carísimos hermanos, lo que acabamos de oír. Considerad que todos nosotros, llamados por la fe, asistimos a las bodas del rey celestial, todos creemos y confesamos el misterio de su encarnación, todos participarnos del banquete del Verbo divino, pero entrará el rey en el día futuro del juicio. Sabemos que hemos sido llamados, mas ignoramos si pertenecemos al grupo de los elegidos. Es preciso, por tanto, que nos humillemos todos, tanto más  cuanto ignoramos si seremos de los elegidos. Algunos hay, que nunca dieron principio a las buenas obras; otros comenzaron a obrar el bien, pero no persistieron en este camino. Hay quien casi toda su vida ha sido malo, pero al fin se aparta de sus errores por el dolor de una verdadera penitencia; hay, por el contrario, quien parece vivir una vida santa, pero hacia el término de sus días cae en el yerro de la maldad. Otros comienzan bien y concluyen mejor; otros, por el contrario, desde su juventud se precipitan en el abismo de los vicios y terminan en la misma conducta, peores cada vez. Tema, por eso, cada uno, ya que ignora lo que le resta, pues no hay que olvidar, antes al contrario, repetir continuamente las palabras del Evangelio: Muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt, 22,14).