domingo, 30 de mayo de 2021

Sermón Fiesta de la Santísima Trinidad

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

¡Oh, profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, y cuán insondables sus caminos! Porque ¿quién ha conocido el pensamiento del Señor? O ¿quién ha sido su consejero? O ¿quién le ha dado primero, para que en retorno se le dé pago? Porque de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén.

Romanos XI, 33-36


Evangelio

En aquel tiempo Dijo Jesús a sus discípulos: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizandolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.

Mateo 28, 18-20

sábado, 29 de mayo de 2021

Boletín Dominical 30 de mayo


Día 30 de Mayo, fiesta de la Santísima Trinidad

Doble de I Clase. Ornamentos Blancos.

EL más grande misterio de nuestra santa religión, el más profundo, santo e incomprensible dogma de nuestra fe, la verdad revelada más alta y sagrada es la de la Trinidad Augusta e Individua, alrededor de la cual gira toda la liturgia católica. Puede decirse que en el nombre de la Santísima Trinidad somos bautizados, al Padre por medio de Jesucristo, su Hijo, y en unidad con el Espíritu Santo, se ofrece todos los días el santo sacrificio de la Misa. Además, la creencia en este misterio es absolutamente necesaria para salvarse. Así nos lo dice y manda la Iglesia al aprobar como dogma de fe el Símbolo o Credo de San Atanasio, puesto contra los herejes patripacianos, macedonios, maniqueos y priscilianistas: “quien quiera ser salvo, ante todas cosas es necesario que profese la fe católica, la cual si no guardase integra e inviolablemente perecerá para siempre. Y la fe católica es esta: que veneremos un solo Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, sin confundir las personas, ni separar la sustancia divina, porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo, mas una es la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, una la majestad, una la gloria”. (Continúa)


(Sigue) Es esta una verdad que traspasa las fronteras de nuestro entendimiento que solo alcanzaremos a comprender en la otra vida, cuando gocemos de la contemplación de Dios. Y no nos parezca mucho haya en el ser infinito de Dios verdades que superen la capacidad tan limitada de nuestro entendimiento. Por consiguiente, puede decirse que el misterio de la Trinidad es el misterio en que nuestra fe da más honor a Dios por el sacrificio que le hace de toda nuestra razón.

Fruto práctico de esta festividad sea el propósito de hacer la señal  del cristiano con aquel amor, reverencia y devoción que merecen la tres divinas Personas que invocamos, y que fomentemos entre nosotros aquella caridad y unión que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es Dios Nuestro Señor uno en esencia y trino en personas: un solo Dios verdadero y tres Personas Divinas. “Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y esos tres son uno”, dice San Juan (I, 5,7). 





domingo, 23 de mayo de 2021

Sermón Domingo de Pentecostés


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

Al cumplirse el día de Pentecostés, se hallaban todos juntos en el mismo lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento que soplaba con ímpetu, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron lenguas divididas, como de fuego, posándose sobre cada uno de ellos. Todos fueron entonces llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, tal como el Espíritu les daba que hablasen. Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse ese ruido, acudieron muchas gentes y quedaron confundidas, por cuanto cada uno los oía hablar en su propio idioma. Se pasmaban, pues, todos, y se asombraban diciéndose: “Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo es, pues, que los oímos cada uno en nuestra propia lengua en que hemos nacido?. Partos, medos, elamitas y los que habitan la Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y el Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de la Libia por la región de Cirene, y los romanos que viven aquí, así judíos como prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.

Hechos II, 1-11



Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que, no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. “Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”.

Juan XIV, 23-31

sábado, 22 de mayo de 2021

Santo Tomás de Villanueva: Las Dos Venidas del Espíritu Santo




COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que, no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. “Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”.

Juan XIV, 23-31



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA 

Las dos venidas 

Insertamos un sermón de Pentecostés que demuestra la profundidad teológíca de nuestro Santo (cf. Divi Thomae a Vilanova opera omnia [Manilae 18811 en la dom. de Pentecostés).


A) Exordio

Diremos por qué vino, cómo vino y cómo viene a nosotros el Espíritu Santo. Sus descensos son visibles o invisibles, según que utilice o no signos que se relacionan siempre con los efectos interiores. 

La infusión visible ocurre todos los días, porque el Espíritu sopla donde quiere, y aunque se oye su voz, no sabes de dónde viene ni adónde va, como dijo el Señor a Nicodemo (Io. 3,8). No hay movimiento exterior, pero a veces lo notamos físicamente dentro de nosotros mismos, Poderosa es la voz de Yavé..., majestuosa...; hace estallar llamas de fuego (Ps. 28,4-7). Es muy de admirar que el Espíritu Santo, que en cuanto Dios tanto dista de la naturaleza humana, sea, sin embargo, quien más íntimamente pueda unirse con nosotros. No hay ángel ni criatura alguna, dice San Bernardo (cf. Serm. 5,8, sobre los Cantares: BAC, Obras selectas, p.773), que se una al hombre como se une Dios. 

De muchos y muy distintos modos puede conocerse esta unión divina: el fervor, la caridad del entendimiento, la dulzura del espíritu, son algunas de sus manifestaciones; pero es más fácil sentirlo que explicarlo. 


B) ¿Por qué vino?

¿Por qué vino qué vino el Espíritu Santo en Pentecostés? Por causas tres causas:


a) PORQUE ERA DESCONOCIDO

Dios Padre era conocido, o por lo menos podía conocerse, el mundo. El Verbo había sido entrevisto por los antiguos filósofos y, además, se había manifestado espléndidas mente en Cristo, pero el Espíritu Santo permanecía desconocido. Paréceme la causa de este desconocimiento el que su originen no tiene semejanza alguna en la naturaleza. No ha habido filosofo que pudiera imaginarse el origen de un ser por espiración y no por generación. 



b) PARA MANIFESTAR LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS

La segunda razón consiste en que era necesario que el Paráclito viniese para manifestar a los hombres la bondad y caridad de Dios, fin que le asignaba San Pablo cuando decía: No hemos recibido el espíritu del inundo, sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido (1 Cor. 2,12). 

En efecto, la magnificencia de la encarnación del Verbo y la redención de los hombres no podían conocerse sino por las enseñanzas del Espíritu Santo, que, habiendo hablado primero por los profetas, nos esclarece después los misterios y figuras antiguas. ¿De qué nos servirían la encarnación y redención si no las conociéramos? Pues bien, el mismo Señor nos anunció un Paradito que daría testimonio de el y nos enseñaría la verdad de parte suya (Io. 15,26; 16,13). ¿Quién como El podría enseñarnos, si una sola de sus lecciones convirtió en grandes sabios a pescadores humildes?... 


C) PARA COMPLETAR LA OBRA DE CRISTO

La tercera razón por la que convenía descendiera el Espíritu Santo es para completar la obra de Cristo, el cual vino a la tierra a convertirnos en hijos de Dios y coherederos de su gloria. 

¡Qué admirable es la generación sobrenatural del mundo! Cristo dejó la semilla. Son los apóstoles. Pero baja el Espíritu Santo, extiende sus alas sobre ellos, y florecer la generación nueva de águilas que se lanzan a conquistar el orbe. Del mismo modo que el Hijo nació de María por obra del Espíritu Santo, he aquí que a estos hijos de una Madre virgen, la Iglesia, que el Espíritu Santo ha fecundado. ¡Oh cenáculo, seno materno donde hombres ancianos forman la raza nueva del Espíritu Santo! ¡Oh prole magnífica y generación brillante, despojo del hombre viejo que se ha transformado en criatura nueva! 

El profeta Isaías la ve desde lejos y admirado grita: ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vió nunca tal cosa? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación, ¿nace toda de una vez? Pues Sión ha parido a sus hijos antes de sentir dolores (Is. 66,8),   

Admiración legítima, porque son los hijos que no han nacido ni de la sangre, ni de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios (lo. 1,13). según el nacimiento anunciado por el salmista (Ps. 103,30): Vino el Espíritu Santo y produjo nuevas criaturas y se renovó la faz de la tierra. Renueva, Señor, mi alma, que, tina vez renovada, también el cuerpo resucitará en su hora. 


C) ¿Cómo vino? 


a) DIFERENCIA ENTRE LA, LEY ANTIGUA Y LA LEY NUEVA

Hay un misterio profundo en que la ley y la consumación de la ley hayan sido otorgadas el mismo día, al pie del monte Sinaí y en el monte de Sión. Pero ¡qué diferencia entre las dos leyes! Ley de muerte, grabada en piedra, la una; ley de gracia. grabada en los corazones por el Espíritu vivificante, la otra. 

Reciamente lo había descrito Jeremías: Vienen días, palabra de Yavé, en que yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa de Judá; no como la alianza que hice con sus padres, cuando, tornándoles de la mano, los saqué de la tierra de Egipto... Pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo... (ler. ;1,31-33). Ley eterna, no como la de Moisés, sino escrita en códigos vivos, que son los apóstoles, en los que leemos no sólo enseñanzas, sino obras y ejemplos. 


b) EMBRIAGADOS DEL VINO DE DIOS

A continuación el Santo amplifica piadosamente los hechos conocidos, las señales de la venida, el cambio de cobardes en valerosos, el triunfo de la predicación apostólica. "Convencidos los enemigos de Jesucristo, no reducen a silencio su pérfida envidia, y acusan a los apóstoles de estar llenos de vino. Acusación cierta. Embriagados están de ese vino generoso que, según la profecía del Señor, debía colocarse en odres nuevos y no en aquellos otros viejos y estropeados; embriagados por completo de ese vino, aquellos hombres que en medio de insultos y de afrentas se regocijaban, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús (Act. ); aquellos hombres que, a pesar de los sollozos y lágrimas de sus padres, esposas e hijos, desafían, por Cristo y por su f e, los tormentos más horribles y la muerte más espantosa; embriagados de vino celestial, libres de todo lazo o asustarse terreno, ¿cómo podrían dejarse engañar por la prosperidad por los reveses? ¡Oh poder incomparable, oh favor inmenso de este vino misterioso! 'Transportados de de alegría, cantan las alabanzas del Señor Jesús en medio de las ascuas que arden y de los puñales que amenazan sus cabezas, de los leones que rugen, de las uñas de hierro que los desgarran y de los potros que los despedazan".



c) EL DISCURSO DE PEDRO Y EL GOZO DE LA VIRGEN

Seguidamente desarrolla Santo Tomás de Villanueva el sermón de Pedro, y presenta a los judíos llorando al oírle y preguntándose: ¡Oh Señor!, ¿cómo hemos podido blasfemarte y crucificarte? ¿Por qué no abriste a tiempo nuestros ojos? ¡Oh Pedro! Abrenos pronto las puertas de la penitencia. 

María salta de gozo. Si se alegró en la encarnación, ¿cómo no se alegrará ahora al contemplar sus frutos? Los cristianos corren para ver ese santuario del Señor, Madre sagrada, ejemplar de perfección. Su vida y sus palabras constituyen una luz para la Iglesia, sus oraciones la protegen por los siglos eternos. He aquí el misterio del día.


D) Cómo viene a las almas

También vendrá a nosotros si queremos despojarnos del hombre viejo mediante su ayuda. Mirad que tengo experiencia de ello, y así como no podemos volver blanco ni uno solo de nuestros cabellos negros, cuanto más nos esforcemos por adelantar en la vida espiritual sin la ayuda de Dios, más nos hundiremos en la carne. Desconfiad de vosotros mismos y levantad los ojos a aquel monte de donde vendrá el socorro del Señor que hizo el cielo y la tierra (Ps. 120,1). Para ello debemos primero apreciarlo, porque nadie se esfuerza por lo que no estima, y después pedirlo. 

Sabed que, además del Espíritu de Dios, existe también el del mundo y el de la carne, que son opuestos totalmente; y si vosotros os anegáis en los afanes del siglo y os mancháis de voluptuosidades vergonzosas, podéis estar seguros de que el Espíritu Santo no habitará en vosotros. Ofrecedle un alma pura y en paz, y vendrá en seguida. 

Os es necesaria la paz: la paz en vuestra conciencia, que conseguiréis con la renuncia del mundo; la paz con vuestros hermanos, a semejanza de aquellos que estaban unidos en un mismo lugar esperando la venida del Paráclito; la paz con vosotros  Dios. Buscad primero la paz, y el Dios de la caridad será con vosotros (2 Cor. 13,11).

Boletín Dominical 23 de mayo



Día 23 de Mayo, Domingo de Pentecostés

Doble de I clase- Ornamentos Rojos

A los cincuenta días de haber comido el cordero en la forma ritual prescrita y de haber bajado el Ángel exterminador en la madrugada en que sale del cautiverio de Egipto el pueblo de Israel, acampa éste  a la falda del monte Sinaí, y Dios, solemnemente, entre resplandores, entrega al pueblo hebreo su ley, escrita en dos tablas de piedra, por manos de su conductor, Moisés. Éstos dos grandes acontecimientos: la salida de Egipto y la Ley recibida en el  Sinaí, constituyen para los Judíos las dos grandes fiestas de Pascua y Pentecostés (cincuentena), que son las únicas cuyo verdadero origen hallamos en el Antiguo Testamento, y por consiguiente las únicas cuya institución podemos atribuir al mismo Dios.

Seiscientos años después ocurre en la fiesta de Pascua la muerte y resurrección de Cristo y en la fiesta de Pentecostés se verifica la venida visible del Espíritu Santo a eso de las 9 de la mañana. Desde entonces pasan a ser fiestas cristianas y las más solemnes del año eclesiástico.

En verdad que la ley antigua era sombra y figura de la ley nueva, aquella Pascua, figura de nuestra Pascua; aquel Pentecostés figura de nuestro Pentecostés. A los cincuenta días de la Resurrección del Señor desciende el Espíritu Santo sobre Maria Santísima y los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo, que estaba en el monte Sión y escribe en sus corazones la ley de la gracia, ilumina sus inteligencias, fortalece su voluntad y los constituye en doctores de la verdad revelada e intrépidos propagadores del Evangelio, con el que renovarán la faz de la tierra. Aquellos Apóstoles, tan temerosos  de que muerto o ausente el Maestro se ensañara con ellos la persecución de los príncipes de Israel, recibido el Espíritu Santo, salen llenos de fervor, y con un valor hasta entonces desconocido  en ellos, predican a Jesucristo crucificado en el mismo pórtico de Salomón, en el Templo de Jerusalén, desafiando la ira de los escribas y fariseos y defendiendo los derechos y la libertad de la Iglesia naciente por sobre todas las potestades políticas, mientras acusaban a las de Jerusalén del gran crimen del deicidio. (Continúa)





Predicamos a Jesucristo, dicen, al que vosotros disteis muerte de cruz, siendo santo y justo”. En su primera alocución convirtió San Pedro 3000 personas, y en la segunda 5000, aumentando cada día el número de los fieles.

El Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, y es, de las tres divinas Personas, la que se comunica directamente con el alma justa, enriqueciéndola con sus gracias y sus dones. Por eso Jesús promete que enviará el Espíritu Santo Consolador que nos enseñará toda verdad.

El Sacerdote usa en la Misa ornamentos encarnados, que nos recuerdan las lenguas de fuego que se posaron sobre la Virgen y los Apóstoles y la sangre que éstos habrían de dar por predicar el Evangelio, al mismo tiempo que la caridad que infunde en el alma.

Antes del siglo XIII, en algunas iglesias existía la costumbre de hacer caer de lo alto de la bóveda una lluvia de flores y se soltaba una paloma que revoloteaba por el templo mientras se cantaba el Veni Sancte Spiritus.





domingo, 16 de mayo de 2021

Sermón Domingo después de la Ascensión

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Carísimos: El fin de todas las cosas está cerca; sed, pues, prudentes y sobrios para poder dedicaros a la oración. Ante todo, conservad asidua la mutua caridad, porque la caridad cubre multitud de pecados. Ejerced la hospitalidad entre vosotros sin murmurar. Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido, como buenos dispensadores de la gracia multiforme de Dios. Si alguno habla, sea conforme a las palabras de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea por la virtud que Dios le dispensa, a fin de que el glorificado en todo sea Dios por Jesucristo, a quien es la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 
I Pedro IV, 7-11




Evangelio
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros.
Juan XV, 26-27; XVI 1-4

sábado, 15 de mayo de 2021

San Agustín: El Odio del Mundo, el Testimonio del Cristiano


COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN


En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros.

Juan XV, 26-27; XVI 1-4



SAN AGUSTÍN,
Obispo, Confesor y Doctor

El odio del mundo, el testimonio del cristiano 


Seleccionamos algunos trozos de los Comentarios al Evangelio de San Juan (PL 35), completándolos con otros lugares agustinianos sobre el martirio, en los que condensa una doctrina muy repetida en diversos pasajes.


A) El odio del mundo y los consuelos del cristiano


a) EL ODIO DEL MUNDO

1. El mandamiento del amor

El Señor dijo que eligió a los apóstoles para que marcharan y dieran fruto abundante (cf. Io. 15.16). «Ahora, en las líneas siguientes que acaban de ser leídas, habéis oído que añadió: Esto os mando, que os améis mutuamente (ibib,.17), con lo cual debemos entender que éste, y no otro, era el fruto que quería diésemos». Y las palabras intercaladas de que todo lo que pidiereis a mi Padre os lo dará (ibid., 16), no quieren decir sino que pidamos este fruto. 

«Nuestro fruto debe ser, pues, aquella caridad que definió el Apóstol diciendo que procede del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida (1 Tim. 1,5). Por ella nos amamos mutuamente y con ella amamos a Dios. No pretendemos amarnos los unos a los otros, si amamos a Dios, porque todo el que ama a su prójimo como a sí mismo es que ama al Señor, ya que, si no le ama, no podemos pretende: ni aun siquiera que se ame a sí propio». 

2. Cristo nos da ejemplo 

«En estos dos mandamientos del amor se encierran toda la Ley y todos los Profetas (cf. Mt. 22,40), y ellos son nuestro fruto, el fruto que nos manda ahora el Señor cuando nos dice: Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Y por ello el apóstol Pablo, cuando describe los frutos del Espíritu, oponiéndolos a las obras de la carne, comienza su enumeración diciendo: Fruto del Espíritu Santo es la caridad, y después deriva de éste, como de su cabeza, todos los otros: gozo, paz, etc. (Gal. 5,22). ¿Quién podría alegrarse santamente sino el que ama el bien? ¿Quién podría disfrutar la paz verdadera sino el que la ama verdaderamente? ¿Quién puede tener longanimidad y ser perseverante en el bien si no lo ama con fervor ?... 

Este amor es el que nos hará sufrir pacientemente los odios del mundo. El Señor, que nos ordena el amor mutuo nos consuela con su ejemplo, añadiendo: Si el mundo os aborrece, sabed que primero me ha odiado a mí (lo 15,18). Miembros del cuerpo, ¿cómo queréis ser más que la. caleza? Si no quieres sufrir el odio del inundo con tu cabeza, te separarás del cuerpo. Si fueseis del mundo, el mundo os ama, porque erais suyos (ibid., 19), y esto lo dice a la Iglesia universal». 

3. Mundo reconciliado con Dios y mundo enemigo de Dios 

A continuación San Agustín explica que la Iglesia y los cristianos pertenecen al inundo, pero al inundo que fué reconciliado con el Padre por Cristo, y so a este otro enemigo de Dios y condenado, al que, sin embargo, nosotros debemos amar. 

«Para entender cómo ese mundo de la perdición, odiador del mundo redimido, puede amarse a sí mismo, hay que darse cuenta de que se ama con falso amor y no con verdadero. Su amor es falso, y su odio cierto, porque el que ama la iniquidad odia su alma (Ps. 10,6). Se ama a sí mismo, pues, el que ama su propia iniquidad, pero en realidad se odia, porque ama aquello que puede hacerle más daño. Odia a su propia naturaleza y ama al vicio; odia lo que Dios hizo de bueno en él, y ama lo que obró malo su libre voluntad. 

4. Se nos prohíbe amar el vicio y se nos manda amar al hombre 

De un modo parecido, a nosotros se nos manda y se nos prohíbe que le amemos. Se nos prohíbe cuando nos dice: No améis al mundo 1o. 2,15), y se nos manda al dársenos aquel precepto: Amad a vuestros enemigos (Lc. 6,27), que no son otros sino el mundo, que nos odia. Y es que no debemos amar en el mundo lo que el mundo ama en sí mismo, sino que debemos amar en él lo que él odia, esto es, la obra de Dios y las diversas facetas de bondad que en el hay. Se nos prohíbe amar el vicio y se nos manda amar al hombre» (cf. tr.87: PL 35,1852). 


b) UN MOTIVO DE CONSUELO: EL EJEMPLO DE CRISTO

«Nuestro Señor, al exhortar a sus siervos para que sufran pacientemente el odio del mundo, no encuentra aliento mejor que el proponerles su ejemplo, como después lo hace el apóstol San Pedro, diciendo: Cristo padeció por nosotros, dejándonos su ejemplo para que sigamos sus huellas... (1 Petr. 2,21). Si os aborrece el mundo, sabed que primero me odió a mí (lo. 15,18). Acabáis de oír en el evangelio: No es el siervo más que su señor (ibid., 20). Sabed que todo esto /o harán por mi nombre, porque no conocen al que me envió a mí». Estas últimas palabras significan que me odiarán a mí en vosotros y se alzarán contra vuestra predicación porque es mía, y que ellos serán tanto más desgraciados al perseguir mi nombre cuanto vosotros seréis felices al padecer persecución por él. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia (Mt. 5,10) (cf. tr.88: PL 35,1854).


e) LA FORTALEZA EN EL ESPÍRITU SANTO: SEGUNDO MOTIVO DE CONSUELO

1. El Espíritu Santo, testigo 

Después de haberles anunciado los sufrimientos que les esperaban y de consolarles con su ejemplo, les anuncia un segundo motivo de dulzura, a saber, la venida del Espíritu Santo sobre ellos, que les convertirá en testigos de Cristo. Así lo hizo, convirtiendo incluso a los que odiaban al Señor, en el momento en que San Pedro comenzó a predicar. «Los que derramaron tan impía y cruelmente aquella sangre preciosa, recibieron el perdón redimidos por lo mismo que derramaron. Tal fué la eficacia de la sangre del Señor al perdonar las culpas, que llegó a borrar hasta la de haberle matado. Este fué el testimonio dado en el fruto que consiguió el Espíritu Santo el día que comenzó a obrar. 1890 

2. Transforma en testigos a los apóstoles

Pero el Espíritu Santo no se limita a ser él el testigo, sino que transforma en testigos a los apóstoles. Y vosotros daréis también testimonio de mí, porque desde el principio estáis conmigo (Io. 15,27). Lo dará el Espíritu Santo y lo daréis vosotros... La caridad que difundirá el Paráclito en vuestros corazones os dará confianza suficiente para que seáis testigos míos». Pedro tembló ante una criadita, pero este amor no puede coexistir con la caridad, porque la caridad expulsa al miedo (1 lo. 4,18). «El que negó a Jesús ante una criada, confesó por tres veces su amor poco después de la resurrección (Io. 21,15). Pero hasta ese amor de Pedro era débil y estrecho mientras no lo robusteciera y ensanchara el Espíritu Santo, que cambió su pecho frío en horno de verdad y fortaleció sus labios para que hablasen a todas las gentes. Leed los Hechos de los Apóstoles, y, si os compadecisteis de Pedro que negaba, admiradle cuando predica y contemplad aquellos labios que de la desconfianza se movieron a la confianza, de la servidumbre a la libertad, de la negación a la confesión. Tal fué el fulgor de la gracia del Espíritu Santo, y tal el poder de una lengua que predicaba la verdad, que una gran multitud de enemigos y asesinos del Señor se convirtieron en cristianos prontos a morir por el que ellos mismos habían matado. «El Espíritu Santo dió testimonio, y, convirtiéndolos en testigos fuertes, quitó el temor a los amigos y mudó en amor el odio de sus enemigos» (cf. tr.92: PL 35,1862). s. No basta el ejemplo y la doctrina del Señor; se necesita la operación del Espíritu Santo Estos son los dos principales motivos de consuelo: el ejemplo del Señor y el testimonio que el Espíritu Santo había de dar al ser convertidos ellos mismos en testigos. Testigo el Espíritu Santo en vuestros corazones, testigos vosotros en la predicación. El inspirando, vosotros hablando, para que así se cumpla lo del Salmo (18,5): En toda la tierra resonó su voz. «De poco hubiera servido que el Señor diera el ejemplo si no los hubiera llenado el Espíritu Santo». El ejemplo lo había dado ya anteriormente, y Pedro había oído ya este sermón que estamos comentando, y, sin embargo, cuando llegó la hora del temor negó al Señor. En cambio, recibido el Espíritu divino, se convirtió en predicador de aquel a quien había negado y anunció públicamente al que había temido confesar. No hasta el ejemplo ni la doctrina; es necesaria la obra del Espíritu Santo dentro de nosotros. 

4. El Señor anunció su ruptura con Israel 

1.° Os echarán de las sinagogas (lo. i6,2). 

¿Qué podían encontrar de malo los apóstoles en ser expulsados de unas sinagogas de las que ellos mismos se separaban? La sinagoga pudo convertirse en Iglesia de Cristo, puesto que los judíos eran el pueblo de Dios, y esta frase nos indica que el Señor anunciaba su ruptura con Israel. Echarían de las sinagogas a los apóstoles porque a quien querían echar era a Cristo (cf. tr.93: PL 35,1864). 

2.° Esto no os lo he dicho desde el principio porque estaba con nosotros (Io. 16,4) 

No es que no se lo hubiera anunciado, sino que no se lo había declarado tan abiertamente y, sobre todo, que no se lo había dicho uniéndolo con el anuncio de la venida del Espíritu Santo robustecedor; pero ahora, que tenía que marcharse, les avisa que les dejará quien les sostenga. Este Espíritu divino infundirá la caridad; con la caridad, la valentía y la ciencia, e incluso el amor, que todo lo sufre y con el cual no les dolería ser expulsados de las sinagogas (cf. tr.94: PL 35,1867).



B) Testimonios cristianos


a) EL TESTIMONIO DE LOS MÁRTIRES Y NUESTRO TESTIMONIO


¿Quién no ha oído hablar de los mártires y qué labio, cristianos no repiten este nombre? Ojalá lo llevemos tan impreso en nuestro corazón, que no los persigamos (con las obras). 

Luego, al decir lo que hemos visto con nuestros ojos.., y lo atestiguamos (1 Io. 1,1 y 3), equivale a: Lo hemos visto y somos mártires. 

Por dar testimonio de lo que vieron, por repetirlo sobre lo que habían oído a los testigos presenciales, desagradando con ello a quienes lo recibían, padecieron los mártires sus tormentos. Testigos de Dios, que quiso tener por tales a los hombres para que los hombres tengan por testigo a Dios (In Epist. lo. ad Part. tr.1,2: PL 35,1979). 

«Lo que vimos y oímos os lo anunciamos a vosotros (ibid., 3). Vieron al Señor humanado, oyeron sus palabras y nos las anunciaron. ¿Somos, pues, menos felices que los que vieron y oyeron personalmente? Entonces, ¿ por qué añade: Para que seáis compañeros nuestros? Ellos vieron; nosotros no, y, sin embargo, somos compañeros, porque compartimos la misma fe... En aquel tiempo permitió que le palparan las manos del hombre el que permite siempre que los ángeles le vean. Palpóle el discípulo y exclamó: Señor mío y Dios mío (1o. 20,28). Palpóle un hombre; confesó ser Dios. Pero el Señor, para consolarnos a los que no podemos abrazarle corporalmente, sino sólo por la fe, nos dice: Bienaventurados los que no ven y creen (Io. 20,29). Nos describe a nosotros, a nosotros nos señala. Hagamos, pues, cierta la felicidad que nos promete. Mantengámonos en la fe de lo que no vemos» (ibid., 3: PL 35,1979). 


b) EL, TESTIMONIO DE LA IGNOMINIA

1. Fortaleza en la ignominia 

«Los hombres juzgaban entonces ignominiosa a la Iglesia. Semejaba ésta una viuda a la que cubrían de oprobio, porque lo era de Cristo, porque llevaba su cruz en la frente. Todavía el ser cristiano no era un honor, sino un delito. Y cuando no era un honor, sino un delito, entonces se levantó el muro del testimonio y mediante él se extendió la caridad de Cristo, y la caridad de Cristo conquistó las gentes. 

¿Te olvidarás de la vergüenza de la juventud y perderás el recuerdo del oprobio de tu viudez?  (Is. 54,4).

Confusa vivió durante algún tiempo la Iglesia, pero ya lo ha olvidado. Ya nadie recuerda su estado de ignominia; todos lo han olvidado. Mío es Manasés, y Efraín es la fortaleza de mi cabeza (Ps. 59,9). Efraín significa  fruto. Mío, dice, es el fruto  es la robustez de la cabeza. Mi  cabeza  es Cristo. Y ¿como  el fructificar le robustece? Porque, si la semilla  no cae  en la tierra, no se multiplica.  

Colgaba Cristo de una cruz entre mil injurias. En el interior estaba el grano con fuerza suficiente para atraerlo todo a Si... (Io. 22,24-32). ¡Oh grano hermoso! Ciertamente pequeño y débil..., pero escucha su fortaleza: Lo pequeño de Dios es más fuerte que los hombres (1 Col. 1, 25). Con razón  dió tantos frutos, y la Iglesia al verlos dice: Míos son. (cf. Enarrat. in: Ps. 59, 9). 

2. La persecución soportada por Dios, testimonio de la vida futura 

«¿No serás tú, ¡oh Dios!, que nos has rechazado; tú que no sales ya con nuestros ejércitos? (Ps. 59,12). ¿No serás tú, el mismo que nos has rechazado, el que nos habrá de conducir? ¿Y por qué nos rechazaste? Quia destruxisti Y ¿por qué nos destruíste? Porque iratus es, et misertus es nostri. Tú guiarás a los que rechazaste y a aquellos en cuya defensa no saliste. ¿ Qué significa el no sales ya con nuestros ejércitos? El mundo se ensañaba, nos aplastaba, íbase levantando la torre del testimonio de la sangre de los mártires, y los paganos repetían: «¿En dónde está su Dios?» Y tú no aparecías para defender nuestra. virtud. No te mostrabas, no lucías tu poder contra ellos...., pero obrabas por dentro. ¿Qué significa el non egredieris? El no mostrarte. Cuando los mártires iban arrastrados entre cadenas, cuando se les encerraba en las cárceles, objeto de burla y pasto de las fieras, heridos por la espada, abrasados por el hierro, todos los despreciaban como a gentes abandonadas y sin ayuda. ¿Cómo obraba Dios entonces? ¿Cómo les consolaba interiormente? ¿ Cómo les endulzaba con la esperanza de la vida futura?... ¿Acaso gemían abandonados porque Dios no se manifestase? ¡ Al contrario! No manifestándose, condujo la Iglesia hasta Idumea. 

Si la Iglesia hubiera querido pelear, parecería luchar por esta tierra; pero despreció esta vida y dió testimonio de la futura» (ibid., 13: 722). 


e) EL TESTIMONIO DE LA MUERTE

«Los mártires fueron mártires, esto es, testigos de esta fe (de la resurrección de Cristo), de la que dieron testimonio ante un mundo inimicísimo y cruelísimo, y al que vencieron no luchando, sino muriendo. Por esta fe murieron los que con su muerte pudieron impetrar el poder de obrar milagros. Fué la paciencia primera, obtenida por la fe, la que abrió el camino para que su poder taumatúrgico se manifestara en pro de la misma» (cf. De civitate Dei XXII : PL 41,771). 

Boletín Dominical 16 de mayo

Día 16 de Mayo, Domingo infraoctava de la Ascensión

Doble. Conm. San Ubaldo, Obispo, Confesor. Orn. Blancos.

En la última cena prometió Jesús que enviaría al Espíritu Santo Consolador, el cual al dar testimonio de Jesús os fortalecería en la fe y les enseñaría toda verdad; después de ello se dispersarían los Apóstoles y como testigos de vista anunciarán al mundo el Evangelio aún arrostrando todos los peligros. “Dará testimonio de Mi”, la misión del Espíritu Santo en la Iglesia fue y es la de dar testimonio de N.S.J.C. 

El Espíritu Santo es Luz, en la Secuencia de Pentecostés se le invoca como Luz de los corazones. “Veni lumen cordium”, y sus oficio como luz son: apartarnos del error, pues, si luz y tinieblas son incompatibles, el primer oficio del Espíritu Santo será apartar al hombre del error; guiarnos a la verdad, que es concretamente hacernos conocer a Jesucristo: “Per Te noscamus atque Filium”. El alma, por lo tanto, debe invocar al Espíritu Santo cuantas veces va a ponerse en contacto con Nuestro Señor por la oración o lectura espiritual, o cuantas veces vaya a escuchar la palabra de Dios. Particularmente también le invocaran las personas  que se dediquen a trabajos intelectuales, hombres de gobierno, padres de familia, y, en fin, todos los cristianos al comenzar cada día, y al principiar las obras, para que así se vean libres de error y sean dirigidas al último fin del hombre, que es ganar su alma para el Cielo.


El valor y el uso de los sacramentales.

Si hacemos uso de los sacramentales, como ellos deben ser usados reconociendo, por la fe, la eficacia de la bendición de la iglesia, la cual fue fundada por el Mismo Dios, nuestros actos serán más agradables a Dios, y los sacramentales nos aprovecharan con largueza. Si usamos del crucifijo, de una medalla, esperando que por la Gracia de Dios ello nos preserve del mal, no es esto supersticioso. No obstante, debemos acordarnos de que los sacramentales no tienen poder por sí mismos. Ellos tienen poder solamente a través de la oración de la Iglesia que usa de la autoridad dada por Cristo (Sigue)


(Continúa). Si uno usa a los sacramentales con el espíritu de aquellos que los miran como poderosos en sí mismos, sin referirse para nada a Dios o a la Iglesia, o su propio estado de gracia, estos son supersticiosos. Debemos usar los sacramentales constantemente. Todos los hogares cristianos deberían tener agua y candelas benditas. Todos los cristianos deben recibir tantas bendiciones cuanto fuesen capaces de ello. Todo hogar o predio cristiano debería ser bendecido. Además de que todo hogar católico debería tener un altar privado para concurrir a rezar, todas sus habitaciones deberían tener un Crucifijo. Muchos hogares tienen la loable costumbre de mantener prendida una lámpara votiva, ya de aceite ya de cera, en el altar de la familia. En muchos hogares es costumbre el asperjar las camas con agua bendita antes de acostarse. En cualquier problema, dolor, peligro, o tentación, el uso de los sacramentales es de gran beneficio. Todo católico debería tener su propio rosario bendito, y usarlo. Todo católico debe tener encima un crucifijo bendecido, una medalla o el escapulario. La Iglesia, a través del uso de los sacramentales, enseña a los fieles las verdades de la religión, excitando así buenos pensamientos y aumentando la devoción. Las verdades de nuestra fe son enseñadas por los sacramentales a través del sentido de la vista, así como las explicaciones las enseñan a través del oído. Los sacramentales son, entonces, un libro de dibujos que es usado como una ayuda en el aprendizaje de la religión. A través del uso apropiado de los sacramentales podemos obtener gracias actuales, perdón de los pecados, remisión del castigo temporal, salud del cuerpo y bendiciones materiales y protección en contra los espíritus malignos.




lunes, 10 de mayo de 2021

Sermón Domingo Quinto después de Pascua


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Pero haceos ejecutores de la palabra, y no oidores solamente, engañándoos a vosotros mismos. Pues si uno oye la palabra y no la practica, ese tal es semejante a un hombre que mira en un espejo los rasgos de su rostro: se mira, y se aleja (del espejo), y al instante se olvida de cómo era. Mas el que persevera en mirar atentamente la ley perfecta, la de la libertad, no como oyente olvidadizo, sino practicándola efectivamente, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree piadoso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, vana es su piedad. La piedad pura e inmaculada ante el Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y preservarse de la contaminación del mundo.
Santiago I, 22-27


Evangelio

En aquel día no me preguntaréis más sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, Él os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado”. “Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré más en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre os ama Él mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre”. Dijéronle los discípulos: “He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie te interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios”.
Juan XVI, 23-30

sábado, 8 de mayo de 2021

Santo Tomás de Villanueva: Las Condiciones de la Oración





COMENTARIO AL EVANGELIO
DOMINGO V DESPUÉS DE PASCUA


En aquel día no me preguntaréis más sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, Él os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado”. “Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré más en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre os ama Él mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre”. Dijéronle los discípulos: “He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie te interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios”.
Juan XVI, 23-30



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


Condiciones de la oración 


Sermón que, devoto y lleno de citas escriturarias como todos, demuestra el conocimiento del Santo sobre San Agustín, puesto que todas sus ideas se encuentran en las obras del santo Doctor (cf. ed. francesa, París 1863, t.5 1.233). 


A) La oración


a) DIVISIÓN

Tres partes: ¿Debemos pedir? Sí. ¿Cómo debemos pedir? De modo que recibamos. ¿Qué debemos pedir? Que nuestro gozo sea pleno. 


b) DEBEMOS PEDIR 

1. Una objeción y su respuesta 

Santo Tomás se propone esta objeción: Los que piden lo hacen o para exponer sus necesidades o para atraer la voluntad ajena. Es así que Dios lo conoce todo y su voluntad no cambia... Respuesta: No rezamos ni para lo uno ni para lo otro, como haríamos al pedir a un hombre. Por eso el Señor advierte : Orando no seáis habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar. No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes de que se las pidáis (Mt. 6,7-8). La oración es una petición sencilla al Señor. 

«Rezamos no para cambiar los designios de la Providencia, sino para obtener lo que Dios ha decidido conceder a los ruegos de los santos. La Providencia divina no sólo ha regulado los efectos, sino hasta las causas de esos efectos y el orden con que deben concatenarse unas y otros, y en ese sentido decimos que Dios se dobla ante los ruegos de los santos y nuestras oraciones. No es que, cambiando de parecer, decida otorgarnos lo que antes nos negaba, sino que concede al mérito de la oración lo que no hubiese concedido sin él... Por lo demás, esta materia es difícil y no se debe hablar de ella en el púlpito más que con gran precaución». 

2. Dos motivos para pedir

El uno por parte del hombre, que es nuestra necesidad, y el otro por parte de Dios, que es su voluntad de dar. San Juan Crisóstomo (cf. Hom. 18 sobre San Mateo) se pregunta que por qué el hombre viene a este mundo mucho más débil que los animales. Aristóteles da a esta pregunta una respuesta filosófica, a saber, que Dios nos ha otorgado una inteligencia que supla nuestra falta de fuerzas (De part. anim. 1.4 c.10); y San Juan Crisóstomo contesta teológicamente, diciendo que, si nacemos débiles, en cambio, Dios nos ha concedido el gran poder de la oración. Nuestra debilidad nos lleva a confiar en Dios, y cuanto más flacos seamos, más nos apoyaremos en su robustez. 

La segunda razón se deriva de la consideración de Dios y de su liberalidad, que no sólo está presta a darnos, sine, que nos invita y hasta castiga si no le pedimos. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis (lo. 16,24). Sólo hay una cosa que supere nuestro deseo de recibir, y es su deseo de dar. Dios ansía perfeccionarnos mucho más de lo que nosotros ansiamos la perfección. 

San Dionisio (cf. De la jerarquía celeste c.4, 1) dice que el bien es expansivo, y el divino anhela tanto comunicar sus dones y su gloria, que, si encuentra oposición, amenaza con los fuegos eternos al que no se deja beneficiar. Hombre, no seas necio, oye al Esposo del Cantar de los Cantares: Abreme, hermana mía, esposa mía..., que está mi cabeza cubierta de rocío, del rocío de gracia que quiero darte (Cant. 5,2). 


e) CÓMO DEBEMOS PEDIR 

De tal modo que nuestra oración sea eficaz, lo cual depende del objeto que pidamos. 

Debemos pedir:

1. Algo 

Es Dios. Pidamos, por lo tanto, bienes espirituales. Es eterno. Pidámoslos eternos. Si pides bienes temporales, no pides nada. 

Santiago dice que, si no recibimos, es porque pedimos mal (4,3), y pedimos mal cuando solicitamos cosas contrarias a nuestra salvación, en cuyo caso nos niega con su misericordia lo que, si nos diese, sería efecto de su ira. Un enfermo pide la salud, y, si la obtuviera, marcharía al vicio; un pobre quiere riquezas, y con ellas se condenaría... Si Dios les oyese, sería un efecto de su ira. El salmista dijo: Los abandoné en su obstinado corazón (Ps. 80,13); y en otro lugar: Les dió lo que ardientemente deseaban, pero mandó la podredumbre a sus entrañas (Ps. 105,15). 

En consecuencia, debemos pedir de un modo absoluto los bienes espirituales, condicionalmente los otros bienes, como talento, ciencia, etc., en cuanto que a Dios le plazca, si son útiles para nuestra salvación. Los bienes temporales nos es permitido pedirlos tan sólo para subvenir a nuestras necesidades. 

San Pablo, apóstol, y, por lo tanto, del número de aquellos a quienes se les habían dirigido las palabras del Evangelio de hoy, pidió por tres veces al Señor que le librase del aguijón de la carne, y, sin embargo, no lo consiguió por no serle provechoso. Muchas veces se nos niega una gracia y se nos concede, como en este caso a Pablo, otra mayor. 

2. Al Padre 

Esto es, en estado de gracia, para poder ser hijos. ¿Quién se atrevería a pedir un favor a su enemigo? ¿Quieres que Dios haga tu voluntad en las cosas grandes, y tú no haces la suya en las pequeñas? ¿Desprecias sus mandamientos y esperas sus favores? (cf. SAN AGUSTÍN, Meditaciones c.3). Dios no escucha a los pecadores cuando le piden favores terrenos; pero, si le piden la salvación, no rechaza nunca un corazón contrito y humillado (Ps. 50,19). 

El Señor resume toda esta doctrina con estas palabras: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os dará (Io. 15,7). Y el mismo evangelista, en su primera Epístola (3,21), lo corrobora diciendo: Carísimos, si el corazón no nos arguye, podernos acudir confiados a Dios, y si pedimos, recibiremos de El, porque guardamos sus preceptos y hacemos lo que es grato en su presencia. ¿Qué tiene que ver que los labios pidan misericordia, si las obras demandan venganza? La voz de las obras es la más potente. 

3. En mi nombre 

San Agustín advierte que el nombre de Jesús significa Salvador, y, por lo tanto, todo lo que se pide contrario a nuestra salud es contrario al nombre del Señor. 

En nuestra oración debemos invocar siempre al Padre Y al Hijo, como lo hace la Iglesia. Modelo de oración, el Padrenuestro. 

4. Para nosotros 

Aun cuando las obras que ejecutamos en beneficio de nuestro prójimo son más perfectas, sin embargo, la oración no es efectiva más que cuando pedimos el bien espiritual para nosotros mismos, pues si lo pedimos para el prójimo, puede acaecer que éste oponga el obstáculo de su mala voluntad. 


d) QUÉ DEBEMOS PEDIR

1. Debemos pedir el gozo sobrenatural 

¿Cómo, Señor, tú, que quieres que llevemos la cruz, quieres también que pidamos la alegría? Sí, porque la alegría en el Señor no le es menos agradable que la tristeza por nuestros pecados. Alegraos, dice San Pablo (Phil. 4,4). La alegría espiritual ensancha y fortalece el alma. La tristeza motivada por las cosas temporales es perniciosa. 

Debemos sufrir las tribulaciones y tentaciones, pero no debemos pedirlas, lo que sería orgullo o locura (cf. SANTO TOMÁS, Comentario a los Hebreos c.10 1.4). Pero el alegrarse cuando Dios nos las envía es cosa excelente. Nos gloriamos hasta en las tribulaciones (Rom. 5,3). 

Amemos, por lo tanto, la alegría, pero la alegría plena o completa, que no es otra sino la producida por los bienes espirituales y por la eternidad. El alegrarse de las cosas temporales es alegrarse de un soplo que pasa, y es una alegría vacía, como vacío está el vaso que llenaran con un soplo. 

2. La plenitud del gozo y sus condiciones 

La alegría puede ser plena objetiva o subjetivamente. Lo es objetivamente cuando tiene por motivo un bien sólido, durable, no interrumpido por lágrimas, y al que la muerte no pone fin, sino que aumenta. Levantad vuestra, cabezas, porque se acerca vuestra redención (Le. 21,28). La alegría temporal no puede ser nunca completa en este sentido, porque desaparece fácilmente; ni lo es tampoco subjetivamente, porque el cuerpo puede gozar, pero el alma siente siempre remordimiento y ansias no satisfechas.

La alegría espiritual, en cambio, redunda en el mismo cuerpo, como perrillo que se alimenta de las migajas que caen de la mesa del Señor. La alegría suprema es el cielo; pero Dios, a veces, nos da a saborear algunas gotas en este camino para que podamos soportar el cansancio y despreciar otros placeres. 


3. Hay que separarse del pecado 

Mas para gozar de esta felicidad es necesario separarnos del pecado, porque el reino de Dios no consiste en beber ni comer, sino en la justicia, la paz y la alegría del Espíritu Santo (Rom. 14,17). 

El obstáculo mayor lo constituyen los placeres de la carne, así como nada es más útil que la pureza. El que está condenado al infierno, qué alegría puede tener? Un día estaban tres hombres juntos en una cárcel, y otros tres estuvieron otro día en una cruz. José estaba en el calabozo con el copero y el panadero del rey; Jesucristo estuvo en las cruz con dos ladrones. Uno de ellos oyó la frase del Señor: Hoy serás conmigo en el paraíso (Le. 23,43) ; el otro oyó la frase de José: El Faraón... te restablecerá en tu cargo. ¿Qué alegría creéis que podía tener el ladrón, que no esperaba sino la muerte, y el panadero, a quien no aguardaba más que la horca? Esta es la situación del que se sabe condenado, por más que quiera distraerse. Nadie crea que el vicio procura alegría. 


B) Bienes que Dios concede antes de pedírselos

No necesitamos pedirle nada al Padre, porque por amor a su Hijo nos concede lo preciso aun antes de que lo hayamos solicitado. Coincidente con esta idea es el delicioso sermón sobre la conducta de Dios en relación con sus elegidos (cf. ed. francesa, t.1 p.406 ). Lo extractamos brevísimamente. 

Al justo le condujo Por caminos rectos 
y le mostró el reino de Dios (Sap. 10,10)

Yavé es mi pastor; nada me falta. Me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma y la guía por las sendas rectas por amor de su nombre. Aunque hubiera de pasar por un valle tenebroso, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo. Tu clava y tu cayado son mi consuelo. Tú pones ante mí una mesa enfrente de mis enemigos. Has derramado profusamente el óleo sobre mi cabeza, y mi cáliz rebosa. Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida, y estaré en la casa de Yavé por muy largos años (Ps. 22-1-6). En estas palabras están comprendidas diez gracias que recibimos de Dios antes de pedírselas. 


a) GRACIAS CONCEDIDAS POR DIOS SIN PETICIÓN PREVIA 

Primera gracia: Colocóme en lugar de pastos abundantes, esto es, en la Iglesia de Dios, en que nací. 

Segunda: Cerca de las aguas regeneradoras del bautismo, que recibí antes de abrir los ojos a la luz. 

Tercera: Mi gula cuando, al llegar a la juventud, mi alma necesita luz para iluminar el mal que la concupiscencia quiere hacerme parecer bueno. 

Cuarta: Me sostiene en los senderos rectos por amor da su nombre. Pues ¿de qué me serviría conocer el camino si no ayudase a mi voluntad a que siguiera por él? Bien sé que no está en la mano del hombre trazarse su camino. No es dueño el hombre de caminar ni de dirigir sus pasos. Corrígeme, ,.oh Yoyó!, con suavidad (Ier. 10,23-24). 

Quinta: Me corrige si me desvío. Tu clava y mi cayado son mi consuelo (Ps. 22,4). Señal especial del amor de un padre, corregir al hijo. El pecador exaspera a Dios hasta obligarle a que no le busque más (Ps. 10,4). Nada más desgraciado que la felicidad del pecador a quien Dios ya no quiere castigar. 

Sexta: Pone ante mí una mesa con la refección de la doctrina, la Escritura y el mismo cuerpo de Cristo. 

Séptima: Nos da la devoción, que fortalece nuestro corazón para el cumplimiento de obras buenas. Has derramado profusamente el óleo, y mi cáliz rebosa (Ps. 22,5). El que confía en Yavé renueva sus fuerzas y echa alas como de águila y vuela velozmente sin cansarse y corre sin fatigarse (Is. 40,31). 

Octava: Extasis de algunos privilegiados, la mayor gracia que puede desear el hombre en esta vida, el cáliz que rebosa. 


b) GRACIAS RECIBIDAS Y DESCONOCIDAS DEL MISMO QUE LAS RECIBE 

Novena: La misericordia de Dios, que descansa sobre aquellos que le aman (Sap. 4,15). Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida (Ps. 22,6). 

;Oh dulce Jesús, cuántas gracias hemos recibido de ti sin saberlo siquiera! Marchábamos por el camino, dormidos quizá, e ibas quitando las piedras donde pudiéramos tropezar. Placeres que amargaste, flores que secaste..., yo te doy gracias por tantos obstáculos como has puesto en mi camino, y que me impidieron llegar a donde yo marchaba. Tú me escogiste en la eternidad, me colocaste en la Iglesia, me lavaste en las aguas bautismales, y todas estas misericordias fueron delante de mí. Me perdonaste los pecados, me ayudaste a levantarme y llenaste mi deseo, y estas misericordias me seguían (Ps. 58,11). 

Décima: la misericordia mayor de todas: Estaré en la casa de Yavé (Ps. 22,6), estaré en la gloria. ¿Resistiré una voluntad de Dios tan decidida a mi favor? Los ganados reconocen la razón en el pastorcillo que los guarda, y obedecen. ¿Serán superiores a mí, que no quiero admitir la razón y bondad del Dios que me pastorea? 


Boletín Dominical 9 de mayo



Día 9 de Mayo, Domingo V de Pascua.


Conm. de San Gregorio Nacianceno, Obispo,
Confesor y Doctor de la Iglesia. Doble. Orn, Blancos 


La Iglesia proclama hoy, en el Introito, el triunfo de Cristo, y quiere se anuncie hasta los confines del mundo.

En la Epístola de Santiago el Menor, que era pariente de Jesús, nos enseña que no basta conocer la ley, sino que es necesario cumplirla, que la religión verdadera debe ir acompañada del ejercicio de las virtudes, que la fe es necesaria, pero que la fe sin obras es vana e inútil.

Son pues necesarias las buenas obras para salvarse. No el que dice ¡Señor, Señor! Sino el que cumple la voluntad de Dios entrará en el Reino de los Cielos. “Sed ejecutores de la palabra de Dios, y no meros oyentes, engañándoos a vosotros mismos”, dice el Apóstol Santiago.

En el Evangelio, Cristo Nuestro Señor nos inculca que oremos en su Nombre, pues la oración es absolutamente necesaria para obtener la gracia, sin la cual es imposible salvarse; por eso se comprende fácil que diga  San Alfonso Maria de Ligorio:  “el que ora, se salva, el que no ora, se condena”. 

En la primera parte del Evangelio, Jesús en dos palabras resume un misterio de nuestra religión: Salí del Padre y vuelvo al Padre. San Agustín lo explica así: “Salió del Padre, porque del Padre procede, vino al mundo por que mostró al mundo su cuerpo tomado de la Virgen, dejó al mundo con su partida corporal; se fue al Padre, con la Ascensión de su Humanidad”. a Iglesia proclama hoy, en el Introito, el triunfo de Cristo, y quiere se anuncie hasta los confines del mundo.

En la Epístola de Santiago el Menor, que era pariente de Jesús, nos enseña que no basta conocer la ley, sino que es necesario cumplirla, que la religión verdadera debe ir acompañada del ejercicio de las virtudes, que la fe es necesaria, pero que la fe sin obras es vana e inútil.

Son pues necesarias las buenas obras para salvarse. No el que dice ¡Señor, Señor! Sino el que cumple la voluntad de Dios entrará en el Reino de los Cielos. “Sed ejecutores de la palabra de Dios, y no meros oyentes, engañándoos a vosotros mismos”, dice el Apóstol Santiago.

En el Evangelio, Cristo Nuestro Señor nos inculca que oremos en su Nombre, pues la oración es absolutamente necesaria para obtener la gracia, sin la cual es imposible salvarse; por eso se comprende fácil que diga  San Alfonso Maria de Ligorio:  “el que ora, se salva, el que no ora, se condena”.  

En la primera parte del Evangelio, Jesús en dos palabras resume un misterio de nuestra religión: Salí del Padre y vuelvo al Padre. San Agustín lo explica así: “Salió del Padre, porque del Padre procede, vino al mundo por que mostró al mundo su cuerpo tomado de la Virgen, dejó al mundo con su partida corporal; se fue al Padre, con la Ascensión de su Humanidad”.  




LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR

Cuarenta días después de la Resurrección de Cristo, se celebra el aniversario del día en que termina el reinado visible de Jesús en la tierra. Durante éste tiempo Pascual, la segunda festividad que se celebra es la de la Ascensión que, según S. Bernardo, es la feliz terminación del itinerario del Hijo de Dios. Convenía que el Divino Resucitado no pisase mas el barro de este nuestro mísero suelo, sino que volviese al Padre en cuyo seno nació, en cuanto Dios , desde la eternidad, quien lo recibió, al decir de S. Cipriano, “con gozo tal que ninguna criatura es capaz de expresarlo”. Los Apóstoles, reunido en el cenáculo y próximo ya Pentecostés, reciben por última vez a Jesús, quien se les aparece y se sienta a comer con ellos. Acabada la comida les hizo un largo sermón que fue como el compendio de las lecciones que les había dado y un resumen de lo que debían hacer, de lo que les iba a suceder de más extraordinario. Entonces es cuando les da la potestad y el mandato de evangelizar el mundo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura: el que creyere y se bautizare, se salvará; más el que no creyere se condenará.” Después salieron, y por el camino de Betania se dirigieron a la parte más alta del monte de los Olivos. Jesús entonces bendijo a sus discípulos y se remontó a los cielos con gran de gloria y majestad.






domingo, 2 de mayo de 2021

Sermón Domingo Cuarto después de Pascua

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)




Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

Carísimos: De lo alto es todo bien que recibimos y todo don perfecto, descendiendo del Padre de las luces, en quien hay mudanza ni sombra (resultante) de variación. De su propia voluntad Él nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus creaturas. Ya lo sabéis, queridos hermanos. Mas todo hombre ha de estar pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque ira de hombre no obra justicia de Dios. Por lo cual, deshaciéndoos de toda mancha y resto de malicia, recibid en suavidad la palabra ingerida (en vosotros) que tiene el poder de salvar vuestras almas.

Santiago I, 17-21


Evangelio

En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus apóstoles: Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto. Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará.

Juan XVI, 5-14

sábado, 1 de mayo de 2021

Santo Tomás de Villanueva: La Venida del Espíritu Santo



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO IV DESPUÉS DE PASCUA

 

En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus apóstoles: Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto. Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará.

Juan XVI, 5-14



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


La venida del Espíritu Santo


En los primeros párrafos glosa a San Agustín, y en los que hemos escogido, a San Bernardo, por lo que extractaremos esta parte brevísiniemente (cf. Divi Thomae Villanova Opera omnia [Manilee 1883] 001.2 dom.4.0 Pase.). 


A) Conveniencia de la marcha del Señor

a) POR NUESTRA PARTE

Dos son las razones por las que conviene que Cristo se marche antes de que venga el Espíritu Santo, la primera de las cuales se refiere a los apóstoles y la segunda al mismo Señor. La de los apóstoles se reduce a la utilidad que les reportaba separarse de Cristo para llegar a la divinidad, porque el camino consiste en empezar conociendo a Cristo hombre para mediante El remontarse al Cristo Dios. Con-viene, además, purificar el corazón de todo afecto sensible. De ello concluye San Bernardo (cf. Serm. 63 sobre la Ascensión) que, si hasta el amor casto del Señor les impedía el amor puro de Dios, cuánto más nos lo impedirá el amor obsceno, inicuo o vano. En resumen, era útil la marcha de Cristo para apartar los obstáculos, como llevamos dicho; para que aumentara el mérito de nuestra fe, creyendo en quien no se ve, y para asegurarnos la recompensa que el Príncipe heredero nos ha ido a preparar junto al trono de su Padre. El Hijo y la Madre, llenos de compasión, defienden allí el pleito de la humanidad (cf. SAN BERNARDO, Serra. sobre la Ascensión). La Madre enseña a su Hijo los senos que le alimentaron, Y el Hijo enseña al Padre las heridas que recibió. «Excelente modo de pleitear el de Cristo, pagando pri-mero la deuda. No habléis, Señor, en ese pleito más que de vos; no aleguéis mi justicia, sino la vuestra; no mis obras, sino las que habéis realizado; no mis méritos, sino los vuestros, vuestros dolores y tormentos». San Agustín (cf. Meditaciones c.8) pone en sus labios estas palabras: «Ved los misterios de mi carne, y perdonad las faltas de la carne; ved a vuestro Hijo, y tened compasión del esclavo; ved a quién sufre, y recordad por quién sufre; exa-minad mis pasos inmaculados, que no caminaron nunca por la. vía de la iniquidad; mis manos inocentes, mi pecho des-nudo, brillante de pureza y enrojecido de sangre...». 


b) POR PARTE DEL SEÑOR 

Convenía que se marchase Cristo antes de que descendiera el Espíritu Santo para que brillase más el poder de su majestad y demostrase así la virtud viva que continúa teniendo aun después de muerto. Muerto y ausente, subyuga al mundo, y ello es testimonio de nuestra fe. ¿Qué muerto hay capaz de arrastrar a los hombres a los mayores tra-bajos, sufrimientos y muerte ? Y, sin embargo, esto es lo que hicieron los apóstoles por Cristo, muerto y ausente. Así Orígenes. 


B) La obra del Espíritu Santo

El Espíritu Santo, al venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres efectos: a) Convencernos de pecado, mostrándonos su fealdad. b) Hacer-nos ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la ver-dad. c) Elevar nuestros afectos con la consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas que han de venir. 


a) CONVENCE DE PECADO

Será como fuego fundido y cono lejía de batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata..., y la depurará como se depura el oro (Mal. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea vicio y pecado. Estos sus reproches interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches. Cuan-do el Hijo se ha marchado de nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos trabajan para una sola cosa, para salvarnos. 

Miserables los que no conocen su pecado, porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (De. 3,9). Pasan los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga (Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del pecador. 


b) ILUMINA LA INTELIGENCIA

Os enseñará toda verdad (Io. 16,13). ¡ Oh doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos maestros que fueron los profetas, a quienes iluminó el Espíritu Santo, junto a aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la tierra. Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su perfume. 


C) ANUNCIA EL PORVENIR

Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la eternidad.