sábado, 1 de mayo de 2021

Santo Tomás de Villanueva: La Venida del Espíritu Santo



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO IV DESPUÉS DE PASCUA

 

En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus apóstoles: Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto. Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará.

Juan XVI, 5-14



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


La venida del Espíritu Santo


En los primeros párrafos glosa a San Agustín, y en los que hemos escogido, a San Bernardo, por lo que extractaremos esta parte brevísiniemente (cf. Divi Thomae Villanova Opera omnia [Manilee 1883] 001.2 dom.4.0 Pase.). 


A) Conveniencia de la marcha del Señor

a) POR NUESTRA PARTE

Dos son las razones por las que conviene que Cristo se marche antes de que venga el Espíritu Santo, la primera de las cuales se refiere a los apóstoles y la segunda al mismo Señor. La de los apóstoles se reduce a la utilidad que les reportaba separarse de Cristo para llegar a la divinidad, porque el camino consiste en empezar conociendo a Cristo hombre para mediante El remontarse al Cristo Dios. Con-viene, además, purificar el corazón de todo afecto sensible. De ello concluye San Bernardo (cf. Serm. 63 sobre la Ascensión) que, si hasta el amor casto del Señor les impedía el amor puro de Dios, cuánto más nos lo impedirá el amor obsceno, inicuo o vano. En resumen, era útil la marcha de Cristo para apartar los obstáculos, como llevamos dicho; para que aumentara el mérito de nuestra fe, creyendo en quien no se ve, y para asegurarnos la recompensa que el Príncipe heredero nos ha ido a preparar junto al trono de su Padre. El Hijo y la Madre, llenos de compasión, defienden allí el pleito de la humanidad (cf. SAN BERNARDO, Serra. sobre la Ascensión). La Madre enseña a su Hijo los senos que le alimentaron, Y el Hijo enseña al Padre las heridas que recibió. «Excelente modo de pleitear el de Cristo, pagando pri-mero la deuda. No habléis, Señor, en ese pleito más que de vos; no aleguéis mi justicia, sino la vuestra; no mis obras, sino las que habéis realizado; no mis méritos, sino los vuestros, vuestros dolores y tormentos». San Agustín (cf. Meditaciones c.8) pone en sus labios estas palabras: «Ved los misterios de mi carne, y perdonad las faltas de la carne; ved a vuestro Hijo, y tened compasión del esclavo; ved a quién sufre, y recordad por quién sufre; exa-minad mis pasos inmaculados, que no caminaron nunca por la. vía de la iniquidad; mis manos inocentes, mi pecho des-nudo, brillante de pureza y enrojecido de sangre...». 


b) POR PARTE DEL SEÑOR 

Convenía que se marchase Cristo antes de que descendiera el Espíritu Santo para que brillase más el poder de su majestad y demostrase así la virtud viva que continúa teniendo aun después de muerto. Muerto y ausente, subyuga al mundo, y ello es testimonio de nuestra fe. ¿Qué muerto hay capaz de arrastrar a los hombres a los mayores tra-bajos, sufrimientos y muerte ? Y, sin embargo, esto es lo que hicieron los apóstoles por Cristo, muerto y ausente. Así Orígenes. 


B) La obra del Espíritu Santo

El Espíritu Santo, al venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres efectos: a) Convencernos de pecado, mostrándonos su fealdad. b) Hacer-nos ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la ver-dad. c) Elevar nuestros afectos con la consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas que han de venir. 


a) CONVENCE DE PECADO

Será como fuego fundido y cono lejía de batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata..., y la depurará como se depura el oro (Mal. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea vicio y pecado. Estos sus reproches interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches. Cuan-do el Hijo se ha marchado de nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos trabajan para una sola cosa, para salvarnos. 

Miserables los que no conocen su pecado, porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (De. 3,9). Pasan los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga (Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del pecador. 


b) ILUMINA LA INTELIGENCIA

Os enseñará toda verdad (Io. 16,13). ¡ Oh doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos maestros que fueron los profetas, a quienes iluminó el Espíritu Santo, junto a aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la tierra. Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su perfume. 


C) ANUNCIA EL PORVENIR

Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la eternidad. 


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