domingo, 31 de mayo de 2020

Sermón Domingo de Pentecostés




Sermón

R.P. Pio Espina Leupold


Lección
Al cumplirse el día de Pentecostés, se hallaban todos juntos en el mismo lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento que soplaba con ímpetu, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron lenguas divididas, como de fuego, posándose sobre cada uno de ellos. Todos fueron entonces llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, tal como el Espíritu les daba que hablasen. Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse ese ruido, acudieron muchas gentes y quedaron confundidas, por cuanto cada uno los oía hablar en su propio idioma. Se pasmaban, pues, todos, y se asombraban diciéndose: “Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo es, pues, que los oímos cada uno en nuestra propia lengua en que hemos nacido?. Partos, medos, elamitas y los que habitan la Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y el Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de la Libia por la región de Cirene, y los romanos que viven aquí, así judíos como prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”. 
Hechos II, 1-11


Evangelio
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que, no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. “Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”.
Juan XIV, 23-31




sábado, 30 de mayo de 2020

Santo Tomás de Villanueva: Sobre la Venida del Espíritu Santo





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que, no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. “Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”.

Juan XIV, 23-31



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


LAS DOS VENIDAS 


Insertamos un serrnón de Pentecostés que demuestra la profundidad teológica de nuestro Santo (cf. Divi Thomae a Vilanova opera omnia [Manila, 1811] en la dom. de Pentecostés).


A) Exordio 

Diremos por qué vino, cómo vino y cómo viene a nosotros e1 Espíritu Santo. Sus descensos son visibles o invisibles, según que Utilice o no signos que se relacionan siempre con los efectos interiores. 

La infusión visible ocurre todos los días, porque el Espíritu sopla donde quiere, y aunque se oye su voz, no sabes de dónde viene ni adónde va, como dijo el Señor a Nicodemo (Io. 3,8). No hay movimiento exterior, pero a veces lo notamos físicamente dentro de nosotros mismos. Poderosa es la voz de Yavé..., majestuosa...; hace estallar llamas de fuego (Ps. 28,4-7). Es muy de admirar que el Espíritu Santo, que en cuanto Dios tanto dista de la naturaleza humana, sea, sin embargo, quien más íntimamente pueda unirse con nosotros. No hay ángel ni criatura alguna, dice San Bernardo (cf. Serm. 5,8, sobre los Cantares: BAC, Obras selectas, p.773), que se una al hombre como se une Dios. De muchos y muy distintos modos puede conocerse esta unión divina: el fervor, la caridad del entendimiento, la dulzura del espíritu, son algunas de sus manifestaciones; pero es más fácil sentirlo que explicarlo. 


B) ¿Por qué vino? 

¿Por qué vino el Espíritu Santo en Pentecostés? Por tres causas: 

a) PORQUE ERA DESCONOCIDO 

Dios Padre era conocido, o por lo menos podía conocerse, en todo el mundo. El Verbo había sido entrevisto por los antiguos filósofos y además se había manifestado espléndidamente en Cristo, pero el Espíritu Santo permanecía desconocido. Paréceme la causa de este desconocimiento el que su origen no tiene semejanza alguna en la naturaleza. No ha habido filósofo que pudiera imaginarse el origen de un ser por espiración y no por generación. 

b) PARA MANIFESTAR. LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS 

La segunda razón consiste en que era necesario que el paráclito viniese para manifestar a los hombres la bondad y caridad de Dios, fin que le asignaba San Pablo cuando decía “No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu de Dios, para que conozcamos los dones que Dios no ha concedido”. (1 Cor. 2,12). 

En efecto, la magnificencia de la encarnación del Verbo y la redención de los hombres no podían conocerse sino por las enseñanzas del Espíritu Santo, que, habiendo hablado primero por los profetas, nos esclarece después los misterios y figuras antiguas. ¿De qué nos servirían la encarnación y redención si no las conociéramos? Pues bien, el mismo Señor nos anunció un Paráclito que daría testimonio de el y nos enseñaría la verdad de parte suya (lo. 15,26; 16,13). ¿Quién como El podría enseñarnos, una sola de sus lecciones convirtió en grandes sabios a pescadores humildes?... 

C) PARA COMPLETAR LA OBRA DE CRISTO 

La tercera razón por la que convenía descendiera el Espíritu Santo es para completar la obra de Cristo, el cual vino a la tierna a convertirnos en hijos de Dios y coherederos de su gloria. 

¡Que admirable es la generación sobrenatural del mundo! Cristo dejó la semilla. Son los apóstoles. Pero baja el Espíritu Santo, extiende sus alas sobre ellos, y aquel calor divino hace florecer la generación nueva de águilas que se lanzan a conquistar el orbe. Del mismo modo que el Hijo nació de María por obra del Espíritu Santo, he aquí a estos hijos de una Madre virgen, la Iglesia, que el Espíritu Santo ha fecundado. ¡Oh cenáculo, seno materno donde hombres ancianos forman la raza nueva del Espíritu Santo! ¡ Oh prole magnífica y generación brillante, despojo del hombre viejo que se ha transformado en criatura nueva! El Profeta Isaías la ve desde lejos y admirado grita: ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vió nunca tal cosa? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación, ¿nace toda de una vez? Pues Sión ha parido a sus hijos antes de sentir dolores (Is. 668). 

Admiración legítima, porque son los hijos que no han nacido ni de la sangre. ni de la carne. ni de la voluntad del hombre, sino de Dios (Io. 1,13), según el nacimiento anunciado por el salmista (Ps. 103,30): Vino el Espíritu Santo y produjo nuevas criaturas y se renovó la faz de la tierra. Renueva, Señor, mi alma, que, una vez renovada, también el cuerpo resucitará en su hora. 


C) ¿Cómo vino? 

a) DIFERENCIA ENTRE LA LEY ANTIGUA Y LA LEY NUEVA 

Hay un misterio profundo en que la ley y la consumación de la ley hayan sido otorgadas el mismo día, al pie del monte Sinaí y en el monte de Sión. Pero ¡qué diferencia entre las dos leyes! Ley de muerte, grabada en piedra, la una; ley de oda, grabada en los corazones por el Espíritu vivificante, la otra. 

Reciamente lo había descrito Jeremías: Vienen días, palabra de Yavé, en que yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa de judá; no COMO la alianza que hice con sus padres, cuando, tomándoles de la mano, los saqué de la tierra de Egipto... Pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo... (Ier. 31.31-33). Ley eterna, no como la de Moisés, sino escrita en códigos vivos, que son los apóstoles, en los que leemos no sólo enseñanzas, sino obras y ejemplos. 

b) EMBRIAGADOS DEL VINO DE DIOS

A continuación el Santo amplifica piadosamente los hechos conocidos, las señales de la venida, el cambio de cobardes en valerosos, el triunfo de la predicación apostólica. "Convencidos los enemigos de Jesucristo, no reducen a silencio su pérfida envidia, y acusan a los apóstoles de estar llenos de vino. Acusación cierta. Embriagados están de ese vino generoso que, según la profecía del Señor, debía colocarse en odres nuevos y no en aquellos otros viejos y estropeados; embriagados por completo de ese vino, aquellos hombres que en medio de insultos y de afrentas se regocijaban, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús (Act. 5,41); aquellos hombres que, a pesar de los sollozos y lágrimas de sus padres, esposas e hijos, desafían, por Cristo y por su fe, los tormentos más horribles y la muerte más espantosa; embriagados de vino celestial, libres de todo lazo terreno, ¿cómo podrían dejarse engañar por la prosperidad o asustarse por los reveses? ¡Oh poder incomparable, oh favor inmenso de este vino misterioso! Transportados de alegría, cantan las alabanzas del Señor Jesús en medio de las ascuas que arden, de los puñales que amenazan sus cabezas, de los leones que rugen, de las uñas de hierro que los desgarran y de los potros que los despedazan". 

e) EL DISCURSO DE PEDRO Y, EL GOZO DE LA VIRGEN

Seguidamente desarrolla Santo Tomás de Villanueva el sermón de Pedro, y presenta a los judíos llorando al oírle y preguntándose: ¡Oh Señor!, ¿cómo hemos podido blasfemarte y crucificarte? ¿Por qué no abriste a tiempo nuestros ojos? ¡Oh Pedro! Ábrenos pronto las puertas de la penitencia.

María salta de gozo. Si se alegró en la encarnación, ¿cómo no se alegrará ahora al contemplar sus frutos? Los cristianos corren para ver ese santuario del Señor, Madre sagrada, ejemplar de perfección. Su vida y sus palabras constituyen una luz para la Iglesia, sus oraciones la protegen por los siglos eternos. He aquí el misterio del día.


D) Cómo viene a las almas 

También vendrá a nosotros si queremos despojarnos del hombre viejo mediante su ayuda. Mirad que tengo experiencia de ello, y así como no podemos volver blanco ni uno solo de nuestros cabellos negros, cuanto más nos esforcemos por adelantar en la vida espiritual sin la ayuda de Dios, más nos hundiremos en la carne. Desconfiad de vosotros mismos y levantad los ojos a aquel monte de donde vendrá el socorro del Señor que hizo el cielo y la tierra (Ps, 120,1). Para ello debemos primero apreciarlo, porque nadie se esfuerza por lo que no estima, y después pedirlo. Sabed que, además del Espíritu de Dios, existe también el del mundo y el de la carne, que son opuestos totalmente; y si vosotros os anegáis en los afanes del siglo y os mancháis de voluptuosidades vergonzosas, podéis estar seguros de que el Espíritu Santo no habitará en vosotros. Ofrecedle un alma pura y en paz, y vendrá en seguida. Os es necesaria la paz: la paz en vuestra conciencia, que conseguiréis con la renuncia del mundo; la paz con vuestros hermanos, a semejanza de aquellos que estaban unidos en un mismo lugar esperando la venida del Paráclito: la paz con Dios. Buscad primero la paz, y el Dios de la caridad será con vosotros (2 Cor. 13,11).



Fuente: Herrera Oriá, Monseñor Angel, Obispo de Málaga. Verbum Vitae La Palabra de Cristo Vol. V segunda edición, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1957.









Boletín Domincal 31 de mayo






Día 31 de Mayo, Domingo de Pentecostés
 Doble de I clase- Ornamentos Rojos.

A los cincuenta días de haber comido el cordero en la forma ritual prescrita y de haber bajado el Ángel exterminador en la madrugada en que sale del cautiverio de Egipto el pueblo de Israel, acampa éste  a la falda del monte Sinaí, y Dios, solemnemente, entre resplandores, entrega al pueblo hebreo su ley, escrita en dos tablas de piedra, por manos de su conductor, Moisés. Éstos dos grandes acontecimientos: la salida de Egipto y la Ley recibida en el  Sinaí, constituyen para los Judíos las dos grandes fiestas de Pascua y Pentecostés (cincuentena), que son las únicas cuyo verdadero origen hallamos en el Antiguo Testamento, y por consiguiente las únicas cuya institución podemos atribuir al mismo Dios.

Seiscientos años después ocurre en la fiesta de Pascua la muerte y resurrección de Cristo y en la fiesta de Pentecostés se verifica la venida visible del Espíritu Santo a eso de las 9 de la mañana. Desde entonces pasan a ser fiestas cristianas y las más solemnes del año eclesiástico.

En verdad que la ley antigua era sombra y figura de la ley nueva, aquella Pascua, figura de nuestra Pascua; aquel Pentecostés figura de nuestro Pentecostés. A los cincuenta días de la Resurrección del Señor desciende el Espíritu Santo sobre Maria Santísima y los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo, que estaba en el monte Sión y escribe en sus corazones la ley de la gracia, ilumina sus inteligencias, fortalece su voluntad y los constituye en doctores de la verdad revelada e intrépidos propagadores del Evangelio, con el que renovarán la faz de la tierra. Aquellos Apóstoles, tan temerosos  de que muerto o ausente el Maestro se ensañara con ellos la persecución de los príncipes de Israel, recibido el Espíritu Santo, salen llenos de fervor, y con un valor hasta entonces desconocido  en ellos, predican a Jesucristo crucificado en el mismo pórtico de Salomón, en el Templo de Jerusalén, desafiando la ira de los escribas y fariseos y defendiendo los derechos y la libertad de la Iglesia naciente por sobre todas las potestades políticas, mientras acusaban a las de Jerusalén del gran crimen del deicidio. (Continúa)


Predicamos a Jesucristo, dicen, al que vosotros disteis muerte de cruz, siendo santo y justo”. En su primera alocución convirtió San Pedro 3000 personas, y en la segunda 5000, aumentando cada día el número de los fieles.

El Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, y es, de las tres divinas Personas, la que se comunica directamente con el alma justa, enriqueciéndola con sus gracias y sus dones. Por eso Jesús promete que enviará el Espíritu Santo Consolador que nos enseñará toda verdad.

El Sacerdote usa en la Misa ornamentos encarnados, que nos recuerdan las lenguas de fuego que se posaron sobre la Virgen y los Apóstoles y la sangre que éstos habrían de dar por predicar el Evangelio, al mismo tiempo que la caridad que infunde en el alma.




domingo, 24 de mayo de 2020

Sermón Domingo después de la Ascensión




Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección
Carísimos: El fin de todas las cosas está cerca; sed, pues, prudentes y sobrios para poder dedicaros a la oración. Ante todo, conservad asidua la mutua caridad, porque la caridad cubre multitud de pecados. Ejerced la hospitalidad entre vosotros sin murmurar. Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido, como buenos dispensadores de la gracia multiforme de Dios. Si alguno habla, sea conforme a las palabras de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea por la virtud que Dios le dispensa, a fin de que el glorificado en todo sea Dios por Jesucristo, a quien es la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 
I Pedro IV, 7-11



Evangelio
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros. 
Juan XV, 26-27; XVI 1-4






sábado, 23 de mayo de 2020

Boletín Dominical 24 de mayo





Día 24 de Mayo, Domingo después de la Ascensión.

Semidoble. Orn. Blancos.

En la última cena prometió Jesús que enviaría al Espíritu Santo Consolador, el cual al dar testimonio de Jesús los fortalecería en la fe y les enseñaría toda verdad; después de ello se dispersarían los Apóstoles y como testigos de vista anunciarán al mundo el Evangelio aún arrostrando todos los peligros.

“Dará testimonio de Mi”, la misión del Espíritu Santo en la Iglesia  fue y es la de dar testimonio de N.S.J.C. 

El Espíritu Santo es Luz, en la Secuencia de Pentecostés se le invoca como Luz de los corazones. “Veni lumen cordium”, y sus oficio como luz son: apartarnos del error, pues, si luz y tinieblas son incompatibles, el primer oficio del Espíritu Santo será apartar al hombre del error; guiarnos a la verdad, que es concretamente hacernos conocer a Jesucristo: “Per Te noscamus atque Filium”.

El alma, por lo tanto, debe invocar al Espíritu Santo cuantas veces va a ponerse en contacto con Nuestro Señor por la oración o lectura espiritual, o cuantas veces vaya a escuchar la palabra de Dios. Particularmente también le invocaran las personas  que se dediquen a trabajos intelectuales, hombres de gobierno, padres de familia, y, en fin, todos los cristianos al comenzar cada día, y al principiar las obras, para que así se vean libres de error y sean dirigidas al último fin del hombre, que es ganar su alma para el Cielo.





Día 24 de Mayo, Fiesta de la Virgen María, 
Auxilio de los Cristianos

La advocación de María, Auxilium Christianorum fue introducida en las Letanías de la Virgen por el Papa San Pio V en 1571, después de la Batalla de Lepanto, ganada a los turcos por las armas españolas al mando de Juan de Austria. La fiesta fue instituida por el Papa Pio VII el 24 de Mayo de 1814, para conmemorar su entrada triunfal en Roma de vuelta del humillante y penoso cautiverio en Francia por obra inicua de Napoleón I, que se apoderó de su sagrada persona. También tiene por objeto agradecer a la Santísima Virgen María su continua protección del pueblo cristiano en sus luchas por la fe.





San Agustín: El Odio del mundo, el testimonio del cristiano





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO 
DEL DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE LA  ASCENSIÓN


En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros.
Juan XV, 26-27; XVI 1-4



SAN AGUSTÍN, 
Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia


El odio del mundo, el testimonio del cristiano 


Seleccionamos algunos trozos de los Comentarios al Evangelio de San Juan (PL 35), completándolos con otros lugares agustinianos sobre el martirio. en los que condensa una doctrina muy repetida en diversos pasajes. 

A) El odio del mundo y los consuelos del cristiano 

a) EL ODIO DEL MUNDO 

1. El mandamiento del amor

El Señor dijo que eligió a los apóstoles para que marcharan y dieran fruto abundante (cf. Juan 15.16). «Ahora. en las líneas siguientes que acaban de ser leídas, habéis oído que añadió: Esto os mando, que os améis mutuamente (ibid., 17), con lo cual debemos entender que éste, y no otro, era el fruto que quería diésemos». Y las palabras intercaladas de que todo lo que pidiereis u mi Padre os lo dará (ibid., 16), no quieren decir sino que pidamos este fruto. 

«Nuestro fruto debe ser, pues, aquella caridad que definió el Apóstol diciendo que procede del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida (1 Tim. 1,5). Por ella nos amamos mutuamente y con ella amamos a Dios. No pretendemos amarnos los unos a los otros, si amamos a Dios, porque todo el que ama a su prójimo como a sí mismo es que ama al Señor, ya que, si no le ama, no podemos pretender ni aun siquiera que se ame a si propio».

2. Cristo nos da ejemplo

«En estos dos mandamientos del amor se encierran toda la Ley y todos los Profetas (cf. Mt. 22,40), y ellos son nuestro fruto, el fruto que nos manda ahora el Señor cuando nos dice: Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Y por ello el apóstol Pablo, cuando describe los frutos del Espíritu, oponiéndolos a las obras de la carne, comienza su enumeración diciendo: Fruto del Espíritu Santo es la caridad, y después deriva de éste, como de su cabeza, todos los otros: gozo, paz, etc. (Gal. 5,22). ¿Quién podría alegrarse santamente sino el que ama el bien? ¿Quién podría disfrutar la paz verdadera sino el que la ama verdaderamente? ¿Quién puede tener longanimidad y ser perseverante en el bien si no lo ama con fervor?... 

Este amor es el que nos hará sufrir pacientemente los odios del mundo. El Señor, que nos ordena el amor mutuo, nos consuela con su ejemplo, añadiendo: Si el mundo os aborrece, sabed que primero me ha odiado a mí (Juan 15,18) Miembros del cuerpo, cómo queréis ser más que la cabeza? 
Si quieres sufrir el odio del mundo con tu  cabeza, te separarás del cuerpo. Si fueseis del mundo, el mundo os amaría porque erais suyos (ibid., 19), y esto lo dice a la Iglesia universal». 

3. Mundo reconciliado con Dios y mundo enemigo de Dios

A continuación San Agustín explica que la Iglesia y los cristianos pertenecen al mundo, pero al mundo que fue reconciliado con el id, por Cristo, y no a este otro enemigo de Dios y condenado, al que, sin embargo, nosotros debemos amar. 

«Para entender cómo ese mundo de la perdición, odiador del mundo redimido, puede amarse a sí mismo, hay que darse cuenta de que se ama con falso amor y no con verdadero. Su amor es falso, y su odio cierto, porque el que ama la iniquidad odia su alma (Ps. 10,6). Se ama a sí mismo, pues, el que ama su propia iniquidad, pero en realidad se odia, porque ama aquello que puede hacerle más daño. Odia a su propia naturaleza y ama al vicio; odia lo que Dios hizo de bueno en él, y ama lo que obró malo su libre voluntad.

4. Se nos prohíbe amar el vicio y se nos manda amar al hombre

De un modo parecido, a nosotros se nos manda y se nos prohíbe que le amemos. Se nos prohíbe cuando nos dice: No améis al mundo (1 Juan. 2,15), y se nos manda al dársenos aquel precepto: Amad a vuestros enemigos (Lc. 6,27), que no son otros sino el mundo, que nos odia. Y es que no debemos amar en el mundo lo que el mundo ama en sí mismo, sino que debemos amar en él lo que él odia, esto es, la obra de Dios y las diversas facetas de bondad que en él hay. Se nos prohíbe amar el vicio y se nos manda amar al hombre» (cf. tr.87: PL 35,1852). 


b) UN MOTIVO DE CONSUELO: EL EJEMPLO DE CRISTO

«Nuestro Señor, al exhortar a sus siervos para que sufran pacientemente el odio del mundo, no encuentra aliento mejor que el proponerles su ejemplo, como después lo hace e1 apóstol San Pedro, diciendo: Cristo padeció por nosotros, dejándonos su ejemplo para que sigamos sus huellas... (1 Petr. 2,21). Si os aborrece el mundo, sabed que primero me odió a mí (Juan. 15,18). Acabáis de oír en el evangelio: No es el siervo más que su señor (ibid., 20). Sabed que todo esto lo harán por mi nombre, porque no conocen al que me envió a mi». 

Estas últimas palabras significan que me odiarán a mí en vosotros y se alzarán contra vuestra predicación porquer es mía, y que ellos serán tanto más desgraciados al perseguir mi nombre cuanto vosotros seréis felices al padecer persecución por él. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia (Mt. 5,10) (cf. tr.88: PL 35,1854). 


c) LA FORTALEZA EN EL ESPÍRITU SANTO: SEGUNDO MOTIVO DE CONSUELO

1. El Espíritu Santo, testigo

Después de haberles anunciado los sufrimientos que les esperaban y de consolarles con su ejemplo, les anuncia un segundo motivo de dulzura, a saber, la venida del Espíritu Santo sobre ellos, que les convertirá en testigos de Cristo. Así lo hizo, convirtiendo incluso a los que odiaban al Señor, en el momento en que San Pedro comenzó a predicar. «Los que derramaron tan impía y cruelmente aquella sangre preciosa, recibieron el perdón redimidos por lo mismo que derramaron. Tal fué la eficacia de la sangre del Señor al perdonar las culpas, que llegó a borrar hasta la de haberle matado. Este fué el testimonio dado en el fruto que consiguió el Espíritu Santo el día que comenzó a obrar. 

2. Transforma en testigos a los apóstoles

Pero el Espíritu Santo no se limita a ser él el testigo, sino que transforma en testigos a los apóstoles. Y vosotros daréis también testimonio de mí, porque desde el principio estáis conmigo (Juan. 15,27). Lo dará el Espíritu Santo y lo daréis vosotros... La caridad que difundirá el Paráclito en vuestros corazones os dará confianza suficiente para que seáis testigos míos». Pedro tembló ante una criadita, pero este amor no puede coexistir con la caridad, porque la caridad expulsa al miedo (1 Juan 4,18). «El que negó a Jesús ante una criada, confesó por tres veces su amor poco después de la resurrección (Juan 21,15). Pero hasta ese amor de Pedro era débil y estrecho mientras no lo robusteciera y ensanchara el Espíritu Santo, que cambió su pecho frío en horno de verdad y fortaleció sus labios para que hablasen a todas las gentes. Leed los Hechos de los Apóstoles, Y, si os compadecisteis de Pedro que negaba, admiradle cuando predica y contemplad aquellos labios que de la desconfianza se movieron a la confianza, de la servidumbre a la libertad, de la negación a la confesión. Tal fué el fulgor de la gracia del Espíritu Santo, y tal el poder de una lengua que predicaba la verdad, que una gran multitud de enemigos y asesinos del Señor se convirtieron en cristianos prontos a morir por el que ellos mismos habían matado. «El Espíritu Santo dió testimonio, y, convirtiéndolos en testigos fuertes, quitó el temor a los amigos y mudó en amor odio de sus enemigos» (cf. tr.92: PL 35,1862). 

3. No basta el ejemplo y la doctrina del Señor; se necesita la operación del Espíritu Santo

Estos son los dos principales motivos de consuelo: el ejemplo del Señor y el testimonio que el Espíritu Santo había de dar al ser convertidos ellos mismos en testigos. Testigo el Espíritu Santo en vuestros corazones, testigos vosotros en la predicación. El inspirando, vosotros hablando, para que así se cumpla lo del Salmo (18,5): En toda la tierra resonó su voz. «De poco hubiera servido que el Señor diera el ejemplo si no los hubiera llenado el Espíritu Santo». El ejemplo lo había dado ya anteriormente, y Pedro había oído ya este sermón que estamos comentando, y, sin embargo, cuando llegó la hora del temor negó al Señor. En cambio, recibido el Espíritu divino, se convirtió en predicador de aquel a quien había negado y anunció públicamente al que había temido confesar. No basta el ejemplo ni la doctrina; es necesaria la obra del Espíritu Santo dentro de nosotros. 

4. El Señor anunció su ruptura con Israel

1° Os echarán de las sinagogas (Juan. 16,2). 

¿Qué podían encontrar de malo los apóstoles en ser ex-pulsados de unas sinagogas de las que ellos mismos se separaban? La sinagoga pudo convertirse en Iglesia de Cristo, puesto que los judíos eran el pueblo de Dios, y esta frase nos indica que el Señor anunciaba su ruptura con Israel. Echarían de las sinagogas a los apóstoles porque a quien querían echar era a Cristo (cf. tr.93: PL 35,1864). 

2° Esto no os lo he dicho desde el principio porque estaba con vosotros (Juan 26,4)

No es que no se lo hubiera anunciado, sino que no se lo había declarado tan abiertamente y, sobre todo, que no se lo había dicho uniéndolo con el anuncio de la venida del Espíritu Santo robustecedor; pero ahora, que tenía que marcharse, les avisa que les dejará quien les sostenga Este Espíritu divino infundirá la caridad; con la caridad, la valentía y la ciencia, e incluso el amor, que todo lo sufre y con el cual no les dolería ser expulsados  de las sinagogas (cf. tr.94: PL 35,1867). 


B) Testimonios cristianos

a) EL TESTIMONIO DE LOS MÁRTIRES Y NUESTRO TESTIMONIO

¿Quién no ha. oído hablar de los mártires y que labios cristianos no repiten este nombre? Ojalá lo llevemos tan impreso en nuestro corazón, que no los persigamos (con las obras).

Luego, al decir lo que hemos visto con nuestros ojos… y lo atestiguamos (1 Juan 1,1 y 3) equivale a: Lo hemos visto y somos mártires. 

Por dar testimonio de lo que vieron, por repetirlo sobre lo que habían oído a los testigos presenciales, desagradando con ello a quienes lo recibían, padecieron los mártires sus tormentos. Testigos de Dios, que quiso tener por tales a los hombres para que los hombres tengan por testigo a Dios (In Epist. Io. ad Part. tr.1,2: PL 35,1979). 

«Lo que vimos y oímos os lo anunciamos a vosotros (ibid., 3). Vieron al Señor humanado, oyeron sus palabras y nos las anunciaron. ¿Somos, pues, menos felices que los que vieron y oyeron personalmente? Entonces, ¿por qué añade: Para que seáis compañeros nuestros? Ellos vieron; nosotros no, y, sin embargo, somos compañeros, porque compartimos la misma fe... En aquel tiempo permitió que le palparan las manos del hombre el que permite siempre que los ángeles le vean. Palpóle el discípulo y exclamó: Señor mío y Dios mío (Juan 20,28). Palpóle un hombre; confesó ser Dios. Pero el Señor, para consolarnos a los que no podemos abrazarle corporalmente, sino sólo por la fe, nos dice: Bienaventurados los que no ven y creen (Juan 20,29). Nos describe a nosotros, a nosotros nos señala. Hagamos, pues, cierta la felicidad que nos promete. Mantengámonos en la fe de lo que no vemos» (ibid., 3: PL 35,1979). 


b) EL TESTIMONIO DE LA IGNOMINIA

1. Fortaleza en la ignominia

«Los hombres juzgaban entonces ignominiosa a la Iglesia. Semejaba ésta una viuda a la que cubrían de oprobio, porque lo era de Cristo, porque llevaba su cruz en la frente, Todavía el ser cristiano no era un honor, sino un delito. Y cuando no era un honor, sino un delito, entonces se levantó el muro del testimonio y mediante él se extendió la caridad de Cristo, y la caridad de Cristo conquistó las gentes.

¿Te olvidarás de la vergüenza de la juventtud y perderás el recuerdo del oprobio de tu Mudez? (Is. 54,4). Confusa vivió durante algún tiempo la Iglesia, pero ya lo ha olvidado. Ya nadie recuerda su estado de ignominia; todos lo han olvidado. Mío es Manasés, y Efraím es la fortaleza de mi cabeza (Ps. 59,9). Efraím significa fruto. Mío, dice, es el fruto, y este fruto es la robustez de la cabeza. Mi cabeza es Cristo. Y ¿cómo el fructificar le robustece? Porque, si la semilla no cae en la tierra, no se multiplica.

Colgaba Cristo de una cruz entre mil injurias. En el interior estaba el grano con fuerza suficiente para atraerlo todo a Sí... (Juan 22,24-32). ¡ Oh grano hermoso! Ciertamente pequeño y débil..., pero escucha su fortaleza: Lo pequeño de Dios es más fuerte que los hombres (1 Cor. 1,25). Con razón dió tantos frutos, y la Iglesia al verlos dice: Míos son (cf. Enarrat. in Ps. 59,9: PL 36,719). 

2. La persecución  soportada por Dios, testimonio de la vida futura

«¡No serás tú, ¡oh Dios!, que nos has rechazado; tú que no sales ya con nuestros ejércitos? (Ps. 59,12). ¿No serás tú, el mismo que nos has rechazado, el que nos habrá de si conducir? ¿Y por qué nos rechazaste? Quia destruxisti nos. Y ¿por qué nos destruíste? Porque iratus es, et misertus es nostri. Tú guiarás a los que rechazaste y a aquellos en cuya defensa no saliste. ¿Qué significa el no sales ya con nuestros ejércitos? El mundo se ensañaba, nos aplastaba. íbase levantando la torre del testimonio de la sangre de los mártires, y los paganos repetían: «¿En dónde está su Dios?» Y tú no aparecías para defender nuestra. virtud. No te mostrabas, no lucías tu poder contra ellos...., pero obrabas por dentro. ¿Qué significa el non egredieris? El no mostrarte. Cuando los mártires iban arrastrados entre cadenas, cuando se les encerraba en las cárceles, objeto de burla y pasto de las fieras, heridos por la espada, abrasados por el hierro, todos los despreciaban como a gentes abandonadas y sin ayuda. ¿ Cómo obraba Dios entonces? ¿ Cómo les consolaba interiormente? ¿Cómo les endulzaba con la esperanza de la vida futura?... ¿Acaso gemían abandonados porque Dios no se manifestase? ¡Al contrario! No manifestándose, condujo la Iglesia hasta Idumea.

Si la Iglesia hubiera querido pelear, parecería luchar por esta tierra; pero despreció esta vida y dió testimonio de la futura» (ibid., 13: 722). 


e) EL TESTIMONIO DE LA MUERTE 

«Los mártires fueron mártires, esto es, testigos de esta, fe (de la resurrección de Cristo), de la que dieron testimonio ante un mundo inimicísimo y cruelísimo, y al que vencieron no luchando, sino muriendo. Por esta fe murieron los que con su muerte pudieron impetrar el poder de obrar milagros. Fué la paciencia primera, obtenida por la fe, la que abrió el camino para que su poder taumatúrgico se manifestara en pro de la misma» (cf. De civitate Dei XXII 9: PL 41,771).




Fuente: Herrera Oriá, Monseñor Angel Obispo de Málaga. Verbum Vitae La Palabra de Cristo Vol. IV segunda edición, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1957.





viernes, 22 de mayo de 2020

Sermón Fiesta de la Ascensión del Señor




Sermón

R. Julián Espina Leupold


Lección
El primer libro, oh Teófilo, hemos escrito acerca de todas las cosas desde que Jesús comenzó a obrar y enseñar, hasta el día en que fue recibido en lo alto, después de haber instruido por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a los cuales también se mostró vivo después de su pasión, dándoles muchas pruebas, siendo visto de ellos por espacio de cuarenta días y hablando de las cosas del reino de Dios. Comiendo con ellos, les mandó no apartarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre, la cual (dijo) oísteis de mi boca. Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros habéis de ser bautizados en Espíritu Santo, no muchos días después de éstos. Ellos entonces, habiéndose reunido, le preguntaron, diciendo: “Señor, ¿es éste el tiempo en que restableces el reino para Israel?”. Mas Él les respondió: “No os corresponde conocer tiempos y ocasiones que el Padre ha fijado con su propia autoridad; recibiréis, sí, potestad, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo; y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y Samaria, y hasta los extremos de la tierra”. Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo) de sus ojos. Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al lado, los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo”. 
Hechos I, 1-11


Evangelio
En aquel tiempo: Apareció Jesús a los once mientras comían y les echó en cara su falta de fe y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto a Él resucitado de entre los muertos. Y les dijo: “Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado. Y he aquí los milagros que acompañarán a los que creyeren: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán las serpientes; y si bebieren algo mortífero no les hará daño alguno; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”. Y el Señor Jesús, después de hablarles, fué arrebatado al cielo, y se sentó a la diestra de asistiéndolos el Señor y confirmando la palabra con los milagros que la acompañaban.  
Marcos XVI, 14-20



domingo, 17 de mayo de 2020

Sermón Domingo V de Pascua



Sermón

R. Julián Espina Leupold


Lección
Pero haceos ejecutores de la palabra, y no oidores solamente, engañándoos a vosotros mismos. Pues si uno oye la palabra y no la practica, ese tal es semejante a un hombre que mira en un espejo los rasgos de su rostro: se mira, y se aleja (del espejo), y al instante se olvida de cómo era. Mas el que persevera en mirar atentamente la ley perfecta, la de la libertad, no como oyente olvidadizo, sino practicándola efectivamente, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree piadoso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, vana es su piedad. La piedad pura e inmaculada ante el Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y preservarse de la contaminación del mundo. 
Santiago I, 22-27

Evangelio
En aquel día no me preguntaréis más sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, Él os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado”. “Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré más en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre os ama Él mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre”. Dijéronle los discípulos: “He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie te interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios”.
Juan XVI, 23-30




sábado, 16 de mayo de 2020

Boletin Dominical 17 de mayo




Día 17 de Mayo, Domingo V de Pascua

Doble. Orn, Blancos Conm. de San Pascal Bailón, Confesor.

La Iglesia proclama hoy, en el Introito, el triunfo de Cristo, y quiere se anuncie hasta los confines del mundo.

En la Epístola de Santiago el Menor, que era pariente de Jesús, nos enseña que no basta conocer la ley, sino que es necesario cumplirla, que la religión verdadera debe ir acompañada del ejercicio de las virtudes, que la fe es necesaria, pero que la fe sin obras es vana e inútil.

Son pues necesarias las buenas obras para salvarse. No el que dice ¡Señor, Señor! Sino el que cumple la voluntad de Dios entrará en el Reino de los Cielos. “Sed ejecutores de la palabra de Dios, y no meros oyentes, engañándoos a vosotros mismos”, dice el Apóstol Santiago.

En el Evangelio, Cristo Nuestro Señor nos inculca que oremos en su Nombre, pues la oración es absolutamente necesaria para obtener la gracia, sin la cual es imposible salvarse; por eso se comprende fácil que diga  San Alfonso Maria de Ligorio:  “el que ora, se salva, el que no ora, se condena”.  

En la primera parte del Evangelio, Jesús en dos palabras resume un misterio de nuestra religión: Salí del Padre y vuelvo al Padre. San Agustín lo explica así: “Salió del Padre, porque del Padre procede, vino al mundo por que mostró al mundo su cuerpo tomado de la Virgen, dejó al mundo con su partida corporal; se fue al Padre, con la Ascensión de su Humanidad”. 



LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR

Cuarenta días después de la Resurrección de Cristo, se celebra el aniversario del día en que termina el reinado visible de Jesús en la tierra. Durante éste tiempo Pascual, la segunda festividad que se celebra es la de la Ascensión que, según S. Bernardo, es la feliz terminación del itinerario del Hijo de Dios. Convenía que el Divino Resucitado no pisase mas el barro de este nuestro mísero suelo, sino que volviese al Padre en cuyo seno nació, en cuanto Dios , desde la eternidad, quien lo recibió, al decir de S. Cipriano, “con gozo tal que ninguna criatura es capaz de expresarlo”. Los Apóstoles, reunido en el cenáculo y próximo ya Pentecostés, reciben por última vez a Jesús, quien se les aparece y se sienta a comer con ellos. Acabada la comida les hizo un largo sermón que fue como el compendio de las lecciones que les había dado y un resumen de lo que debían hacer, de lo que les iba a suceder de más extraordinario. Entonces es cuando les da la potestad y el mandato de evangelizar el mundo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura: el que creyere y se bautizare, se salvará; más el que no creyere se condenará.” Después salieron, y por el camino de Betania se dirigieron a la parte más alta del monte de los Olivos. Jesús entonces bendijo a sus discípulos y se remontó a los cielos con gran de gloria y majestad.




domingo, 10 de mayo de 2020

Sermón Domingo IV de Pascua



Sermón

R. Pio Espina Leupold


Lección
Carísimos: De lo alto es todo bien que recibimos y todo don perfecto, descendiendo del Padre de las luces, en quien hay mudanza ni sombra (resultante) de variación. De su propia voluntad Él nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus creaturas. Ya lo sabéis, queridos hermanos. Mas todo hombre ha de estar pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque ira de hombre no obra justicia de Dios. Por lo cual, deshaciéndoos de toda mancha y resto de malicia, recibid en suavidad la palabra ingerida (en vosotros) que tiene el poder de salvar vuestras almas. 
Santiago I, 17-21


Evangelio
En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus apóstoles: Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto. Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará. 
Juan XVI, 5-14






Boletín Dominical 10 de mayo





Día 10 de Mayo, Domingo IV de Pascua.


Doble- Orn. Blancos. Conm. S. Antonino, Obispo y Confesor.


Jesús, que es la alegría de los corazones, tiene que desaparecer de nuestra vista e ir a las mansiones de la gloria. Anuncia hoy su próxima Ascensión, y para que no se entristezcan demasiado por su partida, les dice que ella es necesaria, porque así les enviará el Espíritu Consolador, que les dará el don de ciencia y de sabiduría, y les hará entender todas las cosas. A primera vista parece extraña la conexión que leemos en el Evangelio, entre la partida de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo, como si la presencia de N. S. fuera un impedimento para aquella venida. La razón está en las ilusiones fantásticas de un mesianismo terreno que los Apóstoles acariciaban y que no habían de abandonar hasta que Jesús se les quitase de delante. 

La Epístola nos habla de la gracia y de nuestra libre cooperación a ella, que son los dos elementos necesarios para la obra de nuestra salvación y santificación. La gracia lo es todo, pero sin nuestro libre consentimiento y cooperación quedará ineficaz la acción de la gracia.


SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES.

Felipe era, como Pedro y Andrés, hijo de la ciudad de Betsaida, en Galilea; habiendo llegado a Hierópolis de Frigia cuando los Apóstoles se dividieron por todo el mundo para llevar la luz del Evangelio,, abrió los ojos a aquella pobre dente; hízole visible la grosería de sus errores, y convirtiendo a la fe a toda ciudad, fundó en ella una floreciente iglesia; pero no le dejó en paz la cólera del demonio, porque irritados los sacerdotes de los ídolos y los magistrados a la vista de los maravillosos progresos que hacía el cristianismo, resolvieron quitarle la vida, y echando mano de él, lo tuvieron preso unos días y por ultimo lo crucificaron, a ejemplo del Salvador, alrededor del año 80. (Continúa)






(Sigue)

Santiago el Menor, hermano del Apóstol San Judas Tadeo, era primo de Jesús y natural de Caná de Galilea. Fue el primer obispo de Jerusalén y era hombre de mucha oración, austero y penitente, amante de las tradiciones patrias y de trato dulce y amable; calidades que conquistaron gran autoridad entre los judíos, que le amaban entrañablemente. Escribió a las doce tribus de la dispersión la carta canónica que lleva su nombre, y que es maravillosa por su doctrina y claridad; digna de leerse y meditarse frecuentemente, habla del sacramente de la extremaunción, la vacuidad de la fe si no va acompañada de buenas obras, del deber de da el salario justo… Siendo muy anciano, y no queriendo renegar de Jesucristo, fue precipitado desde lo alto del templo de Jerusalén aplastada su cabeza con una maza.