domingo, 30 de enero de 2022

Sermón Domingo Cuarto después de la Epifanía


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección

No tengáis con nadie deuda sino el amaros unos a otros; porque quien ama al prójimo, ha cumplido la Ley. Pues aquello de: “No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no codiciarás”; y cualquier otro mandamiento que haya, en esta palabra se resume: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por donde el amor es la plenitud de la Ley.

Romanos XIII, 8-10


Evangelio

En aquel tiempo: Subió Jesús a una barca, y sus discípulos lo acompañaron. Y de pronto el mar se puso muy agitado, al punto que las olas llegaban a cubrir la barca; Él, en tanto, dormía. Acercáronse y lo despertaron diciendo: “Señor, sálvanos, que nos perdemos”. Él les dijo: “¿Por qué tenéis miedo, desconfiados?” Entonces se levantó e increpó a los vientos y al mar, y se hizo una gran calma. Y los hombres se maravillaron y decían: “¿Quién es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”.  

Mateo VIII, 23-27

sábado, 29 de enero de 2022

San Agustín: EL Doble Simbolismo de la Barca



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA


En aquel tiempo: Subió Jesús a una barca, y sus discípulos lo acompañaron. Y de pronto el mar se puso muy agitado, al punto que las olas llegaban a cubrir la barca; Él, en tanto, dormía. Acercáronse y lo despertaron diciendo: “Señor, sálvanos, que nos perdemos”. Él les dijo: “¿Por qué tenéis miedo, desconfiados?” Entonces se levantó e increpó a los vientos y al mar, y se hizo una gran calma. Y los hombres se maravillaron y decían: “¿Quién es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”.  

Mateo VIII, 23-27



SAN AGUSTÍN 


El doble simbolismo de la barca


A) La tempestad

Aludimos aquí a casi todos los pasajes en que San Agustín habla de este Evangelio. Aparte de la brevísima homilía que constituye el sermón 63 (PL 3S,424-425), se registran cinco lugares más sobre el mismo tema. En la barquilla combatida por las o.as suele ver el santo Doctor el símbolo de la Iglesia o del alma abatida por las tribulaciones. En uno y otro caso hay que despertar a Cristo. 


a) CRISTO Y LAS TEMPESTADES DE LA IGLESIA

A las tempestades de la Iglesia alude propiamente San Agustín al comentar el c.14 v.24-33 de San Mateo (cf. PL 38, 474-479). Claro es que las aplicaciones resultan exactamente iguales. La barquilla significa la Iglesia, que en su navegar a través de los siglos sufre el embate de la tempestad. Mas se precisa permanecer en la nave, pues si dentro de ella menudean los peligros, fuera la muerte amenaza segura. «El vendaval que sopla es el demonio, quien se opone con todos sus recursos a que nos refugiemos en el puerto. Pero es más poderoso el que interpela por nosotros..., el que nos conforta para que no temamos y nos arrojemos fuera del navío. Por muy sacudido que parezca, sin embargo, en él navegan no sólo los discípulos, sino el mismo Cristo... Por eso no te apartes de la nave y ruega a Dios. Cuando fallen todos los medios, cuando el timón no funcione y las velas rotas se conviertan en mayor peligro, cuando se haya perdido la esperanza en la ayuda humana, piensa que sólo te resta rezar a Dios. Quien de ordinario impulsa felizmente a puerto a los navegantes, no ha de abandonar la barquilla de su Iglesia» (Semi,. 63,4: PL 38,424-425). .


b) CRISTO Y LAS TENTACIONES DEL ALMA

1 Despertar a Cristo dormido 

San Agustín habla ahora de los que no oreen en la resurrección, porque en medio de la tempestad de las pasiones es necesario que despierte la fe en Jesucristo. 

La ebriedad, la ira y todos los vicios humanos aun las olas que se levantan contra el alma para hundirla. «Cristiano, en tu nave duerme Cristo; despiértale, que El increpará a la tempestad y se hará la calma. Los discípulos a punto de anegarse y Cristo dormido representan a los cristianos también en trance de zozobra, porque duerme su fe. Ya sabéis lo que dijo San Pablo: Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones (EP h. 3,17). Según la presencia  de su hermosura y su divinidad, Cristo está siempre con el Padre; según su presencia corporal, vive ahora en el cielo sentado a la diestra del Omnipotente; según la presencia de la fe, está dentro de nosotros. Por lo tanto, si te ves en peligro, será porque Cristo duerme, esto es, porque no vences las concupiscencias que se levantan cual vendavales de mal consejo porque tu fe está dormida. ¿Qué es dormir la fe? Olvidarte de ella. ¿Qué es despertar a Cristo? Despertar tu fe, recordar lo que creíste. Recuerda, pues, tu fe, despierta a Cristo, y tu misma fe mandará al oleaje que te turba y a los vientos que te aconsejan el mal, y vendrá la bonanza, pues aun cuando los perversos consejos no se callen, no sacudirán a la nave, no encresparán las olas ni podrán hundir la barquilla en que navegas» (Sem. 361,7: PL 39,1602ss). 

2. Cómo se despierta a Cristo 

El sueño de Cristo estaba sometido a su voluntad, luego al dormir en medio de la tormenta quería indicarnos algo. La nave simboliza la Iglesia y cada uno de nosotros, porque todos somos templos de Dios, y nuestro corazón navega por el mundo. Las tempestades representan las pasiones, las riñas, la ira... Todas se desatan porque Cristo duerme, o sea, porque nos olvidamos de El. ¿Como se le despierta? Acordándonos de su doctrina. Por ejemplo, ¿te dejaste arrebatar por la ira? Duerme Cristo. ¿Miraste con amor al que dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Le. 23,34), y renunciaste a la venganza? Cristo se ha despertado en ti. Y cuando digo de la ira, lo afirmo de cualquier tentación. 

En cuanto llames a Cristo, habrás de decir: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen ? (Mt. 8,27). Todas las cosas han sido hechas por El y El las gobierna. ;Ojalá te parezcas tú a los vientos y a la mar! El mar le oyó, y tú a veces estás sordo (cf. Serm. 63,2,3: PL 38, 424-425). 

Las tempestades de la Iglesia fueron profetizadas por Cristo. Pues lo mismo que profetizó las tempestades nos profetizó también el cielo. Puesto que creemos en lo uno, debemos asimismo creer en lo otro (cf. Serm. 38,10: PL 33, 240). 


B) Cristo, socorro en cuatro tentaciones

Extractamos, en consonancia con el tema homilético primordial de esta dominica, la «Enarratio». de San Agustfn al salino 106 (cf. PL 37,1410-1430). La abundante doctrina del santo Doctor sobre las tentaciones está dominada toda ella por la preocupación antipelagiana. El que cae es porque ha creído que podía resistir la gracia. En vez de formar una antología de textos agustinianos sobre la penitencia, escogemos la presente enarración para dar idea de lo que son tan hermosos sermones, y a la vez por la originalidad que revela el Santo al describir las tentaciones que suele padecer el hombre, y la ayuda que necesita de Cristo para vencerlas. 

En resumen, San Agustín afirma que el salmo es un canto de alabanza a Dios, porque nos ha librado: 1.°, de la incredulidad; 2.°, de las tentaciones de la pasión ; 3.°, del cansancio de la vida espiritual, y 4.°, de las tempestades levantadas contra la Iglesia. El orador va distribuyendo el salmo (cf. supra, sec.I, V, I) y lo acomoda a las cuatro tentaciones mencionadas. Según Nácar (cf. BAC, Sagrada Biblia 4.a ed. p.800), el salmo se refiere a la liberación del cautiverio babilónico, pero con colores claramente mesiánicos. 


a) EXORDIO

El título del salmo es un Alleluía dos veces repetido. Alleluia que cantamos litúrgicamente en determinados días, pero que sentimos en el corazón todo el año. Su alabanza estará siempre en mi boca (Ps. 33,2). Alégrese el cristiano, porque Cristo ha sido su Salvador en todas las tentaciones. Alabad a Yavé porque es bueno, porque es eterna su misericordia (v.1). Cuatro veces repite el salmo esta alabanza, según las cuatro tentaciones de que Dios nos ha salvado. Digan así los rescatados de Yavé (v.2), los judíos, los hombres todos, que del oriente y del occidente, del aquilón y del austro (v.3) gemían necesitados de salvación. 


b) CUATRO TENTACIONES

1. Falta de fe

La primera necesidad y tentación del hombre es aquella en que vive cuando no se preocupa de nada ni mira nunca hacia lo alto. Para que despierte necesita la gracia. En su caminar hacía Dios hay un momento en que siente la falsedad de su vida y se encuentra vacío de verdad. «Esta es la primera tentación, la del error y del hambre tío verdad. Cuando el hombre desfallecido clama a Dios, halla la senda de la fe, por la que se dirige a la ciudad del descanso», Entonces es conducido a Cristo, que dijo: Yo soy sil cansino, la verdad y la vida (Io. 14,6). 

2. Lucha de la concupiscencia 

Ya se ha convertido a la fe... Pero aun está amarrado por la concupiscencia. Quiere marchar y no puede seguir su camino; el vicio se lo impide. «Esta es la segunda tentación, la dificultad en obrar el bien. En medio de ella, llama el hombre al Señor, y el Señor le libra de su angustia, rompe las cadenas de la tribulación y le facilita las obras de justicia. Empieza a serle fácil lo que era difícil; ya sabe abstenerse del mal, huir del adulterio, no ser sacrílego ni homicida, ni apetecer las riquezas ajenas; se le hace posible lo que era imposible». Esta tentación resulta necesaria para el hombre, porque, si desde el comienzo hubiese vencido sin lucha, lo hubiera atribuído a sus propias fuerzas, y al no confesar a Dios, habría sido derrotado. 

3. Cansancio de la virtud 

Superadas estas dos tentaciones que hemos experimentado todos porque ¿quién no ha tenido que clamar: Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom. 7,24), en que la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu a las de la carne, de suerte que hacemos lo que no queremos? (Gal. 5,17), viene la tercera: Ya obras bien, pero te cansas de la vida piadosa. 

No te deleita el vicio, mas tampoco te agrada pensar en Dios. «No es tentación pequeña. Date cuenta de que estás sufriéndola y pídele al Señor que te libre también de este pesar». 

4. Persecuciones de la Iglesia 

«Libre del error, superadas las dificultades del bien obrar, vencido el tedio de la palabra divina, quizá seas digno de gobernar la nave de la Iglesia. Entonces sufrirás la cuarta tentación, las tempestades que sacuden a la Iglesia y tanto hacen padecer a sus gobernantes. Aquellas tres primeras tentaciones son comunes a todos los fieles; esta cuarta es privativa de los que mandan...; mas no penséis que vosotros quedáis libres, puesto que navegáis en la misma barca que zozobra. Por creer que esta tentación nos pertenece a nosotros solos, no vayáis a omitir vuestra plegaria. Precisamente la oración es más indispensable, porque, si naufraga la barquilla, vosotros seréis los primeros en perecer. Aunque no os sentéis junto al timón, navegáis embarcados en el mismo navío». 


c) CRISTO, REMEDIO DE LAS CUATRO TENTACIONES

El Salmista dirige a Cristo cuatro exclamaciones en acción de gracias, porque Dios es el único que nos salva en cada una de estas pruebas: Dios, que resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia (Iac. 4,6); que vino para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan Ciegos 9,32), porque todo barranco será rellenado, y todo monte y collado, allanado (Le. 3,5). 

1. Cristo, remedio de la primera tentación 

Andaban errantes por el desierto solitario, no hallaban camino para ciudad habitada; hambrientos y sedientos, desfallecía la fuerza de su alma; y clamaron a Yavé en su peligro y los libró de sus angustias, y los llevó por camino derecho para que pudieran llegar e la ciudad habitada. (Ps. 106,4-8). Dios les hizo sentir este hambre en que desfallecía su alma, hambre bendita, que les impulsó a conocer su necesidad; cuando la hubieron sentido, les llevó a la fe y a que dieran gracias al Señor por su piedad... porque sació al hambriento... (ibid., 8-9). Cristo es quien otorga el comienzo y el fin en el camino de la fe. 

2. Cristo, ayuda en la segunda tentación 

Estaban sentados en tinieblas y en sombras de muerte,.. porque... habían despreciado los consejos del Altísimo (ibid., 10-11). Quisieron, recibida la fe, vivir independientes de Dios, pero en la batalla «contra la concupiscencia. si Dios retira su auxilio, podrás pelear; lo que no podrás es vencer». Ahora bien, cuando el hombre siente aquella lucha que experimentó San Pablo, y, entendiendo que se dió la ley de Cristo para que donde abundó el delito sobreabundara la gracia (Rom. 15,5), dama al Señor como el mismo Apóstol y ve que Dios le saca del abatimiento en que estaba deprimido sin tener quien lo socorriese... Y los sacó de las tinieblas y de las sombras de la muerte... Den gracias a Yavé por su piedad... por haber roto puertas de bronce y haber desmenuzado barras de hierro (Ps. 106, 12-16). 

3. Cristo nos salva en la tercera tentación 

Toda comida les producía náuseas, y estaban ya a las puertas de la muerte y clamaron a Yavé en su peligro, y los libró de sus angustias (ibid., 18-19). ¿ Qué he de aprender aquí? Dos cosas: primera, saber que, si me deleita la palabra de Dios, no es cosa mía, sino gracia suya, y, por lo tanto, no he de despreciar, sino compadecer, a quien le ocurra lo contrario. Segunda, que, si un día me veo en este trance. he de cumplir lo del Salmo: Clamaron a Yavé en su peligro... y los libró de sus angustias (ibid., 19). Mandó su palabra y los sanó de su corrupción (ibid., 20) (Nácar-Colunga dice: de su perdición), Corrupción del entendimiento es que nos parezca amarga la dulzura, pero la luz divina es quien nos devuelve el gusto. Demos, pues, gracias a Dios por recibir este beneficio, y digamos: Den gracias a Yavé por su piedad... y ofrézcanle sacrificios de gracias (ibid., 21-22). 

4. Cristo nos sostiene en la cuarta tentación 

Los que surcan el mar en la nave para hacer su negocio en la inmensidad del agua (ibid., 23). La inmensidad de las aguas ha representado siempre a la multitud de las gentes, como confirma el Apocalipsis (17,15). La nave es la Iglesia, que va surcando los mares del mundo. No quiso Dios que la Iglesia se olvidase de El, y por eso dijo al huracán que soplara y levantó las olas del mar. Subían hasta los cielos y bajaban hasta los abismos (ibid., 25-26). Los que están y al timón y aman fielmente a la nave, veían su alma entre angustias, rodaban y vacilaban como ebrios, y toda su pericia no servía de nada (ibid., 26-27). Los que han gobernado la Iglesia entienden bien la verdad de este Pasaje del Salmista, porque «hay veces en que fallan todas las precauciones humanas. Dondequiera que miramos, hallamos olas que rugen, tempestades que braman, brazos que faltan, sin que sepamos adónde apuntar con la proa, qué velas hay que recoger, por dónde ha de ir la nave o de qué escollos precisa librarla. ¿ Qué hacer en esos momentos? Clamaron a Yavé en su peligro y los libró de sus angustias; tornó el huracán en céfiro, y las olas se calmaron... (ibid., 28,29). Oíd la explicación de un gran timonel que pasó muchos temporales y fué abatido y liberado». San Agustín cita la Epístola segunda a los Corintios (1,8-9). donde San Pablo recuerda aquella tribulación en que temió como cierta la sentencia de muerte y no confiaba más eme en Dios. que resucita a los muertos. Alabemos, pues, a Dios, ya que no han sido nuestros méritos ni nuestras fuerzas o sabiduría, sino su misericordia la que nos ha salvado. Amemos en nuestra liberación al que llamamos en el peligro. Den gracias a Yavé por su piedad por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombres (Ps. 106,31). 


C ) La prosperidad y la adversidad 


a) LA PROSPERIDAD Y LA DESGRACIA SON COMUNES 

A LOS BUENOS Y A LOS MALOS


La misericordia de Dios envuelve a los buenos y a los malos. De éstos, unos se arrepienten; otros atesoran «ira para el día de la ira» (Rom, 2, 4). A pesar, de todo, «la paciencia de Dios invita a los malos a la penitencia», de la misma manera que el azote de Dios enseña paciencia a los buenos. Dios ha querido que los bienes y los males temporales sean comunes a todos los hombres, «para que no deseemos desordenadamente los bienes que vemos también en los malos y no huyamos ciegamente de los males con que los buenos son atribulados». 

No son la prosperidad o la desgracia las que hacen bueno o malo al hombre. Lo importante es el uso que de ellos haga el hombre. «Porque el bueno ni se engríe con la prosperidad ni con la adversidad se quebranta; en cambio, el malo es desgraciado porque la prosperidad le estraga y corrompe...» En la distribución de los bienes y de los males interviene la providencia divina: «Porque si ahora castigara Dios manifiestamente todo pecado, parecería que no dejaba nada para el juicio final. Y, por el contrario, si Dios no castigase manifiestamente en este mundo pecado alguno, parecería que no existe la providencia divina». 

Sin embargo, la identidad de los padecimientos no borra la diferencia entre buenos y malos, porque «la misma adversidad... prueba y purifica a los buenos y condena y destruye a los malos... La diferencia no está en el padecimiento, sino en el modo como se lleva el padecimiento» (De civitate Dei I 8: PL 41,20). 


b) POR QUÉ AZOTA DIOS AL MISMO TIEMPO 

A LOS BUENOS Y A LOS MALOS

Dios castiga a los buenos porque no se hallan totalmente libres de pecados. Y porque, además, muchas veces, los buenos no tratan a los malos como es debido. 

«De ordinario los buenos disimulan, no enseñando ni amonestando a los malos, y a veces dejándoles sin reprensión, sea porque se rehuye este trabajo, sea por vergüenza de reprenderlos cara a cara, sea porque no quieren crearse enemistades que sirvan de impedimento para la posesión presente o futura de los bienes temporales. Los buenos... disculpan y condescienden con los pecados de los malos... Por esto Dios los castiga envolviéndolos en el azote temporal. Dios obra así, además, para que, al saborear loa buenos la amargura de esta vida presente, no se apeguen excesivamente a ella. 

Hay una abstención frente al pecado del prójimo que es licita: cuando se espera ocasión más oportuna o cuando Se prevé que la corrección empeorará al pecador. Pero le abstención es culpable cuando los buenos «dejan de reprender al malo por miedo a que éste, ofendido, los impida el uso lícito de los bienes que poseen o esperan poseer con codicia excesiva para un verdadero cristiano». 

Los buenos y los malos «son azotados conjuntamente no porque juntos lleven una mala vida, sino porque juntos aman la vida temporal, si bien no con la misma afición». 

«Además, tienen otra causa los buenos para sufrir las desgracias temporales..., para que el espíritu del hombre, probado y examinado, demuestre la piedad, la virtud y el desinterés con que ama a Dios» (De civitate Dei I 9: PL 41,21). 


c) DE LOS VICIOS DE LOS ROMANOS QUE NO ENMENDÓ 

LA DESTRUCCIÓN DE LA PATRIA

«¡Oh mentes dementes! ¿Qué locura tan grande es ésta? Lloraron vuestra destrucción los pueblos orientales; los mayores Estados de todo el mundo lamentaron vuestra caída con públicas demostraciones de lutos y de lágrimas; y, entretanto, vosotros buscabais, entrabais, llenabais los anfiteatros y cometíais mayores crímenes que antes. Esta mortal degeneración de los espíritus, esta decadencia de la moral pública es la que temía en vosotros aquel Escipión cuando prohibía la construcción de teatros, cuando preveía que' la prosperidad os podría fácilmente corromper. cuando deseaba que no anduvieseis libres del temor a las incursiones del enemigo. Juzgaba Escipión que no es feliz el Estado que tiene en alto sus murallas y tiene por el suelo su moral. Pero en vuestro caso pudo más el engaño seductor de la impiedad diabólica que la previsión de los hombres prudentes. Esta es la causa de que no queráis imputaros a vosotros mismos los males que hacéis y de que pretendáis imputar los males que padecéis a la aparición del cristianismo. Con vuestra seguridad no buscáis la calma quieta del Estado, sino la impunidad de vuestros desórdenes, porque, corrompidos con la prosperidad, no habéis querido enmendaros con la adversidad. Escipión quería que el enemigo os infundiera temor, para que el regalo no os afeminara. Pero vosotros ni aun bajo la opresión del enemigo cortasteis las excusas, perdisteis el fruto de la tribulación, caísteis en suma desgracia y en ella todavía permanecéis» (SAN AGUSTÍN, De civitute Dei 133: PL 41,45). 

Boletín Dominical 30 de enero




 Día 30 de Enero, Domingo IV de Epifanía.

Doble. Conm Santa Martina Virgen y Mártir. Orn. Verdes.

En el Evangelio de Hoy manifiesta Jesús su poder sobre los seres inanimados, sobre los vientos y las tempestades, que se aquietan a su voz, dando una nueva manifestación de su divinidad, como Señor que es de todas las criaturas.

Esa navecilla combatida por las olas es imagen de la Iglesia Católica, perseguida constante y terriblemente por todos los tiranos y por todos los errores, y siempre saliendo airosa y vencedora por la asistencia especial de Cristo, Nuestro Señor, que es la roca viva contra la cual se estrellan quienes, en su locura, se levantan contra esta Iglesia que ha seguido siempre adelante, triunfando de todos.

Lo mismo pasará en nuestras almas combatidas por la duda, el error o las tentaciones, si acudimos pronto y confiadamente al bondadoso Jesús.




Día 5 de febrero, Santa Águeda, Virgen y Mártir.

Nació en Sicilia y de joven consagró a Dios su virginidad. Era extraordinariamente hermosa, bella y elegante, y el gobernador pagano se enamoró de ella. Quiso hacerla apostatar y hacerla suya; pero ni con promesas ni con amenazas consiguió lo que deseaba. La entregó a una mujer perversa para que la pervirtiera, mas Águeda salió siempre triunfante de todas las pruebas y peligros. Entonces lleno de ira, mandó cortarle los pechos; pero la noche siguiente fue curada milagrosamente por el glorioso apóstol San Pedro, que se le apareció en la prisión. Después fue arrastrada sobre agudos cristales y carbones encendidos, sirviendo éste nuevo tormento de materia de nuevo triunfo, y al volver al calabozo expiró, el año 251, bajo la persecución del emperador Decio. Su nombre figura en el Canon de la Misa. Es abogada contra las enfermedades de los pechos y contra los incendios y tempestades.





domingo, 23 de enero de 2022

Sermón Domingo Tercero después de la Epifanía


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Tened el mismo sentir, unos con otros. No fomentéis pensamientos altivos, sino acomodaos a lo humilde. No seáis sabios a vuestros ojos. No devolváis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno ante todos los hombres. Si es posible, en cuanto de vosotros depende, vivid en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis por vuestra cuenta, amados míos, sino dad lugar a la ira (de Dios), puesto haré escrito esta: “Mía es la venganza; Yo haré justicia, dice el Señor”. Antes por el contrario, “si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues esto haciendo amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza”. No te dejes vencer por el mal, sino domina al mal con el bien.

Romanos XII, 16-21



Evangelio

En aquel tiempo: Cuando Jesús bajó de la montaña, le fueron siguiendo grandes muchedumbres. Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: “Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme”. Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”, y al punto fue sanado de su lepra. Díjole entonces Jesús: “Mira, no lo digas a nadie; sino ve a mostrarte al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita por Moisés, para que les sirva de testimonio”. Cuando hubo entrado en Cafarnaúm, se le aproximó un centurión y le suplicó, diciendo: “Señor, mi criado está en casa, postrado, paralítico, y sufre terriblemente”. Y Él le dijo: “Yo iré y lo sanare”. Pero el centurión replicó diciendo: “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, mas solamente dilo con una palabra y quedará sano mi criado. Porque también yo, que soy un subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Ve” y él va; a aquél: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace”. Jesús se admiró al oírlo, y dijo a los que le seguían: “En verdad, os digo, en ninguno de Israel he hallado tanta fe”. Os digo pues: “Muchos llegarán del Oriente y del Occidente y se reclinarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allá será el llanto y el rechinar de dientes”. Y dijo Jesús al centurión: “Anda; como creíste, se te cumpla”. Y el criado en esa misma hora fue sanado.

Mateo VIII, 1-13

Santo Tomás de Villanueva: La Justificación por la Fe



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA


En aquel tiempo: Cuando Jesús bajó de la montaña, le fueron siguiendo grandes muchedumbres. Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de Él y le dijo: “Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme”. Y Él, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”, y al punto fue sanado de su lepra. Díjole entonces Jesús: “Mira, no lo digas a nadie; sino ve a mostrarte al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita por Moisés, para que les sirva de testimonio”. Cuando hubo entrado en Cafarnaúm, se le aproximó un centurión y le suplicó, diciendo: “Señor, mi criado está en casa, postrado, paralítico, y sufre terriblemente”. Y Él le dijo: “Yo iré y lo sanare”. Pero el centurión replicó diciendo: “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, mas solamente dilo con una palabra y quedará sano mi criado. Porque también yo, que soy un subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Ve” y él va; a aquél: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace”. Jesús se admiró al oírlo, y dijo a los que le seguían: “En verdad, os digo, en ninguno de Israel he hallado tanta fe”. Os digo pues: “Muchos llegarán del Oriente y del Occidente y se reclinarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allá será el llanto y el rechinar de dientes”. Y dijo Jesús al centurión: “Anda; como creíste, se te cumpla”. Y el criado en esa misma hora fue sanado.

Mateo VIII, 1-13



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


La Justificación por la Fe


Cf. Divi Thomae a Villanova opera omnia vol.I p.175-18: Conciones omnes a Dom. 1. Advent. ad tertiam. Quadrages, usque complectentes, Maniiae 1881). 


A) El camino de la justificación

"El Salmista dice: Haz que entienda los caminos de tus justificaciones (Ps. 118,27). Nada más admirable que aquel modo de iluminar del Espíritu Santo cuando murmura misteriosas palabras a los oídos del corazón, según dice la Escritura: Llegóme calladamente un hablar, (Iob 4,12). 

El orador pone el ejemplo de una madre que enseña a su hijo los primeros pasos: así suele ayudarnos el Santo Espíritu. Interés extraordinario entraña que tan santísima Persona nos enseñe el camino de la justificación y nos haga ver cuál ha de ser la intención que nos guíe, porque el que un navío se separe dos o tres leguas de la ruta no significa nada: pero. si pierde el timón, el peligro será muy grave. El timón del alma es su intención. Veamos, pues. sobre qué fundamentos hemos de edificar la casa de nuestra santidad, para que resista vientos y agua. 


B) Ni la ley judía ni nuestras obras nos justifican 

Según San Pablo, la justificación no consiste ni en las obras ni en los sacrificios de la ley antigua (Hebr. 10.5-6). Y si éstos representaban algún valor, era en cuanto que gozaban de una significación mística de la redención de Jesucristo. Se parecían al anillo, que aprecia una esposa entrañablemente, no por su valor Intrínseco, sino por el recuerdo del marido. 

Tres razones dió San Pablo para demostrar que él no estaba sujeto a la ley. Primera, que la ley no domina al hombre más que durante la vida, y yo he muerto a la ley por vivir para Dios; estoy crucificado con Cristo (Gal. 2, 19); segunda, que un hombre que pertenece a otro no puede disponer de si mismo, y yo pertenezco a Cristo, que nos, ha hecho libres (Gal. 5,1); tercera, que el legislador no está sometido a la ley, y es Cristo quien vive en mí (Gal. 2,20). 

Pero tampoco consiste la salvación en nuestras obras, como si ellas poseyesen un derecho físico y positivo. Tal era la doctrina de Pelagio. que interpretaba prescindiendo de la gracia el pasaje del Eclesiástico: Dios hizo al hombre desde el principio y le dejó en manos de su albedrío (15,14). 

No son nuestras obras: primero, porque de suyo son imperfectas, como obras de una criatura para con Dios, en cuya presencia ningún hombre es justo (Ps. 1 24,2). Segundo, porque, aunque fuesen buenas y perfectas, siempre nos habrían venido de Dios como de causa primera. Todo buen don o toda dádiva perfecta viene de arriba (lac. 1,17), y es la gracia la que confiere valor a nuestras acciones. Tercero, Tercero, porque estamos obligados por los beneficios divinos de la creación, de la conservación y de la redención  dárselo todo a Dios. 


C) La justificación. por la fe en Cristo

Abundan los textos de San Pablo, en los que se atribuye la justificación a la fe. El justo vive de la fe (Rom. 1, 17); Abrahán creyó en Dios y le fué computado a la justicia (Rom. 4,3); todo el que creyere en en Él no será confundido (Rom. 10,11). Santiago parece oponerse a esta doctrina al afirmar que es muerta la fe sin las obras (lac. 2,26) y al decir que los demonios creen y tiemblan (ibid. 19). Si. embargo, no hay desacuerdo alguno, porque también S. Pablo asegura: Si poseyendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada (1 Cor. 13.2); y es que se refiere a la caridad fe. Cuando dice que Abraham  no fué justificado por las obras (Rom. 4, 2), quiere decir que no fueron las obras en si mismas; y cuando Santiago afirma que lo fue por sus obras (Iac. 2.21-22), se refiere a ellas en cuanto estaban  informadas en la fe.

Jesucristo es la fuente de salud del género humano. Y el primer contacto con esa fuente, la unión por la fe; la caridad será su complemento. Así. pues, todos somos justificados en Cristo por la fe, actuada por la caridad. Esta fe hace brotar la esperanza y la confianza, no en nuestras propias obras, sino en Dios. Dichoso el que a sí mismo no tenga que reprocharse lo que siente (Rom. 14,22). 

Si esperáis sin ofrecer a Dios sacrificios de justicia (Ps. 4,6), podrá ser que vuestra esperanza sea vana; pero si confiáis sólo en el sacrificio, vuestra esperanza será orgullosa e insensata. Ofreced, pues, la penitencia antes que los sacrificios de justicia, y poned vuestra esperanza no en vuestra ofrenda, sino en el Señor. Feliz aquel a quien Dios concede la gracia de ejecutar buenas obras y de no confiar en ellas, sino de gloriarse en la cruz de Jesucristo (Gal. 6,14). 

El agricultor es un ejemplo. Si espera sembrar, su esperanza es vana; si siembra y confía, sin contar con Dios, ni con las lluvias, ni con el sol, su esperanza es insensata. Debe sembrar y esperar en Dios, que es el que otorga el crecimiento. 

El valor del oro es su brillo y apariencia externa; quitádsela, y lo mismo da el oro que el hierro. El valor de una obra es la grada de Dios; suprimídsela, y bien poca cosa quedará. 

sábado, 22 de enero de 2022

Boletín Dominical 23 de enero


Día 23 de Enero, Domingo III de Epifanía

Doble. Orn. Verdes.

Conm. San Raimundo de Peñafort, Confesor.

Señor, si quieres puedes limpiarme”, decía un leproso a Jesús cuando bajaba del monte de las Bienaventuranzas. Y Jesús le tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”; y quedó sano. Señor, si quieres, puedes limpiarnos de la lepra del pecado, digamos nosotros con la fe y la confianza del leproso, y Jesús entonces, no solamente limpiará nuestra alma sino que morará en ella.

“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; mas di una palabra y mi criado quedará sano”, dice el centurión a Jesús cuando se disponía a ir para allá para curarle. Y la humildad profunda y la fe vivísima de éste pobre pagano arrancan a Nuestro Señor un gesto de admiración, y vaticina la reprobación de Israel por su incredulidad y la vocación de los gentiles que entraran en el reino de Dios. A este reino entraremos nosotros, pero si nos adornamos con las virtudes que resplandecieron en éste leproso y éste centurión, quien mereció le evoque la Iglesia siempre al dar a Jesús en la sagrada Comunión.





Día 25 de enero, Conversión de San Pablo

La Iglesia, que no suele celebrar episodios aislados de la vida de un Santo, celebra sin embargo éste de la Conversión de S. Pablo, por ser, corno afirma S. Agustín, obra más admirable que la misma creación, admirable por lo difícil, por lo rápida, por lo completa, porque de repente de lobo rapaz fué trocado en vaso de elección, en humilde cordero por la gracia de Dios, que no fué en él estéril (Grad.). Desde este día el corazón de Pablo fué el más perfecto trasunto del corazón de Cristo, hasta el punto de parecer identificado con Él: Cor Pauli, cor Christi, dirá después el gran Crisóstomo. 

El fervoroso celador de la ley mosaica, fariseo como el que más, el discípulo de Gamaliel, y amigo y pariente y verdugo de Esteban, es hoy derribado del corcel brioso de su orgullo, de su envidia y de sus arraigados prejuicios contra Cristo, a persigue en sus miembros. El memorable y ejemplar episodio tuvo lugar hacia el año 35. 

¡Oh gran S. Pablo, apóstol de las gentes! Por ti y por tus predicaciones y tus admirables cartas recibimos la gracia de Dios. Intercede por nosotros al Dios bondadoso que te eligió, para que, ilustrando nuestras inteligencias con sus lumbres y moviendo nuestro corazón con la gracia eficaz, nos convirtamos por fin definitiva y resueltamente, no viviendo en adelante sino para Cristo y considerándolo todo como estiércol a trueque de ganar a Cristo. 

Edifiquémonos ya con el sencillo y verídico relato de esta conversión, única en su género, contada por S. Lucas, discípulo del mismo Pablo, en la epístola de hoy.' 





domingo, 16 de enero de 2022

Sermón Domingo Segundo después de la Epifanía


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

Hermanos: Tenemos dones diferentes conforme a la gracia que nos fue dada, ya de profecía (para hablar) según la regla de la fe; ya de ministerio, para servir; ya de enseñar, para la enseñanza; ya de exhortar, para la exhortación. El que da, ( hágalo ) con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que usa de misericordia, con alegría. El amor sea sin hipocresía. Aborreced lo que es malo, apegaos a lo que es bueno. En el amor a los hermanos sed afectuosos unos con otros; en cuanto al honor, daos preferencia mutuamente. En la solicitud, no seáis perezosos; en el espíritu sed fervientes; para el Señor sed servidores; alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración; partícipes en las necesidades de los santos; solícitos en la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Tened el mismo sentir, unos con otros. No fomentéis pensamientos altivos, sino acomodaos a lo humilde. No seáis sabios a vuestros ojos.

Romanos XII, 6-16



Evangelio

En aquel tiempo: Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Jesús también fue invitado a estas bodas, como asimismo sus discípulos. Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le dijo: “¿Qué (nos va en esto) a Mí y a ti, mujer? Mi hora no ha venido todavía”. Su madre dijo a los sirvientes: “Cualquier cosa que Él os diga, hacedla”. Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, que contenían cada una dos o tres metretas. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”; y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: “Ahora sacad y llevad al maestresala”; y le llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, cuya procedencia ignoraba –aunque la conocían los sirvientes que habían sacado el agua–, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el buen vino, y después, cuando han bebido bien, el menos bueno; pero tú has conservado el buen vino hasta este momento”. Tal fue el comienzo que dio Jesús a sus milagros, en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.

Juan II,, 1-11

sábado, 15 de enero de 2022

San Bernardo: María Medianera





COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA


En aquel tiempo: Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Jesús también fue invitado a estas bodas, como asimismo sus discípulos. Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le dijo: “¿Qué (nos va en esto) a Mí y a ti, mujer? Mi hora no ha venido todavía”. Su madre dijo a los sirvientes: “Cualquier cosa que Él os diga, hacedla”. Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, que contenían cada una dos o tres metretas. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”; y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: “Ahora sacad y llevad al maestresala”; y le llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, cuya procedencia ignoraba –aunque la conocían los sirvientes que habían sacado el agua–, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el buen vino, y después, cuando han bebido bien, el menos bueno; pero tú has conservado el buen vino hasta este momento”. Tal fue el comienzo que dio Jesús a sus milagros, en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.

Juan II,, 1-11




SAN BERNARDO


María medianera


La BAC inserta entre las obras de San Bernardo el sermón titulado María, acueducto (cf. SAN BERNARDO, Obras completas t.1 p.737 ss.). Es el sermón que figura en la Patrología latina de Migne, bajo el titulo De aquaeductu in Nativ. B. V. Mariae (cf. PL .83,43,-440). Escrito con gran fondo teológico y con la efusividad típica en el Doctor Melifluo, no es fácil de sintetizar. Puede servir no sólo par« aprovechar sus ideas, sino poro mostrarnos cuán de antiguo surge en la tradición cristiana la piadoso creencia en la mediación universal de Nuestra Señora. 

Transcribimos el texto casi totalmente, tomándolo de la referida edición de la BAC, y añadimos como remate la conocida y hermosa invocación del final de la Homilía a sobre el «Missus esta..., que recoge el Breviario (cf. BAC, ibid., p.205, y PL 183,70-71). 

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A) María, acueducto de la gracia


a) JESÚS ES LA FUENTE, MARÍA EL ACUEDUCTO

"¿Quién es la fuente de la vida sino Cristo Señor? Cuando aparezca Cristo, que es vuestra vida, entonces también apareceréis vosotros con El en la gloria (Col. 3,4). A la verdad, la misma plenitud se anonadó a sí misma para hacerse para nosotros justicia, santificación y remisión, no apareciendo todavía vida o gloria, o bienaventuranza. Corrió la fuente hasta nosotros y se difundieron las aguas en las plazas, aunque no beba el ajeno de ellas. Descendió por un acueducto aquella vena celestial, no ofreciendo, con todo eso, la copia de una fuente, sino infundiendo en nuestros áridos corazones las gotas de la gracia, a unos, ciertamente, más; a otros, menos. El acueducto, &n duda, lleno está para que los demás reciban de la plenitud, pero no la misma plenitud. 

Ya habéis advertido, si no me engaño, quién quiero decir que es este acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la franqueó a nosotros, si no del modo que es en sí misma, a lo menos según podíamos nosotros participar do ella. Sabéis, pues, a quién se dijo: Dios te salve, llena de gracia. Mas jama admiraremos que se pudiese encontrar de qué se formase tal y tan grande acueducto, cuya cumbre, al modo de aquella escala que vió el patriarca Jacob, tocase en los cielos, más bien, sobrepasase también los cielos y pudiese llegara aquella vivísima fuente de las aguas que están sobre los cielos? Se admiraba también Salomón y, al modo del que desespera, decía: ¿Quién hallará una mujer fuerte? (Prov. 31,10). A la verdad, por eso faltaron durante tanto tiempo al género humano las corrientes de la gracia, porque todavía no estaba interpuesto este deseable acueducto de que hablamos ahora. Ni nos admiraremos de que fuese aguardado largo tiempo, si recordamos cuántos usos trabajó Noé, varón justo, en la fábrica del arca, en la cual sólo unas pocas almas, esto es, ocho, se salvaron, y esto para un tiempo bastante corto.


Pero ¿cómo llegó este nuestro acueducto a aquella fuente tan sublime? ¿Cómo? Con la vehemencia del deseo, con el fervor de la devoción y con la pureza de la oración según está escrito: La oración del justo penetra los cielos"... (ibid., p.739). 


b) MARÍA, DEPÓSITO Y HUERTO DE LA GRACIA 

"Mira, hombre, el consejo de Dios, reconoce el consejo de la sabiduría, el consejo de la piedad. Habiendo de regar toda la era con el rocío celestial, humedeció primero todo el vellocino; habiendo de redimir todo "el linaje humano, puso todo el precio en María. ¿Con qué fin hizo esto? Quizá para que Eva fuese disculpada por la hija y cesase la queja del j hombre contra la mujer para siempre. No digas ya jamás. Adán: La mujer que me diste me ofreció del árbol prohibido (Gen. 3,12); di más bien: "La mujer que me diste me ha dado a comer del fruto bendito". Consejo piadosísimo. sin duda, pero no es esto todo acaso; hay otro todavía oculto. Verdad es lo que se ha dicho, pero aún es poco (si no me engaño) a vuestros deseos. Dulzura de leche es; se sacará, acaso, si con más fuerza apretamos la crasitud de la manteca. Contemplad, pues, más altamente con cuánto afecto de devoción quiso fuese honrada. María por nosotros aquel Señor que puso en ella toda la plenitud del bien, para que, consiguientemente, si en nosotros hay algo de esperanza, algo de gracia, algo de salud, conozcamos que redunda de aquella que subió rebosando en delicias. Huerto es, en verdad, de delicias que no solamente inspiró viniendo, sino que agitó dulcemente con sus soberanos soplos aquel austro divino, sobreviniendo en ella, para que por todas partes fluyan y so difundan eso aromas, loa dones, es a saber, de las gracias. Quita este cuerpo solar que ilumina al mundo, ¿cómo podrá haber día? Quita a María, esta estrella del mar, del mar sin duda grande y espacioso, ¿qué quedará sino obscuridad que todo lo ofusca, sombrara do la muerte todo y densísimas tinieblas?" (ibid., p.740441). 


c) MARÍA NOS TRAE AL DIOS INACCESIBLE

"¿Cómo dice, se hará esto, porque yo no conozco varón? Verdaderamente es santa en el cuerpo y en el espíritu, teniendo no sólo la integridad de la virginidad, sino el propósito firme de conservarla incólume. Mas, respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo sobrevendrá en ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra. Como si dijera: No me preguntes a mí esto, porque es cosa superior a mi comprensión y no podría declarártelo. El Espíritu Santo, no el espíritu angélico, sobrevendrá en ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra, no yo. No te pares ni siquiera entre los ángeles, Virgen santa; mucho más sublime está lo que la tierra sedienta espera que se le dé a beber por ministerio tuyo. Un poco que les pases a ellos, y hallarás a quien ama, tu alma. Un poco, repito, no porque tu Amado no sea superior a ellos incomparablemente, sino porque nada encontrarás que medie entre El y ellos. Pasa, pues, las virtudes y las dominaciones, los querubines y los serafines, hasta que llegues a Aquel de quien alternativamente están clamando: Santo, santo, santo es el Señor Dios de los ejércitos (Is. 6,3). Pues cl fruto santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios. Fuente es de la sabiduría el Verbo del Padre en las alturas. Pero este Verbo por medio de ti se hará carne, para que Aquel que dice: Yo estoy en el Padre y el Pudre en mí (lo. 14,10), diga igualmente: Porque yo procedí de Dios y he venido de parte de Dios. En el principio, dice San Juan, era el Verbo. Ya brota la fuente, pero por ahora sólo en sí misma. Añade luego: Y cl Verbo estaba en Dios, habitando una luz inaccesible, y decía el Señor desde el principio: Yo medito pensamientos de paz y no de aflicción (ler. 19,11). Pero en ti, Señor, está tu pensamiento, y lo que piensas lo ignoramos nosotros. Porque ¿quién pudo jamás conocer los designios del Señor o quién fué su consejero? Descendió, pues, el pensamiento de la paz a la obra de la paz; el Verbo se hizo carne y habita ya entre nosotros" (ibid., p.743-744). 

"Incomprensible era e inaccesible, invisible y superior a toda humana inteligencia. Mas ahora quiso ser comprendido, quiso ser visto, quiso que pudiésemos pensar en El. ¿De qué modo, me preguntas? Echado en el pesebre, reposando en el virginal regazo, predicando en el monte pernoctando en la oración; o bien pendiente de la cruz, poniéndose pálido en la muerte, libre entro los muertos y mandando en el infierno; o también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles las hendiduras de los clavos, insignias de su victoria; últimamente, subiendo a lo más alto de los cielos a vista de los mismos apóstoles. ¿Qué cosas do éstas no se piensa verdadera, piadosa y santamente? Cualquiera de estas cosas que yo piense, pienso en mi Dios y en todas las cosas. El es mi Dios. El meditar, pues, estos misterios lo llamé sabiduría, y juzgué por prudencia el refrescar incesantemente la memoria de la suavidad de estos dulces frutos, que produjo copiosamente la vara sacerdotal que María fué a coger en las alturas para difundirlos con la mayor abundancia en nosotros. La recibió, sin duda, en las alturas y sobre los ángeles, puesto que recita al Verbo del mismo corazón del Padre, según está escrito: El día anuncia al día la palabra (Ps. 18,2). Verdaderamente es día el Padre, pues es día del día la salud de Dios. ¿Acaso no es también día María? Y esclarecido. Resplandeciente día es, sin duda, la que procedió como la aurora resurgente, hermosa como la luna, escogida como el sol"... (ibid., p.744-745). 


d) ENTREGA A MARÍA TUS DONES, PARA QUE SE LOS LLEVE A DIOS

"En lo demás, hermanos, debemos procurar con el mayor cuidado que aquella Palabra que salió de la boca del Padre para nosotros por medio de la Virgen, no se vuelva vacía, sino que por mediación de Nuestra Señora, volvamos gracia por gracia. Mientras suspiramos por la presencia, fomentemos con toda nuestra atención su memoria, y así sean restituidas a su origen las corrientes de la gracia para que fluyan después más copiosamente. De otra suerte, si no vuelven a la fuente, se secarán, y, siendo infieles en lo poco, no merecemos recibir lo que es máximo... 

Procuremos, pues, hermanos míos, cultivar azucenas; démonos prisa a arrancar de raíz las espinas y los abrojos. y plantemos en su lugar azucenas, por si alguna vez acaso se digna el amado descender a apacentarse entre ellas. 

En María sí que se apacentaba, puesto que en ella hallaba grandísima abundancia de azucenas. ¿No son acaso azucenas el decoro de la virginidad, las insignias de la humildad, la supereminencia de la caridad? También nosotros podemos tener azucenas, aunque sornas hermosas y olorosas: con todo, ni aun entre ellas se desdeñará de apacentarse el esposo, con tal de que a esas acciones de gracias. de que hemos hablado antes, les dé lustre la alegría de la devoción, a la oración le dé candor la pureza de intención. y la misericordia dé blancura a la confesión, como está escrito: Aunque sean vuestros pecados como du escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, serán blancos como la lana (Is. 1.17). Pero, sea lo que fuere aquello qua dispones ofrecer, acuérdate de encomendarlo a María, para que vuelva la gracia, por el mimoso cauce por donde corrió, al dador de la gracia. No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este acueducto, si El hubiera querido, pero quiso proveerte de ella por este conducto. Acaso tus manos están aún llenas de sangre o manchadas con dádivas sobornadoras, porque todavía no las tienes lavadas de toda mancha. Por eso, aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin do que sea ofrecido al Señor sin sufrir de El repulsa. Sin duda candidísimas azucenas son, ni se quejará aquel amante de las azucenas de no haber encontrado entre azucenas todo lo que El hallare en las manos de María. Amén" (ibid., p.750-7511. 



b) María, estrella del hombre
 
"Al fin del verso dice el evangelista: Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción... 

¡Oh!, cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te ves más bien fluctuar entre borrascas y tempestades que andar por la tierra, no apartes los ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado por la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En loa peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir loa sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la niegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu gula; llegarás felizmente al puerto si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta raz6n se dijo: Y el nombre de la Virgen era María» (ibid., e.205), 



Boletín Dominical 16 de enero

 



Día 16 de Enero, Domingo II después de la Epifanía

Doble. Orn. Verdes.

Conm. de los S. Marcelo I, Papa y Mártir

La transformación que opera Jesús, en las bodas de Caná, del agua en vino, es figura de la transubstanciación por la cual el vino eucarístico se convierte en la Sangre de Cristo, que, recibida por los hombres en la Comunión, realiza un místico desposorio de Cristo con el alma. Nos da también el Evangelio de hoy una muestra de la omnipotencia suplicante, que es la Santísima Virgen María, la cual consigue el milagro, aún adelantando la hora de manifestarse elegida por Jesús. Además, con su presencia, santifica Jesús esas bodas, ese matrimonio, que elevará Él a la dignidad de Sacramento que derramará la gracia santificante y las gracias sacramentales que los harán santos y felices en tan noble estado.




21 de Enero, fiesta de S. Inés, Virgen y Mártir

Amo a Jesucristo, y amándole soy casta; tocándole soy pura; recibiéndole soy virgen”. Esto decía con elegancia y fervor Inés, cuando, niña de 13 años, rechazaba el amor del pretendiente con quien querían desposarla. No pudiendo vencerla con halagos ni amenazas, pretenden atentar contra su virtud, pero “Dios libra su cuerpo de la perdición” (Epístola). Condenada a ser degollada, viendo que el verdugo vacila, le anima diciendo: “Hiere sin miedo, que la esposa ofendería al Esposo si le hiciera esperar más tiempo”. Año 301.




domingo, 9 de enero de 2022

Sermón Fiesta de la Sagrada Familia


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

Hermanos: Vestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, longanimidad, sufriéndoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tuviere queja contra otro. Como el Señor os ha perdonado, así perdonad también vosotros. Pero sobre todas estas cosas, ( vestíos ) del amor, que es el vínculo de la perfección. Y la paz de Cristo, a la cual habéis sido llamados en un solo cuerpo, prime en vuestros corazones. Y sed agradecidos: La Palabra de Cristo habite en vosotros con opulencia, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando a Dios con gratitud en vuestros corazones, salmos, himnos y cánticos espirituales. Y todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando por medio de Él las gracias a Dios Padre.

Colosenses III, 12-17

 


Evangelio

En aquel tiempo: Siendo Jesús de doce años cumplidos, subieron, según la costumbre de la fiesta a Jerusalén; mas a su regreso, cumplidos los días, se quedó el niño Jesús en la ciudad, sin que sus padres lo advirtiesen. Pensando que Él estaba en la caravana, hicieron una jornada de camino, y lo buscaron entre los parientes y conocidos. Como no lo hallaron, se volvieron a Jerusalén en su busca Y, al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos e interrogándolos; y todos los que lo oían, estaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo ( sus padres ) quedaron admirados y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? Tu padre y yo, te estábamos buscando con angustia”. Les respondió: “¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron las palabras que les habló. Y bajó con ellos y volvió a Nazaret, y estaba sometido a ellos, su madre conservaba todas estas palabras ( repasándolas ) en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura, y en favor ante Dios y ante los hombres. 

Lucas II, 42-52

sábado, 8 de enero de 2022

San Agustín: La Búsqueda de Dios





COMENTARIO AL EVANGELIO

LA SAGRADA FAMILIA

(Domingo Primero después de Epifanía)

 

En aquel tiempo: Siendo Jesús de doce años cumplidos, subieron, según la costumbre de la fiesta a Jerusalén; mas a su regreso, cumplidos los días, se quedó el niño Jesús en la ciudad, sin que sus padres lo advirtiesen. Pensando que Él estaba en la caravana, hicieron una jornada de camino, y lo buscaron entre los parientes y conocidos. Como no lo hallaron, se volvieron a Jerusalén en su busca Y, al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos e interrogándolos; y todos los que lo oían, estaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo ( sus padres ) quedaron admirados y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? Tu padre y yo, te estábamos buscando con angustia”. Les respondió: “¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron las palabras que les habló. Y bajó con ellos y volvió a Nazaret, y estaba sometido a ellos, su madre conservaba todas estas palabras ( repasándolas ) en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, como en estatura, y en favor ante Dios y ante los hombres. 

Lucas II, 42-52



SAN AGUSTÍN


Hay que buscar y encontrar a Dios El estilo de San Agustín es muy diferente cuando habla al pueblo y cuando escribe un libro. En el primer caso aparece fácil, brillante y con frecuencia menos metódico. En sus libros, en cambio, se nos presenta profundo, sereno y brillante también, más en la frase que en el párrafo largo. Para el tenia de hoy hemos seleccionado algunos trozos de sus libros, que nos harán saborear hondas doctrinas. 


A) Deus quaerendus 


a) BÚSQUESE A DIOS AUN DESPUÉS DE ENCONTRADO

Quaerimus inveniendum, quaeramus invcntum. Ut inveniendus quaeratur, occultus est; ut inventus quaeratur, immensus est. 

"Oíd la voz del cántico divino: Buscad a Dios y vivirá vuestra alma (Ps. 68,33). Busquemos para encontrarle, sigámosle buscando ya encontrado. Para que le busquemos y le encontremos se oculta; para que le sigamos buscando una vez encontrado, es inmenso. Por eso dice en otro lugar: Buscad siempre su rostro (Ps. 104,4). En el que le ha encontrado produce una mayor capacidad, para que desee volver a llenarla desde el mismo momento en que se le ha ensanchado..." 

"Marchemos por este camino hasta que lleguemos a Aquel a quien el camino conduce; no nos detengamos nunca hasta que nos lleve a Aquel donde hemos de permanecer. De este modo marcharemos buscando y encontrando, y conseguiremos lo que nos falta... hasta el día en que termine la búsqueda y ya no podamos aprovechar más" (cf. Tract. 63 in Ioan. Evang.: PL 35,1803). 


b) NO HUYAN LOS MALOS DEL SEÑOR. BÚSQUENLE

"Váyanse y huyan de ti los inquietos pecadores, que tú les ves y distingues sus sombras. Y ved que con ellos hasta son más bellas las cosas, no obstante ser ellos feos... Y ¿adónde huyeron cuando huyeron de tu presencia? Y ¿dónde no los encontrarás tú? Huyeron, sí, por no verte a ti, que les estabas viendo para, cegados, tropezar contigo, que no abandonas ninguna cosa de las que has hecho... Ignoran éstos, en efecto, que tú estás en todas partes, sin que ningún lugar te circunscriba, y que estás presente a todos, aun a aquellos que se alejan de ti. Conviértanse, pues, y búsquenle, porque no como ellos abandonaron a su Creador, así abandonas tú a tus criaturas. Conviértanse, y al punto estarás tú allí en sus corazones, en los corazones de los que te confiesan y se arrojan en ti y lloran en tu seno a la vista de sus caminos difíciles, y tú fácilmente enjugarás sus lágrimas; y llorarán aún más y se gozarán en sus llantos, porque eres tú, Señor, y no ningún hombre. Carne y sangre eres tú, Señor, que les hiciste, quien les repara y consuela. Y ¿dónde estaba yo cuando te buscaba? Tú estabas ciertamente dentro de mí, mas yo me había apartado de mí mismo y no me encontraba. ¿Cuánto menos a ti?" (Confessiones 1.5 c.2: PI, 32,706-707, y BIA.C, Obras de San Agustín t.2 p. 471-473). 


c) DIOS, SUMO BIEN, A QUIEN HAY QUE AMAR Y CONOCER PREVIAMENTE

En el tratado De Trinitate (cf. 1.8 : 42,947 ss ; BAC, t.5 49S-535), San Agustín expone su concepción sobre el bien absoluto conocedo en los bienes creados. Prescindiendo de esta parte filosófica. extractaremos la que se refiere a Dios, sumo bien, necesariamente amable.  

Tú, ciertamente, no amas más que lo bueno. Buena es la tierra con todas sus bellezas... "Bueno es esto y bueno aquello; prescinde de los determinativos esto o aquello y contempla el Bien puro si puedes; entonces verás a Dios, Bien imparticipado, Bien de todo bien... Dios se ha de amar, pero no como se ama este o aquel bien, sino como so ama el Bien mismo. Busquemos el bien del alma, no el bien que aletea en la mente y pasa, sino el Bien, al cual si, adhiere 'el amor. Y ¿qué bien es éste sino Dios?" No es a criatura alguna, ní siquiera a un ángel, s' no al mismo Bien, a quien hay que buscar. "Es necesario permanecer cabe El y adherirse a El por amor, si anhelamos gozar de su presencia porque de El traemos el ser y sin El se desvanece nuestra existencia... Mas ¿quién ama lo que ignora? Se puede conocer una cosa y no amarla; pero pregunto: ¿Es posible amar lo que se desconoce? Y si esto no es posible, nadie ama a Dios antes de conocerlo. Y ¿qué es conocer a Dios, sino contemplarle y percibirle con la mente con toda firmeza?..." Es, pues, necesario amarle por la fe; de lo contra. rio no se limpiará el corazón del modo necesario para ve, a Dios (Mt. 5,8: Bienaventurados los limpios). "¿Dónde' pues, encontrar las tres virtudes que el artificio de los libros santos tiende a edificar en nuestras almas, la fe, la esperanza y la caridad (1 Cor. 13,13), sino en el espíritu del que cree lo que intuye y espera y ama lo que cree?" A. este Dios, sumo Bien, se le encuentra por medio de la fe, y la unión se verifica por la esperanza y el amor (ibid., c.3 y 4). 


d) EL VERDADERO AMOR A DIOS

Tócanos ver ahora cuál es el verdadero amor, por el cual nos unimos con Dios. "Consiste el amor verdadero en vivir justamente adheridos a la verdad y en despreciar todo lo perecedero, salvando el amor a los hombres, a quienes deseamos vivan en justicia". 

Existiendo dos preceptos de los que pende toda la Ley y los Profetas, a saber, el del amor de Dios y el del amor al prójimo (Mt. 22,3740), las Sagradas Escrituras, con razón, unas veces hablan sólo de uno de ellos y otras de otro, como, por ejemplo, cuando dicen: Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman (Rom. 8,28); o: El que ama a Dios, ése es conocido por El (1 Cor. 8,3). Otras, en cambio, sólo se refieren al amor del prójimo, como cuando la Sagrada Escritura dice: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal. 6,2); y en el Evangelio: Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas (Mt. 7,12). "Y mil otros pasajes hallamos en los libros santos, donde parece tan sólo preceptuarse el amor al prójimo silenciándose el amor de Dios; si bien en ambos preceptos consista la Ley y los Profetas. Pero el que ama al prójimo—y ésta es la razón—ama al amor. Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios (1 Io. 4,16)..." 

Para amar a Dios no se necesita intentar grandes cosas ni parecerse a los ángeles. Es mejor ser ángel devotamente que pretender realizar con soberbia lo que el ángel hace. Todo lo demás es salirse a buscar por fuera, abandonando el interior, donde Dios está. El modo más sencillo de amar a Dios es amar al prójimo, y el de amar al prójimo, amar el amor, que es Dios (ibid., c.7). 


B) Condiciones para alcanzar a Dios 


a) LOS LIMPIOS ENCONTRARÁN A DIOS

`'No puede hallarse a nadie que no guste de ser feliz; y pluguiese a Dios que los hombres, pues tanto desean la retribución, no rehusaran el trabajo con que se merece... ¿Quién no acude rápido si le dicen: Vas a ser feliz? Oiga, empero, también de buen grado la condición: Si esto hicieres... No se rehúya el combate si se ama el premio y apréstese alegremente al trabajo con la ponderación del salario..." Vamos, pues, a oír la palabra divina y a saber cuáles son sus preceptos para conseguir el premio. A continuación empieza a explicar las bienaventuranzas..."

"Bienaventurados los limpios da corazón, porque ellos verán a Dios. Tal es el fin de nuestro amor... ¿Ha de buscar más quien posee a Dios? O ¿ qué le puede bastar a quien no le basta Dios? Queremos ver a Dios, nos afanamos en ver a Dios, ardemos por ver a Dios. ¿Quién no? Mas repara en estas palabras: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Adereza, pues, tu corazón, porque, hablando a lo carnal, ¿a qué viene desear la salida del sol con ojos enfermos? Cúrense los ojos, y la luz será alegría; si los ojos no están sanos, la luz les servirá de tormento. No podrás ver sin limpieza de corazón lo que sólo pueden contemplar los de corazón limpio. Serás rechazado, alejado y.no lo verás... ¡Cuántas veces ha repetido ya el Señor la palabra bienaventurados! 

¡Cuántas razones asignó a la bienaventuranza! ¡Qué obras y qué salarios, qué méritos y qué premios enumeró ya! Pero ni una sola vez ha dicho: "Ellos verán a Dios..." Hemos llegado a los corazones limpios; a éstos se les promete la vista de Dios; y no sin motivo, porque ahí, en los corazones limpios, están los ojos para ver a Dios..." Con la limpieza de corazón preparamos un templo para Dios, que vendrá a hacer mansión en nosotros; pensad rectamente del Señor y buscadle con sencillez de corazón (Sap. 1,1), Tú mismo, si quieres, serás la sede del Señor..., porque el alma del justo es la sedo de la sabiduría (Sap. 1), sede de Dios y templo aovo donde habita. El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17)... "Entre, si te place, ya en tu corazón el Arca de la Alianza y ruede Dagón por el suelo (1 Reg. 5,3). Ahora, pues, escucha y aprende a desear a Dios y a capacitarte para verle. Bienaventurados, dice, los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". 

En las bienaventuranzas cada premio va acomodado al trabajo que se pide. A los pobres se les da el reino de los cielos; a los mansos, a quienes todo el mundo arrincona, se les da a poseer la tierra; a los que lloran, el consuelo; a los limpios de corazón, el ver a Dios. Y no es que los demás bienaventurados no vean a Dios, pero no lo ven por ser mansos o humildes, sino porque, además de su mansedumbre, son también limpios de corazón. 


b) CÓMO LIMPIAR EL CORAZÓN

¿Cómo limpiaremos el corazón? La Sagrada Escritura lo dice: La fe limpia los corazones (Act. 15,9). Pero, como algunos creen que basta sólo la fe para salvarse, hay que recordarles aquella otra frase: También los demonios creen y tiemblan (Iac. 2,19). Creen, pero no tienen limpio el corazón, porque "se ha de discernir nuestra fe de la fe de los demonios. La nuestra limpia el corazón; la suya lo contrario, hácelos culpables, porque obran mal... Se necesita aquella fe que describe San Pablo diciendo: La fe que obra por el amor (Gal. 5,6). Esta es la fe que nos separa de los demonios y de los hombres viciosos, la fe que obra por el amor y que espera en las promesas de Dios. Nada más exacto, nada más perfecto que esta definición. Hay en ella tres cosas esenciales: tener fe, y fe actuada por el amor, y fe esperanzada en las promesas de Dios". La esperanza es compañera de la fe. Desea lo que no vemos. La caridad perfecciona a aquéllas mediante las obras santas. Hace limpio el corazón paré que consiga así ver a Dlos (cf. Serm. 53: PL 38,364-372 y BAC, Obras de San Agustín t.7 p.767-779). 


Boletín Dominical 9 de enero



Día Domingo 9 de Enero, Fiesta de la Sagrada Familia

Conm. del Domingo I de Epifanía

 Doble Mayor-Orn. Blancos

Con la festividad de hoy presenta la Iglesia a nuestra consideración el modelo de hogares cristianos, santificando la vida de familia. El Apóstol San Pablo nos indica en la Epístola las virtudes que deben resplandecer en nuestros hogares: “Revestíos, nos dice, de entrañas de misericordia, de benignidad, humildad, dulzura y longanimidad, sobrellevándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente. Mas sobre todo, tened caridad, que es vinculo de perfección.” 

Unión entre los miembros por el amor, paz y vida de hogar. Unión por una misma fe, una creencia, una misma oración hecha en común, para que reciba especiales bendiciones de Dios.

“Muy dulce nos es recordar la casita de Nazaret y la humilde existencia que allí se lleva; aquí es donde el divino Niño aprende el oficio de San José; junto a Jesús se sienta su dulce Madre; junto a su esposo mora la abnegada esposa, la cual se siente feliz de poder aliviar sus fatigas con sus ternísimos cuidados.” 

El Evangelio narra cómo el Niño se queda entre los doctores, estupefactos por la sabiduría de sus preguntas y respuestas. Oímos su protesta, hecha a su madre, de que vino a promover la gloria de su padre y cumplir su voluntad.





Día 13 de Enero, El Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo

Doble Mayor- Orn. Blancos

En éste día octavo después de Epifanía conmemoramos una de las más importantes teofanías de Cristo. En el río Jordán se presenta Jesús a recibir de San Juan Bautista, el bautismo de penitencia. Y el Bautista le reconoce y le presenta a las gentes: “ved ahí al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, y declara explícitamente su divinidad y da testimonio de que ha visto descender sobre Él al Espíritu Santo.

Adoremos a Cristo, Hijo de Dios, y proclamemos nuestra fe valientemente.





domingo, 2 de enero de 2022

Sermón El Santísimo Nombre de Jesús


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)



 Lección

En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: “Príncipes del pueblo y ancianos, si nosotros hoy somos interrogados acerca del bien hecho a un hombre enfermo, por virtud de quién éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, por Él se presenta sano este hombre delante de vosotros. Ésta es la piedra que fue desechada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo; y no hay salvación en ningún otro. Pues debajo del cielo no hay otro nombre dado a los hombres, por medio del cual podemos salvarnos”.

Hechos IV, 8-12


Evangelio

En aquel tiempo: Habiéndose cumplido los ocho días para su circuncisión, le pusieron por nombre Jesús, el mismo que le fué dado por el ángel antes que fuese concebido en el seno. 

Lucas II, 21