domingo, 29 de noviembre de 2020

Sermón Domingo I de Adviento

Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues



Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Lección

Hermanos: Sabed que ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.

Romanos XIII, 11-14



Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: "Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas). Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria. Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca". Y les dijo una parábola: "Mirad la higuera y los árboles todos: cuando veis que brotan, sabéis por vosotros mismos que ya se viene el verano. Así también, cuando veáis que esto acontece, conoced que el reino de Dios está próximo. En verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Lucas XXI, 25, 33

sábado, 28 de noviembre de 2020

San Roberto Belarmino: La Doble Redención del Hombre



COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO

DEL DOMINGO I DE ADVIENTO


En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: "Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas). Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria. Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca". Y les dijo una parábola: "Mirad la higuera y los árboles todos: cuando veis que brotan, sabéis por vosotros mismos que ya se viene el verano. Así también, cuando veáis que esto acontece, conoced que el reino de Dios está próximo. En verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Lucas XXI, 25, 33



SAN ROBERTO BELARMINO


La doble redención del hombre

Tiene varias series de homilías este santo Doctor sobre los evangelios y epístolas, que han sido reunidas por el P. Tromp en la obra Opera oratoria póstuma, editada por la Universidad Gregoriana en 1942. Gran teólogo, aparece en ellas denso de doctrina, investigador del sentido verdadero de los textos y concreto en las aplicaciones morales. 

No son propiamente homilías hechas, sino planes algo extensos. Por esta razón, en vez de copiar los párrafos principales, sintetizaremos toda la homilía en forma de esquema, tomándola de la obra citada. 

De los dos advientos escogemos el dedicado a exponer evangelios y epístolas, en vez de otro dedicado enteramente al misterio de la encarnación y nacimiento. 


A) Sentidos acomodaticio y literal del texto

El pensamiento de esta homilía es de aliento ante la redención total, que se cumplirá el día del juicio: Cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención (Lc. 21,28). 

La frase que desenvolvemos tiene un sentido acomodado por la Iglesia y otro literal, intentado por el evangelista. Ambos proceden del Espíritu Santo, que inspiró a éste y dirige a aquélla. La Iglesia, en efecto, suele escoger para determinadas fiestas textos de un sentido muy congruente con el pensamiento de ese día. 

El sentido acomodado es el de levantar los ánimos, porque se acerca la redención de las almas en la primera venida de Cristo. El literal es la redención de los cuerpos en la segunda venida con la resurrección. 


B) Redención de las almas


a) EL HOMBRE SUJETO A TRES SERVIDUMBRES

El hombre  a consecuencia del pecado, quedó sujeto a tres servidumbres distintas:

1. Sujeto a la ira de Dios.- Lo mismo que el padre  que desheredase a su hijo y lo vendiese  como remero en la galeras, Dios, al ser  ofendido, nos desheredó, quitándonos la naturaleza de hijos suyos por la gracia, dejándonos  en filii irae (Eph, 2,3), y nos  permitió caer en mil pecados. Por eso nos entregó a los deseos  de su corazón… (Ps. 80, 113 y Rom. 1,24).

Castigo terrible el ser objetos de la indignación de un Dios omnipotente. ¿Donde podría alejarme de tu espíritu? ¿ A dónde  huir  de tu presencia? (Ps. 138,7).  Y el de convertir los pecados sucesivos en castigo del primer pecado. Dios los entregó  a su réprobo  sentir, que los lleva  a cometer torpezas (Rom. 1, 28). 

2.. Sujeto al demonio.—El hombre se dejó vencer voluntariamente del demonio, por lo cual Dios permite que éste sea su dueño y le vaya llevando de pecado en pecado hasta parar en el infierno.

Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio (Lc. 11, 21). Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera (Io. 12,31). A cuya voluntad están sujetos (2 Tim. 2,26). Tiranía horrible, porque no le es posible al hombre liberarse por sí solo de ella y porque el demonio no puede desear más que nuestro mal. Necedad tremenda de los que se hacen amigos suyos. 

3.. Sujeto al mismo pecado.—Aunque no existieran otros castigos, el mismo estado de pecado lo sería. Supone una mancha en el alma, una ceguera del entendimiento y una aversión de la voluntad, que se aparta de Dios, así como amores y temores desordenados. San Agustín lo explica en sus Confesiones (cf. BAC, t.2 1.1 c.12). San Juan, en el que comete pecado es siervo del pecado (Io. 8,34).

Es servidumbre, porque por las solas fuerzas naturales el hombre no puede salir del estado de pecado, y, mientras esté en él, no tendrán mérito sus obras. Porque el que se ciega en el pecado, no entenderá el bien. La lámpara del cuerpo es el ojo... ; pero si tu ojo estuviere enfermo, todo tu cuerpo.. • (Mt. 6 22-23) Lo mismo que el enfermo o el loco, que viven alegres, y, en cambio, se enfurecen con los médicos que les quieren curar.


b) CRISTO NOS REDIME DE LAS TRES ESCLAVITUDES

1.° De ira de Dio.- Dándole el honor que le es debido. El es la propiciación por vuestros pecados… y por los de todo el mundo (I Io. 2,2), que El, adquirió con su sangre (Act. 20,28); nos compró al Padre , a quién pagó con su obediencia, pero no  para  dejarnos libres del El,  sino para reintegrarnos a su amor y filiación. Redime al que  fue enviado a las galeras por su padre, lo reconcilia  con éste  y el devuelve  el amor y los honores  de hijo.

2.° De la servidumbre del demonio.—De éste nos libró, mediante su derrota, haciéndonos suyos por derecho de guerra (Le. 11,22 y Col. 2,15). Jesucristo fue más tentado del demonio que el mismo Job, puesto que lo fue hasta la muerte. Y, si Satanás consiguió que los hombres desobedecieran a Dios, Cristo, en cambio, permaneció obediente siempre. Por eso mereció que Dios librase de la servidumbre de Satán a los que renaciesen en Cristo. Porque viene el príncipe de este mundo, que en mí no tiene nada (Io. 14,3o). Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera (lo. 12,31). Ahora el demonio está más sujeto que antes, porque reina la cruz, y los hombres de fe no deben temerle. 

3.° Del pecado.—La sangre de Nuestro Señor Jesucristo borra el pecado y merece para nosotros la gracia, que *ilumina, purga, enciende, justifica y libera,. No con plata y oro habéis sido rescatados..., sino con la sangre preciosa... (1 Petr. 1,18-19). Y San Pablo nos amonesta para que, pues el precio de nuestra compra fue tan elevado (I Cor. 6,18-2o), nos libremos de la deshonestidad. Si Jesucristo fue el mercader prudente que pagó con tanto sacrificio una joya, nosotros debemos estar dispuestos a darlo todo, incluso nuestra sangre, antes que perderla. 

4.° Preparémonos a esta venida.—Al conmemorar la primera venida de Cristo, debemos hacerlo como si ahora viniese a nacer verdaderamente. ¿Pues qué, no nace en las almas cuando, al confesarse y verse limpias de sus pecados, reciben los beneficios de la redención? Esta se verificó en otro tiempo, pero a nosotros no se nos aplica totalmente hasta que nos bautizamos o confesamos. 


C) Redención de los cuerpos

Nuestra alma ha sido redimida del todo, y puede vivir sito pecado libremente. Pero el cuerpo está sujeto, por una parte, a enfermedades, muerte y vejámenes del demonio; y por otra, a la concupiscencia, que, si nos obliga a pecar, es muy penosa, y necesita en ocasiones ser sometida con la mortificación. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rorn. 7,24). Gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo (ihid., 8,23). Levate capita vestra, quoniam... Entonces, con el cuerpo inmortal y sin tentaciones, seremos completamente redimidos.


D) Consecuencias

Dos clases de hombres: Los que estarán arescetitibus... licite timore, ante la catástrofe final y con el miedo del fin de este mundo. Los habitantes de la celestial Jerusalén, peregrinos aquí en la tierra, erigirán sus cabezas con la bienaventurada esperanza en la venida gloriosa del gran Dios... (Tit. 2,13). 

Son más los que temen me día que los que lo desean. La mayoría quisieran prolongar su vida en este mundo para siempre—viven corno si no se concluyera—, y por lo menos desean dejar su memoria en mármoles y estatuas. Pocos suspiran por el venga a nos tu reino... (Le. 11,2) y por lo de ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará..., justo juez..., a todos los que aman su venida (2 Tim. 4,8). Parezcámonos a los buenos judíos, que pedían a las nubes que lloviesen lo antes posible al Justo. 

Aunque no percibas las señales de la terminación del mundo, tienes que ver inexorablemente las del fin de tu vida. Lo mismo de anciano que joven. Después de la muerte se celebrará tu juicio particular. Al alma le darán la sentencia definitiva. El cuerpo descansará en paz esperando su premio. Levantad, pues, vuestras cabezas con alegría. Si no lo hacemos es que, además de no ser perfectos, ni siquiera nos damos cuenta de nuestra imperfección. 

Boletín Dominical 29 de noviembre

El Tiempo de Adviento


Con el tiempo litúrgico de Adviento da comienzo el año eclesiástico. Toda la Liturgia de estas cuatro semanas está como clamando por la llegada del Redentor prometido. Y este deseo, este suspirar de la humanidad caída por el Mesías que la había de reconciliar con Dios, quiere la Iglesia infundirnos en el alma para inflamarla en el deseo  de la doble venida de Jesús, venida de gracia y venida de gloria, y para disponerla a recibirle dignamente.

En realidad Jesús es la luz del mundo, el cual sumido en tinieblas deseaba ver la luz increada de Dios; luz que iluminara las inteligencias, luz que purificara las almas, luz que hiciera arder en los corazones los destellos de la caridad. 

La humanidad cargada con el peso de la culpa, esperaba con ansias al Libertador; hundida por el pecado en la abyección, ansiaba por el Redentor y por el Santificador, que al unirse hipostáticamente con ella, la elevará hasta el trono de Dios. 

Al recorrer las Misas y los Oficios de Adviento, el alma se siente impresionada por ese continuo clamar por el Mesías: “Ven, Señor, y no tardes.” “Venid y adoremos al Rey que va a venir.” “Manifiesta, Señor, tu poder y ven.” “¡Oh Sabiduría! Ven a enseñarnos el camino de la prudencia.” “Oh Dios, guía de la casa de Israel, ven a rescatarnos.” “Oh Vástago de Jesé, ven a redimirnos y no tardes.”  “Oh llave de David y cetro de la casa de Israel, ven y saca a tu cautivo sumido en tinieblas y sombras de muerte.” “Oh Oriente, resplandor de la Luz Eterna, ven y alúmbranos…”  “Oh Rey de las Naciones y su deseado, ven a salvar al hombre que formaste del barro.”

Y ésta venida misericordiosa de Jesús al revestirse de nuestra carne y darnos el alimento de su doctrina y de su propio Cuerpo, se complementará con la otra venida, al fin del mundo, en la cual aparecerá rodeado de gloria y majestad como Juez supremo, para decir a los unos : “Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado desde el principio del mundo” y conminar a los otros, por sus maldades, diciéndoles: “Id malditos al fuego eterno.”

De estos dos advenimientos, venida de gracia y venida de gloria, habla indistintamente la liturgia del Adviento.

Preparemos, pues, y dispongamos nuestra alma para recibir a Jesús espiritual y sacramentalmente, con el amor, la oración, el sacrificio y la penitencia, trayendo a la memoria esta venida histórica y futura de nuestro Salvador, desterrando de nuestros hábitos y costumbres todo aquello que nos aleja de Dios, procurando no estorbar la acción del Espíritu Santo en nosotros.




Día 29 de Noviembre, Domingo I de Adviento

Doble de I clase- Orn. Morados

La idea dominante de la liturgia de hoy es la venida de Cristo como Juez al fin del mundo. El sentimiento dominante es de temor del Juez, y por lo tanto es también la petición confiada a Jesús que viene a salvarnos.

La Epístola nos exhorta a revestirnos de Cristo y a abandonar las obras de las tinieblas que son los pecados, para disponer el alma a recibir al Salvador.

Solo las almas puras, los limpios de corazón, verán a Dios; únicamente ellas pueden recibir a Jesucristo de modo que sea para ellas el Salvador.





domingo, 22 de noviembre de 2020

Santa Teresa de Jesús: El Juicio Final





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO

DEL DOMINGO XXV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

(XXIV después de Pentecostés)

 

En aquel tiempo. Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, instalada en el lugar santo —el que lee, entiéndalo—, entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas; quien se encuentre en la terraza, no baje a recoger las cosas de la casa; quien se encuentre en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquel tiempo! Rogad, pues, para que vuestra huida no acontezca en invierno ni en día de sábado. Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más". Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días. Si entonces os dicen: "Ved, el Cristo está aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán cosas estupendas y prodigios, hasta el punto de desviar, si fuera posible, aun a los elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Por tanto, si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis; "está en las bodegas", no lo creáis. Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre. Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas". "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará más su fulgor, los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria grande. Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos de Él de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra". "De la higuera aprended esta semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y sus hojas brotan, conocéis que está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente".

Mateo XXIV, 15-35



SANTA TERESA DE JESÚS


A) El juicio final 


a) EL JUICIO DE DIOS, DIFERENTE AL DE LOS HOMBRES

"No hay en eso por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviera a Nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede saber acá, hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender..." (cf. Moradas sextas c.8,10: BAC, Obras completas t.2 p.458). 


b) CLARIDAD DEL JUICIO

"Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el mundo, o espejo..., y que todo lo que hacemos se ve en este diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y lastimosísima, cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados... ¡Oh, quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos y que con razón los siente Dios, pues tan presentes a la. Majestad pasan y tan desacatadamente nos habernos delante de El! Vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal; porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad... Hame hecho considerar si una cosa como ésta así deja espantada el alma, ¿qué será el día del juicio, cuando esta Majestad claramente se nos mostrará y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válgame Dios, qué ceguedad es esta que yo he traído! Muchas veces me he espantado, esto que he escrito, y no se espante vuestra merced sino cómo vivo viendo estas cosas y mirándome a mí. Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido" (cf. Vida c.40, 10, BAC, t.1 p.871). 


e) LA MIRADA DE CRISTO EN EL JUICIO

"Ya sabéis, Señor mío, que muchas veces me hacía a mí más temor acordarme si había de ver vuestro divino rostro airado contra mí en este espantoso día del juicio final que todas las penas y furias del infierno que se me representaban; y os suplicaba me valiese vuestra misericordia de cosa tan lastimosa para mí, y así os lo suplico ahora, Señor. ¿ Qué me puede venir en la tierra cale llegue a esto? Todo junto lo quiero, mi Dios, y líbrame de tan grande aflicción. No deje yo, mi Dios, no deje de gozar de tanta hermosura en paz. Vuestro Padre nos dió a Vos, ro pierda yo, Sri-lor mío, joya tan preciosa" (cf. Exclamaciones XIV, 2: BAC, t.2 p.652). 


d) EL PENSAMIENTO DEL JUICIO AYUDA A LA REFORMA DE VIDA

"¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón y le tendréis para ser contra este mansísimo Jesús? ¿Qué es esto? ¿Por ventura permanecerá nuestra maldad contra El? No, aue se acaba la vida del hombre como la flor del heno y ha de venir el Hijo de la Virgen a dar aquella terrible sentencia. ¡Oh poderoso Dios mío! Pues, aunque no queramos, nos habéis de juzgar, ¿por qué no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora? Mas ¿ quién no querrá Juez tan justo? Bienaventurados los que en aquel temeroso punto se alegraren con Vos, ;oh Dios mío y Señor mío! Al que Vos habéis levantado, y él ha conocido cuán míseramente se perdió por ganar en muy breve contento y está determinado a contentaros siempre, y ayudándole vuestro favor (pues no faltáis, Bien mío de mi alma, a los que os quieren, no dejáis de responder a quien os llama), ¿qué remedio, Señor, para poder después vivir, aue no sea muriendo con la memoria de haber perdido tanto bien como tuviera estando en la inocencia que quedó del bautismo? La mejor vida que puede tener es morir siempre con este sentimiento. Mas el alma que tiernamente os ama, ¿cómo lo ha de poder sufrir?" (cf. Exclamaciones III: BAC, t.2 p.641). 


e) EN EL JUICIO SE ALABARÁ LA MISERICORDIA DE CRISTO CON LOS HOMBRES

"Parece que tengo olvidadas vuestras grandezas y misericordias, y cómo vinisteis al mundo por los pecadores, y nos comprasteis por tan gran precio, y pagasteis nuestros falsos contentos con sufrir tan crueles tormentos y azotes. Remediasteis mi ceguedad con que tapasen vuestros divinos ojos, y mi vanidad con tan cruel corona de espinas ¡Oh Señor, Señor! Todo esto lastima más a quien os ama; sólo consuela que será alabada para siempre vuestra misericordia cuando se sepa mi maldad; y, con todo, no si si quitarán esta fatiga hasta que con veros a Vos se quiten todas las miserias de esta mortalidad" (cf. Exclamaciones III: ibíd.). 


B) El purgatorio 


a) ES RARA EL ALMA QUE NO PASA POR ÉL

"No quiero decir más de estas cosas; porque, como he dicho, no hay para qué, aunque son hartas las que el Señor me ha hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he visto, dejar ningún alma de entrar en purgatorio, si no es la de este padre y santo Fr. Pedro de Alcántara y el padre dominico que queda dicho. De algunos ha sido el Señor servido vea los grados que tienen de gloria, representándoseme en los lugares que se ponen" (cf. Vida c.28: BAC, t.1 p.768).


b) TORMENTO DEL ALMA EN EL PURGATORIO

"El entendimiento está muy vivo para entender la razón que hay que sentir de estar aquel alma ausente de Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva noticia de Sí en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado, que procede quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no puede hacer entonces más; porque este sentimiento no es en el cuerpo, como queda dicho, sino en lo interior del alma. Por esto sacó esta persona cuán más recios son los sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representó ser de esta manera los que padecen en el purgatorio, que no les impide no tener cuerpo para dejar de padecer mucho más que todos los que acá, teniéndole, padecen" (cf. Moradas sextas c.11, 2: BAC, t.2 p.468). 

Sermón Domingo XXV después de Pentecostés

 

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección

Hermanos: No dejamos de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios; confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.

Colosenses I, 9-14



Evangelio

En aquel tiempo. Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, instalada en el lugar santo —el que lee, entiéndalo—, entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas; quien se encuentre en la terraza, no baje a recoger las cosas de la casa; quien se encuentre en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquel tiempo! Rogad, pues, para que vuestra huida no acontezca en invierno ni en día de sábado. Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más". Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días. Si entonces os dicen: "Ved, el Cristo está aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán cosas estupendas y prodigios, hasta el punto de desviar, si fuera posible, aun a los elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Por tanto, si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis; "está en las bodegas", no lo creáis. Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre. Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas". "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará más su fulgor, los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria grande. Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos de Él de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra". "De la higuera aprended esta semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y sus hojas brotan, conocéis que está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente".

Mateo XXIV, 15-35


Boletín Dominical 22 de noviembre


Día 22 de Noviembre, Domingo XXV

último de Pentecostés

Doble. Orn. Verdes. Conm. Sta Cecilia, Virgen y Mártir.


Habiéndosele preguntado a Jesús cuando sería la ruina de Jerusalén y vendría el fin del mundo, contesta señalando las terribles calamidades que precederían a aquellas dos manifestaciones de la justicia de Dios. 

La destrucción de Jerusalén se cumplió a los pocos años de la Ascensión, por los ejércitos de Tito, y es una de las catástrofes más espantosas de la historia. 

Al fin del mundo, en medio del trastorno universal de cielos y tierra aparecerá la señal de la Cruz y quedará aterrorizados todos los pueblos de la tierra, que verán venir a Jesucristo rodeado de gran poder y majestad, entonces saldrán a esperarle los elegidos con las ansias que el águila muestra cuando cae sobre su presa. La presencia de Cristo será terrible para los hombres que no quisieron reconocerle y servirle como a su Dios y Señor, terrible para los pecadores. En cambio, para los justos será amable y apacible.

“Libera me, Domine, de morte æterna, in die illa tremenda, quando cœli movendi sunt et terra. Dum  veneris judicare sæculum per ignem.”

La Iglesia pone fin al año eclesiástico, que termina el sábado de la presente semana, con éste pensamiento de la última venida de Nuestro Señor Jesucristo.




Día 27 de Noviembre, La Medalla Milagrosa

Para preparar inmediatamente la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, la celestial Señora se dignó aparecerse a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad, en 1830, y le ordenó acuñar una medalla que represente a Maria hollando con su planta la cabeza del dragón infernal y derramando sobre el mundo los tesoros del cielo. En derredor se lee: “¡Oh Maria, sin pecado concebida! Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos.” Los estupendos milagros que acompañaron a la medalla en la curación de los cuerpos y en la conversión de las almas hicieron se la llamara Milagrosa.




domingo, 15 de noviembre de 2020

Sermón Domingo XXIV después de Pentecostés



Sermón

R.P. Juliáno Espina Leupold



Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues



Lección

Hermanos: En todo momento damos gracia a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones. Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección; ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir. Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.

I Tesalonisences I, 2-10


Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.» Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Mateo XIII, 31-35

Santo Tomás de Villanueva: El Crecimiento en la Virtud





COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO

DEL DOMINGO XXIV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

(VI después de Epifanía)


En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.» Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Mateo XIII, 31-35



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA 

El crecimiento en la virtud


A) El crecimiento del árbol de la santidad 

David define, no al simplemente justo, sino al que ha prosperado y crecido en santidad, de la siguiente forma: Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, ni camina por las sendas de los pecadores, ni se sienta en compañía de malvados. Antes tiene en la ley de Yavé su complacencia, y a ella, día y noche, atiende. Será como árbol que se planta a la vera del arroyo, que a su tiempo da fruto, cuyas hojas 720 se marchitan (Ps. 1,1-3). 

Vamos a estudiar esta descripción para ver en qué consiste la santidad y cuáles son sus grados. 


a) EL PRIMER GRADO, OBSERVAR LA LEY 

O, como dice el Salmista, no andar en consejo de impíos ni en la senda de los perversos. El primer paso para llegar a la santidad es apartarse del pecado. Dios no encuentra en el pecador nada que le plazca, puesto que odia la iniquidad. 

Mas no basta cumplir la ley. Hay que evitar, al observarla, toda negligencia, porque, de lo contrario, se caerá fácilmente. El que se descuida, a pesar de toda su ciencia, construye un edificio sin cimientos y se expone a que tul día, cuando se presente ante Dios, éste le diga: Retírate, no te conozco (Mt. 7,23). 


b) AMAR LA LEY DE DIOS

Cumplir con la ley basta para ser justo, pero no para ser santo. Para esto se requiere amarla. 

Al comenzar los caminos de la justicia, se soportan los mandamientos como pesadas cadenas. Cuando se llega a la perfección espiritual, la ley no es imposición, sino deseo.  De por sí encierra sus encantos, y aun cuando el pecado fuera permitido, el hombre encuentra ya en su interior cierta repugnancia para cometerlo. Yo amo tus mandamientos más que el oro (Ps. 118,127). 

¿Podrá hablar asf quien sólo guarda los mandamientos como a la fuerza? Hermanos, esforzaos por amar la ley de Dios. 


C) DESEO DE ESTUDIARLA

La ley divina es fruto del amor, porque todo el mundo se goza en lo que ama. El santo se abisma en la meditación de la ley de Dios y la convierte en la ocupación preferida de su vida. 

Mas, por otra parte, esta meditación enciende el gusto y hace posible aquel amor de la ley. Hermanos, meditad los libros santos y encontraréis un alimento cuyo gusto no conoce más que quien lo ha saboreado, y 'un agua que riega y fecunda el árbol de la santidad. De lo contrario, mucho me temo que se agoste. 


d) DAR FRUTOS

Como el árbol plantado a la vera del arroyo, el santo da frutos abundantes; todas sus obras lo son; hasta la simple expresión de su rostro constituye un ejemplo. Cuando la santidad ha crecido, el santo no puede por menos de enseñar a otros lo que sabe, porque los seres más perfectos son los que pueden engendrar a otros semejantes. El que guarda la virtud sólo para sí, no ha alcanzado más que ciertos límites de perfección. El que practicare y enseñare, éste será grande en el reino de los cielos (Mt. 5,19). 


e) LA CONSTANCIA

La santidad produce hombres de carácter, cuyas hojas no se marchitan. El carácter, la permanencia en los propósitos, es nota y condición esencial de la santidad. La Sagrada Escritura compara al pecador con un polvo ligero, fácilmente llevado de acá para allá por el vientecillo de cualquier circunstancia o tentación. En cambio, el santo siente fortalecido el corazón con la gracia (Hebr. 13,9). Quitadla, Y ¿ qué otra cosa queda sino polvo? 

Uno de los daños más funestos del pecado es la debilidad oscilante a que nos reduce la voluntad, incapaz de resistir tentaciones y perseverar en sus propósitos. La inconstancia nos impide salir de ese estado. 



B) La fuente de la santidad 


a) ES EL ESPÍRITU SANTO 

¿Cuál es el arroyo o, mejor dicho, la fuente junto a la cual crece el árbol de la santidad? El Espíritu Santo. 

Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal. que salía del trono de Dios y del Cordero (Apee. 22,1). Agua que riega la ciudad de Dios, ¿cuál es? La que Cristo hace brotar en el seno de los que en El creen (Io. 7,38). Esto es: el Espíritu Santo, según explica el mismo evangelista, fuente que riega el árbol y hace posible la vida. Espíritu que mana cuatro arroyos, de contrición, compasión, devoción y alegría, los cuales fertilizan el alma. 

¿Qué necesitamos más? Sumergir la raíz de nuestra voluntad en las aguas del Espíritu Santo. Preocupados con los asuntos terrenales, no hemos advertido la riqueza de este venero y la necesidad de que nuestra voluntad arraigue en él. El Espíritu Santo es quien hace que no encontremos difícil la ley y que la amemos. 

Regado, pues, el santo con esta gracia, se llena de frutos abundantes, para que, como dice el Salmo, produzca fruto a su tiempo. 


b) LOS FRUTOS DE LA VIRTUD Y LOS FRUTOS DEL PECADO

Lo entenderéis comparándolos con los frutos del pecado. Hay árboles que no fructifican, como los hijos del mundo que no producen frutos para Dios. ¿A qué tanta limosna o ayuno sin espíritu de caridad? La vanagloria fué vuestro premio. 

Otros árboles dan fruto, pero no el que conviene. Tal ocurre, por ejemplo, con los religiosos que abandonan la soledad para correr por las calles, en lo que quieren llamar apostolado, bueno, sin duda, pero no para ellos; con los sacerdotes que dejan el servicio del altar y sus obligaciones para dedicarse a la política; con los altos dignatarios que viven en los palacios de los reyes o de sus ministros Y aceptan dirigir los negocios del Estado; con los militares ociosos, que abandonan las armas para entregarse a los vicios, discuten en medio de orgías las más arduas cuestiones de la fe y se creen prudentes más que siete que sepan responder (Prov. 26,16); con las madres que descuidan la educación de sus hijos y se dedican a callejear o, lo que es lo mismo, a peregrinaciones inútiles. Todos dan fruto, pero un fruto que no les pedía Dios. A qué interferirse en los asuntos ajenos, si Cristo organizó su cuerpo armoniosamente y asignó a cada miembro su función? 

Otros dan el fruto tardío, en la vejez, cuando el vicio les deja a ellos, y la riqueza, más que suya, pertenece a sus hijos. En los días de tu juventud acuérdate de tu Hacedor; antes de que vengan los días malos y lleguen los años en que dirás: No tengo ya contento... Antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre el platillo de oro (Eccl. 12,2-7). 


sábado, 14 de noviembre de 2020

Boletín Dominical 15 de Noviembre




 Día 15 de Noviembre de 2020, Domingo XXIV de Pentecostés

(Domingo VI después de Epifanía) Doble- Orn. Verdes.

Conm. de San Alberto Magno, Obispo, confesor y Doctor.

La palabra evangélica, sin adornos retóricos, y sencilla, es como una semilla pequeña, que, al germinar en el corazón del hombre, desarrolla en él frutos magníficos de fe, de caridad, de paz, hasta convertirse en árbol de frondosa copa donde aniden los espíritus más elevados en la cumbre de la perfección. A esta perfección llama Dios a todos los hombres, y todos la pueden alcanzar con el auxilio de su divina gracia, de esa gracia que fluye a nosotros por los canales de los sacramentos digna y santamente recibidos. Es admirable el fruto que produjo en los paganos de Tesalónica la explicación de esta parábola.


 Día 18 de Noviembre, la Dedicación de las Basílicas

 De San Pedro y San Pablo.

Sobre los sepulcros de San Pedro y San Pablo en la vía Ostiense, lugar también de su martirio, mandó edificar el emperador Constantino dos basílicas que fueron dedicadas en éste día por el Papa San Silvestre. La vetusta Basílica de San Pedro, que ocupaba el sitio del circo de Nerón, ya muy ruinosa, cedió el sitio a la actual. Los Papas Julio II y León X llamaron a los mejores artistas y de los planos combinados de Bramante y Miguel Ángel salió el más grandioso templo del mundo en el que caben bien 50.000 personas. La basílica de San Pablo Extramuros fue destruida por un incendio en 1823, pero los Papas Gregorio XVI y Pio IX la restauraron espléndidamente e hicieron de ella una de las más bellas. Caben en su interior 32.000 personas y fue consagrada solemnísimamente en 1854.




Día 19 de Noviembre, Santa Isabel de Hungría, Viuda.

Hija del rey de Hungría, fue dada por esposa Luís IV de Turingia, siendo todavía casi una niña. Su esposo Luís, era un joven de alma muy noble y santa, con lo que formaron los dos, que se amaban muchísimo, el ideal del matrimonio cristiano. Tuvo un hijo varón y tres hijas. Amaba a los pobres y los socorría con sus bienes; más de una vez dejó vacíos los depósitos del castillo y llegó a despojarse a sí misma del manto real, de la diadema y de los collares de perlas. Hija suya fue Santa Gertrudis de Turingia. Muerto su esposo en la V Cruzada, sufrió la humillación de verse arrojada con sus hijos de su propio palacio por un hermano del marido difunto, sin dejarle llevar nada, siendo la menor de las criaturas de pocas semanas. Con su niña en brazos y llevando de la mano a los otros, hubo de mendigar un año de puerta en puerta sin que osaran a recogerla por miedo al usurpador. Restablecidas las cosas al volver los caballeros que acompañaban a su marido, se hizo terciaria franciscana y murió a los 24 años de edad atendiendo a los pobres y a los leprosos. Era el año 1231. 





domingo, 8 de noviembre de 2020

Sermón Domingo XXIII después de Pentecostés


Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Lección

Hermanos: sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros. Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra. Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas.

Filipenses III, 17-21


Evangelio

En aquel tiempo: Mientras Jesús estaba hablando a las turbas se acercó un magistrado y se postró ante él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá.» Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado.» Y se salvó la mujer desde aquel momento. Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Mateo IX, 18-26

Boletín Dominical 8 de Noviembre




Día 8 de Noviembre, Domingo XXIII de Pentecostés.

Doble- Orn. Verdes.

“Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado.” Con estas hermosas palabras alentó Jesús el ánimo de una pobre enferma que, llena de vergüenza y sobreponiéndose a ella, se acercó a tocar el ruedo de la túnica de Jesús con confianza y esperanza cierta de sanar a su contacto. Y Jesús hizo un milagro y la sanó…

Otro milagro narra hoy el Evangelio: la resurrección de la hija de Jairo, de unos doce años. Este pobre padre, atribulado y angustiado, acude a Jesús, y el bondadoso Maestro, que impera al viento y al mar, a las enfermedades y a los demonios, se rinde como impotente ante las lágrimas de un padre.

Debemos llenarnos de grande confianza en el Señor y fomentarla en nuestro corazón, pues ella robustece el ánimo, enriquece de gracia y dilata el corazón con la esperanza.

Esta confianza en Dios no es vana, porque supone la desconfianza propia, se funda en la humildad, en nuestra pequeñez, y se apoya en la misericordia, bondad y omnipotencia divina, no en nuestros méritos. Por eso crece en los trabajos y adversidades, y cuanto menos remedio hay en lo humano, más se espera en los divinos, tal ha sido la disposición interior de los santos.


11 de noviembre: San Martín de Tours

Patrón Principal de la Provincia de Buenos Aires

Natural de Hungría e hijo de padre pagano, fue exquisitamente educado en Pavía, y en esta ciudad conoció el cristianismo y se hizo catecúmeno…



…Para apartarle de la fe, su padre le hizo soldado contra su voluntad, y le incorpora al arma de caballería, enviándole a las Galias, pero él supo conciliar sus nuevos deberes con las aspiraciones de perfección que sentía en su alma. Caritativo en extremo, un día, pasando por Amiens, parte con su espada en pleno invierno la clámide, para dar la mitad a un mendigo, y la noche siguiente ve en sueños a Jesucristo vestido con aquel trozo de su manto y oye de Él estas palabras: “Martín, todavía catecúmeno, me ha dado este vestido.” Poco después, en la Pascua del 339, recibe el bautismo. Dos años más tarde deja la milicia y le encontramos en Poitiers, al lado de San Hilario, que le forma en la disciplina religiosa. Va a Panonia, su patria, para convertir a sus padres, y vuelve a Poitiers, donde, sostenido, por los consejos de San Hilario, introduce por primera vez en Francia la vida monástica en un lugar llamado Ligugé. Desde ahí hace sus audaces expediciones contra el paganismo y Dios bendice su celo con innumerables milagros. En año 371, contra su voluntad, le hacen obispo de Tours, cuya sede honró con sus preclaras virtudes pastorales. Murió en un pobre lecho cubierto de ceniza el año 397.





domingo, 1 de noviembre de 2020

Sermón Fiesta de Todos los Santos

 

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold


Sermón II

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

En aquellos días, He aquí que yo Juan vi a otro Angel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Angeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.» Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000 sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá 12.000 sellados; de la tribu de Rubén 12.000; de la tribu de Gad 12.000; de la tribu de Aser 12.000; de la tribu de Neftalí 12.000; de la tribu de Manasés 12.000; de la tribu de Simeón 12.000; de la tribu de Leví 12.000; de la tribu de Isacar 12.000; de la tribu de Zabulón 12.000; de la tribu de José 12.000; de la tribu de Benjamín 12.000 sellados. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» Y todos los Angeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.»

Apocalipsis VII, 2-12


Evangelio

En aquel tiempo: Viendo Jesús a la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Mateo V, 1-12

Fiesta de Todos los Santos





FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

"Año Litúrgico"
Dom Própero Gueranger



LA FIESTA DE LA IGLESIA TRIUNFANTE. — Vi una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos y clamaban con voz poderosa: ¡Salud a nuestro Dios![1].

Ha pasado el tiempo; es todo el linaje humano ya redimido el que se presenta ante los ojos del profeta de Patmos. La vida militante y miserable de este mundo [2] tendrá su fin un día. Nuestra raza tanto tiempo perdida reforzará los coros de los espíritus puros que disminuyó antaño la rebelión de Satanás; los ángeles fieles, uniéndose al agradecimiento de los rescatados por el Cordero, exclamarán con nosotros: La acción de gracias, el honor, el poderlo y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos[3].

Y esto será el fin, como dice el Apóstol [4]: el fin de la muerte y del sufrimiento; el fin de la historia y de sus revoluciones, que en lo sucesivo comprenderemos. El antiguo enemigo, arrojado al abismo con sus partidarios, sólo existirá para ser testigo de su eterna derrota. El Hijo del Hombre, libertador del mundo, habrá entregado el mando a Dios, su Padre, término supremo de toda la creación y de toda redención: Dios será todo en todas las cosas[5].

Mucho antes que San Juan, cantaba Isaías: He visto al Señor sentado sobre un trono elevado y sublime; las franjas de su vestido llenaban el templo y los Serafines clamaban uno a otro: Santo, Santo, Santo el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria[6].

Las franjas del vestido divino significan aquí los elegidos, convertidos en ornamento del Verbo, esplendor del Padre[7], pues, siendo cabeza de todo el género humano desde el momento en que se desposó con nuestra naturaleza, esta esposa es su gloria, como El es la de Dios[8]. Las virtudes de los santos[9] son el único adorno de nuestra naturaleza; ornato maravilloso que, cuando reciba la última mano, será indicio de que llega el fin de los siglos. Esta fiesta es el anuncio más apremiante de las bodas de la eternidad; cada año celebramos en ella el progreso que en sus preparativos hace la esposa[10].

CONFIANZA. — ¡Dichosos los invitados a las bodas del Cordero! Y ¡felices también nosotros, que recibimos en el bautismo la veste nupcial de la santa caridad como un título para el banquete de los cielos! Preparémonos, con nuestra Madre la Iglesia, al destino inefable que nos reserva el amor. A este fin tienden nuestros afanes de este mundo: trabajos, luchas, padecimientos sufridos por amor de Dios realzan con franjas inestimables el vestido de la gracia que hace a los elegidos. ¡Bienaventurados los que lloran!

Lloraban aquellos a quienes el salmista nos presenta abriendo antes que nosotros el surco de su carrera mortal; su alegría triunfante llega ahora hasta nosotros, lanzando como un rayo de gloria anticipada sobre este valle de lágrimas. Sin esperar a la muerte, la solemnidad que hemos comenzado nos da entrada por medio de una santa esperanza en la mansión de la luz, a donde siguieron a Jesús nuestros padres. ¡Qué pruebas no nos parecerán livianas ante el espectáculo de la eterna felicidad en que terminan las espinas de un día! Lágrimas derramadas sobre los sepulcros recién abiertos, ¿cómo es posible que la felicidad de los seres queridos que desaparecieron no mezcle con vuestra tristeza un placer celestial? Escuchemos los cantos de liberación de aquellos cuya separación momentánea nos hace llorar; pequeños o grandes ésta es su fiesta, como pronto lo será nuestra. En esta estación en que abundan las escarchas y las noches son más largas, la naturaleza, deshaciéndose de sus últimas galas, se diría que prepara al mundo para su éxodo hacia la patria eterna.

Cantemos, pues, nosotros también con el salmo: "Me he alegrado de lo que se me ha dicho: iremos a la casa del Señor. Nuestro pies sólo pisan aún en tus atrios, pero vemos que no cesas en tu crecimiento, Jerusalén, ciudad de paz, que te edificas en la concordia y en el amor. La subida hacia ti de las tribus santas se continúa en la alabanza; los tronos tuyos que aún están vacíos, se llenan. Sean todos los bienes, oh Jerusalén, para los que te aman; el poder y la abundancia reinen en tu afortunado recinto. A causa de mis amigos y de mis hermanos que ya son habitantes tuyos, puse en ti mis complacencias; por el Señor nuestro Dios, cuya mansión eres, coloqué en ti todo mi deseo".

HISTORIA DE LA FIESTA. — En Oriente encontramos los primeros vestigios de una fiesta en honor de los Mártires. San Juan Crisóstomo pronunció una homilía en honra suya en el siglo IV y, en el anterior, celebraba San Gregorio Niseno solemnidades junto a sus sepulcros. En 411, el calendario siríaco nos señala la Conmemoración de los Confesores el sexto día de la semana de Pascua, y en 359, el 13 de mayo, en Edesa, se hace "memoria de los mártires de todo el mundo".

En Occidente, los Sacramentarios de los siglos V y Vi contienen muchas misas en honor de los santos mártires que se celebran sin día fijo. El 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el templo pagano del Panteón, trasladó a él muchas reliquias y quiso se llamase en lo sucesivo Sancta Maria ad Martyres. El aniversario de esta dedicación continuó festejándose con la intención de honrar en él a todos los mártires en general. Gregorio III consagraría en el siglo siguiente un oratorio "al Salvador, a su santa Madre, a todos los apóstoles, mártires, confesores y demás justos fenecidos en el mundo".

En 835 Gregorio IV, deseando que la fiesta romana del 13 de mayo se extendiese a toda la Iglesia, pidió al emperador Ludovico Pío que promulgase un edicto con ese fin y la fijase en el día primero de noviembre. Pronto tuvo su vigilia y Sixto IV, en el siglo XV, la daba también una Octava para toda la Iglesia.

MISA

"En las calendas de noviembre hay el mismo fervor que en Navidad para asistir al Sacrificio en honor de los Santos", dicen los antiguos documentos relativos a este día. Por general que fuese la fiesta y aun por razón de su universalidad, ¿no era ésta motivo de especial alegría para todos y también un honor para las familias cristianas? Santamente orgullosas de aquellos cuyas virtudes se iban transmitiendo de generación en generación, la gloria que estos antepasados, desconocidos del mundo, tenían en el cielo, las daba a su parecer más nobleza que cualquier honra mundana. Pero la fe viva de aquellos tiempos veía además en esta fiesta una ocasión para reparar las negligencias voluntarias o forzosas que se habían tenido durante el año en el culto de los bienaventurados inscritos en el calendario público.