COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO
DEL DOMINGO XXV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
(XXIV después de Pentecostés)
En aquel tiempo. Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, instalada en el lugar santo —el que lee, entiéndalo—, entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas; quien se encuentre en la terraza, no baje a recoger las cosas de la casa; quien se encuentre en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquel tiempo! Rogad, pues, para que vuestra huida no acontezca en invierno ni en día de sábado. Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más". Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días. Si entonces os dicen: "Ved, el Cristo está aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán cosas estupendas y prodigios, hasta el punto de desviar, si fuera posible, aun a los elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Por tanto, si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis; "está en las bodegas", no lo creáis. Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre. Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas". "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará más su fulgor, los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria grande. Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos de Él de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra". "De la higuera aprended esta semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y sus hojas brotan, conocéis que está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente".
Mateo XXIV, 15-35
SANTA TERESA DE JESÚS
A) El juicio final
a) EL JUICIO DE DIOS, DIFERENTE AL DE LOS HOMBRES
"No hay en eso por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviera a Nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede saber acá, hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender..." (cf. Moradas sextas c.8,10: BAC, Obras completas t.2 p.458).
b) CLARIDAD DEL JUICIO
"Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el mundo, o espejo..., y que todo lo que hacemos se ve en este diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y lastimosísima, cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados... ¡Oh, quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos y que con razón los siente Dios, pues tan presentes a la. Majestad pasan y tan desacatadamente nos habernos delante de El! Vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal; porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad... Hame hecho considerar si una cosa como ésta así deja espantada el alma, ¿qué será el día del juicio, cuando esta Majestad claramente se nos mostrará y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válgame Dios, qué ceguedad es esta que yo he traído! Muchas veces me he espantado, esto que he escrito, y no se espante vuestra merced sino cómo vivo viendo estas cosas y mirándome a mí. Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido" (cf. Vida c.40, 10, BAC, t.1 p.871).
e) LA MIRADA DE CRISTO EN EL JUICIO
"Ya sabéis, Señor mío, que muchas veces me hacía a mí más temor acordarme si había de ver vuestro divino rostro airado contra mí en este espantoso día del juicio final que todas las penas y furias del infierno que se me representaban; y os suplicaba me valiese vuestra misericordia de cosa tan lastimosa para mí, y así os lo suplico ahora, Señor. ¿ Qué me puede venir en la tierra cale llegue a esto? Todo junto lo quiero, mi Dios, y líbrame de tan grande aflicción. No deje yo, mi Dios, no deje de gozar de tanta hermosura en paz. Vuestro Padre nos dió a Vos, ro pierda yo, Sri-lor mío, joya tan preciosa" (cf. Exclamaciones XIV, 2: BAC, t.2 p.652).
d) EL PENSAMIENTO DEL JUICIO AYUDA A LA REFORMA DE VIDA
"¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón y le tendréis para ser contra este mansísimo Jesús? ¿Qué es esto? ¿Por ventura permanecerá nuestra maldad contra El? No, aue se acaba la vida del hombre como la flor del heno y ha de venir el Hijo de la Virgen a dar aquella terrible sentencia. ¡Oh poderoso Dios mío! Pues, aunque no queramos, nos habéis de juzgar, ¿por qué no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora? Mas ¿ quién no querrá Juez tan justo? Bienaventurados los que en aquel temeroso punto se alegraren con Vos, ;oh Dios mío y Señor mío! Al que Vos habéis levantado, y él ha conocido cuán míseramente se perdió por ganar en muy breve contento y está determinado a contentaros siempre, y ayudándole vuestro favor (pues no faltáis, Bien mío de mi alma, a los que os quieren, no dejáis de responder a quien os llama), ¿qué remedio, Señor, para poder después vivir, aue no sea muriendo con la memoria de haber perdido tanto bien como tuviera estando en la inocencia que quedó del bautismo? La mejor vida que puede tener es morir siempre con este sentimiento. Mas el alma que tiernamente os ama, ¿cómo lo ha de poder sufrir?" (cf. Exclamaciones III: BAC, t.2 p.641).
e) EN EL JUICIO SE ALABARÁ LA MISERICORDIA DE CRISTO CON LOS HOMBRES
"Parece que tengo olvidadas vuestras grandezas y misericordias, y cómo vinisteis al mundo por los pecadores, y nos comprasteis por tan gran precio, y pagasteis nuestros falsos contentos con sufrir tan crueles tormentos y azotes. Remediasteis mi ceguedad con que tapasen vuestros divinos ojos, y mi vanidad con tan cruel corona de espinas ¡Oh Señor, Señor! Todo esto lastima más a quien os ama; sólo consuela que será alabada para siempre vuestra misericordia cuando se sepa mi maldad; y, con todo, no si si quitarán esta fatiga hasta que con veros a Vos se quiten todas las miserias de esta mortalidad" (cf. Exclamaciones III: ibíd.).
B) El purgatorio
a) ES RARA EL ALMA QUE NO PASA POR ÉL
"No quiero decir más de estas cosas; porque, como he dicho, no hay para qué, aunque son hartas las que el Señor me ha hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he visto, dejar ningún alma de entrar en purgatorio, si no es la de este padre y santo Fr. Pedro de Alcántara y el padre dominico que queda dicho. De algunos ha sido el Señor servido vea los grados que tienen de gloria, representándoseme en los lugares que se ponen" (cf. Vida c.28: BAC, t.1 p.768).
b) TORMENTO DEL ALMA EN EL PURGATORIO
"El entendimiento está muy vivo para entender la razón que hay que sentir de estar aquel alma ausente de Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva noticia de Sí en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado, que procede quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no puede hacer entonces más; porque este sentimiento no es en el cuerpo, como queda dicho, sino en lo interior del alma. Por esto sacó esta persona cuán más recios son los sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representó ser de esta manera los que padecen en el purgatorio, que no les impide no tener cuerpo para dejar de padecer mucho más que todos los que acá, teniéndole, padecen" (cf. Moradas sextas c.11, 2: BAC, t.2 p.468).
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