El mundo es como un campo en el que Jesús y su Iglesia van esparciendo la buena semilla de la palabra divina. Ese campo son los corazones de los hombres que reciben la palabra de Dios. Pero el enemigo del linaje humano, el demonio y los que le siguen, siembran también en el campo del mundo, en los corazones de los hombres, la cizaña, los errores, las concupiscencias. Siempre en esta vida se hallará el mal mezclado con el bien, y por eso es un combate, una milicia. La historia del mundo puede resumirse diciendo que es la continua lucha del bien y del mal, de los que están con Dios y los que van contra Dios, de San Miguel Arcángel contra Luzbel. Los siervos de Dios quisieron arrancar inmediatamente la cizaña, pero Dios se lo prohíbe. Al fin del mundo, en el juicio universal, separará Dios definitivamente los buenos de los malos. Procuremos recibir la semilla de la Palabra de Dios y cuidemos de que Satanás, ese mal sembrador, no siembre en los corazones la cizaña, sino que cooperando a la acción del Espíritu Santo crezcamos en verdad y gracia.
Natural de Hungría e hijo de padre pagano, fue exquisitamente educado en Pavía, y en esta ciudad conoció el cristianismo y se hizo catecúmeno. Para apartarle de la fe, su padre le hizo soldado contra su voluntad, y le incorpora al arma de caballería, enviándole a las Galias, pero él supo conciliar sus nuevos deberes con las aspiraciones de perfección que sentía en su alma. Caritativo en extremo, un día, pasando por Amiens, parte con su espada en pleno invierno la clámide, para dar la mitad a un mendigo, y la noche siguiente ve en sueños a Jesucristo vestido con aquel trozo de su manto y oye de Él estas palabras: “Martín, todavía catecúmeno, me ha dado este vestido.” Poco después, en la Pascua del 339, recibe el bautismo. Dos años más tarde deja la milicia y le encontramos en Poitiers, al lado de San Hilario, que le forma en la disciplina religiosa. Va a Panonia, su patria, para convertir a sus padres, y vuelve a Poitiers, donde, sostenido, por los consejos de San Hilario, introduce por primera vez en Francia la vida monástica en un lugar llamado Ligugé.
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