viernes, 6 de septiembre de 2024

Boletín Dominical 8 de septiembre


Día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora.
Doble II Clase - Orn. Blancos.
Conm. Domingo XVI después de Pentecostés.

Celebra hoy la Iglesia el nacimiento de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora y Madre. Su padre fue San Joaquín, de Nazaret, y su madre, Santa Ana de Belén. El día 12 se celebra el Dulcísimo Nombre de María. María, estrella del mar, María, estrella del amanecer, María estrella y derrotero de la humanidad, a la que inunda de gozo y de luz, luz que brilla dulce, clara y amable para volver los extraviados a la casa del Padre, para alegrar los corazones que gimen, para poner calor de caridad entre el odio y la indiferencia. 

“OH vosotros, dice San Bernardo, que flotáis sobre la corriente de este mundo, entre las tormentas y los vendavales, tened los ojos fijos en la Estrella si no queréis perecer entre las olas. Si te sientes asaltado por el huracán de la tentación, arrojado contra los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Si tiemblas agitado por el oleaje del orgullo, de la ambición, de la envidia, de la concupiscencia, mira a la Estrella, invoca a María. Si te turba el horror del juicio, si te aterra la enormidad de tus crímenes, si te ves arrastrado por el abismo de la tristeza y la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las vacilaciones, piensa en María, invoca a María. Tenla perpetuamente en los labios, siempre en el corazón”.




15 de Septiembre.

Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María.

María, llena de fortaleza y de dolor, estaba el pie de la cruz en que ve clavado a su Hijo Divino. Ningún mortal podrá comprender nunca la intensidad del dolor de la más buena de las madres al ver, con tanta ingratitud e injusticia, ultrajar, atormentar y ajusticiar al más santo y amable de los hijos. La piedad del pueblo cristiano ha querido recordar y meditar las acerbísimas penas y los principales dolores de la Santísima Virgen María, que como espadas se clavaron en su dulce corazón, desde que la profecía del anciano Simeón le anuncio su martirio incruento. Digamos con la liturgia: “¡Oh Madre, fuente de amor! Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo; y que por mi Cristo amado, mi corazón abrazado más viva en el que conmigo.”






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