Día
4 de Febrero. Domingo de Sexagésima.
Los judaizantes, en Corinto como en las demás ciudades, hacían continuamente obstrucción del apostolado de San Pablo, a quien ellos despreciaban. Por eso el gran Apóstol creyó necesario hacer un relato de sus trabajos, de los dones recibidos de Dios y de sus meritos como Apóstol. Y hace esto con tal delicadeza, con tanta verdad y tal fuerza, que confunde a sus enemigos (epístola). De muchos de estos trabajos y tribulaciones no nos queda más noticia que la que aquí, en esos párrafos, nos da el Apóstol: prueba manifiesta de que son muchas las cosas que ignoramos de la vida de San Pablo, a pesar de ser contado por extenso en los Hechos de los Apóstoles. En el introito pide la Iglesia Romana auxilio contra los bárbaros, y en la Oración invoca la protección de San Pablo, titular de la basílica estacional.
Cuatro años después de la definición dogmática de la Inmaculada por el Papa Pio IX, el 11 de febrero de 1858 se aparece a una niña de 14 años, humilde aldeana llamada Bernardita, la Virgen Santísima. Fue en Lourdes, cerca del río Gave, en el hueco de la roca de Massabielle. La Señora se aparecía cubierta con un vestido y velo blancos como la nieve, ceñida con un cinturón azul y una rosa de color oro cubriendo sus pies desnudos. Las manos las tenía sobre el pecho y entre ellas un rosario de cuentas blancas. 18 veces se apareció a la que hoy es Santa Bernardita Soubirous y siempre le recomendaba el rezo del Santo Rosario. El 25 de Marzo, a la pregunta de cómo se llamaba, contesta: “Yo soy la Inmaculada Concepción.”
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