domingo, 27 de agosto de 2023

Sermón Domingo XIII después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Sermón

R.P. Carlos G. Dos Santos


Lección

Hermanos: Ahora bien, las promesas fueron dadas a Abrahán y a su descendiente. No dice: “y a los descendientes” como si se tratase de muchos, sino como de uno: “y a tu Descendiente”, el cual es Cristo. Digo, pues, esto: “Un testamento ratificado antes por Dios, no puede ser anulado por la Ley dada cuatrocientos treinta años después, de manera que deje sin efecto la promesa. Porque si la herencia es por Ley, ya no es por promesa. Y sin embargo, Dios se la dio gratuitamente por promesa”. Entonces ¿para qué la Ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese el Descendiente a quien fue hecha la promesa; y fue promulgada por ángeles por mano de un mediador. Ahora bien, no hay mediador de uno solo, y Dios es uno solo. Entonces ¿la Ley está en contra de las promesas de Dios? De ninguna manera. Porque si se hubiera dado una Ley capaz de vivificar, realmente la justicia procedería de la Ley. Pero la Escritura lo ha encerrado todo bajo el pecado, a fin de que la promesa, que es por la fe en Jesucristo, fuese dada a los que creyesen.

Gálatas III, 16-22



Evangelio

En aquel tiempo: Sucedió que, Jesús, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.» 

Lc. XVII, 11-19

sábado, 26 de agosto de 2023

Dom Gueranger Domingo XIII después de Pentecostés



DOMINGO XIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


La Liturgia nos muestra que con toda fe debemos poner nuestra esperanza en Jesucristo, nuestro refugio; y debemos pedirle la virtud de la caridad, que nos hará amar la Divina Ley, y practicarla. Recemos pidiendo que Dios se digne aumentar nuestra fe, esperanza y caridad. 

La serie de domingos que en otro tiempo arrancaba de la solemnidad de San Pedro o de los Apóstoles, nunca propasaba a este domingo. La fiesta de San Lorenzo daba su nombre a los que siguen, como ocurría desde el Domingo nono después de Pentecostés, en los años en que la Pascua se distanciaba más del equinoccio de primavera. Cuando la fecha de Pascua caía muy próxima a su punto extremo se empezaban a contar desde este Domingo las semanas del séptimo mes (septiembre).

Las Témporas de otoño pueden caer ya en esta semana, pero también puede ocurrir que no lleguen hasta el décimoctavo Domingo. En nuestra explicación seguiremos el orden adoptado en el misal, que las pone a continuación del décimoséptimo Domingo después de Pentecostés.

En Occidente el décimotercer Domingo toma hoy su nombre del Evangelio de los diez leprosos que se lee en la misa; por el contrario, los griegos, para quienes es el Domingo trece de San Mateo, leen en él la parábola de la viña, cuyos obreros llamados a diversas horas del día, reciben todos idéntica recompensa.


MISA

EL RECUERDO DE LOS TIEMPOS PASADOS

La Iglesia, en posesión de las promesas que el mundo esperó tanto tiempo, gusta mucho de recordar una y otra vez los sentimientos que llenaron el alma de los justos durante los siglos angustiosos en que el género humano vegetaba en las sombras de la muerte. Tiembla a vista del peligro en que sus hijos se encuentran de olvidar en la prosperidad la situación desastrosa que la Sabiduría eterna les ha evitado, llamándolos a vivir en los tiempos que han sucedido al cumplimiento de los misterios de la Redención. De un olvido así tendría que nacer naturalmente la. ingratitud que el Evangelio del día justamente condena. Por eso la Epístola y, antes que ella el Introito, nos transportan al tiempo en que el hombre vivía sólo de esperanza bien que se le hubiese hecho promesa de una alianza sublime. Esta debía consumarse en los siglos posteriores; mas entretanto el hombre en espera de volver a encontrar el amor se hallaba en una gran miseria, a merced de la perfidia de Satanás y expuesto a las represalias de la justicia divina.


INTROITO

Mira a tu alianza, Señor, no desampares por siempre las almas de tus pobres: levántate, Señor, y defiende tu causa y no olvides las voces de los que te buscan. — Salmo: ¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tus pastos? V. Gloria al Padre.


LAS VIRTUDES TEOLOGALES

Hace ocho días vimos el papel que desempeña la fe y la importancia de la caridad en el cristiano que vive en la ley de la gracia. La esperanza le es necesaria también porque, aunque sustancialmente posea los bienes que le harán feliz por toda la eternidad, la oscuridad de este mundo de destierro se los oculta a la vista; además, la vida presente, como tiempo de prueba en que debe cada uno merecer su corona hace que hasta el final de la misma sientan aun los mejores la incertidumbre y las amarguras de la lucha. Por eso debemos implorar con la Iglesia en la Colecta el aumento en nosotros de las tres virtudes fundamentales de fe, esperanza y cardad; mas, para llegar a gozar en el cielo del pleno cumplimiento de todos los bienes que Dios nos ha prometido, nos es necesaria desde ahora la gracia de amar de todo corazón sus mandamientos, que son el camino que lleva allá y se resumen, según el Evangelio del Domingo pasado, en el amor.


COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, danos aumento de fe, esperanza y caridad: y, para que merezcamos alcanzar lo que prometes, haznos amar lo que mandas. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Gálatas (Gal., III, 16-22).


Hermanos: Las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendiente. No dice: Y a sus descendientes, como si fuesen muchos; sino, como si fuese uno sólo: Y a tu descendiente, que es Cristo. Y yo digo esto: Que el pacto confirmado por Dios no fué abrogado por la Ley, publicada cuatrocientos treinta años después, ni la promesa fué anulada. Porqué, si la herencia viniese por la Ley, ya no vendría por la promesa. Pero Dios hizo la donación a Abraham por promesa. ¿Para qué sirve, pues, la Ley? Fué puesta por causa de las transgresiones, hasta que viniese el descendiente a quien había sido hecha la promesa, y fué promulgada por ángeles y por mano de un mediador. Pero el mediador no es de uno solo; Dios, en cambio, es Uno solo. ¿Luego la Ley va contra las promesas de Dios? De ningún modo. Porque, si se hubiese dado una ley que pudiese vivificar, entonces la justicia vendría verdaderamente de la Ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo del pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo.


LA LIBERTAD DEL CRISTIANO

A lo largo de este dilatado período del Tiempo que sigue a Pentecostés, dedicado a glorificar la acción del Espíritu Santo como santificador del mundo, la Iglesia se complace en recordar con frecuencia en la Liturgia los acontecimientos memorables que libertaron al hombre del yugo de la ley del temor para someterle al suave y ligero de la ley del. amor. La Epístola de este Domingo décimo - tercero nos recuerda que la obra divina de nuestra liberación se fué preparando muy lentamente. Como los judíos continuaban teniéndose por un pueblo privilegiado y sostenían por eso que la salvación sólo se podía conseguir por la observancia de la Ley mosaica, ley de esclavitud, San Pablo les recuerda al instante que la salvación se prometió mucho antes de Moisés y que la promesa va vinculada no a la Ley mosaica, sino a la fe en el que algún día había de venir al mundo para redimir a los hombres. Al cumplirse esta promesa, la Ley antigua quedó para siempre anulada.


LA PROMESA MESIÁNICA

Ahora bien, los judíos conocen mejor que nadie esta promesa y sus particulares condiciones. La hizo Dios en la antigüedad a Abraham, la renovó a los Patriarcas y la confirmó con juramento. Esa promesa, en la posteridad de Abraham, siempre tiene en vista al que es la fuente y origen de la bendición. Por eso no dice el texto sagrado que las promesas vayan dirigidas a Abraham y a sus hijos, sino a su hijo, a su vástago, al único de quien históricamente se puede afirmar que es la bendición del mundo.

Cuando un hombre promete, su promesa puede cambiar, y sólo es definitiva después de su muerte; pero, como Dios no puede morir, la firmeza de la promesa divina queda asegurada de otra manera: por su solemnidad, por su reiteración, con un juramento. Siendo así de firmes los designios de Dios, no se puede admitir que la Ley mosaica, que llegó cuatrocientos treinta años más tarde que la promesa, la pudiese anular, como no pudo tampoco romper el pacto hecho por Dios. Por tanto, una de dos: la justificación, filiación divina, herencia del cielo y todo cuanto nos une con el orden sobrenatural, o lo debemos a la ley dada a Moisés o a la promesa que hizo el Señor a Abraham. Mas no cabe duda: todo ha venido a nosotros en atención a la promesa hecha a Abraham y no en atención a la ley que dió Dios a Moisés.


LA LEY Y LA PROMESA

Pero entonces, ¿cuál fué el objeto, la función de la Ley? ¿Es una institución divina sin por qué? De ninguna manera, pero la distancia entre la promesa y la Ley es inmensa. Así como la promesa proviene de la bondad de Dios, la Ley fué ocasionada por el pecado: es una medida higiénica y provisional. El mundo, cada vez más depravado, olvidaba los preceptos de la ley natural. Dios los promulgó nuevamente y, queriendo venir al mundo, se escogió un pueblo que separó de los otros pueblos y constituyó guardián de la promesa hasta el día en que se cumpliese, es decir, hasta que viniese el retoño en quien debían ser bendecidas todas las naciones.

Y este carácter de la ley, en cuanto es distinta de la promesa, se echa de ver hasta en el modo de su promulgación. La Ley es una institución motivada por las circunstancias, en vez de ser, como la promesa, una disposición espontánea y derivada totalmente del Corazón de Dios. Además se sirvió de los ángeles como intermediarios para instituirla, porque Dios reservaba para sí una intervención personal para más tarde. Finalmente, dicha ley se confió a manos de un mediador, Moisés. Al nacer la Ley, hay un mediador porque hay dualidad, porque hay dos partes qué contratan, pues se trata, dé un pacto entre Dios y su pueblo. Por esto, precisamente la Ley es caduca: por ser un pacto, la Ley está subordinada a la fidelidad de las partes. Si la una se retira, la otra queda libre. Al contrario, en el día de la promesa, frente a Abraham sólo vemos a Dios; de parte de Dios es un compromiso totalmente gracioso; no ha habido intermediario ni condición; la promesa es absoluta y eterna.


LA LEY Y LA FE

¿Hay aquí por ventura antagonismo entre la Ley y la promesa, y acaso la Ley, después de muchos siglos, pudo desmentir y anular las promesas de Dios? Nunca jamás. Ciertamente, el Señor es Soberano: podría haber dado a la Ley el poder de conferir la gracia y la justicia. Pero, mientras la Ley sea exterior a nosotros, es impotente y sólo descubre el pecado que nos prohíbe. Para ser eficaz y justificante, se precisaría meterla en nuestra vida y grabarla en nuestro corazón, y no cabe duda que Dios podría haber otorgado a la Ley este privilegio de justificar. Pero la Escritura, que nos revela el pensamiento de Dios, nos enseña que hubo una promesa y que, hasta el día de su cumplimiento, Dios quiso que toda la humanidad permaneciese cautiva bajo el yugo del pecado, para que tuviese ocasión y tiempo de reconocer, en medio de su impotencia, que la justicia es manifiestamente el fruto de la promesa y no de la Ley, fruto obtenido por la fe en Jesucristo.


GRADUAL

Mira a tu alianza, Señor, y no olvides para siempre las almas de tus pobres. V. Levántate, Señor, y defiende tu causa: acuérdate del oprobio de tus siervos. 
Aleluya, aleluya. V. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Lucas (Le., XVII, 11-19).


En aquel tiempo, yendo Jesús a Jerusalén, pasaba por medio de Samaría y de Galilea. Y, al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se pararon de lejos; y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Cuando los vió, dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y ¡sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Y uno de ellos, cuando se vió limpio, se volvió, glorificando a Dios a grandes voces, y se prosternó ante su pies, dando gracias: y éste era un samaritano. Y, respondiendo Jesús, dijo: ¿No han sido diez los curados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete: que tu fe te ha salvado.


LOS DOS PUEBLOS

El leproso samaritano, curado de su horrible enfermedad, figura del pecado, representa, en compañía de nueve leprosos de nacionalidad judía, la raza desacreditada de los gentiles, admitida al principio por misericordia a participar de las gracias destinadas a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La diferente conducta de estos diez hombres con ocasión del milagro obrado en ellos, corresponde a la actitud de los dos pueblos de que son figura, ante la salvación que el Hijo de Dios trajo al mundo. Esa conducta demuestra una vez más el principio establecido por el Apóstol: "No todos los que han nacido en Israel son israelitas, ni todos los descendientes de Abraham son hijos suyos; sino que por Isaac, dijo Dios a Abraham se contará tu descendencia. Esto es, no los hijos de la carne son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son tenidos por descendencia".

La Santa Iglesia no se cansa de recordar una y muchas veces esta comparación de los dos Testamentos y el contraste que los dos pueblos ofrecen. Por tanto, antes de continuar, debemos responder a la extrañeza que tal insistencia tiene que despertar en ciertas almas no habituadas a la sagrada Liturgia. La clase de espiritualidad que hoy reemplaza en muchos a la antigua vida litúrgica de nuestros padres, no los dispone más que a medias para entrar en este orden de ideas. Están únicamente acostumbrados a vivir frente a sí mismos, y frente a la verdad tal como ellos se la imaginan, ponen la perfección en el olvido de todo lo demás; y de esta manera no es de admirar que a tales cristianos les resulte totalmente incomprensible el continuo recordar un pasado que, según ellos, terminó hace ya siglos. Pero la vida interior verdaderamente digna de este nombre no es lo que esos cristianos se imaginan; nunca hubo escuela de espiritualidad, ni ahora ni antes, que colocase el ideal de la virtud en el olvido de los grandes hechos de la hlstoria, de tanto interés para Ja Iglesia y para Dios mismo. Además, ¿qué es lo que sucede con demasiada frecuencia a los hijos que en esto se apartan de la Madre común? Sencillamente, que en el aislamiento voluntario de sus oraciones privadas, pierden de vista, por justo castigo de Dios, el fin supremo de la oración, que es la unión y el amor. A la meditación la despojan del carácter de conversación íntima con Dios que la reconocen todos los maestros de la vida espiritual; por lo que pronto no será más que un ejercicio estéril de análisis y razonamientos en que predomine la abstracción.

Después de la gran obra de la Encarnación del Verbo, que vino a la tierra para manifestar a través de los siglos en Cristo y sus miembros a Dios, no hay hecho más importante ni en el que Dios haya mostrado ni muestre tanto interés como el de la elección de los dos pueblos llamados por El sucesivamente al beneficio de su alianza. "Son sin arrepentimiento los dones y la vocación de Dios", nos dice el Apóstol; los judíos, enemigos hoy porque rechazan el Evangelio, no dejan de ser amados y-aun muy amados, carissimi, en atención a sus padres. Por eso, llegará un tiempo, esperado por el mundo, en que la negación de Judá se retractará, sus iniquidades se borrarán, y las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob tendrán cumplimiento literal. Entonces se verá la divina unidad de ambos Testamentos; los dos pueblos sólo harán uno con Cristo su Cabeza. Entonces, plenamente consumada la alianza de Dios con el hombre, tal como Dios mismo la quiso en sus designios eternos, una vez que la tierra habrá dado su fruto y el mundo cumplido su fin, las tumbas devolverán a sus muertos y la historia terminará en la tierra para dejar a la humanidad glorificada explayarse en la plenitud de la vida a los ojos de Dios.


LECCIÓN DEL MILAGRO

Volvamos brevemente a la explicación literal del Evangelio. El Señor, más bien que mostrarnos su poder, lo que pretende es instruirnos simbólicamente. Por eso no les otorga a los enfermos la salud con una sola palabra como lo hizo en otro caso parecido: "Lo quiero, queda curado", había dicho un día a un pobrecito leproso que imploraba su socorro en los comienzos de su vida pública, y la lepra desapareció al instante. Los leprosos del Evangelio de hoy quedan sanos tan sólo al ir a presentarse a los sacerdotes. Jesús los envía a ellos, como lo hizo con el primero, dando de ese modo ejemplo a todos, desde el principio hasta el último día de su vida mortal, del respeto que se debe a la antigua ley mientras no sea abrogada; en efecto, esta ley concedía a los hijos de Aarón el poder, no de curar la lepra, sino de distinguirla y fallar sobre su curación.

Pero ha llegado el tiempo de una ley más augusta que la del Sinaí, de un sacerdocio cuyos juicios no tendrán ya por objeto el averiguar el estado del cuerpo, sino el raer eficazmente, mediante la pronunciación de su sentencia de absolución, la lepra de las almas. La curación que en los diez leprosos se obró antes de llegar a presentarse a los sacerdotes que buscaban, debería bastar para hacerlos ver en el Hombre-Dios el poder del nuevo sacerdocio anunciado por los profetas.

Hagamos nosotros con vivas ansias se acelere el momento, tan glorioso para el cielo, en el que reunidos ambos pueblos en idéntica fe mediante el conocimiento de las mismas esperanzas realizadas, clamarán, como en el Ofertorio, diciendo a Jesús: ¡En ti he esperado, Señor; Tú eres mi Dios!


OFERTORIO

En ti he esperado, Señor; dije: Tú eres mi Dios, en tus manos están mis días.


La oblación, colocada en el altar, nos debe alcanzar de Dios el perdón de la vida pasada y las gracias para la que está por venir. En la Secreta le rogamos que acepte para el Sacrificio los dones que la Iglesia le ofrece en nombre de todos nosotros.


SECRETA

Mira, Señor, propicio a tu pueblo, mira propicio estos dones: para que, aplacado con esta oblación, nos otorgues el perdón, y nos concedas lo pedido. Por Nuestro Señor Jesucristo.


¿Cuándo querrán venir los Judíos a probar por fin la superioridad del pan de la nueva alianza sobre el maná del Antiguo Testamento? Nosotros, los gentiles, cantamos en la Comunión las divinas suavidades del verdadero pan del cielo con tanto júbilo cuanto pide el hecho de que, a pesar de haber venido después que ellos, hayamos sido preferidos a nuestros antepasados en el banquete del amor.


COMUNIÓN

Nos has dado, Señor, pan del cielo, que encierra en sí todo deleite, y todo sabor de suavidad.


La obra de nuestro rescate por Jesucristo, como lo expresa la Poscomunión, se consolida y crece en nosotros tantas veces cuantas recurrimos a. los sagrados misterios. La Iglesia pide para sus hijos la gracia de frecuentar provechosamente estos misterios de salvación.


POSCOMUNIÓN

Recibidos, Señor, estos celestiales misterios, te suplicamos hagas que adelantemos en el camino de la redención eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.

viernes, 25 de agosto de 2023

Boletín Domincal 27 de Agosto



Día 27 de Agosto, Domingo XIII, después de Pentecostés

Doble. Ornamentos Verdes
Conm. San José de Calasanz, Confesor

Nos dice San Pablo en la Epístola que nadie recibió la santidad y la justicia por la ley de Moisés, sino que los hombres se salvaban por los méritos previstos de Cristo en virtud de la promesa divina hecha, 430 años antes de darse la ley, a Abraham. La Ley era un freno contra el pecado, el cual, ella de suyo, no podía perdonar.

El Evangelio nos dice como Jesucristo curó diez leprosos, a los que ordenó presentarse a los sacerdotes, cumpliendo así lo que mandaba la ley. De todos ellos, sólo uno, y era samaritano, volvió a dar gracias a Jesucristo. Parece inconcebible semejante actitud y ese aferrarse a la materialidad de la legalidad que les mandaba ir a Jerusalén y presentarse a los sacerdotes.

¡Duro de corazón era el pueblo judío! Roguemos por su conversión con las palabras del Introito y Gradual, pues algún día ha de volver al redil.


Día 30 de Agosto, Santa Rosa de Lima

Nació de virtuosos padres en 1596, en Lima, capital del virreinato del Perú, a los cien años de descubierto y conquistado para la civilización cristiana, por España, el Nuevo Mundo. Fue la rosa más hermosa que brotó en América en ese primer siglo y por esto llamada Rosa de Santa María, aunque su nombre de pila era Isabel. Gracia, hermosura, delicadeza, inteligencia, todo parecía haberlo reunido la naturaleza en aquella criatura privilegiada y bellísima. Recibió una educación e instrucción esmerada y completa. Más desde niña su afición por las cosas divinas fue (continúa)




(sigue) extraordinaria y su cooperación a la gracia algo tan maravilloso que solo por sus efectos podemos vislumbrar. A los cinco años hizo voto de virginidad y concibió desde entonces un espíritu de oración y penitencia tan dura que causa admiración y espanto, pudiéndose decir que su vida se sostenía y prolongaba de milagro. Dios llevaba como de la mano aquella alma privilegiada y premió su santidad con los más altos dones místicos. Pidió a los padres Dominicos el hábito de la Orden Tercera, y vivió hasta su muerte en su casa, con sus padres, como una anacoreta. Interrogada una vez decía: “Desde que me pongo en oración, siento mi alma tan sumergida en sí misma y mis facultades tan enajenadas, que nada interior ni exterior puede turbar mi atención amorosa a la belleza de Dios presente en mí. Mi corazón hierve bajo la acción de un fuego cuyas operaciones son tan dulces, que nunca podría explicarlo. Tras esto queda en el fondo del alma una presencia de la divinidad, tan amable, serena, graciosa; y la felicidad que siento entonces hace que no pueda hallar consuelo en otra cosa”. Murió el año 1617, a los 21 años, de edad. Es celestial patrona de la América española.




lunes, 21 de agosto de 2023

Sermón Domingo XII después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

Hermanos: Tenemos tal confianza para con Dios la tenemos por Cristo; no porque seamos capaces por nosotros mismos de pensar cosa alguna como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios. Él es quien nos ha hecho capaces de ser ministros de una nueva Alianza, no de letra, sino de espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu da vida. Pues si el ministerio de la muerte, grabado con letras en piedras, fue con tanta gloria, que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, la cual era perecedera, ¿cómo no ha de ser de mayor gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de la condenación fue gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia.

(II Corintios III, 4-9)



Evangelio

En aquel tiempo: Volviéndose Jesús hacia sus discípulos, dijo: “¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis! Os aseguro: muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”. Se levantó entonces un doctor de la Ley y, para enredarlo le dijo: “Maestro, ¿Qué he de hacer para lograr la herencia de la vida eterna?” Respondióle: “En la Ley, ¿Qué está escrito? ¿Cómo lees?” Y él replicó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”. Díjole (Jesús): “Has respondido justamente. Haz esto y vivirás”. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús repuso diciendo: “Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, vino a dar entre salteadores, los cuales, después de haberlo despojado y cubierto de heridas, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, un sacerdote iba bajando por ese camino; lo vio y pasó de largo. Un levita llegó asimismo delante de ese sitio; lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba, lo vio y se compadeció de él; y acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; luego poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo condujo a una posada y cuidó de el. Al día siguiente, sacando dos denarios los dio al posadero y le dijo: “Ten cuidado de él, todo lo que gastares de más, yo te lo reembolsaré a mi vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de los bandoleros?” Respondió: “El que se apiadó de él”. Y Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo”.

Lucas X, 23-37

sábado, 19 de agosto de 2023

Dom Gueranguer Domingo XII después de Pentecostés



DOMINGO XII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


Fuimos introducidos en la vida espiritual por medio del Sacramento del Bautismo, y nos convertimos en soldados de Cristo con el Sacramento de la Confirmación. La fiesta de Pentecostés celebra la eficacia de ambos sacramentos, con sus gracias y frutos dados por el Espíritu Santo. Y la Iglesia, hoy, nos llama a cumplir con los deberes que nos impone la caridad.


MISA

El Introito comienza por el bello versículo del Salmo 69: ¡Oh Dios, ven en mi ayuda; apresúrate, Señor, a socorrerme! Casiano, en su conferencia décima, enseña cómo este grito del alma conviene a todos los estados, y responde a todos los sentimientos. Durando de Mende lo aplica a Job en la presente circunstancia, puesto que las lecturas del Oficio de la noche, sacadas del libro en que se narran sus pruebas y padecimientos, coinciden, aunque raramente, con este Domingo. Ruperto ve en él con preferencia, los acentos del sordomudo, cuya misteriosa curación fué, hace ocho días, objeto de nuestras meditaciones. "El género humano, dice, se hizo en la persona de nuestros primeros padres sordo a los mandatos de su Creador, y mudo para cantar sus alabanzas; el primer movimiento de su lengua desatada por el Señor, es para invocar a Dios. Ese es también el primer grito de la Iglesia por la mañana, y su primera expresión en las horas del día y de la noche.


INTROITO

Oh Dios, ven en mi ayuda: señor, apresúrate a socorrerme: sean confundidos y avergonzados mis enemigos, los que buscan mi vida. — Salmo: Sean derrotados, y cubiertos de afrenta: los que quieren mi mal. V. Gloria al Padre.


Ya hemos dado la razón por la que, con frecuencia, la Colecta de las Misas del Tiempo después de Pentecostés tiene alguna relación con el Evangelio del Domingo precedente. La oración que sigue se presta a esa conexión. Hace ocho días, el Evangelio nos recordaba que el hombre, inhábil desde poco ha, para el servicio de su Creador, habiendo recobrado por la divina bondad sus aptitudes sobrenaturales, se expresa correctamente desde entonces en el lenguaje de la alabanza: loquebatur recte. La Iglesia, partiendo de esta conclusión del sagrado relato, dice:


COLECTA

Omnipotente y misericordioso Dios, de cuyo don procede el que tus fieles te sirvan digna y laudablemente: suplicámoste hagas que corramos sin tropiezo a la consecución de tus promesas. Por nuestro Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Corintios. (2." III, 4-8).


Hermanos: Tenemos tal confianza con Dios por Cristo: no porque podamos pensar algo por nosotros como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia viene de Dios, el cual nos ha hecho idóneos ministros del Nuevo Testamento, no de la letra, sino del espíritu: porque la letra mata, pero el espíritu vivifica. Si, pues, el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre piedras, fué glorioso, de tal modo que los hijos de Israel no podían mirar el rostro de Moisés, por la gloria de su cara, que había de acabar: ¿cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu? Porque, si el ministerio de la condenación fué tan glorioso, mucho más glorioso aún es el ministerio de la justicia.


EL MINISTERIO NUEVO ESTÁ SOBRE EL ANTIGUO

Cuando San Pablo hizo la apología del ministerio cristiano, sus enemigos le acusaron en seguida de haber hecho orgullosamente su propia apología. El se defiende. No reivindica para sí otro mérito sino el de haber sido el dócil instrumento de Dios. Esto es lo que deberán ser siempre los predicadores y misioneros del Evangelio. Saben bien que el éxito de su apostolado depende de la humilde obediencia con que dejen a Dios obrar en ellos y por ellos. No van en busca de su propia gloria, sino de la de Dios.

El haber sido proclamada de este modo su humildad, no obsta absolutamente nada para que el ministerio con que Dios ha investido a los Apóstoles, sea tenido por ellos a grandísima honra. Pues este ministerio, a pesar de lo que digan ciertos fieles de Corinto muy impresionados por las argucias de los judíos, es mayor y más glorioso que el del mismo Moisés. El, en efecto, trae la nueva ley, completamente llena del Espíritu de Cristo, de este Espíritu Santo vivificador y santificador, que procura que cada fiel se adentre en la familia de las tres Personas divinas. El mensaje de Moisés, por el contrario, aunque trajo al mundo una grandísima esperanza, no era, con todo eso, sino letra muerta. Moisés no promulgó sino ritos materiales, prohibiciones y condenaciones que no podían abrir a nadie el cielo.

Sin duda alguna, Moisés fué asimismo un fiel instrumento de Dios. Y para dar crédito a la autoridad divina de su ministerio, Dios no le dejó nunca sin un signo visible: siempre que Moisés entraba en el tabernáculo para conversar cara a cara con Dios y recibir las órdenes de la ley antigua, salía con el semblante resplandeciente de luz, de suerte que después de haber transmitido el mensaje divino, debía cubrirse con el velo para no deslumbrar al pueblo Mas, fundándose en este milagro, no podría tomarse ningún argumento para ensalzar el ministerio de Moisés sobre el ministerio de los Apóstoles. Pues no se pueden medir estas dos Alianzas con la misma medida: la nueva Alianza sobrepasa infinitamente a la antigua, y, si bien es cierto que la gloria del ministerio apostólico es diferente de la del ministerio mosaico, con todo eso, necesariamente es mucho mayor.


LA GLORIA DE AMBOS MINISTERIOS

Por lo demás, la gloria que resplandecía en la faz de Moisés, era de tal naturaleza que, lejos de probar la superioridad de su ministerio sobre el de los Apóstoles, por el contrario demostraba su irremediable inferioridad. San Pablo tiene empeño en decirlo para no dejar asidero a ninguna objeción, y esto lo hace en los versículos que siguen inmediatamente a los de la Epístola de este Domingo doce.

Ciertamente que el ministerio de Moisés estaba aureolado con una luz divina tan poderosa, que debía cubrirse con un velo para no deslumbrar los ojos del pueblo. Mas este velo, recuerda San Pablo, tiene otro significado. Moisés cubríase el rostro con él, "¡para que los hijos de Israel no viesen desaparecer este resplandor pasajero!" Así como la misma ley que promulgaba, era pasajera, del mismo modo lo era la gloria que tenía por fin darla crédito: este era un resplandor precario, momentáneo. No era sino una figura de la gloria, verdadera, durable, sustancial y eterna de aquellos que habían de anunciar una alianza que no terminará, una ley de caridad que nunca pasará. El ministerio cristiano no goza en este mundo de un resplandor visible; pero imita y prosigue el ministerio de Cristo en las pruebas, persecuciones y humillaciones, con el fin de conseguir la salvación del mundo. ¿No es suficiente esto, aun a pesar de las apariencias, para demostrar que es sobreabundante y eternamente glorioso?

He aquí una gran lección para los fieles, los cuales no deben olvidarse de rodear de respeto y de honor a quienes Dios ha escogido para que les anuncien, en su nombre, las palabras de salvación. Con frecuencia, son poco conocidos del mundo. Mas a los ojos de la fe están rodeados de resplandor mayor aún que el del rostro mismo de Moisés.


LA CONTEMPLACIÓN

Se podría sacar otra lección de esta bella Epístola. Moisés es, en el caso, imagen de la oración contemplativa y de sus maravillosos efectos. El privilegio de que sólo él fué dotado en la antigua alianza, de poder conversar con Dios cara a cara y de verse inundado de su resplandor, puede obtenerlo todos los días el simple fiel en la nueva alianza. Si queremos, seremos, en efecto, "como Moisés cuando conversaba con el Señor y vivía junto a El. Todos nosotros leemos con libertad, en el espejo del Evangelio, la gloria y perfecciones del Señor. Podemos mantener por completo nuestra alma en la asidua contemplación de esta belleza. ¡Oh dulce maravilla! Presupuesto nuestro consentimiento en las renuncias previas, esa belleza sobrenatural del Señor, ya de suyo atrayente, resulta también activa; y con la asiduidad de nuestras miradas interiores, llega a invadirnos y transfigurarnos. Dícese de ciertos mármoles, que con el tiempo, fijan en sí la luz y se hacen fosforescentes bajo la acción del sol. Nuestra alma no es tan dura como el mármol; y en efecto, mientras la ley es impotente, he aquí que a fuerza de mirar al Señor, nuestra vida se une a El más estrechamente; se baña en su resplandor y sufre su acción secreta; de día en día y de escalón en escalón, se acerca cada vez más a su belleza, como llevada hacia Cristo por el soplo del Espíritu de Cristo".

El género humano, sacado de su mutismo secular y colmado al mismo tiempo con los dones divinos, canta en el Gradual el agradecimiento que de su corazón rebosa.


GRADUAL

Bendeciré al Señor en todo: tiempo su alabanza estará siempre en mi boca. V. En el Señor se gloriará mi alma: óiganlo los mansos, y alégrense.

Aleluya, aleluya. V. Señor, Dios de mi salud, de día y de noche clamo a Ti. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. (X, 23-37).

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros véis. Porque os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron: y quisieron oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Y he aquí que un legisperito se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? Entonces El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lo lees? El, respondiendo, dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu entendimiento: y al prójimo como a ti mismo. Y díjole: Bien has respondido: haz eso, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y, respondiendo Jesús, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los ladrones, los cuales le despojaron: y, habiéndole herido, se marcharon, dejándole medio muerto. Y sucedió que un sacerdote bajó por el mismo camino: y, habiéndole visto, pasó de largo. E igualmente un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Mas un samaritano que viajaba, pasó cerca de él: y, habiéndole visto, se movió a compasión. Y, acercándose, vendó sus heridas, derramando sobre ellas aceite y vino: y, poniéndole en su jumento, le llevó a una posada, y tuvo cuidado de él. Y, al día siguiente, sacó dos denarios y se los dió al hospedero, y le dijo: Cuida de él: y, todo cuanto gastares, yo te lo pagaré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece a ti que íué el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que tuvo compasión de él. Y díjole Jesús: Vete y haz tú lo mismo.


EL MANDAMIENTO DEL AMOR

"Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo." La Iglesia, en la Homilía que hoy presenta, como de costumbre, a sus fieles, sobre el texto sagrado', no extiende su interpretación más allá de la pregunta de aquel doctor de la ley: basta con demostrar que, según su modo de pensar, la última parte del Evangelio, aunque más larga, no es sino una conclusión práctica de la primera, según esta expresión del Apóstol: La fe obra por medio de la caridad2. Y, efectivamente, la parábola del buen Samaritano, que por otro lado, tiene tantas aplicaciones del más elevado simbolismo, no fué expuesta por los labios del Señor, en su sentido literal, sino para destruir perentoriamente las restricciones que habían hecho los judíos en el gran precepto del amor. Si toda perfección se halla condensada en el amor, si ninguna virtud produce sin él su fruto para la vida eterna, el amor mismo no es perfecto si no se extiende también al prójimo; y en este último sentido, sobre todo, dice San Pablo que el amor es el cumplimiento de la ley y que es la plenitud de toda ella2. Porque la mayoría de los preceptos del Decálogo, se refieren directamente al prójimoJ, y la caridad debida a Dios, no es perfecta sino cuando se ama juntamente con Dios a lo que El ama, es decir, aquello que hizo a su imagen y semejanza. De suerte que el Apóstol, no distingue, como lo hace el Evangelio, entre los dos preceptos del amor, pues osa decir: "Toda la ley está contenida en estas palabras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".


EL PRÓJIMO

Pero cuanto mayor es la importancia de este amor, tanto mayor es también la necesidad de no equivocarse acerca del significado y extensión de la palabra prójimo. Los judíos no consideraban como tales sino a los de su raza, siguiendo en ello las costumbres de las naciones paganas, para quienes los extranjeros eran enemigos. Mas he aquí que interrogado por un representante de esta ley mutilada, el Verbo divino, autor de la ley, la restablece por entero. Pone en escena a un hombre que sale de la ciudad santa, y a un Samaritano, el más despreciado de los extranjeros enemigos y el más odioso para un habitante jerosolimitano. Y, con todo eso, por la confesión del doctor que le interroga, como indudablemente de todos los que le escuchan, el prójimo, para el desdichado caído en manos de los ladrones, no lo es tanto en este caso el sacerdote o el levita de su raza, como el extranjero Samaritano, que, olvidando los resentimientos nacionales, ante su miseria, no ve en él sino a su semejante. Convenía decir que ninguna excepción podía prevalecer contra la ley suprema del amor, tanto aquí abajo como en el cielo; y que todo hombre es nuestro prójimo, a quien podemos hacer o desear el bien, y que es nuestro prójimo todo aquél que practica la misericordia, aunque sea Samaritano.

El Ofertorio está sacado de un pasaje del Éxodo en que Moisés aparece luchando con Dios para salvar a su pueblo después de la erección del becerro de oro, y triunfando de la cólera del Altísimo. Es posible que este Domingo caiga en el día en que la Iglesia hace memoria en el Martirologio del Caudillo hebreo (4 de septiembre); y esta es la razón, según Honorio d'Autun, de la mención reiterada que se hace hoy de este glorioso legislador de Israel.


OFERTORIO

Oró Moisés delante del Señor, su Dios, y dijo: ¿Por qué te enfureces, Señor, con tu pueblo? Mitiga la ira de tu alma: acuérdate de Abraham, de Isaac, y de Jacob, a quienes juraste dar una tierra que mana leche y miel. Y se aplacó el Señor, y se arrepintió del mal que dijo iba a hacer a su pueblo.


En la Secreta se pide al Señor que acepte las ofrendas del Sacrificio, que nos merecerán perdón y darán gloria a su nombre.


SECRETA

Suplicárnoste, Señor, mires propicio las hostias que presentamos en los santos altares: para que, alcanzándonos a nosotros el perdón, den honor a tu nombre. Por nuestro Señor.


Lo mismo que hace ocho días, la Antífona de la Comunión alude evidentemente al tiempo de la siega y de la vendimia. El pan, el vino y el aceite, no solamente son el sostén de nuestra vida material, sino que también son la materia de los más augustos sacramentos; en ninguna ocasión podría caer mejor su alabanza, en la boca del hombre, que al terminar el banquete sagrado.


COMUNIÓN

Del fruto de tus obras, Señor, se saciará la tierra: para que saques pan de la tierra, y el vino alegre el corazón del hombre: para que brille el rostro con el óleo, y el pan conforte el corazón del hombre.


La vida que nos viene de los sagrados Misterios, encuentra en ellos, por la desaparición, cada vez más señalada, de las reliquias del mal que causó nuestra muerte, su perfección y defensa. Esto es lo que expresa la oración de la Iglesia en la Poscomunión.


POSCOMUNIÓN

Suplicámoste. Señor, hagas que nos vivifique la santa participación de este Misterio, y nos sirva a la vez de expiación y defensa. Por nuestro Señor.

viernes, 18 de agosto de 2023

Boletín Dominical 20 de Agosto




Día 20 de Agosto, Domingo XII de Pentecostés.

Doble. Orn. Verdes
Conm. San Bernardo Abad, Confesor y Doctor de la Iglesia.

El Evangelio de hoy nos habla del buen samaritano. Este buen samaritano nos da un magnífico ejemplo de cómo se debe cumplir la ley cristiana de la caridad, del amor que hemos de tener a nuestros prójimos aunque nos sean desconocidos; sin esta caridad cristiana hace Dios poco caso de todas las otras virtudes.

Cumplir bien el precepto de amor es cumplir con toda la ley, porque esa virtud de la caridad perfecta nos une a la voluntad de Dios con vinculo tan estrecho, que no hay peligro de traspasar ningún precepto porque el que ama a Dios y al prójimo hace siempre la voluntad de Dios, de modo que siempre se podrá decir: ama y haz lo que quieras.

Cristo es también el Buen Samaritano, y quiere que lo seamos todos nosotros con todos nuestros semejantes, particularmente con los más doloridos y necesitados, ya sea física o moralmente. En el cristiano no hemos de mirar su exterior, a veces repugnante, a veces poco simpático, sino a su alma, que es preciosa a los ojos de Dios y divinizada como nosotros por la gracia de Cristo.


Día 22 de Agosto, Inmaculado Corazón de María

No hay corazón más semejante al de Jesucristo que el Inmaculado Corazón de su Madre, la Virgen Santísima. Ningún otro ha participado como él de los amores y de las aflicciones y dolores del Corazón de Cristo. Unida tan íntimamente a su divino Hijo, el Corazón de María latía y late siempre al unísono con el Corazón de Jesús, asociada a la obra redentora y santificadora de Jesucristo, el Corazón de María sufría en sí tan intensamente los dolores y las afrentas de la Cruz (Continua) 





(Sigue) y los ofrecía con tan inmenso amor a Dios Padre por el rescate y redención de los hombres, de los que al pie de la cruz era constituida Madre por el mismo Jesús, que, como afirmaron los Santos Padres, sólo una especial providencia de la omnipotencia de Dios pudo conservar la vida preciosa de María, que de otra suerte hubiera muerto de dolor. Con razón llaman pues los Santos Padres y la Iglesia a María, Reina de los mártires y Corredentora de los hombres. Solo Dios puede conocer y valorar las finezas, las dulzuras, la caridad, el heroísmo y el amor de ese Corazón, que es arpa melodiosa cuyas cuerdas vibran al suave soplo del Divino Espíritu. 

Acudamos al Corazón Inmaculado de María, que es refugio de los afligidos, consuelo de los tristes, remedio de los que lloran, fortaleza de los débiles, defensa en los peligros, auxilio en la tentación, alegría y dulzura de todos los que la invocan. Digamos siempre: Dulce nombre de María, sed nuestra salvación.





domingo, 13 de agosto de 2023

Sermón Domingo XI después de Pentecostés

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel María G. Rodrigues


Sermón

R.P. Carlos Dos Santos


Lección

Hermanos: Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué y que aceptasteis, y en el cual perseveráis, y por el cual os salváis, si lo retenéis en los términos que os lo anuncié, a menos que hayáis creído en vano. Porque os trasmití ante todo lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado; y que fue resucitado al tercer día, conforme a las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los Doce. Luego fue visto por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayor parte viven hasta ahora; mas algunos murieron ya. Posteriormente se apareció a Santiago, y luego a todos los, apóstoles. Y al último de todos, como al abortivo, se me apareció también a mí. Porque yo soy el ínfimo de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. Mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia que me dio no resultó estéril, antes bien he trabajado más copiosamente que todos ellos; bien que no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

II Corintios XV, 1-10


Evangelio

Dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y le presentaron un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre él su mano. Y apartándole Jesús del bullicio de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la lengua, y alzando los ojos al cielo arrojó un suspiro y le dijo: Efeta, que quiere decir: abríos. Y al momento se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la lengua, y hablaba claramente. Y les mandó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban, y tanto más crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien; ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.

Marcos VII, 31-37

sábado, 12 de agosto de 2023

Dom Gueranger Domingo XI después de Pentecostés



DOMINGO XI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


Este Domingo, el undécimo de San Mateo, recibe el nombre entre los Griegos de la parábola del rey que hizo rendir cuentas a sus servidores[1]. En Occidente se le llama Domingo del Sordomudo desde que el Evangelio del Fariseo y del Publicano se trasladó al Domingo anterior. La Misa actual conserva aún, como será fácil comprobar, más de un recuerdo de la antigua disposición.

En los años en que la Pascua se aproxima lo más cerca posible al 21 de Marzo, la lectura de los libros de los Reyes se prosigue hasta esta semana, que nunca llega a pasarla. En el Oficio de la noche son tema de las primeras lecciones: la enfermedad de Ezequías y la curación milagrosa obtenida por las oraciones del santo rey[2].


MISA

El sabio y piadoso Abad Ruperto, escribiendo antes del cambio verificado en el orden de las lecturas evangélicas, explica en estos términos la elección del Introito del día hecha por la Iglesia "El publicano en el Evangelio se acusa y dice: Soy indigno de elevar los ojos al cielo. Pablo en la Epístola le imita diciendo: Soy el menor de los apóstoles, que ni merezco ser llamado apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Así pues, como esta humildad que se nos presenta como ejemplo, es la guardiana de la unión entre los servidores de Dios, haciendo que el uno no se levante contra el otro[3]; del mismo modo es muy natural que se cante al principio el Introito, en el cual habla del Dios que hace que habiten los hombres en su casa con un solo espíritu"[4].


INTROITO

Dios está en su lugar santo: Dios nos hace habitar unánimes en su casa: El mismo dará vigor y fortaleza a su pueblo. — Salmo: Levántese Dios, y disípense sus enemigos: y huyan de su presencia los que Le odian. V. Gloria al Padre.


Nada tan conmovedor como la Colecta de este día cuando se relaciona con el Evangelio que primitivamente la acompañaba. Con ser menos inmediata hoy esta aproximación, esta conexión no ha desaparecido aún, puesto que la Epístola, como diremos en su lugar, continúa, con el ejemplo de San Pablo, la lección de humildad que nos daba el publicano arrepentido. Ante el espectáculo que ofrece siempre a sus ojos maternales este publicano despreciado del judío, mientras golpea su pecho y sin apenas poder, por su profundo dolor, pronunciar una palabra, la Santa Iglesia, conmovida hasta lo más profundo de sus entrañas, viene a completar y ayudar su oración. Con inefable delicadeza pide a Dios Todopoderoso que, por su misericordia infinita, haga recobrar la paz a las conciencias intranquilas, perdonando los pecados, y que otorgue lo que la misma oración de los pobres pecadores no osa pedir en su reservado temor.


COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, que, con la abundancia de tu piedad, excedes los méritos y deseos de los suplicantes: derrama sobre nosotros tu misericordia; para que perdones lo que la conciencia teme, y añadas lo que la oración no se atreve a pedir. Por nuestro Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Corintios. (I, XV, 1-10).

Hermanos: Os recuerdo el Evangelio que ya os prediqué, el que ya recibisteis, y en el cual permanecéis, y por el cual os salvaréis, si retenéis la palabra que os prediqué, y no creéis en vano. Porque os enseñé, en primer lugar, lo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras: y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras: y que fue visto por Cefas y después de él, por los Once. Después fue visto por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía, otros, en cambio, ya murieron. Después fue visto por Santiago, después por todos los Apóstoles: y, al último de todos, como a un abortivo, se apareció también a mí. Porque yo soy el mínimo de los Apóstoles, que no soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido vana en mí.


CONTRICCIÓN Y CARIDAD

El Domingo pasado el Publicano nos recordaba la humildad que conviene al pecador. Hoy, el Doctor de las gentes nos muestra en su propia persona, que esta virtud cae bien asimismo al hombre justificado, que recuerda las ofensas que en otro tiempo hizo al Altísimo. El pecado del justo, aunque perdonado ya hace mucho, permanece sin cesar ante sus ojos[5]; siempre dispuesto a acusarse a sí mismo[6], no ve en el perdón y en el olvido de la ofensa por parte de Dios[7], sino un nuevo motivo para no olvidar jamás sus faltas. Los favores celestiales que vienen a recompensar la sinceridad de su arrepentimiento, conduciéndole más adelante en el conocimiento de los derechos de la justicia infinita[8], le revelan más aún la enormidad de los crímenes voluntarios que han venido a juntarse" a la mancha original[9]. Una vez entrado en este camino, la humildad no es para él solamente una satisfacción dada a la justicia y a la verdad por su inteligencia esclarecida de lo alto; sino que, a medida que vive con Dios en unión cada vez más estrecha, y conforme va elevándose por la contemplación en la inteligencia y en el amor, la caridad divina, que le apremia cada vez más de todos los modos[10], es causa del mismo recuerdo de sus faltas. Sondea el abismo de donde la ha sacado la gracia, para lanzarse desde estas profundidades del infierno, más vehemente, dominante y activa. Entonces el pecador de otros tiempos no se contenta con el reconocimiento de las riquezas sin número que obtiene hoy de la divina liberalidad, sino que la confesión de sus miserias pasadas sale de su alma arrebatada como un himno al Señor.


NUESTRA COLABORACIÓN A LA GRACIA

Por la gracia de Dios soy lo que soy, debe decir, en efecto, el justo con el Apóstol; y cuando esta verdad fundamental arraigue en su alma, puede con él añadir sin temor: Su gracia no ha sido en mi estéril. Pues la humildad descansa sobre la verdad: se faltaría a la verdad imputando al hombre, lo que en el hombre viene del Ser supremo; sería también ir contra ella, el no reconocer con los santos las obras de la gracia que Dios ha puesto en ellos. En el primer caso se iría contra la justicia tanto como contra la verdad; en el segundo contra la gratitud. La humildad, cuyo fin directo es evitar estos daños causados a la gloria debida a Dios refrenando las ansias de la soberbia, viene a ser por otra parte el más seguro auxilio del agradecimiento, noble virtud, que, en los caminos de aquí abajo, no tiene mayor enemigo que el orgullo.


GLORIARSE EN DIOS

Cuando la Virgen proclamaba que todas las generaciones la llamarían bienaventurada, el entusiasmo divino que la animaba, no consistía menos en el éxtasis de su humildad que de su amor. La vida de las almas escogidas presenta a cada paso transportes sublimes de esta clase, en que, aplicándose a sí el cántico de su Reina, magnifican al Señor cantando las cosas grandes que hace por ellas con su poder. Cuando San Pablo, después del bajo aprecio que siente de sí, al compararse con los otros Apóstoles, añade que la gracia ha sido en él productiva y que ha trabajado más que todos ellos, no creamos que cambia de tema, o que el Espíritu que le dirige quiere corregir de este modo sus primeras expresiones; una sola necesidad, un mismo y único deseo le inspira estas palabras aparentemente diversas y contrarias: el deseo y la necesidad de no frustrar a Dios la gloria en sus dones, ya sea por la apropiación del orgullo, ya por el silencio de la ingratitud.

El Gradual ha sido puesto, según las obras de los piadosos intérpretes de la Liturgia, como la acción de gracias de los humildes, curados por Dios en conformidad con la esperanza que tenían puesta en El.


GRADUAL

En Dios esperó mi corazón, y he sido ayudado: y ha reflorecido mi carne, y le alabaré con toda mi voluntad. y. A Ti, Señor, he clamado: Dios mío, no calles: no Te apartes de mí.

Aleluya, aleluya. V. Ensalzad a Dios, nuestro ayudador, cantad jubilosos al Dios de Jacob: cantad un salmo alegre con la cítara. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Marcos. (VII, 31-37).

En aquel tiempo, saliendo Jesús de los límites de Tiro, fue, por Sidón, al mar de Galilea, por medio de los confines de la Decápolis. Y le presentaron un sordomudo, y le rogaron que le impusiera las manos. Y, tomándole aparte de la turba, metió sus dedos en las orejas de él: y, escupiendo, tocó su lengua: y, mirando al cielo, suspiró, y díjole: Ephphetha, que significa: ¡Abríos! Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó el nudo de su lengua, y habló bien. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo prohibió El, más lo divulgaron ellos: y tanto más se admiraron, diciendo: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.


EL GÉNERO HUMANO ENFERMO

Los Santos Doctores nos enseñan que este hombre representa a todo el género humano, excepción hecha del pueblo judío. Abandonado desde tantísimo tiempo en las regiones del aquilón, donde solamente reinaba el príncipe del mundo, experimentó los efectos desastrosos del olvido en que parece le tenía su Creador y Padre, como consecuencia del pecado original. Satanás, cuya pérfida astucia le hizo salir del paraíso, apoderándose de él, se excedió a sí mismo en la elección del medio que puso para salvaguardar su conquista. Con ladina tiranía redujo a su víctima a un estado de mutismo y de sordera, con que le tiene bajo su imperio más seguro que amarrado con cadenas de diamante; mudo para implorar a Dios, sordo para oír su voz; los dos medios de que podía servirse para libertarse, los tiene impedidos. Satanás, el adversario de Dios y del hombre, puede felicitarse. ¡Se ha dado al traste, a lo que puede creerse, con la última de las creaciones del Todopoderoso, se ha dado al traste con el género humano sin distinción de familias y de pueblos; pues hasta la misma nación conservada por el Altísimo como su parte escogida en medio de la defección de los pueblos[11], se ha aprovechado de sus ventajas para renegar con más crueldad que todos los demás, de su Señor y su Rey!


EL MILAGRO

El Hombre-Dios gimió al ver una miseria tan extrema. Y ¿cómo no lo iba a hacer considerando los estragos ocasionados por el enemigo en este ser escogido? Así pues, levantando los ojos siempre misericordiosos de su santa humanidad[12], ve el consentimiento del Padre a las intenciones de su misericordiosa compasión; y, usando de aquel poder creador que en el principio hizo perfectas todas las cosas, pronuncia como Dios y como Verbo[13] la palabra omnipotente de restauración: ¡Ephphetha! La nada, o más bien, en este caso, la ruina, que es peor que la nada, obedece a esta voz tan conocida; el oído del infortunado se despierta; se abre con placer a las enseñanzas que le prodiga la triunfadora ternura de la Iglesia, cuyas oraciones maternales han obtenido esta liberación; y, penetrando en él la fe y obrando al mismo instante sus efectos, su hasta aquí trabada lengua vuelve a tomar el cántico de alabanza al Señor, interrumpido por el pecado desde hacía siglos[14].


LA ENSEÑANZA

Con todo eso, el Hombre-Dios quiere más, con esta curación, instruir a los suyos, que manifestar el poder de su palabra divina; quiere revelarles simbólicamente las realidades invisibles producidas por su gracia en lo secreto de los sacramentos. Por esto, conduce aparte al hombre que le presentan, lo lleva lejos de esa turba tumultuosa de pasiones y de vanos pensamientos que le habían hecho sordo a las cosas del cielo: ¿de qué serviría, en efecto, curarle si tiene el peligro de volver a caer nuevamente por no hallarse alejadas las causas de su enfermedad? Jesús, asegurando el futuro, mete en los oídos del cuerpo del enfermo sus dedos sagrados, que llevan el Espíritu Santo y hacen penetrar hasta los oídos de su corazón la virtud reparadora de este Espíritu de amor. Finalmente, con mayor misterio aún, puesto que la verdad que se trata de expresar es más profunda, toca con saliva de su boca divina esta lengua que se había hecho impotente para la confesión y la alabanza; y la Sabiduría, pues ella es la que se significa aquí místicamente, la Sabiduría que sale de la boca del Altísimo y, cual onda embriagadora, fluye sobre nosotros de la carne del Salvador, abre la boca del mundo del mismo modo que hace elocuente la lengua de los niños que aún no sabían hablar[15].


RITOS DEL BAUTISMO

También la Iglesia, para hacernos ver que el relato evangélico se refiere en figura, no a un hombre aislado sino a todos nosotros, ha querido que los ritos del bautismo de cada uno de sus hijos recuerden las circunstancias de la curación que se nos acaba de relatar. Su ministro, antes de sumergir en el baño sagrado al escogido que le presenta, debe depositar en su lengua la sal de la Sabiduría, y tocar los oídos del neófito, repitiendo la palabra que Cristo dijo al sordomudo: Ephphetha, que significa: abríos.

En el Ofertorio se deja oír el canto de los humildes, libertados, curados y ensalzados por Dios.


OFERTORIO

Te exaltaré, Señor, porque me has socorrido, y no consentiste que se riesen de mí mis enemigos: Señor, clamé a Ti, y me has sanado.


La asamblea de los siervos de Dios, le suplica en la Secreta que acepte sus dones, y que haga del Sacrificio el homenaje de su servidumbre y el sostén de su debilidad.


SECRETA

Suplicámoste, Señor, mires propicio nuestra servidumbre: para que lo que te ofrecemos, sea un don grato a Ti, y sirva de ayuda a nuestra flaqueza. Por nuestro Señor.


La Antífona elegida para la Comunión no puede venir mejor, en un tiempo en que los trabajos de la siega y de la recolección están en todas partes en plena actividad. Debemos, en efecto, tratar de ofrecer al Señor, por intermedio de su Iglesia y de sus pobres, las primicias de estos bienes que recibimos de sus manos. Mas si queremos en verdad honrar con ello a Dios, guardémonos de imitar la jactancia del Fariseo en el cumplimiento del deber tan sencillo y tan provechoso a quien lo cumple.


COMUNIÓN

Honra al Señor con tu riqueza, y con las primicias de tus frutos: y se llenarán tus graneros plenamente y tus lagares rebosarán de vino.


El sagrado remedio de los Misterios obra en el cuerpo y en el alma; produciendo de este modo la salvación del uno y de la otra, es la verdadera gloria del cristiano. En la Poscomunión, la Iglesia implora para sus hijos esta plenitud efectiva del Sacramento.


POSCOMUNIÓN

Suplicámoste, Señor, hagas que, con la recepción de tu Sacramento, sintamos su ayuda en el alma y en el cuerpo: para que salvados ambos, nos gloriemos de la plenitud de tu celestial remedio. Por nuestro Señor.


Notas

[1] San Mateo XVIII, 23-35.

[2] IV Reyes XX.

[3] I Corintios IV, 6.

[4] Libro de los Oficios divinos XII, 11.

[5] Salmo L, 5.

[6] Proverbios XVIII, 17.

[7] Ezequiel XVIII, 22.

[8] Salmo LXX, 16.

[9] Salmo I, 6-7.

[10] II Corintios V, 14.

[11] Deuteronomio XXXII, 9.

[12] San Juan XI, 42.

[13] Ibid., I, 3.

[14] Salmo L, 17.

[15] Sabiduría X, 21.

viernes, 11 de agosto de 2023

Per Ipsum: Boletín Mensual del Seminario Mater Dei mes de Agosto

 

Boletín Dominical 13 de agosto



Día 13 de Agosto, Domingo XI de Pentecostés.

Conm. Santos Hipólito y Casiano. Mártires

Doble. Orn. Verdes

Los Oficios de este día nos dan a entender cómo la oración humilde y confiada lo puede todo ante Dios.

Se le suplica a Jesús cure un pobre sordomudo, y compadecido de él, apártale de la multitud y le da la facultad de oír y hablar. En el Bautismo conserva la Iglesia en su Ritual, las misteriosas acciones de Cristo en la curación de este sordomudo.

Dice San Gregorio que “Si Cristo levantó los ojos y suspiró, no fue por que necesitara de todo eso, Él, que daba lo mismo que pedía, sino para enseñarnos a suspirar y levantar los ojos a Aquel Señor que reina en los Cielos, a fin de que abra nuestros oídos por el Don del Espíritu Santo y que, por la saliva de Su boca, o sea por la ciencia de la Palabra Divina, desate nuestra lengua, capacitándola para predicar la Verdad.” (3º nocturno de Maitines).





Día 15 de Agosto,

La Asunción de la Santísima Virgen María.

Hoy celebra y canta la Iglesia la Dormición de la Virgen y su Asunción gloriosa a los cielos en cuerpo y alma, en una resurrección anticipada, y una entrada apoteósica en la gloria, donde esperan a la “Bendita entre todas las mujeres” y a la “Llena de Gracia” todos los espíritus bienaventurados.

Al subir a los Cielos Cristo Nuestro Señor, hizo a su Iglesia en beneficio de dejar en la tierra durante 15 años a su Madre Santísima, hecha también madre de los hombres al pie de la Cruz. Ausente Jesús, Sol de Justicia, brilla María como luna de serenos resplandores en la primitiva cristiandad, sosteniendo en su regazo de Madre a la Iglesia niña, recién nacida del costado de Cristo. Ella, la Virgen, reina sobre los ángeles, sostiene y enseña a los Apóstoles, instruye a los Evangelistas, da valor a los mártires, alienta a los confesores y enciende en el amor de la pureza a las vírgenes. Es la vida y consuelo de la Iglesia en sus primeros años, como sigue siendo hoy “Vida, dulzura y esperanza nuestra”. San Dionisio areopagita dice que, “deslumbrado por el conjunto armonioso de grandeza, majestad, hermosura, delicadeza, suavidad, modestia y dulzura que resplandecía en la Virgen, la hubiera tomado por una diosa si la fe que recibió de S. Pablo no le hubiera enseñado que había un solo Dios. Su muerte fue un éxtasis de amor por el deseo de ver a su Divino Hijo y gozar de su presencia. Es pía tradición que los Apóstoles asistieron a su dichoso tránsito y que la enterraron honoríficamente en el huerto de Getsemaní; y es creencia universal de la Iglesia de todos los siglos la que hemos tenido la dicha de ver proclamada como Dogma de Fe por el Sumo Pontífice Pio XII el 1 de Noviembre del Año Santo de 1950, que, unida su alma a su cuerpo subió en cuerpo y alma a los Cielos para sentarse en su trono de Reina al lado de Jesucristo.

El Cielo y la tierra están llenos del perfume de María, Ella ha inspirado las más bellas acciones y guiado el pincel de los mejores artistas, y la humanidad toda, desde este valle de lágrimas, clama diciendo: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.





domingo, 6 de agosto de 2023

Sermón Fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo

Sermón

R.P. Gabriel María G. Rodrigues



Sermón

R.P. Julián Espina Leupold



Lección

Carísimo: Porque no os hemos dado a conocer el poder y la Parusía de nuestro Señor Jesucristo según fábulas inventadas, sino como testigos oculares que fuimos de su majestad. Pues Él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando de la Gloria majestuosísima le fue enviada aquella voz: “Éste es mi Hijo amado en quien Yo me complazco”; Y esta voz enviada del Y tenemos también, más segura aun, la palabra profética, a la cual bien hacéis en ateneros –como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro hasta que amanezca el día y el astro de la mañana se levante en vuestros corazones.

II Pedro 1, 16-19


Evangelio

En aquél tiempo: tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte. Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él. Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”. No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él”. Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande. Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”. Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”. 

Mateo XVII, 1-9

sábado, 5 de agosto de 2023

Dom Gueranger: La Transfiguración de Nuestro Señor



LA TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger

 

«Oh Dios, que, en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito, confirmaste los Misterios de la fe con el testimonio de los Padres, y declaraste admirablemente, por medio de la voz salida de la luminosa nube, la perfecta adopción de hijos: haz propicio que seamos coherederos del mismo Rey de la gloria y partícipes de su misma gloria.» Noble fórmula que resume la oración de la Iglesia y nos da su pensamiento en esta fiesta de testimonio y de esperanza.


SENTIDO DEL MISTERIO.  

Mas, es necesario hacer notar que la memoria de la gloriosa Transfiguración se ha hecho ya dos veces en el Calendario Litúrgico; el segundo Domingo de Cuaresma y el Sábado que le precede. Con lo que se nos quiere significar, que la solemnidad presente tiene menos objeto recordar el hecho histórico ya conocido, que el misterio permanente que se saca de él; menos el favor personal que honró a Simón Pedro ya los hijos del Zebedeo que el cumplimiento del mensaje de que fueron ellos encargados de comunicar a la Iglesia: «No digáis a nadie esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos?».

La Iglesia, que nació del costado del Hombre Dios, abierto en la Cruz, no debía encontrarse con él cara a cara, cuando, resucitado de entre los muertos, hubiese sellado su alianza con ella en el Espíritu Santo, sola la fe tenía que sostener su amor. Pero, con el testimonio que suple a la vista, no faltaba nada a las legítimas aspiraciones de conocer.


LA ESCENA EVANGÉLICA.  

Por eso, un día de su vida mortal, dando tregua a la ley común de sufrimiento y oscuridad que se había impuesto para salvar al mundo, dejó resplandecer la gloria que llenaba su alma dichosa. El rey de los Judíos y de los Gentiles se revelaba sobre la montaña ‘ en la que su esplendor sosegado eclipsaba para siempre los rayos del Sinaí. El Testamento de la alianza eterna se mostraba, no ya en la promulgación de una ley de servidumbre, grabada sobre la piedra, sino en la manifestación del mismo Legislador, que venía en la figura de Esposo a reinar por la gracia y la hermosura sobre los corazones. La profecía y la ley que prepararon sus caminos en los siglos de espera, Elías y Moisés, que venían de lugares diferentes, se encontraban ante El, cual emisarios fieles en el punto de la cita; haciendo honores al Dueño común de su misión, se eclipsaban en su presencia a la voz del Padre que decía: ¡Este es mi Hijo muy amado! Tres testigos más autorizados que los demás asistían a esta escena solemne: el discípulo de la fe, el del amor y el otro hijo de Zebedeo que debía sellar el primero con su sangre la fe y el amor apostólicos. Según se lo habían mandado, guardaron religiosamente el secreto hasta el día en que convenía que sus bocas predestinadas pudiesen comunicarle.


DATA DE LA FIESTA.  

¿Fue siempre precioso para la Iglesia este día? Varios lo afirman. Por lo menos era conveniente que el recuerdo de esta fiesta se celebrase en el mes de la Sabiduría eterna: Destello de la luz increada, espejo sin mancha de la bondad infinita’.

Hoy, los trascurridos siete meses después de la Epifanía manifiestan plenamente el misterio cuyo primer anuncio alumbró con destellos tan dulces el Ciclo desde el principio. En virtud del septenario revelado otra vez aquí, los comienzos de la esperanza han aumentado como el Hombre Dios y la Iglesia y esta, establecida en la paz del pleno crecimiento, llama a todos sus hijos para que crezcan como con la contemplación del Hijo de Dios hasta la medida de la edad perfecta de Cristo. Así comprendemos porque se han tomado, en la Liturgia de este día fórmulas y cantos de la gloriosa Teofanía: Levántate Jerusalén, ilumínate, porque tu luz ha llegado y se ha levantado sobre ti. El motivo es porque, la Esposa, resplandeciente también ella con la claridad de Dios ha sido glorificada en la montaña con el Señor.


EL VESTIDO DE CRISTO. 

Mientras «su faz resplandecía como el sol», dice el Evangelio hablando de Jesús, sus vestidos se tornaron blancos como la nieve \ Ahora bien, estos vestidos, que brillan como la nieve, dice S. Marcos, que no hay batanero que los pudiera hacer más blancos sobre la tierra ¿Qué son sino los justos, inseparables del Hombre-Dios y su adorno regio, sino el vestido sin costura, que es la Iglesia, y que María continúa tejiendo para su Hijo con la lana más pura y con el lino más hermoso? Por eso, aunque el Señor, habiendo pasado el torrente del sufrimiento, haya entrado personalmente en su gloria, el misterio de la Transfiguración no estará completo sino hasta el momento en que el último de los elegidos, habiendo pasado él mismo por la preparación laboriosa de la prueba y gustada la muerte, se haya juntado con la cabeza en su Resurrección. Rostro del Salvador, embeleso de los cielos, entonces brillará en ti todo: la gloria, la hermosura y el amor. Expresando a Dios en la semejanza perfecta del Hijo como hombre, extenderéis la complacencia del Padre, al reflejo de su Verbo que hace a los hijos de adopción, gozándose en el Espíritu Santo hasta en las últimas franjas del manto que llena con el templo.


EL MISTERIO DE LA ADOPCIÓN DIVINA.  

En efecto, según la doctrina de Santo Tomás, la adopción de los hijos de Dios que consiste en una conformidad de imagen con el Hijo de Dios por naturaleza puede darse de dos modos: primero por la gracia de esta vida, y esta es la conformidad imperfecta, y segundo por la gloria de la patria y esta es la conformidad perfecta, según aquellas palabras de S. Juan: «Nosotros somos desde ahora los hijos de Dios y, sin embargo, no aparece lo que seremos más tarde; sabemos que cuando aparezca Jesús, le seremos semejantes porque le veremos así como es él*». La palabra eterna: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy 3 ha tenido dos ecos en el tiempo: en el Jordán y sobre el Tabor, y Dios, que no se repite nunca’ no ha hecho en esto excepción a la regla de no volver a decir lo que dijo una vez, pues aunque los dos términos empleados en las dos circunstancias sean idénticos, con todo eso no tienden los dos al mismo fin, prosigue diciendo siempre Santo Tomás, sino para mostrar el modo diferente con que el hombre participa de la semejanza de la filiación eterna. En el Bautismo del Señor, donde fué declarado el misterio de la primera regeneración, como en su Transfiguración que nos manifiesta la segunda, la Trinidad apareció toda: el Padre en la voz, el Hijo en su humanidad, y el Espíritu Santo, primero en forma de paloma, después en la nube luminosa; pues si en el bautismo confiere la inocencia que está representada por la sencillez de la paloma, en la Resurrección dará a los elegidos la claridad de la gloria y el frescor rejuvenecedor que están significados por la nube luminosa.


ENSEÑANZA DE LOS PADRES. 

«Subamos a la montaña, exclama S. Ambrosio; supliquemos al Verbo de Dios que se nos muestre en su esplendor y hermosura; que se fortifique, que progrese felizmente y que reine en nuestras almas. ¡Pues, oh misterio profundo! según tu medida crece o decrece en ti el Verbo. Si no alcanzas esa cima más elevada que el pensamiento humano, no se te aparece la Sabiduría; el Verbo se te muestra como en un cuerpo sin brillo ni gloria.»

Si la vocación que se te manifiesta en este día tan grande y tan santa, entonces «reverencia al llamamiento de Dios», dice a su vez Andrés de Cretano te desconozcas a ti mismo, no rechaces Un don tan grande, no te muestres indigno de la gracia, no seas tan flojo en tu vida que pierdas este tesoro celestial. Deja la tierra en la tierra, y a los muertos que entierren a sus muertos; despreciando todo aquello que pasa, todo aquello que muere con el siglo y la carne; sigue inseparablemente hasta el cielo a Cristo que por ti caminó por este mundo. Que el temor y el deseo te ayuden para apartar de ti la desconfianza y guardar el amor. Entrégate todo entero; se dócil al Verbo en el Espíritu Santo, para seguir el fin tan dichoso, tan puro como es tu deificación con él, goce de bienes inenarrables. Por el celo de las virtudes, por la contemplación de la verdad llega a la Sabiduría que es el principio de todo y en la que subsisten todas las cosas.


HISTORIA DE LA FIESTA.  

Los orientales celebran esta fiesta desde hace muchos siglos. Ya festejaba en Armenia a comienzos del siglo IV con el nombre de «llama de la rosa, rosae coruscatio.» Suplantó a una fiesta de las flores que se celebraba en honor de Diana y figura entre las cinco fiestas principales de la Iglesia de Armenia. Los griegos la celebran el séptimo Domingo después de Pentecostés, aunque su Martirologio la menciona el 6 de Agosto.

En Occidente se ha celebrado de un modo especial desde el año 1457, fecha en que el Papa Calixto III promulgó un nuevo oficio y la hizo obligatoria en acción de gracias por la victoria conseguida el año precedente sobre los turcos, junto a los muros de Belgrado. Mas esta fiesta, celebrada ya en iglesias particulares, Pedro el Venerable, Abad de Cluny, había mandado que se solemnizase en todas las iglesias de su Orden cuando, en el s. XII, Cluny tomó posesión del monte Thataor.


LA BENDICIÓN DE LAS UVAS.  

Existe la costumbre entre los griegos, y entre los latinos, de bendecir en este día las uvas nuevas. Esta bendición se da en la misa, al fin de la oración Nobis quoque peccatoribus. Los liturgistas, con Ricardo de Cremona, nos han dado la razón del porqué se hace este día. La Transfiguración es un anticipo de lo que será el estado de los fieles después de su resurrección y por eso se consagra la sangre del Señor con vino nuevo, si posible haberlo a mano, para significar lo que se escribe en el Evangelio: «Ya no beberé más del fruto de la viña hasta que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre».

Terminemos con el rezo del himno de Prudencio que la Iglesia canta en las Vísperas y en los Maitines del día:


HIMNO

Los que buscáis a Cristo, levantad vuestros ojos a lo alto; allí contemplaréis el signo de su gloria eterna.

La luz brillante muestra a Aquel que no conoce término, al Dios sublime, inmenso, sin límites, cuya existencia es anterior a la del cielo y del caos.

Es Rey de las naciones, Rey del pueblo judío, prometido hace siglos al Patriarca Abraán y a su descendencia.

Los profetas son testigos, y, mediante su garantía, El mismo es también testigo, el Padre nos manda escucharle y creerle.

Oh Jesús, gloria a ti, que te manifiestas a los pequeñuelos, con el Padre y el Espíritu Santo en los siglos infinitos. Amén.