lunes, 31 de octubre de 2022

Dom Gueranger: Fiesta de Todos los Santos

  




FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger



LA FIESTA DE LA IGLESIA TRIUNFANTE

Vi una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos y clamaban con voz poderosa: ¡Salud a nuestro Dios![1].

Ha pasado el tiempo; es todo el linaje humano ya redimido el que se presenta ante los ojos del profeta de Patmos. La vida militante y miserable de este mundo [2] tendrá su fin un día. Nuestra raza tanto tiempo perdida reforzará los coros de los espíritus puros que disminuyó antaño la rebelión de Satanás; los ángeles fieles, uniéndose al agradecimiento de los rescatados por el Cordero, exclamarán con nosotros: La acción de gracias, el honor, el poderlo y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos[3].

Y esto será el fin, como dice el Apóstol [4]: el fin de la muerte y del sufrimiento; el fin de la historia y de sus revoluciones, que en lo sucesivo comprenderemos. El antiguo enemigo, arrojado al abismo con sus partidarios, sólo existirá para ser testigo de su eterna derrota. El Hijo del Hombre, libertador del mundo, habrá entregado el mando a Dios, su Padre, término supremo de toda la creación y de toda redención: Dios será todo en todas las cosas[5].

Mucho antes que San Juan, cantaba Isaías: He visto al Señor sentado sobre un trono elevado y sublime; las franjas de su vestido llenaban el templo y los Serafines clamaban uno a otro: Santo, Santo, Santo el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria[6].

Las franjas del vestido divino significan aquí los elegidos, convertidos en ornamento del Verbo, esplendor del Padre[7], pues, siendo cabeza de todo el género humano desde el momento en que se desposó con nuestra naturaleza, esta esposa es su gloria, como El es la de Dios[8]. Las virtudes de los santos[9] son el único adorno de nuestra naturaleza; ornato maravilloso que, cuando reciba la última mano, será indicio de que llega el fin de los siglos. Esta fiesta es el anuncio más apremiante de las bodas de la eternidad; cada año celebramos en ella el progreso que en sus preparativos hace la esposa[10].


CONFIANZA

¡Dichosos los invitados a las bodas del Cordero! Y ¡felices también nosotros, que recibimos en el bautismo la veste nupcial de la santa caridad como un título para el banquete de los cielos! Preparémonos, con nuestra Madre la Iglesia, al destino inefable que nos reserva el amor. A este fin tienden nuestros afanes de este mundo: trabajos, luchas, padecimientos sufridos por amor de Dios realzan con franjas inestimables el vestido de la gracia que hace a los elegidos. ¡Bienaventurados los que lloran!

Lloraban aquellos a quienes el salmista nos presenta abriendo antes que nosotros el surco de su carrera mortal; su alegría triunfante llega ahora hasta nosotros, lanzando como un rayo de gloria anticipada sobre este valle de lágrimas. Sin esperar a la muerte, la solemnidad que hemos comenzado nos da entrada por medio de una santa esperanza en la mansión de la luz, a donde siguieron a Jesús nuestros padres. ¡Qué pruebas no nos parecerán livianas ante el espectáculo de la eterna felicidad en que terminan las espinas de un día! Lágrimas derramadas sobre los sepulcros recién abiertos, ¿cómo es posible que la felicidad de los seres queridos que desaparecieron no mezcle con vuestra tristeza un placer celestial? Escuchemos los cantos de liberación de aquellos cuya separación momentánea nos hace llorar; pequeños o grandes ésta es su fiesta, como pronto lo será nuestra. En esta estación en que abundan las escarchas y las noches son más largas, la naturaleza, deshaciéndose de sus últimas galas, se diría que prepara al mundo para su éxodo hacia la patria eterna.

Cantemos, pues, nosotros también con el salmo: "Me he alegrado de lo que se me ha dicho: iremos a la casa del Señor. Nuestro pies sólo pisan aún en tus atrios, pero vemos que no cesas en tu crecimiento, Jerusalén, ciudad de paz, que te edificas en la concordia y en el amor. La subida hacia ti de las tribus santas se continúa en la alabanza; los tronos tuyos que aún están vacíos, se llenan. Sean todos los bienes, oh Jerusalén, para los que te aman; el poder y la abundancia reinen en tu afortunado recinto. A causa de mis amigos y de mis hermanos que ya son habitantes tuyos, puse en ti mis complacencias; por el Señor nuestro Dios, cuya mansión eres, coloqué en ti todo mi deseo".


HISTORIA DE LA FIESTA

En Oriente encontramos los primeros vestigios de una fiesta en honor de los Mártires. San Juan Crisóstomo pronunció una homilía en honra suya en el siglo IV y, en el anterior, celebraba San Gregorio Niseno solemnidades junto a sus sepulcros. En 411, el calendario siríaco nos señala la Conmemoración de los Confesores el sexto día de la semana de Pascua, y en 359, el 13 de mayo, en Edesa, se hace "memoria de los mártires de todo el mundo".

En Occidente, los Sacramentarios de los siglos V y Vi contienen muchas misas en honor de los santos mártires que se celebran sin día fijo. El 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el templo pagano del Panteón, trasladó a él muchas reliquias y quiso se llamase en lo sucesivo Sancta Maria ad Martyres. El aniversario de esta dedicación continuó festejándose con la intención de honrar en él a todos los mártires en general. Gregorio III consagraría en el siglo siguiente un oratorio "al Salvador, a su santa Madre, a todos los apóstoles, mártires, confesores y demás justos fenecidos en el mundo".

En 835 Gregorio IV, deseando que la fiesta romana del 13 de mayo se extendiese a toda la Iglesia, pidió al emperador Ludovico Pío que promulgase un edicto con ese fin y la fijase en el día primero de noviembre. Pronto tuvo su vigilia y Sixto IV, en el siglo XV, la daba también una Octava para toda la Iglesia.


MISA

"En las calendas de noviembre hay el mismo fervor que en Navidad para asistir al Sacrificio en honor de los Santos", dicen los antiguos documentos relativos a este día. Por general que fuese la fiesta y aun por razón de su universalidad, ¿no era ésta motivo de especial alegría para todos y también un honor para las familias cristianas? Santamente orgullosas de aquellos cuyas virtudes se iban transmitiendo de generación en generación, la gloria que estos antepasados, desconocidos del mundo, tenían en el cielo, las daba a su parecer más nobleza que cualquier honra mundana. Pero la fe viva de aquellos tiempos veía además en esta fiesta una ocasión para reparar las negligencias voluntarias o forzosas que se habían tenido durante el año en el culto de los bienaventurados inscritos en el calendario público.

domingo, 30 de octubre de 2022

Sermón Fiesta de Cristo Rey

Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold


Lección

Hermanos: Damos gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados. Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

Colosenses I, 12-20


Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

Juan XVIII, 33-37

sábado, 29 de octubre de 2022

Dom Gueranger: Fiesta de Cristo Rey

 





El último domingo de octubre 

FIESTA DE CRISTO REY


"Año Litúrgico"

Dom Prospero Gueranger



DOS FIESTAS DEL REINADO DE CRISTO

Al principio del Año litúrgico encontramos ya una fiesta del reinado de Cristo: la Epifanía. Jesús acababa de nacer y se manifestaba a los reyes de Oriente y al pueblo de Israel como "el Señor que tiene en su mano el reino, el poder y el imperio". Acogimos a este "Salvador, que venía a reinar sobre nosotros", y con los Magos le ofrecimos nuestros presentes, nuestra fe y nuest ro amor.

Y ¿por qué quiere la Iglesia que, al fin del año, celebremos una nueva fiesta del reinado de Cristo, de su reinado social y universal?

No padecimos engaño en tiempo de la Epifanía sobre la naturaleza de este reinado, como tampoco lo padecimos sobre la dignidad de Dios que poseía el Niño recién nacido. Pero tal vez nos dejamos fascinar por aquella estrella que, al brillar en el cielo de Belén, nos alumbraba con la luz de la fe y nos hacía esperar mayores claridades para la eternidad. Entonces cantamos el acercamiento de la gentilidad a la fe en la persona de los Magos que vinieron allá del Oriente a adorar al Rey de los Judíos.


EL LAICISMO

La Iglesia quiere que pensemos hoy en las consecuencias de este llamamiento Universal a la fe de Cristo. Las naciones, en conjunto, se han convertido al Señor, que las trajo, con los acontecimientos sobrenaturales, los beneficios de una civilización completamente desconocida del mundo antiguo. Pero, desgraciadamente, hace ya dos siglos que un error sumamente pernicioso destroza a todas las naciones, a Francia particularmente: el laicismo. Consiste éste en la negación de los derechos de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo sobre toda la sociedad humana, tanto en la vida privada y familiar, como en la vida social y política. Los propagadores de esta herejía han repetido el grito de ios Judíos deicidas: No queremos que reine sobre nosotros. Y con toda la habilidad, tenacidad y audacia de los hijos de las tinieblas, se han esforzado por echar a Cristo de todas partes. Han declarado inmoral a la vida religiosa y expulsado a los religiosos; han intentado imponer a la Iglesia, aunque inútilmente, una constitución cismática; han decretado la separación de la Iglesia y del Estado y han negado a la sociedad civil la obligación de ayudar a los hombres a conquistar los bienes eternos; han introducido el desorden en la familia con la ley del divorcio, han suprimido los crucifijos en los tribunales, hospitales y escuelas. Y, finalmente, han declarado intangibles sus leyes y han hecho del Estado un Dios.


RAZÓN DE ESTA FIESTA

Frente "a esta peste de nuestros días" los Papas no han cesado de levantar su voz. Pero, como la plaga iba en aumento, Pío XI quiso aprovechar el año jubilar para recordar solemnemente al mundo por la Encíclica Quas primas del 11 de diciembre de 1925, el completo y absoluto poder de Cristo, Hijo de Dios", Rey inmortal de los siglos, sobre todos los hombres y sobre todos los pueblos de todos los tiempos. Además, para que esta doctrina tan necesaria no se olvidase demasiado pronto, instituyó en honor de su reinado universal una fiesta litúrgica que fuese a la vez memorial solemne y reparación de esa apostasía de las naciones y de los individuos, que se afanan por manifestarse en la doctrina y en los hechos en nombre del laicismo contemporáneo. Finalmente, el Sumo Pontífice prescribió para esta misma solemnidad la renovación de la consagración del género humano al Sagrado Corazón.

Los fieles encontrarán en el Breviario o simplemente en el Misal, la doctrina de la Iglesia sobre el reinado social de Cristo y fórmulas incomparables de oraciones de alabanza, de reparación y de petición que pueden dirigirle en esta fiesta. Pero esta enseñanza en toda su amplitud se halla expuesta en la Encíclica del Papa. Nos contentaremos con dar un resumen, invitando a los lectores que acudan al texto original para que, reconociendo los derechos del Señor, arrojen el veneno del laicismo y se lleguen con confianza al Corazón de Jesús, cuyo reinado es de amor y de misericordia.


TRIPLE REINADO

En la Encíclica verán en qué sentido Cristo es Rey de las inteligencias, de los corazones y de las voluntades; quiénes son los subditos de este Rey, el triple poder incluido en su dignidad regia y la naturaleza espiritual de su reinado.

"Ya está en uso desde hace mucho tiempo el atribuir a Cristo en un sentido metafórico el título de Rey, por razón de la excelencia y eminencia singulares de sus perfecciones, por las cuales sobrepuja a toda criatura. Y nos expresamos de ese modo para afirmar que es el Rey üe las inteligencias humanas, no tanto por la penetración de su inteligencia humana y la extensión de su ciencia, cuanto porque es la misma Verdad y los mortales necesitan buscar en él la verdad y aceptarla con obediencia. Se le llama Rey de las voluntades, no sólo porque a la santidad absoluta de su voluntad divina corresponden la integridad y la sumisión perfecta de su voluntad humana, sino también porque, mediante el impulso y la inspiración de su gracia, somete a Sí nuestra libre voluntad, con lo que viene nuestro ardor a inflamarse para acciones nobilísimas. A Cristo se le reconoce finalmente como Rey de los corazones, a causa de su caridad, que excede a todo conocimiento y de su mansedumbre y bondad, que atraen a las almas; y en efecto, no ha habido hombre alguno hasta hoy que haya sido amado como Jesucristo por todo el género humano, ni tampoco se verá en lo porvenir.


LA DIGNIDAD REGIA, UNA CONSECUENCIA DE LA UNIÓN HIPOSTÁTICA

"Pero, avanzando un poco más en nuestro tema, cada cual puede echar de ver que el nombre y poder de Rey convienen a Cristo en el sentido propio de la palabra; se dice de Cristo que recibió de su Padre el poder, el honor y la dignidad regia en cuanto hombre, pues el Verbo de Dios, que con el Padre posee una misma sustancia, no puede menos de poseer todo en común con su Padre y, por consiguiente, el imperio supremo y absoluto sobre todo lo creado. La dignidad regia de Cristo se funda en la unión admirable que llamamos unión hipostática. Por consiguiente: los ángeles y los hombres tienen que adorar a Cristo en cuanto es Dios, pero tienen que obedecer y exteriorizar su sumisión también a sus mandatos en cuanto hombre, es decir que, por el solo título de la unión hipostática, a Jesucristo se le dió poder sobre todas las criaturas...


LA TRIPLE POTESTAD

"La dignidad regia de Cristo lleva consigo un triple poder: legislativo, judicial y ejecutivo y sin él no se puede concebir aquélla. Los Evangelios no se contentan con afirmarnos que Cristo ratificó algunas leyes, nos le presentan también dictando otras nuevas... Jesús declara además que el Padre le otorgó el poder judicial... Este poder judicial implica el derecho de decretar para los hombres, penas y recompensas, aun en esta vida. Y, por fin, también tenemos que atribuir a Cristo el poder ejecutivo, dado que es de necesidad para todos la obligación de obedecer a sus órdenes, y que ha establecido algunas penas de las que no se librará ningún culpable.


CARÁCTER DEL REINADO DE CRISTO

" Que el remado de Cristo ha de ser en cierto sentido principalmente espiritual y referirse a las cosas espirituales... Nuestro Señor Jesucristo lo confirmó con su modo de obrar... Ante Pilatos declara que su reino no es de este mundo. En el Evangelio se nos muestra su reino como reino en el que nos preparamos a entrar por la fe y el bautismo... El Salvador no opone su reino más que al reino de Satanás y al poder de las tinieblas. Exige a sus discípulos desasirse de las riquezas y de todos los bienes terrenos, practicar la mansedumbre, tener hambre y sed de la justicia, pero también renunciarse y llevar cada cual su cruz. Como Jesucristo en cuanto Redentor compró a la Iglesia con el precio de su sangre y, en cuanto Sacerdote, se ofrece a sí mismo perpetuamente en sacrificio por los pecados del mundo, ¿quién no echará de ver que su dignidad regia tiene que participar del carácter espiritual de estas dos funciones de Sacerdote y de Redentor?

"Con todo, no se podría negar, sin cometer un grave error, que el reinado de Cristo-hombre se extiende también a las cosas civiles, puesto que recibió de su Padre un dominio absoluto, de tal modo que abarca todas las cosas creadas y todas están sometidas a su imperio..."



MISA

Mientras en el cielo adoran al Cordero inmolado los Angeles y los Santos proclamándole Rey, nos reunimos nosotros en la casa de Dios para renovar el misterio de la inmolación de este Cordero y proclamar también nosotros su reinado universal, en la vida individual y familiar, en la vida social y política, aquí y en la eternidad.



INTROITO

Digno es el Cordero que fué inmolado, de recibir el poder, la divinidad, la, sabiduría, la fortaleza y el honor. A El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. —Salmo: Oh Dios, da tu juicio al Rey: y tu justicia al Hijo del Rey. V. Gloria al Padre.

La Colecta pide para la gran familia humana dividida por el pecado, la restauración de la unidad. El único medio de conseguirla, es acatar el reinado de Cristo.



COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios, que quisiste restaurarlo todo en tu amado Hijo, Rey de todos: haz propicio que todas las familias de las gentes, disgregadas por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio. El cual vive y reina contigo.


CRISTO

La Epístola es un verdadero cántico en el que el apóstol San Pablo proclama arrobado lo que es Cristo para Dios, para la creación, para la Iglesia. El Padre es invisible, habita en una luz, en una región inaccesible, pero he aquí que el que es imagen suya, nacido de El, Dios como El, se deja ver entre nosotros, se hace hombre como nosotros, y derrama su sangre por nosotros.

Dios: obra suya es la creación; por El subsiste todo; en El tenemos la vida, el movimiento y el ser y todo lo que existe para El es.

Cabeza de la creación, lo es también de la Iglesia que es su cuerpo, su Esposa. Hay entre ambos unidad de vida. Esta vida la posee El en su plenitud y esta plenitud se comunica sin padecer mengua jamás; toda belleza, toda santidad proviene de El como de su fuente. Así lo quiso el Padre con el propósito de reducir todas las cosas a la unidad primitiva y de pacificar en la sangre de su Hijo todo lo que hay en el cielo y en la tierra.



EPÍSTOLA


Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Colosenses (Col., I, 12-20).

Hermanos: Damos gracias a Dios Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de los Santos en la luz, que nos arrancó de la potestad de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el cual tenemos la redención por su sangre, el perdón de los pecados. El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura: porque en El fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, sean los Tronos, sean las Dominaciones, sean los Principados, sean las Potestades: todo fué creado por El y en El, y El es antes que todo, y todo existe en El. Y El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el principio, el primogénito de los muertos, para que sea quien tenga el principado en todo: porque plúgole al Padre hacer que habitara en El toda la plenitud, y conciliario todo en El, pacificando por la sangre de su cruz tanto lo que hay en la tierra como lo que hay en el cielo, en Jesucristo, nuestro Señor.

El Gradual y el Aleluya cantan la universalidad y la eternidad del reino de Cristo.



GRADUAL

Dominará de un mar a otro mar, y desde el río hasta los confines del orbe de las tierras. V. Y le adorarán todos los reyes de la tierra: todas las gentes le servirán.

Aleluya, aleluya. V. Su poder es un poder eterno, que no será quitado: y su reino, un reino que no será destruido. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Juan (Jn„ VIII, 33-37).


En aquel tiempo dijo Pilatos a Jesús: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices esto por ti mismo, o te lo dijeron de mí otros? Respondió Pilatos: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los pontífices te han entregado a mí: ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, lucharían ciertamente mis ministros, para que no fuera entregado a los judíos: pero ahora mi reino no es de aquí. Dijóle entonces Pilatos: ¿Luego tú eres Rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo: Para dar testimonio de la verdad: todo el que es de la verdad oye mi voz.

Este diálogo entre Jesús y Pilatos nos hace conocer el carácter espiritual y universal de la dignidad regia del Mesías, su origen divino y su fin: “Nací y vine al mundo para dar testimonio de la verdad: todo el que es de la verdad, oye mi voz.”

San Agustín, comentando este texto, nos habla también del desprendimiento y de la bondad de nuestro Rey: “¿De qué le servía al Señor ser rey de Israel? ¿Era por ventura algo grande para el Rey de los siglos, ser rey de los hombres? Cristo no es rey de Israel para exigir tributos, armar de la espada a los batallones y dominar visiblemente a sus enemigos, sino que es rey de Israel p a r a gobernar las almas, velar por ellas para la eternidad y llevar al reino de los cielos a los que creen, esperan y aman.” Probemos, pues, que somos subditos suyos de verdad tributándole el homenaje de nuestra fe, de nuestra confianza y de nuestro amor. El Ofertorio recuerda la promesa, que el Padre hizo al mismo Cristo, de darle como herencia las naciones.



OFERTORIO
Pídemelo y te daré las gentes por herencia tuya, y por posesión tuya hasta los confines de la tierra.

En la Secreta consideramos el reino del Señor en cuanto trae a nuestras almas el don divino de la unidad y de la paz.



SECRETA

Ofrecérnoste, Señor, esta hostia de la reconciliación humana: haz, te suplicamos, que Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, a quien inmolamos en el presente sacrificio, conceda El mismo a todas las gentes los dones de la unidad y de la paz. El cual vive y reina contigo.

En el Prefacio, más aún que en las otras oraciones del Santo Sacrificio, se propone explícitamente a la fe y a la piedad de los creyentes la exacta noción teológica del reinado universal de Cristo. Como Hijo único del Padre, con quien es coeterno y consustancial, el Verbo encarnado comunica a su santa Humanidad, en virtud de la unión hipostática, la doble unción divina del sacerdocio y de la majestad real. En virtud de su Sacrificio Redentor sobre el altar de la cruz, como también por su nacimiento eterno, somete a su imperio indestructible a todas las criaturas, en un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.



PREFACIO
Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que siempre y en todas partes te demos gracias a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios: Que ungiste con óleo de alegría a tu unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Sacerdote eterno y Rey universal: para que, ofreciéndose a sí mismo, en el ara de la cruz, como hostia inmaculada y pacífica, obrase el misterio de la redención humana: y, sometiendo a su imperio todas las criaturas, entregase a tu inmensa Majestad un reino eterno y universal: un reino de verdad y de vida; un reino de santidad y de gracia; un reino de justicia, de amor y de paz. Y, por eso, con los Angeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo, etc.

El Señor concede la paz a los que le reciben:



COMUNIÓN
Se sentará el Señor Rey para siempre: el Señor bendecirá a su pueblo con la paz.

El fruto de la Comunión consistirá en preparar nuestras almas para entrar en el reino celestial.



POSCOMUNIÓN
Habiendo conseguido el alimento de la inmortalidad, suplicárnoste, Señor, hagas que, los que nos gloriamos de militar bajo las banderas de Cristo Rey, podamos reinar eternamente con El en el trono celestial. El cual vive y reina contigo.

 




CONSAGRACION AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

No debemos terminar el día sin hacer nuestra la fórmula de Consagración que compuso León XIII, cuya recitación pública está prescrita por Pío XI para todos los años en esta fiesta.

"Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar : vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón. Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han deshechado. ¡Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo! ¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado, haced que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo de un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen aún envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerles a todos a la luz de vuestro reino. Mirad finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fué vuestro predilecto; descienda también sobre ellos, como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: "Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a El se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Así sea."

Boletín Dominical 30 de octubre



Día 30 de Octubre, Fiesta de Cristo Rey 

Doble de I clase. Conm. Dom. XXI de Pentecostés.

"Todos debemos reconocer que es preciso reivindicar para Cristo-Hombre, en el verdadero sentido de la palabra, el nombre y los poderes de rey. Por que solamente en cuanto hombre se puede decir que ha recibido de Dios Padre la potestad, y el honor y el reino, porque como Verbo de Dios, siendo de la misma sustancia del Padre, forzosamente debe tener común con Él lo que es propio de la Divinidad; y por tanto, tiene sobre todas las cosas creadas sumo y absolutísimo imperio. Gravemente erraría el que arrebatase a Cristo-Hombre el poder sobre las cosas temporales, ya que Él ha recibido de Dios Padre un derecho absoluto sobre toda la creación. Sin embargo, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo de ejercitar tal poder temporal, pues no quiere arrebatar los reinos mortales el que da los celestiales. Por consiguiente, el imperio de Cristo, como dice el inmortal León XIII, se extiende no solamente sobre los pueblos católicos y aquellos que, regenerados por el bautismo, pertenecen en rigor y por derecho a la Iglesia, aunque erradas opiniones los tengan alejados de ella, sino que abraza también a todos los que están privados de la fe cristiana; de modo que todo el genero humano está bajo la potestad de Jesucristo. Ni hay diferencia entre los individuos y la sociedad civil, porque los individuos, unidos en sociedad para el bien común, no por eso están menos sujetos bajo la potestad de Cristo que lo está cada uno de ellos separadamente. 

“No rehúsen, pues, los jefes de las naciones el prestar público testimonio de reverencia al suave imperio de Cristo juntamente con sus pueblos si quieren, con la integridad de su poder, el incremento y el progreso de la patria.

“Desgraciadamente, alejado de hecho Jesucristo de las leyes y del gobierno de la cosa pública, la autoridad aparece como derivada, no de Dios, sino de los hombres; de modo que hasta el fundamento de ella vacila; quitada la causa primera, no hay razón para que uno deba mandar y otro obedecer, de donde se sigue una general perturbación de la sociedad, que ya no se apoya sobre sus fundamentos naturales. (Continúa).



(Sigue) En cambio, si los hombres en privado y en público reconocen la soberana potestad de Cristo, vendrán a los pueblos los beneficios de una justa libertad, tranquila disciplina y apacible concordia. La dignidad real de nuestro Señor, así como hace en cierto modo sagrada la autoridad humana de los príncipes y de los jefes de Estado, así ennoblece los deberes de los ciudadanos y su obediencia.

“La peste de nuestra edad es el llamado laicismo, con sus errores y sus impíos incentivos. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre las gentes; se negó  la Iglesia sus derechos que se derivan de los derechos de Cristo. Poco a poco la religión católica fue igualada por los Estados  con las otras religiones falsas e indecorosamente rebajada al nivel de éstas. Y no faltan Estados que quieren pasarse sin Dios, y ponen su religión en la irreligión y en el desprecio de Dios mismo. En verdad, cuanto más se pasa en vergonzoso silencio el nombre de nuestro Redentor, así en las reuniones internacionales como en los parlamentos, tanto es más necesario aclamarlo públicamente anunciando por todas partes los derechos de su real dignidad y potestad.” (De la Encíclica Quas primas de Su Santidad Pio XI)

Es, pues, necesario, si no quieren perecer, que reconozcan por rey a Jesucristo, se postren ante Él y cumplan su santa Ley, sometiéndose al imperio de la verdad, de la justicia, de la moral y del derecho, tanto los individuos como las naciones, los gobiernos, los parlamentos, los tribunales, las universidades, las escuelas, la prensa, el teatro, la literatura, la banca, la industria, el comercio, y toda la vida familiar, política y económica; nada puede sustraerse al imperio de Jesucristo, sin el cual no hay salvación, ni paz ni bienestar.               





domingo, 23 de octubre de 2022

Sermón Domingo XX después de Pentecostés

Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold



Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección

Hermanos: Mirad que andéis con circunspección; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. 

Efesios V, 15-21



Evangelio

En aquel tiempo: Había en Cafarnaúm un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.» Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.» Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.» El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.

Juan IV, 46-52

sábado, 22 de octubre de 2022

Dom Gueranger: Vigésimo Domingo después de Pentecostés




VIGÉSIMO DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger



MISA


JUDÍOS Y GENTILES

El Evangelio de hace ocho días tenía por objeto la promulgación de las bodas entre el Hijo de Dios y el género humano. La realización de estas bodas sagradas es el fin que Dios se propuso en la creación del mundo visible, y el único que intenta en el gobierno de las sociedades. Por tanto, no debe admirarnos que la parábola evangélica, al revelarnos el pensamiento divino sobre este punto, haya puesto en claro también el gran hecho de la reprobación de los judíos y de la vocación de los gentiles, que es a la vez el más importante de la historia del mundo y el más íntimamente ligado a la consumación del misterio de la unión divina.

Pero la exclusión de Judá ha de cesar un día. Su obstinación fué el motivo de que a los gentiles se dirigiese el mensaje de amor. Hoy todas las naciones han oído la invitación celestial; ya falta poco para completar a la Iglesia en sus miembros con la entrada de Israel, y para dar a la Esposa la señal de la llamada suprema que pondrá ñn al largo trabajo de siglos, haciendo aparecer al Esposo. La envidia santa que quería despertar el Apóstol en los hombres de su raza al dirigirse hacia las naciones, se dejará sentir en el corazón de los descendientes de Jacob. ¡Qué alegría en el cielo al ver que su voz arrepentida y suplicante se une en presencia de Dios a los cantos de alegría de la gentilidad, que celebra la entrada de sus pueblos innumerables en la sala del banquete divino! Semejante concierto será en verdad el preludio del gran día que ya de antemano saludaba San Pablo, al decir a los judíos en su entusiasmo patriótico: Si su caída fué la riqueza del mundo y su mengua la riqueza de los gentiles, ¿qué será su plenitud?

La misa del Domingo vigésimo después de Pentecostés nos permite gustar por anticipado ese momento feliz, en que el nuevo pueblo no estará ya solo para cantar reconocido los favores de Dios. Están concordes los antiguos liturgistas en afirmar que componen la misa, por partes iguales, los acentos de los profetas de que se sirve Jacob para expresar su arrepentimiento y merecer nuevamente los beneficios divinos, y fórmulas inspiradas por las que exhalan su amor las naciones que ya tienen su puesto en la sala del festín de las bodas.

En el Gradual y en la Comunión oímos al coro de los Gentiles, y al coro de los Judíos en el Introito y el Ofertorio.

El Introito está sacado de Daniel. El profeta desterrado con su pueblo en Babilonia, en un cautiverio cuyos largos padecimientos fueron figura de los dolores de distinta manera prolongados en la peregrinación actual de la vida, vuelve a gemir con Judá en tierra extranjera y comunica a sus compatriotas el gran secreto de la reconciliación con el Señor. Este secreto lo desconoció Israel después del drama del Calvario, pero, en los siglos anteriores de su historia, había tenido de él noticias muy claras y había sentido muchas veces también los saludables efectos. Consiste, como siempre, en el humilde reconocimiento de las faltas cometidas, en el pesar suplicante del culpable y en la confianza firme de que la misericordia infinita sobrepuja a los crímenes más enormes.


INTROITO

Todo lo que has hecho con nosotros, Señor, lo has hecho con justo juicio: porque hemos pecado contra ti y no hemos obedecido tus mandatos: pero da gloria a tu nombre y haz con nosotros según tu gran misericordia. — Salmo: Bienaventurados los puros en su camino: los que andan en la ley del Señor. V. Gloria al Padre.


El perdón divino, que devuelve al alma la pureza y la paz, es como el preliminar indispensable de las bodas sagradas; la veste nupcial de los convidados debe estar sin mancha so pena de ser excluído, y su corazón sin inquietudes, para no llegarse a la mesa del Esposo con tristeza.

Imploremos este perdón inestimable, que el Señor nos concederá de buen grado pidiéndoselo por intercesión de su Esposa la Santa Madre Iglesia.


COLECTA

Suplicárnoste, Señor, concedas benigno a tus fieles el perdón y la paz: para que se purifiquen de todos sus pecados y, a la vez, te sirvan con un corazón tranquilo. Por Nuestro Señor Jesucristo.



EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Efesios (Ef., V, 15-21).


Hermanos: Cuidaos de caminar cautamente: no como necios, sino como sabios, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis imprudentes, sino inteligentes, averiguando cuál sea la voluntad de Dios. Y no os embriaguéis con vino, en el cuál está la lujuria: sino henchios del Espíritu Santo, hablando entre vosotros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones: dando siempre gracias por todo, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre. Sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.


El acercarse la consumación de las bodas del Hijo de Dios coincidirá aquí en la tierra con un aumento de la furia del infierno para perder a la Esposa. El dragón del Apocalipsis desencadenará todas las pasiones para arrastrar en su empuje a la verdadera madre de los vivientes. Pero será impotente para mancillar el pacto de la alianza eterna y, sin fuerzas ya contra la Iglesia, dirigirá sus iras contra los últimos hijos de la nueva Eva, a quienes está reservado el honor peligroso de las luchas supremas descritas por el profeta de Patmos.


INTEGRIDAD DE LA DOCTRINA

Entonces sobre todo, los cristianos fieles deberán recordar los consejos del Apóstol y portarse con la circunspección que nos recomienda, poniendo sumo cuidado en conservar pura su inteligencia no menos que su voluntad, en estos días malos. Porque para entonces, la luz no sólo tendrá que resistir los asaltos de los hijos de las tinieblas, que hacen ostentación de sus doctrinas perversas, sino que tal vez se amortigüe y adultere por culpa de las flaquezas de los hijos de la luz en el terreno de los principios, por las tergiversaciones, transacciones y humana prudencia de los que se tienen por sabios. Muchos parecerá que ignoran prácticamente que la Esposa del Hombre-Dios no puede sucumbir al choque de fuerza alguna creada. Si recuerdan que Cristo se comprometió a defender a su Iglesia hasta el fln del mundo, no dejarán de creer que hacen una obra admirable al proporcionar a la buena causa la ayuda de una política de concesiones que no siempre se pesan suficientemente en la balanza del santuario: sin contar que el Señor no necesita de habilidades torcidas para ayudarle a cumplir su promesa; y no se necesita decir sobre todo, que la cooperación que se digna aceptar de los suyos en defensa de los derechos de la Iglesia, no puede consistir en el menoscabo u ocultación de las verdades que constituyen la fuerza y la belleza de la Esposa. ¡Cuántos olvidarán la máxima de San Pablo escribiendo a los Romanos, que acomodarse a este mundo, buscar una adaptación imposible del Evangelio a un mundo descristianizado, no es medio para llegar a distinguir de modo seguro lo bueno, lo mejor, lo perfecto a los ojos del Señor! En muchas circunstancias de estos malhadados tiempos, será también un mérito grande y raro, comprender únicamente cuál es la voluntad de Dios, como lo dice nuestra Epístola.

Cuidad, diría San Juan, de no perder el fruto de vuestras obras; aseguraos la total recompensa que sólo se concede a la plenitud constante de la doctrina y de la fe. Por lo demás, entonces como siempre, según la palabra del Espíritu Santo, la sencillez de los justos los guiará de un modo seguro; la Sabiduría les concederá la humildad.


REDIMIR EL TIEMPO

El único afán de los justos será, pues, acercarse más y más siempre a su Amado mediante una semejanza cada vez mayor con El, es decir, por una reproducción más acabada de la verdad en sus palabras y acciones. Y en esto servirán a la sociedad, como se debe, poniendo en práctica el consejo del Señor, que nos pide buscar primero el reino de Dios y su justicia, y en lo demás confiarnos a El. Interpretarán para su uso de distinta manera el consejo que nos da el Apóstol de redimir el tiempo dejando a otros la búsqueda de combinaciones humanas y complicadas, de compromisos inciertos, que en el plan de sus autores están ordenados a retrasar algunas semanas, algunos meses acaso, la ola ascendente de la revolución.

El Esposo compró el tiempo a precio muy alto para que sus miembros místicos lo empleasen en la glorificación del Altísimo. La multitud le perdió descarriada en la rebeldía y en los placeres, y las almas fieles le redimieron poniendo tal intensidad en los actos de su fe y de su amor, que, si ello es posible, no decreciese hasta el último instante el tributo que ofrecía todos los días la tierra a la Suma Trinidad. Contra la bestia de boca insolente y llena de blasfemias, ellos se apropiarán el grito de Miguel frente a Satanás, impulsor de la bestia: ¿Quién como Dios?

El pueblo antiguo cantó, en el Introito, su arrepentimiento y su humilde confianza. Los Gentiles, en el Gradual, cantan sus esperanzas sobradamente cumplidas en las delicias del banquete nupcial.


GRADUAL

Los ojos de todos están fijos en ti. Señor: y tú das a todos el sustento en tiempo oportuno. V. Abres tu mano: y llenas de bendición a todo viviente.

Aleluya, aleluya. V. Preparado está mi corazón, oh Dios, preparado está mi corazón: te cantaré y entonaré salmos a ti, gloria mía. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio, según San Juan (Jn., IV, 46-53).


En aquel tiempo había un régulo cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús venía de Judea a Galilea, fué a él y le rogó que bajase, y curase a su hijo, que comenzaba a morirse. Dijóle entonces Jesús: Si no viereis milagros y prodigios, no creéis. Díjole el régulo: Señor, baja antes de que muera mi hijo. Díjole Jesús: Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre lo que le dijo Jesús, y se fué. Cuando ya bajaba, le salieron al encuentro los siervos y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó la hora en que había mejorado. Y le dijeron: Ayer, a las siete, le dejó la fiebre. Y vió el padre que era la misma hora en que le había dicho Jesús: Tu hijo vive: y creyó él y toda su casa.


El Evangelio se toma hoy de San Juan, y es la primera y la única vez en todo el curso de los Domingos después de Pentecostés. Del Oficial de Cafarnaúm recibe el nombre este vigésimo Domingo. La Iglesia le ha escogido porque no deja de haber cierta relación misteriosa en el estado del mundo, con los tiempos a que se refieren proféticamente los últimos días del ciclo litúrgico.


EL MUNDO ENFERMO

El mundo va camino de su fin y empieza también a morir.

Minado por la fiebre de las pasiones en Cafarnaúm, la ciudad del lucro y de los placeres, no tiene ya fuerzas para ir por sí mismo ante el médico que podría curarle. Su padre, los pastores que le han engendrado por el bautismo a la vida de la gracia, los que gobiernan al pueblo cristiano como oficiales de la santa Iglesia, son los que tienen que presentarse ante el Señor a pedirle la salud del enfermo. El discípulo amado nos hace saber, al principio de su relato que encontraron a Jesús en Caná, la ciudad de las bodas y de la manifestación de su gloria en el banquete nupcial; el Hombre-Dios reside en el cielo desde que abandonó nuestra tierra, y dejó a sus discípulos, huérfanos del Esposo, ejercitarse por algún tiempo en la tierra de la penitencia.


EL REMEDIO

El único remedio está en el celo de los pastores y en la oración de la porción del rebaño de Cristo que no se ha dejado arrastrar por las seducciones del libertinaje universal. Pero ¡cuánto importa que fieles y pastores, sin rodeos personales, entren de lleno sobre este punto en los sentimientos de la santa Iglesia! A pesar de la ingratitud más insultante de las injusticias, calumnias y perfidias de todo género, la madre de los pueblos olvida sus injurias para pensar sólo en la saludable prosperidad y en la salvación de las naciones que la insultan; ruega como lo hizo siempre y con más ardor que nunca, para que tarde en llegar el fin, pro mora finis.


EL PODER DE LA ORACIÓN

Para responder a su pensamiento, “juntémonos, pues, como dice Tertuliano, en un solo regimiento, en una sola asamblea para ir al encuentro de Dios y sitiarle con nuestras oraciones como con un ejército. Le agrada esta violencia”. Pero a condición de que se base en una fe íntegra y que no vacile por nada. Si nuestra fe nos da la victoria sobre el mundo, ella es también la que triunfa de Dios en los casos más peligrosos y desesperados. Pensemos, como la Iglesia, nuestra Madre, en el peligro inminente de tantos desgraciados. No tienen disculpa, ciertamente: el último Domingo se les recordaba otra vez los llantos y el crujir de dientes que en las tinieblas exteriores están reservados a los despreciadores de las bodas sagradas. Pero son hermanos nuestros y no debemos conformarnos tan fácilmente con la pena de su pérdida. Esperemos contra toda esperanza. El Hombre-Dios, que sabía con ciencia cierta la inevitable condenación de los pecadores empedernidos, ¿no derramó también por ellos toda su sangre? Queremos merecer el unirnos a El por una semejanza completa. Resolvámonos, pues, a imitarle también en esto, en la medida que podamos; roguemos sin tregua ni reposo por los enemigos de la Iglesia y por los nuestros mientras su condenación no sea un hecho consumado. En este orden de cosas, todo es útil, nada se pierde. Suceda lo que sucediere, el Señor será glorificado por nuestra fe y por el ardor de nuestra caridad.

Pongamos todo nuestro esmero únicamente en no merecer los reproches que dirigía a la fe incompleta de la generación de que formaba parte el oficial de Cafarnaúm. Sabemos que no necesita bajar del cielo a la tierra para dar su eficacia a las órdenes emanadas de su voluntad misericordiosa. Si tiene a bien multiplicar los milagros y los prodigios en nuestro derredor, le quedaremos agradecidos por nuestros hermanos más flacos en la fe: de aquí debemos tomar ocasión para ensalzar su gloria, pero afirmando que nuestra alma no necesita ya para creer en El de las manifestaciones de su poder. El antiguo pueblo, arrastrando su merecida desdicha a través de todas las tierras lejanas, vuelve hoy en el Ofertorio a sentimientos de penitencia y canta ahora con la Iglesia su admirable Salmo 136, que superó siempre a todo canto de destierro de cualquier lengua.


OFERTORIO

Junto a los ríos de Babilonia nos sentamos y lloramos, al acordarnos de ti, Sión.


Todo el poder de Dios, que cura con una palabra las almas y los cuerpos, reside en los Misterios preparados sobre el altar. Pidamos, en la Secreta, que su virtud obre en nuestros corazones.


SECRETA

Suplicárnoste, Señor, hagas que estos Misterios nos sirvan de medicina celestial y purifiquen los vicios de nuestro corazón. Por Nuestro Señor Jesucristo.


La palabra que nos recuerda la antífona de la Comunión y que sirvió para levantar al hombre abismado en su miseria, es la del Evangelio del banquete divino: ¡Venid a las bodas! Pero el hombre, deificado ya por su participación aquí abajo en el Misterio de la fe, aspira a la perfección eterna de la unión en el mediodía de la gloria.


COMUNIÓN

Acuérdate, Señor, de la promesa hecha a tu siervo, con la cual me diste esperanza: ésta es la que me ha consolado en mi humillación.


Como lo expresa la Poscomunión la mejor preparación que puede llevar el cristiano a la santa mesa es una fidelidad constante en observar los divinos mandamientos.


POSCOMUNIÓN

Para que seamos dignos, Señor, de estos sagrados dones, haz, te suplicamos, que obedezcamos siempre tus mandatos. Por Nuestro Señor Jesucristo.


Boletín Dominical 23 de octubre

 



Día 23 de Octubre, Domingo XX de Pentecostés.

Doble. Orn. Verdes. 

Breve es nuestra peregrinación por la tierra, breve el tiempo que se nos ha dado para negociar nuestra salvación y la riqueza de bienes para la gloria. Los hombres necios pierden este tiempo en sucios deleites; los prudentes, en cambio, se aplican con buenas obras y santas conversaciones a negociar muchos méritos (Epístola).

Jesús se compadece de la pena del pobre régulo, y aunque su fe era imperfecta, pues creía que el Salvador necesitaba ir al paraje donde estaba el enfermo para curarle, fue recompensada con el milagro, concediéndole la salud que le pide para su hijo. En medio de sus imperfecciones, de lo que nunca dudó el buen ministro fue de la bondad de Jesús. Esta fe en su dulcísima bondad fue la que le animó a pedirle que bajase para curar a su hijo.

Si la oración nuestra es perseverante y está llena de confianza y de fe viva y perfecta, ¿qué no podrá alcanzar del Señor? (Evangelio).


Epístola de la Misa del 24 de Octubre: San Rafael Arcángel

“Dijo el ángel Rafael a Tobías: bueno es guardar el secreto del rey, pero también es laudable publicar y celebrar las obras de Dios. Buena es la oración con el ayuno; y el dar limosna es mejor que guardar tesoros de oro, porque la limosna libra de la muerte y limpia la multitud de pecados, y hace hallar misericordia y vida eterna. Mas los que comenten pecado e iniquidad son enemigos de su propia alma. Por tanto, voy a manifestaros la verdad y descubrir lo que ha estado oculto. Cuando orabas con lágrimas, y enterrabas los muertos, y te levantabas de la mesa a media comida, y escondiendo de día los cadáveres en tu casa los enterrabas de noche, yo presentaba tu oración al Señor. Y porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probase. Y ahora el Señor me envió para curarte y librar del demonio a Sara, esposa de tu hijo. Porque so soy el ángel Rafael, uno de los siete que asistimos ante el Señor.”

(Tob. XII, 7-15).






                                                   
27 de Octubre: Dedicación de la Iglesia Metropolitana –
Proprio de Córdoba

Dios ha querido siempre que se levanten altares y se le consagren lugares donde el pueblo pueda reunirse a rendirle oficialmente el culto público que se le debe.

Nuestros templos, consagrados solemnemente al culto divino, son lugares santos, casa de Dios, consagrados a la oración y a la celebración de los divinos oficios. Nos han de merecer, pues, el mayor cariño y reverencia.

A ejemplo de Salomón, y por la dignidad de la casa de Dios, quiere la Iglesia que en nuestros templos, como en aquel de Jerusalén, resplandezca la riqueza, belleza, grandiosidad y arte, que en ninguna cosa están mejor empleadas que en honrar al Señor de todas ellas. El templo de Dios debiera ser, en cada ciudad, el más bello, más grandioso, más hermoso de todos los edificios públicos. Lo contrario arguye falta de fe y sobra de materialismo en las ciudades modernas, que mientras levantan grandiosos edificios y derrochan en ellos riqueza y arte para asiento de negocios, centros de placer y hasta de vicios, escatiman y retacen y niegan todo a la casa de Dios.

Ningún edificio público es de tanta dignidad y respeto como el sagrado templo, y ninguno es tan de verdad la casa de todos, la casa del pueblo


A.M.D.G.


domingo, 16 de octubre de 2022

Sermón Domingo XIX después de Pentecostés


Sermón

R. P. Carlos Dos Santos


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Lección

Hermanos: Renovaos en el interior de vuestra alma, y revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad.

Efesios IV, 23-28



Evangelio

En aquél tiempo: Hablaba Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: “Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.” Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.” Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»

Mateo XXII, 1-14

viernes, 14 de octubre de 2022

Dom Gueranger: Decimonoveno Domingo después de Pentecostés





DECIMONOVENO DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


MISA

El jefe augusto del pueblo de Dios es la salvación de los suyos en todos sus males. ¿No lo probó el Domingo pasado de manera admirable, al restaurar a la vez el cuerpo y el alma del pobre paralítico en el que estábamos figurados todos nosotros? Escuchemos su voz en el Introito con agradecimiento y amor; prometámosle la fidelidad que nos pide; su ley puesta en práctica nos guardará de recaídas.

La antífona la han sugerido diversos pasajes de la Sagrada Escritura, mas no se encuentra en ella al pie de la letra. El versículo está tomado del Salmo setenta y siete.


INTROITO

Yo soy la salud del pueblo, dice el Señor: en cualquier tribulación, en que clamaren a mí, los oiré: y seré su Señor para siempre. — Salmo: Atiende, pueblo mío, a mi Ley: inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. V. Gloria al Padre.


Para comprender bien el pensamiento que domina en las colectas y en otras muchas partes de las misas del tiempo después de Pentecostés, es conveniente no perder de vista el Evangelio del Domingo anterior. Y así la Iglesia tiene cuenta de nuevo con el episodio del paralítico, que curado en el cuerpo y el alma por el Hijo del Hombre, figuraba un misterio mayor.

Reparado en el cuerpo y el alma por la palabra omnipotente del Salvador, ahora ya puede el género humano vacar a Dios con corazón libre y dispuesto. Al unirnos con la Iglesia en la Colecta, pidamos al Altísimo que nunca ya más vuelva a embargar nuestras facultades la fatal indolencia que ha sido para nosotros tan perjudicial.


COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, aparta propicio de nosotros todo lo adverso: para que, expeditos a la vez de alma y de cuerpo, hagamos lo que es tuyo con corazones libres. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Efesios (Ef., IV, 23-28).


Hermanos: Renovaos en lo íntimo de vuestra alma, y revestíos del hombre nuevo, que ha sido creado, según Dios, en justicia y santidad verdadera. Por lo cual, renunciando a la mentira, hablad verdad cada cual con su prójimo: porque somos miembros los unos de los otros. Airaos y no pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo. No deis lugar al diablo: el que robaba, no robe ya; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de donde dar al que padezca necesidad.


La Santa Madre Iglesia prosigue hoy la lectura de la Epístola a los Efesios, que había interrumpido el Domingo pasado. Ya anteriormente el Apóstol puso los principios dogmáticos de la verdadera santidad; ahora saca de ellos las consecuencias morales.


EL HOMBRE NUEVO

Comprendamos, pues, la moral de San Pablo en nuestra Epístola y lo que él entiende por Justicia y santidad de la verdad, que es la de Cristo, propia del hombre nuevo, de que se debe revestir todo el que aspire a la posesión de las riquezas enumeradas en los pasajes precedentes de su carta inmortal. Volvamos a leer la Epístola del Domingo décimoséptimo y en ella veremos que todas las reglas del catecismo cristiano y de la vida mística se resumen para el Apóstol en estas palabras: “procuremos la unidad“. Es la máxima que da así a los principiantes como a ios perfectos; es el coronamiento de las vocaciones más sublimes en el orden de la gracia, y también el fundamento y la razón de todos los mandamientos de Dios de tal modo, que, si debemos abstenernos de la mentira y decir la verdad a los que nos escuchan, el motivo, según el Apóstol, es éste: que somos miembros los unos de los otros.

Habla el salmista de una cólera santa, que provoca a veces el celo de la ley divina y de la caridad; pero aun en esos momentos debe apagarse al instante el movimiento de ira levantado en el alma: prolongarle equivaldría a dar lugar al diablo y poner en sus manos buenas cartas para cuartear y derrocar en nosotros, por medio del rencor y del odio, el edificio de la santa unidad.

Antes de nuestra conversión, nuestras faltas hacían sufrir tanto al prójimo como a Dios; la injusticia, si pasaba inadvertida, poco nos importaba; el egoísmo era nuestra ley, y también era prenda de que Satanás reinaba en nuestras almas. Ahora, expulsado por el Espíritu de santidad tan indigno usurpador, la mejor señal de que se ha reconquistado su imperio, consiste no sólo en que los derechos de los demás son ya sagrados para nosotros, sino también en que hacemos nuestro trabajo y todas nuestras obras pensando en que debemos socorrer en sus necesidades al prójimo. En una palabra, prosigue y concluye el Apóstol un poco más adelante, viviremos en caridad, si somos imitadores de Dios como hijos carísimos suyos.

Cristo ha devuelto la libertad de movimientos a nuestras manos paralíticas para el bien sobrenatural; levantémoslas espiritualmente en la oración para glorificar a Dios con este homenaje que El acepta como un sacrificio de suave olor. Esta es la enseñanza que la Santa Madre Iglesia nos da con su ejemplo en el Gradual.


GRADUAL

Ascienda mi oración, como el incienso, en tu presencia, Señor. T. La elevación de mis manos sea como el sacrificio vespertino.

Aleluya, aleluya, v. Alabad al Señor e invocad su nombre: anunciad entre las gentes sus obras. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mat., XX, 1-14).

 

En aquel tiempo habló Jesús en parábolas a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas, y no quisieron venir. Envió de nuevo otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí que ya he preparado mi comida, ya están muertos mis toros y mis animales cebados, y todo está dispuesto: venid a las bodas. Pero ellos lo rehusaron: y se fueron, uno a su granja, otro a su negocio: los demás prendieron a los siervos y, después de afrentarlos, los mataron. Cuando lo supo el rey, se enfureció: y, enviando sus ejércitos, mató a aquellos homicidas y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están ya preparadas, pero, los que habían sido invitados, no han sido dignos. Id, pues, a las bocas de las calles, y, a todos los que hallareis, llamadlos a las bodas. Y, saliendo sus siervos por las calles, reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos: y se llenaron las bodas de comensales. Y entró el rey para ver a los comensales y vió allí un hombre que no tenía vestido de boda. Y díjole: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener traje de boda? Y él calló. Entonces dijo el rey a sus ministros: Atándole de pies y manos, arrojadle en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes. Porque son muchos los invitados, pero pocos los escogidos.


LAS BODAS DEL HIJO DE DIOS

Lo expuesto en los últimos Domingos nos manifiesta a la Iglesia solícita únicamente de preparar al género humano a las bodas admirables cuya celebración es el fin exclusivo por el que el Verbo de Dios vino a este mundo. En su destierro ya largo la Esposa del Hijo de Dios se nos presenta como el modelo vivo de sus hijos. Ella no ha cesado un momento de disponerlos con sus instrucciones a entender el gran misterio de la unión divina. Hace tres semanas \ tratando el tema único de su solicitud de Madre y de Esposa de modo más directo que lo había hecho hasta entonces, les recordaba el llamamiento inefable de que habían sido objeto por parte de Dios. Ocho días después, gracias a ella, el Esposo de las bodas a las que se los convidaba, se les manifestó a ellos en el Hombre-Dios, objeto del doble precepto del amor en que se resume toda la ley. Hoy la enseñanza es completa. En el Oficio de la noche, en que San Gregorio nos expone todo su pensamiento, la Iglesia fija esa enseñanza: con la doble autoridad de un gran Doctor y de un gran Papa y también en nombre de la Iglesia, el Santo explica el Evangelio de esta manera:


COMENTARIO DE SAN GREGORIO

“El reino de los cielos es la asamblea de los justos. El Señor dice, en efecto, por un profeta: El cielo es mi trono; y a su vez dice Salomón: El alma del justo es el trono de la Sabiduría4, mientras San Pablo llama a Cristo; Sabiduría de Dios. Si, pues, el cielo es el trono de Dios, si la Sabiduría es Dios, si el alma del justo es trono de la Sabiduría, debemos concluir con evidencia en que el alma del justo es un cielo… El reino de los cielos es, por tanto, con razón, la asamblea de los justos… Si este reino se dice semejante a un rey que celebra las bodas de su hijo, vuestra caridad comprende al momento quién es este Rey, padre de un hijo Rey como El, a saber, aquel de quien se dice en el salmo: ¡Oh Dios, da al Rey tu juicio, y tu justicia al hijo del Rey! Dios Padre celebró las bodas de Dios, Hijo suyo, al unirle a la naturaleza humana, al querer que el que era Dios antes de los siglos, se hiciese hombre al fln de los siglos. Pero tenemos que evitar el peligro de dar a entender que pueda existir dualidad de personas en nuestro Dios y Salvador Jesucristo… Por eso puede ser más claro y a la vez más seguro decir que el Padre celebró las bodas del Rey su Hijo, uniéndole por el misterio de la Encarnación a la santa Iglesia. El seno de la Virgen Madre fué la cámara nupcial de este Esposo, de quien el salmista dice: Puso en el sol su tabernáculo: es el Esposo que sale de su cámara nupcial”.

No obstante su calidad de Esposa del Hijo de Dios, la Iglesia está sujeta en este mundo a las tribulaciones. Los enemigos del Esposo, al no poder atacar ahora directamente al Señor, dirigen su furia contra ella. En estas pruebas, soportadas por la Iglesia con amor, ve el Señor un nuevo rasgo de la conformidad que ha de tener con él en todo; la deja, pues, sufrir en este mundo, contentándose con ayudarla siempre y salvarla, como lo dice el Ofertorio, de los males que aumentan constantemente en su rededor.


OFERTORIO

Si caminare en medio de la tribulación, me vivificarás tú, Señor: y contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano y me salvará tu diestra.


En cuanto a la glorificación de la soberana Majestad, el augusto sacrificio que estamos preparando consigue siempre su efecto infinito; mas su virtud se aplica al hombre en medida mayor o menor, lo cual depende a la vez de las disposiciones de la criatura y de la misericordia divina. Roguemos, pues, en la Secreta a Dios todopoderoso se digne hacernos sentir copiosamente el efecto de los misterios divinos que se van a realizar.


SECRETA

Suplicárnoste, Señor, hagas que estos dones, que ofrecemos ante los ojos de tu Majestad, sean saludables para nosotros. Por Nuestro Señor Jesucristo.


El Hombre-Dios ha devuelto espiritualmente el vigor a nuestros miembros, mediante su divino contacto en el sagrado banquete; no olvidemos que debemos en adelante consagrarlos a su servicio, y que nuestros pies, fortalecidos ya, tienen que ejercitarse en correr por los caminos de los divinos mandamientos.


COMUNIÓN

Tú mandaste que se guarden tus mandamientos fielmente: ojalá se dirijan mis caminos a la guarda de tus preceptos.


La Poscomunión parece ser hoy todavía un recuerdo del Evangelio del paralítico, que se leía antiguamente en este Domingo. En ella se pide la asistencia del médico celestial, que arranque al hombre del mal en que gime impotente, y le conceda la fuerza necesaria para cumplir siempre y con valentía la ley de Dios.


POSCOMUNIÓN

Haz, Señor, que tu obra medicinal nos libre clemente de nuestras perversidades y nos apegue siempre a tus mandamientos. Por Nuestro Señor Jesucristo.

Boletín Dominical 16 de octubre


Día 16 de Octubre, Domingo XIX de Pentecostés.

Conm. Santa Eduvigis Viuda 

Doble. Orn. Verdes.

“Semejante es el reino de los Cielos…” Expone Jesucristo en la parábola de hoy el llamamiento general de los hombres a la fe y a entrar en la Iglesia que venía a fundar.

La invitación y llamado se dirigió primeramente a los judíos, pero estos rechazaron la invitación. Les detenía su espíritu carnal y materialista, su amor a las riquezas, a los deleites y goces del mundo. Y mientras unos se excusan o se niegan a asistir al banquete, al desposorio del Verbo de Dios con la humanidad, otros matan a los enviados o siervos como mataran anteriormente a los profetas.

En vista de la negación de los judíos, son invitados a ocupar su lugar los gentiles, los cuales acuden presurosos; pero no todos se presentan con el vestido nupcial, es decir, con las disposiciones requeridas de voluntad recta, corazón sano, alma buena, por lo que tienen que ser muchos rechazados. “Muchos son los llamados; pocos, en verdad, los elegidos.” ¿Por qué? Porque no quieren oír a Jesús, ni quieren seguirle, porque no se presentan con la vestidura de la gracia: “Porque los que habían sido invitados no fueron dignos.”







18 de Octubre

SAN LUCAS EVANGELISTA
San Lucas era hijo de padres gentiles y nacido en Antioquia, capital de Siria. De cultura nada común, era versado en letras griegas y la elocuencia, conocía el arte de la pintura, y el mismo Apóstol San Pablo nos dice que era médico. Convertido a la fe por este Apóstol, fue en adelante su amigo y compañero inseparable en todos sus viajes apostólicos. Escribió el tercer Evangelio, que algunos Santos Padres llaman Evangelio de San Pablo, y también el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el que nos narra los triunfos maravillosos de la fe. Su Evangelio, escrito alrededor del año 63, en un griego escogido y elegante, sigue un orden lógico y cronológico. Como no estuvo presente a los hechos de la vida de Jesucristo, “ha examinado cuidadosamente las cosas desde su origen” y consultado “a los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra”. Él visita a la Virgen Maria para saber de Ella y narrarnos el Misterio de la Anunciación, de la Encarnación, del Nacimiento y tantas otras cosas que solo él nos dice y solo Ella podía saber. Afirma San Jerónimo que San Lucas murió a la edad de 84 años y que fue virgen durante toda su vida.