sábado, 22 de octubre de 2022

Boletín Dominical 23 de octubre

 



Día 23 de Octubre, Domingo XX de Pentecostés.

Doble. Orn. Verdes. 

Breve es nuestra peregrinación por la tierra, breve el tiempo que se nos ha dado para negociar nuestra salvación y la riqueza de bienes para la gloria. Los hombres necios pierden este tiempo en sucios deleites; los prudentes, en cambio, se aplican con buenas obras y santas conversaciones a negociar muchos méritos (Epístola).

Jesús se compadece de la pena del pobre régulo, y aunque su fe era imperfecta, pues creía que el Salvador necesitaba ir al paraje donde estaba el enfermo para curarle, fue recompensada con el milagro, concediéndole la salud que le pide para su hijo. En medio de sus imperfecciones, de lo que nunca dudó el buen ministro fue de la bondad de Jesús. Esta fe en su dulcísima bondad fue la que le animó a pedirle que bajase para curar a su hijo.

Si la oración nuestra es perseverante y está llena de confianza y de fe viva y perfecta, ¿qué no podrá alcanzar del Señor? (Evangelio).


Epístola de la Misa del 24 de Octubre: San Rafael Arcángel

“Dijo el ángel Rafael a Tobías: bueno es guardar el secreto del rey, pero también es laudable publicar y celebrar las obras de Dios. Buena es la oración con el ayuno; y el dar limosna es mejor que guardar tesoros de oro, porque la limosna libra de la muerte y limpia la multitud de pecados, y hace hallar misericordia y vida eterna. Mas los que comenten pecado e iniquidad son enemigos de su propia alma. Por tanto, voy a manifestaros la verdad y descubrir lo que ha estado oculto. Cuando orabas con lágrimas, y enterrabas los muertos, y te levantabas de la mesa a media comida, y escondiendo de día los cadáveres en tu casa los enterrabas de noche, yo presentaba tu oración al Señor. Y porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probase. Y ahora el Señor me envió para curarte y librar del demonio a Sara, esposa de tu hijo. Porque so soy el ángel Rafael, uno de los siete que asistimos ante el Señor.”

(Tob. XII, 7-15).






                                                   
27 de Octubre: Dedicación de la Iglesia Metropolitana –
Proprio de Córdoba

Dios ha querido siempre que se levanten altares y se le consagren lugares donde el pueblo pueda reunirse a rendirle oficialmente el culto público que se le debe.

Nuestros templos, consagrados solemnemente al culto divino, son lugares santos, casa de Dios, consagrados a la oración y a la celebración de los divinos oficios. Nos han de merecer, pues, el mayor cariño y reverencia.

A ejemplo de Salomón, y por la dignidad de la casa de Dios, quiere la Iglesia que en nuestros templos, como en aquel de Jerusalén, resplandezca la riqueza, belleza, grandiosidad y arte, que en ninguna cosa están mejor empleadas que en honrar al Señor de todas ellas. El templo de Dios debiera ser, en cada ciudad, el más bello, más grandioso, más hermoso de todos los edificios públicos. Lo contrario arguye falta de fe y sobra de materialismo en las ciudades modernas, que mientras levantan grandiosos edificios y derrochan en ellos riqueza y arte para asiento de negocios, centros de placer y hasta de vicios, escatiman y retacen y niegan todo a la casa de Dios.

Ningún edificio público es de tanta dignidad y respeto como el sagrado templo, y ninguno es tan de verdad la casa de todos, la casa del pueblo


A.M.D.G.


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