Día 4 de Septiembre, Domingo XIII de
Pentecostés.
Doble- Orn. Verdes.
Nos dice San Pablo en la Epístola que nadie recibió la santidad y la justicia por la ley de Moisés, sino que los hombres se salvaban por los méritos previstos de Cristo en virtud de la promesa divina hecha, 430 años antes de darse la ley, a Abraham. La Ley era un freno contra el pecado, el cual, ella de suyo, no podía perdonar.
El Evangelio nos dice como Jesucristo curó diez leprosos, a los que ordenó presentarse a los sacerdotes, cumpliendo así lo que mandaba la ley. De todos ellos, sólo uno, y era samaritano, volvió a dar gracias a Jesucristo. Parece inconcebible semejante actitud y ese aferrarse a la materialidad de la legalidad que les mandaba ir a Jerusalén y presentarse a los sacerdotes.
¡Duro de corazón era el pueblo judío! Roguemos por su conversión con las palabras del Introito y Gradual, pues algún día ha de volver al redil.
Día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora.
Celebra hoy la Iglesia el nacimiento de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora y Madre. Su padre fue San Joaquín, de Nazaret, y su madre, Santa Ana de Belén. (Continúa)
“Ad Maiorem Dei Gloriam”
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