sábado, 3 de septiembre de 2022

Boletín Dominical 4 de septiembre



Día 4 de Septiembre, Domingo XIII de Pentecostés.

Doble-  Orn. Verdes.

Nos dice San Pablo en la Epístola que nadie recibió la santidad y la justicia por la ley de Moisés, sino que los hombres se salvaban por los méritos previstos de Cristo en virtud de la promesa divina hecha, 430 años antes de darse la ley, a Abraham. La Ley era un freno contra el pecado, el cual, ella de suyo, no podía perdonar.

El Evangelio nos dice como Jesucristo curó diez leprosos, a los que ordenó presentarse a los sacerdotes, cumpliendo así lo que mandaba la ley. De todos ellos, sólo uno, y era samaritano, volvió a dar gracias a Jesucristo. Parece inconcebible semejante actitud y ese aferrarse a la materialidad de la legalidad que les mandaba ir a Jerusalén y presentarse a los sacerdotes.

¡Duro de corazón era el pueblo judío! Roguemos por su conversión con las palabras del Introito y Gradual, pues algún día ha de volver al redil.


Día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora.

Celebra hoy la Iglesia el nacimiento de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora y Madre. Su padre fue San Joaquín, de Nazaret, y su madre, Santa Ana de Belén. (Continúa)




El día 12 se celebra el Dulcísimo Nombre de María. María, estrella del mar, María, estrella del amanecer, María estrella y derrotero de la humanidad, a la que inunda de gozo y de luz, luz que brilla dulce, clara y amable para volver los extraviados a la casa del Padre, para alegrar los corazones que gimen, para poner calor de caridad entre el odio y la indiferencia. “OH vosotros, dice San Bernardo, que flotáis sobre la corriente de este mundo, entre las tormentas y los vendavales, tened los ojos fijos en la Estrella si no queréis perecer entre las olas. Si te sientes asaltado por el huracán de la tentación, arrojado contra los escollos de las tribulaciones, mira a la  Estrella, invoca a María. Si tiemblas agitado por el oleaje del orgullo, de la ambición, de la envidia, de la concupiscencia, mira a la Estrella, invoca a María. Si te turba el horror del juicio, si te aterra la enormidad de tus crímenes, si te ves arrastrado por el abismo de la tristeza y la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las vacilaciones, piensa en María, invoca a María. Tenla perpetuamente en los labios, siempre en el corazón”.


“Ad Maiorem Dei Gloriam”


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