domingo, 28 de agosto de 2022

Sermón Domingo XII después de Pentecostés

Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Lección

Hermanos: Tenemos tal confianza para con Dios la tenemos por Cristo; no porque seamos capaces por nosotros mismos de pensar cosa alguna como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios. Él es quien nos ha hecho capaces de ser ministros de una nueva Alianza, no de letra, sino de espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu da vida. Pues si el ministerio de la muerte, grabado con letras en piedras, fue con tanta gloria, que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, la cual era perecedera, ¿cómo no ha de ser de mayor gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de la condenación fue gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia.

II Corintios III, 4-9


Evangelio

En aquel tiempo: Volviéndose Jesús hacia sus discípulos, dijo: “¡Felices los ojos que ven lo que vosotros veis! Os aseguro: muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”. Se levantó entonces un doctor de la Ley y, para enredarlo le dijo: “Maestro, ¿Qué he de hacer para lograr la herencia de la vida eterna?” Respondióle: “En la Ley, ¿Qué está escrito? ¿Cómo lees?” Y él replicó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”. Díjole (Jesús): “Has respondido justamente. Haz esto y vivirás”. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús repuso diciendo: “Un hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, vino a dar entre salteadores, los cuales, después de haberlo despojado y cubierto de heridas, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, un sacerdote iba bajando por ese camino; lo vio y pasó de largo. Un levita llegó asimismo delante de ese sitio; lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba, lo vio y se compadeció de él; y acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; luego poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo condujo a una posada y cuidó de el. Al día siguiente, sacando dos denarios los dio al posadero y le dijo: “Ten cuidado de él, todo lo que gastares de más, yo te lo reembolsaré a mi vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de los bandoleros?” Respondió: “El que se apiadó de él”. Y Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo”.

Lucas X, 23-37

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