SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
El ciclo dominical del tiempo después de Pentecostés completa hoy su primer septenario. Antes del traslado general que tuvieron que sufrir las lecturas evangélicas en esta parte del año, el Evangelio de la mutiplicación de los siete panes correspondía al séptimo Domingo, y el misterio que encierra, inspira en más de una ocasión aún a la liturgia de hoy día.
LA SABIDURÍA DIVINA
Ahora bien, este misterio es el de la consumación de los perfectos en la paz fecunda de la unión divina. Salomón, el Pacífico por excelencia, acaba de exaltar hoy a la Sabiduría divina y revelar sus caminos a los hijos de los hombres. Los años en que la Pascua alcanza su límite extremo en abril, el séptimo Domingo después de Pentecostés es, en efecto, el primero del mes de Agosto, y la Iglesia comienza en él, durante el Oficio de la noche, la lectura de los libros Sapienciales. De lo contrario, continúa la de los libros históricos, que puede proseguirse aún durante cinco semanas; pero aun entonces la Sabiduría eterna guarda sus derechos sobre este Domingo, que el número séptimo la consagraba ya de una manera tan especial. Porque, a falta de instrucciones inspiradas en el libro de los Proverbios, vemos a Salomón en persona predicar con su ejemplo en el libro tercero de los Reyes, y preferir la Sabiduría a todos los tesoros, y hacerla sentar con él, como su inspiradora y su más noble Esposa, en el trono de David, su padre.
David mismo—nos dice San Jerónimo, interpretando la Escritura de este día en nombre de la misma Iglesia— David, al fin de su vida guerrera y atormentada, conoció las dulzuras de esta incomparable Esposa de los pacíficos; y sus castas caricias, que no encienden el fuego de la concupiscencia, triunfaron en él divinamente sobre los hielos de la edad.
“Sea, pues, mía también —dice un poco más adelante el solitario de Belén—; repose en mi seno esta Sabiduría siempre pura. Sin envejecer nunca, siempre fecunda en su eterna virginidad, con los ardores de su llama se enciende en el cristiano el fervor del espíritu, pedido por el Apóstol; y por la disminución de.su imperio se enfriará la caridad de muchos, al fin de los tiempos.”
MISA
La Iglesia, dejando a la sinagoga en sus Ciudades condenadas a perecer, ha seguido a Jesús al desierto. Mientras los Judíos infieles asisten, sin darse cuenta, a esta trasmigración tan fatal para ellos, Cristo convoca a los pueblos y los conduce en líneas apretadas por las huellas de la Iglesia. De Oriente y de Occidente, del Norte y del Mediodía llegan los gentiles y toman lugar con Abraham, Isaac y Jacob en el banquete del reino de los cielos. Mezclemos nuestras voces en el Introito a sus cantos de alegría.
INTROITO
Gentes todas, aplaudid: cantad a Dios con voz de exultación. — Salmo: Porque el Señor es excelso, terrible: es el Rey grande sobre toda la tierra. -V. Gloria al Padre.
Nada impide a la Sabiduría llegar al fin de sus planes, El. pueblo judío reniega de su rey; pero la gentilidad se levanta a aclamar al Hijo de David. Como cantábamos en el Introito, su reino se extiende por toda la tierra. La Iglesia pide en la Colecta, que aleje los males y que venga la abundancia de los bienes que deben afirmar en la paz el poder del verdadero Salomón.
COLECTA
Oh Dios, cuya providencia no se engaña en sus disposiciones: suplicárnoste humildemente apartes todo lo dañoso, y nos concedas cuanto pueda aprovecharnos. Por nuestro Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Romanos. (VI, 19-23).
Hermanos: Lo digo humanamente, por la flaqueza de vuestra carne: que, así como pusisteis vuestros miembros al servicio de la inmundicia y de la iniquidad, para la iniquidad, así pongáis ahora vuestros miembros al servicio de la justicia, para la santificación. Porque, cuando erais siervos del pecado, estabais libres de la justicia. Y ¿qué fruto sacasteis entonces de aquellas cosas de que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es la muerte. Pero ahora, libertados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por fruto vuestro la santificación, y por fin la vida eterna. Porque el pago del pecado es la muerte. En cambio, la gracia de Dios es la vida eterna, en Jesucristo, nuestro Señor.
LA VERDADERA LIBERTAD
“La vida del bautizado, que le viene de su unión con Nuestro Señor Jesucristo por la fe, es la paz con Dios, la alegría y la libertad. Es dos veces libertad: por razón de lo que el bautismo destruye, y por razón de lo que edifica en nosotros. Para comprender esto, importa definir bien lo que es la libertad, y su contraria la servidumbre. Vivo en servidumbre cuando estoy sujeto bajo la dependencia de quien no debo; cuando el tirano ejerce en mis miembros exteriores violencia; cuando me asocia, a pesar mío, a sus obras malvadas, mientras una parte de mí, la más alta, protesta contra las bajezas que ejecuta su poder despótico. Entonces verdaderamente sí que es servidumbre.
“Pero cuando vivo bajo la dependencia de quien debo; cuando el poder que se ejerce sobre mí, obra íntimamente, se dirige a la inteligencia y a la voluntad; cuando me hace trabajar con él en obras nobles y dignas; cuando me asocia al trabajo de Dios mismo, y bajo su influencia interior, me hace colaborar en un programa de sana moralidad; cuando estoy persuadido que no sólo Dios, sino todo lo más elevado de mi alma aplaude la obra que juntos ejecutamos Dios y yo, llamadlo servidumbre si queréis, pero para mi es la suprema libertad, una liberación absoluta. Ser dócil a la inteligencia, es libertad; ser dócil a la inteligencia de Dios, es la más absoluta libertad que existe”.
La Iglesia en el Gradual continúa expresando el pensamiento dominante del séptimo Domingo; invita a sus hijos a que vengan a recibir de ella la ciencia del temor del Señor: porque el temor del Señor es el principio de la Sabiduría. El Verso llama de nuevo a las naciones, herederas de Jacob, a celebrar con alegría el don de Dios.
GRADUAL
Venid, hijos, oídme: os enseñaré el temor del Señor. V. Acercaos a El, y seréis iluminados: y vuestras caras no serán confundidas.
Aleluya, aleluya. V. Gentes todas, aplaudid: cantad a Dios con voz de exultación. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Mateo. (VII, 15-21).
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero interiormente son lobos rapaces: por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen de las espinas uvas, o de los abrojos higos? Así, todo: y todo árbol malo da malos frutos. No puede el árbol bueno dar malos frutos: ni el árbol malo puede dar buenos frutos. Todo árbol, que no dé buen fruto, será arrancado y arrojado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: sino el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése entrará en el reino de los cielos.
LOS DISCÍPULOS DE LA SABIDURÍA
“Los conoceréis por sus frutos”, dice el Evangelio; y la historia confirma la palabra del Señor. Bajo la piel de oveja con que quieren engañar a los sencillos, los apóstoles del error exhalaban siempre un hedor letal. Sus palabras habilidosas, sus lisonjas interesadas no pueden disimular el vacío de sus obras. No tengáis nada común con ellos. Los frutos podridos e impuros de las tinieblas y los árboles de otoño y dos veces muertos que los sostienen en sus ramas secas, tendrán el fuego por herencia. Si habéis sido también vosotros anteriormente tinieblas, ahora que habéis llegado a ser luz en el Señor por el bautismo, o por el retorno de una conversión sincera, mostraos como tales: producid los frutos de la luz, en toda bondad, justicia y verdad. Sólo con esta condición podéis esperar el reino de los cielos y llamaros ya en este mundo los discípulos de esa Sabiduría del Padre que reclama para sí hoy nuestro amor.
En efecto, dice el Apóstol Santiago, como comentando el Evangelio de hoy, “¿acaso la higuera puede dar uvas, o la vid producir higos? ¿acaso la fuente pueda dar agua amarga y dulce a la vez? y ahora, ¿quién de nosotros pretende pasar por sabio? Pruébelo que lo es, mostrando en todas sus obras y en toda su vida la dulzura de la Sabiduría. Porque hay una sabiduría amarga y engañosa, que no es de lo alto, sino terrena e infernal. La Sabiduría que viene de arriba, es primeramente casta y pura y además amiga de la paz, modesta, sin apegarse a su parecer, siempre concorde con los buenos, llena de misericordia y de frutos de buenas obras, que no juzga a los demás, ni tiene segundas intenciones. Los frutos de la justicia que produce, se siembran en la paz, en el seno de los pacíficos'”.
La Antífona del Ofertorio está escogida, según Honorio d’Autun, para recordarnos el sacrificio de mil víctimas ofrecido en Gabaón por Salomón, los primeros días de su reinado; después de este sacrificio, habiendo de pedir al Señor lo que deseaba, anheló y obtuvo la Sabiduría, con las riquezas y la gloria que no había buscado. Ahora, de nosotros depende que el Sacrificio que se prepara, sea igual y aún más acepto todavía. Porque la Sabiduría encarnada es quien aquí se ofrece en persona al Dios Altísimo, deseando merecernos todos los dones del Padre y dársenos ella misma.
OFERTORIO
Como los holocaustos de carneros y toros, y como los miles de gordos corderos, así aparezca hoy en tu presencia nuestro sacrificio, para que te agrade: porque no hay confusión para los que esperan en ti, Señor.
Un nuevo rasgo, que confirma lo que hemos dicho del carácter misterioso de este Domingo séptimo consagrado especialísimamente a la Sabiduría eterna: el Verso de la Escritura que antes acompañaba a la Antífona del Ofertorio, es el mismo con que comienza, en el Pontifical romano, la función espléndida de la Consagración de las Vírgenes: Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu faz; no nos rechaces; sino más bien muestra en nosotras tu dulzura, según la multitud de tus misericordias Al cantar estas palabras, a la llamada del Pontífice, las elegidas del Señor avanzan hacia el altar en que se va a consumar su alianza.
La Secreta recuerda a Dios, cómo la múltiple variedad de víctimas legales, recordadas en el Ofertorio, han encontrado su unidad en la oblación del Gran Sacrificio.
SECRETA
Oh Dios, que pusiste fin a la diferencia de las hostias legales con la perfección de un solo sacrificio: acepta el sacrificio ofrecido por tus devotos siervos, y santifícalo con la misma bendición con que santificaste los presentes de Abel: para que, lo que te ha ofrecido cada cual en honor de tu majestad, aproveche a todos para su salud. Por nuestro Señor.
La Antífona de la Comunión, según Honorio d’Autun, que no hay que separar del Salmo XXX de donde está tomada, expresa la oración del hijo de David, por la que pidió a Dios la Sabiduría y la obtuvo inmediatamente. Si alguno de vosotros— dice el Apóstol Santiago—desea la Sabiduría, pídala a Dios, que da a todos sin cuento y no desdeña a nadie; y le será dada.
COMUNIÓN
Inclina tu oído; apresúrate a librarme.
La primera falta vició al hombre de tal modo, tan alejado se halla de la unión divina al entrar en esta vida, que no puede por sí mismo ni lavar sus manchas, ni encaminarse por la senda que lleva a Dios. Es necesario que el Señor, como un médico generoso y paciente, tome a su cargo todos los gastos de su curación, y, aun después de levantado, le sostenga y le conduzca. Digamos con la Iglesia en la Poscomunión:
POSCOMUNIÓN
Haz, Señor, que tu medicinal operación nos libre clemente de nuestras perversidades, y nos lleve a las cosas rectas. Por nuestro Señor.
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