sábado, 23 de julio de 2022

Boletín Dominical 24 de julio



Día 24 de julio, Fiesta de San Francisco Solano

Doble de II clase. Orn. Blancos. Conm. Domingo X de Pentecostés y

Santa Cristina, Virgen y Mártir.

San Francisco Solano nació en España en 1549, en Montilla, provincia de Córdoba. En su misma ciudad natal profesó en la Orden de San Francisco de Asís y ejerció sus primeros años de predicación y su eximia caridad en Andalucía. En 1589 pasó al Nuevo Mundo, y Panamá recoge las primicias de su apostolado admirable y  heroico, que le valió el titulo de “Apóstol de la América Meridional”. Durante 14 años recorre predicando y misionando las regiones de Tucumán (Argentina), las riberas del Río de la Plata y del Uruguay, y luego otros siete años en Perú y Chile, sufriendo todas las inclemencias imaginables, agregando a esto ayunos y rígidas penitencias, y catequizando , misionando, civilizando y fundando templos, pueblos y municipios. Con su mansedumbre y sus estupendos milagros, con su violín y su caridad domina ejércitos de rudos salvajes y los gana para Cristo. Las bestias y los elementos obedecen a su palabra y respetan sus órdenes. Alrededor de 1600 pasa de nuevo los Andes y entra  en el Perú con su hatillo de libros y su inseparable violín. Aún durante unos años sigue su apostolado entre los indios y los conquistadores españoles. En Lima concluye su carrera luminosa este apóstol, muriendo el 24 de Julio de 1606. Benedicto XIII lo canonizó en el año 1726.




Domingo VII de Pentecostés
Vigilancia constante nos recomienda Jesús con estas palabras: Attendite, tened cuidado, no os dejéis engañar, vigilad. ¿De qué? De los falsos profetas, de los falsos amigos, de los enemigos de nuestra fe, de los enemigos de nuestra felicidad, de los enemigos de nuestro honor y de nuestra integridad de cristianos y caballeros. ¿Cómo los conoceremos? Ya lo dice Jesús. Se visten de ovejas, es decir, se presentan como amigos, se revisten de cierto aire de honradez, de honorabilidad, de ciencia; pero sus frutos los conoceréis, que no puede el árbol malo dar frutos buenos.

No nos fiemos, por lo tanto, de apariencia de santidad. El que ama a Dios, guarda todos sus mandamientos; el que es buen cristiano, ama y obedece a la Iglesia de Dios, y su moral no es la del mundo, sino la de Cristo; no mira qué es lo que se usa, sino lo que debe usarse.






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