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DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
(Antiguo Domingo Infraoctava de Corpus Christi)
Año Litúrgico
Dom Prospero Gueranger
LA EUCARISTIA SACRIFICIO PERFECTO
NOCIÓN DEL SACRIFICIO. — La Eucaristía tiene por objeto principal la aplicación incesante del Sacrificio del Calvario; es, pues, necesario considerar este sacrificio del Hombre-Dios en si mismo, a fin de admirar mejor la maravillosa continuación que se hace en la Iglesia. Conviene para esto precisar primeramente la noción general de Sacrificio.
Dios tiene derecho al homenaje de su criatura. Si los reyes y señores de la tierra tienen derecho a exigir de sus vasallos el reconocimiento solemne de su soberanía, el dominio supremo del primer Ser, causa primera y fin último de todas las cosas, lo impone con más justo título a los seres llamados de la nada por su omnipotente bondad. Y, del mismo modo que por el censo que le acompañaba, el homenaje de siervos y vasallos llevaba, con la confesión de su sujeción, la declaración efectiva de bienes y derechos que reconocían tener de su Señor; del mismo modo, el acto por el que la criatura se humilla ante su criador, deberá manifestar suficientemente, por sí mismo, que le reconoce como Señor de todas las cosas y autor de la vida.
Mas puede suceder que la criatura, por su propia acción, tenga dada contra ella, a la justicia de Dios, derechos de otro modo temibles que los de su omnipotencia y bondad. La misericordia divina puede entonces, es cierto, suspender o conmutar la ejecución de las venganzas del supremo Señor; pero el homenaje del ser creado, hecho pecador, no será ya completo sino con la condición de expresar en adelante, con su dependencia de criatura, la confesión de su falta y de la justicia del castigo incurrido por la transgresión de los preceptos divinos; la oblación suplicante del esclavo rebelado deberá mostrar, por su naturaleza, que Dios no es solamente el autor de la vida sino el Arbitro de la muerte.
Esta es la verdadera noción del Sacrificio, así llamado porque separa de la multitud de seres de igual naturaleza y hace sagrada la ofrenda por la que se expresa: oblación interior y puramente espiritual en los espíritus libres de lo material; oblación espiritual y sensible a la vez para el hombre, que, compuesto de alma y cuerpo, debe homenaje a Dios por uno y otro. El sacrificio no puede ofrecerse más que a Dios solo; y la religión, que tiene por objeto el culto debido al Señor, no encuentra más que en él su expresión última.
UNIDAD DE LA CREACIÓN EN DIOS. — Por el sacrificio Dios alcanza el fin que se propuso en la creación: su propia gloria1. Mas para que se elevase del mundo hacia su Creador un homenaje que representase la medida de sus dones, hacía falta un jefe que representase al mundo entero en su persona, y que, disponiendo de él como de bien propio, le ofreciese al Señor en toda su plenitud consigo mismo. Pero Dios dispone las cosas de modo más admirable aún: dándole por jefe a su Hijo revestido de nuestra naturaleza, hace que el homenaje de esta naturaleza inferior, revistiendo la dignidad de la persona, el honor rendido sea verdaderamente digno de la Majestad suprema.
¡Maravillosa coronación de la obra creadora! La gloria inmensa que rinde al Padre el Verbo encarnado, ha unido a Dios y a la criatura, tan distantes uno de otro; y rebosa sobre el mundo en abundante gracia que acaba por llenar el abismo. El Sacrificio del Hijo del Hombre llega a ser la base y razón del orden sobrenatural, en el cielo y en la tierra. Como objeto primero y principal del decreto de la creación, salieron de la. nada para Cristo, a la voz del Padre, los diversos grados del ser espiritual y material, llamados a formar su palacio y corte: así también en el orden de la gracia, él es verdaderamente el hombre, el Predilecto. El espíritu de amor se esparcirá de este único predilecto, de la Cabeza, sobre todos sus miembros, comunicando sin medida la verdadera vida y el ser sobrenatural a aquellos que Cristo llama a participar de su divina sustancia en el banquete del amor. Porque a continuación de la Cabeza vendrán los miembros, uniendo al suyo su homenaje; y este homenaje, que de por sí hubiera permanecido por debajo de la Majestad infinita, recibirá, por su incorporación al Verbo encarnado en el acto de su Sacrificio, la dignidad de Cristo mismo.
Asimismo, y no nos cansaremos de repetirlo contra el individualismo estrecho que tiende a dar a las prácticas de devoción privada la preponderancia sobre la solemnidad de los grandes actos litúrgicos, que forman la esencia de la religión: mediante el Sacrificio la creación entera se consuma en la unidad; y la verdadera vida social se funda en Dios por el Sacrificio. Sean uno en nosotros como nosotros mismos tal es la última intención del Creador, revelada al mundo por el Angel del gran Consejo, venido a la tierra para realizar este programa divino. Ahora bien, la religión es la que reúne ante Dios los distintos elementos del cuerpo social; y el Sacrificio, que es el acto fundamental de ella, es a la vez medio y fin de esta grandiosa unificación en Cristo, cuya terminación indicará la consumación del reino eterno del Padre, que por él habrá llegado a ser todo en todos.