Día 18 de Junio, Domingo II después de Pentecostés
(El antiguo domingo infraoctava de Corpus Christi)
Conm. Santa Juliana de Falconieri, Virgen. Doble.
El Evangelio de hoy nos habla de la gran cena o del gran banquete que hizo un hombre rico y poderoso y al cual invitó a numerosos comensales. Hermosa y significativa es la parábola de hoy la cual es imagen o figura del banquete eucarístico al cual invita Dios a todos los fieles. Y sin embargo, como en la parábola, muchos s e excusan de asistir, presos en las redes de las preocupaciones mundanas y terrenas, que no les deja pensar en los intereses del alma. Languidece ésta por dar demasiadas satisfacciones al cuerpo, y no asisten al banquete al que Dios les invita para enriquecerlos con su gracia. Dejan a Dios por seguir tras sus concupiscencias.
Acerquémonos, pues, a éste divino convite lo más devota y frecuentemente que nos sea posible, y no busquemos excusas para apartarnos de él.
Porque la Eucaristía es, con toda verdad, una gran cena, un banquete esplendido, un convite divino. ¿Cuáles son los manjares y vinos que en este convite se sirven? Acaba de inmolarse en el Santo Sacrificio de la Misa el Cordero de Dios, acaba de ser místicamente derramada su sangre inmaculada; y allí están sobre la mesa sagrada las carnes del Cordero de Dios bajo la figura de de pan, la sangre de la Victima bajo la especie de vino: pan y vino puestos a disposición del pueblo fiel que quiera nutrirse con la carne del Cordero Divino, y regenerarse con su Sangre generosa. Pan verdadero, pan del Cielo, pan de vida, pan de Dios. Sin embargo, ¡cuántos hay que se retraen de éste convite y menosprecian este Pan! Como los invitados de la parábola: que, por pereza, por atender negocios o placeres, dejan la invitación.
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