domingo, 29 de mayo de 2022

Sermón Domingo después de la Ascensión



Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección
Carísimos: El fin de todas las cosas está cerca; sed, pues, prudentes y sobrios para poder dedicaros a la oración. Ante todo, conservad asidua la mutua caridad, porque la caridad cubre multitud de pecados. Ejerced la hospitalidad entre vosotros sin murmurar. Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido, como buenos dispensadores de la gracia multiforme de Dios. Si alguno habla, sea conforme a las palabras de Dios; si alguno ejerce un ministerio, sea por la virtud que Dios le dispensa, a fin de que el glorificado en todo sea Dios por Jesucristo, a quien es la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 
I Pedro IV, 7-11



Evangelio
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os excluirán de las sinagogas; y aun vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. Y os harán esto, porque no han conocido al Padre, ni a Mí. Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros. 
Juan XV, 26-27; XVI 1-4

sábado, 28 de mayo de 2022

Dom Gueranger: Domingo de la Octava de la Ascensión




DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSION

GLORIFICACION DE LA HUMANIDAD DE CRISTO


Año Litúrgico

Dom Prospero Gueranger


Jesús subió al cielo. Su divinidad nunca estuvo ausente de él, mas hoy su humanidad es entronizada y coronada allí con brillante diadema; he ahí un nuevo aspecto del misterio de la Ascensión. El triunfo no bastaba a esta santa humanidad; el descanso le estaba preparado sobre el trono mismo del Verbo eterno al que está unida por una misma personalidad y allí debe recibir las adoraciones de toda criatura. Ante el nombre de Jesús, Hijo del hombre e Hijo de Dios, de Jesús sentado a la derecha del Padre Todopoderoso, "toda rodilla debe doblarse en el cielo, la tierra y los infiernos" (Phil., II, 10).

¡Habitantes de la tierra!, allí está aquella naturaleza humana que se apareció antes en la humildad de los pañales, que recorrió Judea y Galilea, no teniendo donde reclinar su cabeza, que fué encadenada por manos sacrílegas, flagelada, coronada de espinas y clavada en una Cruz; pero mientras los hombres ignorantes la pisoteaban como un gusano de la tierra, ella aceptaba el cáliz de dolores con entera sumisión y se unía a la voluntad del Padre; aceptaba, transformada en víctima, desagraviar a la gloria divina dando toda su sangre como rescate de los pecadores. Esta naturaleza humana, nacida de Adán por María Inmaculada, es la obra maestra del poder de Dios. Jesús "el más hermoso de los hijos de los hombres" (Ps., XLIII, 3) es objeto de admiración para los ángeles; en él descansan las complacencias de la Santísima Trinidad; los dones de gracia depositados en él sobrepasan a los que han sido concedidos a los hombres y a todos los espíritus celestes juntos; pero Dios le había destinado al camino del dolor, y Jesús que hubiera podido rescatar al hombre con menor costa suya, se entregó voluntariamente a un mar de humillaciones y dolores con el fin de satisfacer con creces la deuda de sus hermanos. ¿Cuál será la recompensa? El Apóstol nos lo dice: "Hízose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz; por lo cual Dios le exaltó y le dió un nombre que está por encima de todo nombre" (Phil., II).

¡Oh vosotros que tomáis parte en este mundo en los dolores con que nos rescató, que gustáis seguirle en las estaciones de su peregrinación hasta el Calvario, levantad hoy la cabeza y mirad a lo alto de los cielos! "Porque sufrió la muerte, hele aquí coronado de gloria y honor" (Hebr., II, 9)Cuanto más se humilló al igual de un esclavo, Él que podía en su otra naturaleza llamarse sin injusticia igual a Dios" (Phil., VI, 7), mas el Padre se complace en elevarle en gloria y poder. La corona de espinas que llevó en la tierra es reemplazada por la diadema de honor (Ps., XX, 4). La cruz que dejó imponer sobre sus hombros es en adelante el signo de su principado (Isaías, IX, 6). Las llagas, que los clavos y la lanza estamparon en su cuerpo, resplandecen como soles. ¡Sea, pues, dada gloria a la justicia del Padre hacia Jesús su Hijo! pero regocijémonos también de ver en este día "el Hombre de dolores" (Ibid., LIII, 3)- transformado en Rey de la gloria y repitamos con entusiasmo el Hosanna que la corte celestial hace resonar a su llegada.


JUEZ UNIVERSAL

Con todo eso no creamos que el Hijo del hombre sentado sobre el trono de la divinidad queda inactivo en su descanso glorioso. El Padre le ha dotado de una soberanía pero soberanía activa. Le ha nombrado "juez de vivos y de muertos (Act., X, 42) y todos nosotros debemos comparecer ante su tribunal" (Rom., XIV, 10). Apenas nuestra alma deje su cuerpo será transportada al pie de este tribunal donde se ha sentado hoy el Hijo del Hombre y oirá salir de su boca la sentencia merecida. ¡Oh Salvador coronado en este día! sénos misericordioso en esta hora decisiva para nuestra eternidad. 

Mas la judicatura ejercida por el Señor no se limitará al ejercicio callado de este soberano poder. Los ángeles nos lo han dicho hoy: debe presentarse de nuevo en la tierra, volver a descender a través de los aires, como ha subido, y entonces tendrán lugar los solemnes juicios, donde todo el género humano comparecerá. Sentado en las nubes del cielo, rodeado de milicias angélicas, el Hijo del hombre aparecerá en la tierra con toda majestad. Los hombres verán "aquél que taladraron" (Zac., XII, 10) y las huellas de sus heridas, que aumentarán su hermosura, serán para unos objeto de terror y para otros de inefables consuelos. Como pastor, separará sus ovejas de los cabritos y su voz soberana, que la tierra no escuchó desde hacía tantos siglos, resonará para mandar a los pecadores impenitentes descender a los infiernos e invitar a los justos a ocupar, en cuerpo y alma, la mansión de las delicias eternas.


REY DE LAS NACIONES

En espera de este desenlace final de los destinos de la raza humana, Jesús recibe también del Padre, en este día, la investidura visible del poder real sobre las naciones de la tierra. Habiéndonos rescatado con el precio de su sangre, le pertenecemos; sea, pues, en adelante nuestro Señor. Es, en efecto, y se llama Rey de reyes y Señor de señores (Apoc., XIX, 16). Los reyes de la tierra no reinan legítimamente sino por El y no por la fuerza o en virtud de un pretendido pacto social cuya sanción no pasa de aquí abajo. Los pueblos no se pertenecen a sí mismos, dependen de El. Su ley no se discute; debe estar por encima de todas las. leyes humanas como su regla y señora: "Las naciones temblarán bajo su cetro, dice el Rey-profeta; los pueblos, para salir de su dominio, forjarán vanos proyectos; los príncipes de la tierra se concertarán contra El; dirán: rompamos su yugo y arrojémosle lejos de nosotros"(Ps., II, 1, 3). ¡Inútiles esfuerzos!, porque, dice el Apóstol, "es necesario que reine, hasta que tenga puestos todos sus enemigos bajo sus pies"(I Cor., XV, 25) hasta que aparezca por segunda vez para derribar el poder de Satanás y el orgullo dé los hombres. 

Boletín Dominical 29 de mayo



Día 29 de Mayo, Domingo infraoctava de la Ascensión.

Doble. Conm. Santa María Magdalena de Pazzis, Virgen.

Orn. Blancos. 

En la última cena prometió Jesús que enviaría al Espíritu Santo Consolador, el cual al dar testimonio de Jesús los fortalecería en la fe y les enseñaría toda verdad; después de ello se dispersarían los Apóstoles y como testigos de vista anunciarán al mundo el Evangelio aún arrostrando todos los peligros.

“Dará testimonio de Mi”, la misión del Espíritu Santo en la Iglesia  fue y es la de dar testimonio de N.S.J.C. 

El Espíritu Santo es Luz, en la Secuencia de Pentecostés se le invoca como Luz de los corazones. “Veni lumen cordium”, y sus oficio como luz son: apartarnos del error, pues, si luz y tinieblas son incompatibles, el primer oficio del Espíritu Santo será apartar al hombre del error; guiarnos a la verdad, que es concretamente hacernos conocer a Jesucristo: “Per Te noscamus atque Filium”.

El alma, por lo tanto, debe invocar al Espíritu Santo cuantas veces va a ponerse en contacto con Nuestro Señor por la oración o lectura espiritual, o cuantas veces vaya a escuchar la palabra de Dios. Particularmente también le invocaran las personas  que se dediquen a trabajos intelectuales, hombres de gobierno, padres de familia, y, en fin, todos los cristianos al comenzar cada día, y al principiar las obras, para que así se vean libres de error y sean dirigidas al último fin del hombre, que es ganar su alma para el Cielo.




31 de Mayo, Fiesta de María Reina.

El 11 de Octubre de 1954 el Papa Pio XII, próximo a cerrar el Año Mariano, centenario de la Inmaculada Concepción, ha instituido esta fiesta litúrgica. El fundamento teológico de la realeza de Maria finca en su Maternidad Divina, como fundamento radical y remoto, y en su consorcio con Jesucristo en la redención del género humano como fundamento próximo. Toda la Iglesia, desde los primeros tiempos, con su liturgia, con sus doctores, sus santos, sus artistas, y todo el pueblo cristiano hasta nuestros días, han aclamado como Reina a la Bienaventurada Virgen María.






lunes, 23 de mayo de 2022

Dom Gueranger: Día de Rogativas

   




DÍA DE ROGATIVAS


Año Litúrgico

Dom Prospero Gueranger



Las Rogativas y el Tiempo Pascual

Hoy da comienzo un triduo dedicado a la penitencia. Este acontecimiento inesperado parece a primera vista una especie de anomalía en el tiempo pascual; y, sin embargo, cuando se reflexiona sobre su sentido se comprende que esta institución tiene una relación íntima con los días en que nos encontramos. Es cierto que el Salvador decía antes de su Pasión que "durante la estancia del Esposo entre nosotros, no es tiempo de ayunar" ¿pero estas últimas horas que preceden a su partida para el cielo no tiene algo de melancólico? ¿Y no nos sentimos naturalmente llevados ayer a pensar en la tristeza resignada y contenida que oprime el corazón de la divina Madre, y el de los discípulos, en vísperas de perder a aquel cuya presencia era para ellos anticipo de goces celestiales?


Origen de la Rogativas

Ahora debemos referir cómo y con qué ocasión el Ciclo litúrgico fué completado, en este tiempo, por la introducción de estos tres días durante los cuales la Santa Iglesia, tan radiante como estaba por los esplendores de la Resurrección, parece querer volver de repente al duelo cuaresmal. El Espíritu Santo que la dirige en todos los acontecimientos ha querido que una humilde Iglesia de las Galias, poco después de la mitad del siglo v, diese comienzo a este rito, que se extiende rápidamente a toda la catolicidad, donde fué recibido como un complemento de la liturgia pascual.

La Iglesia de Vienne, una de las más ilustres y más antiguas de la Galia meridional, tenía por Obispo, hacia el año 470, a San Mamerto. Múltiples calamidades habían desolado esta provincia recientemente conquistada por los Borgoñones. Terremotos, incendios, fenómenos formidables agitaban las ciudades cual signos de la cólera divina. El santo Obispo, deseando elevar la moral de su pueblo, impulsándole a dirigirse a Dios cuya justicia debía ser aplacada, prescribió tres días de expiación, durante los cuales los fieles se entregarían a las obras de penitencia, e irían en procesión cantando salmos. Fueron escogidos para el cumplimiento de esta piadosa resolución los tres días que preceden a la Ascensión. Sin ninguna duda, el Santo Obispo de Vienne echaba de este modo los fundamentos de una institución que la Iglesia entera iba a adoptar. Con todo, es necesario admitir que Mamerto no fué el creador de esta solemnidad, él no hizo más que precisar el modo litúrgico y fijar la fecha. En efecto, sabemos que en Milán estas procesiones tenían lugar, no los tres días que preceden a la Ascensión, sino la semana siguiente, y en España, el Concilio de Gerona, celebrado en 517, ordena procesiones los Jueves, viernes y sábados después de Pentecostés. Además, Sidonio Apolinar, contemporáneo de San Mamerto, dice que estas procesiones existían antes de San Mamerto, pero que este realzó su solemnidad. (Rev. Sén., t. XXXIV, p. 17.)

Como era justo las Galias comenzaron. San Alcimo Avito, que sucedió casi inmediatamente a San Mamerto en la silla de Vienne atestigua que la práctica de las Rogativas estaba ya consolidada en esta Iglesia. San Cesáreo de Arlés, en los comienzos del siglo vi, habla de ellas como de una costumbre ya muy extendida, designando al menos por estas palabras todo el territorio de las Galias que se encontraba entonces bajo el yugo de los Visigodos 3. Se ve claramente que toda la Galia no tardó en adoptarla, si se leen los cánones promulgados a este objeto en el primer Concilio de Orleáns celebrado en 511, y reunido de todas las provincias que reconocían la autoridad de Clodoveo. Los reglamentos del concilio referentes a las Rogativas dan una alta idea de la importancia que ya entonces se daba a esta práctica. No solamente se prescribe la abstinencia de carne durante los tres días, sino que el ayuno es de precepto. Ordena también se dispense del trabajo a los criados, para que puedan tomar parte en las largas funciones de estos tres días. En 567, él Concilio de Tours sancionaba del mismo modo, la obligación de ayunar en las Rogativas y én cuanto a la obligación de guardar fiesta durante estos tres días la encontramos también reconocida en las Capitulares de Carlomagno y de Carlos el Calvo.


La Procesión de las Rogativas

El principal rito de las Iglesias de las Galias durante estos tres días consistía desde sus orígenes en estas marchas solemnes acompañadas de cánticos suplicatorios y que se han llamado procesiones por que se hacen de un lugar a otro. San Cesáreo de Arlés nos enseña que aquellas que tenían lugar en las Rogativas duraban seis horas completas; de suerte que el clero, al sentirse fatigado por lo prolongado de los cantos, las mujeres cantaban a coro a su vez, para dejar a los ministros de la Iglesia tiempo de respirar \ Este detalle, tomado de las costumbres de las Galias en esta época primitiva, puede hacernos comprender la indiscreción de aquellos que en nuestros tiempos modernos, han propuesto la abolición de ciertas procesiones que ocupaban una parte notable del día, y esto, fundados en la idea de que esta prolongación debía ser considerada en sí misma como un abuso.

domingo, 22 de mayo de 2022

Sermón Domingo Quinto después de Pascua

Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección

Pero haceos ejecutores de la palabra, y no oidores solamente, engañándoos a vosotros mismos. Pues si uno oye la palabra y no la practica, ese tal es semejante a un hombre que mira en un espejo los rasgos de su rostro: se mira, y se aleja (del espejo), y al instante se olvida de cómo era. Mas el que persevera en mirar atentamente la ley perfecta, la de la libertad, no como oyente olvidadizo, sino practicándola efectivamente, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree piadoso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, vana es su piedad. La piedad pura e inmaculada ante el Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y preservarse de la contaminación del mundo.

Santiago I, 22-27


Evangelio

En aquel día no me preguntaréis más sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, Él os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado”. “Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré más en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre os ama Él mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre”. Dijéronle los discípulos: “He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie te interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios”.

Juan XVI, 23-30

sábado, 21 de mayo de 2022

Dom Gueranger: Quinto Domingo después de Pascua



QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA

Año Litúrgico

Dom Prospero Gueranger


El quinto domingo después de Pascua, es llamado en la Iglesia griega, el domingo del Ciego de nacimiento, porque en él se lee el relato del Evangelio en que se refiere la curación de este ciego. Se llama también el domingo del Episozomeno, que es uno de los nombres con el que los griegos designan el misterio de la Ascensión, cuya solemnidad, entre ellos como entre nosotros, interrumpe el curso de esta semana litúrgica.


MISA

Isaías presenta la materia del Introito. Su voz convida a todas las naciones de la tierra a celebrar la victoria que Cristo resucitado ha traído y cuyo precio ha sido nuestra liberación.


INTROITO

Anunciadlo con voz jocunda, y sea oído, aleluya: anunciadlo hasta el fin de la tierra: el Señor ha libertado a su pueblo, aleluya, aleluya. — Salmo: Canta jubilosa a Dios, tierra toda, decid un salmo a su nombre: glorificad su alabanza. V. Gloria al Padre.


En la Colecta la Santa Iglesia nos enseña que nuestros pensamientos y nuestras acciones, para ser meritorias para la vida eterna, necesitan de la gracia que inspire las unas y ayude nuestra voluntad para cumplir las otras.


COLECTA

Oh Dios, de quien proceden todos los bienes: danos, a los que te suplicamos, la gracia de que, con tu inspiración, pensemos lo que es recto, y de que, con tu dirección, lo hagamos. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. Santiago.


Carísimos: Sed obradores de la palabra, y no sólo oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque, si alguien es oidor de la palabra, y no obrador, este tal será comparado a un hombre que contempla en un espejo su rostro natural: se mira, y se va, y al punto se olvida de cómo es. Mas, el que contemplare la ley perfecta de la libertad, y perseverare en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de obra, este tal será bienaventurado en su acción. Y, si alguien cree que es religioso, no refrenando su lengua, sino engañando a su corazón, la religión de ese tal es vana. La religión pura e inmaculada ante Dios y el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos, y a las viudas, en su tribulación, y conservarse inmaculado de este mundo.


LAS OBLIGACIONES DE NUESTRA VIDA NUEVA

El Santo Apóstol, cuyos consejos acabamos de escuchar, había recibido las enseñanzas del Salvador resucitado; no debemos, pues, admirarnos del tono autoritario con que nos habla. También Jesús se había dignado concederle una de sus manifestaciones particulares: esto nos demuestra el afecto con que distinguía a este apóstol, al que le unían los lazos de la sangre por su madre, llamada también María. Hemos visto a esta santa mujer dirigirse al sepulcro, con Salomé su hermana, en compañía de Magdalena. Santiago el Menor es verdaderamente el Apóstol del Tiempo Pascual, en que todo nos habla de la vida nueva que debemos llevar con Cristo resucitado. Es el Apóstol de las obras y quien nos ha trasmitido esta máxima fundamental del cristianísimo, que si la fe es necesaria ante todo para el ¡cristiano, esta virtud, sin las obras, es una fe muerta que no puede salvarle,

Insiste hoy sobre” la obligación que tenemos de cultivar en nosotros mismos la atención a las verdades que primeramente hemos comprendido y de mantenernos en guardia contra este olvido culpable que causa tantos estragos en las almas inconsideradas. Entre estos en quienes se ha realizado el misterio de la Pascua, algunos no perseverarán en él; y les sucederá esta desdicha porque se entregaron al mundo, en lugar de usar del mundo como si no usasen. Recordemos siempre que debemos caminar en una vida nueva, a imitación de aquella de Jesús resucitado que no puede ya morir.

Los dos versículos del Aleluya celebran el esplendor de su resurrección; pero en ellos ya se anuncia su Ascensión próxima. Salido del Padre eternamente, bajado en el tiempo hasta nuestra terrestre morada, nos advierte que dentro de pocos días va a remontarse a su Padre.


ANTÍFONA

Aleluya, aleluya. V. Resucitó Cristo, y nos iluminó a los que redimió con su sangre. Aleluya. V. Salí del Padre, y vine al mundo: otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Aleluya.




EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Juan.


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo: Si pidiereis algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no le habéis pedido nada: Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea pleno. Os he dicho estas cosas en proverbios. Ya llega la hora en que no os hablaré en proverbios, sino que os hablaré claramente del Padre. En aquel día pediréis en nombre mío: y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros: porque el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí del Padre. Salí del Padre, y vine al mundo: otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Dijéronle sus discípulos: He aquí que ahora hablas claramente, y no dices ningún proverbio. Ahora sabemos que lo sabes todo, y no es preciso que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios.


EL ADIÓS DE CRISTO

Cuando el Salvador, en la última Cena, anunció de este modo a sus apóstoles su próxima partida, estos estaban aún lejos de comprender lo que significaba. Con todo; ya creían “que había salido de Dios”. Pero esta creencia era vacilante, ya que no debía tener una realización inmediata. En los días en que nos encontramos, rodeando a su Maestro resucitado, iluminados por sus palabras, lo llegan a comprender mejor. Ha llegado el momento “en que no les habla ya en parábolas”; hemos visto qué enseñanzas les da, cómo, les prepara para ser los doctores del mundo. Ahora pueden decirle: “Oh Maestro, verdaderamente has salido de Dios.” Pero por esto mismo comprenden ya la pérdida de que son amenazados; tiene la idea del vacío inmenso que su ausencia les hará sentir.

Jesús comienza a recoger el fruto que su divina bondad sembró en ellos y que esperó con una paciencia tan inefable. Si en el Cenáculo el Jueves Santo les felicitaba ya por su fe; ahora que le han visto resucitado, que le han oído, merecen sus elogios pero de un modo muy distinto, porque se han hecho más firmes y más fieles. “El Padre os ama—les decía entonces—porque vosotros me amáis”; ¿Cuánto más debe amarlos el Padre ahora que su amor se ha acrecentado? Estas palabras deben infundirnos también a nosotros esperanza. Antes de la Pascua nosotros amábamos flojamente al Salvador, estábamos vacilantes en su servicio; ahora que hemos sido instruidos por El, fortalecidos por sus misterios, podemos esperar que el Padre nos amará, porque nosotros amamos más, amamos mejor a su Hijo. Este divino Redentor nos invita a pedir al Padre en su nombre todas nuestras necesidades. La primera de todas es nuestra perseverancia en el espíritu de la Pascua; insistamos para obtenerla y ofrezcamos a esta intención la Santa Víctima que dentro de pocos instantes será presentada sobre el altar.

El Ofertorio, tomado de los Salmos, es canto de acción de gracias. El fiel, unido a Jesús resucitado, le ofrece a Dios que se ha dignado estabilizarle en la vida nueva, haciéndole partícipe de sus misericordias las más escogidas.


OFERTORIO

Bendecid, gentes, al Señor nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza: El dió vida a mi alma, y no permitió que resbalaran mis pies: bendito sea el Señor, que no desoyó mi oración, ni alejó su misericordia de mí, aleluya.


En la Secreta, la Iglesia pide para nosotros la entrada en la gloria celestial cuyo atrio es la Pascua terrestre. Todos los misterios obrados aquí abajo tienen por fin santificarnos, para prepararnos a la visión y la posesión eterna de Dios.


SECRETA

Recibe, Señor, las preces de los fieles con las oblaciones de las hostias: para que, por estos actos de nuestra piadosa devoción, pasemos a la celeste gloria. Por el Señor.


La Antífona de la Comunión es un cántico de júbilo que expresa la alegría continua de la Pascua.


COMUNIÓN

Cantad al Señor, aleluya: cantad al Señor, y bendecid su nombre: anunciad bien de día en día su salud, aleluya, aleluya.


La Santa Iglesia nos sugiere en la Poscomunión la fórmula de nuestras súplicas a Dios. Es necesario desear el bien; pidamos este deseo y continuemos nuestra oración hasta que el bien mismo nos llegue. La gracia descenderá entonces y ella hará en nosotros que no la despreciemos.


POSCOMUNIÓN

Danos, Señor, a los saciados con la virtud de la mesa celestial, el desear lo que es recto, y el conseguir lo deseado. Por el Señor.


Boletín Dominical 22 de mayo


Día 22 de Mayo, Domingo V de Pascua.

Doble. Orn. Blancos.

La Iglesia proclama hoy, en el Introito, el triunfo de Cristo, y quiere se anuncie hasta los confines del mundo.

En la Epístola de Santiago el Menor, que era pariente de Jesús, nos enseña que no basta conocer la ley, sino que es necesario cumplirla, que la religión verdadera debe ir acompañada del ejercicio de las virtudes, que la fe es necesaria, pero que la fe sin obras es vana e inútil.

Son pues necesarias las buenas obras para salvarse. No el que dice ¡Señor, Señor! Sino el que cumple la voluntad de Dios entrará en el Reino de los Cielos. “Sed ejecutores de la palabra de Dios, y no meros oyentes, engañándoos a vosotros mismos”, dice el Apóstol Santiago.

En el Evangelio, Cristo Nuestro Señor nos inculca que oremos en su Nombre, pues la oración es absolutamente necesaria para obtener la gracia, sin la cual es imposible salvarse; por eso se comprende fácil que diga  San Alfonso María de Ligorio:  “el que ora, se salva, el que no ora, se condena”.  

En la primera parte del Evangelio, Jesús en dos palabras resume un misterio de nuestra religión: Salí del Padre y vuelvo al Padre. San Agustín lo explica así: “Salió del Padre, porque del Padre procede, vino al mundo por que mostró al mundo su cuerpo tomado de la Virgen, dejó al mundo con su partida corporal; se fue al Padre, con la Ascensión de su Humanidad”.  





LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR
Cuarenta días después de la Resurrección de Cristo, se celebra el aniversario del día en que termina el reinado visible de Jesús en la tierra. Durante éste tiempo Pascual, la segunda festividad que se celebra es la de la Ascensión que, según S. Bernardo, es la feliz terminación del itinerario del Hijo de Dios. Convenía que el Divino Resucitado no pisase mas el barro de este nuestro mísero suelo, sino que volviese al Padre en cuyo seno nació, en cuanto Dios , desde la eternidad, quien lo recibió, al decir de S. Cipriano, “con gozo tal que ninguna criatura es capaz de expresarlo”. Los Apóstoles, reunido en el cenáculo y próximo ya Pentecostés, reciben por última vez a Jesús, quien se les aparece y se sienta a comer con ellos. Acabada la comida les hizo un largo sermón que fue como el compendio de las lecciones que les había dado y un resumen de lo que debían hacer, de lo que les iba a suceder de más extraordinario. Entonces es cuando les da la potestad y el mandato de evangelizar el mundo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura: el que creyere y se bautizare, se salvará; más el que no creyere se condenará.” Después salieron, y por el camino de Betania se dirigieron a la parte más alta del monte de los Olivos. Jesús entonces bendijo a sus discípulos y se remontó a los cielos con gran de gloria y majestad.





martes, 17 de mayo de 2022

Sermón Domingo Cuarto después de Pascua

Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección

Carísimos: De lo alto es todo bien que recibimos y todo don perfecto, descendiendo del Padre de las luces, en quien hay mudanza ni sombra (resultante) de variación. De su propia voluntad Él nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus creaturas. Ya lo sabéis, queridos hermanos. Mas todo hombre ha de estar pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque ira de hombre no obra justicia de Dios. Por lo cual, deshaciéndoos de toda mancha y resto de malicia, recibid en suavidad la palabra ingerida (en vosotros) que tiene el poder de salvar vuestras almas.
Santiago I, 17-21

Evangelio
En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus apóstoles: Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho esto. Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad; porque Él no hablará por Sí mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará.
Juan XVI, 5-14

sábado, 14 de mayo de 2022

Dom Gueranger: Cuarto Domingo después de Pascua




CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA

Año Litúrgico

Dom Prospero Gueranger


LA INSTITUCIÓN DE LOS SACRAMENTOS

Hemos visto a Jesús constituir su Iglesia y poner en manos de los apóstoles el depósito de verdades que serán objeto de nuestra fe. Hay otra obra no menos importante para el mundo, en la que pone sus cuidados durante este último período de su permanencia sobre la tierra: es la institución definitiva de los Sacramentos. No basta creer; es necesario también que nos santifiquemos es decir nos hagamos conformes a la santidad de Dios; es necesario que la gracia, fruto de la redención, descienda a nosotros, se incorpore a nosotros, para que llegando a ser los miembros vivos de nuestro divino Jefe, podamos ser coherederos de su reino. Así pues, por medio de los sacramentos Jesús obrará en nosotros esta maravilla de la justificación, aplicándonos los méritos de su Encarnación y de su Sacrificio por los medios que El ha decretado en su poder y en su sabiduría.


FUENTES Y CANALES DE LA GRACIA

Como soberano señor de la gracia es libre de determinar las fuentes por las que la hará descender sobre nosotros; a nosotros nos toca conformarnos a su voluntad. Cada uno de los Sacramentos será, pues, una ley de su religión, de manera que el hombre no podrá pretender recibir los efectos que el Sacramento está destinado a producir si desdeña o retarda cumplir las condiciones según las cuales opera. Admirable economía que concilia en un mismo acto, la humilde sumisión del hombre con la más pródiga largueza de la munificencia divina.

Hemos mostrado hace algunos días, cómo la Iglesia, sociedad espiritual era al mismo tiempo una sociedad visible y exterior, ya que el hombre a la que está destinada está compuesto de cuerpo y alma. Jesús, al instituir sus Sacramentos, asigna a cada uno su rito esencial; y este rito es exterior y sensible. El Verbo, al tomar carne, ha hecho de ella, en su Pasión sobre la cruz, el instrumento de nuestra salvación: por la sangre de sus venas nos ha rescatado; prosiguiendo este plan toma los elementos de la naturaleza física como auxiliares en la obra de nuestra justificación. Los eleva al estado sobrenatural y les hace conductores fieles y omnipotentes de su gracia hasta lo más íntimo de nuestras almas. De este modo se aplicará hasta sus últimas consecuencias el misterio de la Encarnación, que ha tenido como fin elevarnos, por las cosas visibles, al conocimiento y a la posesión de las invisibles. De este modo es quebrantado el orgullo de Satanás, que despreciaba la criatura humana, porque el elemento material se unía en ella a la grandeza espiritual, y que rehusó para su eterna desdicha, doblar la rodilla ante el Verbo hecho carne.

Al mismo tiempo, los sacramentos, siendo signos sensibles, formaron un nuevo lazo entre los miembros de la Iglesia ya unidos entre sí por la sumisión a Pedro y a los Pastores que él envía, y por la confesión de una misma fe. El Espíritu Santo nos dice en las Santas Escrituras que “el lazo triple difícilmente se rompe'”; por tanto así es este que nos liga a la gloriosa unidad de la Iglesia: Jerarquía, Dogma y Sacramentos, todo contribuye a hacer de nosotros un solo cuerpo. Del septentrión al mediodía, de oriente a occidente, los Sacramentos proclaman la fraternidad de los cristianos; son en todos los lugares su señal de reconocimiento y el distintivo que les designa a los ojos de los infieles. Por este fin estos Sacramentos son idénticos para todas las razas bautizadas, cualquiera que sea la variedad de fórmulas litúrgicas que acompañan su administración; por doquier el fondo es el mismo y se produce la misma gracia bajo los mismos signos esenciales.


EL SEPTENARIO SAGRADO

Jesús resucitado escoge siete para el número de sus sacramentos. Sabiduría eterna del Padre, nos revela en el Antiguo Testamento, que se construirá una casa, que es la Santa Iglesia, y añade que la cimentará sobre siete columnas. Esta Iglesia la simboliza ya en el tabernáculo de Moisés y ordena que un candelabro de siete brazos cargados de flores y de frutos, ilumine día y noche el Santuario. Si arrebata al cielo en éxtasis a su discípulo amado es para mostrarse a él rodeado de siete candelabros y teniendo siete estrellas en su mano. ¡Si se manifiesta con las apariencias de Cordero vencedor, este Cordero tiene siete cuernos, símbolo de su fuerza, y siete ojos que indican la amplitud infinita de su cienciaCerca de él está el libro que contiene los destinos del género humano, y este libro está sellado con siete sellos que el Cordero sólo puede levantar. Ante el trono de la Majestad divina el discípulo ve siete Espíritus bienaventurados resplandecientes como siete lámparas6, atentos a las menores órdenes de Dios, y prestos a llevar su palabra hasta los últimos límites de la creación.


LOS SIETE PECADOS CAPITALES

Si ahora nos volvemos hacia el reino de las tinieblas vemos al espíritu del mal ocupado en remedar la obra divina y usurpando el número siete para mancillarle consagrándole al mal. Siete pecados capitales son el instrumento de su victoria sobre el hombre; y el Señor nos ha advertido que cuando Satanás en su furor se lance sobre un alma, toma con él siete espíritus de los más perversos del abismo. Sabemos que Magdalena, afortunada pecadora, no recobró la vida del alma sino después que el Salvador hubo expulsado de ella siete demonios. Esta provocación del espíritu del orgullo forzará a la cólera divina, cuando caiga sobre el mundo pecador, a imprimir el número siete hasta sus justicias. San Juan nos enseña que siete trompetas, tocadas por siete Ángeles, anunciarán las convulsiones sucesivas de la raza humana y que otros siete Ángeles verterán sucesivamente sobre la tierra pecadora siete copas colmadas de la cólera de Dios.

Nosotros, pues, que queremos ser salvos y gozar de la gracia en este mundo y en la otra de la visión de nuestro Maestro resucitado, acojamos con respeto y reconocimiento el Septenario misericordioso de sus Sacramentos. En este número sagrado ha sabido encerrar todas las formas de su gracia. Sea que él vele en su bondad para hacernos pasar de la muerte a la vida, por el bautismo y la penitencia; sea que se aplique a sostener en nosotros la vida sobrenatural y a consolarnos en nuestras pruebas, por la Confirmación, la Eucaristía y la Extrema-Unción; sea en fin que provea al ministerio de su Iglesia y a su propagación por el Orden y el Matrimonio: no se encontrará una necesidad del alma, una indigencia de la sociedad cristiana, que no haya llenado por medio de las siete fuentes de la regeneración y de la vida que tiene abiertas para nosotros y que no cesa de hacer correr sobre nuestras almas.

Los siete sacramentos bastan para todo; uno solo que faltase, la armonía se destruiría. Las Iglesias de Oriente, separadas de la unidad católica después de tantos siglos, confiesan con nosotros el septenario sacramental; y el protestantismo, al poner sobre este número su mano pecadora, ha demostrado con esto, como en todas sus otras reformas pretendidas, que le falta el sentido cristiano. No nos admiremos; la teoría de los sacramentos se impone en toda su totalidad a la fe; primeramente, la humilde sumisión del fiel debe acogerla como dimanando del soberano Maestro; cuando ella se aplica al alma, su magnificencia y su eficacidad divina se revelan, entonces nosotros comprendemos, porque hemos creído. Credite et intellígetis.


EL BAUTISMO

Hoy, consagramos nuestra admiración y nuestro reconocimiento al primero de los Sacramentos, al bautismo. El tiempo pascual nos le presenta en toda su gloria. Le hemos visto en el Sábado Santo, colmando los votos del feliz catecúmeno y alumbrando para la patria celestial a pueblos enteros. Pero este misterio había tenido su preparación.. En la fiesta de Epifanía adoramos a Emmanuel descendiendo sobre las aguas del Jordán y comunicando al elemento por el contacto de su carne, la virtud de purificar todas las máculas del alma. El Espíritu Santo viene a descansar sobre la cabeza del Hombre- Dios y a fecundar con su influjo divino el elemento regenerador, mientras que la voz del Padre celestial resonaba en la nube, anunciando la adopción que él se dignaría hacer de los bautizados, en, su Hijo Jesús, objeto de su eterna complacencia.

Durante su vida mortal, el Redentor se explica ya delante de un doctor de la ley sobre sus misteriosas intenciones: “Aquel—dice—-que no fuere regenerado en el agua y en el Espíritu Santo no podrá entrar en el reino de Dios'”. Según su costumbre casi constante, anuncia lo que debe hacer en el futuro, pero todavía no lo cumple; nosotros solamente sabemos que no habiendo sido puro nuestro primer nacimiento, El nos prepara uno segundo que será santo y del que el agua será el instrumento.

Pero en estos días ha llegado el momento en el que va a declarar el poder que ha dado a las aguas de producir la adopción proyectada por el Padre. Dirigiéndose a sus Apóstoles les dice con la majestad de un rey que promulga la ley fundamental de su imperio: “Id, enseñad a todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo'”. La salvación por las aguas, con la invocación de la Santísima Trinidad, tal es el beneficio capital que anuncia al mundo; porque dice también: “El que creyere y fuere bautizado se salvará". Revelación llena de misericordia para con la raza humana; inauguración de los sacramentos por la declaración del primero, de aquel que según la expresión de los Padres, es la puerta de todos los demás.

Saludemos con amor, este augusto misterio nosotros que le debemos la vida de nuestras almas, con el sello eterno y misterioso que hace de nosotros los miembros de Jesús. San Luis, bautizado en la desconocida pila de Poissy, se complacía en firmar Luis de Poissy, considerando la fuente bautismal como una madre que la había engendrado a la vida celestial, y olvidando su origen real para no acordarse más que 1 S. Mateo, XXVIII, 19. 2 S. Marcos, XVI, 16. Nuestros sentimientos deben ser los mismos que los de este santo rey.

Pero admiremos la condescendencia de Jesús resucitado, cuando instituyó el más indispensable de los sacramentos. La materia que escogió es la más común; la más fácil de encontrar. El pan, el vino, el aceite de oliva, no se encuentran siempre en todas las partes de la tierra; el agua corre por doquier; la providencia de Dios la ha multiplicado bajo todas las formas, para que el día señalado, la fuente de regeneración estuviese al alcance en todas partes para el hombre pecador.

Sus demás Sacramentos el Salvador se los ha confiado al sacerdocio, el cual sólo tiene poder para administrarlos; no ocurre lo mismo con el bautismo. Todo fiel puede ser el ministro sin distinción de sexo ni de condición. Más aún, todo hombre, aunque no sea miembro de la Iglesia cristiana, puede conferir a su semejante, por medio del agua y la invocación de la Santa Trinidad, la gracia bautismal que no posee él con la única condición, de querer cumplir seriamente en este acto lo que hace la Iglesia, cuando ella administra el sacramento del Bautismo.

Y más aún. Puede faltar este ministro del sacramento al hombre que va a morir; la eternidad se va a abrir para él sin que la mano de otro se levante para derramar sobre su cabeza el agua purificadora; el autor divino de la regeneración de las almas no le abandona en este momento supremo. Que rinda homenaje al santo Bautismo, que le desee con todo el ardor de su alma, que entre en los sentimientos de una compunción sincera y de un verdadero amor; después si muere: la puerta del cielo se le ha abierto por el bautismo de deseo.

Pero el niño que aún no tiene uso de razón y que la muerte va a segar en algunas horas ¿ha quedado olvidado en esta munificencia general? Jesús ha dicho: “Aquel que creyere y fuere bautizado se salvará, entonces ¿Cómo obtendrá la salvación este ser débil que va a extinguirse, cargado con la falta original e incapaz de la fe? Tranquilizaos. El poder del bautismo se extiende hasta él. La fe de la Iglesia—que le quiere por hijo—le va a ser imputada; que se derrame el agua sobre su cabeza en nombre de las tres divinas personas, y será cristiano para siempre. Bautizado en la fe de la Iglesia, esta fe es ahora personal en él, con la esperanza y la caridad; el agua sacramental ha producido esta maravilla. Que expire ahora: el reino de los cielos es para él.

Tales son, oh Redentor los prodigios que operas en el primero de tus sacramentos, por el efecto de esta voluntad sincera que tienes de la salvación de todos; de manera que aquellos en quienes esta voluntad no se realiza, no se excluyen de la gracia de la regeneración sino de resultas del pecado cometido anteriormente, pecado que tu eterna justicia no te permite prevenir siempre en sí mismo, o reparar en sus consecuencias. Pero tu misericordia viene en su ayuda; ella tiende sus redes e innumerables justos caen en ellas. El agua santa corre hasta sobre la frente del niño que agoniza entre los brazos de una madre pagana y los ángeles abren sus coros para recibirle. Ante tantas maravillas, sólo nos queda exclamar con el Salmista: “Nosotros que poseemos la vida bendigamos al Señor.”

El cuarto domingo después de Pascua se llama en la Iglesia griega el Domingo de la Samaritana, porque se lee el pasaje del Evangelio en que se refiere la conversión de esta mujer.

La Iglesia Romana comienza hoy en el Oficio de la noche la lectura de las Epístolas Canónicas, que se continúan hasta la fiesta de Pentecostés.


MISA

La Iglesia adoptando en el Introito uno de los más bellos cánticos del Salmista celebra con entusiasmo los beneficios que el Señor ha derramado sobre ella, convocando a todas las naciones a reconocer sus grandezas, a recibir la efusión de la santidad de quien es la fuente, la salud de aquél que ha llamado a todos los hombres.


INTROITO

Cantad al Señor un cántico nuevo, aleluya: porque el Señor ha hecho maravillas, aleluya: reveló su justicia ante la faz de las gentes, aleluya, aleluya, aleluya. Salmo: Le salvó su diestra: y su santo brazo. V. Gloria al Padre.

Colmados de los beneficios de Dios que les une en un solo pueblo por sus Sacramentos los fieles deben elevarse al amor de los preceptos del Señor y aspirar a las alegrías eternas que les promete: la Iglesia implora para ellos esta gracia en la Colecta.


COLECTA

Oh Dios, que unes las almas de los fieles en una sola voluntad.: da a tus pueblos el amar lo que mandas, el desear lo que prometes: para que, entre las mundanas variedades, nuestros corazones estén fijos allí donde están los verdaderos gozos. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. Santiago. Carísimos:


Toda óptima dádiva, y todo don perfecto, procede de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no hay cambio, ni sombra de mudanza. Pues El nos engendró voluntariamente con la palabra de la verdad, para que fuésemos el comienzo de su creación. Ya lo sabéis, carísimos hermanos míos. Sea, pues, todo hombre veloz para oír; pero tardo para hablar, y tardo para la ira. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, rechazando toda inmundicia y todo exceso dé malicia, recibid con mansedumbre la palabra inspirada, la cual puede salvar vuestras almas.


IMITAR AL PADRE

Los favores derramados sobre el pueblo cristiano proceden de la sublime y serena bondad del Padre celestial. El es el principio de todo en el orden de la naturaleza; y si en el orden de la gracia hemos llegado a ser sus hijos, es porque él mismo nos ha enviado su Verbo consustancial, que es la Palabra de verdad, por la que hemos llegado a ser, mediante el bautismo, hijos de Dios. De aquí se deduce que debemos imitar, en cuanto es posible a nuestra flaqueza, la serenidad de nuestro Padre que está en los cielos y librarnos de esta agitación pasional que es el carácter de una vida toda terrestre, mientras que la nuestra debe ser del cielo donde Dios nos arrastra. El santo Apóstol nos exhorta a recibir con mansedumbre esta Palabra que nos convierte en lo que somos. Ella es según su doctrina un injerto de salvación hecho en nuestras almas. Si ella actúa allí, si su crecimiento no es obstaculizado por nosotros, seremos salvos.

En el primer versículo aleluyático, Cristo resucitado celebra por la voz del Salmista el poder del Padre que le ha dado la victoria en su resurrección.

El segundo, tomado de San Pablo, proclama su vida inmortal.


ANTÍFONA

Aleluya, aleluya. V. La diestra del Señor ejerció su poder: la diestra del Señor me ha exaltado.

Aleluya. V. Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no morirá: la muerte no le dominará más. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Juan.


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Voy a Aquel que me envió: y nadie de vosotros me pregunta: ¿Dónde vas? Sino que, porque os he dicho esto, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya: porque, si no me fuere, el Paráclito no vendrá a vosotros: más, si me fuere, os lo enviaré a vosotros. Y, cuando venga El, convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio. De pecado ciertamente, porque no han creído en mí: y de justicia, porque voy al Padre, y ya no me veréis: y de juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado. Todavía tengo mucho que deciros: pero ahora no podéis entenderlo. Mas, cuando venga el Espíritu de verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que ha oído, y os anunciará lo que ha de venir. El me glorificará: porque lo recibirá de mí, y os lo anunciará a vosotros.


EL ANUNCIO DEL ESPÍRITU SANTO

Los apóstoles se entristecieron cuando Jesús les dijo: ” Yo me voy.” ¿No lo estamos también nosotros que después de su nacimiento en Belén, le hemos seguido constantemente, gracias a la Liturgia que nos ha hecho seguir sus pasos? Todavía algunos días más, y se elevará al cielo y el año perderá ese encanto que recibía día tras dia con sus acciones y con sus discursos. Con todo, no quiere que nos dejemos invadir por una excesiva tristeza. Nos anuncia que en su lugar va a descender sobre la tierra el Consolador, el Paráclito y que permanecerá con nosotros para iluminarnos y fortificarnos hasta el fin de los tiempos. Aprovechemos con Jesús estas últimas horas; pronto será tiempo de prepararnos a recibir al huésped celestial que vendrá a reemplazarle.

Jesús, que pronunciaba estas palabras la víspera de la Pasión, no se limita a mostrarnos la venida del Espíritu Santo como la consolación de sus fieles; al mismo tiempo nos la presenta como temible para aquellos que desconocen a su Salvador. Las palabras de Jesús son tan misteriosas como terribles; tomemos la explicación de San Agustín, el Doctor de los doctores. “Cuando viniere el Espíritu Santo—dice el Salvador— convencerá al mundo en lo que se refiere al pecado.” ¿Por qué? “Porque los hombres no han creído en Jesús.” ¡Cuánta no será, en efecto, la responsabilidad de aquellos que habiendo sido testigos de las maravillas obradas por el Redentor no dieron fe a su palabra! Jerusalén oirá decir que el Espíritu Santo ha descendido sobre los discípulos de Jesús, y permanecerá tan indiferente como estuvo a los prodigios que le designaban su Mesías. La venida del Espíritu Santo será como el preludió de la ruina de esta ciudad deicida. Jesús añade que “el Paráclito convencerá al mundo con respecto a la justicia, porque—dice—yo voy al Padre y vosotros no me veréis más.” Los Apóstoles y aquellos que creyeron en su palabra serán santos y justos por la fe. Ellos creyeron en aquel que había ido al Padre, en aquel que no vieron ya en este mundo, Jerusalén, al contrario, no guardará recuerdo de El sino para blasfemarle; la justicia, la santidad, la fe de aquellos que creyeron será su condenación y el Espíritu Santo les abandonará a su suerte. Jesús dice también: “El Paráclito convencerá al mundo en lo que se refiere al juicio.” Y ¿por qué?; “porque el príncipe de este mundo ya está juzgado”. Aquellos que no siguen a Jesucristo tienen sin embargo un Jefe al que siguen. Este Jefe es Satanás. Así, pues, el juicio de Satanás está ya pronunciado. El Espíritu Santo advierte, pues, a los discípulos del mundo que su príncipe está para siempre sepultado en la reprobación. Que ellos reflexionen; porque añade San Agustín “el orgullo del hombre se engañaría al esperar en el perdón; que medite con frecuencia los castigos que sufren los ángeles soberbios”.

En el Ofertorio el cristiano emplea las palabras de David para celebrar los beneficios de Dios para con su alma. Asocia toda la tierra a su reconocimiento y con razón; por que los favores de que es colmado el cristiano son el bien común de todo el género humano que Jesús resucitado ha llamado a tomar parte, por los Sacramentos, en las gracias de la redención.


OFERTORIO

Canta jubilosa a Dios, tierra toda, decid un salmo a su nombre: venid, y oíd, y os contaré, a todos los que teméis a Dios, cuánto ha hecho el Señor a mi alma, aleluya.


La Santa Iglesia que tiene sus delicias en la contemplación de la verdad, cuyos tesoros la prodiga Jesús resucitado, pide para sus hijos en la Secreta, la gracia de llevar una vida pura, para que puedan merecer ser admitidos a contemplar eternamente esta augusta verdad en su fuente.


SECRETA

Oh Dios, que por el sacrosanto comercio de este Sacrificio, nos has hecho partícipes de la única y suprema Divinidad: suplicámoste hagas que, así como conocemos tu verdad, así la practiquemos con costumbres dignas. Por el Señor.


La Antífona de la Comunión reproduce las palabras del Evangelio que acabamos de interpretar y en las que nos es mostrada la venida del divino Espíritu como portador al mismo tiempo de recompensa para los creyentes y de castigo para los incrédulos.


COMUNIÓN

Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de verdad, convencerá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio, aleluya, aleluya.


Al ofrecer sus acciones de gracias por el divino Misterio en el que acaban de participar, la Santa Iglesia enseña a sus hijos en la Poscomunión, que la Eucaristía tiene al mismo tiempo la virtud de purificarnos de nuestros pecados y de preservarnos de los peligros a los que vivimos expuestos.


POSCOMUNIÓN

Asístenos, Señor, Dios nuestro: para que, por estas cosas, que hemos recibido fielmente, seamos purificados de los pecados y libertados de todos los peligros. Por el Señor.

Boletín Dominical 15 de mayo



Día 15 de Mayo, Domingo IV de Pascua.

Doble- Orn. Blancos. Conm. S. Juan Bautista de la Salle. Conf.

Jesús, que es la alegría de los corazones, tiene que desaparecer de nuestra vista e ir a las mansiones de la gloria. Anuncia hoy su próxima Ascensión, y para que no se entristezcan demasiado por su partida, les dice que ella es necesaria, por que así les enviará el Espíritu Consolador, que les dará el don de ciencia y de sabiduría, y les hará entender todas las cosas. A primera vista parece extraña la conexión que leemos en el Evangelio, entre la partida de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo, como si la presencia de N. S. fuera un impedimento para aquella venida. La razón está en las ilusiones fantásticas de un mesianismo terreno que los Apóstoles acariciaban y que no habían de abandonar hasta que Jesús se les quitase de delante. 

La Epístola nos habla de la gracia y de nuestra libre cooperación a ella, que son los dos elementos necesarios para la obra de nuestra salvación y santificación. La gracia lo es todo, pero sin nuestro libre consentimiento y cooperación quedará ineficaz la acción de la gracia.


Mayo, Mes de María

La Virgen María es la Madre de Dios y además es tu madre y de todos los hombres. ¡Cuantas cosas grandes y escondidas ha hecho este Dios omnipotente en esta criatura admirable, como se ve (Continua). 




(Sigue)…obligada Ella misma a decirlo, a pesar de su profunda humildad: “porque ha hecho en mí cosas grandes Aquel que es todopoderoso!” El mundo no las conoce, porque es incapaz de ello e indigno. Sin embargo, si supieses los innumerables beneficios que hace a los hombres, mucho la amarías y mucha devoción le tendrías.

La devoción a la Virgen es señal de predestinación. Ningún devoto de la Virgen se condenará. La devoción a la Virgen es uno de los más eficaces medios de santificarse. Todos los santos han sido devotos de la Virgen.  Esta devoción es uno de los mejores medios para no ser deshonesto y guardar la pureza. La devoción a la Virgen, sobre todo del Carmen, es el mejor medio para no estar mucho tiempo en el purgatorio.

Una de las mejores devociones es rezarle todos los días tres Avemarías. Muchos tienen esta práctica como medio infalible para asegurar la salvación.






domingo, 8 de mayo de 2022

Sermón Domingo Tercero después de Pascua

Sermón

Monseñor Pío Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Lección

Amados míos, os ruego que os abstengáis, cual forasteros y peregrinos, de las concupiscencias carnales que hacen guerra contra el alma. Tened en medio de los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que, mientras os calumnian como malhechores, al ver (ahora) vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visita. A causa del Señor sed sumisos a toda humana institución, sea al rey como soberano, o a los gobernadores, como enviados suyos para castigar a los malhechores y honrar a los que obran bien. Pues la voluntad de Dios es que obrando bien hagáis enmudecer a los hombres insensatos que os desconocen, (comportándoos) cual libres, no ciertamente como quien toma la libertad por velo de la malicia, sino como siervos de Dios. Respetad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey. Siervos, sed sumisos a vuestros amos con todo temor, no solamente a los buenos e indulgentes, sino también a los difíciles. Porque en esto está la gracia: en que uno, sufriendo injustamente, soporte penas por consideración a Dios.

I Pedro II, 11-19



Evangelio

En aquél tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Un poco de tiempo y ya no me veréis: y de nuevo un poco, y me volveréis a ver, porque me voy al Padre”. Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto que nos dice: «Un poco, y ya no me veréis; y de nuevo un poco, y me volveréis a ver» y: «Me voy al Padre?»”. Y decían: “¿Qué es este «poco» de que habla? No sabemos lo que quiere decir”. Mas Jesús conoció que tenían deseo de interrogarlo, y les dijo: “Os preguntáis entre vosotros que significa lo que acabo de decir: «Un poco, y ya no me veréis, y de nuevo un poco, y me volveréis a ver». En verdad, en verdad, os digo, vosotros vais a llorar y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar. Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, en el momento de dar a luz, tiene tristeza, porque su hora ha llegado; pero, cuando su hijo ha nacido, no se acuerda más de su dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre al mundo. Así también vosotros, tenéis ahora tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces vuestro corazón se alegrará y nadie os podrá quitar vuestro gozo. 

Juan XVI, 16-22

sábado, 7 de mayo de 2022

Dom Gueranger: Tercer Domingo después de Pascua




TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA


Año Litúrgico

Dom Próspero Gueranger



LA DIGNIDAD DEL PUEBLO CRISTIANO

Nada más grande ni más elevado sobre la tierra que los príncipes de la Santa Iglesia, que los Pastores establecidos por el Hijo de Dios, y cuya sucesión durará tanto como el mundo; pero no creamos que los súbditos de este vasto imperio que se llama Iglesia no tengan también su dignidad y su grandeza. El pueblo cristiano, en el seno del cual se confunden, en una igualdad completa, el príncipe y el simple particular, sobrepuja en esplendor y en valor moral a todo el resto de la humanidad.

Penetra por doquiera que se extienda la verdadera civilización; pues lleva por todas partes la verdadera noción de Dios y del fin sobrenatural del hombre. Ante él la barbarie retrocede, las instituciones paganas, por antiguas que sean, se borran; y hasta vió un día a la civilización griega y romana rendirle armas, y al derecho cristiano emanado del Evangelio sobreponerse por sí mismo al derecho de los pueblos gentiles. Numerosos hechos han mostrado la superioridad que el bautismo imprime a las razas cristianas; porque sería irracional el pretender encontrar la causa primera de esta superioridad en nuestra civilización, puesto que esta misma civilización no ha sido más que el producto del bautismo.


LA UNIDAD DE FE

Pero si la grandeza del pueblo cristiano es tal que ej erce su prestigio exterior hasta sobre los mismos infieles ¿qué diremos de la que la fe nos revela en él? El Apóstol San Pedro, el Pastor universal en cuyas manos acabamos de ver al divino Pastor depositar las llaves, definió así al rebaño a quien está encargado apacentar: “Vosotros sois, les dijo, la raza escogida, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo escogido, encargado de publicar las grandezas de Aquel que os ha llamado del seno de las tinieblas a su admirable luz.” (I S. Pedro, 11, 9.)

En efecto, en el seno de ese pueblo se conserva la verdad divina, que no podía extinguirse en él. Cuando la autoridad docente debe proclamar, en su infalibilidad, una decisión solemne en materia de doctrina, hace primero una llamada a la fe del pueblo cristiano y la sentencia declara inviolable lo que ha sido creído “en todos los lugares, en todos los tiempos y por todos”. (S. Vicente de Lerius, “commonitorium”.) En el pueblo cristiano reside este principio admirable de fraternidad de las inteligencias, en cuya virtud encontráis la misma creencia en las razas más diversas, por más hostiles que sean las unas para con las otras; en lo referente a la fe y a la sumisión a los Pastores, no hay más que un solo pueblo. En el seno de este pueblo florecen las más perfectas las virtudes y a veces las más heroicas; pues es el depositario, en gran parte, del elemento de santidad que Jesús ha derramado con su gracia en la naturaleza humana.


EL TESTIMONIO DEL AMOR

Ved también con qué amor le protegen y le honran los Pastores. En todos los grados de la jerarquía va unido el deber de dar su vida por el rebaño. Este sacrificio del Pastor por sus ovejas no es verdadero heroísmo; es deber estricto. ¡Vergüenza y maldición aquel que retrocede!, el Redentor le señala con el nombre de mercenario. Pero también, ¡qué bello y qué innumerable este ejército de Pastores que, desde hace diez y nueve siglos, han dado su vida por el rebaño! No hay una página de los anales de la Iglesia en que no resplandezcan sus nombres, desde el de Pedro, crucificado como su Maestro, hasta los de esos Obispos de Cochinchina, de Tonkín, de Rusia y de España cuyos recientes martirios han venido a advertirnos que el Pastor no ha cesado de considerarse como víctima por el rebaño. Veamos también cómo antes de confiar sus corderos y sus ovejas a Pedro, Jesús quiere ante todo asegurarse si le ama más que los otros. Si Pedro ama a su Maestro, amará a las ovejas de su Maestro, y sabrá amarlas hasta dar su vida por ellas. Es la advertencia que le da el Salvador que, después de haberle confiado el rebaño entero, termina prediciéndole el martirio. ¡Dichoso pueblo aquel cuyos jefes no ejercen el poder más que a condición de estar prestos a derramar por él toda su sangre!


LAS SEÑALES DE RESPETO

¡Con qué respeto y qué consideración tratan los Pastores a estos rebaños de su Maestro! Si una de ellas llega a señalar en su vida los caracteres que denotan la santidad, hasta el punto de merecer ser propuesta a la sociedad cristiana como modelo y como intercesor, veréis entonces, no solamente al Sacerdote cuya palabra trae al Hijo de Dios al altar, no solamente al Obispo cuyas manos sagradas tienen el báculo pastoral, sino al Vicario mismo de Cristo, humildemente arrodillados ante el sepulcro en que la imagen del servidor o de la sierva de Dios por humilde que haya sido su rango, por débil que haya sido su sexo sobre la tierra. El sacerdocio jerárquico testificará este respeto por las ovejas de Cristo, aún con niño bautizado cuya lengua no se ha desatado aún, que no es contado en el Estado entre los ciudadanos, que tal vez antes de acabar el día sería ajado como la flor de los campos. El Pastor reconoce en él a un miembro digno del honor de pertenecer a ese cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia, un ser” colmado de dones sublimes que hacen de él el objeto de las complacencias del cielo y la bendición de todos los que le rodean. Cuando el templo santo ha reunido la asamblea de fieles y el incienso se ha quemado sobre la oblata y alrededor del altar, el celebrante que ofrece el Sacrificio recibe el homenaje de este perfume misterioso que honra en él al representante de Cristo; el colegio sacerdotal ve avanzar enseguida hacia sí al turiferario, que viene a rendir honor a los que están señalados por el carácter sagrado; pero el incienso no se detiene en el santuario.

He aquí que el turiferario viene a colocarse en frente del pueblo fiel, y le concede en nombre de la Iglesia este mismo homenaje que hemos visto tributar al Pontífice y a los sacerdotes; pues el pueblo fiel está también en Cristo. Más aún, cuando el despojo mortal del cristiano, aunque haya sido el más pobre entre sus hermanos, es traído a la casa de Dios para recibir las honras fúnebres, esas mismas honras fúnebres son un homenaje. El incensario recorre aún sus miembros inanimados; hasta tal punto la Iglesia trata de reconocer y de honrar hasta el último momento el carácter divino que la fe le hace ver hasta en el más humilde de sus hijos. ¡Oh pueblo cristiano! ¡qué justo es decir de ti, y con mucha más razón, lo que Moisés decía de su Israel: “No, no hay nación tan grande y tan colmada de honor!” (Deut., IV, 7.)

El Tercer Domingo después de Pascua lleva, en la Iglesia griega, el nombre de “Domingo del Paralítico”, porque se celebra de un modo particular la conmemoración del milagro que nuestro Señor obró en la Piscina Probática.


MISA

El Introito es un himno triunfal que invita a toda la Creación a la alegría y a la acción de gracias.


INTROITO

Canta jubilosa a Dios, tierra toda, aleluya: decid un salmo a su nombre, aleluya: glorificad su alabanza, aleluya, aleluya, aleluya. — Salmo: Decid a Dios: ¡Cuán terribles son tus obras, Señor! En la grandeza de tu poder se engañarán tus enemigos. V. Gloria al Padre.


La Colecta recuerda la alta dignidad de la vocación cristiana. La Eucaristía sacrificio-sacramento nos obtendrá la gracia de ser fieles rechazando todo lo que es contrario a nuestro bautismo y practicando lo que le es conforme.


COLECTA

Oh Dios, que muestras, a los que yerran, la luz de tu verdad, para que puedan tornar al camino de la justicia: da, a todos los que hacen profesión de cristianos, la gracia de rechazar lo que se opone a ese nombre, y de seguir lo que concuerda con él. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Primera Epístola del Ap. S. Pedro II, 11-19

Carísimos: Os ruego que, como extranjeros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales, que militan contra el alma, viviendo honradamente entre las gentes: para que, ya que os consideran como malhechores, al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios el día de la visitación. Estad, pues, sumisos a toda criatura humana por Dios: ya al rey, como jefe: ya a los caudillos, como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los buenos: porque es voluntad de Dios que, obrando el bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres imprudentes: (obrad) como libres, y no como teniendo la libertad por velo de la malicia, sino como siervos de Dios. Honrad a todos: amad la fraternidad: temed a Dios: Honrad al rey. Siervos, someteos con todo temor a los amos, no sólo a los buenos y modestos, sino también a los díscolos. Porque esto es lo grato (a Dios), en nuestro Señor Jesucristo.


LOS DEBERES DEL CRISTIANO

“El deber de santificarse se resuelve en las obligaciones concretas y adaptadas a la situación social actual de cada uno. La razón de insistir es la formulada por S. Pedro: el cristiano es como extraño y peregrino en el mundo no conquistado para el Evangelio. Es preciso luchar contra las fuerzas del pecado que se insinúan hasta en nosotros mismos, y guardar, en medio de los gentiles que se abandonan, a él, una conducta ejemplar digna de respeto y estima. “Este apostolado del buen ejemplo dicta, desde luego, a los cristianos su actitud “frente” a las instituciones humanas… su deber social se resume en cuatro frases cortas que son otras tantas normas directrices de la vida: 1.” tratar a todos los hombres con el respeto debido a su dignidad de hombres: 2.” amar a los que son nuestros hermanos en la fe: 3.° temer a Dios con ese temor que es el principio de la verdadera sabiduría y el contra-peso de la orgullosa confianza en sí: 4.° reverenciar la autoridad real dando al César lo que es del César. “En fin, el pensamiento de la fe hará que los sirvientes respeten y obedezcan a sus señores, y esta obediencia cristiana les hará merecedores del favor divino.” (A. Charue, “Las Epístolas Católicas”, p. 455.) Realizaremos este ideal del cristiano gracias a la Redención siempre presente en el altar. Cada día nos recordará ella que el cristiano, siendo otro Cristo, debe sufrir como El para entrar en la gloria, y ella nos dará fuerzas para semejarnos a El.


ALELUYA

Aleluya, aleluya. J. El Señor envió la redención a su pueblo. Aleluya. V. Convenía que Cristo sufriera, y resucitara de entre los muertos: y entrara así en su gloría. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Juan, XVI, 16-22

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Un poco, y ya no me veréis: y otro poco, y me veréis: porque voy al Padre. Dijéronse entonces los discípulos entre sí: ¿Qué es eso que nos dice: Un poco, y no me veréis: y otro poco, y me veréis, y: Porque voy al Padre? Dijeron, pues: ¿Qué es eso que nos dice: Un poco? No sabemos lo que habla. Y conoció Jesús que querían preguntarle, y díjoles: ¿Preguntáis entre vosotros qué es lo que dije: Un poco, y no me veréis y otro poco, y me veréis? En verdad, en verdad os digo: Que lloraréis y gemiréis vosotros, pero el mundo se gozará; y vosotros os contristaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando pare, tiene tristeza, porque llega su hora; pero, cuando ha parido al niño, ya no se acuerda del apuro, por el gozo de haber nacido un hombre en el mundo. También vosotros tenéis ciertamente tristeza ahora, pero os veré otra vez, y se gozará vuestro corazón: y nadie os quitará vuestro gozo.


CONFIANZA EN LA PRUEBA

“El Señor debía alejarse; pero sus palabras parecían contradictorias a los Apóstoles. ¿Cómo iba a estar al mismo tiempo con su Padre y con ellos? Jesús, que leía los pensamientos (en las almas), comprendió la ansiedad de los suyos. Sin duda, al hablar así, pensaba en el alejamiento momentáneo de la pasión y en la alegría de la Resurrección. Pero esta desaparición y esta vuelta eran, a a sus ojos, el símbolo de otra vuelta; la partida hacia su Padre, en la Ascensión, y la reunión con sus discípulos, en la eternidad. Mientras tanto, los discípulos tendrán que trabajar y sembrar en las lágrimas, en ausencia de su Maestro. ¿Qué importa la tribulación de los tiempos? No pensaremos en ella cuando el hombre nuevo se haya entregado a Dios, cuando la Iglesia alabe a Dios, cuando el nuevo Adán aparezca delante del Padre con la posteridad que habrá germinado de su sangre. No hay cosa mejor para darse de lleno, que seguir las perspectivas que nos abre el Salvador. Ahora momentos de angustia, después la alegría sin fin, cuya plenitud colmará nuestros deseos y nuestra inteligencia. Ningún poder creado es capaz de arrebatárnosla.


El Ofertorio es un grito de alabanza y de alegría, de la alegría encontrada en el sacrificio.


OFERTORIO

Alaba, alma mía, al Señor: alabaré al Señor en mi vida: salmearé a mi Dios mientras viva, aleluya. La Secreta nos recuerda que el fruto de la Eucaristía será desprendernos de la tierra y elevarnos hacia el cielo.


SECRETA

Haz, Señor, que nos sea dado en estos Misterios aquello con que, mitigando los deseos terrenos, aprendamos a amar los celestes. Por el Señor.


La Comunión nos hace oír el anuncio de la partida y de la vuelta de Cristo. Los santos misterios nos preparan para recibir al Señor cuando viniere.


COMUNIÓN

Un poco, y no me veréis, aleluya: otro poco, y me veréis, porque voy al Padre, aleluya, aleluya. Entretanto, la Eucaristía es el reconfortamiento y la salvaguardia de los peregrinos en camino hacia el cielo.


POSCOMUNIÓN

Suplicárnoste, Señor, hagas que, los Sacramentos que hemos recibido, nos restauren con alimentos espirituales, y nos protejan con corporales auxilios. Por el Señor.