COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO
DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA
En aquél tiempo: tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte. Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él. Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”. No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él”. Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande. Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”. Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Mateo XVII, 1-9
SAN JUAN CRISÓSTOMO
El cielo
De la homilía sobre la resurrección (In Mt. 56: PG 30.550) hemos, escogido los pensamientos más notables para los apuntes exegéticos-morales incluidos en la sección anterior. Como de costumbre, el Crisóstomo se extiende al final sobre diversas consideraciones, que en esta ocasión se refieren a la necesidad de esforzarse por conseguir el cielo cumpliendo los mandamientos, sobre todo los más difíciles, cuales son la limosna y el amor al prójimo.
Como no es mucho lo que habla sobre la gloria, hemos preferido trasladar los siguientes párrafos tomados entre los motivos de conversión con que intenta mover al pecador Teodoro (cf. Ep. 1 n.11 a 13: PG 26.291-296).
A) Canto al cielo
"Considera, en cuanto lo permitan tus fuerzas, qué sea aquella vida, para cuya descripción nos faltan palabras...
a) NI TRISTEZA O LLANTO
Huirán de allí (1s. 35,10) la tristeza y los llantos. ¿Qué puede por consiguiente, superar el ciclo en hermosura? Ni pobreza. ni enfermedad, ni nadie que injurie o sea injuriado. nadie que tenga ira o envidia..., porque toda la tormenta de las pasiones se aplacó. Todo es reposo, alegría y regocijo: todo serenidad y calma. todo paz, resplandor y luz. Y no luz como esta de que gozamos ahora, y que, comparada con aquélla. no pasa de ser como una lámpara junto al sol... Porque allí no hay noche ni tarde, ni frío ni calor, ni mudanza alguna en el modo de se, sino un estado tal que sólo lo entienden quienes son dignos de gozarlo. No hay allí vejez, ni achaques, ni nada que semeje corrupción, porque es el lugar y aposento de la gloria inmortal
Y por encima de todo ello, el trato y goce sempiterno de Cristo, de los ángeles..., todos perpetuamente en un sentir común, sin temor a Satanás ni a las asechanzas del demonio. ni a las asechanzas del demonio, ni a las amenazas del infierno o de la muerte".
Nuestra sorpresa cuando pasemos de este mundo el cielo será parecida a la impresión que recibiera cada uno de nuestros príncipes si viese interrumpida repentinamente le dura educación a que se les somete por la ceremonia de su propia coronación.
b) UN ATISBO SÓLO DE LA GLOR1A FUTURA
"Lo mismo sucederá también entonces a todos los santos. Y no son palabras hueras lo que te digo; vamos, si no, con la mente al monte donde se transfiguró Jesucristo; veámosle resplandecer como resplandeció; por más que ni aun así nos descubrió todo el esplendor del siglo venidero, ya que lo que sucedió allí no fué sino una atemperación, y no demostración estricta de la realidad, como claramente se observa por las mismas palabras del evangelista. Porque ¿Qué es lo que dice? Brilló su rostro como el sol (Mt. 17,2). Pero la gloria de los cuerpos incorruptibles no despide la luz en la misma medida que aquel cuerpo (el sol), corruptible al fin, ni de tal naturaleza que sea accesible aun a los ojos mortales, sino tal que requiere para su contemplación ojos inmortales e incorruptibles. Mas entonces en el monte tan sólo les: descubrió cuanto les era posible ver sin que recibieran daño sus ojos, y ni aun así lo soportaron, sino que cayeron sobre sus rostros...
C) POR LA PRIVACIÓN, AL GOZO
Abre, pues, ahora los ojos de tu alma, y mira aquel espectáculo y concurso, formado por los que son mucho más de estimar que las piedras preciosas y que los rayos solares y que todo resplandor visible; no sólo por hombres, sino por los que son mucho más dignos de aprecio que ellos, por ángeles. arcángeles, tronos, dominaciones, principados, potestades. Que acerca del Rey, ni decir se puede qué tal sea. Tanto es lo que sobrepuja a toda palabra y pensamiento aquella hermosura, aquella belleza, aquel resplandor, aquella gloria, aquella majestad, aquella magnificencia. Y dime, ¿nos hemos de privar de tantos bienes por no padecer un poco de tiempo? Aun cuando fuera necesario padecer millares de muertes cada día y aun el Infierno mismo por ver a Cristo venir en su gloria y ser alistados en el número de los santos, ¿no convendría tolerarlo todo? Oye lo que dice el bienaventurado San Pedro: /Qué bien estamos aquí/ (Mt. 17,4) Si. pues. él, viendo una oscura imagen de lo venidero por el solo placer experimentado en aquella visión, desechó de so alma todo otro deseo, ¿Qué podremos decir cuando se presente la misma verdad de las cosos, cuando, abierto el palacio real, sea dado contemplar al mismo Rey, no ya por enigma ni espejo. sino cara a cara; no ya por fe, sino con nuestros mismos ojos?" (ibid., n.1 1).
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