sábado, 6 de noviembre de 2021

San Juan Crisóstomo La Necesidad de la Vigilancia de los Predicadores

 



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO XXIV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

(V después de Epifanía)


En aquél tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”» 

San Mateo XIII, 24-30




SAN JUAN CRISOSTOMO 

Necesidad de la vigilancia La homilía que extractamos es la homilía 46 ir; ylt. Puede Vetne en PG 58,475-482. 


A) Explicación de la parábola


a) LA HEREJÍA DESPUÉS DE LA SIEMBRA 

«¿Qué diferencia hay entre esta parábola y la anterior? Mucha, pues en aquélla se habla de los que no quisieron oírle en modo alguno, sino que, retirándose luego, desperdiciaron de todo punto la simiente; mientras que en ésta se significan los conciliábulos de los herejes, los cuales quiso pronosticar a fin de que sus discípulos no se turbaran en lo sucesivo. En aquélla se hace ver que Cristo no fué admitido o desechado; en ésta se dice que después de El también fué recibido a la vez el corruptor; pues debemos saber que, por las astutas mañas del diablo, sucede que el error, unido siempre e injerto en la verdad, engaña fácilmente a los incautos por su leve semejanza con ella. Por eso dijo que se halló mezclada al buen grano, no otra semilla, sino la cizaña, que es muy semejante al trigo. Expresó hasta el modo de verificarse el fraude, diciendo que había ocurrido mientras los obreros dormían. De donde se desprende que corren no pequeño peligro los prelados a quienes se ha confiado el cultivo del campo, y no sólo ellos, sino los súbditos. Igualmente se deduce que abundaron los fraudes del error después de recogida la simiente de la verdad, como lo prueban los mismos acontecimientos. En efecto, los falsos profetas aparecieron después de los verdaderos; después de los apóstoles, los apóstoles falsos, y después de Cristo, el anticristo. Porque si el diablo no ve primeramente lo que se propone perseguir o a quien trata de engañar, ni aun lo ensaya, porque no sabe lo que ha de hacer». 



b) NECESIDAD DE VIGILANCIA EN LOS PREDICADORES 

«¿En qué se diferencian los que ahora estaban dormidos de los que allí estaban representados por el camino? En que a éstos los arrebató en seguida, antes de que echaran raíces; en lo cual vemos que aquí necesitó de un sacrificio mayor y de un esfuerzo no pequeño. Por esto nos aconseja que siempre estemos vigilando, pues no basta para nuestra seguridad y tranquilidad evitar aquellas calamidades. Porque así como allí vemos que unos por el camino, otros por las piedras, otros por las espinas, pierden su salvación, así también aquí el sueño es la causa de la de muchos. Debemos, pues, vivir en continuo cuidado»... «Pero dirás, ¿no .hemos de poder dormir? Del sueño del cuerpo no puede prescindirse, pero sí del de la voluntad. Por lo cual San Pablo decía (1 Cor. 16,13) : Velad, permaneced firmes en la fe. El dormir después de sembrado y bien cultivado el campo, como si ya no se necesitara nada más, es no sólo superfluo, sino perjudicial, pues entonces es precisamente cuando el diablo siembra por medio de los herejes, los cuales trabajan a la sombra y se ocultan al principio, hasta que se captan mayor confianza y se ven favorecidos en algún modo por la multitud, momento en que ya con intrepidez vierten su veneno letal». 


C) EL ENEMIGO Y EL AMIGO

«Con razón llamó enemigo al mismo diablo, porque siempre se empeña en perjudicar a todos. Siempre quiere ir contra nosotros, y la causa y origen de que nos persiga es el odio que tiene a la Divina Majestad. De aquí se deduce que el amor que Dios nos tiene supera al que nos profesamos a nosotros mismos. Se manifiesta, además, la malicia del enemigo en el hecho de no empezar a sembrar cuando nada podía destruir, sino que lo hizo cuando la semilla había ya nacido, para de este modo inutilizar los trabajos y sudores del labrador, al que cordialmente aborrece». 



d) LA DILIGENCIA DE LOS CRIADOS

«Considera además la diligencia de los criados, que, si no prudentemente, a lo menos con celo, se apresuren a arrancar la cizaña...

¿Quieres que vayamos y la arranquemos? (Mt. 13,28). El dueño contesta negativamente, temeroso de que, al par que la cizaña, arranquen también el trigo. Decía esto para evitar las contiendas y la efusión de sangre. Pues de consentir en que se matase a los herejes, hubieran agitado el mundo entero en una cruel irreconciliable guerra. Dos son, pues, los motivos que tuvo para prohibirlo: uno, que perjudicarían también al trigo; otro, que si no sanaban, no podrían en manera alguna libertarse de los últimos suplicios. Por consiguiente, si queréis castigar a los herejes sin que el trigo sufra menoscabo, es preciso que esperéis a que se os presente una ocasión oportuna. ¿Qué quiso dar a entender cuando dijo: No sea que al querer arrancar la cizaña arranquéis con ella el trigo (Mt. 13,29) ? Que si empuñáis las armas para destruir y aniquilar a los herejes, necesariamente haréis perecer entre ellos a muchos santos, o que acaso sería probable que mucha cizaña se convirtiera con el tiempo en trigo de buena calidad». 



B) Vigilancia y escándalo

San Juan Crisóstomo escribió un librito contra algunos que tenían en sus casas, con diversos pretextos, a muchachas jóvenes, sin que • fuesen sus esposas, y afirmaban que no había en ello intención alguna deshonesta. En este opúsculo les hizo ver el peligro en que se hallaban y el escándalo que daban a los demás (cf. PG 26,495-501). Sirve esta obra para los que se excusan de todo diciendo que no encierra peligro para ellos. 


a) NECESIDAD DE VIGILARSE 

1. Prudencia al reprender 

«El que quiere curar a un enfermo no se vuelve iracundo contra él, sino que cariñosamente y con gran cuidado le ofrece la medicina». El que obra de otra manera, al curar a un enfermo del alma, sólo consigue indignarle. Por lo tanto, hemos de procurar ahora mostrar a estos enfermos que lo que toman es un veneno, aunque les parezca suave y agradable convivencia.  

2. Los peligros del trato y de la vida

«Y ¿cómo les persuadiremos de que, además de dañarles la convivencia, es algo amargo, sino basándonos en la misma naturaleza de las cosas? Preguntémosles si existe alguien que quiera sentarse a tina mesa y someterse al suplicio do verla llena de manjares suculentos y agradables y estar en ella, sin embargo, con la grave prohibición de no poderíos probar. Me parece que más que el placer de la vista sufrirían la amargura de la prohibición. ¿Habrá tormento mayor que el del sediento que no puede gustar, ni aun tocar siquiera con los dedos, la fuente limpia y pura que corre junto a él?» 

No eran otros los tormentos de Tántalo... El castigo mayor de Adán fué ser arrojado del Paraíso y permanecer en sus cercanías, para que la vista le incitase y la separación no le permitiera gozar. 

«Algunos quizá me digan: Y ¿ cómo, siendo esto amargo por su misma naturaleza, lo desea tanta gente? Yo les responderé que es señal del morbo que les aqueja, como se observa en los enfermos febriles, los cuales, no pudiendo abstenerse del moméntáneo placer de la comida o la bebida vedadas, se atraen males mayores... Y no ocurre sólo en los enfermos de fiebre, sino también en el amor de las mujeres, en el deseo de las riquezas y en otras muchas cosas... No queriendo privarse un tanto del pequeño placer de los ojos, se arrojan al fuego intolerable, y cuanto más van cediendo, con mayores ataduras se enlazan. Entre tanto, el demonio cuida con sus artes de incrementar el incendio, de modo que ardiendo se deleiten y padezcan dando un absurdo consuelo a sus almas» (1 y 2). 

3. El ejemplo de Job 

Aun cuando fuesen puros al vivir con estas mujeres, no superarán a Job, que ni siquiera se atrevió a concederse tanta virtud y sabiduría. Pues aquel santo patriarca, a pesar de haber alcanzado tal grado de santidad que llegó a vencer al demonio..., evitaba no sólo que alguna mujer viviera cerca de él, sino hasta su mirada y trato. Puso ley a sus ojos de no mirar a ninguna doncella, porque sabía muy bien los daños que nacen de estas miradas,' y por eso decía: Había hecho un pacto con mis ojos de no mirar a virgen (lob 3,1). 

Si te parece que Job era débil, te hablaré de aquel gran campeón San Pablo, que en medio de su virtud confesaba sus pasiones y decía: Castigo mi cuerpo y le esclavizo, no sea que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado (1 Cor. 9,27). Y tú, después de ver a tantos penitentes y ascetas que no permitían la entrada de mujer alguna en sus chozas o tugurios, dices quo puedes vivir en medio de delicias, mirando siempre a las mujeres y sin que ocurra nada malo? «¡Oh admirable varón! Sentimientos tales son propios .de los que habitan con piedras, no con hombres» (4 y 5). 



b) EL ESCÁNDALO

Aunque nada padecierais en vuestra virtud, debéis evitar el escándalo. Quisiera persuadirme de quo vosotros, jóvenes, podéis estar continuamente al lado de una mujer, cenar con ella y charlar todo el día con risas intempestivas y muelles conversaciones sin sentir un mal deseo; quisiera creerlo, mas, a pesar de ello, os digo que servís de escándalo al prójimo. 

«Y ¿qué nos importa? ¿Dependemos acaso de la insipiencia ajena y habremos de padecer el castigo que merece el necio por su escándalo? No se expresaba así el Apóstol, antes mandó que, si alguno se escandalizaba sin motivo, se procurase atender a su debilidad» (Rom. 14,21). 

«Sólo puede eximirnos del castigo de los escandalosos el que nuestros escándalos produzcan mayor bien que daño. Mas si no fuese así y sólo ocurriera el escándalo ajeno, sea por alguna razón o sin ella, la sangre de aquellos débiles caerá sobre nuestras cabezas, y Dios tomará cuenta de sus almas». 

Buen ejemplo nos dió de ello el Señor, pues cuando supo que los fariseos se habían escandalizado, dijo: Dejadlos (Mt. 15,14), y, en cambio, en otra ocasión, para evitar el escándalo, mandó a Pedro que pagase el tributo (Mt. 17,27). La razón de esta doble conducta es que en el primer caso se trataba de una obra necesaria y conveniente, y en el segundo, de otra que fácilmente podía o no ejecutar. Del mismo modo San Pablo unas veces contemporizó y otras no, para salvar a todos (1 Cor. 10,33). Nunca discurrió el Apóstol preguntando si eran débiles o no los que se escandalizaban, sino que examinaba su obra y comprobaba si era necesario o no ejecutarla. 

Así, pues, si tú te crees muy fuerte, ésa es una nueva razón para evitar el escándalo. Cuanto más robusto seas, más debes compadecerte de los débiles. Si eres flaco, desiste en atención a ti mismo; si eres fuerte, en atención a la debilidad ajena, porque todos somos deudores del cielo y hemos recibido el mandato de preocuparnos, no sólo de lo nuestro, sino de lo del prójimo (1 Cor. 10,24). 

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