sábado, 17 de julio de 2021

Santo Tomás de Villanueva: La Rendición de Cuentas




COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO VIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu escritura, y siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo. Él le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta. Y alabó el señor al mayordomo infiel, porque había obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo, son más sabios en su generación, que los hijos de la luz. Y yo os digo: Que os ganéis amigos con las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas. 

Lucas XVI, 1-9




SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA

La rendición de cuentas

Enfoca su sermón hacia la rendición de cuentas que hemos de dar a Dios sobre los bienes recibidos. Es un sermón de alto alcance ;acial y que cuesta poco acomodar a nuestros tiempos. Aunque figura en esta domínica, los textos que aduce son generalmente de la parábola de los talentos, para cuya explicación pueden servir (cf. DIVI THOMAE A VILLANOVA Opera ominia [Manilae 1883] vo41.3 dom.8 post Pent.). 


A) Diverso y justo reparto de dones

a) A CADA UNO SEGÚN SUS CUALIDADES

A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo (Eph. 4,7). Puede hacer de sus dones lo que quiera, y no hay barro al que sea lícito dirigirse al alfarero quejándose de la forma que le ha dado. Dios nos creó sin mérito alguno por nuestra parte, y lo mismo que sería absurdo que un pastor se lamentase diciendo: Por qué no he nacido hijo del rey?, es ridículo que nos quejemos de no haber recibido mayor genio, elocuencia, etc. 

Sin embargo, la sabiduría divina, amable siempre, al distribuir las gracias tiene muy en cuenta las cualidades, capacidad, cargo o ministerio que quiere confiarnos. Un rey prudente, a pesar de su soberanía, no puede distribuir los empleos  sin mirar  las disposiciones de cada uno. Este es el sentido  de las palabras del Señor: A cada cual según su capacidad (Mt. 25,15). Si las diera abundantísimas a un hombre incapaz de usarlas, ¿ no sería ayudarle a condenarse? 

¡Cuántas veces el orgullo humano ve con descontento los dones recibidos por otros, y que tú, ¡oh Bondad divina!, le niegas porque le serían funestos! Este rehusarle la gracia es una gracia. 


b) LA RECOMPENSA CONFORME AL TRABAJO

Contentémonos, pues, con lo que Dios nos da, que será probablemente el medio de conseguir otros dones más altos, porque, en realidad, lo útil no es el número o la altura de los dones recibidos, sino el empleo que de ellos hacemos. Dios no recompensa el fruto, sino el trabajo (cf. SAN JERÓNIMO comentando el c.25 de San Mateo). Cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo (1 Cor. 3,8). Obtuvo un predicador fruto abundante y otro muy escaso, pero el premio se acomodará a sus esfuerzos y no al fruto, que no dependía de ellos. 

En el mismo evangelio podéis ver que se da un premio igual al que con dos talentos ganó otros dos que al que con cinco ganó otros cinco. Por eso repito que no ambicionemos dones mayores, ya que una dignidad más alta prepara muchas veces una caída mayor, porque se pedirá mucho al que ha recibido mucho. Cuando los dones aumentan, aumenta también la cuenta que hay que dar (cf. SAN GREGORIO, Hom. 9 in Evang. 1). He ahí también un motivo para que sean humildes los que disfrutan de altos cargos. La grandeza de la gracia ha humillado siempre a los santos. 


c) EN QUÉ CONSISTE LA VERDADERA HUMILDAD

Por otra parte, hermanos, la humildad no consiste en desconocer los dones de Dios, ignorancia que sería perniciosa, sino en saber que los hemos recibido y que habremos de dar cuenta de ellos. La Santísima Virgen, después de haber dicho: Ha mirado la humildad de su sierva, añadió: Por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso (Le. 1,48-49). Bien conoció las maravillas recibidas, pero supo también a quién atribuirlas. 

El que no piensa en la cuenta que ha de dar a Dios, se asemeja a aquellos recaudadores de contribuciones que dilapidan lo recaudado viviendo fastuosamente, hasta que de pronto todo se descubre y mueren en la cárcel. 


B) Dones recibidos 

a) DONES NATURALES

Bueno será examinar los dones que nos ha repartido Dios. Comencemos por los naturales: cuerpo, belleza, salud, fuerza, etc. Dios nos pedirá cuentas rigurosas de todas ellas, porque, como dueño de un árbol, lo es también de sus frutos. Dios nos concede la inteligencia, y tiene derecho riguroso a nuestros afectos, amor, pasiones y deseos. Nos dió la lengua, y tiene derecho riguroso sobre todas nuestras palabras. 

Todos los condenados son ladrones insignes. Desgraciados de vosotros, hombres del mundo, que no pensáis más que en el interés de los talentos recibidos. Perder el dinero es harto menos lamentable que perder vuestra persona y vida; perder el tiempo es más grave que perder el oro, y vosotros lo llamáis pasar el tiempo; mejor fuera que dijeseis perderlo. Escuchad a San Bernardo (cf. Serm. 17, De diversis 3) <<¡ Con tal de que el tiempo pase!... ¡Con tal de que pase este momento que Dios te concedió para que hicieras penitencia, obtuvieras el perdón y adquirieses la gracia! ¡ Con tal de que pase este tiempo en el que debieras atraer sobre ti la misericordia divina, caminar hacia la compañía de los ángeles, reanimar tu voluntad débil y llorar las faltas cometidas!» 

Quizás me digas: No tengo nada que hacer, no soy trabajador, ni obrero ni comerciante. ¡Cómo!, ¿y no tienes que negociar tus negocios de modo que hagas bien a tus hermanos? No tienes nada que hacer, porque revientas en bienes temporales y no buscas los eternos. 


b) RIQUEZAS, HONORES, PODER

Bienes recibidos igualmente son los dones de fuertes riquezas, honores, poder. Dios, dice Job, no rechaza a los poderosos, porque El lo es (36,5, Vulgata); no rechaza a los ricos, porque El también es rico. ¡Oh, cuánto bien pudiera hacer un solo rico que emplease su poder en el servicio de Dios y de los pobres! ¡Cuántas discordias podría calmar! Pero los ricos de este siglo no advierten que las riquezas son un don recibido; las creen suyas, se juzgan dueños y no administradores que han de rendir cuentas. ¿ No es mío, dicen, el dinero? ¿Por qué no puedo hacer de él lo que me parezca? Pues oíd a San Bernardo (cf. Obligaciones de los obispos c.2,7): «Hombres desnudos y hambrientos se quejan en voz alta y murmuran: Estamos desnudos y morimos de frío, ¿ para qué sirven tantos trajes como os cambiáis cada día? Eso que estáis gastando es nuestro, eso que disipáis es nuestro y nos lo estáis robando con crueldad sacrílega. No sois los dueños de vuestros bienes, sino únicamente los ecónomos, y los estáis dilapidando inútilmente». 

«San Gregorio (cf. ibid., 7) añade que el Señor exigirá la misma cuenta que a los ricos y poderosos a cuantos les rodean y viven de sus gracias sin interceder por los pobres, porque hasta el favor de que disfrutan es un don de Dios, Y, si no lo emplean en favor de los menesterosos, serán condenados por ese talento escondido». 

c) HABILIDAD, CIENCIA O ARTE 

Otro don que hemos recibido es el de la habilidad, ciencia o arte. No hay artista ni sabio sin la ayuda de Dios. «Digamos lo mismo de los obreros... Ahí tenéis la razón por la que debemos hacer que nuestro arte y ciencia sea útil a la sociedad y a los pobres; grande puede ser la utilidad que reporta un médico al pobre enfermo, o la de un farmacéutico, legista o artista de cualquier clase... Todos tendrán que dar cuánta de sus talentos, hasta el último de sus obreros, lo mismo da que sea zapatero que herrero». 


d) GRACIAS SOBRENATURALES

Otro don consiste en las distintas gracias sobrenaturales de que habla el Apóstol. Espíritu de sabiduría, espíritu de ciencia, de curación, etc. (1 Cor. 12,8). Con tanto mayor cui dado debemos emplear estos bienes cuanto que son más altos. A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad (ibid., 7). Tener la piedad por materia de lucro (1 Tim. 6,5), ¡culpable simonía! Si lo es vender un beneficio eclesiástico, ¡ qué no será vender la gracia de Dios, aunque no se esperen dineros, sino honores! 

Ultimo don a que me he de referir es al mismo Espíritu Santo, la gracia santificante, y el amor de Dios. Estos sí que son los más preciosos, pero también fáciles de perder si no los conservamos cuidadosamente y trabajamos con ellos. Quizás me preguntéis qué utilidad reportan a la Iglesia estos dones que parecen puramente individuales. Pues bien, os digo que son todavía más útiles que las otros; un solo hombre santo es más provechoso que mil sabios y predicadores. Su sola presencia y ejemplo, ya esparce por todos lados el buen olor de Cristo, y ¡qué decir de su oración! 


C) La rendición de cuentas 

Los grandes comerciantes viven preocupados todo el día, y así debieran vivir los cristianos colmados de tantas riquezas. ¡Desgraciado del que no sabe rendir cuentas de los cinco talentos que acabamos de explicar! ¿Qué dices, que ya sabes que tu Señor era un hombre rígido? Es una mentira; Dios no es rígido ni severo, sino misericordioso y el Dios de todo consuelo. No te imaginas al verdadero Dios, sino un ídolo (cf. SAN BERNARDO, Seria. 38,7, sobre el Cantar de tos Cantares). ¿Qué quiere segar donde no ha sembrado? Mentira evidente; ojalá que recogiese la centésima parte lo que sembró. Quiere segar las almas, pero El las creó; quiere segar las obras, pero ¿acaso no sembró las gracias? 

Siervos perezosos son todos los que por un temor falso, inspirado por el demonio, no emplean las gracias que Dios les diera, siervos que pudieran ser sabios confesores, y no sé qué; escrúpulo y pusilanimidad se lo impide. No obraban así los santos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario