sábado, 17 de julio de 2021

Boletín Dominical 18 de julio


Día 18 de Julio, Domingo VIII de Pentecostés 

Doble. Ornamentos Verdes. 

Conm. San Camilo de Leilis, Confesor

Rinde cuentas de tu administración”, dice al mayordomo su señor, en la parábola que nos propone Jesús.

Al fin de la vida, cuando se halle cercana la muerte y tras la muerte el juicio, habremos todos de rendir cuentas al Juez Divino que nos dirá: dame cuenta de cómo has negociado, de cómo has usado de tantos bienes como te entregué. Bienes naturales y sobrenaturales, de inteligencia y de gracia, materiales y espirituales. En ese momento ¿nos sonrojaremos como el mayordomo infiel, o nos sentiremos tranquilos y satisfechos de nuestra vida? Inevitable es este juicio. Lo ha dicho la Verdad infalible: “Establecido está que los hombres mueran una vez e inmediatamente venga el juicio” (S. Pablo, Hebreos 9, 27). Del cual juicio no se librará nadie: “¿acaso crees, Oh hombre, que podrás librarte del juicio de Dios?” (S. Pablo, Romanos, 2, 3).Y este juicio será definitivo. Ya no habrá más tiempo para volver a negociar, para corregir los yerros de la vida; se acabó la administración de los bienes que recibimos; “del lado que se caiga, en él quedará siempre” (Eclesiastés 11, 3) Tiempo es, pues, ahora de examinar nuestra conducta, de ajustar nuestras cuentas y conformar nuestras acciones a la voluntad de Dios. Como el mayordomo, empleemos todos los bienes recibidos de Dios en hacer con ellos cosas  buenas, actos de caridad, recordando que la limosna no es un simple consejo, sino un precepto, para que así ganemos amigos que en aquel momento nos defiendan: las mismas obras buenas que hablarán a nuestro favor. Conquistemos pues, el favor de los amigos del Corazón de Jesús que toma como hecho a su propia persona todo el bien que hagamos a los pobres.


Día 22 de Julio Santa María Magdalena, Penitente

La Sagrada Liturgia, los grandes autores eclesiásticos, identifican a la pecadora que en el banquete de Simón, el Fariseo, regó con sus lágrimas de arrepentimiento los pies de Jesús, con María, hermana de Lázaro, y con María Magdalena, la que siguió a Jesús  con las otras Santas Mujeres durante su predicación, le acompañó junto a la Cruz y fue la primera, después de la Virgen, que vio a Jesús resucitado. Magdalena amaba a Jesús con todo su corazón, los labios de Jesús habían purificado su alma con un perdón amplio y generoso y habían llevado a su corazón la paz y la tranquilidad. Desde entonces se transforma toda y vive en alta contemplación, sin más ansias que amar y sufrir por Jesús, elevándose de la sima de la miseria a la cima de la santidad.





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