
COMENTARIO AL EVANGELIO
DOMINGO V DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antepasados: «No matarás; el que matare será reo de condenación.» Mas Yo os digo: «Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano «racá» merece el sanhedrín; quien le dice «necio» merece la gehenna del fuego. Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
(Mateo V, 20-24)
SAN JUAN CRISÓSTOMO
La ley nueva y la caridad eterna
En la homilía 16 sobre San Mateo, el Crisóstomo nos habla primero de la lev nueva y sus relaciones de perfección con relación a la antigua, para después extenderse sobre la caridad y el odio. Extractamos todo do que podemos la primera parte, por más conocida y tratada en otros lugares (cf. Contentados generales).
A) La ley nueva, perfección de la antigua
Dice Jesús: No penséis que he venido a abrogar la ley y los profetas (Mt. 5,7). ¿Por qué dice tal cosa? Aquellas gentes andaban muy apegadas a su ley y, por otra parte, acusaban al Señor de serle contrario y de no observar el sábado. Por eso, cuando se trata de algo que parece contrariarla, ándase con sumo cuidado, apelando, para justificarse, unas veces a su dignidad personal, v. gr.: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también; o a ejemplos humildes, como el de aquel que socorre en sábado a una caballería en peligro, y otras, como en este caso, a demostrar que no hace sino perfeccionar la ley.
Vino, en efecto, a cumplir con los profetas y con la ley. Con los profetas, verificando sus predicciones. Con la ley, de tres maneras. La primera, siendo un cumplidor exacto de sus preceptos: Conviene que nosotros cumplamos con toda justicia (Mt. 3,15). La segunda, consiguiendo para nosotros los fines que la ley intentaba y no conseguía, a saber, hacernos justos, cosa que aquélla deseaba y no Podía. La tercera es perfeccionándola, porque el precepto de no irritarse no abroga, sino que perfecciona el de no matar. Y así o ocurre con todos ellos.
«Porque yo os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de loa cielos (ibid., 20). Llama aquí justicia a toda la virtud... Y advierte la ventaja de la ley de gracia, porque a los discípulos, todavía tiernos, los quiere mejores que los maestros de la ley antigua, pues no hablaba aquí precisamente de los escribas y fariseos prevaricadores, sino de los observantes, ya que, de no ser tales, no hubiera dicho de ellos que tenían justicia ni hubiese comparado la justicia que no existía con la justicia real y verdadera. Y he aquí cómo da importancia a la ley antigua comparándola con la nueva, pues en ello hace ver que le es próxima y allegada, pues lo de más y menos se entiende dentro del mismo género. De suerte que no tacha la ley antigua, sino antes quiere que logre más extensión...
Luego por todas partes es claro que, si Cristo no imponía la ley antigua, no era porque fuese mala, sino porque era tiempo de otros mandamientos mayores.... Ya, pues, que los premios son mayores y mayor la virtud de parte del Espíritu Santo, con razón exige también mayores combates. Porque no es ya lo que se promete una tierra que mana leche y miel ni vejez dichosa, sino el cielo y los bienes celestiales, la adopción de hijos, y la hermandad con el Unigénito, y la comunidad de la herencia, y de la gloria, y del reino, y de todos aquellos premios infinitos. Y que también gozamos de mayores auxilios, oye como lo dice San Pablo: No hay, pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró del pecado y de la muerte... (Rom. 8,1-2).
Y para que esto sea más claro, oigamos las mismas palabras del Legislador. ¿Qué es, pues, lo que dice? Habéis oído lo que se dijo a los antiguos (Ex. 20,15): ,No matarás (Mt. 5, ». El Crisóstomo subraya cómo Jesús se pone en la misma línea que el Padre, que fue quien dictara el decálogo. Los profetas hablaban y decían: Esto dice el Señor. Jesús habla en nombre propio.
B) Odio y caridad
a) IRA BUENA E IRA MALA
«Preciso es ya volver a lo propuesto y enlazar con lo anteriormente dicho.
El que se irrita sin razón contra su hermano será reo de juicio (Mt. 5,22). No quitó del todo la ira; en primer lugar, porque no es posible que uno, mientras no deje de ser hombre, se libre de las pasiones; posible es dominarlas, pero anularlas imposible; en segundo lugar, porque esta pasión es útil si sabemos usar de ella convenientemente. Mira, en efecto, cuántos bienes obró la ira que en otro tiempo mostró Pablo a los corintios...
Y ¿cuál es el tiempo conveniente de la ira? Cuando no nos vengamos a nosotros mismos, sino que reprimimos a otros petulantes y convertimos a los desidiosos. Y ¿ cuál es el tiempo importuno? Cuando nos vengamos a nosotros mismos. Así lo afirmaba San Pablo cuando decía: No os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira (Rom. 12,19). Cuando luchamos por causa del dinero. Y así, también prohibió esto, diciendo: ¿Por qué no preferís sufrir la injusticia? ¿Por qué no el ser despojados? (1 Cor. 6,7). Porque, así como esta ira es superflua, así aquélla es necesaria y provechosa. Pero los más obran de contraria manera, enfureciéndose como fieras cuando son agraviados, y siendo relajados y muelles cuando ven ultrajado al prójimo, cosas ambas contrarias a las leyes evangélicas. No está, pues, la culpa en airarse, sino en airarse inoportunamente. Por lo cual decía también el profeta: lrritaos y no pequéis (Ps. 4,5)».
b) PECADOS DE LA LENGUA
«Y el que le dijere «loco», será reo de la gehenna del fuego (Mt. 5,22). A muchos parece grave y pesado este precepto, si ha de entenderse que por una sola palabra hemos de sufrir tan gran castigo; y aun algunos dicen que esto se dijo por exageración... ¿Por qué, respóndeme, te parece pesado el precepto? ¿No sabes que la mayor parte de los castigos y pecados se originan en las palabras? Por las palabras se cometen las blasfemias; por ellas el renegar de Dios, las calumnias, los ultrajes, los perjurios, los falsos testimonios y los mismos homicidios. No mires, por tanto, que es meramente una palabra, sino atiende más bien a si acarrea o no mucho peligro. ¿Ignoras acaso, que en el tiempo de la enemistad, cuando se enciende la ira y se inflama el ánimo, aun lo más íntimo parece grande, y lo no muy injurioso, pesado? A menudo estas pequeñeces han producido asesinatos y derribado ciudades enteras. Porque, así como. cuando hay amistad, aun lo molesto se reputa leve, así, cuando hay enemistad, aun lo pequeño parece intolerable, y, aunque se haya dicho con sencillez, se juzga dicho con perversa intención. Del mismo modo que el fuego, si no es más que una pequeña chispa, por muchas maderas que tenga a su lado, no se apodera fácilmente de ellas; pero, si la llama llega a ser elevada y pujante, se adueña fácilmente no sólo de la leña, sino también de las piedras y de cuanto en ella caiga, y con lo mismo que suele extinguirla se inflama con mayor empuje (pues hay quienes dicen que en tal caso no sólo la madera, la estopa y otros combustibles, sino aun el agua arrojada en ella aumenta su fuerza), así sucede también con la ira, que cualquier cosa que uno diga se convierte en pábulo de tan maldita hoguera. Para cortar de antemano este incendio, Cristo condenó a juicio al que se irrita sin motivo, y por esto dijo: el que se irrita será reo de juicio, y al que dice tirata.., lo hizo reo ante el sanedrín. Todavía no es esto bastante, pues se trata de castigos de esta vida; por eso, al que llamara «loco, a su prójimo, le amenazó con el fuego del infierno... También, San Pablo excluyó del reino de los cielos no sólo a los adúlteros y a ios afeminados, sino también a los maldicientes (1 Cor. 6,10).
c) APRECIO DE LA CARIDAD Y EL PERDÓN
1. La caridad es madre de todos los bienes
«Grande es el cuidado que tiene de la caridad. En efecto, ella es, más que ninguna otra virtud, la madre de todos los bienes, el distintivo de los discípulos y el compendio de todas nuestras cosas. Justamente, pues, arranca las raíces y cierra las fuentes de la enemistad, que la corrompen. No tomes por exagerado lo que dice, antes considera los males que corrigen estas leyes, y admira entonces su blandura. Nada desea Dios en tanto grado como que estemos unidos y en armonía unos con otros. Por eso, ya por sí mismo, ya por sus discípulos, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, exaltó así este mandato, y es terrible vengador de los que lo desprecian. Nada hay que induzca más al mal como suprimir la caridad. Por eso decía.. Por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos (Mt. 4,12) Así llegaron a ser fratricidas Caín, Esaú y los hermanos de José; así de abrieron paso males sin cuento, por haberse arrancado la caridad. Y ésta es, sin duda, la razón por la que Jesucristo remueve con todo cuidado cuanto daña a la caridad».
2. La caridad vale más que el sacrificio
«No para solamente en lo dicho, sino que aún añade más para demostrar la importancia de esta virtud. Y así, después de amenazar con el sanedrín, con el juicio y con el infierno, agrega otras palabras en consonancia con las primeras: Si vas a presentar una ofrenda en el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda. ¡Oh bondad! ¡Oh benignidad superior a toda ponderación! No hace caso del honor propio, sino del amor del prójimo, y da con ello a entender que ni aun las primeras amenazas procedían de enemistad ni deseo de castigo, sino de intensa caridad. ¿Puede haber palabras de mayor mansedumbre? Interrúmpase dice, mi adoración para que permanezca tu caridad, porque también es sacrificio la reconciliación con el hermano. No dijo: Después de haber presentado tu ofrenda ni antes de presentarla, sino que, estando ya la ofrenda delante y comenzado el sacrificio, le envía a reconciliarse con el herma« no; y no es terminado el sacrificio ni antes de ofrecerle, sino teniéndole ya presente, cuando le manda correr a la reconciliación».
3. Necesidad ineludible de la reconciliación
¿Cuál es el motivo por el que ordena obrar de este modo? Dos son, a mi juicio, los que nos da a entender y pretende: el primero, como he dicho, mostrarnos que estima en mucho la caridad, la tiene por el mayor sacrificio y sin ella no recibe los otros; el segundo, establecer la necesidad ineludible de la reconciliación. Aquel a quien se manda no ofrecer el sacrificio sin haberse primero reconciliado, no por la caridad con el prójimo, a lo menos por no dejar el sacrificio imperfecto, se verá estimulado a correr hacia su hermano ofendido y deshacer la enemistad. Por este motivo aquí con tanta ponderación, para al mismo tiempo atemorizarle y excitarle. Habiendo dicho: Deja tu ofrenda no se detuvo, sino que añadió delante del altar, moviéndole horror sagrado aun por la consideración del lugar mismo. Y ve; no dijo simplemente ve, sino que añadió primero, Y luego vuelve a presentar tu ofrenda. Con esto declaró que los que están mutuamente enemistados no son aptos para la misma sagrada mesa... Así, pues, cuando ofrezcas una oración estando enemistado, es mejor que la dejes y corras a reconciliarte con tu hermano, y entonces podrás ofrecerla. Por esto, por unirnos a todos, se hicieron todas las cosas; por esto Dios se hizo hombre y obró todas aquellas maravillas. Aquí envía al ofensor en busca del ofendido; mas en la oración envía al ofendido en busca del ofensor y los reconcilia. Allí dice: Perdonad a los hombres seis deudas... Si haces las paces con él, añade, por la caridad que con él guardas, también a mí me tendrás propicio, y podrás confiadamente ofrecer tu don. Mas, si todavía te inflama la ira, considera que aun yo mismo mando de buen grado que se abandonen mis cosas para que vosotros os hagáis amigos. Sírvate esto de consuelo en la ira. No dijo: Cuando hubieres sido gravemente injuriado, entonces reconcíliate, sino cualquiera cosa que tuviere contra ti. Y no añadió: Bien sea con justicia o bien sin ella, sino simplemente: Si tuviere algo contra ti. Porque, aun cuando sea con justicia, ni aun así conviene fomentar la enemistad, pues también Jesucristo estaba con toda justicia irritado contra nosotros, y, sin embargo, se entregó a la muerte y no nos tomó en cuenta nuestros pecados».
4. La exhortación de San Pablo a la caridad
«Por lo mismo, también San Pablo, incitándonos de otra manera a la reconciliación, decía: No se ponga el sol sobre vuestra ira... (Eph. 4,26). Durante el día, muchos nos distraen y llaman hacia sí; pero en la noche, cuando nos vemos solitarios y recapacitamos con nosotros mismos, se entumecen las olas y crece la borrasca. He aquí por qué, tomando San Pablo la delantera, quiere entregarnos a la noche reconciliados, para que el demonio no tenga en la soledad ninguna ocasión de encender el horno de la ira y tornarla más pujante. Así también Cristo no permite la menor dilación, no sea que, concluido ya el sacrificio, se haga más remiso y lo vaya difiriendo de día en día. Bien sabe que esta dolencia requiere mucha celeridad; y así como un médico entendido no sólo aplica medios preventivos, sino también correctivos de las enfermedades, así también El hace entrambas cosas. Prohibir que se llame loco a otro es remedio preventivo de la enemistad; pero mandar la reconciliación es correctivo de las enfermedades que a la enemistad se siguen.
Al decir: Muéstrate conciliador con tu adversario, añadió: Pronto, mientras vas con él por el camino, antes de que llegues a las puertas del juzgado, antes de que te presentes en el tribunal y seas sometido a la autoridad del juez. Porque antes de la entrada tú eres señor de todo; pero, una vez subido a los umbrales, por mucho que te esfuerces, no podrás disponer las cosas como quieras, sujeto a la potestad de otro».