domingo, 27 de junio de 2021

Sermón Domingo V después de Pentecostés

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón II

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Lección

Carísimos: Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amantes de los hermanos, misericordiosos, humildes. No devolváis mal por mal ni ultraje por ultraje, sino al contrario bendecid, porque para esto fuisteis llamados a ser herederos de la bendición. “Quien quiere amar la vida y ver días felices, aparte su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas; sepárese del mal y obre el bien; busque la paz y vaya en pos de ella; porque los ojos del Señor van hacia los justos, y sus oídos están atentos a sus plegarias, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal”. ¿Y quién habrá que os haga mal si estáis celosamente entregados al bien? Aun cuando padeciereis por la justicia, dichosos de vosotros. No tengáis de ellos ningún temor, ni os perturbéis; antes bien, santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, y estad siempre prontos a dar respuesta a todo el que os pidiere razón de la esperanza en que vivís.

I Pedro III, 8-15



Evangelio 

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antepasados: «No matarás; el que matare será reo de condenación.» Mas Yo os digo: «Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano «racá» merece el sanhedrín; quien le dice «necio» merece la gehenna del fuego. Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 

(Mateo V, 20-24)

sábado, 26 de junio de 2021

San Juan Crisóstomo: La Ley Nueva y la Caridad Eterna


COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO V DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antepasados: «No matarás; el que matare será reo de condenación.» Mas Yo os digo: «Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano «racá» merece el sanhedrín; quien le dice «necio» merece la gehenna del fuego. Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 
(Mateo V, 20-24)


SAN JUAN CRISÓSTOMO 


La ley nueva y la caridad eterna


En la homilía 16 sobre San Mateo, el Crisóstomo nos habla primero de la lev nueva y sus relaciones de perfección con relación a la antigua, para después extenderse sobre la caridad y el odio. Extractamos todo do que podemos la primera parte, por más conocida y tratada en otros lugares (cf. Contentados generales). 


A) La ley nueva, perfección de la antigua 

Dice Jesús: No penséis que he venido a abrogar la ley y los profetas (Mt. 5,7). ¿Por qué dice tal cosa? Aquellas gentes andaban muy apegadas a su ley y, por otra parte, acusaban al Señor de serle contrario y de no observar el sábado. Por eso, cuando se trata de algo que parece contrariarla, ándase con sumo cuidado, apelando, para justificarse, unas veces a su dignidad personal, v. gr.: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también; o a ejemplos humildes, como el de aquel que socorre en sábado a una caballería en peligro, y otras, como en este caso, a demostrar que no hace sino perfeccionar la ley.

Vino, en efecto, a cumplir con los profetas y con la ley. Con los profetas, verificando sus predicciones. Con la ley, de tres maneras. La primera, siendo un cumplidor exacto de sus preceptos: Conviene que nosotros cumplamos con toda justicia (Mt. 3,15). La segunda, consiguiendo para nosotros los fines que la ley intentaba y no conseguía, a saber, hacernos justos, cosa que aquélla deseaba y no Podía. La tercera es perfeccionándola, porque el precepto de no irritarse no abroga, sino que perfecciona el de no matar. Y así o ocurre con todos ellos. 

«Porque yo os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de loa cielos (ibid., 20). Llama aquí justicia a toda la virtud... Y advierte la ventaja de la ley de gracia, porque a los discípulos, todavía tiernos, los quiere mejores que los maestros de la ley antigua, pues no hablaba aquí precisamente de los escribas y fariseos prevaricadores, sino de los observantes, ya que, de no ser tales, no hubiera dicho de ellos que tenían justicia ni hubiese comparado la justicia que no existía con la justicia real y verdadera. Y he aquí cómo da importancia a la ley antigua comparándola con la nueva, pues en ello hace ver que le es próxima y allegada, pues lo de más y menos se entiende dentro del mismo género. De suerte que no tacha la ley antigua, sino antes quiere que logre más extensión... 

Luego por todas partes es claro que, si Cristo no imponía la ley antigua, no era porque fuese mala, sino porque era tiempo de otros mandamientos mayores.... Ya, pues, que los premios son mayores y mayor la virtud de parte del Espíritu Santo, con razón exige también mayores combates. Porque no es ya lo que se promete una tierra que mana leche y miel ni vejez dichosa, sino el cielo y los bienes celestiales, la adopción de hijos, y la hermandad con el Unigénito, y la comunidad de la herencia, y de la gloria, y del reino, y de todos aquellos premios infinitos. Y que también gozamos de mayores auxilios, oye como lo dice San Pablo: No hay, pues, ya condenación alguna para los que son de Cristo Jesús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró del pecado y de la muerte... (Rom. 8,1-2). 

Y para que esto sea más claro, oigamos las mismas palabras del Legislador. ¿Qué es, pues, lo que dice? Habéis oído lo que se dijo a los antiguos (Ex. 20,15): ,No matarás (Mt. 5, ». El Crisóstomo subraya cómo Jesús se pone en la misma línea que el Padre, que fue quien dictara el decálogo. Los profetas hablaban y decían: Esto dice el Señor. Jesús habla en nombre propio. 


B) Odio y caridad 

a) IRA BUENA E IRA MALA

«Preciso es ya volver a lo propuesto y enlazar con lo anteriormente dicho. 

El que se irrita sin razón contra su hermano será reo de juicio (Mt. 5,22). No quitó del todo la ira; en primer lugar, porque no es posible que uno, mientras no deje de ser hombre, se libre de las pasiones; posible es dominarlas, pero anularlas imposible; en segundo lugar, porque esta pasión es útil si sabemos usar de ella convenientemente. Mira, en efecto, cuántos bienes obró la ira que en otro tiempo mostró Pablo a los corintios... 

Y ¿cuál es el tiempo conveniente de la ira? Cuando no nos vengamos a nosotros mismos, sino que reprimimos a otros petulantes y convertimos a los desidiosos. Y ¿ cuál es el tiempo importuno? Cuando nos vengamos a nosotros mismos. Así lo afirmaba San Pablo cuando decía: No os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira (Rom. 12,19). Cuando luchamos por causa del dinero. Y así, también prohibió esto, diciendo: ¿Por qué no preferís sufrir la injusticia? ¿Por qué no el ser despojados? (1 Cor. 6,7). Porque, así como esta ira es superflua, así aquélla es necesaria y provechosa. Pero los más obran de contraria manera, enfureciéndose como fieras cuando son agraviados, y siendo relajados y muelles cuando ven ultrajado al prójimo, cosas ambas contrarias a las leyes evangélicas. No está, pues, la culpa en airarse, sino en airarse inoportunamente. Por lo cual decía también el profeta: lrritaos y no pequéis (Ps. 4,5)». 


b) PECADOS DE LA LENGUA 

«Y el que le dijere «loco», será reo de la gehenna del fuego (Mt. 5,22). A muchos parece grave y pesado este precepto, si ha de entenderse que por una sola palabra hemos de sufrir tan gran castigo; y aun algunos dicen que esto se dijo por exageración... ¿Por qué, respóndeme, te parece pesado el precepto? ¿No sabes que la mayor parte de los castigos y pecados se originan en las palabras? Por las palabras se cometen las blasfemias; por ellas el renegar de Dios, las calumnias, los ultrajes, los perjurios, los falsos testimonios y los mismos homicidios. No mires, por tanto, que es meramente una palabra, sino atiende más bien a si acarrea o no mucho peligro. ¿Ignoras acaso, que en el tiempo de la enemistad, cuando se enciende la ira y se inflama el ánimo, aun lo más íntimo parece grande, y lo no muy injurioso, pesado? A menudo estas pequeñeces han producido asesinatos y derribado ciudades enteras. Porque, así como. cuando hay amistad, aun lo molesto se reputa leve, así, cuando hay enemistad, aun lo pequeño parece intolerable, y, aunque se haya dicho con sencillez, se juzga dicho con perversa intención. Del mismo modo que el fuego, si no es más que una pequeña chispa, por muchas maderas que tenga a su lado, no se apodera fácilmente de ellas; pero, si la llama llega a ser elevada y pujante, se adueña fácilmente no sólo de la leña, sino también de las piedras y de cuanto en ella caiga, y con lo mismo que suele extinguirla se inflama con mayor empuje (pues hay quienes dicen que en tal caso no sólo la madera, la estopa y otros combustibles, sino aun el agua arrojada en ella aumenta su fuerza), así sucede también con la ira, que cualquier cosa que uno diga se convierte en pábulo de tan maldita hoguera. Para cortar de antemano este incendio, Cristo condenó a juicio al que se irrita sin motivo, y por esto dijo: el que se irrita será reo de juicio, y al que dice tirata.., lo hizo reo ante el sanedrín. Todavía no es esto bastante, pues se trata de castigos de esta vida; por eso, al que llamara «loco, a su prójimo, le amenazó con el fuego del infierno... También, San Pablo excluyó del reino de los cielos no sólo a los adúlteros y a ios afeminados, sino también a los maldicientes (1 Cor. 6,10). 



c) APRECIO DE LA CARIDAD Y EL PERDÓN 

1. La caridad es madre de todos los bienes 

«Grande es el cuidado que tiene de la caridad. En efecto, ella es, más que ninguna otra virtud, la madre de todos los bienes, el distintivo de los discípulos y el compendio de todas nuestras cosas. Justamente, pues, arranca las raíces y cierra las fuentes de la enemistad, que la corrompen. No tomes por exagerado lo que dice, antes considera los males que corrigen estas leyes, y admira entonces su blandura. Nada desea Dios en tanto grado como que estemos unidos y en armonía unos con otros. Por eso, ya por sí mismo, ya por sus discípulos, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, exaltó así este mandato, y es terrible vengador de los que lo desprecian. Nada hay que induzca más al mal como suprimir la caridad. Por eso decía.. Por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos (Mt. 4,12) Así llegaron  a ser fratricidas Caín, Esaú y los hermanos de José; así de abrieron paso males sin cuento, por haberse arrancado la caridad. Y ésta  es, sin duda, la razón  por la que Jesucristo  remueve  con todo cuidado cuanto daña  a la caridad».

2. La caridad vale más que el sacrificio 

«No para solamente en lo dicho, sino que aún añade más para demostrar la importancia de esta virtud. Y así, después de amenazar con el sanedrín, con el juicio y con el infierno, agrega otras palabras en consonancia con las primeras: Si vas a presentar una ofrenda en el altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda. ¡Oh bondad! ¡Oh benignidad superior a toda ponderación! No hace caso del honor propio, sino del amor del prójimo, y da con ello a entender que ni aun las primeras amenazas procedían de enemistad ni deseo de castigo, sino de intensa caridad. ¿Puede haber palabras de mayor mansedumbre? Interrúmpase dice, mi adoración para que permanezca tu caridad, porque también es sacrificio la reconciliación con el hermano. No dijo: Después de haber presentado tu ofrenda ni antes de presentarla, sino que, estando ya la ofrenda delante y comenzado el sacrificio, le envía a reconciliarse con el herma« no; y no es terminado el sacrificio ni antes de ofrecerle, sino teniéndole ya presente, cuando le manda correr a la reconciliación». 

3. Necesidad ineludible de la reconciliación 

¿Cuál es el motivo por el que ordena obrar de este modo? Dos son, a mi juicio, los que nos da a entender y pretende: el primero, como he dicho, mostrarnos que estima en mucho la caridad, la tiene por el mayor sacrificio y sin ella no recibe los otros; el segundo, establecer la necesidad ineludible de la reconciliación. Aquel a quien se manda no ofrecer el sacrificio sin haberse primero reconciliado, no por la caridad con el prójimo, a lo menos por no dejar el sacrificio imperfecto, se verá estimulado a correr  hacia su hermano ofendido y deshacer la enemistad. Por este motivo aquí con tanta ponderación, para al mismo tiempo atemorizarle y excitarle. Habiendo dicho: Deja tu ofrenda no se detuvo, sino que añadió delante del altar, moviéndole horror sagrado aun por la consideración del lugar mismo. Y ve; no dijo simplemente ve, sino que añadió primero, Y luego vuelve a presentar tu ofrenda. Con esto declaró que los que están mutuamente enemistados no son aptos para la misma sagrada mesa... Así, pues, cuando ofrezcas una oración estando enemistado, es mejor que la dejes y corras a reconciliarte con tu hermano, y entonces podrás ofrecerla. Por esto, por unirnos a todos, se hicieron todas las cosas; por esto Dios se hizo hombre y obró todas aquellas maravillas. Aquí envía al ofensor en busca del ofendido; mas en la oración envía al ofendido en busca del ofensor y los reconcilia. Allí dice: Perdonad a los hombres seis deudas... Si haces las paces con él, añade, por la caridad que con él guardas, también a mí me tendrás propicio, y podrás confiadamente ofrecer tu don. Mas, si todavía te inflama la ira, considera que aun yo mismo mando de buen grado que se abandonen mis cosas para que vosotros os hagáis amigos. Sírvate esto de consuelo en la ira. No dijo: Cuando hubieres sido gravemente injuriado, entonces reconcíliate, sino cualquiera cosa que tuviere contra ti. Y no añadió: Bien sea con justicia o bien sin ella, sino simplemente: Si tuviere algo contra ti. Porque, aun cuando sea con justicia, ni aun así conviene fomentar la enemistad, pues también Jesucristo estaba con toda justicia irritado contra nosotros, y, sin embargo, se entregó a la muerte y no nos tomó en cuenta nuestros pecados». 

4. La exhortación de San Pablo a la caridad 

«Por lo mismo, también San Pablo, incitándonos de otra manera a la reconciliación, decía: No se ponga el sol sobre vuestra ira... (Eph. 4,26). Durante el día, muchos nos distraen y llaman hacia sí; pero en la noche, cuando nos vemos solitarios y recapacitamos con nosotros mismos, se entumecen las olas y crece la borrasca. He aquí por qué, tomando San Pablo la delantera, quiere entregarnos a la noche reconciliados, para que el demonio no tenga en la soledad ninguna ocasión de encender el horno de la ira y tornarla más pujante. Así también Cristo no permite la menor dilación, no sea que, concluido ya el sacrificio, se haga más remiso y lo vaya difiriendo de día en día. Bien sabe que esta dolencia requiere mucha celeridad; y así como un médico entendido no sólo aplica medios preventivos, sino también correctivos de las enfermedades, así también El hace entrambas cosas. Prohibir que se llame loco a otro es remedio preventivo de la enemistad; pero mandar la reconciliación es correctivo de las enfermedades que a la enemistad se siguen. 

Al decir: Muéstrate conciliador con tu adversario, añadió: Pronto, mientras vas con él por el camino, antes de que llegues a las puertas del juzgado, antes de que te presentes en el tribunal y seas sometido a la autoridad del juez. Porque antes de la entrada tú eres señor de todo; pero, una vez subido a los umbrales, por mucho que te esfuerces, no podrás disponer las cosas como quieras, sujeto a la potestad de otro». 

Boletín Dominical 27 de junio





Día 27 de Junio, Domingo IV de Pentecostés

Conm. de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Doble. Orn. Verdes

Hoy Nuestro Señor Jesucristo nos amonesta a no practicar nuestra justicia de la forma con que la practicaban los escribas y los fariseos. Podemos entender aquí que Nuestro Señor se refiere a la virtud de la religión, la cual es una virtud derivada de la Justicia, virtud moral y cardinal.

Hablemos un poco entonces de la religión, que puede definirse, en cuanto virtud, como una virtud moral que inclina la voluntad del hombre a dar a Dios el culto debido como primer principio de todas las cosas. Que los escribas y los fariseos no ejercían bien tal virtud es cosa patente en los Evangelios. A manera de ejemplo, acordémonos de la Parábola del fariseo y del publicano rezando en el Templo, de cómo el fariseo solo buscando su exaltación no volvió justificado a su casa y cómo habiéndose humillado volvió justificado el publicano. El fariseo buscaba a sí mismo, el publicano a Dios.

La virtud de la religión es absolutamente necesaria y obligatoria en cuanto preceptúa el culto interno y el culto externo. No practicar la virtud de la religión es una verdadera injusticia, una de las mayores, si no la mayor, porque quita a Dios lo que le es debido: el culto divino.

Ahora bien, Cristo no sólo nos dice lo que no debemos hacer sino que nos instruye también en lo que debemos hacer con respecto a la virtud de la religión: Quien a vosotros escucha, a mi me escucha. (Luc. 10 – 16). Es doctrina común entre los sabios de la Iglesia que Cristo refiere estas palabras a las Enseñanzas Apostólicas. Es decir que Cristo nos pone a la Iglesia como maestra también de esta virtud de la religión. Él que escucha a la Iglesia escucha a Cristo. (Continúa)






(Sigue) Como dijimos arriba la virtud de la religión nos inclina a dar a Dios un culto debido. ¿Qué nos dice la Iglesia, soberana e infalible maestra de la cristiandad, cual sea el culto que a Dios es más agradable? Ella dice: LA SANTA MISA. La renovación del sacrificio de Cristo en la Cruz que se produce en cada altar donde un verdadero sacerdote reza la Santa Misa es, absolutamente, lo que más agrada a Dios Padre en lo que el hombre puede hacer. 

No hubo santo que no fuera devoto de la Santa Misa, y si nos pusiéramos acá a dar citas de frases y máximas que se han formulado para redundar en alabanza para la Santa Misa mil páginas sería poco para comenzar.

¡Seamos, pues, devotos de la Santo Sacrificio del Altar! 

¡Oh Santísima Virgen María, Espejo de Justicia!, no permitáis que cometamos tamaña injusticia contra el Buen Dios que nos ha amado tanto hasta darnos su Hijo Unigénito (Io. 3 -16) que nos compró con el grande precio de su Sangre     (I Cor. 6 - 20), no permitáis que dejemos de rendirle a Dios el culto que le es debido. ¡Santísima Madre, haznos verdaderamente devotos de la Santa Misa!  





domingo, 20 de junio de 2021

Sermón Domingo IV después de Pentecostés

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón II

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues

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Sermón III

R.P. Julián Espina Leupold

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Lección

Hermanos: Estimo, pues que esos padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros. La creación está aguardando con ardiente anhelo esa manifestación de los hijos de Dios; pues si la creación está sometida a la vanidad, no es de grado, sino por la voluntad de aquel que la sometió; pero con esperanza, porque también la creación misma será libertada de la servidumbre de la corrupción para (participar de) la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que ahora la creación entera gime a una, y a una está en dolores de parto. Y no tan sólo ella, sino que asimismo nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior, aguardando la filiación, la redención de nuestro cuerpo.

Romanos VIII, 18-23


Evangelio

En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron." 

(Lucas V, 1-11)

sábado, 19 de junio de 2021

San Ambrosio: La Iglesia y la Sinagoga





COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO IV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron." 

(Lucas V, 1-11)



SAN AMBROSIO 

La Iglesia y la Sinagoga

Dios eligió  dos barquillas, la Sinagoga y la Iglesia, la de los profetas  y Pedro. La primera fue abandonada  por su falta de fe, pero la segunda  es a veces  sacudida  por la tormenta, porque, además de Pedro, se embarcan en ella  las pasiones de Judas (cf. PL. 17, 640 ss.).


A) Las muchedumbres en torno del Señor 

"Podemos colegir del evangelio de hoy el gran número de milagros que obrara Nuestro Señor Jesucristo, porque refiere que eran tan grandes los beneficios hechos al pueblo, que, excitadas las muchedumbres a oírle, más bien le acometían que le suplicaban, y esperaban conseguir el remedio de su salud, no como favor a su humildad, sino a fuerza de ser importunos. De suerte que se atropellaban ' unas a otras (dice el Evangelio) por oír al Señor; no le abandonaban ni en el desierto; ni la sinagoga podía separarlas de Él, ni la reverencia que se debe a la divinidad era bastante a contenerlas. Tal es la costumbre de los enfermos. Mientras esperan el remedio para sus males, no cesan de pedirlo, sin atender a la oportunidad de lugar ni de tiempo, sino que, cuanto más cura el médico, tanto más importuno se vuelve el que sufre. Comprendiendo, pues. el Señor que, mientras permaneciese en tierra, no podría desprenderse de aquellas turbas que le acometían por todas partes, y viendo dos barquichuelas que se encontraban en el mar, con gran prisa subió a una de ellas, que era la de Pedro, a fin de apartar de sí, por medio de las aguas, la molestia de los importunos, ya que la reverencia que se le debía como Maestro no bastaba a reprimida. Y desde la barquichuela de Pedro 'empezó inmediatamente a enseñar a los hombres su doctrina. Ved en esto la misericordia del d Señor. Se separa corporalmente de los hombres, pero continúa derramando el beneficio de su doctrina. En todas partes se apiada de ellos, en todas partes los favorece. Cuándo se encuentra en la tierra del cuerpo; y cuando es ' cura en por el contacto las enfermedades n el mar, sana las heridas del alma con su 'enseñanza."


B) Iglesia y Sinagoga, barquillas del Señor

"Pero veamos ahora a quién representa esta navecilla de Simón Pedro, mandada traer por 'el Señor como la más conveniente de las dos que se encontraban en el mar, tanto para librarse de aquellas turbas importunas como para anunciar desde ella a los hombres las palabras de la fe.


a) LA INCREDULIDAD DE LA SINAGOGA

"Hemos visto ya al Señor navegar en otro barco y correr en él graves riesgos, puesto que navegó con Moisés en el mar Rojo. cuando condujo al pueblo de Israel por entre las corrientes de las ondas. Pero entonces sufrió graves afrentas. La incredulidad de la Sinagoga fué una injuria hecha al Salvador, que por ello eligió la nave de Pedro, abandonando la de Moisés, esto es, despreciando a la pérfida Sinagoga y tomando a la fiel Iglesia. En efecto, Dios preparó dos como naves que pescasen en el mar de este mundo la salvación de los hombres. Así lo dice 'el Señor a los apóstoles: Venid y os haré pescadores de hombres (Mt. 4,19). Una de estas dos naves es abandonada en la tierra vacía y como pero la otra es conducida a lo alto rica y llena. La Sinagoga es abandonada vacía e inútil en la playa, porque perdió a Cristo a pesar de los oráculos de los profetas. La Iglesia es dirigida a lo alto rica y llena, porque recibe a Cristo en la doctrina de los apóstoles. La S:nagoga, repito, permanece en tierra, porque no se ocupa más que de asuntos terrenos: mas la Iglesia es conducida a lo alto, porque dirige todas sus miradas a los misterios profundos de los cielos. es decir, a aquella altura de que habla el Apóstol cuando dice: ¡Oh altura de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! (Rom. 11,33). 


b) LA FE DE LA IGLESIA

Por eso dice a Pedro el Señor: Dirige a lo alto, esto es, a lo profundo de los conocimientos de la generación divina, Pues ¿qué cosa más profunda que lo que manifiesta Pedro al Señor: ¿Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo? (Mt. 16,16). Y puede darse algo más terreno que lo que dijeron los judíos al Señor: ¿Acaso no es éste el hijo de José el carpintero? (Mt. 13,55). Aquél, inspirado por el cielo, confiesa el nacimiento divino de Cristo; y éstos, con intención venenosa, consideran camal la generación celeste. De aquí que dijera el Salvador a Pedro: ‘Ni la carne ni la sangre te. reveló esto, sino mi Padre, que es `á en los cielos (Mt. 16,17); mientras que a los fariseos les dice: ¿Cómo habéis de hablar bien, cuando malos? (Mt. 16 y 17). Por lo tanto, el Señor sube a aquella sola nave de la que Pedro es piloto, según 51 mismo dice: Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt. 16,18). Esta nave flota de tal modo por el hondo mar del mundo, que, aunque éste pereciere, ella sacaría ilesos a cuantos recibió en su seno." 


c) LA IGLESIA, ARCA DE SALVACIÓN

"La figura de este arca la encontramos ya en el Antiguo Testamento. Pues así como el arca de Noé, al naufragar el mundo, salvó incólumes a todos los que encerraba dentro, así también la Iglesia de Pedro, al perecer el mundo, conservará salvos a todos aquellos que recibe dentro de sí. y así como, terminado el diluvio, una paloma llevó al arca de Noé la señal de paz (Gen. 8,11), así también, terminado el juicio, Cristo llevará a la Iglesia el gozo y la paz, pues Él es la paloma o la paz, según promesa hecha por Él mismo, cuando dijo: Mas os veré de nuevo y se alegrará vuestro corazón (Io. 16,22)." 


C) Las tormentas de la barquilla

a) PEDRO Y JUDAS O LA FIDELIDAD Y LA TRAICIÓN

"Pero, como leemos en el Evangelio de San Mateo, habiéndose dormido el Señor en aquella navecilla (Mt. 8,24), desde la que Él mismo nos comunica ahora los sacramentos de su celestial doctrina, fué impulsada con tal furor por las olas agitadas, que los apóstoles temblaron por su vida. Veamos cómo se explica que la misma nave que ahora comunica a los pueblos la doctrina con toda tranquilidad, produjese entonces en los discípulos temor die muerte a causa de la borrasca y, sobre todo, a pesar de hallarse en ella también Pedro con los otros. La causa del peligro era ésta. Estaba allí Simón Pedro, pero también estaba con ellos el traidor Judas. Y aunque la fue del uno afianzaba la barquichuela, la perfidia del otro la turbaba. Hay tranquilidad donde navega Pedro solo; mas hay tempestad donde se encuentra Judas. Aunque Pedro estuviese seguro por razón de sus méritos, es perturbado, sin embargo, por los crímenes del traidor." 


b) EL SEÑOR, TRANQUILO, Y EL .MAR, ALBOROTADO

"Temiendo, pues, los discípulos y lleno Pedro de ansiedad, dormía el Señor. Quizá parezca duro que se durmiese el Señor cuando Pedro estaba angustiado. Pero el Señor dormía para Pedro, y al mar lo turbaba Judas. Por lo tanto, los méritos de todos son perturbados por los delitos de uno solo. Duerme Cristo, y se enfurecen los vientos (Mt. 8,24); porque el que comete un pecado, inmediatamente hace que Cristo se duerma para él y se levante la borrasca de los espíritus inmundos. Mas es necesario que estalle la tempestad diabólica cuando descansa la tranquilidad del Señor, Por lo tanto, viendo como vemos que todos los apóstoles peligran por el pecado de sólo Judas, huyamos con este ejemplo del pérfido, huyamos del traidor, no sea que perezcamos todos por el delito de uno solo. Arrojémosle de nuestra barquichuela, a fin de que el Señor no se duerma; antes por el contrario, nos vigile, en cuyo caso ya no tenemos que temer ninguna tormenta espiritual. Donde se encuentra íntegra la fe, allí está el Señor vigilante, enseñando y obrando el bien; allí se encuentra la paz, la tranquilidad y la medicina de todos. Mas, donde la fe se mezcla con la perfidia, Cristo se duerme y parece perezoso; hacen su aparición el miedo, la tempestad y la destrucción común. Según nuestras obras, dormirá o velará el Señor para nosotros." 



Boletín Dominical 20 de junio




Día 20 de Junio, Domingo IV de Pentecostés

Conm. de San Silverio, Papa y Mártir. 
Doble. Orn. Verdes.

Podemos ver en el Evangelio de hoy el aspecto negativo del desarrollo de la perfección Cristiana, a saber, la lucha contra el pecado. Sabemos por la autoridad de San Pablo que Dios nunca deja que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. (1 Cor. 10 -13). Y la sana moral nos enseña que no hay pecado si falta el consentimiento.

San Pedro, en el Evangelio de hoy, le dice a Jesús que se aparte de él, pues se tenía por hombre pecador. San Pedro no entendía todavía que para dejar el pecado hay que acercarse a Jesús y no apartarse de él, pues él es el Camino, la Verdad y la Vida (Io. 14 -6). Para llegar a la Vida Eterna es necesario pasar por este Camino: imitar de la Vida de Jesús, configurarnos con él. Nuestro Señor Jesucristo dijo a Nicodemo que el hombre tiene que nacer de nuevo en espíritu para ver al reino de Dios (Io 3, 1-15), y esto de nacer de nuevo en espíritu supone morir para el pecado. Pero desgraciadamente tenemos un gran enemigo que nos acompañará por toda la vida: el hombre viejo, aquél que San Pablo dice que vive adentro de nosotros y nos incita al pecado; el hombre viejo es nuestra naturaleza caída inclinada al pecado. Los que nacieron de nuevo por la fe en Cristo deben expugnar a este hombre viejo y esto de tres formas: desterrándolo, separándolo de su señor y dueño y quitándole los víveres. 

Desterrar al hombre viejo es sacarle de su casa que es el mundo, este ambiente malsano y allegado al pecado, compuesto por personas que viven totalmente apartadas de Dios. ¡Quitémosle al hombre viejo su casa! Salgamos del mundo, alleguémonos a la Iglesia, la Casa de Dios. El señor y dueño del hombre viejo es el demonio, acerbísimo enemigo de nuestra salvación. (Continua)



(Sigue) Es por medio del demonio que muchas veces el hombre viejo nos incita al pecado. Los hombres de guerra saben que los comandantes de los ejércitos son mitad de él. Matar al comandante es ganar media batalla. Si le quitamos de cerca al hombre viejo su jefe, pronto será derrotado. Digamos con San Benito: Vade retro Satana (vete de acá Satanás). Y no escuchemos las venenosas proposiciones de Satán.

Finalmente, ¿Cuál hombre puede seguir viviendo si no se alimenta? Es, pues, la carne el alimento del hombre viejo. ¿Cuál ejercito mandaría víveres al ejército contrario? La sed insaciable de gozar es comúnmente llamada concupiscencia, y los placeres de la carne fortalecen al hombre viejo. Apartémonos de todo lo que sea impuro: figuras deshonestas, malas conversaciones, inmodestias en el vestir, etc. y hagamos todo lo posible para volvernos puros porque los puros de corazón verán a Dios (Mat 5 – 8).

Nótese, sin embargo, que en vano pelearemos en contra el pecado si no usamos de las armas con que Dios nos provee para tal lucha. Estas armas son: la vida de oración, acercarse con frecuencia a los sacramento; llevar, en fin, una vida devota.

Pidamos la intercesión de la Virgen María: Señora de las Victorias. Si la tenemos a nuestro favor venceremos, sin duda, al pecado. 


El Padre Pio de Pietrelcina, sacerdote capuchino estigmatizado muerto en olor de santidad, tenía al Santo Rosario como un arma en contra sus enemigos. 

¡Recemos el Rosario todos los días!






domingo, 13 de junio de 2021

Sermón Domingo III después de Pentecostés

Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

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Lección

Carísimos: Humillaos por tanto bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os ensalce a su tiempo. “Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él mismo se preocupa de vosotros”. Sed sobrios y estad en vela: vuestro adversario el diablo ronda, como un león rugiente, buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos sufren vuestros hermanos en el mundo. El Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de un breve tiempo de tribulación, Él mismo os hará aptos, firmes, fuertes e inconmovibles. A Él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén. 

I Pedro V, 6-11


Evangelio 

En aquel tiempo: Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dirigió esta parábola: “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”. Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”.

Lucas XV, 1-10


sábado, 12 de junio de 2021

San Buenaventura: La Paciencia del Pastor





COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO III DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


En aquel tiempo: Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dirigió esta parábola: “¿Qué hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para ir tras la oveja perdida, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y vuelto a casa, convoca a amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque hallé mi oveja, la que andaba perdida”. Así, os digo, habrá gozo en el cielo, más por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse”. “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si llega a perder una sola dracma, no enciende un candil y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la halla? Y cuando la ha encontrado, convoca a las amigas y las vecinas, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Os digo que la misma alegría reina en presencia de los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente”.

Lucas XV, 1-10




SAN BUENAVENTURA


La paciencia del pastor


Los textos que incluimos están tomados de la obra del santo Doctor titulada Las seis alas del serafín c.4 (cf. BAC, Obras de San Buenaventura t.4 p.515 ss.). 


A) Las espinas del camino 

a) LA PACIENCIA DEL PRELADO ES NECESARIA 

"La tercera ala del serafín eclesiástico, que es el prelado, es la paciencia y longanimidad a toda prueba... Lo manifiestan principalmente tres cosas, entre otras." 


b) POR SUS MUCHOS TRABAJOS Y PREOCUPACIONES 

"En primer lugar, requieren paciencia los trabajos y cuidados y ocupaciones que de diversa manera vienen al prelado. Le apremia, en efecto, un cuidado continuo, ya en cuanto mira por la disciplina espiritual, ya en cuanto procura sustento corporal; y esto ocurrió con los apóstoles, afanosos no sólo por las necesidades espirituales de los fieles, sino también por las necesidades temporales de los mismos, entre los cuales eran cuidados en especial los pobres; y según esto, se dice en el ca-


pítulo 2 de la Epístola a los Gálatas: Santiago, Pedro y Juan nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos (Gal. 2,9), con el fin de propagar la predicación evangélica. Solamente nos pidieron  que nos acordásemos  de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con mucha solicitud (ibid. 10). Además, apremian al prelado las varias ocupaciones que se le derivan, ya por razón de cuidados domésticos, ya por razón  de asuntos extraños, en los cuales, mal que le pese, se halla algún tanto metido, y de los cuales desea con ansias verse, libre por completo. Asimismo son cosas que apremian al prelado muchísimos trabajos, tales como viajes, vigilias, asuntos y otras tareas... 


C) POR EL A VECES ESCASO PROGRESO ESPIRITUAL DE SUS HIJOS

"En segundo lugar, 'el prelado necesita paciencia en vista del moroso aprovechamiento de aquellos para cuyo bien se desvela sin cesar. Mira, en efecto, cuán pocos van progresan-do; mira cuán fácilmente vuelven a relajarse las observancias que, merced a sus esfuerzos, venían imponiéndose, aunque con mucho trabajo y en reducido grado, y cómo, a causa de esto y demás dificultades e impedimentos, enemigos del medro espiritual, llevan camino de resultado 'estéril, como la semilla, que siembra mucha y brota poca; mira, finalmente, cumplidos y observados con negligencia sus órdenes y mandatos, y cómo el mal, so color de bien, va infiltrándose a hurtadillas, sin que se atreva a censurar a las claras como mal lo que aparece como bien; y eso que a la postre queda anulado un bien mayor y se abre paso a males aún más manifiestos. 

1. La relajación de la pobreza religiosa 

"Por ejemplo: Demos que, para salvar a muchos, se reciben En la Orden muchos más de los que convenientemente pueden atenderse. Pues bien, a la postre, esa misma muchedumbre llegará a oscurecer el brillo de la pobreza, dado. que serán muchos los que desearán no privarse, sino holgarse de muchos bienes. De aquí les viene salir con más frecuencia en busca de lo necesario, adoptar métodos insólitos de postulación, proceder más incautamente contra la Regla en materia de limosnas, extinguir el recogimiento devoto, relegar las costumbres religiosas al olvido, hacerse con agrado a la vida vagabunda, yendo a caza de diversas comodidades corporales; contraer amistades prohibidas por la Regla, solicitar regalos de los penitentes, traficar con dinero en' el negocio de las almas, adular a los ricos, ensanchar los campos, levantar palacios suntuosos, sin preocuparse de que escandalicen a los demás; y así queda pisoteado el honor de Dios, fruto que debiera nacer de la santa vida y de la edificación del prójimo. 

2. El descuido de las virtudes interiores 

"Añádanse a esto otras muchas obras que tienen cierto esplendor a los ojos de los hombres, pero a los de Dios oscurecen la pureza interna de la religión; y, de hecho, los ignorantes en materia religiosa, que nada entienden en cosas interiores, por pensar que la substancia de la convivencia espiritual consiste en estas virtudes externas, las defienden con gran tesón, descuidándose de las virtudes espirituales y verdaderas, y, viendo todas estas cosos, el prelado de almas se abrasa y se consume, y, no pudiendo corregirlas según fuera su deseo, se ejercita admirablemente en la virtud de la paciencia. Dice el Salmo (68,10): El celo me consume. Me devora el celo de tu casa, 'etc." 


d) POR LA INGRATITUD DE ALGUNOS FIELES

"Y en tercer lugar, el prelado necesita paciencia, a causa de la ingratitud de aquellos en cuyo beneficio tan solícitamente trabaja. Primero son las continuas quejas. Quéjanse, en efecto, los súbditos, sin que apenas nunca queden satisfechos, de que el prelado podría, si lo quisiera, obrar con ellos de otra manera y mejor; por eso muchas veces queda perplejo entre si debe ceder a sus impertinencias, condescendiendo con ellos en todos sus deseos, o si debe, en cambio, mantenerse inflexible en lo que, a su parecer, es más conveniente... Segundo, son las torcidas interpretaciones. Interpretan, en efecto, torcidamente rnuchísimos actos suyos, echándolos a la peor parte; y de ahí que sea objeto de visitas, murmuraciones, detracciones; y asimismo que haya dado motivo de escándalo allí donde creía haber hecho gran servicio a Dios y a ellos mismo s, de suerte yo que esté al resguardo de nen, que no haya mandato o acto su las continuas displicencias o perturbaciones de algunos. Y vienen, por último, las resistencias. Algunos, en efecto, le resisten abiertamente, le censuran por escrito  y le desprecian  e instigan  a otros  para que se le insubordinen, o, llenos de astucia, le impiden  la ejecución  de las cosas de su oficio." 


B) La paciencia del pastor 

a) DEBE EVITAR TODA IMPACIENCIA

"A estas y otras contrariedades con que de muchas maneras se ve combatido, procure oponerse vi prelado, escudándose con triple género de paciencia. Escúdese, en primer lugar, contestando modesta, madura y benignamente a cada una de las cosas que se le oponen, y reprima los ímpetus del genio, sin mostrar impaciencia en voz, en el rostro ni en los ademanes... En capitulo 8 del libro de los Jueces y en el capítulo 15 de los proverbios se lee: La respuesta suave quebranta la ira; h, palabra dura aviva la saña (Prov. 15,1). Y es que el furor no se calma con el furor, ni el vicio se cura con el vicio. En cuanto a la impaciencia del prelado, hase de decir que desbarata los bienes que pudiera promover, y es de diversas maneras. Primero los desbarata 'en cuanto escandaliza a los demás... Segundo, los desbarata en cuanto hace al prelado despreciable respecto a los súbditos... El que es vano y sin cordura, estará expuesto al desprecio (Prov. 12,23). Tercero, los desbarata en cuanto hace al prelado aborrecible y temible: Terrible es en la ciudad el hombre lenguaraz. y el precipitado en hablar se hará aborrecer (Eccli. 9,25). Cuarto, los desbarata en cuanto provoca a impaciencia a los demás. Se dice en el capítulo 15 de los Proverbios: El iracundo promueve contiendas; el que tarde se enoja aplaca las rencillas (Prov. 15,18). Quinto, los desbarata en cuanto hace al prelado inaccesible a la confianza de los súbditos, que no se atreven a manifestarle sus necesidades... Sexto, en cuanto llena la casa de murmuraciones y rencores... Séptimo, en cuanto ahuyenta a los tiernos de corazón y los hace pusilánimes. Se lee en el capítulo 18 de los Proverbios: ¿Quién podrá aguantar un espíritu fácil de irritarse? (Prov. 18,14). Y, por último, en cuanto lo aíslan, de suerte que no puede, ser avisado respecto de las cosas que debieran corregirse..." 


b) SEA PACÍFICO 

"En segundo lugar, escúdese siendo pacífico; y procure serlo, de modo que no se vengue de las injurias recibidas, ni aborrezca en su corazón a los ofensores, ni descuide su interés Por ellos, ni trate de apartarlos de sí; antes bien, téngalos con más gusto, para 'edificar por este medio a ellos y a los otros, haciendo bien a los ingratos, y para que por ellos tenga ocasión del ejercicio de virtud... Porque, siendo propiamente el oficio de pastor enseriar las virtudes, si aparta de sí a los viciosos, ¿a quiénes enseñará? Si el médico huye de los enfermos, ¿a quiénes curará? Si el soldado valiente huye de los que le combaten, ¿cómo conseguirá el triunfo de la gloria? Si el comerciante desprecia las mercancías en las que puede ganar mucho, ¿cómo se enriquecerá? De aquí es que, entre otros, se hayan santificado tantos obispos y prelados, porque, ya practicando obras buenas, ya sufriendo adversidades, ya edificando a los demás con ocasión de su oficio, llegaron a las altas cumbres de la perfección..." 


c) SEA SUFRIDO

"Y, por último, debe escudarse siendo sufrido; y procure serlo de manera que ni el cansancio en el trabajo, ni la morosidad en el progreso, ni las impertinencias u otras molestias procedentes de los súbditos sean motivo para cumplir con menos decisión y empeño las cosas tocantes a la solicitud pastoral; y advierta que por este camino se llega a grandes méritos."

Boletín Dominical 13 de junio



“Infúndannos tus misterios, Señor Jesús, divino fervor, con que, después de gustar la suavidad de tu dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar las cosas terrenas y amar las celestiales. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unión con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.”

Poscomunión de la
Misa del Sagrado Corazón

Día 13 de Junio, Domingo III de Pentecostés

Conm. de San Antonio de Padua, Confesor y Doc. de la Iglesia. 
Doble. Orn. Verdes.

Admirable y bello es el cuadro que nos ofrece el Evangelio de hoy: “Y se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para oírle…” Aunque los escribas y fariseos se escandalizaban de la actitud de Cristo y dicen: “Éste acoge a los pecadores y come con ellos “, Jesucristo, el Inocente y Santo por excelencia, no se desdeña de tratar con ellos, y era tal la confianza que les inspiraba, que en virtud de ellas cobraban fuerzas y se determinaban a cambiar de vida los que antes eran esclavos del pecado y de todos los vicios. ¡Qué hermosa se muestra la misericordia de Cristo! Santa misericordia de Cristo que se mueve hoy: 1) en recibir a todo el que le busca; 2) en buscar al que huye de Él; 3) en regalar al que halla. Tengamos, pues, plena confianza en su Corazón bondadoso, de un modo particular en las ocasiones más difíciles, que Él nos salvará y encontraremos el descanso para nuestras almas.



14 de Junio, San Basilio el Grande
Obispo, confesor y doctor.
Es uno de los de los cuatro grandes doctores de la Iglesia Oriental. Nació en Cesárea de Capadocia. Estudió en Constantinopla y en Atenas, donde tuvo por condiscípulo a su íntimo amigo San Gregorio de Nacianzo. Renunciando al mundo abrazó la vida monacal, y escribió la famosa regla por la que se han regido desde entonces los monjes de Oriente y organizado la vida monástica. Con gran sentimiento suyo fue creado Obispo de Cesárea, en vano se resistió y empeñó en ocultarse. Combatió contra los arrianos que negaban la divinidad de Cristo y contra el error de Macedonio, desarrollando sólidamente el dogma católico sobre el Espíritu Santo. Murió en 379.




domingo, 6 de junio de 2021

Sermón Domingo II después de Pentecostés



Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Sermón

R.P. Pío Espina Leupold

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Lección

Carísimos: No os extrañéis, hermanos, de que el mundo os odie. Nosotros conocemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama se queda en la muerte. Todo el que odia a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene permanente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; así nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Quien tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra sus entrañas ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra, y con la lengua, sino de obra y en verdad.

I Juan III, 13-18


Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos esta parábola: “Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena”.

Lucas XIV, 16-24

Santo Tomás de Villanueva: Causas de la Institución de la Eucaristía



COMENTARIO AL EVANGELIO

DOMINGO II DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

(Antiguo Domingo dentro de la octava del Corpus Christi)

 

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos esta parábola: “Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena”.

Lucas XIV, 16-24



SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA


Causas de la institución de la Eucaristía


(Cf. Divi Thomae a Vilanova opera omnia [t.3 1881] dom. II post Pentec.). 


A) Exordio: predicar las grandezas del Señor

El predicador no tiene por qué ceñirse a predicar sólo verdades morales; debe también manifestar las grandes obras de Dios. Proclamarán la obra de Dios y pensarán que es El el que lo hace (Ps. 63,10). Un sermón de verdades especulativas y científicas puede producir, a veces, el mismo fruto que otro totalmente práctico, porque la contemplación de las obras divinas tiene grandes ventajas, iluminando la inteligencia, inflamando la voluntad, llevándonos a admirar la sabiduría y majestad divinas, de lo cual nace el temor y respeto, y haciéndonos entender la grande obligación de amar, servir y alabar a Dios. Por eso, vamos a cantar las grandezas del Santísimo Sacramento, no adentrándonos en aquellas cosas que es necesario dejar para el estudio de las escuelas, sino intentando investigar los motivos del Señor al instituir la Eucaristía. 

Recemos antes a aquella Virgen santa, de donde nació el que se contiene en este augusto sacramento. 


B) Cuatro causas de la institución

Las dos obras más grandes de Dios han sido la Encarnación y la Eucaristía. De la primera conocemos el final: "Por nosotros, hombres, y por nuestra salud". Pero de la segunda no suele ser tan vulgar el conocimiento. 

Los santos doctores acostumbran reducir las causas a cuatro. 


a) CONSOLAR AL HOMBRE

Por eso se instituyó en el momento en que Cristo se despide de los suyos. No los deja huérfanos. ¿Qué seria de la Iglesia y de nosotros si no tuviésemos el consuelo del sagrario?


b) MEMORIAL DE SU PASIÓN

Hacedlo en memoria mía. No era justo que se olvidase pasión del Señor, y todo en la santa misa, desde los vestidos y gestos del sacerdote hasta la presencia eucarística real, todo debe recordárnosla. Este es el Cordero de nuestra Pascua. 


C) UN SACRIFICIO NUEVO

Abolidas las figuras, se nos da este nuevo sacrificio, ofrecido   por Cristo cuando en el seno de su Madre dijo a Dio, Rechazas las ofrendas 'y víctimas, pero me has dado un cuerpo (Ps. 39,7). Lo anunció Malaquías, como que había de ofrecerse puro e inmaculado en todo el mundo (Mal. 1,10), cual si quisiera indicar que todos los sacrificios del Antiguo habían sido sustituidos por esta nueva ofrenda. 

Notad que la sangre de los antiguos sacrificios no se ofrecía sólo 'en culto de adoración, sino que servía para purificar y santificar, puesto que con ella se ungía a los sacerdotes y reyes y se rociaba al mismo pueblo. Según la ley. casi todas las cosas han de ser purificadas con sangre (Hebr. 9,22). También la sangre del Señor en la Eucaristía es algo más que un sacrificio de adoración, porque, al unirse con nosotros en forma de sacramento, nos santifica y asimila a Cristo.


d) SACRAMENTO QUE SANTIFICA 

Hemos llegado a ello. Si la sangre de animales (Hebr. 9,18) lo hacía antiguamente, ¿qué no hará este pan, que alimenta la vida del hombre (Ps. 103,15), pan y vino, símbolos de sustento? El pan que yo os daré será mi carne, vida del mundo (Io. 6,51). 


C) Unión hipostática y unión eucarística


a) UN NUEVO MILAGRO

Todas estas razones son de gran valor, pero, a pesar de ello, el &ñor hubiera podido conseguir los mismos efectos con cualquier otro sacramento. Este que celebramos hoy es milagro que completa el de la encarnación. Dios envió a su Hijo para vivificar al mundo, para que tuviera vida, y la tuviera muy abundante (Io. 10,10). ¿Cómo podrá ser vivificado el mundo si no es uniéndose con Dios, que es la vida  del mismo modo que el cuerpo  la recibe  al unirse  con el alma?  Cierto que la gracia y la caridad nos comunican esta vida divina, pero el principio y fuente de toda gracia y caridad es la unión  hipostática  de Dios con el hombre  en Cristo Jesús. De esta  primera  gracia manan  todas las demás, originadas de aquella  plenitud (Io. 1,10). 




b) PLENITUD PARTICIPADA POR MEDIO DE LA EUCARISTÍA

Pero esta plenitud de gracia sólo ha sido derramada en la Cabeza del Cuerpo místico, aunque de olla la recibamos todos los miembros. Mas ¿por qué no fue comunicada plenamente a todos  éstos? Ciertamente, porque no convenía. Si hubiera convenido, Dios lo hubiera hecho; más no deja de parecer absurdo que Dios se uniera hipostáticamente a todos los hombres, como tomó el cuerpo y el alma e Cristo. Pero la sabiduría divina ha encontrado un medio para salvar esta imposibilidad y nos ha hecho partícipes de su divinidad por el sagrado banquete de la Eucaristía. Convirtió su carne en alimento inefable y nos lo dió, y, al comerlo, Cristo nos une a É1, nos transforma en Él, nos incorpora a Él, para que la unión que no ha podido cumplirse de una manera hipostática se lleve a cabo por una manducación divina. Comemos una carne deificada y nos unimos a la divinidad, nos convertimos en hueso de los huesos y carne de la carne de Cristo. Ya no somos dos, sino uno solo; ya no somos un solo espíritu por la gracia, sino un mismo cuerpo por Jesucristo, y del mismo modo que un carbón encendido prende fuego a todos los demás, la carne de Cristo nos ha comunicado su divinidad (cf. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orthod. 4,14). 



C) UNIÓN REAL, NO SÓLO MÍSTICA 

No se contentó el Señor con uniones místicas; ha querido uniones reales. Podemos aplicar aquí aquella  parábola  de la levadura que fermenta toda la masa, y si ahora no aparece nuestra fermentación, es porque hoy, aunque seamos hijos de Dios, no se ve  todavía  lo seremos; pero, cuando aparezca, nos veremos  semejantes a Él (1 Io. 3,2), brillaremos  como el  sol,  porque Jesús  es un hombre  celeste  (I Cor. 15, 44).

No son  entusiasmos  míos;  oíd  al Señor; Yo soy el pan  vivo, que ha bajado  del cielo; si alguno  come de este pan,  vivirá  para siempre (Io. 6,51);  y para  razonarlo  añade;  El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él (ibid. 56)

¿Habéis visto una unión más íntima que la del alimento  y el que lo come? Por eso, así como me envió mi Padre vivo, y yo por mi Padre (ibid., 58), porque tengo con Él una vida común y una substancia común, el que me come participará de de mi vida y naturaleza. 

Después de extenderse en afectos, aduce el ejemplo que el abad Ruperto cuenta de sí mismo en su libro 12 sobre San Mateo (c.26). La noche que precedió a su primera misa se le apareció el Señor en forma humana, y, rodeándole de un modo misterioso y como si fuera un vestido, sintió el abad que Cristo se le imprimía más íntimamente que un sello en la cera, con tales dulzuras, que de no ser rápidas hubiera muerto. Este debe ser el fruto de nuestra incorporación a Cristo en la sagrada comunión. 

sábado, 5 de junio de 2021

Boletín Dominical 6 de junio


Día 06 de Junio, Domingo II después de Pentecostés

(El antiguo domingo infraoctava de Corpus Christi). Doble.

Conm. San Norberto. Obispo y Confesor. Orn. Verdes

El Evangelio de hoy nos habla de la gran cena o del gran banquete que hizo un hombre rico y poderoso y al cual invitó a numerosos comensales. Hermosa y significativa es la parábola de hoy la cual es imagen o figura del banquete eucarístico al cual invita Dios a todos los fieles. Y sin embargo, como en la parábola, muchos s e excusan de asistir, presos en las redes de las preocupaciones mundanas y terrenas, que no les deja pensar en los intereses del alma. Languidece ésta por dar demasiadas satisfacciones al cuerpo, y no asisten al banquete al que Dios les invita para enriquecerlos con su gracia. Dejan a Dios por seguir tras sus concupiscencias. Acerquémonos, pues, a éste divino convite lo más devota y frecuentemente que nos sea posible, y no busquemos excusas para apartarnos de él. 

Porque la Eucaristía es, con toda verdad, una gran cena, un banquete esplendido, un convite divino. ¿Cuáles son los manjares y vinos que en este convite se sirven? Acaba de inmolarse en el Santo Sacrificio de la Misa el Cordero de Dios, acaba de ser místicamente derramada su sangre inmaculada; y allí están sobre la mesa sagrada las carnes del Cordero de Dios bajo la figura de de pan, la sangre de la Victima bajo la especie de vino: pan y vino puestos a disposición del pueblo fiel que quiera nutrirse con la carne del Cordero Divino, y regenerarse con su Sangre generosa. Pan verdadero, pan del Cielo, pan de vida, pan de Dios. Sin embargo, ¡cuántos hay que se retraen de éste convite y menosprecian este Pan! Como los invitados de la parábola: que, por pereza, por atender negocios o placeres, dejan la invitación.





“Infúndannos tus misterios, Señor Jesús, divino fervor, con que, después de gustar la suavidad de tu dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar las cosas terrenas y amar las celestiales. Tú que vives y reinas con Dios Padre en unión con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.”

Poscomunión de la

Misa del Sagrado Corazón

 


viernes, 4 de junio de 2021

Sermón Fiesta de Corpus Christi



Sermón

R.P. Julián Espina Leupold

(Escuche y descargue el sermón aquí)


Lección

Hermanos: Yo he recibido del Señor lo que también he transmitido a vosotros: que el Señor Jesús la misma noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo, el (entregado) por vosotros. Esto haced en memoria mía. Y de la misma manera (tomó) el cáliz, después de cenar, y dijo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre; esto haced cuantas veces bebáis, para memoria de Mí. Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que Él venga. De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero pruébese cada uno a sí mismo, y así coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe, no haciendo distinción del Cuerpo (del Señor), come y bebe su propia condenación.

I Corintios XI, 23-29



Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas de los judíos: La carne mía verdaderamente es comida y la sangre mía verdaderamente es bebida. El que de Mí come la carne y de Mí bebe la sangre, en Mí permanece y Yo en él. De la misma manera que Yo, enviado por el Padre viviente, vivo por el Padre, así el que me come, vivirá también por Mí. Este es el pan bajado del cielo, no como aquel que comieron los padres, los cuales murieron. El que come este pan vivirá eternamente”.

Juan VI, 55-58