COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO
DOMINGO DE PASIÓN
En aquel tiempo: Dijo Jesús a los fariseos ¿Quien de vosotros puede acusarme de pecado? Y entonces; si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por eso no la escucháis vosotros, porque no sois de Dios”. A lo cual los judíos respondieron diciéndole: “¿No tenemos razón, en decir que Tú eres un samaritano y un endemoniado?”. Jesús repuso: “Yo no soy un endemoniado, sino que honro a mi Padre, y vosotros me estáis ultrajando. Mas Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzgará. En verdad, en verdad, os digo, si alguno guardare mi palabra, no verá jamás la muerte”. Respondiéronle los judíos “Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas también; y tú dices: “Si alguno guardare mi palabra no gustará jamás la muerte”. ¿Eres tú, pues, más grande que nuestro padre Abrahán, el cual murió? Y los profetas también murieron; ¿quién te haces a Ti mismo?” Jesús respondió: “Si Yo me glorifico a Mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es quien me glorifica: Aquel de quien vosotros decís que es vuestro Dios; mas vosotros no lo conocéis. Yo sí que lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y conservo su palabra. Abrahán, vuestro padre, exultó por ver mi día; y lo vio y se llenó de gozo”. Dijéronle, pues, los judíos: “No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?” Díjoles Jesús: “En verdad, en verdad os digo: Antes que Abrahán existiera, Yo soy”. Entonces tomaron piedras para arrojarlas sobre Él. Pero Jesús se ocultó y salió del Templo.
Juan VIII, 46-59
SAN BERNARDO
El que se gloría, gloríese en el Señor
Jesús se nos presenta en este evangelio dándonos una lección completa sobre la gloria con que hemos de dar y recibir; tres proposiciones podían ser la síntesis de este comportamiento. Jesús glorifica al Padre; Jesús no busca su propia gloria; Jesús espera la gloria que le dará el Padre. San Bernardo nos dice en el Sermón que resumimos que gloria hemos de buscar (cf , Sermones varios: B.A.C. Obras completas [1953] t.1 p.912-915; PL, 183-558).
1) Es propio de la criatura racional buscar su gloria
El que se gloría, gloríese en el Señor (2 Cor. 10,17-18). Sabía el Apóstol que la gloria es propia del Creador y no de la criatura. según aquello: Mi gloria no la daré a otro lis. 42,8): y Gloria a Dios en las alturas y en la tierra par a los hombres de buena voluntad (Lc. 2,14). Y también: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria (Ps. 113,9). Mas consideró que de tal modo ama la gloria la criatura racional, como quien está hecha a imagen y semejanza del Creador, que nunca o casi nunca ha podido reprimir este deseo. Por lo cual, según la sabiduría que le ha dado Dios, encuentra un consejo salubérrimo, diciendo: Ya que no pueden persuadirnos a que no nos gloriemos, a lo menos el que se gloria, gloriese en el Señor".
B) La gloria dada por los hombres es digna de desprecio
"Y considera cuánto sobrepasa la filosofía de San Pablo a la sabiduría de los filósofos de este mundo, sabiduría que. ciertamente, es insensatez para Dios (1 Cor. 3,19). Viendo los filósofos que algunos se deleitaban en las alabanzas ajenas y que buscaban mutuamente la gloria unos de otros, los que sobresalieron de entre ellos advirtieron prudentemente que esta gloria era vana y digna de todo desprecio. Mas, considerando después e investigando atentamente qué gloria debía apetecer el sabio, aquí ya descarrilaron completamente en sus pensamientos, juzgando que a cada uno le bastaba la gloria propia, como si el alma, que no puede subsistir por si misma, pudiese por sí misma ser bienaventurada. Y así como los deseos de la gloria ajena se esforzaban con toda solicitud por hacer aquellas cosas que admirasen y alabasen los hombres. así éstos juzgaban que sólo había que buscar aquella que aprobase el espíritu interior".
C) El juicio de Dios, no el juicio de los demás ni el juicio propio
"Y ésta es, ciertamente, la sabiduría suma de los sabios de este mundo, la cual es imperfecta aunque se aproxima a la verdad. Pero a ambas filosofías las sobrepasa el Apóstol con la sublime contemplación de la verdad: El que se gloría. dice, no se gloríe en otro ni en si, sino en el Señor. Y. condenando con mayor insistencia aquella que parecía más próxima a la verdad, condenándola con cierto juicio de la verdad, dice: No es aprobado aquel que se recomienda a si mismo, sino aquel a quien recomienda Dios. ¿Por qué. pues, ando solícito del juicio de otro hombre o de mi propio juicio, si ni por su vituperio seré reprobado ni por MIS alabanzas aprobado? Hermanos míos, si yo tuviera que pre-sentarme ante vuestro tribunal, con razón me gloriaría de vuestras alabanzas. Y si hubiese de ser juzgado por mi misma conciencia, satisfecho de mi propio testimonio, me deleitaría en mis propias alabanzas. Mas, puesto que he de presentarme no ante vuestro juicio ni ante el mío, sino ante el de Dios, ¿qué gran insensatez., más aún, qué gran. locura gloriarme de vuestro testimonio o del mío, principalmente siendo El tal, que todas las cosas están desnudas y abiertas a sus ojos, y no tiene necesidad de que alguno le dé testimonio del hombre? Con razón, pues, dice el mismo Apóstol reprobador de la gloria vana y falaz: Tengo por poca cosa el que me juzguéis vosotros o el día humano, mas ni siquiera me juzgo yo mismo; quien me juzga a mí es el Señor (1 Cor. 4,3-4)".
D) El testimonio de la propia conciencia
a) VALE MÁS QUE EL AJENO
"En las cuales palabras hay que considerar diligentemente aquello de que, teniendo por poca cosa el juicio ajeno, de ninguna manera seguirá el suyo, aunque no le tiene por tan Poco. Nadie sabe las cosas que están en el hombre sino el
espíritu del hombre, que está en él (1 Cor. 2,11); de suerte que, ea comparación con el testimonio interior, se ha de tener completamente por nada el exterior. ¿Qué me va a mi con las alabanzas de aquellos que me desconocen?"
b) ES, SIN EMBARGO, INSUFICIENTE
"Y si ese espíritu que está en el hombre pudiese conocer todas las cosas que hay en el hombre, sin duda ninguna bastaría su testimonio. Mas el corazón del hombre es malo e impenetrable también para sí mismo (ler. 17,9), de tal suerte que en gran parte desconoce las cosas presentes y su futuro no lo puede averiguar".
c) Lo BUENA CONCIENCIA LO QUE DA PROPIAMENTE ES CONFIANZA DE SER GLORIFICADOS
"Mas porque algunas veces conoce las cosas actuales,si no nos reprende nuestra conciencia, tenemos no ya gloria, sino confianza en Aquél, como dice el bienaventurado San Juan (lo. 3,21) . Mas cuando merezcamos poseer, nuestra sentencia de parte de su Verdad, para la que nada hay escondido, de ella podremos gloriarnos con toda seguridad..."
E) El Espíritu Santo da a nuestro espíritu un testimonio de gloria verdadero
"También ahora, aunque no plenamente, aunque no sin, temor y cuidados grandes, nos gloríamos algún tanto en e. Señor; al dar el Espíritu Santo testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. De todo esto nos podemos verdaderamente gloriar, de que tenemos un Padre tan bueno, cuya inefable majestad tiene como cosa propia cuidar de nosotros... Así, pues, el que se gloría, no se gloría en sus méritos. Pues ¿qué tiene que no haya recibido? Si lo ha recibido, por qué se gloría como si no lo hubiera recibido? Gloríese, pues, en aquel de quien lo ha recibido, no porque es grande, sino porque le ha engrandecido Dios; esto es, que en las cosas que ha recibido se gloríe no como quien no las ha recibido, sino como quien las ha recibido. No dice el Apóstol: Si lo has recibido, ¿por qué te glorías? Sino: ¿Por qué te glorías como quien no la ha recibido? (1 Cor 4,7). De modo que no prohíbe, sino que enseña a gloriarnos".
F) La tribulación, testimonio de aprobación de Dios
-¿Mas qué significa lo que dice: No el que se recomienda a sí mismo, ése es aprobado, sino aquel a quien Dios recomienda? ¿Quién es ese a quien Dios recomienda en este siglo? ¿Cómo va a recomendar la Verdad a aquel que es todavía reprensible? Finalmente, dice: Yo castigo y corrijo a los que amo (Apoc. 3,19). ¿Acaso es esto toda la recomendación? En verdad, por lo que a mi me parece, ésta es. ¿Qué recomendación mejor y más eficaz hay que el testimonio de la caridad divina para con nosotros? Ningún testimonio hay más creíble que el de su amor, ninguno más cierto en esta vida... Esta es, pues, la increpación en la que continuamente nos sugiere a solas el Espíritu de verdad qué es lo que nos falta, y en la que repele la soberbia, la negligencia, la ingratitud. En el cual triple vicio se arrastran peligrosamente casi todos los hombres religiosos, por eso de que perciben con el oído del corazón poco atento lo que habla en el interior aquel Espíritu de verdad que no toca a ninguno. Esto a algunos les proviene, si no me engaño, de que, ansiosos de la gloria propia, no pueden aquietarse con ninguna razón cuando no hallan en sí mismos nada de que puedan gloriarse. En cambio, habrá gloria perfecta y segura si desconfiamos de todas nuestras obras".
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