
COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO
DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA
En aquél tiempo: tomó Jesús a Pedro, Santiago y Juan su hermano, y los llevó aparte, sobre un alto monte. Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he ahí que se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con Él. Entonces, Pedro habló y dijo a Jesús: “Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres, levantaré aquí tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y otra para Elías”. No había terminado de hablar cuando una nube luminosa vino a cubrirlos, y una voz se hizo oír desde la nube que dijo: “Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadlo a Él”. Y los discípulos, al oírla, se prosternaron, rostro en tierra, poseídos de temor grande. Mas Jesús se aproximó a ellos, los tocó y les dijo: “Levantaos; no tengáis miedo”. Y ellos, alzando los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban de la montaña, les mandó Jesús diciendo: “No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Mateo XVII, 1-9
SAN LEÓN MAGNO
Lecciones de la transfiguración
Insertarnos las ideas 3, párrafos .principales del sermón 51, del cual se lee en la presente dominica y en el sábado de las témporas de Cuaresma. Saltan a la vista las distintas aplicaciones, entre las que sobresalen la preocupación cristológica de este Papa, su concepto de Cuerpo místico y la encendida peroración final sobre el Salvador.
A) Las dos naturalezas
La lectura de este evangelio, que de los oídos del cuerpo ha llegado a los del alma, nos invita a penetrar este misterio. El Señor predicó siempre la existencia de dos naturalezas en El, y sin esta fe nadie puede salvarse.
Para confirmarnos más y más en esta doctrina, preguntó a los apóstoles cuál era su opinión personal, y cuando Pedro, superan. do lo que veía de temporal y humano, confesó, movido por el Padre, la gloria de la Divinidad, fué premiado al ser constituido en piedra inconmovible sobre la que se había de asentar la Iglesia.
"Mas la grandeza de este concepto (de Pedro) alabado por el Señor, necesitaba ser adoctrinada todavía sobre otra inferior naturaleza, para que no ocurriese con la fe de los apóstoles que, purificada lo suficiente para confesar la divinidad de Cristo, estimase, en cambio, incompatible e indigno de un Dios llevar la carga de nuestra debilidad y creyese glorificada en El la naturaleza humana, hasta el punto de no poder sufrir los tormentos ni padecer la muerte."
Por ello, apenas hubo Pedro confesado la fe en la divinidad de Jesús, pasó el Señor a hablar de su futura muerte, y cuando el mismo apóstol guisó disuadirle de ello, fué reprendido, y, con la misma idea, "todas las exhortaciones que siguen van ordenadas a enseñarnos que los que quieran seguirle se han de negar así mismos y reputar en poco la pérdida de los bienes terrenos ante la esperanza de los celestiales, porque aquel salvará, finalmente, su alma que no tema perderla por Cristo".
B) Fines de la transfiguración
a) EL CIELO, ALIENTO EN EL SUFRIMIENTO
Para que los apóstoles concibiesen con toda su alma esta dichosa fortaleza, no temblasen ante la aspereza de la cruz, no se avergonzasen de la pasión de Cristo y no tuviesen por denigrante el padecer, pues de tal modo superarían los suplicios y las torturas que no perderían la gloria del reino, tomó Jesús a Pedro. a Santiago y a Juan, su hermano (Mt. 17,1), y, subiendo con ellos solos a un monte elevado, les manifestó el resplandor de su gloria, porque, aunque creían en la majestad de Dios, sin embargo, ignoraban el poder del cuerpo, bajo el que se ocultaba la Divinidad... Pues aquella inefable e inaccesible visión de la misma Divinidad que se reserva en la vida eterna para los limpíos de corazón, de ninguna manera podían verla y comprenderla los que estaban revestidos aún de la carne mortal."
b) EVITAR EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ
"Con esta transfiguración pretendía especialmente sustraer el corazón de sus discípulos del escándalo de la cruz y evitar que la voluntaria ignominia de su pasión hiciese flaquear la fe de los mismos a quienes iba a manifestar la excelencia de su dignidad oculta."
C) ESPERANZA DEL CUERPO MÍSTICO
"Fundamentábase asimismo con providencia no menor la esperanza de la santa Iglesia al reconocer la transformación con que iba a ser agraciado el Cuerpo (místico) de Cristo, pues cada miembro puede prometerse participar de la gloria que con anterioridad resplandeció en la cabeza. Lo cual ya antes había sido predicho por el Señor cuando hablaba de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre (Mt. 13,43); y lo confirmó el apóstol San Pablo, al decir: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros (Rom. 8,18). Y en otra parte: Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con El (Col. 3,3)".
C) Sufrir antes de reinar
"Animado, pues el apóstol Pedro con la revelación de estos misterios, despreciando las cosas mundanas y hastiado de las terrenas, sentíase arrebatado en un como éxtasis por las cosas celestiales, y, lleno de gozo por la contemplación, quería morar allí con Jesús, en donde se regocijaba con la visión de su gloria Esto es lo que le mueve a exclamar: Señor, ¡qué bien están, aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una par. . Moisés y otra para Elías. Pero el Señor no contestó nada a semejante insinuación, como indicando que, sin ser malo, era de; ordenado lo que pedía, ya que el mundo no puede salvarse sino, con la cruz de Cristo, y a ejemplo del Señor debe acomoda, la fe de los creyentes, para que, aun sin dudar de las promesas de la bienaventuranza. entendamos que, entre las tentaciones de esta vida, antes hemos de pedir el sufrirlas que su gloria, pues la felicidad de reinar de ningún modo puede preceder al tiempo del sufrir."
D) El testimonio del Padre
Cuando todavía estaba hablando, una nube resplandeciente los envolvió y se oyó una voz entre la nube que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle (Mt. 17,5). Presente estaba el Padre en su Hijo, y de aquella claridad del Señor que había sido mostrada a los discípulos, no se separaba del Unigénito la esencia del Engendrador; pero para expresar mejor la propiedad de cada persona, como el resplandor del cuerpo mostraba el Hijo a los ojos, así la voz de la nube manifestaba el Padre al oído. Escuchada esta voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros y temieron mucho, no sólo por la majestad del Padre, sino también por la del Hijo; con un conocimiento superior comprendieron que era una misma la divinidad de ambos, y porque ninguna duda había en su fe, también usó distinción en su temor...
Amplio y completo fué aquel testimonio, y entendido mejor por el significado de las palabras que por el sonido de la voz. Al decir el Padre: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle, ¿no entendieron, evidentemente, que éste es mi Hijo, que procede de mí y vive conmigo sin razón de tiempo? Porque ni el Engendrador es anterior al Engendrado, ni el Engendrado es posterior al Engendrador. Este es mi Hijo, a quien la deidad no separa o hace distinto de mí, ni el poder le hace otro, ni la eternidad contrario. Este es mi Hijo, no adoptivo, sino propio; no creado de otra parte, sino engendrado por mí; ni hecho semejante a mí siendo de distinta naturaleza, sino que, siendo de mi misma esencia, nació igual a mí. Este es mi Hijo, por quien todas las cosas fueron hechas, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho (Io. 1,3), porque todo lo que yo hago, igualmente lo hace El, y todo lo que obro lo obra El inseparablemente conmigo. El Padre está en el Hijo, y en el Hijo el Padre, y nunca hay división en nuestra unidad, y aun siendo yo distinto en cuanto engendré, a El en cuanto engendrado, sin embargo, no podéis vosotros pensar cosa distinta de El que lo que podáis pensar de mí. Este es mi Hijo. La igualdad que conmigo tiene no la consiguió por robo ni usurpación. sino que permaneciendo en la misma suerte de gloria que yo, para llevar acabo la determinación acordada por ambos de redimir al género humano, rebajó su inamisible divinidad hasta tomar la apariencia de esclavo"...
E) Oíd a Jesús
"Oíd, pues, a éste con fe firme, en quien me complazco sobremanera y en cuya predicación me revelo, en cuya humildad soy clarificado. El es la verdad y la vida. El es mi misma virtud y sabiduría. Oíd a éste, al que anunciaron los secretos de la ley, al que cantó la boca de los profetas. Oíd a éste, que redime al mundo con su sangre, aherroja al diablo y destruye sus poderes; que cancela el decreto del pecado y los pactos de la prevaricación. Oíd a éste, que facilita el camino del cielo y por el suplicio de la cruz nos prepara los escalones para subir al reino. ¿Por qué teméis por vuestra redención? ¿Por qué tembláis, como enfermos, por vuestra salvación? Hágase la voluntad de Cristo, que es la mía. Despojaos del miedo carnal y revestíos de la fiel constancia. Es irracional el que temáis por la pasión del Salvador, cuando en virtud de sus méritos no temeréis ni la propia muerte".
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