domingo, 13 de diciembre de 2020

San Gregorio Magno: La Predicación del Bautista


COMENTARIO ACERCA DEL EVANGELIO

DEL DOMINGO III DE ADVIENTO


En aquel tiempo: Los judíos enviaron a Juan, desde Jerusalén, sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no negó; y confesó: “Yo no soy el Cristo”. Le preguntaron: “¿Entonces qué?¿Eres tú Elías?” Dijo: “No lo soy”. “¿Eres el Profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron entonces: “¿Quién eres tú? para que demos una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?” Él dijo: “Yo soy la voz de uno que dama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Había también enviados de entre los fariseos. Ellos le preguntaron: “¿Por qué, pues, bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?” Juan les respondió: “Yo, por mi parte, bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno que vosotros no conocéis, que viene después de mí, y al cual yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. 

Juan I, 19-28



SAN GREGORIO MAGNO

El Bautista, modelo de humildad Seleccionamos dos pasajes, uno relativo a la predicación del Bautista, otro referente a la humildad, pero conectado asimismo con el evangelio de la presente domínica. 


A) La predicación del Bautista

En su Homil. 20 in Evang. (PL 76,1159-1170), San Gregorio va comentando todo el pasaje evangélico. De este comentario entresacamos lo más notable. 


a) PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR

Comienza aludiendo a las autoridades del rey y de los sacerdotes para precisar el tiempo del que había de ser Rey y Sumo Sacerdote. Después de una extraña interpretación de la predicación del bautismo para el perdón de los pecados, continúa: Soy la voz, porque precedía a la palabra preparad el camino (Le. 3,4). «Todo el que predica la fe recta y las buenas obras, ¿qué hace sino preparar el camino del Señor para que venga al corazón de los oyentes, penetrándolos con la fuerza de la gracia, ilustrándolos con la luz de la verdad, para que, enderezadas así las sendas que conducen a Dios, se engendren santos pensamientos en el alma?... 

Todo barranco será rellenado y todo monte allanado (Le. 3,5). En la venida del Señor se llenaron todos los valles y fueron humillados los montes, porque, según sus palabras, el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado (Le. 14,11 y 18,14)». Los soberbios judíos perdieron el reino que ganaron los despreciados gentiles. «Los corazones humildes serán llenos de la gracia y de las virtudes por medio de las enseñanzas divinas, según lo que está escrito: Hace brotar en los valles los manantiales... y los valles se cubrirán de mieses» (Ps. 103,10 y 64,14). El agua desciende resbalando de las montañas de los soberbios para formar remansos en el valle. 

Los caminos tortuosos, rectificados (Le. 3,5). «Los corazones de los malos, torcidos por la injusticia, son dirigidos a la regla de la justicia (Is. 11,4-5), y los iracundos se tornan suaves por la gracia sobrenatural. Cuando el iracundo no quiere recibir la palabra de la verdad, es un camino que no permite marchar por él. Cuando... la recibe, se convierte en camino llano el inaccesible, por donde antes el predicador no podía dar un paso* (ibid., 6: 1162). 

Y toda carne verá la salud de Dios (Le. 3,6). Por eso habla en seguida del juicio (ibid., 7: ii65). 

Dignos frutos de penitencia (Le. 3,8). En proporción con los Pecados anteriores, «tanto mayores ganancias hemos de procurar conseguir con las buenas obras cuanto mayores perjuicios nos hayamos inferido con el pecado»... (ibid., 8: 1163). 


b) EL QUE TIENE DOS TÚNICAS DÉ UNA AL QUE NO LA TIENE (Lc. 3, 11)

«Por lo mismo que la túnica es más precisa que la capa, indica aquí San Juan que es mejor fruto de penitencia dar y compartir con nuestro prójimo lo que nos es necesario... que limitarnos a las cosas exteriores y menos útiles. Escrito está en la ley: Amarás al prójimo como a ti mismo (Mt. 22,39 y Lev. 19,18), y no demuestra amarle de ese modo el que no comparte con él, cuando lo ve necesitado, las cosas que le son indispensables. Por consiguiente, tenemos la obligación de dar una túnica cuando tengamos dos. Y no manda el evangelio que se parta por la mitad la que se tenga cuando sea sólo una, porque eso equivaldría a desnudar a los dos, sin remediar a nadie»

Considerad y ved cuánto valen las obras de misericordia. En este pasaje, cuando se enumeran los frutos dignos de penitencia, son aquéllas las preferidas. 

Por eso dice el Señor: Dad limosna... y todo será puro para vosotros (Le. 11,41); y en otro lugar: Dad y se os dará (Le. 6,38). De aquí que esté escrito: El agua apaga la ardiente llama y la limosna expía /os pecados (Eccli. 3,33). Y en otra parte: Encierra la limosna en tus arcas y te librará de toda miseria (Eccli. 29,15). Por eso, el buen padre ha de aconsejar a su hijo (Tob. 4,8): Si abundares en bienes, haz de ellos limosna; y si éstos fueren escasos, según esa escasez, no temas hacerla. (ibid., I I : I 165).

Extiéndese el Santo largamente sobre los que hacen limosnas a las personas dedicadas a Dios y al apostolado, y dice que recibirán el mismo premio del Apóstol, según Mt. io,41 (ibid., 12: 1165).


C) LAS LIMOSNAS Y LA PENITENCIA, VIOLENCIA GRATA A DIOS

Cuando el Señor dijo que desde los días de Juan el reino de Dios sufría violencia, se refería a esta predicación y a las limosnas, por medio de las cuales alcanzamos el reino de los justos, que habíamos perdido. «Dios se complace en sufrir esta violencia. Desea que lo que no hemos merecido con nuestras obras, lo arrebetemos con nuestras lágrimas... Ved al buen ladrón (Le. 23,42), arrepentido en la cruz. (ibid., 15: 1169).


B) La humildad

En la Hom. 7 Evang. (PL 76,1099-1103), después de una exposición exegética que omitimos, San Gregorio desarrolla el tema de la humildad. Debemos considerar nuestros defectos aun en medio de nuestras virtud., y en medio de nuestra grandeza, si la hubiere, nuestra pequeñez. 


a) NO SOY DIGNO DE DESATAR SU ZAPATO

«¿Qué significa decir: No soy digno de desatar la correa de su zapato (Io. 1,27), sino confesar clara y humildemente la ignorancia? Es como si dijera: ¿Qué extraño es que se me anteponga Aquel a quien veo, si, aunque nació después de mí, no comprendo el misterio de su nacimiento? He aquí cómo el Bautista, lleno del don de profecía, brilla en la ciencia sobrenatural y nos indica lo que ignora» (ibid., 3: 11oi y 1102).


b) LA HUMILDAD, GUARDA DE LA VIRTUD

«En este punto, carísimos hermanos, debemos considerar y pensar atentamente cómo los santos, a fin de conservar la virtud de la humildad, cuando por un don especial del cielo saben alguna cosa, procuran traer a su imaginación lo que ignoran, para que, viendo sus debilidades, no se enorgullezca su alma por lo que tiene de perfecta. La ciencia es ciertamente una virtud, pero la humildad la custodia. Conviene, por lo tanto, hermanos míos, que nuestro entendimiento se humille en lo que sabe, para que no se lleve el viento del orgullo lo que ha reunido la virtud de la ciencia... 

Cuando hagáis alguna obra buena, traed siempre ante vuestra consideración el mal que hayáis hecho, para que, viendo cautamente la culpa, jamás el ánimo se regocije incautamente en el bien cumplido... 

Considerad como superiores a vuestros prójimos, principalmente a aquellos a quienes no estáis encomendados, porque no sabéis si aun los que obran mal ocultan algún bien dentro de sí mismos...» 


c) EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENSALZADO

«Procure cada uno ser grande, pero ignore que lo es, a fin de que no pierda su grandeza cuando con arrogancia se la atribuya. A este propósito dice el profeta: ¡Ay de los que son sabios a sus ojos y son prudentes delante de sí mismos! (Is. 5,21). Y San Pablo añade: No seáis prudentes a vuestros propios ojos (Rom. 12,16). De aquí que se dijera contra el soberbio Saúl: Hallándote tú pequeño a tus propios ojos, has venido a ser el jefe de las tribus de Israel... Reg. 15,17). Lo que equivale a decir: Por haberte considerado pequeño, te hice yo más grande que los demás; mas como te has estimado grande, te tengo yo por pequeño. Por el contrario, cuando el rey David valoraba en nada el fausto de su autoridad real y bailaba en presencia del arca de la alianza, dijo: Danzaré yo y aún más vil que esto quiero parecer todavía y rebajarme más a tus ojos... (2 Reg. 6,25-22)». 

«Luego si los santos, cuando ejecutan grandes cosas, sienten pobremente de sí, ¿qué han de decir en su defensa los que se engríen sin virtudes? Aun las buenas acciones carecen de valor cuando no están sazonadas por la virtud de la humildad. Las más grandes, Practicadas con soberbia, en vez de ensalzar rebajan. El que acopie virtudes sin humildad, arroja polvo al viento; y donde parece que obra provechosamente, allí incurre en más lastimosa ceguera. Por 10 tanto, hermanos míos, mantened en todas vuestras obras la humildad..., no miréis a los que son menos que vosotros, sino a los que os aventajan, parmue al proponeros los ejemplos de los buenos podáis subir siempre a mayor perfección...» (ibid., 4: 1102- 1 I 03)».

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