domingo, 6 de septiembre de 2020

Boletín Dominical 6 de agosto


Día 6 de Septiembre, Domingo XIV de Pentecostés.

Doble-Ornamentos Verdes.

La vida del hombre sobre la tierra es un peregrinar continuo mientras dura ella; somos peregrinos, somos aves de paso, vamos en busca de la patria; y en este camino hemos de aligerar la carga de cuidados embarazosos que puedan entorpecer el viaje, hacerle pesado o hacernos cambiar de ruta con pérdida irremediable para nosotros. Debemos pues, vivir desprendidos de las cosas terrenas y practicar ese desprendimiento con la perfección posible. Esto no quita el cuidado necesario y conveniente que debemos tener con nuestras cosas y de nuestros bienes, ni aún el deseo honesto de mejorar; pero…ha de ser sin demasiadas ansias, sin inquietudes, sin envidias, sin congojas, sin que embarace tanto nuestro espíritu que perdamos de vista las espirituales y eternas hacia las que se dirige nuestra vida. Esto es lo que nos enseña el Señor en el Evangelio de hoy. “Nadie puede servir a dos señores”, y menos dos señores rivales. No podéis servir a Dios y al dinero


Día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora.

Celebra hoy la Iglesia el nacimiento de la Santísima Virgen Maria, Nuestra Señora y Madre. Su padre fue San Joaquín, de Nazareth, y su madre, Santa Ana de Belén. El día 12 se celebra el Dulcísimo Nombre de Maria. Maria, estrella del mar, Maria, estrella del amanecer, Maria estrella y derrotero de la humanidad, a la que inunda de gozo y de luz, luz que brilla dulce, clara y amable para volver los extraviados a la casa del Padre, para alegrar los corazones que gimen, para poner calor de caridad entre el odio y la indiferencia. (Continua) 




(Sigue) “OH vosotros, dice San Bernardo, que flotáis sobre la corriente de este mundo, entre las tormentas y los vendavales, tened los ojos fijos en la Estrella si no queréis perecer entre las olas. Si te sientes asaltado por el huracán de la tentación, arrojado contra los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a Maria. Si tiemblas agitado por el oleaje del orgullo, de la ambición, de la envidia, de la concupiscencia, mira a la Estrella, invoca a Maria. Si te turba el horror del juicio, si te aterra la enormidad de tus crímenes, si te ves arrastrado por el abismo de la tristeza y la desesperación, piensa en Maria. En los peligros, en las angustias, en las vacilaciones, piensa en María, invoca a Maria. Tenla perpetuamente en los labios, siempre en el corazón”.

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