sábado, 4 de julio de 2020

Boletín Dominical 5 de julio



Día 5 de Julio, Domingo V después de Pentecostés

Doble. Conm. de San Antonio María Zacarías. Orn. Verdes.


Hoy Nuestro Señor Jesucristo nos amonesta a no practicar nuestra justicia de la forma con que la practicaban los escribas y los fariseos. Podemos entender aquí que Nuestro Señor se refiere a la virtud de la religión, la cual es una virtud derivada de la Justicia, virtud moral y cardinal.

Hablemos un poco entonces de la religión, que puede definirse, en cuanto virtud, como una virtud moral que inclina la voluntad del hombre a dar a Dios el culto debido como primer principio de todas las cosas. Que los escribas y los fariseos no ejercían bien tal virtud es cosa patente en los Evangelios. A manera de ejemplo, acordémonos de la Parábola del fariseo y del publicano rezando en el Templo, de cómo el fariseo solo buscando su exaltación no volvió justificado a su casa y cómo habiéndose humillado volvió justificado el publicano. El fariseo buscaba a sí mismo, el publicano a Dios.

La virtud de la religión es absolutamente necesaria y obligatoria en cuanto preceptúa el culto interno y el culto externo. No practicar la virtud de la religión es una verdadera injusticia, una de las mayores, si no la mayor, porque quita a Dios lo que le es debido: el culto divino.

Ahora bien, Cristo no sólo nos dice lo que no debemos hacer sino que nos instruye también en lo que debemos hacer con respecto a la virtud de la religión: Quien a vosotros escucha, a mi me escucha. (Luc. 10 – 16). Es doctrina común entre los sabios de la Iglesia que Cristo refiere estas palabras a las Enseñanzas Apostólicas. Es decir que Cristo nos pone a la Iglesia como maestra también de esta virtud de la religión. Él que escucha a la Iglesia escucha a Cristo. (Continúa)






(Sigue) Como dijimos arriba la virtud de la religión nos inclina a dar a Dios un culto debido. ¿Qué nos dice la Iglesia, soberana e infalible maestra de la cristiandad, cual sea el culto que a Dios es más agradable? Ella dice: LA SANTA MISA. La renovación del sacrificio de Cristo en la Cruz que se produce en cada altar donde un verdadero sacerdote reza la Santa Misa es, absolutamente, lo que más agrada a Dios Padre en lo que el hombre puede hacer. 

No hubo santo que no fuera devoto de la Santa Misa, y si nos pusiéramos acá a dar citas de frases y máximas que se han formulado para redundar en alabanza para la Santa Misa mil páginas sería poco para comenzar.

¡Seamos, pues, devotos de la Santo Sacrificio del Altar! 

¡Oh Santísima Virgen María, Espejo de Justicia!, no permitáis que cometamos tamaña injusticia contra el Buen Dios que nos ha amado tanto hasta darnos su Hijo Unigénito (Io. 3 -16) que nos compró con el grande precio de su Sangre     (I Cor. 6 - 20), no permitáis que dejemos de rendirle a Dios el culto que le es debido. ¡Santísima Madre, haznos verdaderamente devotos de la Santa Misa! 





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