domingo, 12 de mayo de 2024

Sermón Domingo después de la Ascensión del Señor

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold

 

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold



Lección

Carísimos: Sed prudentes, y velad en oraciones. Pero, ante todo, tened mutua caridad: porque la caridad cubre la multitud de los pecados. Sed mutuamente hospitalarios sin murmuración: dé cada cual la gracia a otro según la recibió, como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla, que hable según las palabras de Dios: si alguien administra, administre según la virtud que Dios suministra: para que en todo sea honrado Dios por Jesucristo, nuestro Señor.

I Pedro IV, 7-11



Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, el que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí: y vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he dicho esto, para que no os escandalicéis. Os echarán de las sinagogas, y vendrá la hora en que, todo el que os matare, pensará hacer un servicio a Dios. Y harán esto con vosotros, porque no han conocido al Padre, ni a mí. Pero os he dicho esto para que, cuando llegue dicha ora os acordéis de que yo os lo dije.

Io. XV, 26-27; XVI, 1-4.

sábado, 11 de mayo de 2024

Dom Gueranger: Domingo después de la Ascensión




DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN

(Antiguo Domingo de la Octava de la Ascensión)


Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


GLORIFICACION DE LA HUMANIDAD DE CRISTO

Jesús subió al cielo. Su divinidad nunca estuvo ausente de él, mas hoy su humanidad es entronizada y coronada allí con brillante diadema; he ahí un nuevo aspecto del misterio de la Ascensión. El triunfo no bastaba a esta santa humanidad; el descanso le estaba preparado sobre el trono mismo del Verbo eterno al que está unida por una misma personalidad y allí debe recibir las adoraciones de toda criatura. Ante el nombre de Jesús, Hijo del hombre e Hijo de Dios, de Jesús sentado a la derecha del Padre Todopoderoso, "toda rodilla debe doblarse en el cielo, la tierra y los infiernos'".

¡Habitantes de la tierra!, allí está aquella naturaleza humana que se apareció antes en la humildad de los pañales, que recorrió Judea y Galilea, no teniendo donde reclinar su cabeza, que fué encadenada por manos sacrílegas, flagelada, coronada de espinas y clavada en una Cruz; pero mientras los hombres ignorantes la pisoteaban como un gusano de la tierra, ella aceptaba el cáliz de dolores con entera sumisión y se unía a la voluntad del Padre; aceptaba, transforma da en víctima, desagraviar a la gloria divina dando toda su sangre como rescate de los pecadores. Esta naturaleza humana, nacida de Adán por María Inmaculada, es la obra maestra del poder de Dios. Jesús "el más hermoso de los hijos de los hombres'" es objeto de admiración para los ángeles; en él descansan las complacencias de la Santísima Trinidad; los dones de gracia depositados en él sobrepasan a los que han sido concedidos a los hombres y a todos los espíritus celestes juntos; pero Dios le había destinado al camino del dolor, y Jesús que hubiera podido rescatar al hombre con menor costa suya, se entregó voluntariamente a un mar de humillaciones y dolores con el fin de satisfacer con creces la deuda de sus hermanos. ¿Cuál será la recompensa? El Apóstol nos lo dice: "Hízose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz; por lo cual Dios le exaltó y le dió un nombre que está por encima de todo nombre".

¡ Oh vosotros que tomáis parte en este mundo en los dolores con que nos rescató, que gustáis seguirle en las estaciones de su peregrinación hasta el Calvario, levantad hoy la cabeza y mirad a lo alto de los cielos! "Porque sufrió la muerte, hele aquí coronado de gloria y honor'". "Cuanto más se humilló al igual de un esclavo, El que podía en su otra naturaleza llamarse sin injusticia igual a Dios'", mas el Padre se complace en elevarle en gloria y poder. La corona de espinas que llevó en la tierra es reemplazada por la diadema de honor. La cruz que dejó imponer sobre sus hombros es en adelante el signo de su principado. Las llagas, que los clavos y la lanza estamparon en su cuerpo, resplandecen como soles. ¡Sea, pues, dada gloria a la justicia del Padre hacia Jesús su Hijo! pero regocijémonos también de ver en este día "el Hombre de dolores"- transformado en Rey de la gloria y repitamos con entusiasmo el Hosanna que la corte celestial hace resonar a su llegada.


JUEZ UNIVERSAL

Con todo eso no creamos que el Hijo del hombre sentado sobre el trono de la divinidad queda inactivo en su descanso glorioso. El Padre le ha dotado de una soberanía pero soberanía activa. Le ha nombrado "juez de vivos y de muertos y todos nosotros debemos comparecer ante su tribunal"6. Apenas nuestra alma deje su cuerpo será transportada al pie de este tribunal donde se ha sentado hoy el Hijo del Hombre y oirá salir de su boca la sentencia merecida. ¡Oh Salvador coronado en este día! Señor misericordioso en esta hora decisiva para nuestra eternidad.

Mas la judicatura ejercida por el Señor no se limitará al ejercicio callado de este soberano poder. Los ángeles nos lo han dicho hoy: debe presentarse de nuevo en la tierra, volver a descender a través de los aires, como ha subido, y entonces tendrán lugar los solemnes juicios, donde todo el género humano comparecerá. Sentado en las nubes del cielo, rodeado de milicias angélicas, el Hijo del hombre aparecerá en la tierra con toda majestad. Los hombres verán "aquél que taladraron'" y las huellas de sus heridas, que aumentarán su hermosura, serán para unos objeto de terror y para otros de inefables consuelos. Como pastor, separará sus ovejas de los cabritos y su voz soberana, que la tierra no escuchó desde hacía tantos siglos, resonará para mandar a los pecadores impenitentes descender a los infiernos e invitar a los justos a ocupar, en cuerpo y alma, la mansión de las delicias eternas.


REY DE LAS NACIONES

En espera de este desenlace final de los destinos de la raza humana, Jesús recibe también del Padre, en este día, la investidura visible del poder real sobre las naciones de la tierra. Habiéndonos rescatado con el precio de su sangre, le pertenecemos; sea, pues, en adelante nuestro Señor. Es, en efecto, y se llama Rey de reyes y Señor de señores '. Los reyes de la tierra no reinan legítimamente sino por El y no por la fuerza o en virtud de un pretendido pacto social cuya sanción no pasa de aquí abajo. Los pueblos no se pertenecen a sí mismos, dependen de El. Su ley no se discute; debe estar por encima de todas las. leyes humanas como su regla y señora: "Las naciones temblarán bajo su cetro, dice el Rey-profeta; los pueblos, para salir de su dominio, forjarán vanos proyectos; los príncipes de la tierra se concertarán contra El; dirán: rompamos su yugo y arrojémosle lejos de nosotros". ¡Inútiles esfuerzos!, porque, dice el Apóstol, "es necesario que reine, hasta que tenga puestos todos sus enemigos bajo sus pies" hasta que aparezca por segunda vez para derribar el poder de Satanás y el orgullo dé los hombres.

Así, pues, el Hijo del hombre, coronado en su Ascensión, debe reinar sobre todo el mundo hasta su vuelta. "Mas, diréis, ¿reina donde los príncipes creen tener su autoridad del mandato de los pueblos, donde los pueblos seducidos por este ídolo que llaman libertad, ha perdido hasta el sentido mismo de la autoridad? Sí, reina, pero con la justicia, puesto que los hombres desdeñaron ser conducidos por su bondad. Borraron su ley de sus códigos, concedieron el derecho de ciudadanía al error y a la blasfemia; y entonces les ha abandonado a su juicio absurdo y engañoso. La unción bendita no hace ya sagrado en ellos el poder efímero, que se escapa a todas horas de las manos que se esfuerzan por retenerle, y, cuando los pueblos, después de haber rodado por los abismos de la anarquía procuran constituirle de nuevo, es inútil, porque se le ve desplomarse otra vez, porque los príncipes y los pueblos quieren estar fuera del dominio del Hijo del Hombre. Y así será, hasta que los príncipes y pueblos, cansados de su impotencia, le llamen a reinar sobre ellos, hasta que vuelvan a tomar la divisa de nuestros padres: "¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera! ¡Dígnese Cristo reservar—a su pueblo—de todo mal!".

En este día de tu coronación, recibe los homenajes de tus fieles, ¡Oh Rey, Señor y Juez nuestro! Fuimos por nuestros pecados los autores de tus humillaciones y sufrimientos en el curso de tu vida mortal, mas nos unimos hoy a las aclamaciones que dejaron oír los Espíritus celestes en el momento en que la diadema real fué colocada sobre tu divina cabeza. Sólo percibimos ahora un reflejo de tus grandezas; mas el Espíritu Santo que nos has prometido acabará de revelarnos todo lo que podemos conocer aquí acerca de tu poder soberano cuyos fieles y humildes subditos queremos ser siempre.

El Domingo de la octava de la Ascensión, llamado en Roma durante la Edad Media, Domingo de las Rosas porque en este día era costumbre cubrir de rosas el pavimento de las basílicas, como homenaje a Cristo que se elevaba al cielo en la estación de las flores. La fiesta de la Ascensión tan radiante y llena de júbilo, cuando se considera en su aspecto principal, que es el triunfo del Redentor, embellecía los esplendorosos días de primavera. Se olvidaba un momento la tristeza de la tierra para acordarse sólo de la palabra de Jesús a sus Apóstoles, a fin de que nos fuere repetida: "Si me amárais os alegraríais de que fuera a mi Padre'". Imitemos este ejemplo, ofrezcamos a nuestra vez la rosa, a aquél que la hizo para adorno de nuestra morada y sepamos servirnos de su belleza y perfume para elevarnos hasta aquel que dice en el divino Cántico: "Yo soy la flor de los campos y el lirio de los valles"2. Quiso llamarse nazareno para que este nombre misterioso despertase en nosotros el recuerdo que expresa, el recuerdo de las flores de quien no se ha desdeñado tomar el símbolo, para expresar el encanto y suavidad que aquellos que le aman encuentran en él.


MISA

El Introito, sacado del Salterio, manifiesta el deseo que siente la Santa Madre Iglesia de volver a ver a su Esposo que ha partido lejos de ella. El alma fiel comparte este sentimiento y se une a la madre común para decir como ella al Emmanuel: "Mi corazón te lo dirá, quiero volver a ver tus facciones divinas, muéstramelas pronto."


INTROITO

Oye, Señor, mi voz, con la que clamé a ti, aleluya: a ti dijo mi corazón: Busqué tu cara: tu cara, Señor, buscaré: no apartes tu cara de mí, aleluya, aleluya.— Salmo: El Señor es mi luz, y mi salud: ¿a quién temeré? J. Gloria al Padre.


En la Colecta la Iglesia nos enseña a pedir a Dios la buena voluntad que nos hará dignos de volver a ver a Jesús, por el celo en servir a la divina majestad.


COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, haz que siempre tengamos para ti una voluntad devota, y que sirvamos a tu majestad con sincero corazón. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pedro.

Carísimos: Sed prudentes, y velad en oraciones. Pero, ante todo, tened mutua caridad: porque la caridad cubre la multitud de los pecados. Sed mutuamente hospitalarios sin murmuración: dé cada cual la gracia a otro según la recibió, como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla, que hable según las palabras de Dios: si alguien administra, administre según la virtud que Dios suministra: para que en todo sea honrado Dios por Jesucristo, nuestro Señor.


CARIDAD Y PRUDENCIA

Mientras los discípulos están reunidos en el Cenáculo formando un corazón y una sola alma, y esperando la venida del Espíritu Santo, el príncipe de los Apóstoles que preside esta asamblea se vuelve hacia nosotros que esperamos el mismo favor, y nos recomienda la caridad fraterna. Nos promete que esta virtud borrará la multitud de nuestros pecados; ¡feliz preparación para recibir el don del cielo! El Espíritu Santo viene con el fin de unir a los hombres en una sola familia; dejemos las discusiones y preparémonos a la fraternidad universal que debe establecerse en el mundo con la predicación del Evangelio. Mientras .esperamos la venida del Consolador prometido, el Apóstol nos dice que debemos ser prudentes y sobrios para vacar a la oración. Seamos dóciles: la prudencia consistirá en quitar de nuestros corazones todo obstáculo que aparte al Espíritu Divino; en cuanto a la oración, ella será la que les abrirá, para que El les reconozca y se establezca en ellos.

De los dos versículos del Aleluya, uno está tomado de David y hace alusión a la majestad de Cristo sobre el trono real, el otro está compuesto con palabra s del mismo Salvador que nos promete su venida al fin de los siglos, cuando venga a reclama r a sus elegidos.


ALELUYA

Aleluya, aleluya. J. Reinó el Señor sobre todas las gentes: Dios está sentado sobre su santo trono.

Aleluya. J. No os dejaré huérfanos: voy, y volveré a vosotros, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Juan.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, el que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí: y vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he dicho esto, para que no os escandalicéis. Os echarán de las sinagogas, y vendrá la hora en que, todo el que os matare, pensará hacer un servicio a Dios. Y harán esto con vosotros, porque no han conocido al Padre, ni a mí. Pero os he dicho esto para que, cuando llegue dicha ora os acordéis de que yo os lo dije.


ESPÍRITU DE FORTALEZA

La víspera de enviarnos el Espíritu Santo, Jesús, nos anuncia los efectos que este consolador producirá en nuestras almas . Dirigiéndose en la última cena a los apóstoles les dice que el Espíritu dar á testimonio de él, es decir, que les instruirá sobre la divinidad de Jesucristo y la fidelidad que le deben hasta morir por él.

He ahí lo que producirá en ellos este divino huésped que Jesús, antes de subir al cielo, llama Virtud de lo alto. Duras pruebas les esperan; será menester resistir hasta derramar sangre. ¿Quién sostendrá a estos hombres débiles? El Espíritu que ha de venir sobre ellos. Por él vencerán y el Evangelio dará la vuelta al mundo. Ahora bien, ha de venir de nuevo este Espíritu del Padre y del Hijo, y ¿Cuál será el en de su venida si no armarnos para el combate y hacernos fuertes para la lucha? Al salir del tiempo pascual, donde los más augustos misterios nos iluminan y protegen, nos volveremos a encontrar ante el demonio irritado, el mundo que nos esperaba, y nuestras pasiones calmadas un momento que querrán revivir. Si estamos "revestidos de la virtud de lo alto" no temeremos a nadie; esperemos la venida del Consolador, preparémosle un recibimiento digno de su majestad; cuando le hayamos recibido guardémosle cuidadosamente; él nos alcanzará la victoria como la alcanzó a los Apóstoles.

El Ofertorio recuerda el poder de Jesús subiendo al cielo; la iglesia quiere que pensemos constantemente en este triunfo, y que nuestros corazones estén fijos en la mansión donde el triunfador nos espera.


OFERTORIO

Ascendió Dios con júbilo, y el Señor con clamor de trompeta, aleluya.


Una vez ofrecido a Dios el pan y vino que pronto van a ser transformados en cuerpo y sangre de Cristo, la iglesia pide en la Secreta no sólo que el contacto con estos divinos misterios, nos deje limpios, sino que nos dé esa energía sin la cual la vida Cristiana no puede existir.


SECRETA

Haz, Señor, que estos Sacrificios inmaculados nos purifiquen y den a nuestras almas el vigor de la gracia celestial. Por el Señor.


La antífona de la Comunión está formada de las palabras de la oración de Jesús a su Padre. Las pronunció después de haber dado a comer su sagrado cuerpo a sus discípulos. Muestran sus deseos para con nosotros.


COMUNIÓN

Padre, cuando estaba con ellos, yo guardaba a los que me diste, aleluya; pero ahora voy a ti: no ruego que los quites del mundo, sino que los preserves del mal, aleluya, aleluya.

 

La acción de gracias es el primer deber de todo cristiano después de la comunión del cuerpo y sangre de Jesucristo; la iglesia que conoce mejor que nosotros los beneficios que hemos recibido, pide en la Poscomunión que esta acción de gracias permanezca siempre en nosotros.


POSCOMUNIÓN

Saciados, Señor, con estos dones sagrados, suplicámoste hagas que permanezcamos siempre en acción de gracias. Por el Señor.

viernes, 10 de mayo de 2024

Per Ipsum: Boletín Mensual del Seminario Mater Dei mes de Mayo

Entrevista: R.D Lenin Velásquez M.

Acceda al canal aquí


El R.P. Gabriel María G. Rodrígues, entrevistará mañana, viernes 10 de mayo, a las 17:30 Hrs. (Hora de la Argentina) al R. Diácono Lenin Velásquez M., acerca de su vida, sus experiencias en el novus ordo, su conversión y su ordenación el próximo 31 de mayo en la Fiesta de María Santísima Reina.

Boletín Dominical 12 de mayo


Día 12 de Mayo, Domingo después de la Ascensión.

Doble. Conm. Santos Nereo, Aquileo, Domitila Virgen y Pancracio, Mártires. Orn. Blancos.

En la última cena prometió Jesús que enviaría al Espíritu Santo Consolador, el cual al dar testimonio de Jesús los fortalecería en la fe y les enseñaría toda verdad; después de ello se dispersarían los Apóstoles y como testigos de vista anunciarán al mundo el Evangelio aún arrostrando todos los peligros. “Dará testimonio de Mi”, la misión del Espíritu Santo en la Iglesia fue y es la de dar testimonio de N.S.J.C. 

El Espíritu Santo es Luz, en la Secuencia de Pentecostés se le invoca como Luz de los corazones. “Veni lumen cordium”, y sus oficio como luz son: apartarnos del error, pues, si luz y tinieblas son incompatibles, el primer oficio del Espíritu Santo será apartar al hombre del error; guiarnos a la verdad, que es concretamente hacernos conocer a Jesucristo: “Per Te noscamus atque Filium”. El alma, por lo tanto, debe invocar al Espíritu Santo cuantas veces va a ponerse en contacto con Nuestro Señor por la oración o lectura espiritual, o cuantas veces vaya a escuchar la palabra de Dios. Particularmente también le invocaran las personas  que se dediquen a trabajos intelectuales, hombres de gobierno, padres de familia, y, en fin, todos los cristianos al comenzar cada día, y al principiar las obras, para que así se vean libres de error y sean dirigidas al último fin del hombre, que es ganar su alma para el Cielo. 




El valor y el uso de los sacramentales.

Si hacemos uso de los sacramentales, como ellos deben ser usados reconociendo, por la fe, la eficacia de la bendición de la iglesia, la cual fue fundada por el Mismo Dios, nuestros actos serán más agradables a Dios, y los sacramentales nos aprovecharan con largueza. Si usamos del crucifijo, de una medalla, esperando que por la Gracia de Dios ello nos preserve del mal, no es esto supersticioso. No obstante, debemos acordarnos de que los sacramentales no tienen poder por sí mismos. Ellos tienen poder solamente si uno usa a los sacramentales con el espíritu de aquellos que los miran como poderosos en sí mismos, sin referirse para nada a Dios o a la Iglesia, o su propio estado de gracia, estos son supersticiosos. Debemos usar los sacramentales constantemente. Todos los hogares cristianos deberían tener agua y candelas benditas. Todos los cristianos deben recibir tantas bendiciones cuanto fuesen capaces de ello. Todo hogar o predio cristiano debería ser bendecido. Además de que todo hogar católico debería tener un altar privado para concurrir a rezar, todas sus habitaciones deberían tener un Crucifijo. Muchos hogares tienen la loable costumbre de mantener prendida una lámpara votiva, ya de aceite ya de cera, en el altar de la familia. En muchos hogares es costumbre el asperjar las camas con agua bendita antes de acostarse. En cualquier problema, dolor, peligro, o tentación, el uso de los sacramentales es de gran beneficio. Todo católico debería tener su propio rosario bendito, y usarlo. Todo católico debe tener encima un crucifijo bendecido, una medalla o el escapulario. La Iglesia, a través del uso de los sacramentales, enseña a los fieles las verdades de la religión, excitando así buenos pensamientos y aumentando la devoción. Las verdades de nuestra fe son enseñadas por los sacramentales a través del sentido de la vista, así como las explicaciones las enseñan a través del oído. Los sacramentales son, entonces, un libro de dibujos que es usado como una ayuda en el aprendizaje de la religión. A través del uso apropiado de los sacramentales podemos obtener gracias actuales, perdón de los pecados, remisión del castigo temporal, salud del cuerpo y bendiciones materiales y protección en contra los espíritus malignos.




jueves, 9 de mayo de 2024

Sermón Fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor

Sermón

R.P. Gabriel María G. Rodrigues


Lección

El primer tratado que he hecho, oh Teófilo, habla de todo lo que comenzó a obrar y enseñar Jesús, hasta el día en que instruyendo por el Espíritu Santo a los Apóstoles que escogió, fué arrebatado: a los cuales se presentó El mismo vivo después de su pasión con muchas pruebas, apareciéndose a ellos durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Y, comiendo con ellos, les ordenó que no se marcharan de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre, la que habéis oído (dijo) de mi boca: Porque Juan bautizó ciertamente con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos. Entonces los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino de Dios en este tiempo? Y les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o el momento que el Padre ha puesto en su potestad: pero recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén y en toda Judea, y en Samaría y hasta el fin de la tierra, y habiéndo dicho esto, viéndole ellos, se elevó, y una nube lo arrebató de sus ojos. Y, estando mirando cómo El se iba al cielo, he aquí que dos varones se pusieron a su lado, con vestidos blancos y les dijeron: Varones Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús, que se ha elevado de vosotros al cielo, así vendrá, como le habéis visto ir al cielo.

Hechos de los Apóstoles I, 1-11

 


Evangelio

En aquel tiempo, estando los once discípulos sentados a la mesa, se apareció a ellos Jesús: y les reprochó su incredulidad y su dureza de corazón: porque no creyeron a los que le habían visto resucitado. Y díjoles: Yendo por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se salvará: pero el que no creyere se condenará. Y, a los que creyeren les seguirán estas señales: en mi nombre lanzarán los demonios: hablarán lenguas nuevas: quitarán las serpientes: y si bebieren algo mortífero, no les hará daño: pondrán las manos sobre los enfermos, y sanará. Y el Señor Jesús, después que les habló, fué arrebatado al cielo, y está sentado a la diestra de Dios. Y ellos, partiendo, predicaron por doquier, cooperando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se sigan.

Marcos XVI, 14-20


Dom Gueranger: La Ascensión de Nuestro Señor

    




LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


La inefable sucesión de los misterios del Hombre-Dios está a punto de recibir su último complemento. Pero el gozo de la tierra ha subido hasta los cielos; las jerarquías angélicas se disponen a recibir al jefe que les fue prometido, y sus príncipes están esperando a las puertas, prestos a levantarlas cuando resuene la señal de la llegada del triunfador. Las almas santas, libertadas del limbo hace cuarenta días, aguardan el dichoso momento en que el camino del cielo, cerrado por el pecado, se abra para que puedan entrar ellas en pos de su Redentor. La hora apremia, es tiempo que el divino Resucitado se muestre y reciba los adioses de los que le esperan hora por hora y a quienes El dejará aún en este valle de lágrimas.


EN EL CENÁCULO

Súbitamente aparece en medio del Cenáculo. El corazón de María ha saltado de gozo, los discípulos y las santas mujeres adoran con ternura al que se muestra aquí abajo por última vez. Jesús se digna tomar asiento en la mesa con ellos; condesciende hasta tomar parte aún en una cena, pero ya no con el fin de asegurarles su resurrección, pues sabe que no dudan; sino que en el momento de ir a sentarse a la diestra del Padre, quiere darles esta prueba tan querida de su divina familiaridad. ¡Oh cena inefable, en que María goza por última vez en este mundo del encanto de sentarse al lado de su Hijo, en que la Iglesia representada por los discípulos y por las santas mujeres está aún presidida visiblemente por su Jefe y su Esposo!

¿Quién podría expresar el respeto, el recogimiento, la atención de los comensales y describir sus miradas fijas con tanto amor sobre el Maestro tan amado? Anhelan oír una vez más su palabra; ¡les será tan grata en estos momentos de despedida!... Por fin Jesús comienza a hablar; pero su acento es más grave que tierno. Comienza echándoles en cara la incredulidad con que acogieron la noticia de su resurrección En el momento de confiarles la más imponente misión que haya sido transmitida a los hombres, quiere invitarles a la humildad. Dentro de pocos días serán los oráculos del mundo, el mundo creerá sus palabras y creerá lo que él no ha visto, lo que sólo ellos han visto.

La fe pone a los hombres en relación con Dios; y esta fe no la han tenido, desde el principio, ellos mismos: Jesús quiere recibir de ellos la última reparación por su incredulidad pasada, a fin de establecer su apostolado sobre la humildad.


LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO

Tomando enseguida el tono de autoridad que a él sólo conviene, les dice: "Id al mundo entero, predicad el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que no crea, se condenará"2. Y esta misión de predicar el Evangelio en el mundo entero; ¿Cómo la cumplirán? ¿Por qué medio tratarán de acreditar su palabra? Jesús se lo indica: "He aquí los milagros que acompañarán a los que creyeren: arrojarán los demonios en mi nombre; hablarán nuevas lenguas; tomarán las serpientes con la mano; si bebieren algún veneno, no les dañará; impondrán sus manos sobre los enfermos, y los enfermos sanarán'".

Quiere que el milagro sea el fundamento de su Iglesia como El mismo lo escogió para que fuese el argumento de su misión divina. La suspensión de las leyes de la naturaleza anuncia a los hombres que el autor de la naturaleza va a hablar; a ellos sólo les toca entonces escuchar y someterse humildemente.

He aquí pues a estos hombres desconocidos del mundo, desprovistos de todo medio humano, investidos de la misión de conquistar la tierra y de hacer reinar en ella a Jesucristo. El mundo ignora hasta su existencia; sobre su trono, Tiberio, que vive entre el pavor de las conjuraciones no sospecha en absoluto esta expedición de un nuevo género que va a abrirse y llegará a conquistar al imperio romano. Pero a estos guerreros les hace falta una armadura, y una armadura de temple celestial. Jesús les anuncia que están para recibirla. "Quedaos en la ciudad, les dice, hasta que hayáis sido revestidos de el poder de lo alto'". ¿Cuál es, pues, esta armadura? Jesús se lo va a explicar. Les recuerda la promesa del Padre, "esta promesa, dice, que habéis oído de mi boca. Juan ha bautizado en agua; pero vosotros, dentro de pocos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo".


HACIA EL MONTE DE LOS OLIVOS

Pero la hora de la separación ha llegado. Jesús se levanta y todos los asistentes se disponen a seguir sus pasos. Ciento veinte personas se encontraban reunidas allí con la madre del triunfador que el cielo reclamaba. El Cenáculo estaba situado sobre el monte Sión, una de las colinas que cerraba el cerco de Jerusalén. El cortejo atraviesa una parte de la ciudad, dirigiéndose hacia la puerta oriental que se abre sobre el valle de Josafat. Es la última vez que Jesús recorre las calles de la ciudad réproba. Invisible en adelante a los ojos de este pueblo que ha renegado de El, avanza al frente de los suyos, como en otro tiempo la columna luminosa que dirigió los pasos del pueblo israelita.

¡Qué bella e imponente es esta marcha de María, de los discípulos y de las santas mujeres, en pos de Jesús que no debe detenerse más que en el cielo, a la diestra del Padre! La piedad de la edad media la celebraba en otro tiempo por una solemne procesión que precedía a la Misa de este gran día. Dichosos siglos, en que los cristianos deseaban seguir cada uno de los pasos del Redentor y no sabían contentarse, como nosotros, de algunas vagas nociones que no pueden engendrar más que una piedad vaga como ellas.


LA ALEGRÍA DE MARÍA

Se pensaba también entonces en los sentimientos que debieron ocupar el corazón de María durante los últimos instantes que gozó de la presencia de su hijo. Se preguntaba qué era lo que más pesaba en su corazón maternal, si la tristeza de no ver más a Jesús, o la dicha de sentir que iba por fin a entrar en la gloria que le era debida. La respuesta venía al punto al pensamiento de esos verdaderos cristianos, y nosotros también, nos la damos a nosotros mismos. ¿No había dicho Jesús a sus discípulos: "¿Si me amaseis, os alegraríais de que fuese a mi Padre?'". Ahora bien, ¿Quién amó más a Jesús que María?

El corazón de la madre estaba pues alegre en el momento de este inefable adiós. María no podía pensar en sí misma, cuando se trataba del triunfo debido a su hijo y a su Dios.

Después de las escenas del Calvario, podía ella aspirar a otra cosa que a ver al fin glorificado al que ella conocía por el soberano Señor de todas las cosas, al que ella había visto tan pocos días antes, negado, blasfemado, expirando en medio de los dolores más atroces.

El cortejo ha atravesado el valle de Josafat y ha pasado el torrente del Cedrón; se dirige por la pendiente del monte de los Olivos. ¡Qué recuerdos vienen a la memoria! Este torrente, del que el Mesías había bebido el agua fangosa en sus humillaciones, se ha convertido hoy para El en el camino de la gloria. Así lo había anunciado David. Se deja a la izquierda el huerto que fue testigo de la Agonía, la gruta en que fue presentado a Jesús y aceptado por El el cáliz de todas las expiaciones del mundo. Después de haber franqueado un espacio que San Lucas calcula como el que les era permitido recorrer a los judíos en día de Sábado, se llega al terreno de Betania a esta aldea en que Jesús buscaba la hospitalidad de Lázaro y de sus hermanas. Desde este rincón del monte de los Olivos se dominaba Jerusalén que aparecía majestuosa con su templo y sus palacios.

Esta vista emocionó a los discípulos. La patria terrestre hace aún palpitar el corazón de estos hombres; por un momento olvidan la maldición pronunciada sobre la ingrata ciudad de David, y parecen no acordarse ya de que Jesús acaba de hacerles ciudadanos y conquistadores del mundo entero. El delirio de la grandeza mundana de Jerusalén les ha seducido de repente y osan preguntar a Jesús su Maestro: "Señor, ¿es este el momento en que establecerás el reino de Israel?"

Jesús responde a esta pregunta indiscreta: "No os pertenece saber los tiempos y los momentos que el Padre ha reservado a su poder." Estas palabras no quitaban la esperanza de que Jerusalén fuese un día reedificada por Israel convertido al cristianismo; pues este restablecimiento de la ciudad de David no debía tener lugar más que al fin de los tiempos, y no era conveniente que el Salvador diese a conocer el secreto divino. La conversión del mundo pagano, la fundación de la Iglesia, era lo que debía preocupar a los discípulos. Jesús les lleva inmediatamente a la misión que les dió momentos antes: "Vais a recibir, les dice, el poder del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra'".


LA ASCENSIÓN AL CIELO

Según una tradición que remonta a los primeros siglos del cristianismo, era el medio día la hora en que Jesús fue elevado sobre la cruz cuando, dirigiendo sobre la concurrencia una mirada de ternura que debió detenerse con complacencia filial sobre María, elevó las manos y les bendijo a todos. En este momento sus pies se desprendieron de la tierra y se elevó al cielo.

Los asistentes le seguían con la mirada; pero pronto entró en una nube que le ocultó a sus ojos2. Los discípulos tenían aún los ojos fijos en el cielo, cuando, de repente, dos Ángeles vestidos de blanco se presentaron ante ellos y les dijeron: "Varones de Galilea, ¿porqué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que os ha dejado para elevarse al cielo vendrá un día de la misma manera que le habéis visto subir". Del mismo modo que el Salvador ha subido, debe el Juez descender un día: todo el futuro de la Iglesia está comprendido en estos dos términos. Nosotros vivimos ahora bajo el régimen del Salvador; pues nos ha dicho que "el hijo del hombre no ha venido para juzgar al, mundo, sino para que el mundo sea por El salvado". Y con este fin misericordioso los discípulos acaban de recibir la misión de ir por toda la tierra y de convidar a los hombres a la salvación, mientras tienen tiempo.

¡Qué inmensa es la tarea que Jesús les ha confiado, y en el momento en que van a dar comienzo a ella Jesús les abandona! Les es preciso descender solos del monte de los Olivos de donde ha partido El para el cielo, Su corazón, sin embargo, no está triste; tienen con ellos a María, y la generosidad de esta madre incomparable se comunica a sus almas. Aman a su Maestro; su dicha en adelante consistirá en pensar que ha entrado en su descanso.

Los discípulos entraron de nuevo en Jerusalén "llenos de una viva alegría", nos dice S. Lucas, expresando por esta sola palabra uno de los caracteres de esta fiesta de la Ascensión, impregnada de una tan dulce melancolía, pero que respira al mismo tiempo más que cualquier otra alegría y el triunfo. Durante su Octava, intentaremos penetrar los misterios y presentarla en toda su magnificencia; hoy nos limitaremos a decir que esta solemnidad es el cumplimiento de todos los misterios del Redentor y que ha consagrado para siempre el jueves de todas las semanas, día tan augusto por la institución de la santa Eucaristía.


RITOS ANTIGUOS

Hemos hablado de la procesión solemne por la cual se celebraba, en la edad media, la partida de Jesús y de sus discípulos al monte de los Olivos; debemos recordar también que en este día se bendecía solemnemente el pan y los frutos nuevos, en memoria de la última comida que el Salvador tomó en el Cenáculo. Imitemos la piedad de estos tiempos en que los cristianos tenían a pecho el recoger los menores rasgos de la vida del Hombre-Dios y de apropiárselos, por decirlo así, reproduciendo en su modo de vivir todas las circunstancias que el santo Evangelio les revelaba. Jesucristo era verdaderamente amado y adorado en esos tiempos en que los hombres se acordaban sin cesar que es el soberano Señor. Actualmente, es el hombre quien reina con sus peligros y riesgos. Jesucristo es rechazado en lo íntimo de la vida privada. Y por tanto, tiene derecho a ser nuestra preocupación de todos los días y de todas las horas.

Los Ángeles dijeron a los Apóstoles: "Del mismo modo que le habéis visto subir, así bajará un día." ¡Ojalá le hubiésemos amado y servido durante su ausencia con suficiente diligencia, para que pudiésemos soportar sus miradas cuando aparezca!



MISA

La Iglesia romana señala hoy para la Estación la basílica de San Pedro. Es un bello pensamiento el de reunir en tal día la asamblea de fieles alrededor de la tumba de uno de los principales testigos de la Ascensión de su Maestro.

En esta basílica, como en las Iglesias más humildes de la cristiandad, el símbolo litúrgico de la fiesta es el Cirio pascual, que vimos brillar en la noche de la Resurrección, y que estaba destinado a figurar, por su luz de cuarenta días, la duración de la estancia del Señor Resucitado en medio de los que él se dignó llamar sus hermanos. Las miradas de los fieles reunidos se fijan con complacencia sobre su llama que parece brillar con una luz más viva, á medida qué se aproxima el instante en que será apagada. Bendigamos a nuestra madre la Iglesia a quien el Espíritu Santo ha inspirado el arte de instruirnos por medio de tantos símbolos, y glorifiquemos al Hijo de Dios que nos ha dicho: "Yo soy la luz del mundo'".

El Introito anuncia la gran solemnidad polla cual nos congregamos. Está compuesto por las palabras dichas por los Ángeles a los Apóstoles sobre el monte de los Olivos. Jesús ha subido a los cielos, pero, descenderá un día.


INTROITO
Varones de Galilea, ¿por qué os admiráis mirando el cielo? aleluya: como le habéis visto ascendiendo al cielo, así vendrá, aleluya, aleluya, aleluya. Salmo: Todos los pueblos aplaudid con las manos: cantad a Dios con voces de júbilo. J. Gloria al Padre.

La Iglesia, recogiendo las súplicas de sus hijos en la Colecta, pide para ellos a Dios la gracia de tener sus corazones unidos al divino Redentor, a quien deben, buscar en adelante, en el cielo, donde ha subido el primero.


COLECTA
Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que creemos que tu Unigénito, nuestro Redentor, ascendió hoy a los cielos, habitemos también con nuestra mente en los cielos. Por el mismo Señor.


EPÍSTOLA

Lección de los Hechos de los Apóstoles.

El primer tratado que he hecho, oh Teófilo, habla de todo lo que comenzó a obrar y enseñar Jesús, hasta el día en que instruyendo por el Espíritu Santo a los Apóstoles que escogió, fué arrebatado: a los cuales se presentó El mismo vivo después de su pasión con muchas pruebas, apareciéndose a ellos durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Y, comiendo con ellos, les ordenó que no se marcharan de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre, la que habéis oído (dijo) de mi boca: Porque Juan bautizó ciertamente con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos. Entonces los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino de Dios en este tiempo? Y les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o el momento que el Padre ha puesto en su potestad: pero recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén y en toda Judea, y en Samaría y hasta el fin de la tierra, y habiéndo dicho esto, viéndole ellos, se elevó, y una nube lo arrebató de sus ojos. Y, estando mirando cómo El se iba al cielo, he aquí que dos varones se pusieron a su lado, con vestidos blancos y les dijeron: Varones Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús, que se ha elevado de vosotros al cielo, así vendrá, como le habéis visto ir al cielo.


JESÚS SUBE AL CIELO

Acabamos de asistir, siguiendo este relato, a la partida del Emmanuel a los cielos. ¿Hay algo más tierno que la mirada de los discípulos ñja sobre su Maestro que se eleva al cielo bendiciéndoles? Pero una nube viene a interponerse entre Jesús y ellos, y sus ojos impregnados de lágrimas han perdido la huella de su paso. Están solos ya en el monte; Jesús les ha ocultado su presencia visible. ¡Cuán pesada les sería la estancia en este mundo, si su gracia no les sostuviese, si el Espíritu divino no estuviese a punto de bajar sobre ellos y de crear en ellos un nuevo ser! Solo en el cielo volverán a ver a quien, siendo Dios, se dignó ser su Maestro durante tres años y que, en la última Cena, quiso llamarles sus amigos.

Pero no sólo ellos lo lamentan. Esta tierra que recibía temblando de gozo la huella de los pasos del Hijo de Dios, no será ya pisada por sus sagrados pies. Ha perdido esta gloria que esperó tanto tiempo, la gloria de servir de habitación a su autor. Las naciones esperan un Libertador; pero, fuera de Judea y Galilea, los hombres ignoran que ha venido el libertador y ha subido a los cielos. La obra de Jesús, no se ceñirá a estas regiones. El género humano conocerá que ha venido; y, en cuanto a su Ascensión al cielo en ese día, escuchad la voz de la Iglesia que resuena en las cinco partes del mundo y proclama el triunfo del Emmanuel. Diez y nueve siglos han transcurrido desde su partida, y nuestra despedida llena de respeto y de amor se une a la que le dirigieron sus discípulos, cuando subía al cielo. También nosotros lloramos su ausencia; pero nos regocijamos de verle glorificado, coronado y sentado a la diestra de su Padre. Has entrado en tu reposo, Señor; nosotros, a quienes redimiste y conquistaste te adoramos en tu trono. Bendícenos, llévanos a ti, y dígnate hacer que tu última venida sea nuestra esperanza y no nuestro temor.

Los últimos versillos del Aleluya repiten los acentos de David cuando ensalzaba de ante mano a Cristo que sube en su gloria, las aclamaciones de los Ángeles, los ruidosos sonidos de las trompetas celestiales, el magnífico trofeo que el vencedor arrastra tras de sí en esos dichosos cánticos que ha extraído del limbo.


ALELUYA
Aleluya, aleluya. J. Ascendió Dios con júbilo, y el Señor con clamor de trompeta. 
Aleluya. J. El Señor, como en el Sinaí, así está en el santuario: subiendo a lo alto, llevó cautiva a la cautividad. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Marcos.

En aquel tiempo, estando los once discípulos sentados a la mesa, se apareció a ellos Jesús: y les reprochó su incredulidad y su dureza de corazón: porque no creyeron a los que le habían visto resucitado. Y díjoles: Yendo por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se salvará: pero el que no creyere se condenará. Y, a los que creyeren les seguirán estas señales: en mi nombre lanzarán los demonios: hablarán lenguas nuevas: quitarán las serpientes: y si bebieren algo mortífero, no les hará daño: pondrán las manos sobre los enfermos, y sanará. Y el Señor Jesús, después que les habló, fué arrebatado al cielo, y está sentado a la diestra de Dios. Y ellos, partiendo, predicaron por doquier, cooperando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se sigan.


DESEAR A CRISTO

Después de haber acabado el diácono estas palabras, un acólito sube al ambón, y apaga el Cirio que nos recordaba la presencia de Jesús resucitado. Este rito expresivo anuncia el comienzo de la viudez de la Iglesia y advierte a nuestras almas que para contemplar en lo sucesivo a nuestro Salvador, nos es preciso mirar al cielo donde él reside. ¡Qué rápido ha sido su paso por aquí abajo! ¡qué de generaciones se han sucedido! ¡qué de generaciones se sucederán aún hasta que se muestre
de nuevo!

Lejos de él, la Santa Iglesia siente las tristezas del destierro; sigue sin embargo habitando este valle de lágrimas; porque de la tierra ha de elevar al cielo a los hijos que la ha dado su Esposo divino por medio de su Espíritu; pero le falta la vista de Jesús y si somos cristianos, también a nosotros nos debe faltar. "¡Oh, cuándo llegará el día en que revestidos de nuevo con nuestra carne, nos lancemos al cielo al encuentro del Señor, para morar con El eternamente"!'. Entonces, y solamente entonces, alcanzaremos el fin para el que fuimos creados.

Todos los misterios del Verbo encarnado que hemos celebrado hasta aquí debían desembocar en la Ascensión; las gracias que recibimos día por día deben terminarse con la nuestra. "Este mundo no es más que una sombra que pasa". Y estamos en camino para irnos a juntarnos con nuestro Jefe. En El está nuestra vida, nuestra felicidad; en vano trataremos de buscarla en otra parte. Todo lo que nos acerca a Jesús es bueno para nosotros; todo lo que nos aleja de El es malo y funesto. El misterio de la Ascensión es el último destello que Dios hace brillar ante nuestros ojos para mostrarnos el camino. Si nuestro corazón aspira a encontrar a Jesús, es que vive la verdadera vida; si está apegado a las criaturas y no siente atracción de Jesús, imán celestial, es que está muerto.

Levantemos, pues, los ojos como los discípulos y sigamos con el deseo a aquel que sube hoy para prepararnos un lugar. ¡Arriba los corazones! "¡Sursum corda!" Tal es el grito de despedida que nos envían nuestros hermanos que suben en pos del divino Triunfador: es el grito de los santos Ángeles congregados ante el Emmanuel, y que nos invitan a formar parte de sus filas.

Para Antífona del Ofertorio, la Iglesia emplea las mismas palabras que para el primer aleluya. Sólo expresa un pensamiento: el triunfo de su Esposo, la alegría del cielo en la cual quiere que tomen parta también los habitantes de
la tierra.


OFERTORIO
Ascendió Dios en el júbilo, y el señor al son de trompeta, aleluya.

Entrar en pos de Jesús en la vida eterna, evitar los obstáculos que pueden encontrarse en el camino, tales deben ser nuestros deseos en este día, tal es también la petición que la Iglesia formula en la oración Secreta.


SECRETA
Recibe, Señor, los dones que te ofrecemos, por la gloriosa Ascensión de tu Hijo: y concede propicio, que seamos libres de los peligros presentes, y lleguemos a la vida eterna. Por Jesucristo.


PREFACIO
Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que, siempre y en todo lugar, te demos gracias a ti. Señor santo. Padre omnipotente, eterno Dios: por Cristo, nuestro Señor. El cual, después de su resurrección, se apareció claramente a todos sus discípulos, y, viéndole ellos, se elevó al' cielo, para hacernos a nosotros partícipes de su divinidad. Y, por tanto, con los Angeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército célesté, cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo, etc.

Un nuevo versículo de David forma parte de la Antífona de la Comunión. El rey-profeta anuncia en él, mil años antes que él Emmanuel se elevara a los cielos por el Oriente. En efecto, del monte de los Olivos situado al Este de Jerusalén hemos visto hoy partir a Jesús para el reino de su Padre.


COMUNIÓN
Cantad salmos al Señor, que asciende a lo más alto de los cielos, hacia el Oriente, aleluya.

El pueblo fiel acaba de sellar su alianza con su divino Jefe participando del augusto Sacramento; la Iglesia pide a Dios que este misterio, que contiene a Jesús invisible en adelante, obre en nosotros lo que expresa al exterior.


POSCOMUNIÓN
Concédenos te rogamos, oh Dios omnipotente y misericordioso, sentir el efecto invisible de los Misterios visibles que acabamos de recibir. Por N. S. Jesucristo.

 

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MEDIODÍA

Una tradición de los primeros siglos y confirmada por las revelaciones de los santos, nos dice que la hora de la Ascensión del Salvador fué la del mediodía. Los Carmelitas reformados por Santa Teresa honran con un culto particular este piadoso recuerdo. A la hora expresada. Se reúnen en el coro para vacar en la contemplación del último de los misterios de Jesús y seguir con el pensamiento y con el corazón al Emmanuel a la altura que le lleva su vuelo divino.

Sigámosle también nosotros; pero antes de fijar nuestras miradas en el radiante medio día que ilumina su triunfo, volvamos un momento con el pensamiento al punto de partida. A media noche apareció en medio de tinieblas, en el establo de Belén. Esta hora nocturna y silenciosa convenía al comienzo de su misión. Su obra entera estaba ante El, y debían transcurrir treinta y tres para cumplirla. Esta misión se desarrolló año tras año; día tras día, y estaba cercana a su fin, cuando los hombres, en su malicia, se apoderaron de El y le clavaron en una cruz. A medio día apareció elevado en los aires; pero su Padre no quiso que el sol iluminara lo que era una humillación y no un triunfo. Densas tinieblas cubrieron la tierra, este día no tuvo mediodía. Cuando el sol reapareció, era ya la hora de Nona. Tres días después, salía de la tumba al alborear de la aurora.

Hoy su obra está consumada. Jesús ha pagado con su sangre el rescate de nuestros pecados, ha vencido la muerte resucitando glorioso; ¿no tiene derecho de escoger para su partida la hora en que el sol, su imagen, vierte todo su fuego e inunda con su luz la tierra cuyo Redentor va a cambiar por el cielo? ¡Salve, pues, hora del medio día, dos veces sagrada, porque tú nos recuerdas todos los días la misericordia y la victoria de nuestro Emmanuel! ¡Gloria a ti por la doble aureola que llevas: la salvación del hombre por medio de la cruz, y la entrada del hombre en el reino de los cielos!

Pero ¿no eres Tú mismo el Medio día de nuestras almas, ¡oh Jesús, Sol de justicia!? ¿Dónde encontraremos esta plenitud de luz a la cual aspiramos, este ardor de amor eterno que únicamente él puede hacernos dichosos, sino en ti que has venido aquí abajo a iluminar nuestras tinieblas y derretir nuestros hielos? Con esta esperanza, escuchamos las melodiosas palabras de Gertrudis tu fiel esposa y pedimos la gracia de poder un día repetirlas con ella: "¡Oh amor, de medio día cuyo ardor es tan dulce, eres la hora del reposo sagrado, la paz entera que se gusta en ti constituye nuestras delicias! ¡Oh Amado, escogido sobre toda creatura, hazme saber, muéstrame el lugar en que apacientas tu rebaño, y descansas a la hora del medio día! Mi corazón se inflama pensando en tus dulces ocios en este momento. ¡Oh si me fuese dado acercarme a ti de modo que no sólo estuviese cerca de ti, sino en ti! Por tu influencia, oh Sol de Justicia, todas las flores de las virtudes florecerían en mí que no soy más que polvo y ceniza. Fecundada por tus rayos, oh Maestro y Esposo, mi alma produciría los nobles frutos de la perfección. Arrebatada de este valle de miseria y admitida a contemplar tu faz tan deseada, mi dicha eterna será pensar que no te has desdeñado, oh espejo sin mancha, unirte a una pecadora como yo'".


TARDE

PLEGARIA

¡Oh nuestro Emmanuel! finalmente has llegado al término de tu obra y hoy mismo te vemos entrar en tu reposo. Al comienzo del mundo, empleaste seis días para disponer todas las partes del Universo creado por tu poder; después de lo cual entraste en tu descanso. Más tarde, cuando resolviste levantar tu obra caída por la malicia del ángel rebelde, tu amor te hizo pasar, durante treinta y tres años, por una sucesión sublime de actos por medio de los cuales se obraron nuestra redención y nuestro restablecimiento en el grado de santidad y de gloria del que habíamos caído.

No olvidaste nada, oh Jesús, de lo que había sido propuesto en los consejos de la Trinidad, ni de lo que los Profetas habían anunciado de ti. Tu Ascensión concluye la misión que has cumplido en tu misericordia. Por segunda vez entras en tu descanso; pero entras con toda la naturaleza humana, llamada en adelante, a tomar parte en honores divinos.

Ya forman parte en las filas de los coros angélicos los justos de nuestra raza que has sacado del limbo, pues, al marcharte nos dijiste: "Voy a prepararos un lugar'".

Confiados en tu palabra, resueltos a seguirte en todos tus misterios que has cumplido sólo por nosotros, a acompañarte en la humildad de Belén, en la participación de los dolores del Calvario, en la resurrección de Pascua y aspiramos a imitarte también, cuando llegue la hora, en tu triunfante Ascensión. Entretanto, nos unimos a los coros de los Apóstoles que saludan tu llegada, a nuestros Padres cuya multitud te acompaña y te sigue.

Fija tu mirada en nosotros, ¡oh divino Pastor! no ha llegado aún el momento de juntarnos.

Guarda a tus ovejas y ten cuidado que no se extravíe ninguna ni sea ingrata a tus cuidados. Conociendo nuestro fin y firmes en el amor y la meditación de los misterios que nos han conducido al de hoy, tomamos a éste como objeto de nuestra espera y el término de nuestros deseos. Constituye el fin de tu venida a este mundo, por medio de la cual descendiendo tú hasta nuestra bajeza, nos ensalzaste hasta hacernos partícipes de tu grandeza, y haciéndote hombre nos hiciste dioses a nosotros.

¿Pero qué haríamos aquí abajo hasta que nos juntásemos contigo, si la Virtud del Altísimo que nos habéis prometido no descendiese pronto sobre nosotros, si no nos diese paciencia en el destierro, fidelidad en la ausencia y el amor suficiente para sostener un corazón que suspira por poseerte? ¡Ven, pues, oh Espíritu divino! No nos dejes languidecer, a fin de que nuestra mirada permanezca fija en el cielo donde Jesús reina y nos espera, y no permitas que el mortal sea tentado, en su cansancio, a arrastrarse por un mundo terrestre en el cual Jesús no se dejará ver en adelante.