viernes, 8 de agosto de 2025

Boletín Dominical 10 de agosto




 Día 10 de Agosto, San Lorenzo, Mártir.

Doble de II Clase. Orn. Rojos. 

Conm. Domingo IX después de Pentecostés.

San Lorenzo, de origen español, pues se cree nació en Huesca, fue el primero de los siete Diáconos que tenía la Iglesia Romana. Él había de asistir al Pontífice mientras celebraba los Santos Misterios, y distribuir la Eucaristía entre los fieles, y administrar los bienes eclesiásticos.

Arrestado por el Prefecto de Roma (año 258) y compelido a entregar al fisco los bienes eclesiásticos de que, como diácono,era administrador, presentóle toda una turba de menesterosos,diciéndole: «Éstas son las verdaderas arcas de la Iglesia por el don inestimable de su fe, y porque ellos nos convierten nuestras limosnas en tesoros imperecederos.»

Se le tendió sobre una gran parrilla, debajo de la cual había ascuas medio encendidas, y así su martirio fue más prolongado y más atroz.

Las llamas no pudieron vencer la caridad de Cristo, y el fuego que por fuera le quemaba fue más tibio que el que por dentro abrasaba al corazón del mártir» (S. León). Así decía a su verdugo: «Da la vuelta a mi cuerpo, pues ya está bastante asado por esta parte.» Y luego le decía: «Mi carne está ya asada; puedes comer de ella» (Visp.). Murió S. Lorenzo en 258, y su nombre figura en el Canon entre los mártires de Roma.

Recemos siempre, como acción de gracias, la oración de este día, que la Iglesia ha colocado después del Cántico de los tres jóvenes dicha ya la misa. En ella pedimos a Dios apague en nosotros el ardor de las pasiones.

El párroco celebra hoy la misa por sus feligreses.



Domingo IX después de Pentecostés

La liturgia del Domingo de hoy anuncia los castigos terribles reservados a los que hayan renegado de Cristo. Todos ellos perecerán y serán excluidos del reino celestial.

Jerusalén rechazó a Jesús y lo clavó e la cruz; y aquel mismo pueblo testigo de su vida, de su doctrina, de sus milagros y. aún hacía poco de la estupenda resurrección de Lázaro después de estar enterrado hacía tres días, y que el Domingo aclama triunfalmente a Jesús, ese mismo pueblo seis días después grita y pide que le crucifiquen, sabiéndole Santo, Justo y bienhechor del pueblo, enviado de Dios. 

Por eso Cristo no tuvo reparos en derramar lágrimas tan amargas a la vista de la desventurada Jerusalén, aunque en vano, porque no se convirtió; por eso predice para ella terribles castigos, pues veía en espíritu donde la llevaban sus conductores. Más de un millón de judíos pereció el año 70 en el asedio y saqueo de Jerusalén por Tito, y todo por no haber admitido a Cristo.

Habla también el Evangelio de hoy de la indignación de Jesús contra los que profanaban el Templo con sus mercancías y sus robos; como se indignaría hoy ante la falta de respeto y decoro con que algunas personas concurren a él.

“23.000 hebreos perecieron en un mismo día a causa de su impureza, y muchos por murmurar fueron muertos por el Ángel exterminador” (Epístola). Todo esto, dice S. Pablo, estaba escrito para nuestro escarmiento. 


Día 15 de Agosto,

La Asunción de la Santísima Virgen María.

Hoy celebra y canta la Iglesia la Dormición de la Virgen y su Asunción gloriosa a los cielos en cuerpo y alma, en una resurrección anticipada, y una entrada apoteósica en la gloria, donde esperan a la “Bendita entre todas las mujeres” y a la “Llena de Gracia” todos los espíritus bienaventurados. 

Al subir a los Cielos Cristo Nuestro Señor, hizo a su Iglesia en beneficio de dejar en la tierra durante 15 años a su Madre Santísima, hecha también madre de los hombres al pie de la Cruz. Ausente Jesús, Sol de Justicia, brilla María como luna de serenos resplandores en la primitiva cristiandad, sosteniendo en su regazo de Madre a la Iglesia niña, recién nacida del costado de Cristo. Ella, la Virgen, reina sobre los ángeles, sostiene y enseña a los Apóstoles, instruye a los Evangelistas, da valor a los mártires, alienta a los confesores y enciende en el amor de la pureza a las vírgenes. Es la vida y consuelo de la Iglesia en sus primeros años, como sigue siendo hoy “Vida, dulzura y esperanza nuestra”. San Dionisio areopagita dice que, “deslumbrado por el conjunto armonioso de grandeza, majestad, hermosura, delicadeza, suavidad, modestia y dulzura que resplandecía en la Virgen, la hubiera tomado por una diosa si la fe que recibió de S. Pablo no le hubiera enseñado que había un solo Dios. Su muerte fue un éxtasis de amor por el deseo de ver a su Divino Hijo y gozar de su presencia. Es pía tradición que los Apóstoles asistieron a su dichoso tránsito y que la enterraron honoríficamente en el huerto de Getsemaní; y es creencia universal de la Iglesia de todos los siglos la que hemos tenido la dicha de ver proclamada como Dogma de Fe por el Sumo Pontífice Pío XII el 1 de Noviembre del Año Santo de 1950, que, unida su alma a su cuerpo subió en cuerpo y alma a los Cielos para sentarse en su trono de Reina al lado de Jesucristo.



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