Tiempo de Septuagésima
Día
16 de Febrero, Domingo de Septuagésima
Doble de II clase- Orn. Morados
La Misa de hoy sigue un paralelo con el Breviario, el cual nos habla de la creación del mundo y del hombre, de la caída de éste seguida de la promesa del Redentor. Dios puso al hombre en un jardín delicioso para que lo cultivase y gozase, dice el Génesis, y el Evangelio de hoy nos dice que “el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que contrató obreros para cultivar su viña”. Dice San Gregorio que en este padre de familia está representado Dios nuestro Creador, y en la viña está representada la Iglesia. En todas las edades de la vida nos invita el Señor a trabajar en su viña, o sea a glorificar a Dios, a obrar el bien, a santificarnos, y premiará nuestros trabajos con el jornal de la gloria eterna. Pero la gracia de Dios se comunica a algunos con especial profusión por pura dignación de Dios, que es dueño de sus dones.
No es dable investigar y preguntar a Dios por qué a unos da más y a otros menos; lo que nos toca a nosotros es disponernos de tal modo que atraigamos sobre nosotros la benevolencia y misericordias de Dios. Lo demás queda a Él.
Día 18 de Febrero, Santa Maria Bernarda Soubirous
(En algunas partes)
Santa Maria Bernarda Soubirous nación el 7 de Enero de 1844 en Lourdes, Francia. Su padre era molinero, pero al nacer la niña se hallaba arruinado y pobre. La Bernardita se crió entre las dificultades de la pobreza. Era de salud delicada: tenía asma; de cortos alcances, le costaba mucho aprender, a los 14 años ya le habían hecho trabajar de pastorcita y de sirvienta. Pero Bernardita era buena y humilde: alma pura, sencilla y sufrida, que nunca se quejaba de nada ni de nadie. En su rudeza tenía delicadezas angélicas y una caridad dilatada que besaba con cariño aún las manos que le herían. Por eso mereció ser el instrumento de Dios para transmitirnos las revelaciones de Lourdes. Un día va a buscar leña hacia la roca de Massabielle, y la Virgen se aparece radiante en el hueco de una roca: es el 11 de Febrero de 1858. Durante sucesivas apariciones recibe el mensaje de la Señora vestida de blanco con rosas en los pies, que en la última de ellas dirá: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Y desde entonces se derramará un torrente de gracias desde esa gruta santificada por la Virgen Maria. Las gentes acuden a millares a Lourdes. Los prodigios se multiplican. El agua de la gruta hace milagros. La Bernardita no puede vivir allí y se retira a la soledad del claustro. Ingresa en el instituto de las Hermanas de la Caridad de Nevers. La misión de Sor Maria Bernarda será orar, trabajar y sufrir mucho por la conversión de los pecadores, “escondida en Dios”. Murió el 16 de Abril de 1879. El Papa Pio XI la canonizo el 8 de Diciembre de 1833.
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