Sermón
R.P. Gabriel María G. Rodrígues
Sermón
R.P. Lucio César Simbrón
Sermón
R.P. Lenin Velásquez M.
Lección
En aquellos días, Pedro lleno del Espíritu Santo, dijo: Príncipes del pueblo y ancianos, oíd: Ya que en este día se nos pide razón del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera ha sido curado éste, sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que este hombre está en vuestra presencia sano en el Nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificásteis y Dios resucitó de entre los muertos. Esta es la piedra que vosotros desechasteis al edificar, la cual se ha convertido en piedra angular; y no hay salud en ningún otro. Ni se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del cielo, por el cual podamos salvarnos. Ya lo sabemos ¡oh Jesús! ningún otro nombre sino el tuyo podía salvarnos, pues ese Nombre significa Salvador. Bendito seas, pues te dignaste aceptarlo: ¡bendito seas por habernos salvado! Eres del cielo y tomas un nombre de la tierra, un nombre que todos los labios mortales pueden pronunciar: unes, pues, para siempre la naturaleza divina con la humana. ¡Oh! haznos dignos de tan sublime alianza y no consientas que jamás la rompamos. La Santa Iglesia celebra a continuación con sus cantos, las glorias de este divino Nombre a quien bendicen todas las naciones, porque es el Nombre del Redentor del mundo.
Hechos IV, 8-12
Evangelio
En aquel tiempo, pasados los ocho días para circuncidar al Niño, llamaron su Nombre Jesús, el cual le fué puesto por el Angel antes de que fuese concebido en el vientre. ¡Oh Jesús! recibiste el Nombre al derramar en la Circuncisión tu primera sangre; así tenía que ser, ya que ese nombre quiere decir Salvador; y nosotros no podemos salvarnos tampoco si no es por medio de tu sangre. Algún día, esa feliz alianza que has venido a contraer con nosotros, te ha de costar la vida; el anillo nupcial que colocarás en nuestro dedo, estará templado en tu sangre, y nuestra vida inmortal será el precio de tu cruel muerte. Todas estas cosas nos las dice ya tu sagrado Nombre ¡oh Jesús, oh Salvador! Tú eres la Viña que nos invita a libar de su vino generoso; mas, todavía el celeste racimo ha de ser duramente pisado en el lagar de la justicia del Padre de los cielos, de manera que sólo después de haber sido violentamente arrancado de la cepa y desmenuzado, podremos nosotros embriagarnos con su divino jugo. Recuérdenos siempre este misterio, tu divino Nombre, oh Emmanuel, y guárdenos del pecado su memoria, conservándonos siempre fieles a Ti. Durante el Ofertorio canta la Iglesia todavía al Nombre divino, objeto de la presente festividad, ensalzando las gracias reservadas a los que le invocan.
Lucas II, 21
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