viernes, 2 de agosto de 2024

Boletín Dominical 4 de agosto


Día 4 de Agosto, Domingo XI de Pentecostés.

Conm. Santo Domingo de Guzmán, Confesor. Doble. Orn. Verdes

Los Oficios de este día nos dan a entender cómo la oración humilde y confiada lo puede todo ante Dios.

Se le suplica a Jesús cure un pobre sordomudo, y compadecido de él, apártale de la multitud y le da la facultad de oír y hablar. En el Bautismo conserva la Iglesia en su Ritual, las misteriosas acciones de Cristo en la curación de este sordomudo.

Dice San Gregorio que “Si Cristo levantó los ojos y suspiró, no fue por que necesitara de todo eso, Él, que daba lo mismo que pedía, sino para enseñarnos a suspirar y levantar los ojos a Aquel Señor que reina en los Cielos, a fin de que abra nuestros oídos por el Don del Espíritu Santo y que por la saliva de Su boca, o sea por la ciencia de la Palabra Divina, desate nuestra lengua, capacitándola para predicar la Verdad.” (3º nocturno de Maitines).




9 de Agosto
San Juan María Vianney, cura de Ars, confesor

Nació de modestos labradores en Dardilly, cerca de Lyon, el año 1786. En su juventud conoció los tristes días de la Revolución francesa; fue pastor y labrador, después, viendo la piedad del niño, a pedido de su padre, empezó a iniciarle el párroco en los estudios para el sacerdocio. De ingenio tardo y poca inteligencia, los estudios se le hacían una carga pesadísima; pero su constancia y su piedad vencieron todos los obstáculos. Ordenado de sacerdote, le enviaron a la parroquia rural de Ars. Su oración, como sus penitencias,>  era extraordinarias. Dios le comunicó el don de consejo; y al cabo de unos años no eran sólo los aldeanos de Ars, eran gentes de toda Francia, de Europa y de América las que acudían a oírle, cuyos sencillos argumentos hacían bajar las cabezas más cultas y orgullosas, que al fin se postraban a sus pies Murió en 1859 y el Papa Pio XI le proclamó patrón de todo el clero secular.


10 de Agosto. San Lorenzo, Mártir

Después de San Pedro y San Pablo, ningún santo ha sido tan popular querido en Roma como el español San Lorenzo, el tercer protector del Ciudad Eterna, al cual dedica una de las cinco basílicas patriarcales, quizás la más bella, San Lorenzo Extramuros, donde reposan los huesos del mártir. San Lorenzo era aragonés, había nacido en Huesca, a mediados del siglo III hijo de los Santos Orencio y Paciencia. Los rasgos que más le caracterizare desde la cuna fueron la inocencia de costumbres y un sobresaliente amor la pureza. Admirase desde luego en él un corazón noble, intrépido y generoso, pero sobre todo se hacía universalmente distinguir aquel tierno, aquel encendido y dulce amor a Jesucristo, que ninguna cosa fue capaz de entibiar ni de disminuir. Dedicado por vocación al servicio divina, le hizo el Papa San Sixto II primero de los diáconos, llegando a ser, después de Papa, la primera personalidad de la Iglesia de Roma. Lleno de gracia en lenguaje, leal y activa en tu ministerio, era popularísimo entre todos los hermanos. La persecución del emperador Valeriano rugía muy brava. Fue preso el Papa San Sixto y llevado a la cárcel, y de allí al suplicio. En el camino salió a su encuentro Lorenzo; y le dijo: "¿Adónde vas, oh padre, sin tu hijo? ¿Adónde vas, oh sacerdote, sin tu diácono?" Respondió el venerable anciano "A ti, hijo mío, como a más joven, te aguardan más rigurosos suplicios y más gloriosa victoria, anda a repartir a los pobres los tesoros de la Iglesia, porque pronto me seguirás como hijo al padre y como diácono al sacerdote." Rápidamente repartió a los pobres aquella noche cuanto tenía; y preguntado al otro día por el Prefecto de la ciudad dónde guardaba los tesoros para entregarlos al fisco, el santo, con sabiduría divina, le dijo que se los traería, y reuniendo a los pobres que alimentaba y sostenía la Iglesia, cojos, ciegos, enfermos y ancianos, se los presento, diciendo: "Estos son los tesoros de la Iglesia.” E tirano rugió, le mandó azotar y rasgar sus carnes con escorpiones de hierro y quemar a fuego lento sobre una inmensa parrilla. El santo no profiere una queja; en actitud sublime, tiene una trágica belleza el momento en que el mártir, encarándose con el juez, le dice: "Ya está usada la mitad de mi cuerpo, manda que me vuelvan de la otra parte, y que me echen la sal, y come." El verdugo atiza el fuego, y el mártir, después de orar por la Iglesia y por la Roma cristiana, cuya grandeza vislumbra, muere levantando los ojos cielo y diciendo. "Recibid. Señor, este mi sacrificio en olor de suavidad.”

Prudencio, el príncipe de los poetas latinos cristianos, le dedicó el mejor de sus himnos. España le dedicó el grandioso monasterio de piedra de El Escorial, a siete leguas de Madrid, construido en forma de inmensa parrilla pare recordar el instrumento de su martirio, que tuvo lugar en el año 258.






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