viernes, 19 de julio de 2024

Boletín Dominical 21 de julio


Día 21 de Julio, Domingo IX después de Pentecostés

Doble. Orn. Verdes. Conm. Santa Práxedes, Virgen.

La liturgia del Domingo de hoy anuncia los castigos terribles reservados a los que hayan renegado de Cristo. Todos ellos perecerán y serán excluidos del reino celestial.

Jerusalén rechazó a Jesús y lo clavó e la cruz; y aquel mismo pueblo testigo de su vida, de su doctrina, de sus milagros y. aún hacía poco de la estupenda resurrección de Lázaro después de estar enterrado hacía tres días, y que el Domingo aclama triunfalmente a Jesús, ese mismo pueblo seis días después grita y pide que le crucifiquen, sabiéndole Santo, Justo y bienhechor del pueblo, enviado de Dios. 

Por eso Cristo no tuvo reparos en derramar lágrimas tan amargas a la vista de la desventurada Jerusalén, aunque en vano, porque no se convirtió; por eso predice para ella terribles castigos, pues veía en espíritu donde la llevaban sus conductores. Más de un millón de judíos pereció el año 70 en el asedio y saqueo de Jerusalén por Tito, y todo por no haber admitido a Cristo.

Habla también el Evangelio de hoy de la indignación de Jesús contra los que profanaban el Templo con sus mercancías y sus robos; como se indignaría hoy ante la falta de respeto y decoro con que algunas personas concurren a él.

“23.000 hebreos perecieron en un mismo día a causa de su impureza, y muchos por murmurar fueron muertos por el Ángel exterminador” (Epístola). Todo esto, dice S. Pablo, estaba escrito para nuestro escarmiento.





25 de julio, Santiago el Mayor, Apóstol

Santiago el Mayor es uno de los tres discípulos predilectos de Jesucristo. Con su hermano Juan y con Pedro asistió a la transfiguración de Jesús en el Tabor, a la resurrección de la hija del príncipe de la Sinagoga y a la agonía del huerto de Getsemaní. Era natural de Betsaida de Galilea, y después de la ascensión de Jesús a los cielos predicó en Judea y Samaria; en seguida se dirigió a España, evangelizándola y organizando en ella la Iglesia. Al llegar a Zaragoza, sintiéndose cansado y abatido, un día, estando junto al Ebro, tuvo el consuelo de recibir la visita de la Virgen Santísima, traída por los ángeles desde Jerusalén, donde vivía. La Virgen fortaleció al Apóstol, bendijo su obra y le prometió que desde entonces tomaría a ese pueblo bajo su especial protección, y le aseguraba que nunca faltaría la fe en él, en prueba de lo cual dejaba clavada en tierra una columna, un pilar de mármol, símbolo de su firmeza y presente mariano, que todavía recibe los besos de miles y millones de peregrinos y devotos en el magnífico templo del Pilar en Zaragoza, que Ella ordenó fabricar y dedicar a su nombre. Desde ese momento el corazón ardiente del Apóstol inflamará en la fe y en el amor a Cristo al gran pueblo ibérico, levantándole hasta la más alta cumbre de los heroísmos cristianos; y será él, a su vez, evangelizador, más tarde, de razas y de pueblos, llevando el conocimiento de Jesús a todos los puntos del planeta. Santiago volvió a Jerusalén, y acercándose la Pascua, por dar gusto a los judíos lo hizo degollar, el año 42, Herodes Agripa. Fue el primero de los Apóstoles que sufrió el martirio. Su sagrado cuerpo, llevado a España y escondido después en Galicia para evitar profanaciones a causa de las persecuciones romanas y de las invasiones godas y agarenas, fue descubierto, pasada la tormenta, por el fulgor de una estrella en el sitio donde se levantará una gran catedral y a su alrededor una gran ciudad, que por eso la llaman en latín Campus Stellae (= Compostela = campo de la estrella). Y a Compostela ha ido la cristiandad durante siglos, siguiendo el camino de Santiago, a postrarse ante el Gran Apóstol, Patrón de España y de pueblos hispanos.




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