viernes, 5 de abril de 2024

Boletín Dominical 7 de abril


DÍA 7 DE ABRIL, DOMINGO “In Albis”

Doble I Clase - Orn. Blancos.

De las primeras palabras del Introito se suele llamar también este domingo de “Cuasimodo”. Quasi modo géniti infantes…Como niños recién nacidos… decía la Epístola de ayer. Compara el Apóstol a los neófitos con los niños recién nacidos, y la leche que les da de beber es la fe en Cristo que nos ha de hacer triunfar sobre los enemigos del alma.

La Iglesia solía congregarlos en estos días junto al sepulcro de San Pancracio, niño de 14 años, martirizado por Dioclesiano el año 304, por ser fiel al juramento hecho en su bautismo, para que este ejemplo les sirviera de fortaleza.

Nuestra fe en la divinidad de Cristo es vencedora del mundo, nos dice San Pablo en la Epístola de hoy: “¿Quién es el que vence al mundo sino quien cree que Jesús es el Hijo de Dios?” Son testigos de la divinidad de Cristo: el Padre, que en el Jordán (el agua) le proclamó su Hijo, el Espíritu Santo que desciende sobre él visiblemente, y la Sangre redentora de Cristo, que hace exclamar al centurión, junto a la Cruz: “¡Verdaderamente, Éste era Hijo de Dios!”

El Evangelio nos habla de la incredulidad de Tomás, que pretende imponer condiciones para creer. No se encontraba con los demás Apóstoles cuando se les apareció Jesús y les confirmó el poder de perdonar los pecados, y ahora Jesús accede benignamente a esas condiciones, y con amorosa queja le hace palpar su cuerpo y sus gloriosas llagas, y alaba a los que sin haberle visto creen en Él; mas Santo Tomás, vencido, prorrumpe en aquél grito de fe y humildad: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Se llama también este domingo in albis (depósitis) y post albas, o sea después de dejadas por los neófitos o recién bautizados las blancas vestiduras. 





8 de Abril,

La Anunciación de la Bienaventurada Virgen María. 
(Fiesta Trasladada)

EL Dios omnipotente, cuya naturaleza es la misma Bondad, cuya voluntad es el mismo Poder y cuyo obrar es la Misericordia, predestinó, por Su clemencia, desde los tiempos más remotos del mundo,  el remedio para la salvación de los mortales, a fin de destruir la envidia de ellos, provocada por el veneno de la malicia diabólica. Revelando Dios a la infernal serpiente que la futura descendencia de la mujer aplastaría, con su virtud, el orgullo de su nociva cabeza dio a entender que el Cristo debería Encarnarse; y que siendo Dios y Hombre, nacido de una Virgen, vencería al profanador de la propagación humana por medio de un incorrupto nacimiento. El diablo se gloriaba de que el hombre careciese, por el pecado original, de los dones divinos; de que fuera despojado del don de la inmortalidad y sentenciado a sufrir una dura muerte; además, porque encontraba venganza contra Dios, asociando la pérdida de las almas a sus maldades.  Dios, empero, buscaba una justa razón para cambiar tan severa sentencia impuesta al hombre, el cual había elevado a tanta dignidad. Había necesidad, amadísimos hijos, de que lo pensado por Dios acerca de la sentencia del hombre permaneciese en secreto, a fin de que el Dios incomunicable, cuya voluntad no puede separarse de su bondad, cumpliese la primera disposición de Su clemencia en un misterio aún más oculto. ¡Y el hombre que perecería por la astucia diabólica contra el propósito de Dios, no morirá!

Amadísimos, habiendo pasado el tiempo que había sido estipulado por Dios para la redención de los hombres, ingresó aquí abajo Jesús Cristo, Señor nuestro, descendiendo de su sede celestial, sin retirarse de la gloria de su Padre, generado en un nuevo orden y en un nuevo nacimiento: en un nuevo orden porque lo Invisible en sí mismo, fue hecho visible en nosotros, lo Incomprensible quiso ser comprendido; El que ya existía, antes del tiempo, pasó a ser en el tiempo. El Señor del universo aceptó tomar una servil forma, escondiendo así su majestad y divinidad. El Dios impasible, no pierde su dignidad por hacerse hombre pasible; y el Inmortal se sujetó a las leyes de la muerte.                           

San León Magno.



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