Domingo 24 de Diciembre, Vigilia de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
Ya no cabe la menor duda: el Señor está a la puerta y "mañana al amanecer veremos su gloria". Así nos lo repite hoy la Iglesia en su liturgia, en todos los tonos y de todas las maneras. Y añade: "Santifiquémonos y estemos preparados". Y dentro de unas cuantas horas, hará este solemnísimo pregón: "Cristo ha nacido para nosotros, ¡venid, adorémosle!" Que así sea, que para nosotros nazca esta noche y que para ninguno deje de ser su Nacimiento prenda de eterna ventura.
Día 25 de diciembre – La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
El Niño que nos nace es el Hijo de Dios, engendrado en cuanto Dios por el Padre desde toda la eternidad: Ego hodie genuit te; engendrado también por Dios como hombre el día de la encarnación: Filius meus es tu, ego hodie genuit te. Por eso nos dice San Juan en el prólogo de su Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Por Él fueron hechas todas las cosas, y sin el nada se hizo de cuanto había sido hecho… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Día 28 de Diciembre, los Santos Inocentes.
La crueldad de Herodes que pretendiendo deshacerse de Cristo segó en flor la vida de tantos inocentes, pone, entre las alegrías de Belén, una nota de tristeza en el corazón de la Iglesia, que hoy viste de color morado y suprime el Gloria y el Aleluya.
Los inocentes son las flores de los mártires que confesaron a Cristo, no con palabras, sino con su sangre. La saña de Herodes los introdujo en el cielo, donde triunfan y siguen al Cordero Inmaculado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario