viernes, 30 de junio de 2023

Dom Gueranger: La Visitación de la Santísima Virgen




LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


HISTORIA DE LA FIESTA

En los días que precedieron al nacimiento del Salvador, la visita de María a su prima Isabel fué ya objeto de nuestras meditaciones. Pero convenía volver sobre una circunstancia tan importante de la vida de Nuestra Señora, para hacer resaltar lo que este misterio contiene de enseñanza profunda y de alegría santa. La sagrada Liturgia completándose con los años, explotará esta mina preciosa en honor de la Virgen-Madre. La Orden de San Francisco y algunas iglesias particulares, como la de Reims y París, ya se habían adelantado, cuando Urbano VI, en el año 1389 instituyó la solemnidad de este día. El Papa aconsejaba el ayuno en la vigilia de la fiesta, y que además tuviese Octava; concedió en su celebración las mismas indulgencias que había otorgado Urbano VI, en el siglo anterior a la fiesta del Corpus Christi. La bula de promulgación, retrasada por la muerte del Pontífice, fué publicada por Bonifacio IX que le sucedió en la Silla de S. Pedro. 

Por las lecciones del Oficio primitivamente compuesto para esta fiesta, sabemos que el fin de su institución fué, según el pensamiento de Urbano, obtener que cesase el cisma que dividía a la Iglesia. Nunca se había visto la Esposa del Hijo de Dios en situación tan dolorosa. Pero Nuestra Señora, a quien se había dirigido el  verdadero Pontífice al comienzo de la tormenta, no dejó fallida la esperanza de la Iglesia. Durante los años que la insondable justicia del Altísimo dejó obrar a los poderes del infierno, vino en su defensa, sujetando tan fuertemente bajo su pie vencedor la cabeza de la serpiente antigua, que a pesar de la espantosa confusión que había levantado, su baba ponzoñosa no pudo manchar la fe de los pueblos, que permaneció firmemente adherida a la unidad de la Cátedra romana, cualquiera que en esta incertidumbre fuese su ocupante verdadero. Así, el Occidente separado de hecho, pero unido en sus principios, se volvía a unir en el tiempo escogido por Dios para devolver la luz.


MARÍA, ARCA DE ALIANZA

Si se pregunta por qué quiso Dios que el Misterio de la Visitación y no otro, fuese al establecerse esta solemnidad, el trofeo de la paz reconquistada, es fácil hallar la razón en la naturaleza misma de este misterio y en las circunstancias en que se realizó.

En él especialmente aparece María como verdadera arca de Alianza: llevando al Emmanuel, testimonio vivo de una reconciliación definitiva entre la tierra y el cielo. Por ella, mejor que en Adán, todos los hombres han de ser hermanos; porque el que lleva escondido en su seno, será el primogénito de la gran familia de los hijos de Dios. Apenas concebido, comienza para El la obra de la propiciación universal.

¡Dichosa la casa del sacerdote Zacarías, que durante tres meses acogió a la Sabiduría eterna, bajada recientemente al seno purísimo en que se acaba de consumar la unión que ambicionaba su amor! Por el pecado original, el enemigo de Dios y de los hombres tenía cautivo, en esta bendita casa di aquel que sería el hornato en los siglos infinitos; la embajada del ángel que anunció el nacimiento de Juan, su concepción milagrosa, no habían eximido al hijo de la estéril del tributo vergonzoso que todos los hijos de Adán tienen que pagar al príncipe de la muerte, a su entrada en la vida. Pero apareció María, y Satanás vencido sufrió en el alma de Juan su más completa derrota, que no será la última; porque el arca de alianza no detendrá sus triunfos hasta reconciliar al último de los elegidos.


ALEGRÍA DE LA IGLESIA

Celebremos este día con cantos de alegría; porque en este misterio están, como en germen, todas las victorias que alcanzarán la Iglesia y sus hijos; desde hoy el Arca santa preside los combates del nuevo Israel. Basta ya de división entre el hombre y Dios, el cristiano y sus hermanos; si la antigua arca no logró impedir la escisión de las tribus, el cisma y la herejía conseguirán hacer frente a María unos cuantos años o algunos siglos, pero al fin resplandecerá más su gloria. De ella, como en este día glorioso y a la vista del enemigo humillado, brotarán siempre la alegría de los pequeños, la perfección de los pontífices, y la bendición de todos. Unamos el tributo de nuestras voces a los saltos gozosos de Juan, a la repentina exclamación de Isabel, al cántico de Zacarías; todo el mundo lo repita. Así se saludaba antiguamente la llegada del arca al campamento de los Hebreos; los Filisteos, al oírlo, por ahí comprendían que había bajado el auxilio del Señor; y sobrecogidos de espanto, gemían, diciendo: "¡Desgraciados de nosotros! no reinaba aquí ayer una alegría tan grande; ¡desgraciados de nosotros." Por cierto que hoy el género humano salta de gozo y canta con Juan; y hoy también, y con razón, se lamenta el enemigo; hoy la mujer descarga el primer golpe del calcañal en su cabeza altanera, y Juan, ya librado, es en esto precursor de todos nosotros. El nuevo Israel, más afortunado que el viejo, tiene seguridad de que no le arrebatarán ya su gloria nunca jamás; nunca le quitarán el Arca santa que le permite pasar las aguas, y derrumba ante él las fortalezas.


EL CANTO DE MARÍA

¿No es, pues, muy justo que este día, en que termina la serie de las derrotas que comenzaron en el Paraíso, sea también el día de los cánticos nuevos del nuevo pueblo? Pero ¿a quién toca entonar el himno del triunfo, sino al que gana la victoria? Por eso canta María en este día de triunfo, recordando todos los cantos de victoria que, a lo largo de los siglos de espera, fueron como preludios, a su divino Cántico. Pero las victorias pasadas del pueblo elegido no eran más que la figura de la que consigue ella, en esta fiesta de su manifestación, como soberana gloriosa, que, mejor que Débora, Judit o Ester, ha comenzado a libertar a su pueblo; en su boca los acentos de sus ilustres predecesoras han evolucionado de la aspiración inflamada de los tiempos de la profecía, al éxtasis sereno, que denota la posesión del Dios que por tanto tiempo esperado. Una era nueva comienza parar los cantos sagrados: la alabanza divina toma de María el carácter que no perderá en este mundo y que subsistirá aún en la eternidad. Y en este día también, inaugurando su ministerio de Corredentora y de Mediadora, recibió María por vez primera en la tierra, de boca de Santa Isabel, la alabanza que sin fin merece la Madre de Dios y de los hombres.

El motivo especial que tuvo la Iglesia, en el siglo xiv, para instituir esta fiesta, nos ha inspirado las anteriores consideraciones. María ha demostrado otra vez, al devolver a Roma al desterrado Pío IX, el 2 de Julio de 1849, que consideraba esta fecha como un día de victoria.


MISA

El Introito es el mismo de las Misas votivas de Nuestra Señora en este tiempo del año. Está tomado de Sedulio poeta cristiano del siglo v, del cual hizo la Sagrada Liturgia otros extractos muy bien apropiados, los días de Navidad y Epifanía. La palabra excelente (Verbum bonum) que se ensalza en el Versículo, la obra que dedica al Rey la Virgen-madre, todos declaran hoy que es el Magníficat, riqueza y gloria de este día.


INTROITO

Salve, Madre Santa, que diste a luz al Rey que rige cielos y tierra por los siglos de los siglos. Ps. Mi corazón ha proferido una excelente palabra; digo: Mis obras son para el Rey. Gloria al Padre. Salve.

 

La paz es el don precioso que imploraba la tierra incesantemente desde el pecado original. Congratulémonos, pues; en este día se revela, por medio de María, el Príncipe de la Paz. La solemne conmemoración del ministerio que celebramos, va a desarrollar en nosotros la obra de salvación, que comenzó en el de Navidad. Esta gracia la pedimos con la Santa Madre Iglesia en la Colecta.


ORACIÓN

Rogámoste Señor, que concedas a tus siervos el don de la gracia celestial, para que los que hemos recibido las primicias de la salvación en el parto de la Virgen, alcancemos aumento de paz en la Solemnidad de su Visitación. Por Jesucristo nuestro Señor.


EPÍSTOLA

Lección del Libro de la Sabiduría (Cantar de los Cantares, II, 8, 15).


Vedle cómo viene saltando por los montes y brincando por los collados. Mi amado semeja al gamo ligero y al cervatillo. Vedle, está detrás de nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías. Me habla mi amado y dice: Levántate y apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; pues ya pasó el invierno, disipáronse y cesaron las lluvias; han aparecido las flores en nuestra tierra; llegó el tiempo de la poda; el arrullo de la tórtola se ha oído ya en nuestro campo; la higuera dió sus brevas; esparcen su olor las florecientes viñas. ¡Levántate pues, amiga mía, hermosa mía, y ven paloma mía que anidas en las quiebras de las peñas, en las concavidades del muro, muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos; porque tu voz es dulce, y tu cara hermosa!


LA VISITA DEL AMADO

La Iglesia nos introduce en la profundidad del misterio. La lectura que antecede, se reduce a la explicación de esta palabra de Isabel, en que se resume la fiesta: "Al oír tu voz, mi niño saltó de gozo en mi seno." Voz de María, voz de la tórtola, que expulsa al invierno y anuncia la primavera, los perfumes y las flores. A esta invitación tan dulce, el alma de Juan, cautiva en la noche del pecado, se despoja de las libreas del esclavo y, desarrollando rápidamente los gérmenes de las más altas virtudes, se nos presenta bella como la esposa, con todos los aderezos del día de la boda. Y también ¡qué ansias tiene Jesús de llegarse a esta alma amada! ¡Qué efusiones inefables entre Juan y el Esposo! ¡Qué diálogo sublime desde el seno de Isabel al de María! ¡Madres admirables, pero más admirables todavía los hijos! En aquel encuentro feliz, el oído, los ojos, la voz de las madres las pertenecen menos a ellas que a los frutos benditos de sus entrañas; sus sentidos son la celosía por la que el Esposo y el amigo del Esposo se ven, se entienden y se hablan.

El alma de Juan prevenida por el Amigo Divino que la buscó, se despierta en pleno éxtasis. Por otra parte, para Jesús es la primera conquista; dirigidos a Juan, es cuando por vez primera, excepción hecha de María, se formulan en el alma del Verbo hecho carne, los acentos del epitalamio divino y hacen palpitar su corazón. En este día pues, y nos lo enseña la Epístola, a la vez que el Magníficat, se inaugura también el divino Cantar de los Cantares con el verdadero y completo sentido que el Espíritu Santo quiso darle. Nunca habrá motivos tan justificados como en este día feliz, para el alborozo del Esposo; ni tampoco será jamás tan fielmente correspondido. Unamos nuestro entusiasmo al de la eterna Sabiduría, que hoy da el primer paso en favor de toda la humanidad.

En el Gradual ensalcemos con Isabel a la Santísima Virgen, que nos gana todas estas alegrías, y en quien el amor tiene encerrado al que no podía contener el mundo. El dístico que se canta en el versículo, hacía las delicias de la piedad medieval; se encuentra en varias liturgias, ya como principio de himno, ya en forma de Antífona en la composición de Misas u Oficios.



GRADUAL

Bendita y venerable eres, Virgen María; pues sin el más leve menoscabo de tu integridad virginal, te hallaste Madre del Salvador. T. Virgen, Madre de Dios, El que no cabe en los cielos, hecho hombre se encarnó en tu seno.


Aleluya, aleluya. J. Feliz y digna de toda alabanza, eres, sagrada Virgen María, porque de ti nació el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Lucas (I, 39-46).


En aquel tiempo: Partió María presurosa por las serranías, a una ciudad de Judá; y, entrando en casa de Zacarías, saludó a Isabel. Al oír Isabel el saludo de María, el niño (Juan) saltó de gozo en su vientre, e Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y, exclamando en alta voz, dijo: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! Y ¿de dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a mí? Pues lo mismo fué llegar la voz de tu saludo a mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi seno. ¡Bienaventurada tú que has creído! porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu salta de gozo al pensar en Dios, mi Salvador.


CARIDAD FRATERNA...

María supo por el Arcángel que Isabel iba a ser pronto madre. Sólo pensar los servicios que necesitan la anciana prima y el niño que va a nacer, la pone inmediatamente en camino hacia las montañas en donde esta situada la casa de Zacarías. Así camina, así corre, si es verdadera, la caridad de Cristo '. No hay situación de alma en la que pueda el cristiano olvidar a sus hermanos, con el pretexto de una perfección más encumbrada. Acaba María de contraer con Dios la unión más alta que podemos pensar; y con gusto se la figuraría nuestra imaginación incapaz de hacer nada, abismada en el éxtasis, precisamente en estos días en que el Verbo, al tomar carne de su carne, en pago la inunda en mares de su divinidad. Pero el Evangelio lo dice expresamente: en estos mismos días la Virgen sencilla, pendiente hasta ahora del secreto de la presencia del Señor, se levanta para dedicarse a todas las necesidades del prójimo en su cuerpo y en su alma.


. . . Y CONTEMPLACIÓN

¿Quiere significarse con esto que las obras están por encima de la oración y que la contemplación ha dejado de ser la mejor parte? De ninguna manera; y Nuestra Señora nunca estuvo con todo su ser tan directa y tan plenamente unida con Dios como en estos días. Pero la criatura que ha llegado a las cumbres de la vida unitiva, se siente tan apta para las obras exteriores, que no existe de por sí ocupación alguna que la pueda distraer del centro inmutable en que ya se ha fijado.


LA PERFECCIÓN

Privilegio insigne, resultado de esta división del espíritu y del alma, a la que no todos llegan y que es uno de los pasos más decisivos en las vías del espíritu; pues supone una purificación tan perfecta del ser humano, que en realidad forma un solo espíritu con el Señor; lleva consigo una sumisión tan total de las potencias, que sin chocar entre sí, obedecen simultáneamente, en sus diversas esferas, al soplo divino.

Mientras el cristiano no conquiste esta santa libertad de los hijos de Dios2, no puede en efecto, ir al hombre, sin abandonar a Dios en algo. Y no decimos con eso que tenga que descuidar sus obligaciones con el prójimo, en quien Dios ha querido que le veamos a El mismo; ¡dichoso, sin embargo, el que no pierde nada de la mejor parte, como María, cuando se dedica a los quehaceres de esta vida! Pero ¡qué pocos son estos privilegiados, y cuán grande ilusión sería persuadirnos de lo contrario!


MARÍA, NUESTRO MODELO

Nuestra Señora, es Virgen y Madre. En ella se realiza el ideal de la vida contemplativa y de la vida activa: la Liturgia nos lo recuerda a menudo. En esta fiesta de la Visitación, la Iglesia la invoca de modo más especial como modelo de todos los que se dedican a las obras de misericordia; si no a todos les es dado tener, como ella, al mismo tiempo, abismado más que nunca en Dios su espíritu, no obstante eso, todos tienen que esforzarse de continuo por irse acercando, mediante la práctica del recogimiento y de la alabanza divina, a las alturas luminosas donde hoy se muestra su Reina en la plenitud de sus inefables perfecciones.

El Ofertorio, canta el glorioso privilegio de María, Madre y Virgen, dando a luz al que la hizo.


OFERTORIO

Bienaventurada eres, Virgen María, que engendraste a quien te creó y llevaste en tu seno al Creador de todas las cosas, permaneciendo siempre Virgen.

 

El Hijo de Dios, al nacer de María, consagró su integridad virginal. Pedimos en la Secreta de este día, que, en recuerdo de su Madre, nos conceda el purificarnos de nuestras manchas y hacer de esa manera nuestra ofrenda acepta al Dios altísimo.


SECRETA

Socórranos, Señor, la humanidad de tu Unigénito, y así como, al nacer de la Virgen Madre, no mermó su integridad, sino que la hizo más santa, así, purificándonos de nuestras culpas en la solemnidad de su Visitación, te haga aceptable nuestra oblación Cristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina...

 

La Iglesia tiene consigo, en los Misterios, al mismo Hijo del Padre eterno que María llevó en su vientre nueve meses. En ese santo seno tomó un cuerpo para llegarse a todos nosotros. En la antífona de la comunión cantemos al Hijo y a la Madre.


COMUNIÓN

Bienaventuradas las entrañas de la Virgen María, que llevaron al Hijo del eterno Padre.


La celebración de cada uno de los misterios de la salvación mediante la participación del Sacramento que los contiene todos, es un medio para obtener el alejamiento del mal en este mundo y para la eternidad. Es lo que expresa la Poscomunión, por lo que se refiere al misterio de este día.


POSCOMUNIÓN

Habiendo recibido los sacramentos en la celebración de esta fiesta anual, suplicámoste, Señor, que nos sirvan de remedio para la vida presente y la futura. Por Jesucristo nuestro Señor.


ELOGIO

¿Quién es ésta que avanza hermosa como la aurora cuando sale, terrible como un ejército puesto en orden de batalla?'. Hoy es, oh María, la primera vez que alegra a la tierra tu dulce claridad. Llevas contigo al Sol de justicia; y su luz naciente, al tocar en la cumbre de los montes—el llano sigue aún en la oscuridad—, al primero que alcanza, es al Precursor, de quien se ha dicho que no hay otro mayor entre los nacidos de mujer. El astro divino, subiendo, siempre subiendo, inundará pronto con sus luces los valles más hondos. Pero ¡cuánta gracia en estos primeros rayos que se desprenden de la nube en que todavía se oculta! Porque tú eres, María, la nube tenue, esperanza del mundo, terror del infierno.


PLEGARIA POR TODOS

Date prisa, por tanto, ¡oh María! Llégate hasta todos nosotros; baja hasta las regiones sin gloria, donde la mayor parte del género humano vegeta, incapaz de subir a las alturas; tu visita consiga introducir la luz de la salvación aun en los abismos de perversidad que más se aproximan a la sima infernal. ¡Oh! ¡quiera Dios que desde las prisiones del pecado, desde el llano en que el vulgo se agita, seamos arrastrados a seguir tus pasos! ¡Son tan hermosas tus huellas en nuestros pobres caminos, y tan suaves los perfumes con que hoy embriagas la tierra!


. . . POR LA ORDEN DE LA VISITACIÓN

Bendice, oh María, a los que atrae y seduce la mejor parte. Protege a la Orden venerable que se gloría de honrar de modo especial el misterio de tu Visitación; fiel al espíritu de sus ilustres fundadores, no cesa un momento de hacer justicia a su título, embalsamando a la Iglesia de la tierra con aquellos mismos perfumes de humildad, de dulzura, de oración escondida que hace diecinueve siglos, fueron el principal atractivo de los ángeles en este gran día.


. . . POR LOS QUE AYUDAN A LOS DESGRACIADOS

Finalmente, oh Señora nuestra, no olvides las filas compactas de los que suscita la gracia para seguirte en la búsqueda misericordiosa de todas las miserias, y que hoy son más numerosos que nunca; enséñalos cómo se pueden dedicar al prójimo, sin dejar a Dios; para la mayor gloria de ese Dios altísimo, y felicidad del hombre, multiplica en la tierra tus fieles modelos. Y por fin, todos, después de seguirte en la medida y a la manera que quiere Aquel que divide sus dones a cada cual según su beneplácito, nos volvamos a encontrar en la patria para cantar contigo a una voz el eterno Magníficat. 

Boletín Dominical 2 de julio


Día 2 de Julio, Visitación de la B.V. María

Conm. Domingo V después de Pentecostés

Doble II Clase. Orn. Blancos

Visita de María a su prima Isabel: bendito encuentro de dos madres y de los hijos que ellas en sí gestaban: Juan reconoce a aquél de quién él será el Precursor y que ya ahora, por medio de su Espíritu, le santifica en el seno materno. 

El ángel san Gabriel había anunciado a María que Dios había de dar un hijo a Isabel, por lo cual partió la Virgen para Hebrón, donde habitaba su prima; es la «Visitación», encuentro secreto del Precursor y del Salvador, alegría profunda de María y de Isabel, llenas de las bendiciones divinas que sobre ellas vienen. Allí pronunció la Virgen, madre de Dios, «bendita entre todas las mujeres», el canto sublime del Magnificat, repetido a diario por tantos sacerdotes y vírgenes del Señor. 

La fiesta de la Visitación fue instituida en 1389 por el papa Urbano VI y fijada para el 2 de julio, en la continuación de la antigua octava de san Juan Bautista.



Día 7 de Julio, Santos Cirilo y Metodio.

San Cirilo y San Metodio eran hermanos y habían nacido en Tesalónica. Estudiaron en Constantinopla, donde se distinguieron por su ciencia y su virtud. El primero, llamado en un principio Constantino, famoso por su saber, fue ordenado de sacerdote; Metodio, valiente capitán, al fin se hizo monje. Enviados a Crimea y a los pueblos eslavos, convirtieron a la fe y establecieron la jerarquía eclesiástica en Bohemia, Bulgaria, Moravia y llegaron a Polonia y Moscú. Inventaron el alfabeto de la lengua eslava y son los autores de su escritura, a la cual tradujeron las Sagradas Escrituras y los libros litúrgicos. Son tenidos como los apóstoles de todos los eslavos y los creadores de su lengua. Venidos a Roma en el año 867, el Papa Adriano II le dio el título de Obispo a Constantino, quien tomó el nombre de Cirilo, y murió en esa ciudad al año siguiente. Metodio llegó a ser obispo de Moravia y de Panonia, muriendo en el año 885.






miércoles, 28 de junio de 2023

Dom Gueranger: San Pedro y San Pablo

  







SAN PEDRO Y SAN PABLO, 
APÓSTOLES

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


La Respuesta de Amor

"¿Simón, hijo de Juan; me amas?" He aquí el momento en que se escucha la respuesta que el Hijo del Hombre exigía del pescador de Galilea. Pedro no teme la triple interrogación del Señor. Desde aquella noche en que el gallo fué menos solícito para cantar que el primero de los Apóstoles para renegar de su Maestro, continuas lágrimas cavaron dos surcos en sus mejillas; ha luido el dia en que cesen estas lágrimas. Desde el patíbulo en que el humilde discípulo ha pedido le claven cabeza abajo, su corazón generoso repite, por fin sin miedo, la protesta que, desde la escena de las orillas del lago de Tiberíades, ha consumido silenciosamente su vida: "¡Sí, Señor, tú sabes que te amo!"(1)


El Amor, características del Sacerdocio Nuevo

El amor es la característica que distingue el sacerdocio de los tiempos nuevos del ministerio de la ley de servidumbre. El sacerdote judío, impotente, temeroso, no sabía sino derramar sangre de victimas simbólicas sobre un altar simbólico también. Jesús, Sacerdote y Víctima a la vez, exige más de aquellos a quienes llama a participar de la prerrogativa que le hace Pontífice eterno según el orden de Melquisedec (2) "No os llamaré en adelante siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; sino que os he llamado mis amigos porque os he comunicado todo lo que he recibido del Padre.(3) Como mi Padre me ha amado, así os amo yo; permaneced en mi amor".(4)

Ahora bien, para el sacerdote admitido de esta manera a la unión con el Pontífice eterno, el amor no es completo, si no se extiende a la humanidad rescatada en el gran Sacrificio. Y nótese que para él es más estricta la obligación, común a los cristianos, de amarse como miembros de una misma Cabeza; pues por su sacerdocio se hace partícipe de la Cabeza, y con esta participación, la caridad debe tener en él algo del carácter y grandeza del amor que esa Cabeza tiene a sus miembros. Y ¿cuánto mayor será, si, al poder que tiene de inmolar a Cristo mismo, y al deber que le obliga a ofrecerse con él en el secreto de los' Misterios, la plenitud del Pontificado le añade la misión pública de dar a la Iglesia el apoyo que necesita y la fecundidad que el Esposo celestial espera de ella? Entonces es cuando, según la doctrina sostenida siempre por los Papas, por los Concilios y por los Padres, el Espíritu Santo le adapta a su misión sublime, identificando enteramente su amor con el del Esposo cuyas obligaciones asume y cuyos derechos ejerce.


El Amor de San Pedro

Al confiar a Simón hijo de Juan la humanidad redimida, el primer cuidado del Hombre-Dios fué asegurarse de que sería fiel vicario de su amor(5); de que, habiendo recibido más que los otros, le amaría más que todos(6); de que, siendo heredero del amor de Jesús para los suyos que estaban en el mundo, los debía amar, como El, hasta el fin(7). Por esto, la exaltación de Pedro a las cumbres de la Jerarquía sagrada, concuerda en el Evangelio con el anuncio de su martirio (8) siendo Sumo Pontífice, tenía que seguir hasta la cruz al Jerarca supremo.(9)

Ahora bien, la santidad de la criatura y, a la vez, la gloria de Dios Creador y Salvador, tienen su completa realización en el Sacrificio, que junta al pastor y al rebaño en un mismo holocausto.

Por este fin último de todo pontificado y de toda jerarquía, Pedro recorrió toda la tierra, después de la Ascensión de Jesús. En Joppe, cuando estaba aún al principio de sus correrlas apostólicas, se apoderó de él un hambre misteriosa: "Levántate, Pedro; mata y come", le dijo el Espíritu; y al mismo tiempo una visión simbólica ponía ante sus ojos los animales de la tierra y las aves del cielo (10). Eran los gentiles que debía reunir, en la mesa del banquete divino, con los fieles de Israel. Vicario del Verbo, se haría participante de su inmensa hambre; su caridad, como fuego devorador, se asimilaría los pueblos; y, ejerciendo su título de jefe, llegaría un día en que, verdadera cabeza del mundo, haría de esta humanidad, ofrecida como presa a su avidez, el cuerpo de Cristo en su propia persona. Entonces, nuevo Isaac, o más bien verdadero Cristo, verá levantarse delante de él la montaña en donde Dios mira, esperando el sacrificio (11).


El Martirio de San Pedro

Miremos también nosotros, pues ha llegado a ser presente ese futuro, y, como en el Viernes Santo, participamos en el desenlace que se anuncia. Participación dichosa, toda triunfal: aquí, el deicida no mezcla su nota lúgubre al homenaje del mundo, y el perfume de inmolación que ahora sube de la tierra, no llena los cielos sino de suave alegría. Se diría que la tierra, divinizada por la virtud de la hostia adorable del Calvario, se basta a sí misma. Pedro, simple hijo de Adán, y, con todo eso, verdadero Sumo Pontífice, avanza llevando el mundo: su sacrificio va a completar el de Jesucristo, que le invistió con su grandeza (12); la Iglesia, inseparable de su Cabeza visible, le reviste también con su gloria.(13) Por la virtud de esta nueva cruz que se levanta, Roma se hace hoy la ciudad santa. Mientras Sión queda maldita por haber crucificado un día a su Salvador, Roma podrá rechazar al Hombre-Dios, derramar su sangre en sus mártires: ningún crimen de Roma prevalecerá sobre el gran hecho que ahora se realiza; la cruz de Pedro le ha traspasado todos los derechos de la de Jesús, dejando a los judíos la maldición; ahora Roma es la verdadera Jerusalén.


El Martirio de San Pablo

Siendo tal la significación de este día, no es de maravillar que el Señor la haya querido aumentar aun más, añadiendo el martirio del Apóstol Pablo al sacrificio de Simón Pedro. Pablo, más que nadie, había prometido con sus predicaciones la edificación del cuerpo de Cristo (14); si hoy la Iglesia ha llegado a este completo desenvolvimiento que la permite ofrecerse en su Cabeza como hostia de suavísimo olor, ¿quién mejor que él merecía completar la oblación?(15). Habiendo llegado la edad perfecta de la Esposa (16), ha acabado también su obra (17). Inseparable de Pedro en los trabajos por la fe y el amor, le acompaña del mismo modo en la muerte (18); los dos dejan a la tierra alegrarse en las bodas divinas selladas con su sangre, y suben juntos a la mansión eterna, donde se completa la unión (19).


Vida Divina

San Pedro después de Pentecostés organizó con los otros apóstoles la Iglesia de Jerusalén, luego las de Samaria y Judea, y recibió en la Iglesia al centurión Cornelio, el primer pagano convertido. Habiendo escapado milagrosamente de la muerte que le tenía preparada el Rey Herodes Agripa, dejó Jerusalén y se dirigió a Roma donde fundó, alrededor del año 42, la Iglesia que sería más tarde el centro de la Catolicidad. Desde Roma emprendió varias excursiones apostólicas. Hacia el año 50 se encuentra en Jerusalén para el concilio que decidió la admisión de los gentiles en la Iglesia, sin obligarlos a las observancias de la ley mosaica. Partió luego a Antioquía, al Ponto, Galacia, Capadocia, Bitinia, y a la provincia de Asia. Un incendio destruyó Roma hacia el año 64, y acusando Nerón a los cristianos de tal catástrofe, los hizo encarcelar en masa. Muchos cientos, quizá millares, fueron condenados a muerte con diversos tormentos: unos crucificados, otros quemados vivos, otros fueron entregados a las bestias en el anfiteatro, otros decapitados. San Pedro, encarcelado, según antigua tradición, en la cárcel Mamertina, fué crucificado con la cabeza abajo en los jardines de Nerón, sobre la colina del Vaticano, y allí mismo fué enterrado. No se conoce la fecha exacta de su martirio: se debe colocar entre el año 64 y el 67.


La Fiesta del 29 de junio

Después de las grandes solemnidades del año Litúrgico y de la fiesta de San Juan Bautista, no hay otra más antigua y universal en la Iglesia que la de los dos príncipes de los Apóstoles. Muy pronto Roma celebró su triunfo en la fecha misma del 29 de Junio, que los viera subir al cielo. Este uso prevaleció luego sobre el de algunos lugares, que habían puesto la fiesta de los Apóstoles en los últimos días de Diciembre. Fué ciertamente un hermoso pensamiento el hacer así de los padres del pueblo cristiano el cortejo del Emmanuel, a su venida al mundo. Pero, como ya hemos visto, las enseñanzas de este día tienen ellas solas, una importancia preponderante en la economía del dogma cristiano; son el complemento de toda la obra del Hijo de Dios; la cruz de Pedro da estabilidad a la Iglesia, y señala al espíritu de Dios el centro inmovible de sus operaciones. Roma estuvo inspirada cuando, reservando al discípulo amado el honor de velar por sus hermanos cerca del pesebre del Niño Jesús, guardaba el solemne recuerdo de los príncipes del apostolado en el día escogido por Dios para consumar sus trabajos y coronar juntamente con su vida el ciclo de los misterios.


El Recuerdo de los Doce Apóstoles

Pero no debemos olvidar en tan gran día a los otros operarios del padre de familia, que también regaron con sus sudores y su sangre todos los caminos del mundo, para acelerar el triunfo y reunir a los convidados al festín de las bodas.(20) Gracias a ellos se predicó entonces definitivamente la ley de gracia por todas las naciones, y la buena nueva resonó en todos los idiomas y en todos los confines de la tierra.(21) Por eso, la fiesta de San Pedro, completada de un modo especial por el recuerdo de su compañero de martirio, Pablo, fué considerada desde muy antiguo como la del colegio entero de los Apóstoles. Se creyó antiguamente que no se podía separar de su glorioso jefe a aquellos a quienes el Señor habla unido tan estrechamente en la solidaridad de su obra común. Sin embargo de eso, con el tiempo se fueron consagrando sucesivamente fiestas a cada uno de ellos, y la del 29 de Junio quedó dedicada exclusivamente a los dos príncipes cuyo martirio ilustró este día. Y muy pronto la Iglesia romana, creyendo que no podía celebrarlos convenientemente a los dos en un mismo día, dejó para el día siguiente el honrar más explícitamente al Doctor de las naciones.


MISA

Mientras el Pontífice se dirige al altar rodeado de los diversos Ordenes de la Iglesia, los cantores entonan el Introito, alternándolo con los versos del Salmo CXXXVIII. Este Salmo está elegido principalmente para honrar a los santos Apóstoles, por razón de las palabras del versículo diecisiete: "Por mí, tus amigos, oh Dios, son honrados hasta el exceso; su poder sobrepasa todo límite."


INTROITO
Ahora sé verdaderamente que el Señor envió a su Ángel, y me libró de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos. — Salmo: Señor, me probaste y me conociste: tú conociste mi caída y mi resurrección. Y. Gloria al Padre.

La Colecta que termina cada una de las Horas del Oficio Divino, es la fórmula principal de oración que emplea la Iglesia todos los días. En ella se debe buscar su idea. La que sigue, nos indica que la Iglesia quiere celebrar hoy juntamente a los dos Apóstoles y no separarlos en su piedad agradecida.


COLECTA
Oh Dios, que consagraste el día de hoy con el martirio de tus Apóstoles Pedro y Pablo: da a tu Iglesia el seguir en todo el precepto de aquellos de quienes recibió el principio de la religión. Por nuestro Señor.


EPÍSTOLA

Lección de los Hechos de los Apóstoles. (XII, 1-11).

En aquellos días comenzó el rey Herodes a perseguir a algunos de la Iglesia. Y mató con la espada a Santiago, el hermano de Juan. Y, viendo que agradaba a los judíos, se propuso prender también a Pedro. Y eran los días de los Ácimos. Habiéndole, pues, prendido, le metió en la cárcel, entregándolo a cuatro piquetes de guardas para custodiarlo, queriendo entregárselo al pueblo después de Pascua. Así que Pedro era guardado en la cárcel. Y la Iglesia hacía sin descanso oración a Dios por él. Y, cuando Herodes había de entregarlo, en aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas: y los guardias, delante de la puerta, guardaban la cárcel. Y he aquí que se apareció el Ángel del Señor: y brilló la luz en la habitación: y, tocándole en el costado a Pedro, le despertó, diciendo: Levántate veloz. Y cayeron las cadenas de sus manos. Y díjole el Ángel: Cíñete, y cálzate tus sandalias. Y así lo hizo. Y díjole: Ponte tu vestido, y sígueme. Y, saliendo, le siguió: y no sabía que era verdad lo que hacía el Ángel, antes creía ver una visión. Y, habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad: la cual se les abrió al punto. Y, habiendo salido, atravesaron un barrio: y, acto continuo, se apartó el Ángel de él. Y Pedro, vuelto en si. dijo: Ahora sé verdaderamente que el Señor envió a su Ángel, y me libró de la mano de Herodes y de toda expectación del pueblo de los judíos.


PARTIDA A ROMA

Es difícil recordar con la insistencia con que lo hace la Liturgia de este día, el relato de la cautividad de S. Pedro en Jerusalén. Varias Antífonas y todos los Capítulos del Oficio están sacados de él; el Introito lo cantaba poco ha; y la Epístola relata enteramente ese episodio, que tanto le interesa hoy a la Iglesia. Es fácil descubrir el secreto de esta preferencia. En esta fiesta, la muerte de Pedro confirma a la Iglesia en sus augustas prerrogativas de Soberana, de Madre y de Esposa; pero ¿cuál fué el principio de estas grandezas, sino el momento, solemne entre todos, en que el Vicario de Jesucristo, sacudiendo sobre Jerusalén el polvo de sus pies, volvió hacia Occidente su vista, y trasladó a Roma los derechos de la sinagoga repudiada? Ahora bien, este gran acontecimiento tuvo lugar a la salida de Pedro de la prisión de Herodes. Y saliendo de la ciudad, dicen los Hechos, se fué de allí, a otro lugar. Este otro lugar, según el testimonio de la historia y de la tradición, era la ciudad que había de llamarse la nueva Sión; era Roma, a donde llegaba Simón Pedro algunas semanas después. Por eso la gentilidad, haciendo suya la palabra del ángel, cantaba esta noche en uno de los responsos de Maitines: "Levántate, Pedro y ponte tus vestidos: ármate de fortaleza para salvar a las naciones, porque han caído de tus manos las cadenas."


EL SUEÑO DE PEDRO

Pedro, la víspera del día en que tenía que morir, dormía tranquilamente, del mismo modo que, en otro tiempo, lo hacia Jesús en la barca a punto de sucumbir. La tempestad y toda clase de peligros no dejarán de amenazar siempre a los sucesores de Pedro. Pero no se verá nunca, en la nave de la Iglesia, el pavor que se apoderó de los compañeros del Señor, en la barca que agitaba el huracán. Faltaba entonces a los discípulos la fe, y su ausencia era la causa de sus miedos. Pero desde la venida del Espíritu Santo, esta fe preciosa, de donde dimanan todos los dones, no puede faltar a la Iglesia, Ella da a los jefes la tranquilidad del Maestro; mantiene en el corazón del pueblo fiel la oración ininterrumpida, cuya humilde confianza triunfa silenciosamente del mundo, de los elementos y de Dios mismo. Si sucede que, cuando la nave de Pedro bordea los abismos, parece que el piloto duerme, la Iglesia no imitará a los discípulos cuando estaban en la tormenta del lago de Genesaret. No se hará juez del tiempo y de los medios de la Providencia, ni se creerá con derecho a reprender al que debe vigilar por todos, acordándose que, para salvar sin alboroto las más peligrosas situaciones, posee un medio mejor y más seguro, y no ignorando que, si la intercesión no falta, el ángel del Señor vendrá cuando se necesite, a despertar a Pedro y romper sus cadenas.


PODER DE LA ORACIÓN

¡Oh! ¡Cuántas almas, sabiendo orar, son más poderosas, con su sencillez ignorada, que la política y los soldados de todos los Herodes del mundo! La comunidad reunida en la casa de María, madre de Marcos era muy poco numerosa; pero oraba día y noche; por dicha no se conocía allí el naturalismo fatal, que con engañoso pretexto de no tentar a Dios, rehúsa pedirle lo imposible, cuando está en juego el interés de su Iglesia. Ciertamente, las precauciones de Herodes Agripa para no dejar escapar a su prisionero, honraban a su prudencia, y por cierto que la Iglesia pedía lo imposible pidiendo la libertad de Pedro, hasta el punto que los que rogaban entonces, siendo escuchados, no daban crédito a lo que veían. Pero su fortaleza fué precisamente esperar contra toda esperanza lo que ellos mismos miraban como locura y someter, en su oración, el juicio de la razón a las solas miras de la fe.

El Gradual canta el poder prometido a los compañeros e hijos del Esposo; también ellos vieron que numerosos hijos reemplazaban a los padres que dejaron para seguir a Jesús; el Verso del Alleluia celebra la piedra que sostiene a la Iglesia, en este día en que la ve afirmarse para siempre en su lugar predestinado.


GRADUAL
Los constituirás príncipes sobre toda la tierra: se acordarán de tu nombre, Señor. J. Por tus padres te han nacido hijos: por eso te alabarán los pueblos. Aleluya, aleluya. J. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo. (XVI, 13-19).

En aquel tiempo fué Jesús a la región de Cesarea de Filipo, y preguntó a sus discípulos diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Y ellos dijeron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elias; y otros, que Jeremías o uno de los Profetas. Díjoles Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Y, respondiendo Jesús, díjole: Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás: porque no te ha revelado esto la carne y la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y te daré a ti las llaves del reino de los cielos. Y todo cuanto atares sobre la tierra, será atado también en los cielos: y todo cuanto desatares sobre la tierra, será desatado también en los cielos.


CONFESIÓN DE SAN PEDRO

La alegría hace recordar a Roma aquel momento dichoso en que, por primera vez, la humanidad dió al Esposo su título divino: ¡Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo! El amor y la fe hacen a Pedro en este momento la mayor y la más antigua lumbrera de los teólogos, como le llama San Dionisio en su libro de los "Nombres divinos." El primero, efectivamente, tanto con relación al tiempo como por la plenitud del dogma, solucionó el problema cuya insoluble resolución fué el esfuerzo supremo de la teología de los siglos proféticos.


DIGNIDAD DE SAN PEDRO

¿Eres, oh Pedro, más sabio que Salomón? Y lo que el Espíritu Santo declaró sobre toda ciencia, ¿será el secreto de un pobre pescador? Así es. Nadie conoce al Hijo sino el Padre pero el Padre mismo reveló a Simón el misterio de su Hijo, y la palabra que da testimonio de El, no puede admitir réplica. Porque no es una añadidura falsa a los dogmas divinos: oráculo de los cielos salido de los labios humanos, eleva a su dichoso intérprete por encima de la carne y de la sangre. Como Cristo, de quien le alcanza ser Vicario, esa palabra tendrá como única misión ser aquí abajo un eco fiel del cielo, dando a los hombres lo que recibe; la palabra del Padre. Es todo el misterio de la Iglesia, de la tierra y de la del cielo, y contra ella nunca prevalecerá el infierno.

Continúan los ritos del Sacrificio. Mientras los ecos de la Basílica repiten las palabras del Credo que predicaron los Apóstoles y que se apoya en Pedro, la Iglesia se ha levantado para llevar sus ofrendas al altar. A la vista de este largo desfilar de pueblos y de sus reyes que se suceden durante los siglos, ofreciendo sus dones y rindiendo homenaje al pescador crucificado, el coro canta con nueva melodía el versículo del Salmo que, en el Gradual, ha ensalzado la supereminencia de este principado creado por Cristo en favor de los mensajeros de su amor.


OFERTORIO
Los constituirás príncipes sobre toda.la tierra: se acordarán de tu nombre, Señor, en toda progenie y generación.


Los frutos de la tierra no tienen, en sí mismos, nada que los haga aceptos al cielo. Por eso, la Iglesia en la Secreta, pide la intervención de la oración apostólica para hacer aceptable su ofrenda; esta oración de los Apóstoles es, hoy y siempre, nuestro refugio seguro y el remedio de nuestras miserias.

Esto mismo manifiesta el Prefacio que sigue. El Pastor eterno no puede abandonar a su rebaño, sino que continúa guardándole por medio de los santos Apóstoles, pastores también, y siempre guías, en lugar suyo, del pueblo cristiano.


SECRETA
Apoye, Señor, estas hostias, que te ofrecemos para ser consagradas a tu nombre, la oración apostólica, por la cual nos concedas ser purificados y protegidos. Por nuestro Señor.


PREFACIO
Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable, el suplicarte humildemente, Señor, que no dejes, Pastor eterno, a tu rebaño: sino que, por tus santos Apóstoles, lo guardes con continua protección: para que sea gobernado por los mismos rectores que elegiste para pastores suyos y vicarios de tu obra. Y, por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celeste, cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar: Santo, santo, santo...

 


La Iglesia experimenta, en el santo banquete, la estrecha relación del misterio de amor y de la gran unidad católica fundada sobre la piedra. Así canta de nuevo:


COMUNIÓN

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.


La Poscomunión vuelve a tratar sobre el poder de la oración apostólica, como salvaguardia de los cristianos a los que nutre el alimento
celestial.


POSCOMUNIÓN
A los que has saciado. Señor, con este celestial alimento, guárdalos, por la intercesión apostólica, de toda adversidad. Por nuestro Señor.



FUNDAMENTO DE LA IGLESIA

¡Oh Pedro, saludamos el glorioso sepulcro donde descansas! A nosotros, hijos de este Occidente, que quisiste elegir, a nosotros toca, antes que a todos, celebrar con amor y fe las glorias de este día. Sobre ti debemos edificar; porque queremos ser los habitantes de la ciudad santa. Seguiremos el consejo del Señor 1 edificando sobre roca nuestras construcciones terrenas, para que resistan a la tempestad y puedan ser mansión eterna. ¡Cuán grande es para contigo, que te dignas sostenernos así, nuestro agradecimiento, sobre todo en este siglo insensato, que, pretendiendo construir de nuevo el edificio social, ha querido edificarlo sobre la arena inconsistente de las opiniones humanas, y no ha hecho sino multiplicar las miserias y las ruinas! ¿Acaso no es la piedra angular la que han desechado los arquitectos modernos? ¿Y no se revela su virtud en que, al desecharla, chocan contra ella y se estrellan?.


DEVOCIÓN A SAN PEDRO

Ya que la eterna Sabiduría, oh Pedro, edifica su casa sobre ti, ¿en qué otra parte podremos hallarla? De Jesús, subido a los cielos, es de quien tienes palabras de vida eterna'. En ti se continúa el misterio de Dios hecho hombre y que vive entre nosotros. Nuestra religión, nuestro amor al Emmanuel, son incompletos si no llegan hasta ti. Y, habiendo tú mismo vuelto a juntarte con el Hijo del hombre a la derecha del Padre, el culto que te tributamos por tus divinas prerrogativas, se extiende al Pontífice sucesor tuyo, en quien, por ellas, continúas viviendo; culto real, que se tributa a Cristo en su Vicario, y que, por tanto, no puede avenirse con la distinción, demasiado sútil, entre la Sede de Pedro y el que la ocupa. En el Pontífice romano, tú eres siempre el único pastor y sostén del mundo. Si el Señor dijo: "Nadie va al Padre, sino por Mí", sabemos que nadie llega al Señor, sino por ti. ¿Cómo los derechos del Hijo de Dios, Pastor y Obispo de nuestras almas pueden padecer menoscabo en estos homenajes de la tierra agradecida? No podemos celebrar tus grandezas, sin que al momento, dirigiendo nuestros pensamientos a Aquel de quien tú eres como el signo sensible, como un augusto sacramento, tú no nos digas, así como a nuestros padres, por la inscripción de tu antigua estatua: Contemplad al Dios Verbo, piedra divinamente tallada en oro, sobre la cual estando asentado, no soy conmovido. 






Notas

1. S. Juan, XXI , 17.
2. Ps., CIX, 4.
3. S. Juan, XV, 15.
4. Ibid., 9.
5. S. Ambrosio. Com. sobre 8. Lucas, X.
6. S. Luc., VII, 47; S. Juan, XXI, 15.
7. S. Juan, XIII, 1.
8. Ib id., XXI, 18.
9. Ibtd., 19-22.
10. Actos, X, 9-16.
11. Génesis, X X I I , 14.
12. Col., I, 24.
13. I Cor., XI, 7.
14. Eph., IV, 12.
15. Col., I, 24; II Cor., XII, 15.
16. Eph., IV, 13.
17. II Cor., XI, 2.
18. Antífona del Oficio.
19. II Cor., V.
20. Mat., XXII, 8-1.0.
21. Ps., XVIII, 4-5.



domingo, 25 de junio de 2023

Sermón Domingo Cuarto después de Pentecostés

Sermón

S.E.R. Pío Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel María G. Rodrigues



Lección

Hermanos: Estimo, pues que esos padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros. La creación está aguardando con ardiente anhelo esa manifestación de los hijos de Dios; pues si la creación está sometida a la vanidad, no es de grado, sino por la voluntad de aquel que la sometió; pero con esperanza, porque también la creación misma será libertada de la servidumbre de la corrupción para (participar de) la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que ahora la creación entera gime a una, y a una está en dolores de parto. Y no tan sólo ella, sino que asimismo nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu, también gemimos en nuestro interior, aguardando la filiación, la redención de nuestro cuerpo.

Romanos VIII, 18-23


Evangelio

En aquel tiempo: Aconteció que estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y se agolpaban las gentes al rededor de Él, para oír la palabra de Dios. En esto, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de la tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para pescar”. Y respondiendo Simón, le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada; mas en tu palabra soltaré la red”. Y cuando esto hubieron hecho, recogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”. Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían hecho. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: “No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres”. Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron." 

(Lucas V, 1-11)


viernes, 23 de junio de 2023

Dom Gueranger: Cuarto Domingo después de Pentecostés


CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


SU NOMBRE

El cuarto Domingo después de Pentecostés fué llamado durante muchos años en Occidente, el Domingo de la Misericordia, porque se leía entonces en él el pasaje de San Lucas que comienza por estas palabras: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso." Pero como este Domingo fué trasladado a la Misa del primer Domingo después de Pentecostés, se ha hecho del Evangelio de la quinta semana el de la cuarta; el de la sexta pasa a la quinta, así sucesivamente hasta la veintitrés. Este cambio de que hablamos, no tuvo lugar hasta bastante tarde en cierto número de Iglesias y no fué aún recibida universalmente hasta el siglo XVI.

Mientras las lecturas evangélicas adelantaban así un puesto en casi todo el ciclo litúrgico, las Epístolas, Oraciones y partes cantadas de las antiguas Misas se conservaron, salvo raras excepciones, en sus lugares acostumbrados. La relación que los liturgistas de los siglos XI, XII y XIII habían creído encontrar, para cada Domingo, entre el Evangelio primitivo y el resto de la Liturgia, no podía, pues, sostenerse más como antes. Al descartar la Iglesia estas relaciones, muchas veces demasiado sutiles, no trató, sin embargo, de condenar a estos autores, ni de apartar a sus hijos de que buscasen en sus obras una edificación tanto más sana, cuanto está sacada con frecuencia de las fuentes auténticas de las antiguas Liturgias. Nos aprovecharemos de sus trabajos, sin olvidar que la armonía principal que hay que buscar en las Misas del Tiempo después de Pentecostés, no es más que la unidad del mismo Sacrificio.


DIGNIDAD DEL DOMINGO

Hemos recordado, en el tiempo Pascual, que la majestad del día octavo sustituyó al Sábado de los Judíos, y llegó a ser el día sagrado del pueblo nuevo. "La Santa Iglesia, decíamos que es la Esposa, está asociada a la misma obra del Esposo. Deja que se deslice el Sábado, día que su Esposo pasó en el sepulcro; pero, iluminada por los resplandores de la Resurrección, consagra en adelante a la contemplación de la obra divina, el primer día de la Semana que vió sucesivamente salir de las sombras, tanto la luz material, primera manifestación de la vida sobre el caos, como a Aquel que, siendo el esplendor eterno del Padre, se ha dignado decirnos: "Yo soy la luz del mundo".

Tal es la importancia de la Liturgia dominical, destinada a celebrar cada semana tan grandes recuerdos, que los Romanos Pontífices rehusaron, durante largo tiempo, multiplicar en el calendario las fiestas de grado superior al rito semi-doble, que es el del Domingo, a fin de conservarle su prerrogativa legítima y sus derechos seculares. Su reserva en este punto nunca quedó desmentida hasta mitad del siglo XVII. Al fin cedió ante la necesidad de responder con más eficacia a los ataques de que había sido objeto el culto de los Santos por parte de los Protestantes y de sus hermanos los Jansenistas. Urgía recordar a los fieles que el honor rendido a los servidores, no disminuye en nada la gloria de su Señor; que el culto de los Santos, miembros de Cristo, no es más que la continuación y el desarrollo del que se debe a Cristo, su Cabeza. La Iglesia debía a su Esposo una protesta contra las miras estrechas de esos innovadores, que no iban sino a truncar el dogma de la Encarnación, separándole de sus inefables consecuencias. No fué, pues, sino por una inspiración del Espíritu Santo, por lo que la Sede Apostólica consintió entonces declarar de rito doble la mayoría de las fiestas antiguas o nuevas; para apoyar la solemne condenación de los nuevos herejes, convenía, en efecto, hacer que se celebrasen con más frecuencia las virtudes de los Santos, en Domingo, reservado especialmente a las solemnes demostraciones de la fe católica y a las grandes reuniones de la familia cristiana.


MISA

La Iglesia, al día siguiente de la Santísima Trinidad, en el Oficio de Maitines inició la lectura del libro de los Reyes, comenzando esa noche la admirable narración del triunfo de David sobre Goliat. Ahora bien, ¿quién es para la Iglesia el verdadero David, sino el Caudillo Divino, que conduce desde hace mil novecientos años al ejército de los Santos, a la victoria? ¿No es ella misma con toda verdad la hija del Rey, prometida al vencedor de este singular combate entre Cristo y Santanás, que en el Calvario salvó al verdadero Israel y vengó la injuria hecha al Dios de los ejércitos? Completamente poseída aún de estos sentimientos, que ha despertado este episodio de la Historia Sagrada en su corazón de Esposa, toma las palabras de David en el Introito para cantar las proezas del Esposo, y proclamar la confianza en que la ha establecido su triunfo para siempre.


INTROITO

El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida; ¿de quién temblaré? Mis enemigos, que me atribulan, han Saqueado y caído. — Salmo. Aunque se enfrenten ejércitos contra mí, no temerá mi corazón, y. Gloria al Padre.


La Iglesia, a pesar de su confianza en la ayuda de Dios para los días malos, pide siempre la paz del mundo al Dios altísimo. Si, a la vista del combate, la Esposa salta de gozo al poder probar su amor, la Madre teme por sus hijos, muchos de los cuales se hubieran salvado viviendo una vida tranquila, y van a perecer en el combate.


COLECTA

Suplicárnoste, Señor, hagas que el mundo siga, por orden tuya, un curso pacífico para nosotros; y que tu Iglesia se alegre con tranquila devoción. Por nuestro Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Romanos. (VIII, 18-23).


Hermanos: Creo que las penas de este tiempo no son comparables con la futura gloria que se revelará en nosotros. En efecto, el anhelo de las criaturas espera la revelación de los hijos de Dios. Porque las criaturas están sujetas a la vanidad, no de grado, sino por causa de aquel que las sometió con la esperanza: pues también las mismas criaturas serán redimidas de la esclavitud de la corrupción, y alcanzarán la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Porque sabemos que todas las criaturas gimen y están como de parto hasta ahora. Y no sólo ellas, sino también nosotros, que tenemos las primicias del espíritu, gemimos dentro de nosotros, esperando la adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo: en Jesucristo, nuestro Señor.


LA GLORIA ETERNA

No hay comparación entre los padecimientos temporales y la gloria eterna. De esta gloria, tan sólo queda en perspectiva la manifestación, pues su realidad ya está constituida desde ahora y no hace más que aumentar en nuestros corazones de día en día. El archivo de nuestra virtud es nuestra propia alma. Nuestras obras quedan inscritas en él en forma de merecimiento y a manera de título interno a la posesión de Dios. Cuando venga la hora de la recompensa, no nos vendrá nuestra gloria del exterior, sino de nuestra propia alma, como manifestación de lo que la gracia de Dios ha creado en ella silenciosamente, mediante nuestra fidelidad.

"La creación entera espera con ansiedad ardiente y con deseo apasionado la hora de esta revelación. La creación material no permanece indiferente. A los elegidos se presta con gozo; en cambio, se indigna de tener que servir a las obras de los impíos; esto es para ella una servidumbre, una humillación, contra la cual protesta, y ella, criatura de Dios, gustosamente se sustraería a la corrupción que confisca y descamina sus energías hacia fines perversos. Invoca el día en que ha de manifestarse la gloria de los hijos de Dios, porque ese día será para ella también el día de la liberación y glorificación'".

El Gradual hace subir hasta Dios la voz de los cristianos que pecan con tanta frecuencia y que, sintiéndose indignos de recibir ayuda, imploran, sin embargo, su intercesión por su propia gloria; porque no son menos soldados del Dios de los ejércitos, y su causa es la suya. El Verso aleluyático nos muestra a la Iglesia, pobre y perseguida aquí abajo, dirigiendo su oración confiada hacia el trono de justicia de su Esposo.


GRADUAL

Sé propicio, Señor, con nuestros pecados: para que nunca digan las gentes: ¿Donde está su Dios? Y. Ayúdanos, oh Dios, Salvador nuestro: y, por el honor de tu nombre, líbranos, Señor.

Aleluya, aleluya. J. Oh Dios, que te sientas sobre el trono, y juzgas con equidad: sé el refugio de los pobres en la tribulación. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. (V, 1-11).


En aquel tiempo, las turbas irrumpieron sobre Jesús, para oír la palabra de Dios. Y El estaba junto al lago de Genesaret. Y vió dos naves, que estaban cerca del lago: y los pescadores habían bajado, y lavaban las redes. Y, subiendo a una de las naves, que era de Simón, rogó a éste que la apartara un poco de tierra. Y, sentándose, enseñó desde la nave a las turbas. Y, cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y lanzad vuestras redes para pescar. Y, respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos estado trabajando toda la noche, y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, lanzaré la red. Y, habiendo hecho esto, pescaron una gran cantidad de peces: y se rompía su red. E hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra nave, para que vinieran y los ayudaran. Y vinieron, y llenaron las dos naves de tal modo, que casi se sumergían. Viendo lo cual Simón Pedro, se arrojó a las rodillas de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador. Porque el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, por causa de la pesca de los peces que habían capturado: y también de Santiago y de Juan hijos del Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: No temas: desde hoy serás ya pescador de hombres! Y, conducidas a tierra las naves, dejándolo todo, le siguieron a El.


LAS DOS PESCAS MILAGROSAS

Los Evangelistas nos han conservado el recuerdo de dos pescas milagrosas hechas por los Apóstoles en presencia de su Maestro: la una la descrita por San Lucas, y que acaba de recordársenos; la otra aquella cuyo profundo simbolismo nos invitaba a escrutar el discípulo amado, el Miércoles dé Pascua. En la primera, que se remonta a la vida mortal del Salvador, la red, lanzada al azar, se rompe por la multitud de peces cogidos, sin que el evangelista señale su número, ni otras cualidades; en la segunda, el Señor resucitado señala a sus discípulos la derecha de la barca ya sin romperse la red, ciento cincuenta y tres peces gruesos llegan a la orilla en que los aguarda Jesús. Ahora bien los Padres, todos de común acuerdo, explican estas dos pescas como figura de la Iglesia: la Iglesia en el tiempo primero, y más tarde en la eternidad. Ahora la Iglesia es multitud; reúne a todos, sin contar los buenos y malos; después de la Resurrección, sólo los buenos formarán la Iglesia, y su número será prefijado y señalado para siempre. "El reino de los cielos, dice el Salvador, es semejante a una red lanzada al mar, rebosante de peces de todas las clases; cuando está llena se la retira para elegir los buenos y tirar los malos'".


SU SIGNIFICADO

"Los pescadores de hombres han echado sus redes, dice San Agustín: han cogido esta multitud de cristianos que contemplamos con admiración; han llenado las dos barcas, figuras de los dos pueblos: el Judío y el Gentil. ¿Pero qué hemos oído? La multitud recarga las barcas y las pone en peligro de naufragio; del mismo modo, vemos que la turbamulta confusa de bautizados recarga hoy a la Iglesia. Muchos cristianos viven mal, vacilan y hacen retardarse a los buenos. Pero aún se portan peor los que rompen las redes con sus cismas y herejías, peces impacientes que no quieren someterse al yugo de la unidad, que no quieren venir al festín de Cristo, y se complacen en sí mismos, pretextando que no pueden vivir con los malvados, rompen las mallas que los retienen en la estela apostólica, y perecen lejos de la ribera. ¡En cuántos lugares han roto de este modo la inmensa red de la salvación! Los Donatistas en Africa, los Arríanos en Egipto, en Frigia Montano, Manes en Persia, y más tarde ¡cuántos otros han sobresalido en esta obra de ruptura! No imitemos su demencia orgullosa. Si la gracia nos hace buenos, llevemos con paciencia la compañía de los malos en las aguas de este siglo. No nos arrastre su vista a vivir como ellos, ni a salir de la Iglesia; cercana está ya la ribera, donde sólo los de la derecha, sólo los buenos serán admitidos y de donde los malos serán arrojados al abismo'".

En el Ofertorio, el ejército de los cristianos pide la luz de aquella fe, que sola puede asegurar la victoria, descubriéndola al enemigo y sus emboscadas. Para el fiel la noche no tiene sombra, y la claridad de la antorcha celestial arroja de sus ojos el sueño funesto que ocasionaría rápidamente la derrota y la muerte.


OFERTORIO

Ilumina mis ojos, para Que nunca duerma en la muerte: para que nunca diga mi enemigo: He prevalecido contra él.

 

Los dones ofrecidos sobre el altar para la transustanciación, son la figura de los mismos fieles. Por eso la Iglesia, en la Secreta, ruega al Señor que atraiga y que cambie, al mismo tiempo que estos dones, nuestras voluntades indóciles.

Recordemos que, de todos los peces cogidos en la red mística, sólo—nos dicen los Padres—serán elegidos en la ribera eterna "los que viven demodo que merezcan ser presentados por los pescadores de la Iglesia en el festín de Cristo".



SECRETA

Aplácate, Señor, te lo suplicamos, con la aceptación de nuestras oblaciones: y compele propicio hacia ti nuestras rebeldes voluntades. Por nuestro Señor.

 

El Dios que hizo triunfar la debilidad de David sobre el gigante filisteo, se nos da en los Misterios. Cantemos, con el Salmo, su fuerza misericordiosa, que se hace nuestra en el Sacramento.


COMUNIÓN

El Señor es mi sostén, y mi refugio, y mi libertador: mi Dios es mi ayudador.


San Agustín da el nombre de Sacramento de la esperanza al misterio divino en el cual, la Iglesia proclama y restaura cada día aquí abajo su unidad social. La unión real, aunque encubierta todavía, de la Cabeza y los miembros en el banquete de la Sabiduría eterna, aventaja, en efecto, y con mucho, como prenda de las glorias futuras de la humanidad regenerada, a esa espera dolorosa de que nos hablaba el Apóstol en la Epístola del día. En la Poscomunión pedimos que sean lavadas nuestras manchas y que no impidan en nada el que obre con toda su plenitud este Sacramento, cuya virtud nos puede conducir hasta la perfección consumada de la salvación.


POSCOMUNIÓN

Suplicámoste, Señor, hagas que los Misterios recibidos nos purifiquen y nos protejan con su virtud. Por nuestro Señor.