Si en este blog, se hubieren deslizado proposiciones o frases poco conformes a la Fe Católica, las reprobamos, y nos sometemos en todo al Magisterio de la Iglesia y de sus Romanos Pontífices, jefes venerados del rebaño del Señor.
martes, 29 de noviembre de 2022
Dom Gueranger: El Tiempo de Adviento
domingo, 27 de noviembre de 2022
Sermón Domingo Primero de Adviento
Sermón
R. P. Carlos Dos Santos
Sermón
R.P. Julián Espina Leupold
Sermón
R.P. Gabriel M. G. Rodrigues
Lección
Hermanos: Sabed que ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Romanos XIII, 11-14
Evangelio
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: "Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas). Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria. Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca". Y les dijo una parábola: "Mirad la higuera y los árboles todos: cuando veis que brotan, sabéis por vosotros mismos que ya se viene el verano. Así también, cuando veáis que esto acontece, conoced que el reino de Dios está próximo. En verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Lucas XXI, 25, 33
sábado, 26 de noviembre de 2022
Dom Gueranger: Primer Domingo de Adviento
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
Este domingo, primero del Año eclesiástico, lleva en los documentos y crónicas de la Edad Media el nombre de Dominica Ad te levavi, por las primeras palabras del Introito, o también el de Domingo Aspicíens a longe, por las primeras palabras de uno de los Responsorios del Oficio de Maitines. La Estación se celebra en Santa María la Mayor; la Iglesia quiere comenzar anualmente la vuelta del Año litúrgico bajo el amparo de María, en la augusta Basílica que venera la gruta de Belén, y que por esta razón se llama en los antiguos monumentos Santa María ad Praesepe. Imposible escoger un lugar más a propósito para saludar ya el próximo y divino alumbramiento que ha de alegrar al cielo y a la tierra, mostrando el sublime prodigio de la fecundidad de una Virgen.
Transportémonos con el pensamiento a este sagrado templo y unámonos a las oraciones que allí se oyen; son las mismas que vamos a exponer aquí.
En el Oficio nocturno, la Iglesia comienza hoy la lectura del Profeta Isaías (siglo VIII antes de J. C.), el que con mayor claridad predijo las características del Mesías; continuando esta lectura hasta el día de Navidad inclusive. Tratemos de saborear las enseñanzas del santo Profeta y que el ojo de nuestra fe logre descubrir amorosamente al Salvador prometido, bajo los rasgos ya graciosos, ya terribles, con que nos le pinta Isaías.
Las primeras palabras de la Iglesia en medio de la noche son éstas:
Al Rey que ha de venir, venid, adorémosle.
Después de haber cumplido con este deber supremo de adoración, escuchemos el oráculo de Isaías, transmitido por la Iglesia.
Empieza el libro del Profeta Isaías.
Visión de Isaías, hijo de Amos, que tuvo sobre las cosas de Judá y Jerusalén en tiempo de Ozías, Joatán, Acaz y Ecequías, reyes de Judá. Oíd, cielos, y tú, oh tierra, escucha, porque el Señor habla: Crié hijos y los engrandecí; pero ellos me despreciaron. El buey conoció a su amo y el asno el pesebre de su dueño: mas Israel no me reconoció y mi pueblo no me entendió.
¡Ay de la nación pecadora, del pueblo cargado de pecados, raza maligna, hijos malvados!: han abandonado al Señor, han blasfemado del Santo de Israel, le han vuelto las espaldas.
¿Para qué os heriré de nuevo a vosotros, que añadís pecados a pecados? Toda cabeza está enferma y todo corazón triste. Desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, no hay en él parte sana2. Ni la herida, ni los cardenales, ni la llaga infectada ha sido vendada ni suavizada con aceite. (7s., I, 1-6.)
Estas palabras del santo Profeta, o más bien de Dios, que habla por su boca deben impresionar vivamente a los hijos de la Iglesia, a la entrada de santo tiempo del Adviento. ¿Quién no temblaría oyendo este grito del Señor despreciado, el mismo día de su visita a su pueblo? Por temor a asustar a los hombres, se despojó de su resplandor; y lejos de sentir la potencia divina de Aquel que así se anonada por amor, no le reconocieron; y la gruta que escogió para descansar después de su nacimiento, no se vió visitada más que por dos brutos animales. ¿Comprendéis, cristianos, cuán amargas son las quejas de vuestro Dios?, ¿cuánto sufre con vuestra indiferencia su amor menospreciado?
Pone por testigos al cielo y a la tierra, lanza el anatema contra la nación perversa, contra los hijos desagradecidos. Reconozcamos sinceramente que, hasta la fecha, no hemos sabido apreciar en todo su valor la visita del Señor, que hemos imitado demasiado la insensibilidad de los judíos, los cuales no se conmovieron cuando apareció en medio de sus tinieblas. En vano cantaron los Angeles a medianoche y le adoraron y reconocieron los pastores; en vano vinieron los Magos de Oriente, preguntando dónde estaba su cuna. Es verdad que Jerusalén se turbó durante un momento a la nueva de un Rey nacido; pero volvió a caer en la inconsciencia y no se preocupó más de la gran noticia.
Así es como visitáis, oh Salvador, a las tinieblas, y las tinieblas no os comprenden. Haced que las tinieblas comprendan a la luz y la deseen. Un día vendrá en que habréis de desgarrar esas tinieblas insensibles y voluntarias con el rayo deslumbrador de vuestra justicia. ¡Gloria a Ti en ese día, oh soberano Juez!, mas líbranos de tu ira en los días de esta vida mortal. — ¿En dónde os heriré todavía?, dices. Mi pueblo no es ya más que una llaga—. Sé, pues, Salvador, oh Jesús, en esta venida que esperamos. La cabeza está muy enferma y el corazón desfallecido: ven a levantar estas frentes que la humillación y a veces viles apegos inclinan hacia la tierra. Ven a consolar y aliviar estos corazones tímidos y ajados. Y si nuestras heridas son graves y antiguas, ven, tú que eres el buen Samaritano, y derrama sobre ellas el bálsamo que ahuyenta el dolor y procura la salud. El mundo entero te aguarda, ¡oh Redentor! Revélate a él, salvándole. La Iglesia tu Esposa, comienza ahora un nuevo año; su primer clamor es un grito de angustia hacia Ti; su primera palabra es ésta: ¡Ven! Nuestras almas, oh Jesús, no quieren continuar caminando sin Ti por el desierto de esta vida. Estamos en el atardecer: el día va declinando y las sombras se echan encima: levántate, ¡oh Sol divino!, ven a guiar nuestros pasos y a salvarnos de la muerte.
MISA
Al acercarse el Sacerdote al altar para celebrar el santo sacrificio, la Iglesia entona un cántico que revela bien su confianza de Esposa; repitámosle con ella, desde lo más íntimo de nuestro corazón: porque, sin duda, el Salvador vendrá a nosotros en la medida que le hayamos deseado y esperado fielmente.
INTROITO
A ti elevo mi alma: en ti confío, Dios mío: no sea yo avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos: porque todos los que esperan en ti, no serán confundidos. Salmo. Muéstrame, Señor, tus caminos: y enséñame tus veredas. Gloria al Padre… Se repite: A ti elevo…
Después del Kyrie eleison, el Sacerdote recoge los votos de toda la Iglesia en las oraciones llamadas por esta razón Colectas.
ORACIÓN
Oremos. Excita, Señor, tu potencia y ven, te lo suplicamos: para que con tu protección, merezcamos vernos libres de los inminentes peligros de nuestros pecados y con tu gracia, podamos salvarnos. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Romanos (Xni. 11-14).
Hermanos: Sabed que ya es hora de que surjamos del sueño, pues nuestra salud está ahora más cerca que cuando comenzamos a creer. Ha pasado la noche, ha llegado el día. Dejemos, pues, las obras de las tinieblas y empuñemos las armas de la luz. Marchemos honradamente, como de día: no en glotonerías y embriagueces, no en liviandades e impudicicias, no en contiendas y envidias: antes revestíos del Señor Jesucristo.
El vestido que ha de cubrir nuestra desnudez es, pues, el Salvador que esperamos.
Admiremos aquí la bondad de nuestro Dios, que al acordarse de que el hombre después del pecado se había ocultado sintiéndose desnudo, quiere El mismo servirle de velo cubriendo tan gran miseria con el manto de su divinidad. Estemos, pues, atentos al día y a la hora de su venida y cuidemos de no dejarnos invadir por el sueño de la costumbre y de la pereza. La luz brillará bien pronto; iluminen, pues, sus primeros rayos nuestra justicia o al menos nuestro arrepentimiento. Ya que el Salvador viene a cubrir nuestros pecados para que de nuevo no aparezcan, destruyamos nosotros, al menos, en nuestros corazones toda suerte de afecto a esos pecados; y que no se diga que hemos rehusado la salvación. Las últimas palabras de esta Epístola son las que, al abrir el libro, encontró San Agustín, cuando, instado desde hacía tiempo por la gracia divina para darse a Dios, quiso obedecer finalmente la voz que le decía: Tolle et lege; toma y lee. Fueron las que decidieron su conversión; entonces resolvió de repente romper con la vida de los sentidos y revestirse de Jesucristo. Imitemos su ejemplo en este día; suspiremos con vehemencia por esta gloriosa y amada túnica que, por la misericordia de Dios, será colocada dentro de poco sobre nuestras espaldas, y repitamos con la Iglesia esas emocionantes palabras, con las cuales no debemos temer cansar el oído de nuestro Dios:
GRADUAL
Señor, todos los que esperan en ti no serán confundidos. Hazme conocer, Señor, tus caminos y enséñame tus veredas.
Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salud. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Lucas. (XXI, 25-33.)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido del mar y de las olas, secándose los hombres por el temor y la expectación de lo que sucederá en todo el orbe, pues las virtudes de los cielos se conmoverán. Y entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y majestad. Cuando comiencen a realizarse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Ved la higuera y todos los árboles: cuando ya producen de sí fruto, sabéis que está cerca el verano. Así también, cuando veáis que se realizan estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Debemos, por tanto, oh buen Jesús, esperar la repentina aparición de tu terrible Advenimiento. Pronto vas a venir en tu misericordia a cubrir nuestra desnudez con un vestido de gloria e inmortalidad; pero un día llegará en que vuelvas con una majestad tan deslumbradora, que los hombres quedarán secos de espanto. ¡Oh Cristo!, no quieras perderme en ese día de incendio universal. Visítame antes amorosamente: yo quiero prepararte mi alma. Quiero que en ella nazcas, para que el día en que las convulsiones de la naturaleza anuncien tu próxima llegada, pueda yo levantar la cabeza, como tus fieles discípulos, que, llevándote ya en sus corazones, no temerán tus iras.
Durante la ofrenda del Pan y del Vino, la Iglesia tiene fijos los ojos en el que ha de venir, y entona con perseverancia el mismo cántico:
OFERTORIO
A ti elevo mi alma, en ti confío, Dios mío: no seré avergonzado, ni se burlarán de mí mis enemigos; porque todos los que esperan en ti, no serán confundidos.
Después del ofertorio, recoge en silencio los votos de todos sus miembros en la siguiente Oración:
SECRETA
Purificados con la poderosa virtud de estos Sacramentos. haz. Señor, que lleguemos más puros a su principio. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Después de la Comunión del Sacerdote y del pueblo, el Coro canta estas hermosas palabras de David para celebrar la dulzura del Fruto divino que nuestra tierra.va a producir y que anticipadamente se acaba de dar a los suyos. Esta Tierra nuestra no es otra que la Virgen María fecundada por el celeste rocío, y que se entreabre, como nos dice Isaías, para darnos al Salvador.
COMUNIÓN
El Señor mostrará su benignidad y la tierra dará su fruto.
A continuación la Oración final y de acción de gracias.
POSCOMUNIÓN
Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo; para que nos preparemos con los debidos honores a las futuras fiestas de nuestra redención. Por Nuestro Señor.
Boletín Dominical 27 de noviembre
Tiempo de Adviento
Con el tiempo litúrgico de Adviento da comienzo el año eclesiástico. Toda la Liturgia de estas cuatro semanas está como clamando por la llegada del Redentor prometido. Y este deseo, este suspirar de la humanidad caída por el Mesías que la había de reconciliar con Dios, quiere la Iglesia infundirnos en el alma para inflamarla en el deseo de la doble venida de Jesús, venida de gracia y venida de gloria, y para disponerla a recibirle dignamente.
En realidad Jesús es la luz del mundo, el cual sumido en tinieblas deseaba ver la luz increada de Dios; luz que iluminara las inteligencias, luz que purificara las almas, luz que hiciera arder en los corazones los destellos de la caridad.
La humanidad cargada con el peso de la culpa, esperaba con ansias al Libertador; hundida por el pecado en la abyección, ansiaba por el Redentor y por el Santificador, que al unirse hipostáticamente con ella, la elevará hasta el trono de Dios.
Al recorrer las Misas y los Oficios de Adviento, el alma se siente impresionada por ese continuo clamar por el Mesías: “Ven, Señor, y no tardes.” “Venid y adoremos al Rey que va a venir.” “Manifiesta, Señor, tu poder y ven.” “¡Oh Sabiduría! Ven a enseñarnos el camino de la prudencia.” “Oh Dios, guía de la casa de Israel, ven a rescatarnos.” “Oh Vástago de Jesé, ven a redimirnos y no tardes.” “Oh llave de David y cetro de la casa de Israel, ven y saca a tu cautivo sumido en tinieblas y sombras de muerte.” “Oh Oriente, resplandor de la Luz Eterna, ven y alúmbranos…” “Oh Rey de las Naciones y su deseado, ven a salvar al hombre que formaste del barro.” (Continúa)
(Sigue)Y ésta venida misericordiosa de Jesús al revestirse de nuestra carne y darnos el alimento de su doctrina y de su propio Cuerpo, se complementará con la otra venida, al fin del mundo, en la cual aparecerá rodeado de gloria y majestad como Juez supremo, para decir a los unos : “Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado desde el principio del mundo” y conminar a los otros, por sus maldades, diciéndoles: “Id malditos al fuego eterno.”
De estos dos advenimientos, venida de gracia y venida de gloria, habla indistintamente la liturgia del Adviento.
Preparemos, pues, y dispongamos nuestra alma para recibir a Jesús espiritual y sacramentalmente, con el amor, la oración, el sacrificio y la penitencia, trayendo a la memoria esta venida histórica y futura de nuestro Salvador, desterrando de nuestros hábitos y costumbres todo aquello que nos aleja de Dios, procurando no estorbar la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Día
27 de Noviembre, Domingo I de Adviento.
domingo, 20 de noviembre de 2022
Sermón Domingo XXIV y Último después de Pentecostés
Sermón
S.E. Monseñor Pío Espina Leupold
Lección
Hermanos: No dejamos de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios; confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.
Colosenses I, 9-14
Evangelio
En aquel tiempo. Dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, instalada en el lugar santo —el que lee, entiéndalo—, entonces los que estén en Judea, huyan a las montañas; quien se encuentre en la terraza, no baje a recoger las cosas de la casa; quien se encuentre en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquel tiempo! Rogad, pues, para que vuestra huida no acontezca en invierno ni en día de sábado. Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá más". Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días. Si entonces os dicen: "Ved, el Cristo está aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán cosas estupendas y prodigios, hasta el punto de desviar, si fuera posible, aun a los elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Por tanto, si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis; "está en las bodegas", no lo creáis. Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre. Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas". "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará más su fulgor, los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria grande. Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos de Él de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra". "De la higuera aprended esta semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y sus hojas brotan, conocéis que está cerca el verano. Así también vosotros cuando veáis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente".
Mateo XXIV, 15-35
sábado, 19 de noviembre de 2022
Dom Gueranger: Domingo Vigésimo Cuarto y Último después de Pentecostés
DOMINGO VIGÉSIMO CUARTO Y ÚLTIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
EL FIN DEL AÑO LITÚRGICO
El número de Domingos después de Pentecostés puede pasar de veinticuatro y llegar hasta veintiocho, según que la Pascua se acerque más o menos, en los diversos años, al equinoccio de primavera. Pero la Misa que sigue se reserva siempre para el último; el intervalo se llena, si le hay, con los varios, más o menos, Domingos después de Epifanía, que en este caso no se usaron al principio del año. Pero esto debe entenderse exclusivamente de las Oraciones, Epístolas y Evangelios: pues, como ya dijimos, el Introito, Gradual, Ofertorio y Comunión son hasta el fin los mismos que los del Domingo veintitrés.
MISA DEL DOMINGO VIGÉSIMOTERCERO
Ya hemos visto que esta Misa del Domingo era considerada verdaderamente por nuestros antepasados como la última del Ciclo. El Abad Ruperto nos ha explicado el profundo sentido de sus diversas partes. Según la doctrina que tuvimos ocasión de meditar anteriormente, la reconciliación de Judá se nos presenta en ella como término de las intenciones divinas en el tiempo; las últimas notas de la Sagrada Liturgia se han mezclado en ella con la última palabra de Dios en la historia del mundo. El fln que la eterna Sabiduría pretendió en la creación y que misericordiosamente prosiguió después de la caída con la redención, está conseguido en efecto y de modo completo; porque este fln no fué otro sino la unión divina con el género humano, verificada en la unidad de un solo cuerpo. Ahora que los dos pueblos enemigos, gentil y judío, quedan unidos en un solo hombre nuevo, en su cabeza Jesucristo los dos Testamentos que tan hondamente señalaron a través de los siglos la distinción de los tiempos viejos y nuevos, se borran a si mismos para dar lugar a los esplendores de la eterna alianza.
LA MISA DE ESTE DÍA
La Iglesia, pues, detenía antiguamente aquí la marcha de su Liturgia. Estaba contenta de haber llevado a sus hijos, no sólo a penetrar de esta forma en el desarrollo completo del pensamiento divino, sino también y principalmente a unirse de esa manera con el Señor en una verdadera unión, mediante la comunidad de intentos, de intereses y de amor. Tampoco volvía ya a anunciar la segunda venida del Hombre-Dios y el juicio final, que hizo durante el Adviento objeto de sus meditaciones al empezar la vía purgativa. Sólo después de siglos, queriendo dar al Ciclo una conclusión más precisa y más al alcance de los cristianos de nuestros días, se decidió a terminarlo con el relato profético de la tremenda venida del Señor, que da fln al tiempo y principio a la eternidad. Como San Lucas ya desde tiempo inmemorial es el encargado de anunciar esta terrible venida en los días del Adviento, se escogió el Evangelio de San Mateo para describirla de nuevo y más ampliamente en el último Domingo después de Pentecostés.
MISA
INTROITO
Dice el Señor: Yo pienso pensamientos de paz y no de aflicción: me invocaréis, y yo os escucharé: y os haré volver de vuestra cautividad en todos los lugares.— Salmo: Bendijiste, Señor, tu tierra: redimiste la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.
La práctica de las buenas obras nos hace alcanzar con la ayuda de la gracia una gracia mayor. Pidamos con la Iglesia, en la Colecta, una acción eficaz de este divino motor sobre nuestras voluntades.
COLECTA
Suplicárnoste Señor, excites la voluntad de tus fieles: para que, buscando con más diligencia el fruto de buenas obras, reciban de tu misericordia mayores remedios. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Colosenses (Col., I, 9-14).
Hermanos: No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenados del conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría y toda inteligencia espiritual: para que caminéis dignamente, agradando a Dios en todo: fructificando en toda clase de obras buenas y creciendo en la ciencia de Dios: confirmándoos en toda virtud según el poder de su claridad, en toda paciencia y longanimidad, con gozo, dando gracias al Dios Padre, que nos hizo dignos de participar de la herencia de los Santos en la luz: que nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el cual poseemos la redención, por su sangre, la remisión de los pecados.
ACCIÓN DE GRACIAS
Acción de gracias y oración es el resumen de nuestra Epístola y la conclusión digna de las instrucciones del Apóstol y de todo el Ciclo de la sagrada Liturgia. El Doctor de las naciones no ha desmayado en la tarea que la Madre común le confió; no es culpa suya el que las almas cuyo guía quiso ser desde el día siguiente al de la venida del Espíritu de amor, no hayan llegado a las cumbres de perfección que soñaba para todas ellas. De hecho, los cristianos que han sido fieles en caminar por la senda que hace un año viene mostrándoles la Santa Madre Iglesia, saben ahora, por haberlo dichosamente experimentado, que ese camino de salvación va a parar de modo seguro a la vida de unión, donde reina como soberana la caridad divina. ¿En qué hombre, además, por poco que haya dominado a su inteligencia y a su corazón el interés que presenta el desarrollo de las estaciones litúrgicas, en qué hombre, digo, no ha aumentado al mismo tiempo la luz? Pues la luz es el elemento indispensable que nos arranca del imperio de las tinieblas y nos traslada, con la ayuda de Dios Altísimo, al reino de su amadísimo Hijo. La obra de la redención que este Hijo de su amor vino a realizar en el mundo, no ha podido menos de adelantar en todos los que se han asociado de una forma o de otra a los pensamientos de la Iglesia, desde las semanas de Adviento hasta estos últimos días del Ciclo Litúrgico. Por eso, todos, cualesquiera que seamos, debemos dar gracias al Padre de las luces, que nos ha hecho dignos de tener una parte, por minúscula que sea, en la herencia de los santos.
SÚPLICA
Pero todos también tenemos que rogar, en una u otra medida, para que el don excelente depositado en nuestros corazones crezca con el nuevo año litúrgico a punto de empezar. El justo no puede permanecer estacionario aquí en este mundo; tiene que subir o bajar; y cualquiera que sea la altura a donde ya le subió la gracia, debe subir siempre más y más mientras esté en esta vida. Los Colosenses, a los que se dirigía el Apóstol, habían recibido totalmente el Evangelio; la palabra de verdad sembrada entre ellos fructificaba allí de modo admirable en la fe, la esperanza y el amor: pues bien, lejos de servir de ocasión para aflojar en su solicitud hacia ellos, son precisamente sus progresos la razón por la que San Pablo, que ya rogaba por ellos, no cesa de hacerlo. Roguemos, por tanto, nosotros también. Pidamos a Dios que nos colme todavía y siempre de su divina Sabiduría y del Espíritu de inteligencia. Lo necesitamos para responder a sus intenciones misericordiosas. El año que va a comenzar reserva a nuestra fidelidad ascensiones nuevas tal vez laboriosas; pero serán recompensadas con horizontes nuevos en los jardines del Esposo, y una cosecha de frutos más abundantes y suaves. Caminemos, pues, de una manera digna de Dios, alegres y fuertes bajo de la mirada de su amor, por el camino ascendente que nos lleva al descanso sin fln de la visión beatifica.
GRADUAL
Nos libraste, Señor, de los que nos afligían: y confundiste a los que nos odiaron. V. Nos gloriaremos en Dios todo el día, y alabaremos tu nombre por los siglos.
Aleluya, aleluya. V. Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mat., XXIV, 15-34).
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el Profeta Daniel caer sobre el templo: el que lea, que entienda: entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes: y el que esté en la terraza, no baje a tomar nada de su casa: y el que esté en campo, no vuelva a tomar su túnica. Y ¡ay de las preñadas y de las que alimenten en aquellos días! Rogad, en cambio, para que vuestra fuga no sea en invierno, o en sábado. Porque habrá entonces una tribulación muy grande, como no ha existido ni existirá otra, desde el principio del mundo hasta hoy. Y, si no fuesen acortados aquellos días, no se salvaría nadie: pero, por amor de los elegidos, serán abreviados aquellos días. Si alguien os dijere entonces: Aquí o allí está el Cristo: no lo creáis. Porque surgirán seudocristos y seudoprofetas: y harán grandes milagros y prodigios, de tal modo que sean engañados (si fuese posible) los mismos elegidos. Ya os lo he predícho. Si os dijeren, pues: Está en el desierto; no salgáis: Está escondido; no lo creáis. Porque, como el relámpago sale de Oriente y aparece al punto en Occidente,, así será también la llegada del Hijo del hombre. Donde estuviere el cuerpo, allí se congregarán las águilas. Y, en seguida, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no lucirá, y las estrellas caerán del cielo, y los pilares del cielo se tambalearán: y entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre: y entonces llorarán todas las tribus de la tierra: y verán al Hijo del hombre venir en las nubes del cielo con mucho poder y majestad. Y enviará sus Ángeles con trompeta y con gran voz: y congregarán a sus elegidos de los cuatro vientos, desde lo más alto de los cielos hasta su extremo. Y aprended esta parábola de la higuera: cuando ya está tierna la rama, y han nacido las hojas, sabéis que está cerca el verano: así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, está a las puertas. En verdad os digo, que no pasará esta generación, hasta que se realice todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
EL JUICIO
Muchas veces, a través de las semanas de Adviento, han sido tema de nuestras meditaciones las circunstancias que acompañarán a la última venida del Señor; dentro de pocos días, esas mismas enseñanzas van de nuevo a llenar nuestras almas de un temor saludable. Permítasenos hoy, con el deseo y la alabanza, volvernos hacia el Jefe que tiene que terminar la obra y señalar el triunfo de la hora solemne del juicio.
Oh Jesús, tú vendrás entonces a librar a tu Iglesia y vengar a Dios de los insultos que tanto se han prolongado; ¡qué terrible será al pecador esa hora de tu llegada! Entonces comprenderá claramente que el Señor hizo todo para él, todo hasta el impío ordenado a dar gloria a su justicia en el día malo. Conjurado el universo para perdición de los malvados se resarcirá por fln de la esclavitud del pecado que le fué impuesta. Los insensatos inútilmente gritarán a las montañas que los aplasten para librarse así de la mirada del que estará sentado en el trono: el abismo se negará a tragarlos; y obedeciendo al que tiene las llaves de la muerte y del infierno, vomitará hasta el último de sus tristes habitantes al pie del terrible tribunal.
LA ALEGRÍA DE LOS ELEGIDOS
¡Oh Jesús, Hijo del hombre, cuán grande nos parecerá tu poder, al verte rodeado de las falanges celestes6, que forman tu lucida corte, juntar a los elegidos de los cuatro ángulos del universo! Pues también nosotros, tus redimidos, miembros tuyos ahora por haberlo sido de tu Iglesia muy amada, también nosotros estaremos allí ese día; y nuestro lugar ¡misterio inefable! será el que el Esposo reserva a la Esposa: tu trono, donde, sentados contigo, juzgaremos hasta a los mismos Angeles. Desde ahora, todos los benditos del Padre esos elegidos cuya juventud se ha renovado tantas veces como la del águila al contacto de tu sangre preciosa, tienen ya preparados sus. ojos para clavarlos sin pestañear en el Sol de justicia, cuando aparezca en el cielo. Con su hambre acrecida por el lento caminar del destierro, ¿quién podría detener su vuelo? ¿Qué fuerza sería capaz de romper la impetuosidad del amor que los reunirá en el banquete de la Pascua eterna Porque aquello será la vida y no la muerte, la destrucción de la antigua enemiga, la redención que llega hasta los cuerpos, el tránsito perfecto a la verdadera tierra prometida, en una palabra, la Pascua, esta vez real para todos y sin ocaso, anunciada por la trompeta del Angel sobre las tumbas de los justos. ¡Qué alegría sentirán entonces en aquel verdadero día del Señor los que hayan vivido de Cristo por la fe y, sin verle, le hayan amado! No obstante la debilidad de la carne frágil, oh Jesús, identificándose contigo, han continuado en el mundo tu vida de dolores y humillaciones; qué triunfo el suyo cuando, al verse libertados para siempre del pecado y revestidos de cuerpos inmortales, sean llevados a tu presencia para estar ya siempre con tu majestad.
EL TRIUNFO DE CRISTO
Pero su gozo mayor consistirá sobre todo en asistir ese gran día a la exaltación de su amantísimo Capitán, cuando se haga público el poder que le fué concedido sobre toda carne. Entonces aparecerás, oh Emmanuel, como el único príncipe de las naciones, haciendo añicos la cabeza de los reyes y poniendo a tus enemigos por escabel de tus pies. Y entonces también juntos el cielo, la tierra y el infierno doblarán las rodillas delante del Hijo del Hombre, que vino antes en forma de esclavo, fué juzgado, condenado y muerto entre criminales; y juzgarás, oh Jesús, a los jueces inicuos a quienes anunciaste esta venida sobre las nubes del cielo« cuando te hallabas en lo más profundo de tus humillaciones. Una vez terminada la tremenda sentencia los réprobos irán al suplicio eterno y los justos a la vida que no acaba Tu Apóstol nos dice que entonces vencedor de todos tus enemigos y rey indiscutible, pondrás en manos del Padre Eterno el reino conquistado a la muerte, como homenaje perfecto de la Cabeza y de los miembros. Dios será todo en todos.
Será eso el cumplimiento de la oración sublime que nos enseñaste a los hombres y que sale más ferviente cada día del corazón de tus fieles, cuando, dirigiéndose al Padre que está en los cielos, le piden incansables, a pesar de la apostasía general, sea santificado su Nombre, venga a nos el su reino, y hágase su voluntad así en la tierra como en el cielo. ¡Incomparable serenidad la de aquel día en que cesará la blasfemia y la tierra será un nuevo paraíso, purificada por el fuego, del fango del pecado! ¿Qué cristiano no saltará de gozo esperando ese último día que dará comienzo a la eternidad? ¿Quién no tendrá en poco la agonía de la última hora, pensando que aquellos sufrimientos tan sólo significan, como dice el Evangelio, que el Hijo del Hombre está ya muy cerca, a la puerta?
VEN, SEÑOR, JESÚS!
Oh Jesús, despréndenos cada vez más de este mundo, cuya figura pasa con sus tareas inútiles, sus glorias falsificadas y sus falsos placeres. Como en los días de Noé y como en Sodoma, según nos lo anunciaste, los hombres siguen comiendo y bebiendo y dejándose absorber por el tráfico y el placer; no pensar en la proximidad de tu venida, como tampoco sus antepasados se preocuparon del fuego del cielo y del diluvio hasta el momento en que todos perecieron. Dejémoslos gozarse y hacerse regalos mutuamente, como dice tu Apocalipsis, figurándose que Cristo y su Iglesia son cosa pasada. Mientras de mil modos oprimen a tu ciudad santa y la imponen pruebas que antes no conoció, no tienen la menor idea de que contribuyen a las bodas de la eternidad; ya sólo la faltaban a la Esposa las joyas de estas pruebas nuevas y la púrpura esplendorosa con que la adornarán sus últimos mártires. En cuanto a nosotros, prestando atención a los ecos de la patria, percibimos la voz que sale del trono y que grita: “Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes, aleluya, porque Nuestro Señor, Dios todopoderoso, ha establecido su reino. Alegrémonos y regocigémonos, démosle gloria porque han llegado las bodas del Cordero y su Esposa está preparada”. Un poco más de tiempo para que se complete el número de nuestros hermanos; y te diremos juntamente con el Espíritu y la Esposa, con entusiasmo de nuestras almas, tanto tiempo sedientas: ¡”Ven, oh Jesús, ven a perfeccionarnos en el amor por la unión eterna, para gloria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, por los siglos sin fin”!
OFERTORIO
Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración: desde lo profundo clamo a ti, Señor.
Pidamos al Señor en la Secreta que, al acercarse el último juicio, dirija hacia Sí todos los corazones y se digne reemplazar en nosotros los apetitos terrenales por los deseos y gustos del cielo.
SECRETA
Sé propicio, Señor, a nuestras súplicas: y, aceptadas las oblaciones y preces de tu pueblo, convierte a ti los corazones de todos nosotros; para que, libres de las ambiciones terrenas, nos llenemos de anhelos celestiales. Por Nuestro Señor Jesucristo.
COMUNIÓN
En verdad os digo: Todo lo que pidiereis en la oración, creed que lo recibiréis, y se os concederá. Ojalá el divino Sacramento, como lo pide la Iglesia en la Poscomunión, cure del todo por su virtud lo que pueda quedar todavía de vicioso en nuestras almas al fin de este año.
POSCOMUNIÓN
Suplicárnoste, Señor, hagas que, por medio de estos Sacramentos que hemos recibido, todo lo que haya de vicioso en nuestra alma, sea curado con el don de su medicamento. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Boletín Dominical 20 de noviembre
Día
20 de Noviembre, Domingo XXIV
Y
último después de Pentecostés
Conm. de San Félix de Valois.
Habiéndosele preguntado a Jesús cuando sería la ruina de Jerusalén y vendría el fin del mundo, contesta señalando las terribles calamidades que precederían a aquellas dos manifestaciones de la justicia de Dios.
La destrucción de Jerusalén se cumplió a los pocos años de la Ascensión, por los ejércitos de Tito, y es una de las catástrofes más espantosas de la historia.
Al fin del mundo, en medio del trastorno universal de cielos y tierra aparecerá la señal de la Cruz y quedará aterrorizados todos los pueblos de la tierra, que verán venir a Jesucristo rodeado de gran poder y majestad, entonces saldrán a esperarle los elegidos con las ansias que el águila muestra cuando cae sobre su presa. La presencia de Cristo será terrible para los hombres que no quisieron reconocerle y servirle como a su Dios y Señor, terrible para los pecadores. En cambio, para los justos será amable y apacible.
“Libera me, Domine, de morte æterna, in die illa tremenda, quando cœli movendi sunt et terra. Dum veneris judicare sæculum per ignem.”
La Iglesia pone fin al año eclesiástico, que termina el sábado de la presente semana, con éste pensamiento de la última venida de Nuestro Señor Jesucristo. (Continúa)
(Sigue)
Al fin de todo Vendrá Jesús, pero no humilde y manso como la vez primera y en un rinconcillo del mundo; antes vendrá “con poderío y majestad”, y el Hijo del Hombre aparecerá con la rapidez de un relámpago y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego. No hay pensamiento tan poderoso como éste para apartarnos del pecado. Claro lo dice S. Basilio en la homilía de hoy. “Cuando el deseo de pecar te ande salteando, quisiera que te acordases del tremendo y terrible tribunal de Cristo…ante el cual uno a uno iremos dando cuenta de nuestra vida. Inmediatamente, los que hubieren perpetrado muchos males durante su vida se verán rodeados de ángeles terribles y feísimos que los precipitaran en el abismo sin fondo, en donde arde envuelto en espesas tinieblas un fuego sin llamas y gusanos venenosos devoran sin cesar sus carnes, causándoles con sus mordeduras inaguantables dolores; y por fin, el oprobio y eterna confusión, que es el peor de todos los suplicios. Temed estas cosas y traspasados de este temor, servíos de la memoria como de freno contra la concupiscencia y el pecado”.
Día 21 de Noviembre, la Presentación de la Santísima Virgen.
Según antiquísima tradición, la Virgen niña fue presentada al Señor en el templo de Jerusalén, y quedóse a vivir en compañía de otras doncellas junto a la casa del Señor. Suprimida esta fiesta en su momento por el Papa San Pio V fue restablecida por Sixto V.
domingo, 13 de noviembre de 2022
Sermón Domingo XXIII después de Pentecostés
Sermón
Monseñor Pío Espina Leupold
Lección
Hermanos: sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros. Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra. Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas.
Filipenses III, 17-21
Evangelio
En aquel tiempo: Mientras Jesús estaba hablando a las turbas se acercó un magistrado y se postró ante él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá.» Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado.» Y se salvó la mujer desde aquel momento. Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.
Mateo IX, 18-26
viernes, 11 de noviembre de 2022
Dom Gueranger: Vigesimo Tercer Domingo después de Pentecostés
VIGESIMOTERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
Los años en que el número de Domingos después de Pentecostés no pasa de veintitrés, se toma hoy la Misa del veinticuatro y último Domingo, y la señalada para el veintitrés se dice el Sábado de la semana anterior o el día más próximo que se halla impedido por alguna fiesta doble o semidoble.
Pero, en todo caso, el Antifonario se termina hoy; el Introito, el Gradual, el Ofertorio y la Comunión que van a continuación, se deberán repetir todos los Domingos sucesivos, más o menos numerosos, según los años, hasta Adviento. En tiempo de San Gregorio el Adviento era más largo que hoy y, por eso, sus semanas se anticipaban a parte del Ciclo ocupada ahora por los últimos Domingos después de Pentecostés. Así se explica la penuria de formularios para las misas dominicales después del Domingo vigésimotercero.
LA ANTIGUA MISA DEL DOMINGO VEINTITRÉS
La Iglesia, sin perder de vista antiguamente, aun en este Domingo, el desenlace final de la historia del mundo, volvía su pensamiento hacia la llegada ya próxima del tiempo consagrado a preparar a sus hijos a la gran fiesta de Navidad. Para Epístola, se leía el pasaje siguiente de Jeremías, que más tarde sirvió en diversos lugares para la Misa del primer Domingo de Adviento: “He aquí que el día llega, dice el Señor, y suscitaré a David una raza justa. Reinará un Rey que será sabio y hará justicia y juicio en la tierra. En estos días Judá será salvo e Israel habitará en paz; el nombre que darán a este Rey será: Señor, nuestra justicia. Por lo cual llega el tiempo, dice el Señor, en que ya no se dirá: Vive el Señor, que sacó de la tierra de Egipto a los Hijos de Israel, sino: Vive el Señor, que sacó y llevó al linaje de Israel de la tierra del aquilón y de todas las otras a que los arrojó y los hizo habitar en su propia tierra.
LA CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS
Este pasaje, como se ve, se aplica muy bien y por igual a la conversión de los Judíos y a la restauración de Israel anunciada para los últimos tiempos. A su luz explican toda la Misa del Domingo vigésimotercero después de Pentecostés los liturgistas más ilustres de la Edad Media. Mas, para comprenderlos bien, hay que considerar que el Evangelio del Domingo vigésimotercero fué primitivamente el de la multiplicación de los cinco panes. Cedamos la palabra al piadoso y profundo Abad Ruperto, quien nos enseñará mejor que nadie el misterio de este día, en que terminan los acentos, tan variados hasta ahora, de las melodías gregorianas.
“La santa Iglesia, dice, pone tanto celo en hacer súplicas, oraciones y acciones de gracias por todos los hombres, como pide el Apóstol, que se la ve dar gracias también por la salvación futura de los hijos de Israel, los cuales sabe ella tendrán un día que unirse a su cuerpo. Y, en efecto, como al fin del mundo se salvará el resto de ese pueblo, la Iglesia se felicita de ello como de futuros miembros. Recordando las profecías que a ellos se refieren, canta en el Introito todos los años: El Señor dice: Mis pensamientos son pensamientos de paz y no de aflicción. Y, en efecto, todos sus pensamientos son pensamientos de paz, puesto que promete admitir al banquete de su gracia a los Judíos hermanos suyos según la carne, realizando lo que había sido figura en la historia del patriarca José. Los hermanos de éste, que le habían vendido, vinieron a él, acosados por el hambre, cuando ya sus dominios se extendían por toda la tierra de Egipto; los reconoció y recibió e hizo con ellos un gran banquete: del mismo modo Nuestro Señor, al reinar sobre todo el mundo y alimentar con abundancia del pan de vida a los Egipcios, es decir, a los Gentiles, verá que los que quedan de los hijos de Israel vuelven a El; recibidos en la gracia de Aquel a quien ellos negaron y dieron muerte, los sentará a su mesa, y el verdadero José beberá en abundancia y con gozo entre sus hermanos.
“El beneficio de esta mesa divina se significa en el Evangelio del Oficio del Domingo, en aquel paso que cuenta cómo el Señor alimentó a la multitud con cinco panes. Entonces, en efecto, abrirá Jesús para los Judíos los cinco libros de Moisés, llevados ahora como panes enteros y aún no partidos, por un niño, es decir, por este mismo pueblo que continúa todavía en la pobreza de espíritu de la infancia.
“Entonces se cumplirá el oráculo de Jeremías, tan a propósito puesto antes de este Evangelio; ya no se dirá más: Vive el Señor, que ha sacado a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, sino: Vive el Señor, que los ha traído de la tierra del aquilón y de todas en las que estaban dispersos.
“Libertados, pues, de la cautividad espiritual en que ahora yacen, del fondo del alma cantarán la acción de gracias señalada en el Gradual: Tú, oh Señor, nos has libertado de los que los que nos perseguían.
“La súplica del Ofertorio en la que decimos: Del fondo del abismo he clamado a Ti, Señor, responde manifiestamente también a las mismas circunstancias. Pues, en ese día, sus hermanos dirán al grande y verdadero José: Te conjuramos que olvides el crimen de tus hermanos.
“La Comunión: En verdad, os lo digo, todo cuanto pidiereis en vuestras oraciones, y lo demás que sigue, que es la respuesta de este mismo José, que decía, como antiguamente el primero =: “No temáis. Vosotros habíais pensado hacerme daño, pero Dios lo convirtió en bien, a fln de encumbrarme como lo estáis viendo y salvar a muchos pueblos. No temáis, pues: yo os alimentaré a vosotros y a vuestros hijos”.
MISA
El Abad Ruperto nos acaba de explicar el Introito. Está tomado de Jeremías como la antigua Epístola de este Domingo.
INTROITO
Dice el Señor: Yo pienso pensamientos de paz y no de añicción: me invocaréis, y yo os escucharé: y os haré volver de vuestra cautividad en todos los lugares.— Salmo: Bendijiste, Señor, tu tierra: redimiste la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.
La petición del perdón se repite de continuo en la boca del pueblo cristiano, porque la fragilidad de la naturaleza hasta tal justo le arrastra continuamente en este mundo. Dios conoce nuestra miseria; su perdón no tiene fln, pero a condición de la humilde confesión de nuestras faltas y de la confianza en su bondad. Tales son los sentimientos que expresa la Iglesia en la Colecta del día.
COLECTA
Suplicárnoste, Señor, perdones los delitos de tus pueblos: para que, por tu benignidad, nos libremos de los lazos de los pecados, que hemos contraído por nuestra fragilidad. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Filipenses (Flp., III, 17-21; IV, 1-3).
Hermanos: Sed imitadores míos, y contemplad a los que caminan conforme al modelo que tenéis de mí. Porque hay muchos, de quienes os hablé muchas veces (y ahora lo repito llorando), que caminan como enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin será la muerte: cuyo Dios es el vientre: y su gloria será su confusión, porque sólo aman lo terreno. En cambio, nuestra conversación está en los cielos: de donde esperamos al Salvador, a Nuestro Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, por el poder que tiene de someter a sí todas las cosas. Por tanto, hermanos míos carísimos y deseadísimos, gozo mío, y corona mía: permaneced así en el Señor, carísimos. Ruego a Evodia y suplico a Síntique que sientan lo mismo en el Señor. También te ruego a ti, fiel hermano, las ayudes a ellas, pues trabajaron conmigo en el Evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
EL BUEN EJEMPLO
La Iglesia es un templo admirable que se levanta a gloria del Altísimo con el concurso de las piedras vivas que han de entrar en sus muros. La construcción de estas murallas sagradas según un plan preconcebido por el Hombre-Dios, es obra de todos. Lo que uno hace por medio de la palabra, otro lo hace con el ejemplo; pero los dos construyen, los dos edifican la ciudad santa; y del mismo modo que en tiempo de los Apóstoles, la edificación por el ejemplo gana a la otra en eficacia si la palabra no se apoya en la autoridad de una vida conforme al Evangelio. Pero, como el edificar a los que le rodean es para el cristiano una obligación que se funda a la vez en la caridad hacia el prójimo y en el celo de la casa de Dios, así tiene que buscar en otro, si no quiere pecar de presumido, la edificación para sí mismo. La lectura de libros buenos, el estudio de la vida de los santos, la observación, según la expresión de nuestra Epístola, la observación respetuosa de los buenos cristianos que viven a su lado, le servirán de mucha ayuda en la obra de la santificación personal y en el cumplimiento de los designios que Dios tiene sobre él.
Esta relación de pensamientos con los elegidos de la tierra y del cielo nos apartará de los malos que rechazan la cruz de Jesucristo y sólo piensan en las satisfacciones vergonzosas de los sentidos. Ella, en verdad, centrará nuestra conversación en los cielos. Y esperando el día, que ya está próximo, de la venida del Señor, “permaneceremos firmes en él, a pesar del mal ejemplo de tantos desgraciados arrastrados por la corriente que lleva al mundo a su perdición. La angustia y los padecimientos de los últimos tiempos sólo conseguirán aumentar en nosotros la santa esperanza; pues despertarán cada vez más en nosotros el deseo del momento solemne en que el Señor se aparecerá para terminar la obra de la salvación de los suyos, revistiendo también nuestra carne del resplandor de su cuerpo divino. Estemos unidos, como lo pide el Apóstol, y en lo demás: Regocijaos siempre en el Señor, escribe a sus queridos Filipenses; “otra vez os lo digo, regocijaos: el Señor está cerca”‘.
GRADUAL
Nos libraste, Señor, de los que nos afligían: y confundiste a los que nos odiaron. V. Nos gloriaremos en Dios todo el día, y alabaremos tu nombre por los siglos.
Aleluya, aleluya. V. Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración, Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mt„ IX, 18-26).
En aquel tiempo, hablando Jesús a las turbas, he aquí que se acercó un príncipe, y le adoró, diciendo: Señor, mi hija acaba de morir: pero ven, pon sobre ella tu mano, y vivirá. Y, levantándose Jesús, le siguió, y también sus discípulos. Y he aquí que una mujer, que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se acercó por detrás, y tocó la orla de su vestido. Porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su vestidura, sanaré. Pero Jesús, volviéndose, y viéndola, dijo: Confía, hija, tu fe te ha salvado. Y sanó la mujer desde aquel instante. Y, habiendo llegado Jesús a la casa del príncipe, cuando vió a los flautistas, y a la multitud agrupada, dijo: Apartaos: porque la niña no esta muerta, sino que duerme. Y se burlaron de El. Y, arrojada la muchedumbre, entró, y tomó su mano. Y resucitó la niña. Y se divulgó la nueva por toda aquella región.
Aunque la elección de este Evangelio para hoy no remonta en todas partes a gran antigüedad, cuadra bien con la economía general de la santa Liturgia y confirma lo que dijimos del carácter de esta parte del año. San Jerónimo nos enseña, en la Homilía del día, que la hemorroísa que curó el Salvador figuró a la gentilidad, y que la nación judía está representada en la hija del príncipe de la sinagoga. Esta no debia volver a la vida hasta el restablecimiento de la primera; y tal es precisamente el misterio que celebramos estos días, en que la totalidad de las naciones reconocen al médico celestial, y la ceguera que padeció Israel cesa también al fin.
LOS CAMINOS DE DIOS
Qué misteriosos y a la vez qué suaves y fuertes se nos presentan los designios de la Sabiduría Eterna, desde esta altura en que nos hallamos, desde este punto en que el mundo, llegado al término de su destino, parece que sólo va a zozobrar un instante para desprenderse de los impíos y desplegarse de nuevo transformado en luz y amor. El pecado, desde un principio, rompió la armonía del mundo arrojando al hombre fuera de su camino. Una sola nación había atraído sobre sí la misericordia, mas, al aparecer sobre ella como sobre una privilegiada la luz, se advirtió mejor la oscuridad de la noche en que el género humano se hallaba. Las naciones, abandonadas a su agotadora miseria, veían que las atenciones divinas eran para Israel, a la vez que sentían sobre sí cada vez más gravoso el olvido. Al cumplirse los tiempos en que el pecado original iba a ser reparado, pareció que también entonces se iba a consumar la reprobación de los gentiles; pues se vió a la salvación, bajada del cielo en la persona del Hombre-Dios, dirigirse exclusivamente hacia los Judíos y las ovejas perdidas de la casa de Israel.
LA SALVACIÓN DE LOS GENTILES
Con todo, la raza generosamente afortunada, cuyos padres y príncipes primeros con tanto ardor habían solicitado la llegada del Mesías, no se encontraba ya a la altura en que la habían colocado los patriarcas y santos profetas. Su religión tan bella, fundada en el deseo y la esperanza, ya no era más que una expectación estéril que la incapacitaba para dar un paso adelante en busca del Salvador; su ley muy incomprendida, después de tenerla inmovilizada, terminaba por asfixiarla con las ataduras de un formalismo sectario. Ahora bien, mientras ella, a pesar de su culpable indolencia, se figuraba en su orgullo celoso conservar la herencia exclusiva de los favores de lo alto, la gentilidad, cuyo mal siempre en aumento la inducía a buscar un libertador, la gentilidad, digo, reconoció en Jesús al Salvador del mundo, y la confianza con que se adelantó la valió ser curada la primera. El desprecio aparente del Señor sólo sirvió para fortalecerla en la humildad, cuyo poder penetra los cielos
LA SALVACIÓN DE LOS JUDÍOS
Israel tenía también que esperar. Como lo cantaba en el Salmo: Etiopía se había adelantado a tender sus manos la primera hacía Dios En los padecimientos de un abandono prolongado, tuvo Israel que volver a encontrar la humildad, gracias a la cual merecieron sus padres las promesas divinas y podía él mismo merecer su cumplimiento. Pero hoy, la palabra de salvación ha resonado por todas las naciones, salvando a cuantos debían serlo. Jesús, retrasado en su camino, llega al fln a la casa a la que se dirigen sus pasos, a esta casa de Judá, donde perdura aún la apatía de la hija de Sión. Su omnipotencia misericordiosa aparta de la pobre abandonada a aquella turba confusa de los falsos doctores y a los profetas de la mentira que la tenían adormecida con los acentos de sus palabras vanas; arroja lejos de ella para siempre a esos insultadores de Cristo que pretendían retenerla muerta. Tomando la mano de la enferma, la devuelve a la vida con todo el esplendor de su primera juventud; así prueba de modo bien claro que su muerte aparente sólo era un sueño, y que la sucesión de los siglos no podía prevalecer contra la palabra dada por Dios a Abraham, su servidor.
OFERTORIO
Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración: desde lo profundo clamo a ti. Señor.
El cumplimiento del servicio que debemos a Dios es, en sí, muy inferior a la Majestad soberana; pero el Sacrificio que diariamente forma parte de él, le ennoblece hasta el infinito y suple a los méritos que nos faltan, como lo expresa la Secreta de este Domingo.
SECRETA
Ofrecérnoste, Señor, este sacrificio de alabanza para corroborar nuestra servidumbre: a fin de que, lo que has concedido a los indignos, lo completes propicio. Por Nuestro Señor Jesucristo.
COMUNIÓN
En verdad os digo: Todo lo que pidiereis en la oración, creed que lo recibiréis, y se os concederá.
Admitidos a participar de la vida divina en los Misterios sagrados, pedimos al Señor que no nos veamos expuestos a los peligros de este mundo. Digamos con la Iglesia:
POSCOMUNIÓN
Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, no permitas que sigan expuestos a los peligros humanos aquellos a quienes haces gozar de tu divina participación. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Boletín Dominical 13 de noviembre
18 de Noviembre, Dedicación de las Basílicas
San Pedro y San Pablo.
Día 13 de Noviembre, Domingo XXIII de Pentecostés.
Doble- Orn. Verdes. San Diego, Confesor.
“Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado.” Con estas hermosas palabras alentó Jesús el ánimo de una pobre enferma que, llena de vergüenza y sobreponiéndose a ella, se acercó a tocar el ruedo de la túnica de Jesús con confianza y esperanza cierta de sanar a su contacto. Y Jesús hizo un milagro y la sanó…
Otro milagro narra hoy el Evangelio: la resurrección de la hija de Jairo, de unos doce años. Este pobre padre, atribulado y angustiado, acude a Jesús, y el bondadoso Maestro, que impera al viento y al mar, a las enfermedades y a los demonios, se rinde como impotente ante las lágrimas de un padre.
Debemos llenarnos de grande confianza en el Señor y fomentarla en nuestro corazón, pues ella robustece el ánimo, enriquece de gracia y dilata el corazón con la esperanza.
Esta confianza en Dios no es vana, porque supone la desconfianza propia, se funda en la humildad, en nuestra pequeñez, y se apoya en la misericordia, bondad y omnipotencia divina, no en nuestros méritos. Por eso crece en los trabajos y adversidades, y cuanto menos remedio hay en lo humano, más se espera en los divinos, tal ha sido la disposición interior de los santos.
18 de Noviembre, la dedicación de las Basílicas
de San Pedro y San Pablo.
Sobre los sepulcros de San Pedro y San Pablo en la vía Ostiense, lugar también de su martirio, mandó edificar el emperador Constantino dos basílicas que fueron dedicadas en éste día por el Papa San Silvestre. La vetusta Basílica de San Pedro, que ocupaba el sitio del circo de Nerón, ya muy ruinosa, cedió el sitio a la actual. Los Papas Julio II y León X llamaron a los mejores artistas y de los planos combinados de Bramante y Miguel Ángel salió el más grandioso templo del mundo en el que caben bien 50.000 personas. La basílica de San Pablo Extramuros fue destruida por un incendio en 1823, pero los Papas Gregorio XVI y Pio IX la restauraron espléndidamente e hicieron de ella una de las más bellas. Caben en su interior 32.000 personas y fue consagrada solemnísimamente en 1854.
domingo, 6 de noviembre de 2022
Sermón Domingo XXII después de Pentecostés
Sermón
Monseñor Pío Espina Leupold
Sermón
R.P. Gabriel M. G. Rodrigues
Sermón
R.P. Julián Espina Leupold
Lección
Hermanos: Firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús. Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo, llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
Filipenses I, 6-11
Evangelio
Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»
Mateo XXII, 15-21
sábado, 5 de noviembre de 2022
Dom Gueranger: Vigésimo Segundo Domingo después de Pentecostés
VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
MISA
Según Honorio de Autún, la Misa del día se refiere al tiempo del Anticristo. La Iglesia lanza su mirada en lo que está por venir, sobre el reino de este hombre de pecado, y como sintiendo ya los golpes de la tremenda persecución de los últimos días, toma el Introito del Salmo 129.
Si queremos una aplicación actual y siempre práctica, dada nuestra miseria, en coincidencia con el sentido profético con que hoy van revestidas las palabras de este Salmo, recordemos el Evangelio de la semana anterior, que en otro tiempo era el de este Domingo. Cada cual se reconocerá en la persona del deudor insolvente que sólo confía en la bondad de su Señor; y nosotros exclamaremos, en la confusión de nuestra alma humillada: Si escudriñases nuestras iniquidades,
INTROITO
Si escudriñares nuestras iniquidades, Señor; Señor, ¿quién podrá resistir? Pero en ti está el perdón, oh Dios de Israel. — Salmo: Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi voz. T. Gloria al Padre.
Acabamos de dar ánimos a nuestra confianza cantando que en Dios hay misericordia. El mismo es el que da a las oraciones de su Iglesia su acento piadoso porque desea oírla. Pero se nos oirá a nosotros también con ella si rogamos como ella según la fe, es decir, conforme a las enseñanzas del Evangelio. Rezar según la fe, hoy, pues, equivale a perdonar a nuestro prójimo las deudas contraídas con nosotros, si a su vez pedimos nosotros también ser absueltos por el Señor de todos.
COLECTA
Oh Dios, refugio y fortaleza nuestra: oye las piadosas preces de tu Iglesia, tú, que eres el mismo autor de la piedad, y haz que, lo que pedimos fielmente, lo consigamos eficazmente. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Filipenses (Flp., I, 6-11).
Hermanos: Confiamos en el Señor Jesús que, el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Es justo que yo sienta esto de todos vosotros: porque os tengo en el corazón; y en mis cadenas, y en la defensa y confirmación del Evangelio, todos vosotros sois los compañeros de mi gozo. Porque Dios me es testigo de cuánto os amo a todos vosotros en las entrañas de Jesucristo. Y lo que pido es que vuestra caridad crezca más y más en ciencia y en todo conocimiento: para que probéis cosas mayores, para que estéis puros y sin mancha el día de Cristo, llenos de frutos de justicia, por Jesucristo, para gloria y loor de Dios.
EL ALMA DE SAN PABLO
San Pablo, en nombre de la Iglesia, de nuevo nos advierte que se acerca el fin. Pero a este último día, que en el Domingo pasado llamaba día malo, le llama hoy por dos veces, en el corto pasaje de la Epístola a los Filipenses que acabamos de oír, el día de Cristo Jesús. La carta a los Filipenses rebosa confianza y por ella se desborda la alegría: y con todo, nos señala la cruel persecución contra la Iglesia y al enemigo que se vale de la tempestad para excitar las malas pasiones aun dentro del rebaño de Cristo. El Apóstol está encadenado; la envidia y la traición de los falsos hermanos aumenta sus males. Pero la alegría domina en su corazón por encima de los padecimientos porque ha llegado ya a la plenitud del amor, en que el dolor da vida a la divina caridad. Para él Jesucristo es su vida y la muerte una ganancia; entre la muerte, que respondería al más íntimo deseo de su corazón entregándole a Cristo, y la vida que multiplica sus méritos y el fruto de sus obras, no sabe qué escoger. Y, en efecto, ¿qué pueden en él las consideraciones personales? Su actual alegría, su alegría futura, consiste en que Cristo sea conocido y glorificado, y poco le importa de qué manera. No se equivocará en su esperanza, ya que la vida y la muerte terminarán por glorificar a Cristo en su carne.
LA ORACIÓN DE SAN PABLO
Así se explica la indiferencia sublime en que está el alma de San Pablo, indiferencia que es la cumbre de la vida cristiana, y que no se parece nada, claro está, al nirvana fatal en el que pretendieron los falsos místicos del siglo xvn encerrar el amor. A pesar de la altura a que ha llegado en el camino de la perfección, ¡qué ternura prodiga a sus hermanos el convertido de Damasco! Dios es testigo, dice, de la ternura con que os amo a todos en las entrañas de Jesucristo. La aspiración que le llena y absorbe es que Dios, que ha comenzado en ellos la obra buena por excelencia, la obra de la perfección del cristiano que tiene su fin en el Apóstol, la continúe y la termine en todos para el día en que aparezca Cristo en su gloria. Ruega para que la caridad, esta veste nupcial de los benditos del Padre que él ha desposado con el único Esposo, los rodee de resplandor sin igual en el gran día de las bodas eternas.
EL LIBERALISMO
Ahora bien, el medio de que se desarrolle en ellos la caridad de un modo seguro, consiste en que crezca en la inteligencia y en la ciencia de la salvación, es decir, en la fe; la fe, en efecto, es la que pone la base de toda justicia sobrenatural. Una fe menguada, desde luego, sólo puede producir una caridad limitada. ¡Cuánto se engañan, por tanto, los hombres que no se cuidan de que la verdad revelada vaya a la par con el amor! Su cristianismo se reduce a creer lo menos posible, a proclamar lo inoportuno de nuevas definiciones, a reducir constante y científicamente el horizonte sobrenatural por miramientos con el error. La caridad, dicen, es la reina de las virtudes; ella les sugiere hasta el modo de manejar la mentira; reconocer para el error iguales derechos que para la verdad, es para ellos la última palabra de la civilización cristiana, que se funda en el amor. Y pierden de vista que el primer objeto de la caridad es Dios, verdad sustancial, y olvidan también que no se hace acto de amor colocando a igual nivel el objeto amado y a su enemigo mortal.
INTEGRIDAD DE LA FE
No lo entendían así los Apóstoles: para hacer germinar la caridad en el mundo, sembraban en él la verdad. Todo nuevo rayo de luz servía en el alma de sus discípulos para el amor; y estos discípulos, al convertirse ellos también en luz en el santo bautismo en nada ponían tanto empeño como en no hacer pacto con las tinieblas. Renegar de la verdad, en esos tiempos, era el crimen más grande; exponerse por descuido a menguar sus derechos en lo más mínimo, era una suma imprudencia. El cristianismo había encontrado al error dueño del mundo; ante la noche que inmovilizaba en la muerte a la raza humana, el único procedimiento de salvación que conoció fué hacer brillar la luz; ni tuvo más política que la de proclamar el poder de la verdad sola para salvar al hombre y de afirmar sus derechos exclusivos a reinar en el mundo. Este fué el triunfo del Evangelio después de tres siglos de lucha encarnizada y violenta de parte de las tinieblas, que se creían soberanas y que como tales querían continuar; de lucha serena y radiante de parte de los cristianos, cuya sangre derramada hacía crecer el contento, consolidando en el mundo el reino simultáneo del amor y de la verdad.
Hoy, por la convivencia de los bautizados, el error vuelve a sus pretendidos derechos y la caridad de muchísimos, por lo mismo, ha disminuido; la noche se extiende otra vez sobre un mundo glacial y agonizante. La línea de conducta de los hijos de la luz sigue siendo la misma que en los días primeros. Sin inquietudes ni temores, contentos de sufrir por Jesucristo, como sus mayores y como los apóstoles, conservan como algo muy querido la palabra de vida pues saben que, mientras en el mundo exista un rayo de esperanza, emanará de la verdad.
Canta el Gradual la dulce y fuerte unidad que reina y se conservará en la Iglesia hasta el fin mediante el amor; a su aumento nos exhorta la Epístola, como lo recomendaba cual único medio de salvación para el día del juicio, el Evangelio que antiguamente se leía en este Domingo.
GRADUAL
Qué bueno y deleitoso es habitar como hermanos unidos! V. Como el ungüento en la cabeza, que se escurre hasta la barba, hasta la barba de Aarón.
Aleluya, aleluya. V. Los que temen al Señor, esperan en El, que es su ayudador y su protector, Aleluya.
EVANGELIO
Evangelio según San Mateo (Mt„ XXII, 15-21).
En aquel tiempo, yendo los fariseos, tuvieron consejo para sorprender a Jesús en sus palabras. Y le enviaron sus discípulos, con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas de veras el camino de Dios y no te preocupas de nadie: porque no miras la persona de los hombres: dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no? Pero Jesús, conocida la maldad de ellos, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Y díjoles Jesús: ¿De quién es esta imagen, y esta inscripción? Dijéronle: Del César. Entonces les dijo El: Dad, pues, al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios.
LECCIONES DE PRUDENCIA
Se diría que la penuria de las verdades ha de ser el peligro más especial de los últimos tiempos, ya que la Iglesia, en estas semanas que tienen por fln hacernos presentes los últimos días del mundo, nos encamina continuamente hacia la prudencia del entendimiento como a la gran virtud que entonces debe resguardar a sus hijos. El Domingo volvía a poner en sus manos como arma defensiva el escudo de la fe, y como arma ofensiva la palabra de Dios; ocho días antes se les recomendaba la circunspección de la inteligencia para conservar, en los días malos, su santidad fundada en la verdad y su riqueza apoyada en la ciencia. Hoy, en la Epístola, se les proponían una vez más la inteligencia y la ciencia, como suficientes por sí mismas para aumentar su amor y perfeccionar la obra de su santificación para el día de Cristo. El Evangelio concluye oportunamente estas lecciones del Apóstol con el relato de un hecho sacado de la historia del Salvador, y las da la autoridad que lleva siempre consigo todo ejemplo que procede de la vida del divino modelo de la Iglesia. Y, en efecto, Jesucristo se nos manifiesta aquí como ejemplo de los suyos en los lazos que las intrigas de los malvados tienden a su buena fe.
EL TRIBUTO AL CÉSAR
Era el último día de las enseñanzas públicas del Hombre Dios, la víspera casi de su salida de este mundo. Sus enemigos, tantas veces desenmascarados en sus astucias, intentaron un esfuerzo supremo. Los Fariseos, que no reconocían el poder del César y su derecho al tributo, se unieron con sus adversarios, los partidarios de Herodes y de Roma, para poner a Jesús la cuestión insidiosa: ¿Está, o no, permitido pagar el tributo al César? Si la respuesta del Salvador era negativa, incurría en la cólera del príncipe; si afirmativa, perdía todo crédito en el ánimo del pueblo. Jesús, con su divina prudencia, desconcertó sus ardides. Los dos partidos, unidos tan extrañamente por la pasión, se negaron a entender el oráculo que podía unirlos en la verdad, y sin duda ninguna, al poco tiempo volvieron a sus querellas. Pero la coalición que contra el Justo se formó, se había roto; el esfuerzo del error, como siempre, se había vuelto contra ella; y la palabra que esa coalición había suscitado pasando de los labios del Esposo a los de la Esposa, no dejaría ya de resonar en este mundo, en el que esa palabra forma la base del derecho social entre las naciones.
LA AUTORIDAD VIENE DE DIOS
Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios, repetían los Apóstoles; y, al proclamar muy alto que hay que obedecer a Dios antes que a los nombres, añadían: “Sométase toda alma a los poderes superiores; pues no hay poder que no derive de Dios, y los que existen, Dios los ha establecido. Por consiguiente, el que resiste al poder, resiste al orden establecido por Dios, y se atrae la condenación. Sed, pues, sumisos, porque es necesario, sumisos no sólo por el sentimiento del temor, sino también por el deber de la conciencia. Por la misma razón pagáis los tributos a los príncipes, porque son los ministros de Dios.”
La voluntad de Dios esa es la fuente y la verdadera grandeza de toda autoridad entre los hombres. El hombre, por sí mismo, no tiene derecho a mandar a su semejante. El número no altera en nada esta impotencia de los hombres sobre mi conciencia, ya que, muchos o pocos, por naturaleza soy igual a cada uno de ellos, y añadir los derechos que cada uno tiene sobre mí, es lo mismo que añadir la nada. Pero Dios, al querer que los hombres vivan en sociedad, por lo mismo quiso también que al frente hubiese un poder encargado de reducir las múltiples voluntades a la unidad del fin social. Da también a los acontecimientos que su providencia dirige, y hasta a los hombres en los orígenes de las sociedades, una gran amplitud para determinar la forma en que se debe ejercer el poder civil y su modo de transmisión. Pero, una vez investidos regularmente, los depositarios soberanos del poder sólo dependen de Dios en la esfera de las atribuciones legítimas, porque de él solo les viene el poder y no de sus pueblos, que no se le podrían otorgar porque ellos tampoco le poseen. Mientras cumplan las condiciones del pacto social, o no conviertan en ruina de la sociedad el poder que recibieron para su bien, el derecho que tienen a la obediencia es el mismo de Dios: ya recauden los tributos necesarios a su gobierno, ya restrinjan con las leyes que dan ellos en el comercio ordinario de la vida la libertad que permite el derecho natural, ya también publiquen edictos que lanzan al soldado en defensa de la patria a una muerte segura. En todos estos casos, es el mismo Dios quien manda por ellos y quiere ser obedecido: desde este mundo pone la espada en sus manos para castigo de los rebeldes; El mismo castigará eternamente en el otro a los que no se hayan corregido.
LA LEY OBLIGA
¡Cuán grande es, pues, esta dignidad de la ley humana, que hace del legislador el vicario mismo de Dios, a la vez que evita al súbdito la humillación de rebajarse ante otro hombre! Mas, para que la ley obligue y sea verdaderamente ley, es natural que ante todo debe conformarse con las prescripciones y prohibiciones del Ser supremo, cuya sola voluntad puede darle su carácter augusto, haciéndola entrar en el dominio de la conciencia. Por esta razón no puede existir en el mundo una ley contra Dios, contra su Ungido o su Iglesia. Desde el momento en que Dios no esté con el hombre que manda, el poder de ese hombre sólo es una fuerza brutal. El príncipe o la asamblea que pretenda reglamentar las costumbres, la vida moral de un país en contra de Dios, merece la oposición y el desprecio de las personas valientes; llamar con el nombre sagrado de ley a esas lucubraciones tiránicas es una profanación indigna de un cristiano y de todo hombre libre.
La Antífona del Ofertorio y sus antiguos versículos hacen referencia, igual que el Introito, al tiempo de la última persecución. Las palabras están tomadas de la oración de Ester en el momento de presentarse ante Asuéro para luchar contra Amán, figura del Anticristo. Ester es figura de la Iglesia.
OFERTORIO
Acuérdate de mí, Señor, que dominas sobre todo poder: y pon en mi boca la palabra justa, para que agraden mis palabras al príncipe. V. — Acuérdate que me he presentado ante ti.
V. — Convierte su corazón en odio de nuestros enemigos y de sus cómplices; y líbranos por tu poderosa mano, tú. que eres nuestro Dios para siempre.
V. — Rey de Israel, escúchanos, tú, que guías a José como a una oveja.
—Acuérdate de mí, Señor.
La garantía más segura contra la adversidad es la ausencia del pecado en las almas, pues el pecado despierta la cólera de Dios y pide venganza. Digamos con la Iglesia en la Secreta:
SECRETA
Haz, oh Dios misericordioso, que esta saludable oblación nos libre incesantemente de nuestras culpas, y nos proteja contra toda adversidad. Por Nuestro Señor Jesucristo.
La Antífona de la Comunión nos hace notar, para después imitar, la perseverancia y la solicitud de las súplicas de la Santa Madre Iglesia.
COMUNIÓN
Clamo porque tú me oyes, oh Dios: inclina tu oído, y escucha mis palabras.
Al celebrar en los Misterios la memoria del Salvador según recomendación suya, no debemos perder de vista que estos Misterios sagrados son también el refugio de nuestra miseria. Sería una presunción o una locura no pensar utilizarlos en la oración, como en la Poscomunión hace la Iglesia.
POSCOMUNIÓN
Hemos recibido, Señor, los dones de tu sagrado Misterio, suplicándote humildemente hagas que, lo que nos mandaste celebrar en recuerdo tuyo, se convierta en remedio de nuestra enfermedad. Tú, que vives.