Día 18 de Septiembre, Domingo XV de Pentecostés.
Conm. de San José de Cupertino. Confesor.
Doble-Ornamentos Verdes.
Acercándose Jesús a la ciudad de Naím ve que llevan a enterrar un joven hijo único de una viuda. Compadecido Jesús de esa pobre madre, hace detener el cortejo y vuelve la vida al joven con el imperio de su palabra divina.
En la resurrección de este joven la ostentación de la divina potencia de Jesús queda como eclipsada por la manifestación de la ternura de su Corazón. Solo Jesús puede alargar la vida; solo Él puede resucitar un muerto; Él solo también puede resucitar las almas de la muerte que es el pecado.
Al recordar este pasaje del evangelio de San Lucas no dejemos de meditar, de pensar un poco en la muerte, por que como dice San Juan Clímaco “la meditación de la muerte es la más útil para la salvación”.
Ante la consideración de la muerte, ¡que efímeros aparecen los goces transitorios de la tierra! ¿De qué le sirve entonces al rico su fortuna, ni su ciencia a los sabios, ni el poder a los gobernantes, ni el ingenio a los dotados de talento, ni la hermosura, ni la belleza? Todo es vanidad de vanidades y aflicción de espíritu, como dice el libro de la Sabiduría.
Entonces se comprende muy fácilmente que el servir a Dios es reinar.
Día 21 de Septiembre, San Mateo, Apóstol y Evangelista.
Los publicanos en Roma eran ricos propietarios que compraban a la Republica los impuestos de las provincias; pero los publicanos de que habla el Evangelio no tenían tan alta categoría. Eran simples subalternos que cobraban, vigilaban y exigían en nombre de las grandes compañías, que por medio de esos empleados extendían sus redes sutiles por todo el Imperio. Esto era Mateo, llamado también Leví, publicano, arrendador de las rentas imperiales, que se recogían cobrando los tributos que debían pagar los judíos, que se veían esclavizados por el fisco romano, por lo cual miraban a los publicanos como traidores y pecadores. Mateo había nacido en Caná de galilea. Estando en Cafarnaum sentado en el banco de la recaudación de contribuciones, pasó un día Jesús y le dijo: “Sígueme”. Y él, dejando todo, se fue tras Jesús. Era una adhesión espontánea y completa. Fue San Mateo el primero que escribió el Evangelio de Jesucristo, y lo hizo en lengua hebrea, pues lo destinaba especialmente para los judíos; por eso comienza con la genealogía de Cristo y demuestra que Jesús es el Mesías esperado. Predicó en Palestina y en Etiopía, donde, por confirmar el voto de virginidad a la princesa Ifigenia, fue martirizado.
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