viernes, 9 de septiembre de 2022

Boletín Dominical 11 de septiembre


Día 11 Septiembre, Domingo XIV de Pentecostés.

Conm. Santos Mártires Proto y Jacinto. 

Doble. Orn. Verdes.

La vida del hombre sobre la tierra es un peregrinar continuo mientras dura ella; somos peregrinos, somos aves de paso, vamos en busca de la patria; y en este camino hemos de aligerar la carga de cuidados embarazosos que puedan entorpecer el viaje, hacerle pesado o hacernos cambiar de ruta con pérdida irremediable para nosotros. Debemos pues, vivir desprendidos de las cosas terrenas y practicar ese desprendimiento con la perfección posible. Esto no quita el cuidado necesario y conveniente que debemos tener con nuestras cosas y de nuestros bienes, ni aún el deseo honesto de mejorar; pero…ha de ser sin demasiadas ansias, sin inquietudes, sin envidias, sin congojas, sin que embarace tanto nuestro espíritu que perdamos de vista las espirituales y eternas hacia las que se dirige nuestra vida. Esto es lo que nos enseña el Señor en el Evangelio de hoy. “Nadie puede servir a dos señores”, y menos dos señores rivales. No podéis servir a Dios y al dinero


Día 12 de Septiembre, Dulce Nombre de María

“Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también algo de este nombre, que significa estrella del mar. Conviene perfectamente a la Madre de Dios. Como el astro emite su rayo de luz, así la Virgen dio a luz a su Hijo; ni el rayo disminuyó la claridad de la estrella, ni el Hijo la virginidad de la Madre. ¡Noble estrella la que ha salido de Jacob, cuyos rayos iluminan al mundo, la cual resplandece en los cielos, penetra en los abismos, recorre toda la tierra! Más que a los cuerpos, calienta a las almas, consume el vicio y fecunda la virtud. Así es realmente: María es el astro deslumbrante y sin igual, necesario a este mar inmenso; es la estrella que brilla por sus méritos y nos alumbra con sus ejemplos. (Continua)



(Sigue) “Oh tú, quienquiera que seas, que en el flujo y reflujo de este mundo te das cuenta que caminas no tanto en tierra firme como en medio de tempestades y torbellinos, no apartes la vista del astro espléndido si no quieres desaparecer entre el huracán. Si se levanta la borrasca de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, Invoca a María. Si eres juguete de las olas de la soberbia o de la ambición, de la calumnia o de la envidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la avaricia, o la cólera, o los halagos de la carne azotan la nave de tu alma, vuelve tus ojos a María. Si asustado por la enormidad de; tus pecados, o avergonzado de ti mismo, o tembloroso ante el juicio terrible ya cercano, sientes que se ahonda debajo de tus pies el abismo de la tristeza o de la desesperación, piensa entonces en María. En los peligros, en las angustias, en la duda, piensa en María, invoca a María.

“Esté continuamente en tus labios, esté en tu corazón; imítala y así tendrás su ayuda de un modo seguro. Siguiéndola, no yerras; rogándola, no te desesperas; pensando en ella, no te extravías. Apoyado en ella, no caes; amparado por ella, no temes; guiado por ella, no te fatigas, al que ella favorece, llega a puerto seguro. Y de este modo sentirás en ti mismo la verdad de esta palabra: el nombre de la Virgen era María.”  San Bernardo.





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