COMENTARIO AL EVANGELIO
NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
En aquel tiempo, apareció un edicto del César Augusto, para que se hiciera el censo de toda la tierra. Este primer censo, tuvo lugar cuando Quirinio era gobernador de Siria. Y todos iban a hacerse empadronar, cada uno a su ciudad. Subió también José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Betlehem, porque él era de la casa y linaje de David, para hacerse inscribir con María su esposa, que estaba encinta. Ahora bien, mientras estaban allí, llegó para ella el tiempo de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería. Había en aquel contorno unos pastores acamados al raso, que pasaban la noche custodiando su rebaño, y he aquí que un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió de luz, y los invadió un gran temor. Díjoles el ángel: “¡No temáis! porque os anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis un niño envuelto en pañales, y acostado en un pesebre”. Y de repente vino a unirse al ángel una multitud del ejército del cielo, que se puso a alabar a Dios diciendo: “Gloria Dios en las alturas, y en la tierra paz entre hombres (objeto) de la buena voluntad”.
Lucas II, 1-14
SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA
Sermón sobre la Natividad del Señor Extractamos uno de sus muchos sermones sobre la Natividad y formamos seguidamente una colección de los pensamientos repartidos por los otros (cf. Concio tert. in die Natali Domini. ed. Complut. fol.37vto. 41).
A) Sermón tercero
a) EXORDIO
Comienza comentando el Salmo de David (71,17): «Tú, ¡oh Dios!, me adoctrinaste desde mi juventud y hasta ahora he pregonado tus grandezas. No me abandones, pues, ¡oh Dios!, en la vejez para que pueda manifestar tu poderío a esta generación y tus proezas a la venidera».
Me instruiste, dice, en mi juventud, esto es, durante mi vida, porque tú eres el Maestro, y yo lo cantaré hasta mi vejez, mientras haya vida en mí para hacer conocer tus glorias a las futuras generaciones. Estas futuras generaciones somos nosotros y estas maravillas el nacimiento del Señor.
No puede la Antigua Ley mostrar prodigios como el de Belén.. ¿El mar se divide en dos? Eso no es nada; un océano infinito cabe encerrado en el vaso estrecho de un cuerpecillo. ¿La vara seca de Aarón se cubrió de follaje? Eso no es nada. Una virgen ha dado a luz al hombre Dios. ¿Moisés en una cesta? Eso no es nada; el Rey del cielo está en un pesebre. ¿Una columna de fuego guiando al pueblo por el desierto? Eso no es nada; el fuego divino, escondido en los labios de un cuerpo humano, conduce al mundo... Todas sus maravillas eran sombras; éstas son la realidad.
b) GLORIA DE LOS ATRIBUTOS DIVINOS
En todas las criaturas brilla el poder de Dios por su creación..., pero ¿qué extraño es que Dios cree ángeles y cielo, criaturas bellas? «Lo que es un acto admirable de su poder es que la naturaleza creada y creadora, lo pasible y lo impasible, lo mortal y lo inmortal, en una palabra, Dios y el hombre, se hayan unido indisolublemente. Gran unión fué la de unir el alma y el cuerpo con nudo tan admirable y efectos tan profundos, que la muerte sea amarga, pero más admirable es la unión del Verbo y la carne en una persona sol».
El castigo de los ángeles es de severidad temerosa y manifestación de la justicia divina, y, sin embargo, no me espanto con los rigores sufridos por el pecado, porque, Señor, me parecéis más severo al perdonarme que cuando castigasteis a los espíritus rebeldes.
«¡El hombre pecó y Dios se inmola! La falta de un hombre condena a muerte al Hijo único de Dios. ¡Oh Señor! Me espantáis más al rescatamos que si nos hubierais abandonado, y al perdonamos. que si me hubierais dejado en la perdición. ¿Quién puede comprender una justicia semejante? Excusadme, Señor, yo os conjuro, pera deseo ardientemente vuestra gloria y no puedo expresar sin afligirme este acto de justicia. Os habéis excedido en vuestra obra y yo me excederé en las palabras. Sí, Señor, habéis pasado los límites de la justicia y en el gran deseo de parecer justo habéis caído en un exceso de justicia. Si no fueseis Dios, os diría que una justicia exagerada os hace parecer injusto. ¿Qué justicia es esta que condena a morir al Hijo por el esclavo, al Inocente por el culpable, al Todopoderoso por un gusano? ¿No es más grande el castigo que la falta? Y ¿la satisfacción no es mayor que la ofensa? Si hay exceso, no hay igualdad; si no hay igualdad, no hay justicia... Pesad nuestros pecados..., pesad la muerte de vuestro Hijo y la balanza se inclina desigualmente...» Pero, ¡oh Señor!, ¿cómo vais a ser injusto? Habéis hecho justicia, pero una justicia a vuestro modo, al estilo de Dios, que no podemos comprender, pero veneramos, admiramos, adoramos y abrazamos con todas las fuerzas de nuestra alma.
«No es sólo el poder y la justicia. Son todos los atributos divinos los que resplandecen en este misterio..., bondad, sabiduría, misericordia, magnificencia y amor...» Hablaremos sólo de lo principal de todo ello, del amor, porque en este misterio se notifica, según la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades (Eph. 3,1o), pero el amor nos toca más cerca.
Parece que este misterio está diciendo a los mismos ángel.: Venid y ved las obras de Dios. Cosas magníficas ha hecho en favor del hombre (Ps. 65,5)» ¿Quién es éste, dice también David, para que así obres con él? (Ps. 143,3)» Habéis abierto todos los tesoros de que vuestro amor, habéis satisfecho los deseos de vuestro corazón.
«En efecto, tan bueno sois por naturaleza, que vuestros ardores infinitos os empujan a extender vuestra bondad, pero hasta que el hombre fué creado no encontrasteis un ser capaz de satisfacer este deseo de hacer el bien». Por eso en la Sagrada Escritura no se lee que descansaseis hasta después de haber creado al hombre.
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